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Yo Soy Nuestra Señora del Carmen, Yo Soy Aquella, hijos Míos, que hace tantos siglos inspiraba el corazón humano a la vida de soledad y de contemplación con Dios.
Yo Soy Aquella que los hacía cruzar los desiertos, esconderse del mundo en cavernas, para encontrarse así con el Creador de todas las cosas y reconocer en Él la esencia de toda la vida, de todas las criaturas.
Yo Soy Aquella que les extiende la mano y que, de una forma muy simple, les promete la vida eterna en el Paraíso de Dios. Soy Aquella que los protege y los consagra con Mi Escapulario de Luz, símbolo de Mi protección y del compromiso de todas las criaturas Conmigo.
Yo Soy Aquella que los invita al silencio, a la contemplación, a profundizar en el propio mundo interior.
Yo Soy Aquella, hijos Míos, que de tiempo en tiempo renueva la oferta a la humanidad para la unión con el Divino.
Hoy, vengo como Nuestra Señora del Carmen, no solamente porque en este día se conmemora esta Divina Faz Mía. Hoy, también vengo como Nuestra Señora del Carmen porque en este altar vi los escapularios que colocaron para recibir Mis códigos de vida y, así, proteger nuevas almas. Quiero que vengan hasta aquí los que colocaron esos escapularios en el altar
Hoy, les agradezco, en nombre de la humanidad, porque confiaron en Mi Corazón; les agradezco, como consciencia humana, porque le están enviando un símbolo a Dios de que aspiran a vivir bajo la protección y la guía de su Madre Celeste. Como Nuestra Señora del Carmen, bendigo estos escapularios para que sean símbolo de la renovación de Mi protección sobre el corazón humano.
A través de estos escapularios, hijos Míos, no solo sus vidas, sino también sus familias estarán protegidas por Mi Manto; y, así, como lo prometí hace tantos siglos, hoy vuelvo a prometerles que, después de esta vida, los llevaré Conmigo a Mi Reino para que sigan aprendiendo a encontrar al Creador y a evolucionar con Él en nuevos mundos.
Hoy, quisiera renovar los escapularios de luz que todos llevan en sus cuellos. Que no se olviden, hijos, de que esos escapularios los unen Conmigo y que ellos van mucho más allá de algo material que llevan sobre sus cuerpos. Cuando usan un escapulario están anunciándole al mundo que confían en su Madre Divina, que confían en Su promesa y en Sus Palabras o que, por lo menos, aspiran a confiar.
Hoy, como Nuestra Señora del Carmen, renuevo Mi protección sobre las naciones del mundo que aún confían en Mí, que piden Mi intercesión todos los días, que aspiran a consagrarse un día y a ser dignas de recibir el Reino de Dios sobre su suelo.
Con este escapulario sobre sus cuerpos, hijos, les pediré que no solo esperen encontrarse Conmigo en otra vida, en la vida eterna, sino también que construyan en este mundo un espacio de paz, de fraternidad, capaz de recibir en sí la vida superior.
Como Yo los amo, siempre aspiro a consagrarlos; por eso, hoy nuevamente los consagraré y los bendeciré para que sean dignos compañeros de Mi Hijo y construyan en sus familias, en sus hogares, cenáculos de oración en donde Cristo se torne victorioso.
En este día, de una forma especial, bendeciré a las familias, a todas las familias que en esta hora Me escuchan; y aquellas que tienen fe en Mi Presencia recibirán Mi auxilio para unir lo que está separado y reconciliar a los corazones que se separaron por la astucia de Mi enemigo o por los errores del pasado. A las familias que confían en Mí, Yo las uniré, para que cumplan el Propósito Divino de construir la nueva familia, la familia universal sobre la Tierra.
Con las palmas de Mis Manos dirigidas hacia la Tierra, derramo sobre ustedes los códigos que alcancé en vida, junto a San José Castísimo y al pequeño Niño Jesús. Que, así como Nuestra Santa Familia, sus familias se tornen sagradas y reconozcan, así, que la vida en la Tierra debe tornarse sagrada, porque dentro de cada ser humano existe algo único: la Presencia del Divino, de Dios Altísimo que silencioso espera poder expresarse.
Con esta Gracia que hoy les entrego, les pediré, hijos Míos, que den testimonio de los milagros que realizaré en sus vidas, no solo con la palabra, sino también con la transformación. Espero que le agradezcan a Dios por todo lo que Él construirá día a día en sus hogares. Que esa gratitud se exprese en actos de misericordia, de servicio, de caridad, de compasión y de unidad con el prójimo.
Que puedan ayudar a otras familias a encontrar a Dios; que puedan ayudar a aquellos cuyas familias fueron destruidas, a los niños que ya no tienen padres, a las mujeres que están solas, luchando inclusive consigo mismas para ser madres de sus hijos.
Con la Gracia que hoy deposité en sus consciencias, lleven la maternidad que Yo alcancé cuando tenía en Mis Brazos al pequeño Jesús.
Hijos, ¿por qué lloran?
Si Yo les entrego una Gracia absoluta, lo mejor que hay en Mi Reino, sonrían como hoy Yo les sonrío a ustedes. Hoy, Mi Corazón se alegra junto a sus almas, por el despertar de sus consciencias. En los tiempos que vendrán, una grandiosa misión los aguarda, como también a cada corazón humano que, en este tiempo, despierta a la Verdad Divina.
Que hoy todos los que Me escuchan se regocijen y se alegren, abran sus corazones y eleven sus almas hacia Mis Brazos; porque de esa forma, hijos Míos, les concederé una nueva vida, el inicio de un nuevo ciclo, y los esperaré firmes para que sean persistentes ante las pruebas que vendrán.
Hoy, coloco en sus manos estos escapularios y les hago una oferta, la de responder a Mi llamado.
Para que aprendan que Mi ejército siempre debe crecer, hoy consagro nuevos Hijos de María, porque en verdad, hijos Míos, las almas ya se consagraron a Mi Corazón, pero a veces demoran en llegar a Mí, hasta que comprenden que, en la Tierra, deben acompañarme. Y en este día, de esta forma simple, los bendigo, los consagro, y los preparo para un nuevo ciclo que comenzará en agosto, ciclo para el cual deberán estar prontos.
Yo los aguardaré, hijos Míos, en esta Tierra Santa, santificada por Mi Presencia, por la Presencia de Mi Hijo y del Casto Corazón de San José. Que, cada día, sus vidas sean santificadas por Nuestra Presencia, porque no solamente estamos aquí, estamos en el hogar de cada uno que nos abre la puerta.
Ahora, canten como Hijos de María y reciban de Mis ángeles la Gracia de la consagración y la bendición eterna.
Les agradezco, y elevaré a los Cielos sus súplicas Conmigo. Pidan, hijos Míos, lo que más necesitan; Yo lo elevaré al Padre y lo colocaré a Sus Pies, para que Él escuche sus plegarias.
Y porque quiero que los grupos de oración crezcan cada día, los congrego y reúno a las almas que deben orar junto Conmigo, auxiliando a la humanidad y a los Reinos de la Naturaleza para que sean salvados a tiempo. Por eso, hoy les pediré que también se consagren a Mi Corazón a Mis nuevas hijas orantes.
Y así, hijos, les agradezco por responder a Mi llamado y porque, en los días que vendrán, estarán a Mi lado. Les dejo Mi Paz y Mi bendición.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en Paz y permanezcan en Mi Corazón para siempre.
Hermana Lucía de Jesús:
Queremos contarles que Nuestra Señora hoy vino como Nuestra Señora del Carmen, con una túnica blanca, un manto marrón, el cabello suelto, las Manos extendidas hacia abajo y escapularios en las dos Manos. Ella vino con el Niño Jesús y, cuando hablaba de la Sagrada Familia, nos mostraba, en un espacio de Su Reino, cómo se aproximaba San José, para realizar juntos una tarea con nosotros.
Cuando María llamó a esos cuatro hermanos, hizo una tarea no solo con ellos, sino con todas las familias que en aquel momento la escuchaban; con las familias de los que están presentes aquí y, como Ella dijo, con la familia de todos los que tenían fe que Ella estaba aquí, que tenían fe en Sus Palabras.
María, San José y el Niño Jesús iban depositando los códigos de la Sagrada Familia en nuestras consciencias para que Ellos puedan ir trabajando en todas las situaciones de nuestras vidas que necesitan de unión, de reconciliación y de paz.
Y después, cuando María llamó a otro grupo de hermanos, Ella quería formar un nuevo grupo de oración y consagrar nuevos Hijos de María, para que aprendamos que Su ejército siempre debe crecer. Ya había sucedido una vez, cuando no hubo consagración de Hijos de María, en que Ella misma los llamó; entonces, hoy Ella volvió a hacer lo mismo.
Queremos dejar, en el corazón de todos, este trabajo que María hizo con cada uno de nosotros. Agradecer mucho la presencia de todos aquí, en el Centro Mariano de Aurora, y también a todos los que nos acompañaron a través de Misericordia María TV.
¡Muchas gracias a todos! Juntos, vamos a agradecerle a María.
¡Somos gratos, Madre, por cuánto nos das!
Den gracias a Dios por la Presencia de Su Sierva y, todos los días, hijos Míos, agradezcan al Creador, porque en estos tiempos, cuando la humanidad esta más eludida y perdida de Dios, Él los congrega en este cenáculo de amor y de redención para que, a través de un servicio planetario, rediman los errores del pasado y renazcan a una nueva vida.
Den siempre gracias a Dios, porque Su Misericordia es infinita.
Hijos Míos, ante sus ojos, hoy les abro las puertas de la compasión, de la piedad y de la humildad para que vivan según esos tres principios, para que los manifiesten en sus vidas, en cada pequeña acción, porque de esta forma el Creador jamás se alejará de ustedes y, en cada instante, le estarán dando la oportunidad para que Sus Ángeles y Arcángeles los acompañen, guíen sus pasos y los conduzcan siempre.
Si son compasivos, no juzgarán al prójimo. Si son piadosos, siempre buscaran la necesidad y la suplirán, atrayendo así a la Misericordia Divina hacia el mundo, y, si son humildes de corazón, permitirán que el Creador les muestre Su Reino, Su Grandeza, y viva dentro de ustedes como vivió en Su Hijo Primogénito.
La compasión fue el primer paso vivido por la humanidad para ingresar en la escuela de la cristificación, porque sin compasión, hijos amados, no existe el amor y no existe la unidad con Dios. Si son compasivos, no solo comprenderán al prójimo, sino que se comprenderán a sí mismos, comprenderán la condición humana y la elevarán.
El segundo paso para la vivencia de la cristificación es la piedad, la piedad verdadera, que los torna misericordiosos, la piedad que abraza a los más necesitados, que ampara a los débiles de corazón.
La piedad alcanzada por Mi Corazón cuando abracé a Mi Hijo, bajado de la Cruz; esa piedad, hijos Míos, Yo la sentí por el estado en el que se encontraba Aquel que había santificado cada partícula de Su Cuerpo. Y esa misma piedad, Yo también la sentí porque en el Cuerpo de Mi Hijo estaba impresa la ignorancia humana. Y Yo no lo juzgaba, pero emanaba la profunda piedad de Mi Espíritu para que aquella Misericordia que brotaba de la Sangre y del Agua de Cristo se transformará en un manantial infinito para las almas y para el planeta. Hoy los invito a vivir en esa piedad.
También los invito a la humildad del corazón, humildad que también viví junto a Mi Hijo cuando lo acompañé, en silencio, mientras crecía y Yo aprendía con Él la unidad con Dios. Esa humildad Me hacía encontrar al Creador en aquel Niño tan pequeño.
Hoy, hijos, los invito a aprender con los niños, los invito a aprender con el Dios que habita en cada uno de ellos. También los invito a aprender, unos con otros, así como Yo aprendía cada día con las santas mujeres de Jerusalén, con los discípulos y apóstoles de Cristo. Yo aprendía, hijos Míos, a observarlos crecer y dar los pasos rumbo a ese Amor que les enseñaba Mi Hijo.
De la misma forma, sigo aprendiendo con cada uno de ustedes, con cada corazón humano, aprendiendo a observar su transformación, su crecimiento como hijos de Dios. Aprendan, Mis amados, unos con otros, todos los días, porque de esa forma encontrarán la Sabiduría Divina que se manifiesta a los humildes de corazón.
Después de vivir la compasión, la piedad y la humildad, conocerán al verdadero Amor, Amor que hizo resurgir cada célula de Cristo, que lo hizo resucitar en Cuerpo, Alma y Divinidad, y que lo hizo retornar a cada uno de Sus apóstoles, dándole a cada uno de ellos aquello que necesitaba para cumplir el Plan de Dios, para comprender que Aquel que tuvieron a su lado era verdaderamente el Hijo del Altísimo, el Mesías.
Aprendan de ese amor que perdona el pasado, aprendan de ese amor que dona lo mejor a aquellos que lo ultrajaron, porque lo más importante es el amor en sí, y no cuánto sufrieron para alcanzar ese amor.
Si comienzan por la compasión, por la piedad y por la humildad, el amor les será un atributo alcanzable y no tendrán tantas dificultades para aprender a amar.
Hijos, en este momento del planeta, están viviendo una gran batalla entre el caos, el mal y la manifestación del Plan Divino. Para muchos es una batalla sin reglas, en la cual todo está permitido.
Es por ese motivo que vengo a su encuentro todos los días y que, en los mínimos detalles, intento guiarlos para que no se pierdan por la confusión que hoy habita dentro y fuera de ustedes.
Solo les pediré que escuchen Mis Palabras y que intenten, todos los días, seguir lo que les digo.
Mientras más se esfuercen para vencerse a sí mismos, mayor será la Gracia que vendrá a su encuentro. Mientras más los soldados de Cristo y de Mi Inmaculado Corazón se esfuercen por extender ese ejército hacia los cuatro puntos del mundo, anunciando y proclamando la paz, más descenderá esa paz a la Tierra. El esfuerzo de unos pocos valdrá por el triunfo de Mi Corazón.
Muchos se preguntan, hijos, cómo afirmo que Mi triunfo está próximo si el mundo está en el estado en el que se encuentra y la oscuridad ya no se esconde de ningún corazón humano; cómo puedo afirmar que el triunfo de Mi Inmaculado Corazón está próximo si el caos y el mal parecen extender su reinado por los los cuatro puntos de la Tierra.
Yo afirmo eso, hijos Míos, porque conozco el potencial del amor en el corazón humano. Si por un instante, recordaran el milagro de la Vida de Cristo y todos los méritos alcanzados por Él en cada uno de Sus pasos, podrán comprender, hijos Míos, lo que quiero construir a través de cada uno de ustedes.
Quiero que sean como los apóstoles de Mi Hijo, aquellos que vencieron su grosera humanidad para vivir el amor. En aquel tiempo, para transformarlos completamente, Mi Hijo necesitó no solo hacer muchos milagros, sino también morir en la Cruz y resucitar.
Y, en este tiempo, Yo les pido algo más, algo más profundo, más espiritual. Yo les pediré que vivan esa transformación en Cristo, sin necesitar que Mi Hijo padezca nuevamente, que vivan esa transformación en Cristo por la potencia de Su Amor, por la potencia del Amor de Mi Inmaculado Corazón y del Castísimo Corazón de San José, que son enviados al mundo para transformar a la humanidad y llevarla a una unión más profunda con el Espíritu de Cristo. Y, de esa forma, unirlos a la Consciencia de Dios.
Hoy, vengo hasta aquí, hijos Míos, para traerles una enseñanza espiritual y para demostrarle a la humanidad que el mayor milagro de estos tiempos es la transformación del corazón humano y la vivencia de un amor que abre la puerta de los universos, a pesar del estado en el que el planeta se encuentra.
Yo digo que el triunfo de Mi Corazón está próximo porque, aun cuando el caos y el mal son tan grandes, Mis soldados perseveran y cada día aprenden a amar más, a vivir el sacrifico y la donación de sí para equilibrar lo que sucede en el mundo. Y será a través de cada ser despierto que Mi triunfo se dará. Será en sus ejemplos, hijos, que erguiré las columnas de Mi Reino y construiré la Nueva Tierra, semejante al Reino de Dios, aquí en este mundo.
Es por eso que siempre que vengo a su encuentro consagro a nuevos Hijos de María, porque ellos son el símbolo de que Mi Amor se expande sobre toda la Tierra. Cada vez que consagro un nuevo Hijo de María, los Ángeles se alegran en el Reino de los Cielos y el Creador es exaltado y alabado por el milagro que hace en Sus criaturas, redimiendo y curando nuevas almas, nuevos espíritus.
Que la consagración como Hijos de María represente un nuevo ciclo en la vida de cada uno de ustedes. Que, cada vez que un nuevo Hijo de María se consagre, aquellos que ya se consagraron se renueven y se alegren Conmigo, renovando también la certeza del triunfo de Mi Corazón.
Hijos, que a partir de hoy sus vidas sean el testimonio de Mi Amor, sean el testimonio de que ese Amor transforma todo, y de que no es necesario sufrir y vivir el dolor para encontrar a Dios. Quiero que los Hijos de María representen para la humanidad la posibilidad de encontrar al Creador a través del amor y no del sufrimiento.
Anuncien al mundo, hijos Míos, que a través de la oración y de la unión con Mi Inmaculado Corazón todo es posible. La compasión, la piedad, la humildad y el amor se tornan posibles cuando están Conmigo y permanecen en Mi Corazón en cada instante.
Que se aproximen, un poco más a Mí, los Hijos de María que se consagrarán hoy.
A estos, Mis hijos, les prometeré la paz en esta vida y después de ella. A estos, Mis hijos, los colocaré en Mis brazos como símbolo de Mi gratitud por su oferta de vida.
Sientan, Mis amados, que los abrazo, que los amparo y que, si aspiran a estar Conmigo, no los dejaré nunca. Yo Soy su Madre, hoy y siempre, la que los viene a buscar en este mundo y que los llevará a muchos otros. Yo Soy Aquella que les enseña a vivir sobre la Tierra y también Aquella que los guiará en el universo, porque toda la vida que se manifiesta en el cosmos, toda la Creación de Dios Me reconoce como Madre y como Señora.
Yo Soy Aquella que, con las manos en sus cabezas, los bendice y los consagra para que sean testimonios de una transformación verdadera, que testimonien al mundo el triunfo de la paz más allá de las dificultades, de las limitaciones humanas y espirituales. Que testimonien al mundo la perseverancia, la fortaleza que no encuentran en la Tierra, sino en Dios.
Testimonien a cada corazón humano que es posible encontrar al Creador mucho más allá de la mente. Él está más allá de los pensamientos humanos, está en lo profundo del corazón que ora, a veces silencioso, a veces alentador, pero Él siempre está allí.
Testimonien a la humanidad, hijos Míos, el milagro que es vivir el amor, el perdón y la reconciliación con Dios. Yo los ayudaré a ser ese milagro vivo.
Oren Conmigo, abriéndome las puertas de sus hogares y de sus corazones; así, Me darán permiso para estar con ustedes todos los días.
Yo los bendigo y, abrazándolos, los consagro y los entrego al Padre, como méritos para la redención de la humanidad.
Les agradezco, Mis amados, por venir a Mi encuentro y por acompañar también Mi Presencia desde sus hogares.
Hoy, no solo bendigo este lugar, sino también a cada hogar de aquellos que Me escuchan, a cada Centro Mariano, a cada Monasterio, a cada Comunidad-Luz. Bendigo sus trabajos, sus grupos de oración, sus familias para que, de esa forma, hijos Míos, tengan una vida fecunda que manifieste principios divinos para redimir esta Tierra.
Les agradezco y les dejo la señal luminosa de la Cruz de Mi Hijo, para que aprendan a ser compasivos, piadosos, humildes, y así vivan el verdadero amor.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
No se olviden de cantar, porque en esta hora derramo Mis Gracias, y Mis Ángeles se alegran por escuchar al corazón humano. Que todos los santos y bienaventurados en el Reino de Dios y en este mundo escuchen su voz y reaviven la esperanza de ver nacer la nueva vida en cada corazón humano. Nuevamente, les agradezco.
Sigan en paz y en unión a Mi Inmaculado Corazón.
Coloquen las palmas de sus manos hacia arriba para que Yo derrame Mis Gracias en cuanto Me elevo a los Cielos.
Hermana Lucía de Jesús:
Hoy, Nuestra Señora hizo un trabajo en lo profundo de nuestra consciencia. Vamos a dejar a todos con estas Palabras de María y con las Gracias que Ella depositó en cada uno de nosotros.
Gracias a todos, y vamos juntos a agradecer a nuestra Madre Divina.
¡Gracias, Madre, por cuánto nos das!
He venido del Cielo para traerles Mi Paz y Mi Esperanza.
Esto es motivo de Mi Alegría al ver tantos hijos que hoy se consagran ante Mi Corazón, para hacer triunfar Mi plan en el mundo, que son los Planes de Dios, en esta humanidad y en este planeta.
Hoy abro las puertas de los Cielos para cada uno de ustedes, hijos Míos, para que puedan ingresar, en consciencia y en devoción, al Gran Reino de Fátima que espera despertar en ustedes la pureza original.
Ustedes saben, hijos Míos, que Europa necesita de esa pureza. Esa pureza debe estar en todos los corazones que aquí viven, para que la Obra de Mi Hijo pueda seguir adelante.
No se cansen, queridos hijos, de escuchar Mis palabras, pues hoy Yo les traigo el signo de Mi estrella de Luz, aquella estrella que indica el nuevo tiempo en la humanidad y que Yo, una vez, hice aparecer en Fátima, a los pies de Mi Manto.
Esa estrella indica que el tiempo de la purificación de los corazones está llegando, para que limpios de toda mancha, puedan ingresar en el Reino de Dios y nunca más estar separados de la verdad que habita en los mundos superiores.
Queridos hijos, hoy finalizo Mi peregrinación por Europa. Y a partir de este momento, estaré sembrando un nuevo ciclo cuando retorne una vez más aquí, para abrazarlos y consolarlos, para que sus corazones se curen definitivamente y ellos se postulen para esta Obra Redentora que ofrece Mi Hijo para cada corazón humano.
De la misma forma, queridos hijos, que hoy estoy unida a cada uno de ustedes y a través de Mis palabras, preparando vuestra verdadera consagración, estoy unida a cada uno de Mis hijos en el mundo, a cada luz que surge de cada Centro Mariano y que se une a Mi Corazón en este momento, para que Mi Obra se pueda expandir en el mundo espiritualmente y así, en todas las almas que más lo necesitan.
Es de esa forma, queridos hijos, que a través de sus almas y corazones Yo estoy tejiendo esa Red de Luz que se expande por todos los continentes de este planeta, para reforzar la alianza de los corazones con Dios y así con su Propósito Divino, que hoy vengo a ofrecer amorosamente para cada uno de ustedes.
Extendiendo Mis Manos hacia ustedes, nuevamente derramo Mis Gracias, así como las derramé en la Argentina, una Gracia para cada uno de ustedes; lo que más necesitan en esta vida y para este camino espiritual, que Yo los invito a vivir Conmigo, por medio de la oración y de la fe que hoy deben profesar sus corazones, como el mayor testimonio de amor del triunfo de Mi Corazón Inmaculado aquí, en Portugal y en Europa.
Vine a esta ciudad, una vez más, para decirles a Mis corazones, a Mis pequeños hijos, que ya se iniciaron en esta tarea espiritual hace tantos años, que deben renovarse, que deben dar el paso, para que muchas más almas se puedan aproximar aquí y no solamente Portugal reciba la Gracia de Mi Corazón, sino todas las almas que están en Europa, esperando por ese despertar, por ese paso definitivo, que en esta encarnación vinieron a vivir.
Es de esa forma, queridos hijos Míos, que Mi estrella de Luz se posa a los pies de Mi Manto y revela ese signo para todos.
Los nuevos cristos deben despertar, ser los nuevos legionarios del Señor, que vivan Su Palabra, Su Testimonio de Amor, Su Propósito en cada uno de ustedes. Es así que transmitirán a todo el planeta ese impulso espiritual que hoy les traigo a través del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hijos, llegó esa hora de que firmen ese documento espiritual en el libro sagrado de Mi Corazón, donde sus nombres están escritos desde hace mucho tiempo, para que junto a Mí, unidos a Cristo vuestro Señor, cumplamos esta Obra Redentora del fin de los tiempos.
Necesito que salgan de sus casas a buscar a los corazones que más necesitan de Luz, necesito que sean Mis brazos y Mis manos en esta hora, para llevar adelante esta Obra de la Redención de las almas.
Sus corazones están llenos de instrucciones, pues las han recibido a lo largo de los años, a través de Mi Hijo fiel, que Yo traje para ustedes, para que pudieran crecer interiormente y aprender a vivir en la hermandad.
Queridos hijos, hagan lo que les pido, y no se arrepentirán. Las almas deben aproximarse aún mas a Mi Corazón, ser la luz en estos tiempos de tinieblas. Por eso Yo les traigo y les presento este propósito, propósito divino a los Ojos de Dios, que debe ser cumplido por cada uno de ustedes.
Es así, queridos hijos, que Mi Obra no solo estará en América, sino también más allá de Europa, porque deseo llegar a los corazones de Asia, del Lejano Oriente, que necesitan de Mi Voz, del Abrazo, de Mi Consuelo, de Mi Corazón, de Mi Luz, para poder seguir caminando en esta hora crucial del planeta.
Ustedes tienen ese compromiso, queridos hijos, como consciencias europeas, de abrir las puertas para esos corazones que están tan lejos.
Será el idioma de sus corazones, el amor de sus espíritus y almas que abrirá las puertas para todos esos corazones, pues aún, queridos hijos, hay muchas almas que deben conocerme profundamente.
Yo no solo soy la Virgen María, soy la Madre del mundo, soy la Gobernante Mayor, soy la que rige sus vidas y almas, soy la pastora que conduce a los rebaños de Mi Hijo hacia el Templo del Corazón.
Por eso hoy estoy aquí, renovando sus votos antes de partir para América, para encontrarme con todos Mis hijos y unir a todos los corazones de Sudamérica y del mundo en el Centro Mariano de Aurora, donde el noveno año será vivido con todos, el aniversario en que Mi Consciencia llegó definitivamente a sus vidas.
Nueve ciclos se cumplirán y nuevas puertas se abrirán para que los corazones sean conducidos hacia su propósito.
Deseo, queridos hijos, que Me acompañen en esa gran convocatoria que hoy les hago de estar Conmigo en el Centro Mariano de Aurora, recibiendo un poco más de cura interior para sus espíritus, para todos sus semejantes, para toda la consciencia del planeta, que tanto necesita de servidores de la paz, de guerreros de Mi Corazón, que en su templanza, alcancen la redención.
Abriendo las puertas del Reino de Fátima, congrego a los corazones en el Amor de Dios y a todos aquellos que se unan a este momento, para que en esta amada Europa se pueda vivir y profesar la paz, como el propósito para estos tiempos.
Hoy vengo como la Señora de la Gran Estrella, para mostrarles Mi Signo de Luz que aún debe revelarse en los corazones simples que amorosamente siguen Mis pasos, con la vivencia de la oración, de la Paz, del Servicio y del Amor. Amor absoluto que los colma, que los renueva, que los redime, que los eleva al Corazón del Padre Celestial.
Yo soy esa Señora de la Gran Estrella, que trae para todos la revelación del Universo, de la verdadera Consciencia, la Consciencia Única de vuestro Padre que aún no es conocida por el mundo.
Fátima es una preparación para ese momento. Es así como doy continuidad a Mi Obra en este tiempo.
Después de haber abierto las puertas en Medjugorge, aquí, queridos hijos, doy continuidad a Mi Obra espiritual para que las almas sean consecuentes con Dios y así como lo he pedido a lo largo de los tiempos, por medio de diversos videntes, la humanidad pueda cumplir lo que en verdad vino a realizar, para que pueda nacer la Nueva Humanidad.
Es a través de los hijos que se consagran hoy, como los que ya se han consagrado a través de las apariciones, mes a mes, de tiempo en tiempo y de ciclo en ciclo; es así que Yo instituyo, queridos hijos, las semillas de la Nueva Humanidad que brotará en el próximo tiempo. Esta es la señal que trae Mi gran estrella, la promesa que al fin se cumplirá en cada uno de Mis hijos, siempre y cuando sean consecuentes con todo lo que Yo les pido.
Ustedes, queridos hijos, son partes de Mi Obra celestial y mundial. Son piezas de este gran puzle que Yo vengo a reconstruir en el mundo, después de que Mi adversario lo destruyó.
Yo vengo a concretar en sus vidas el verdadero propósito para sus almas, la tarea que deben realizar Conmigo en esta convocatoria universal que hoy hago para todos.
Y este momento que comparten con Mi Corazón Inmaculado, también servirá para aquellos que se consagrarán en el futuro, asumiendo su compromiso fiel Conmigo de hacer todos los esfuerzos, de cumplir Mis designios, de cumplir la Voluntad de nuestro Dios, del Altísimo Padre.
Sobre este árbol, dejo la presencia de Mi Amor por todos los Reinos de la Naturaleza. Aquí dejo la señal, en este pequeño árbol, de que los Reinos deben ser reverenciados y que también ellos necesitan de sus oraciones.
Ustedes, queridos hijos, como una única raza, están aquí y han estado aquí hasta este tiempo, dentro de este planeta tan amado por nosotros, porque los Reinos Menores han generado esa Gracia para todos.
Ustedes saben que ellos sufren mucho la consecuencia de la acción humana, la destrucción, la blasfemia, todo lo que el hombre realiza en contra de su evolución. Y aún así, queridos hijos, ellos siguen donándose por ustedes y para ustedes hasta el fin de los tiempos, hasta que retorne Mi Hijo.
Díganle a los hombres injustos que no destruyan la Naturaleza, que cuiden de los Reinos, que no asesinen a las ballenas.
Están destruyendo, queridos hijos, la evolución de la Creación de Dios y ese es uno de Mis profundos dolores por la falta de consciencia, sobre todo por la falta de amor.
Díganle a toda Europa, y mas allá de ella, que cuiden de los Reinos Menores, que siembren códigos de luz, a través del servicio a cada uno de ellos. Así, en el día del Juicio final no serán juzgados porque habrá actuado la Misericordia de Mi Corazón.
Alguna vez se han preguntado, queridos hijos, ¿por qué Yo anhelo tanto estar sobre los árboles? Les dejo este símbolo para que lo mediten.
El árbol representa la Sabiduría de Dios y ustedes, como seres humanos, inconscientes, destruyen esa sabiduría espiritual que el Reino Vegetal revela al mundo.
Muchos de los que no están hoy aquí, que fueron precursores de esa destrucción a través de los tiempos, tomaron consciencia de todo esto, después de haber partido de la Tierra.
Rezo por ellos, por las almas del purgatorio, para que puedan alcanzar la Luz del Reino Celestial.
Que ustedes, queridos hijos, no sigan los mismos caminos. Adviertan a todos los corazones, principalmente a los más injustos, que están a tiempo de cambiar su actitud.
Las ballenas lloran por las consecuencias de los hombres. Recuerden que Soy la Madre del mundo, la Madre Naturaleza.
Y cuando la Naturaleza es destruida por el hombre, están destruyendo Mi Consciencia. Pero Mi Amor, que es más infinito, poderoso que todos los errores del mundo, trae la Gracia de despertar sus consciencias y las consciencias de sus hermanos, para esta magnífica Obra de la Redención de los corazones de todos los seres de la tierra.
Recemos:
Madre del Cielo, Madre Tierra
intercede por nosotros y por los Reinos.
Una más:
Madre del Cielo, Madre Tierra
intercede por nosotros y por los Reinos.
Amén
Recuerden que las ballenas son la consciencia madre para el planeta. Ellas acogen, en su pureza original y en su inocencia, a todos los seres de la Tierra; porque ellas equilibran los océanos, y también a todas las consciencias mentales. Recuerden esta instrucción.
Y ahora, queridos hijos, junto a Mis ángeles, celebraremos este momento de consagración de asumir este compromiso Conmigo, de ser portadores de Mi Paz y de Mi Gracia para toda la humanidad que tanto lo necesita.
Y así, bendeciré los objetos sagrados que han traído a Mi Altar para que sean entregados a los que más lo necesitan. Así trabajarán su desapego, porque Mi Gracia los colmará más allá que los objetos.
Sean misericordiosos como el Padre es Misericordioso con ustedes.
Lleven la paz a todos los que la necesitan y no se olviden que el prójimo debe estar primero en sus vidas.
Que vengan aquí los que hoy se consagrarán como "Hijos de María".
Mientras las puertas aún se abren, que canten el himno de su consagración.
Flores de luz son derramadas...
Ave María... (x3)
Mis muy queridos hijos, hoy dejo la Gracia de Mi Corazón para que ella se plasme en sus vidas como el mayor testimonio de su conversión y como respuesta de sus corazones al llamado de Mi Hijo, Jesucristo.
Ante la autoridad que el Padre me concedió y desde todos los coros de Lys con todos los ángeles del cielo, bendigo a cada uno de sus corazones y familias, instaurando la paz y el bien en cada uno de Mis hijos, la renovación y la esperanza de todos los corazones de Europa para que cumplan el propósito de seguir el camino hacia su liberación y redención en el momento en que retorne Mi Hijo, glorioso y victorioso entre las nubes.
Coloco Mi mano sobre sus cabezas, rezando a Mi Hijo.
Yo les agradezco por responder a Mi convocatoria y por ser portadores de la paz celestial que es posible vivir en estos tiempos.
Los amo, los bendigo y los abrazo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Y ahora estando consagrados, proclamen este himno en unión a todos los "Hijos de María" en los cuatro puntos de este mundo.
Vayan en paz.
Les agradezco por haberme ayudado a cumplir con esta peregrinación y recuerden que prometo retornar, cuando así Dios lo decida.
¡Les agradezco!
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más