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Busca, hijo, profundizar todos los días en la Pasión y en la Vida de tu Señor.
Así sabrás cuál es la esencia de la entrega, del servicio y del sacrificio. Sabrás que la vida es limitada para imitar Sus pasos. Sabrás que las Gracias que te fueron concedidas aún se derraman en tu vida y tienes que agradecer todo a Dios, por cada minuto de tu existencia.
Contempla todos los días la Pasión de tu Señor para que comprendas a dónde Él aspira a llevarte y cuál es el propósito que Dios tiene para ti.
Todo lo que recibes es para que des siempre más de ti por el cumplimiento de un Plan Mayor. Y si sientes que lo que haces es poco, sabe, hijo, que no es tu sensación de estar sirviendo lo que mide tu servicio y tu sacrificio. Es el amor, con el que haces todo lo que eres llamado a hacer, lo que mide, ante Dios, los pasos de tu corazón y de tu consciencia.
Si eres llamado a orar, ora con todo tu ser y hazlo con amor.
Si eres llamado a servir, no importa en qué, hazlo con tu corazón.
Sé excelente en tus acciones, colma del Espíritu de Dios a cada uno de tus actos y, aunque nadie te vea o reconozca tus trabajos, sabe que los haces para Dios y no para ti o para los hombres.
Servir y hacer lo que es necesario, en donde sea necesario y como sea necesario; pero sobre todo, hacerlo por amor.
Contempla todos los días, hijo, la Pasión de tu Señor y siente vergüenza por estar cansado, desconsolado o afligido. Siente vergüenza por querer más del prójimo para ti y coloca tu corazón en el punto correcto de su donación.
A aquel que se entrega por completo al Padre siempre le llegará lo que necesita para ser suplido.
Si algo te falta es porque guardas en ti lo que buscas en los demás. Dona el amor que hay en tu corazón y verás como el Amor de Dios fluirá, eternamente, de tu pecho.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Desde Su nacimiento hasta Su vida adulta, Jesús tenía pleno conocimiento de la vida universal y de la vida profunda de cada ser. Sabiendo del Propósito de la humanidad en la Tierra, Su Corazón siempre se sustentó en la esperanza del advenimiento de la nueva vida, en la manifestación de la Nueva Humanidad.
La Verdad de Dios vivía en Su interior y, durante el Calvario, ella fue la base de la sabiduría que despertó el Amor Crístico en Su Corazón y renovó el Amor de Dios.
Hoy, hijo, deja que las revelaciones de este tiempo sean para ti la sabiduría que viene como base para el calvario del mundo y, sobre todo, para el despertar y la renovación del Amor.
Recibe con gratitud las ciencias que te son enseñadas, el conocimiento superior del que la humanidad siempre estuvo tan ignorante.
Deja que la sabiduría despierte en ti la certeza de la eternidad y de la redención de todas las almas para que, con esa Verdad viva en tu corazón, puedas tornar pequeñas las pruebas de este final de ciclo.
Ennoblece y fortalece tu corazón con la sabiduría y con el conocimiento. Permite que la Verdad Superior se aproxime y con ella, lo que verdaderamente eres. Así tendrás bases firmes por las cuales caminar para retornar a Dios.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Siente, todo el tiempo, cómo Dios contempla Su Creación y, entre toda la infinidad de galaxias, universos y estrellas, cómo Él ama especialmente a la Tierra.
Siente el valor desconocido que tiene el planeta Tierra y recuerda la experiencia de la cual Él fue partícipe durante la Vida de Jesús.
Recuerda cómo el mismo Dios se hizo pequeño, siendo tan grande y poderoso, para poder encarnar entre los hombres y enseñarles sobre los grados de amor y de perdón.
Ten consciencia de todo esto una y otra vez y afirma que, por encima de toda prueba o dificultad, siempre prevalece esa verdad del amor que es eterna y que se transmite de generación en generación.
Trae hacia tu consciencia el significado de todo lo que el Padre hizo por Sus hijos y cómo Su Amor, que es invencible, continúa obrando y actuando a través de los tiempos.
Aférrate a esa divina Verdad; vive a través de ella para que todos los días seas un servidor tan semejante a como lo fue Cristo, Nuestro Señor.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Camina en dirección al Corazón de Dios todos los días y busca colocar tus ojos, tu corazón y tus aspiraciones siempre en lo más Alto.
Busca tu referencia, hijo, en el Amor de Cristo, en Su Vida, en Su Palabra, en cómo Él construye espiritualmente Su Obra. Porque estás en un momento culminante de la evolución humana, en el cual muchos acontecimientos incomprensibles se darán. Incluso dentro de ti emergerán sentimientos, pensamientos y acciones que no comprenderás pero que deberás equilibrarlos con tu simple oración, con el servicio y con la unión con Dios.
El viejo hombre está siendo expurgado en tu interior y él no está formado solo por las experiencias humanas que conoces y vives. Hay mucho dentro de ti y en la consciencia humana que desconoces completamente.
Delante de esas situaciones desconocidas e incomprensibles solo un Amor mayor podrá equilibrarlas, que es el Amor de Dios.
Por eso, escucha lo que te digo y no dejes de orar sinceramente, fortaleciendo todos los días tu hilo de unidad con el Corazón del Padre, porque ese será tu sustento y el sustento del planeta en el ciclo que llegará.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Jesús se sumergía todo el tiempo en la gratitud del corazón.
Para Jesús la gratitud era la regla primera que le permitía reflejar los destellos de un Amor vivo y verdadero.
Sin la gratitud que Jesús sintió todo el tiempo por Su Padre, Él no hubiera podido llevar adelante Su Divina Voluntad.
Porque la gratitud, en Jesús, le permitía, como hombre y como Mesías, confiar plenamente en los Misterios del Padre, aunque el mismo Jesús supiera parte de esos Misterios.
La Gratitud de Jesús traía para la humanidad la revelación declarada de Su ardiente Fe, una Fe que imprimía determinación y soberana autoridad al momento de proclamar el Evangelio.
El sentimiento permanente e inmutable de la Gratitud de Jesús, lo llevaba a conocer ampliamente los sentimientos más profundos y ocultos de Sus hermanos, si estos eran puros o impuros.
Este don del conocimiento profundo del ser humano que vivió Jesús, no era con el fin de juzgar, sino con el propósito de corregir las costumbres humanas, las que en tiempos pasados llevaron a la condenación espiritual de toda la humanidad.
La vivencia de la gratitud en Jesús lo llevaba, todo el tiempo, al camino del servicio por los demás y a la donación constante de Su Divino Ser, incluso por aquellos que lo repudiaban y lo negaban.
Jesús quiso demostrar que una de las principales bases del amor es la gratitud, hermanada con la unidad. Y que estos dos atributos, en la práctica sincera de la vida de los seres humanos, llevarán, sí o sí, a encontrar un sentido más elevado y superior sobre la misión personal del individuo y de los grupos de almas.
Jesús dejó la enseñanza de la gratitud como un mensaje constante para la transformación de la condición humana.
Tener gratitud significa comprender, más allá de uno mismo, que el propósito que Dios deposita en nuestras manos tiene un sentido mayor que aquello que podemos comprender y experimentar.
La gratitud nos lleva por el camino de la donación abnegada y espontánea; nos ayuda, como seres humanos, a vivir y a entender la vida desde otra óptica y desde otra escala.
La gratitud nos revela la bondad y la misericordia en todo, nos hace menos mezquinos y nos vuelve más considerados, atentos y disponibles con el semejante.
La gratitud le cierra la puerta a la soberbia, al reconocimiento de los espacios o de las tareas que creemos tener bajo nuestro poder.
La gratitud desmiente nuestras apariencias y nos conduce, dulcemente, por la senda de la Verdad.
Por esa razón, la gratitud que vivía y emanaba de Jesús era muy grande, al punto de que eran pocas las consciencias que podían alcanzar la verdadera y divina Persona de Jesús.
La gratitud lleva al rompimiento de las cadenas y de los atavismos; ella es el portal hacia nuestra verdadera libertad.
La gratitud nos recuerda la humildad.
¡Les agradezco por imitar la Gratitud de Jesús!
Los bendice,
Vuestro Maestro, Cristo Jesús
Una Buena Madre - Parte II
Hijos:
Quisiera que pudieran recordar el momento en el que estaban en brazos de su madre terrenal, en un acto tan semejante como cuando el pequeño Jesús estuvo en Mis Brazos.
¡Qué tesoro nos entregó Dios a través de ustedes, cuando, una vez, siendo pequeños, pudieron estar en los brazos de su madre!
¡Qué momento tan especial e íntimo nos concedió Dios, de que ustedes pudieran sentir el calor maternal de su madre y su madre pudiera sentir la entrega incondicional de su pequeño hijo!
En esta relación de madre e hijo se construye el espíritu verdadero de la familia y es ese espíritu el que permite, en experiencias posteriores, construir el amor y la solidaridad entre los seres.
Hoy, como Madre de todas las madres, vengo con este ejemplo porque estamos ante una humanidad que perdió completamente los valores espirituales de la maternidad.
Pero si hoy y durante los días que vendrán, por medio de la oración, todas las madres del mundo se unen a Mí bajo el espíritu femenino de la Sagrada Maternidad, permitirán que la gran Madre entre todas las madres pueda interceder por las jóvenes madres que hoy gestan a sus hijos y son tentadas por el adversario para deshacerse de la vida.
Si juntas, como madres espirituales y madres de todos nuestros hijos, nos unimos en esa alianza perfecta de madres de Dios, algún día generaremos esa consciencia tan necesaria para respetar, amar y proteger la vida nueva que está llegando.
Hoy solo les recuerdo a las madres su primer parto y la preparación para ese momento.
¡Cuán importante es para la Creación traer la vida al mundo, así como Yo traje a Jesús como luz para la humanidad!
Que hoy pueda volver a nacer ese espíritu bendito de la Maternidad que Dios concibió en cada ser femenino y el que en estos tiempos cruciales será imprescindible, porque muchos corazones más buscarán el consuelo y el cariño de una madre en la Tierra.
Las invito, queridas madres, a la renovación de ese íntimo principio femenino de la Creación.
Una buena madre guarda en su interior el propósito de la vida que una vez gestó, y ella es celadora y guardiana de que ese propósito se cumpla en el alma que una vez trajo al mundo.
La misión espiritual de las madres, unidas a Dios, es una misión amplia, más de lo que parece. Una buena madre es esa consciencia intermediaria entre sus hijos y Dios, porque Dios le concedió esa autoridad a la Virgen María y, en consecuencia, a todas las madres que están sinceramente unidas a Su Corazón Maternal.
En estos tiempos, todos los hijos de Dios deberán recordar la misión que cada madre terrenal cumplió ante el Universo cuando ella trajo al mundo a su propio hijo.
Este es el motivo para reencender en las almas el espíritu de la Maternidad, el que protegerá a los hijos de los embates del adversario.
Quiero dejarles, para terminar, las palabras que una vez el pequeño Jesús Me expresó en Sus primeros años de vida, palabras que afirmaron en Mi interior que Yo debería, como Madre de todos, hacer lo posible y lo imposible para salvar a Mis hijos de la perdición.
Jesús, una vez, siendo Niño, Me declaró las siguientes palabras como una simple oración:
¡Oh dulce Madre!,
tierna Consoladora de los que están afligidos.
Sierva incansable que donaste y entregaste
Tu Purísimo Vientre Virginal a la Creación.
¡Oh bondadosa Madre!,
que acoges a los que sufren,
que perseveras en Tu pura Fe,
que no descansas hasta poder tener
en brazos hasta el último de Tus hijos.
¡Oh Madre de la caridad!,
que haces el bien por donde pasas,
que realizas milagros y concedes
gracias a todos Tus hijos.
Desde ahora, Purísima Madre,
serás la Reina y la Señora de todas las madres,
a fin de que en esta humanidad
todos aprendan, algún día,
por obra de Tu Gracia, a amar de verdad,
así como Tú nos amas incondicionalmente.
¡Con estas palabras les agradezco por responder a Mi llamado maternal!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Segundo Mensaje
Y verán venir al Hijo de Dios con la victoriosa Cruz de Emmanuel, iluminando los cuatro puntos de la Tierra, a todas las razas y a todos los pueblos, para que triunfe nuevamente el Amor Misericordioso de Mi Corazón y se abran las puertas a la reconciliación de las almas con el Universo y la vida.
Esta victoriosa Cruz de Emmanuel anunciará un nuevo tiempo para el planeta y su humanidad.
Dichosos serán aquellos que la veneren con la humildad del corazón, porque en el próximo tiempo serán reconocidos como Hijos de Dios.
Dichosos serán los que creen en Su poder, porque serán congregados a los pies de la Cruz de Emmanuel para ser bendecidos y colmados por el Espíritu Santo.
Y finalmente, compañeros, por la poderosa Cruz de Emmanuel, toda adversidad y mal serán vencidos y, en la unidad con el Padre, sus corazones florecerán en el amor y en la fe.
Cuando vean venir al Hijo de Dios con la victoriosa Cruz de Emmanuel, será la señal de que se aproxima el último tiempo, será el momento en el que sus corazones deberán estar preparados para recibir lo que tanto esperaban.
Esta Cruz viene a cerrar todo lo que es incierto y a abrir la Fuente del Amor para los corazones.
La Cruz de Emmanuel trae el espíritu de la redención para las almas y para todos los espíritus caídos. Ella tiene la potestad de traer la liberación para el mundo y la redención para las naciones, porque en ella se guardan los códigos de los sagrados méritos de la Pasión de su Señor.
En la Sagrada Cruz de Emmanuel se guarda la experiencia vivida por Cristo en la Tierra, el incalculable valor de Sus padecimientos, de todos Sus sufrimientos y de todas Sus agonías por la conversión y la redención de los espíritus caídos en este planeta; y también por Su preciosísima Sangre derramada durante Su Pasión y hasta Su Muerte en la Cruz.
La victoriosa Cruz de Emmanuel guarda, en esencia, hasta el último momento en que su Maestro y Señor expiró en la Cruz entregando Su Espíritu al Padre para que al tercer día lo resucitara.
Bienaventurado será quien contemple con humildad la victoriosa Cruz de Emmanuel y quien le pida algo al Padre por alguna consciencia que está perdida o caída, porque al tercer día el Padre lo escuchará y responderá a su súplica.
Esta poderosa Cruz de Emmanuel es el símbolo para los mundos visibles e invisibles, para el plano espiritual, mental y material.
En ella, el Padre ha dejado los méritos que Su amado Hijo alcanzó desde Su Nacimiento hasta Su Ascensión a los Cielos, hasta antes de salir de este planeta y elevarse al Universo.
La sagrada y poderosa Cruz de Emmanuel trae la alianza y la unión de las almas con Dios, con Su Divino Proyecto, con Su Divina Idea, con Su Divino Pensamiento y con el propósito que cada ser y criatura de esta humanidad debe manifestar en el fin de estos tiempos.
Ella es el símbolo azul que vence a las tinieblas.
No hay espíritu o consciencia que se pueda resistir a la victoriosa Cruz de Emmanuel y a los méritos que ella guarda, méritos alcanzados por Cristo durante Su pasaje en la Tierra.
La victoriosa Cruz de Emmanuel es el símbolo de unión del Universo Espiritual con el Universo Material, de la Fuente del Padre con la esencia de Sus criaturas en todo este Universo y en otros.
Su Hijo Amado y los santos ángeles del Cielo se postran ante la victoriosa Cruz de Emmanuel, porque ella vence al enemigo, derrota a los impíos, purifica a los injustos y redime a los que están perdidos.
Abran sus corazones a este gran momento del descenso de la Poderosa Luz de Emmanuel para que las almas abandonen sus desiertos internos y todas sus agonías, para que los espíritus de esta Tierra se reenciendan por la Poderosa Luz de Emmanuel que viene al encuentro del espíritu de sus hijos para colmarlos con sus Dones y con todas sus Gracias.
Cuando vivan algún obstáculo o alguna dificultad, póstrense ante la poderosa y victoriosa Cruz de Emmanuel y contémplenla, encendida y brillante, y vean cómo ella penetra en los espacios y los planos, llenándolos de Luz y de Misericordia, y así, sus penas se disolverán.
¡Poderoso Padre del Universo, Amado y Resplandeciente Emmanuel!
Tu Hijo, hoy ofrece el símbolo para la redención de las almas y de todo este planeta.
Tu Hijo coloca en Tu Altar celestial la poderosa Cruz de Emmanuel para que, por todos los sacrificios, padecimientos y sufrimientos vividos por Tu Amado Hijo, todas Tus Gracias y Misericordias retornen a las almas a fin de que se disuelva la esencia del mal y brille en los corazones Tu Divina y Gloriosa Esperanza.
¡Oh, gloriosa Cruz de Emmanuel que llegas al mundo para socorrer a las almas, que desciendes en Gloria para encender a los corazones, que vienes al auxilio de los no redimidos!
¡Oh, Santo Padre!
Que Tu poderosa Cruz Azul haga cumplir en las almas Tu Propósito para que el mal sea disuelto y la alegría regrese a los corazones limpios, y así vivamos en la comunión con Tu Espíritu y Tu Divinidad.
Hoy los ilumino con la poderosa Cruz de Emmanuel para que todo sea transformado y transmutado.
Verán brillar en los Centros Marianos el Espíritu del Padre que, siendo imperceptible y silencioso, llega al mundo para reunir a los rebaños de Dios y llevarlos al encuentro del Retorno de Cristo.
El Cielo les entrega un símbolo más de redención y de misericordia.
Que la Cruz sea el impulso para el retorno a sus orígenes y, en esencia, a su principio.
Así podrán vivir el Plan como lo ha diseñado Dios en Su Corazón Misericordioso.
No teman, el sufrimiento del mundo terminará, pero aún la humanidad deberá aprender lo que no aprendió.
Mi Corazón y Mi Vida les entregan la poderosa y victoriosa Cruz de Emmanuel para que ilumine los caminos de los discípulos de Cristo, de los pueblos de Dios, de los servidores del Plan durante el tiempo de la gran tribulación.
Cuando Yo ya no esté entre ustedes ni siquiera aquí, tendrán de qué servirse: de la poderosa Cruz de Emmanuel, y recordarán a cada momento el Sacrificio del Hijo de Dios y todos los méritos que Él alcanzó por Su dolorosa Pasión.
Que el Espíritu del Padre descienda a los Centros Sagrados y que las almas escuchen en su interior la Voz y el Eco de Dios, para que caminen al encuentro de la victoriosa Cruz de Emmanuel que será el portal de unión con el Universo y las estrellas.
¡Oh Santo Propósito de Emmanuel, hazte visible a las almas del mundo!
Que las cadenas de la perdición se rompan, que los corazones se liberen y que las almas encuentren la comunión con Tu Espíritu.
Después de dos mil dieciocho años, su Maestro y Señor desciende en Aurora, con la poderosa y victoriosa Cruz de Emmanuel para iluminar los espacios visibles e invisibles, para dar la Gracia de la redención y de la cura a todos los espíritus caídos.
Y junto a Sus Ángeles del Cielo, el Maestro canta Aleluya porque se cumple, en el fin del ciclo, Su esperado Retorno a la humanidad bajo la Gloria y el Poder de Emmanuel.
Que en esta Maratón las almas puedan revivir su compromiso con lo Alto y no con lo bajo.
Que las almas puedan volver a despertar a la esencia de su propósito para cumplir con la Voluntad del Padre y así responder a Su llamado en el fin de este tiempo.
Vengo aquí trayendo entre Mis Manos la poderosa y victoriosa Cruz de Emmanuel para que las puertas se cierren y el Reino de Dios descienda, a fin de transfigurar los corazones y las vidas de todas las personas.
¡Amado Padre Emmanuel, Soplo del Espíritu Poderoso de Dios, Esencia inextinguible e irrefutable, Poderoso código de redención y de liberación cósmica!
Reconstruye, en esta raza, Tus sagrados Principios, para que bajo la poderosa Luz Azul de Tu Consciencia Divina las almas alcen vuelo en dirección a Tu Fuente y así, se fundan en Tu Corazón Glorioso y Vivo.
Así como la Cruz poderosa y victoriosa de Emmanuel, les entrego el Sacramento de la Comunión con Mi Cuerpo y con Mi Sangre para que vuelvan a vivificar su compromiso con el Padre y Su sagrado Plan.
Como hace más de dos mil dieciocho años, vuelvo a decirles que coman porque este es Mi Cuerpo, que ha sido entregado por los injustos y los traidores para la redención de todas las almas y de todos los pecadores, a fin de que algún día despierten a la Verdad que es el Amor y la Unidad con el Padre.
De la misma forma les digo que beban porque esta es Mi Sangre de la Nueva Alianza, que viene para purificarlos y santificarlos en comunión con la humildad y con la verdad.
Reciban este Sacramento en nombre de Emmanuel, para que no solo el Universo cumpla el Divino Propósito, sino que todas las almas, todos los pueblos y todas las razas despierten en estos tiempos a la redención y a la cura.
Así, Yo los dejo con la Bendición de Emmanuel preparándolos para el día de la consagración de Su victoriosa y poderosa Cruz, en el que muchos más espíritus, dispersos por este planeta, se rendirán cuando la Cruz sea encendida y se una al Padre, y el Padre se una a Sus hijos.
Los bendigo, y ofrezcan este Encuentro de oración por los que ya no están aquí y por los que han cerrado su corazón a la Verdad por miedo, por temor o por disociación.
Que una pequeña partícula de la Sagrada Luz de Emmanuel llegue a esas almas para que el Plan se reconstruya, así como Dios lo ha pensado.
Llevando en Mi Mano la Poderosa Cruz de Emmanuel, encendida y resplandeciente, trayendo el Cielo a la Tierra, trayendo a Dios hacia Aurora, los preparo para estos días de reconfirmación y de vivencia del Amor Crístico.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Como Madre del Sol y Madre del Universo vengo al mundo para derramar sobre las almas los principios fundamentales de la redención, los mismos principios y atributos que una vez Mi Amado Hijo experimentó durante Su Vida pública, Su Muerte y también durante Su Resurrección.
Estos principios en forma de preciosos códigos de luz son los que traigo en Mi Corazón Materno, para que las almas que tomen contacto con Mi Inmaculado Corazón reciban esta potentísima Gracia de conversión y de piedad.
En este tiempo el camino de la oración ayudará a las almas decididas a reencontrarse con ese importante legado crístico, el que las formará para los tiempos venideros.
Por eso, hijos, es importante tener presente que cada nuevo momento de oración y de comunión en sus vidas puede ser culminante, ya que tendrán la Gracia de volver a contactar esos altísimos grados de Amor.
Hoy dejo para el mundo el recuerdo latente de que los méritos divinos alcanzados una vez por el Sagrado Corazón harán que esta humanidad sea rescatable.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice de alma y corazón,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Hermana Lucía de Jesús:
Cuando San José se aproximaba para transmitir Su mensaje, comenzó a mostrarnos algunas imágenes de la vida de Jesús anteriores al cumplimiento de Su misión pública. San José mostraba a Jesús trabajando en una carpintería, conversando con personas, caminando solo… Y, mientras mostraba esas imágenes, decía: “Hijos, Jesús vivió tres años públicamente, pero treinta en el anonimato. Vivió tres años proclamándose el Hijo de Dios Vivo, pero treinta en humildad, como simple carpintero, nacido en una familia pobre. Con eso, aprendan que no hay quien viva mejor una tarea pública que aquel que aprendió a vivir en el anonimato”.
Y, entonces, me pidió que anotara el mensaje de hoy.
No hay guerrero más valiente que aquel que se vence a sí mismo.
No hay predicador más preparado para su misión que aquel que se prepara en el silencio.
No hay corazón más dispuesto a recibir a Cristo que aquel que se abandonó a sí mismo por medio de la esencia de la humildad.
Hijo, no hay alma más consagrada a Dios que aquella que reconoce que su consagración comienza en el espíritu y que su rendición absoluta es lo que más importa, porque si no hay rendición, no habrá ninguna consagración.
Vive, con la alegría que puedas sentir, la renuncia a ti mismo.
Alégrate al esperar en el Señor la hora en que Él te llamará a Su lado y deja que la humildad sea la que prepare tu espíritu para la misión que debes cumplir en estos tiempos.
No hay corazón más atento a Mis palabras que aquel que aspira a vivirlas y que intenta hacerlo, todos los días, en el silencio de su corazón.
Recuerda lo que hoy te dije con simples palabras, pues aquí se encuentra la diferencia entre vivir una experiencia crística y no encontrarla nunca.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
El divino diálogo entre María Santísima y Jesucristo, Su Hijo Amado
María Santísima: Hijo, sabes que las almas en su naufragio necesitan de Tu ayuda. Te pido, Adorable Hijo de Dios, que Te aproximes a los más débiles, que por sus errores y faltas pierden la Gracia de conocerte.
Mira, Querido Hijo, cuántos siguen Tus caminos y se esfuerzan por vivirlos.
Jesucristo: Clementísima Madre, escucho con atención y gracia Tu dulce y amorosa voz, así como la escuchaba cuando aún era muy pequeño y estaba en Tus brazos.
¿Cuándo será el momento en que los hombres se abrirán para conocer el poder de Tu Amor?
Mi Corazón se avergüenza cuando las almas no son dignas de proclamarte y reconocerte como la Madre del Mesías y la Corredentora, porque en este misterio, Tú siempre fuiste la silenciosa mujer de Nazaret que soportó todos los martirios junto a Su Hijo, en profundo silencio.
María Santísima: Sí, Hijo Amado, en Tus palabras se trasluce la verdad y la importancia del mensaje. Mi Paz todo lo alcanza, y no Te aflijas, Santo Rey, porque aún existen corazones verdaderos y santos que Me viven y Me glorifican; en ellos están las bases de la obra que el Padre Me ha confiado, en ellos edifico la verdadera iglesia celestial, libre de bienes y de poderes humanos.
Jesucristo: Es esa iglesia interior que Yo espero proclamar en honor a Mi Padre y por cada criatura de la Tierra que día a día pierde su filiación con Dios.
Santísima Reina de los Cielos, es por esa divina causa que Te he confiado, en Tus manos y Corazón, a toda la humanidad para que Tú, Arca Sagrada del Espíritu Santo, seas el portal por donde todos Tus hijos puedan pasar.
María Santísima: Por eso te ruego, Divino Hijo, que ayudes a Tus rebaños dispersos por el mundo, para que se unifiquen y solo exista un único propósito en cada corazón humano.
Desearía, Amable Señor, que Tú pudieras erguir en cada espíritu Tu verdadera iglesia celestial para que, fundando miles de ellas en los corazones, las criaturas reconozcan que Tú eres el Rey del Universo.
Jesucristo: Amada Madre del Mundo, Tus súplicas son para Mí caricias y ternuras celestiales de una Madre bondadosa e incansable, que nunca descansará hasta ver a todas las almas en el Paraíso.
Tu divina intercesión, Querida Madre, es motivo de Gracia, de Misericordia y de Gloria. Responderé al llamado de Tu Corazón Purísimo, pues Tus santos ángeles Me han hecho saber que en la Tierra tienes ejércitos orantes que están despertando por Tu Amor.
María Santísima: Sí, Glorioso Hijo, en la Tierra están despertando nuevos ejércitos, rebaños Tuyos que estoy congregando para que finalmente sigan un único camino: el camino del amor.
Por eso, Precioso Rey, estoy pidiendo a todos los ángeles y, especialmente al Ángel de Portugal, que reúnan a todas las consciencias angélicas para que la divina obra de redención se realice en todos los corazones aún no redimidos.
Por eso, revisto con Mi manto celeste a cuantos aceptan Mi convocatoria, pues Mi más íntimo deseo es que Tu Corazón sea glorificado para que el Padre sea glorificado y los acontecimientos cambien.
Jesucristo: Comprendo, Santísima Madre, el propósito que llevas adelante, por eso reforzaré Tus ejércitos angélicos para que las almas sean retiradas de la ilusión y del engaño terrenal.
Enviaré a más consciencias ultraterrestres para que los corazones despierten y sean portadores del Proyecto de Dios, el que Nuestro Amado Padre ha pedido que sea realizado en este tiempo.
María Santísima: Por eso, Hijo Primogénito, sembraré flores en jardines internos para que las almas sientan la existencia de su pureza original.
Verteré gracias inexplicables en corazones que no las merecerían, para que ellos se reconozcan dignos hijos de Dios. No dejaré, Bendito Hijo, que nadie parta de este mundo sin tener consciencia de que el amor todo lo puede cuando el corazón se abre para experimentarlo.
Jesucristo: Es ese misericordioso amor, Divina Madre del Cielo y del Universo, que aún no es vivido ni aceptado. Es el amor de Mi Corazón manso, que derrama Su Sangre de luz sobre el planeta y que todavía espera ser apreciado por todos los hombres.
Es ese amor celestial que espera ser aceptado por cada consciencia, especialmente por aquellas almas que nunca conocieron el amor. Mi Corazón se glorifica cuando los corazones viven los sacramentos y, más aún, Mi Corazón se llena de gratitud cuando las criaturas responden al llamado del Cielo, sea cual sea.
María Santísima: En Tu divina plenitud, Amado Jesús, las almas encuentran su fortaleza y las puertas a la redención se abren tantas veces intentando que las consciencias terrestres las puedan cruzar.
Por eso te ruego, Queridísimo Hijo de Dios, que ayudes con Tu bondad y Misericordia a todos los que las necesitan, para que se animen a dar el paso y ya no pierdan tiempo ni espacio en la superficialidad de la vida.
Prometo, Santo Hijo, que Mi donación y amor abrirán los caminos para que Tus rebaños puedan pasar.
Jesucristo: Es una infinita gracia escuchar Tu casta y dulce voz, la que proclama sin cansancio el triunfo de la esperanza y del amor que tanto necesita el mundo.
Tu Corazón amoroso se entrega por entero en las manos de los imperfectos y Él no teme ser rechazado porque Tu confianza en el Padre no tiene límites ni barreras.
Haz, Santa Madre Mía, que cada hijo Tuyo se anime a cruzar el portal, para que finalmente Yo encuentre en Tu regazo a los que tienen sed de Mí. Calma cada corazón y resucita en espíritu a los que aún deben elevarse al resplandor del Reino de Dios.
María Santísima: Apreciado y honrado Hijo Mío, es una gracia cumplir con Tus designios, porque en Tu Corazón se guarda la máxima Voluntad de Dios, la que los corazones de la Tierra deben aprender a vivir para que el Propósito divino se cumpla.
Por último Te suplico, Amado Hijo, que cada criatura de este enfermo planeta pueda despertar al Propósito, que los velos caigan de la consciencia y que todos los que están ciegos espiritualmente puedan ver y así cumplir con Tus sagradas peticiones.
Jesucristo: Haz saber al mundo, Madre Querida, que ya estoy retornando y que Mi hora se aproxima. Haz saber que las almas deben arrepentirse y perdonarse las unas a las otras, para que abandonen la soberbia y la indiferencia humana.
Haz saber que Me complazco, Santa Madre, en los que se esfuerzan y cumplen en obediencia Mis pedidos, porque así Yo construyo Mi iglesia interior en los corazones.
Haz saber al mundo, que el gran y esperado Juicio de la humanidad está cerca y que todos deben rezar por las agresiones causadas en el transcurso de los tiempos a toda la raza y a los Reinos de la Naturaleza.
Haz saber, Madre Celestial, que pondré fin a muchas cosas.
Queridos hijos, este segundo diálogo fue vivido en el Reino Celestial con Mi Amado Hijo y hoy lo comparto con todos para que lo estudien.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los ama,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
La fortaleza de los que mantendrán a los otros de pie en los tiempos que vendrán será la oración profunda, que lleva al corazón a estar en la Presencia de Dios y a permanecer en ella. Será como estar en el mundo sin dejarse envolver por todo lo que sucede alrededor, viendo solo la verdad y la finalidad real de todas las cosas.
Aquellos que construyen dentro de sí la unión con Dios Padre y permiten que sea Él quien piense y sienta dentro de sus seres, así como el apóstol Juan, serán capaces de acompañar la transición, como Juan acompañó la Pasión de Cristo.
Juan aprendió a contemplar la verdad y, por la confianza absoluta que alcanzó en Jesús, veía en cada uno de Sus Pasos con la Cruz la manifestación de Sus Palabras y de Sus Enseñanzas. Así como Juan veía cumplirse lo que Jesús les había dicho en la última cena, él también recordaba que Jesús resurgiría. Se acordaba incluso de las instrucciones ocultas que Jesús les había entregado a los Suyos y que revelaban el verdadero sentido del sacrificio realizado por amor. Juan sabía que vería abrirse delante de sus ojos los portales de la Divina Misericordia.
Hoy quiero llamarlos a construir con Dios y con Cristo la misma unión de Juan con Jesús y que, así, puedan ver en los acontecimientos venideros el cumplimiento de las instrucciones entregadas en estos últimos años.
Sepan contemplar no el sufrimiento ni el dolor, sino la finalidad de todo lo que vivirán. Participen de este parto planetario con atención, no en las contracciones ni en los dolores del planeta, sino en el Hombre Nuevo que surgirá dentro de cada ser que acepte la redención, para renovar el Proyecto de Dios en la Tierra.
Queridos compañeros, los pasajes de la vida de Jesús perduraron a lo largo de los siglos porque ellos se repiten en las vidas de todos aquellos que siguen a Dios. Estudien el Evangelio de Cristo y encuentren ahí las llaves para atravesar los tiempos que viven y llegar a la manifestación del resurgimiento del Hombre,el renacimiento de Cristo dentro de cada ser.
Yo los amo y les dejo Mi paz.
San José Castísimo
Hijos Míos:
Bendigan a Cristo en sus oraciones porque en el próximo mes estarán como humanidad preparando el advenimiento de la Pascua. Celebren con alegría el misterio de la Pasión que Mi Hijo ofreció por Amor al mundo. Que esta Pascua venidera, queridos hijos, sea un encuentro de oración entre sus corazones y sus vidas para que así acompañen al Pastor de las ovejas hacia la Faz Misericordiosa del Padre.
Que esta Pascua prepare sus corazones en la oración para que una vez más el mundo reciba la Gracia del Perdón. Queridos hijos, la Pascua durante este próximo mes los debe llevar a la reflexión y meditación sobre los misterios de entrega que Cristo hizo a la humanidad. Cada pasaje de la vida de Jesús los prepara para el tiempo que llegará fortaleciendo la unión con Mi Hijo en sus corazones.
Deben preparar sus moradas, hijos Míos, para que Cristo comparta Su Buena Nueva en la última cena, la que todos están invitados a presenciar.
Queridos hijos, este camino hacia la Pascua les permitirá recordar cuán importante es la confesión de cada uno de ustedes con Mi Hijo para que así puedan llegar hasta Su mesa con pureza y amor.
Amados hijos, el camino de la Pascua los prepara como almas para vivir en Cristo día a día. Por eso, pequeños Míos, la Pascua les permite crecer como corazones y como almas delante de la Misericordia del Redentor. Permitan, hijitos, ser conducidos hacia la vivencia de la Pascua, en este año de fin de tiempo, para que sus corazones puedan renovar los votos que muchas de sus almas han hecho delante de Cristo. Todos Mis hijos deben saber que el misterio de la Pascua de Cristo es un motivo verdadero para reconciliarse con el Padre Celestial.
Queridos hijos, como la humanidad necesita de una gran Fuente de Misericordia, Yo les pido que recen con el corazón y que vivan cada uno de los misterios que Mi Hijo vivenció por amor a ustedes.
Sean verdaderas vertientes de gratitud porque Mi Corazón quiere llevarlos, en esta Pascua, hasta el Divino Corazón de Mi Hijo.
Gracias por responder a Mi llamado.
Paz en sus vidas.
María, Madre de la Divina Concepción de la Trinidad
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más