MENSAJE DIARIO DE MARÍA, ROSA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Una Buena Madre - Parte II

Hijos:

Quisiera que pudieran recordar el momento en el que estaban en brazos de su madre terrenal, en un acto tan semejante como cuando el pequeño Jesús estuvo en Mis Brazos.

¡Qué tesoro nos entregó Dios a través de ustedes, cuando, una vez, siendo pequeños, pudieron estar en los brazos de su madre!

¡Qué momento tan especial e íntimo nos concedió Dios, de que ustedes pudieran sentir el calor maternal de su madre y su madre pudiera sentir la entrega incondicional de su pequeño hijo!

En esta relación de madre e hijo se construye el espíritu verdadero de la familia y es ese espíritu el que permite, en experiencias posteriores, construir el amor y la solidaridad entre los seres.

Hoy, como Madre de todas las madres, vengo con este ejemplo porque estamos ante una humanidad que perdió completamente los valores espirituales de la maternidad.

Pero si hoy y durante los días que vendrán, por medio de la oración, todas las madres del mundo se unen a Mí bajo el espíritu femenino de la Sagrada Maternidad, permitirán que la gran Madre entre todas las madres pueda interceder por las jóvenes madres que hoy gestan a sus hijos y son tentadas por el adversario para deshacerse de la vida.

Si juntas, como madres espirituales y madres de todos nuestros hijos, nos unimos en esa alianza perfecta de madres de Dios, algún día generaremos esa consciencia tan necesaria para respetar, amar y proteger la vida nueva que está llegando.

Hoy solo les recuerdo a las madres su primer parto y la preparación para ese momento.

¡Cuán importante es para la Creación traer la vida al mundo, así como Yo traje a Jesús como luz para la humanidad!

Que hoy pueda volver a nacer ese espíritu bendito de la Maternidad que Dios concibió en cada ser femenino y el que en estos tiempos cruciales será imprescindible, porque muchos corazones más buscarán el consuelo y el cariño de una madre en la Tierra.

Las invito, queridas madres, a la renovación de ese íntimo principio femenino de la Creación.

Una buena madre guarda en su interior el propósito de la vida que una vez gestó, y ella es celadora y guardiana de que ese propósito se cumpla en el alma que una vez trajo al mundo.

La misión espiritual de las madres, unidas a Dios, es una misión amplia, más de lo que parece. Una buena madre es esa consciencia intermediaria entre sus hijos y Dios, porque Dios le concedió esa autoridad a la Virgen María y, en consecuencia, a todas las madres que están sinceramente unidas a Su Corazón Maternal.

En estos tiempos, todos los hijos de Dios deberán recordar la misión que cada madre terrenal cumplió ante el Universo cuando ella trajo al mundo a su propio hijo.

Este es el motivo para reencender en las almas el espíritu de la Maternidad, el que protegerá a los hijos de los embates del adversario.

Quiero dejarles, para terminar, las palabras que una vez el pequeño Jesús Me expresó en Sus primeros años de vida, palabras que afirmaron en Mi interior que Yo debería, como Madre de todos, hacer lo posible y lo imposible para salvar a Mis hijos de la perdición.

Jesús, una vez, siendo Niño, Me declaró las siguientes palabras como una simple oración:

¡Oh dulce Madre!,
tierna Consoladora de los que están afligidos.
Sierva incansable que donaste y entregaste
Tu Purísimo Vientre Virginal a la Creación.

¡Oh bondadosa Madre!,
que acoges a los que sufren,
que perseveras en Tu pura Fe,
que no descansas hasta poder tener
en brazos hasta el último de Tus hijos.

¡Oh Madre de la caridad!,
que haces el bien por donde pasas,
que realizas milagros y concedes
gracias a todos Tus hijos.

Desde ahora, Purísima Madre,
serás la Reina y la Señora de todas las madres,
a fin de que en esta humanidad
todos aprendan, algún día,
por obra de Tu Gracia, a amar de verdad,
así como Tú nos amas incondicionalmente.

 

¡Con estas palabras les agradezco por responder a Mi llamado maternal!

Los bendice,

Vuestra Madre María, Rosa de la Paz