Relato de Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:Profesé la religión católica en los primeros años de la adolescencia, cuando tuve la Gracia de participar activamente de las celebraciones eucarísticas y de algunas actividades vinculadas a la iglesia, como cuidar de la parroquia y tocar el campanario de la ciudad para llamar a la misa. Yo era monaguillo y participé de la Legión de María y del Camino Neocatecumenal.
Durante ese período, la Iglesia me enseñó a pensar en ser alguien en la vida, en aprender a servir, a comprometerme en rezar el Santo Rosario y llevar la imagen de Nuestra Señora de Fátima a los hogares de las familias.
Todo eso fortaleció mi fe, aun siendo muy joven, llevándome a buscar a Cristo en la Eucaristía, a confesarme con los sacerdotes para poder reconocer el sacramento de la reconciliación y la Misericordia de Dios.
Además de esto, contribuyó a que decidiera llevar una vida saludable y familiar, alejado de las influencias que parte de los jóvenes experimentan en estos tiempos.
En la adolescencia, las visiones comenzaron a ampliarse y no encontraba respuesta para lo que estaba sucediendo conmigo. Entonces, intenté concentrarme en estudiar y trabajar para ayudar a mi familia.
Continué orando y sirviendo como aprendí, siempre mantuve ese compromiso vivo dentro de mí, porque sentía que era un compromiso con Dios, más allá de cualquier institución.
Hasta que un día Nuestra Señora, la Virgen María, me llamó de regreso y me trajo a esta Obra, para servirle a Ella y a Su Hijo.
Relato de la Hermana Lucía de Jesús:
En mi casa no tuve una formación católica, pero desde la infancia hasta la secundaria estudié en el Monasterio de São Bento de Olinda, en mi ciudad natal, donde tuve una formación católica. Pero al llegar a la adolescencia dejé de profundizar en el camino espiritual.
Entonces, a los 16 años, viví una crisis interna, que no tuvo nada que ver con ningún hecho material, era simplemente un descontento interior.
No encontraba aliento en nada, tampoco respuestas para mis preguntas. Le pedí ayuda a mi madre, que ya frecuentaba la Comunidad-Luz Figueira hacía muchos años y tenía un grupo de oración en nuestra casa. Entonces ella me llevó a conocer Figueira.
Cuando llegué a la comunidad por primera vez, fue como despertar de un sueño y reencontrarme con Dios. A los 17 años, con el apoyo de mis padres y mis hermanos, tomé la decisión de vivir en ese lugar.
Por lo tanto, tuve una formación católica y la base de mi fe se construyó de esa forma, pero fue en esta obra que me definí internamente para seguir a Cristo.
Relato de Madre María Shimani de Montserrat:
Asistí a colegios católicos durante todo el período escolar. En primaria, estudié en el Colegio de las Hermanas Misioneras de María y en secundaria, en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús.
A pesar de que con el tiempo me había alejado de la práctica católica por diversas razones, puedo decir que la fe construida desde esa época es algo inquebrantable dentro de mí.