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Mis queridos hijos:
Que Dios sea siempre adorado y reconocida Su Insondable Presencia.
Queridos hijos, ante el Santísimo Sacramento, en el Monte Tabor, su Madre Celeste los llama a ingresar en el preámbulo de la próxima Semana Santa, en la que Mi Hijo se entregará por ustedes para que se rediman y tengan vida en abundancia.
Queridos hijos, antes de que Jesús ingrese triunfante en Jerusalén; ustedes, Sus apóstoles de los últimos tiempos, entreguen su oferta al Creador, ya que Su Iglesia Celestial estará abierta y las ofrendas de sus corazones podrán ser depositadas a los Pies del Señor.
Les hablo de una sincera oferta porque, en esta próxima Semana Santa, las almas deberán hacer su ofrecimiento a fin de aliviar el sufrimiento del mundo, a fin de erradicar la indiferencia ante tantas situaciones inesperadas que vive la humanidad.
Queridos hijos, como su Madre Celeste, los acompañaré en esta senda de comenzar a aceptar el camino crístico de la redención.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre, la Virgen María, Rosa de la Paz
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La Cena está servida, pero muy pocos quieren venir a servirse de Mi Banquete Espiritual.
Yo les ofrezco a los Míos todo lo que tengo. Yo les ofrezco a los Míos todo lo que Soy y, en verdad, les digo que no les pido nada a cambio.
Así, espero que los Míos respondan igual, que siempre lo puedan dar todo sin nada a cambio; porque esta es la sabiduría de la Ley del Amor, de aquel corazón que vive en su propio vacío, de aquel corazón que se despoja de sí mismo y que no teme dar los pasos en confianza hacia Mí.
Porque lo que Yo tengo preparado para cada uno de los Míos, aún nadie lo conoce ni lo sabe. Yo tengo guardado en el Paraíso las maravillas más perfectas y sagradas para Mis apóstoles.
Por eso, sé de la hora de cada uno de ustedes. Sé de la hora en que subirán a los Cielos para encontrarse Conmigo, para que Me entreguen el triunfo de su corona de espinas, de cada momento y de cada experiencia vivida en la Tierra como los frutos más perfectos para Dios, los frutos de la donación.
Hoy, He venido aquí de forma extraordinaria. Han preparado la casa para recibirme y una vez más les digo: “Aquí estoy, recibiendo la oferta de su consagración; porque en lo profundo de Mi Corazón sabía que esta hora y este día llegarían”.
Y, así, quiero que hoy comprendan el significado de los ciclos; el tiempo sagrado de las oportunidades; el momento único de la entrega interior, en el que Dios contempla atentamente sus pasos, en el que Dios conoce en el silencio sus sufrimientos y pruebas. A pesar de todo lo que el Padre Eterno ve de este mundo, todo, absolutamente todo, está bajo Su Mirada Paternal.
Por eso, en este día, Él Me Ha enviado aquí, de forma extraordinaria, para comulgar con aquellos que comienzan a subir los escalones de la consagración; que, en confianza a su Señor Jesucristo, caminan rumbo a lo que es desconocido e inmaterial, en donde Dios tiene un espacio y un lugar para cada uno de ustedes, para que algún día se puedan fundir en Su Absoluto Vacío y, así, no quieran ser nada más, pero sí quieran serlo todo en el Creador.
Hoy, He recibido la Gracia de tener este tiempo con ustedes; de poder reaparecerme a ustedes, así como Me reaparecí a Mis apóstoles en Jerusalén.
Y ante las puertas de Israel, de la sagrada misión espiritual que su Maestro compartirá con ustedes, quiero que hoy puedan sentir, interna y espiritualmente, lo mismo que Yo sentí cuando su Maestro y Señor entró en Jerusalén, y el mismo Dios Vivo fue reconocido, adorado y alabado por los hombres. Y, en ese día, nadie murió en la Tierra, porque la Gracia de Dios descendió en abundancia y en Misericordia en las almas, estableciendo Sus más preciados Dones y Virtudes en los corazones.
Tomando este ejemplo y este hecho, de la entrada triunfante de Cristo en Jerusalén, Yo los preparo, a partir de este momento, para Mi sagrada tarea en Israel y en Medio Oriente, como también en Turquía y en Siria.
A partir de este hecho y de este ejemplo, quiero compartir con ustedes una síntesis y también una reflexión sobre este ciclo de fructificación, de todo lo que Yo mismo He acompañado de cerca, aunque no lo parezca.
Y en esta tarde, en la que almas se consagran a la vida crística y misionera, quiero expresar un gesto fraterno de amor y también de protección a aquellos que se animan a caminar hacia Mí en confianza, respondiendo a Mi Voluntad Suprema, por más que no la conozcan profundamente, uniéndose a Mi Amor Eterno para aliviar el sufrimiento del planeta, para que el amor pueda curar el dolor.
Por eso, hoy, Aadrika, Tissianie y Timóteo reciben de Mis Manos Mi Sagrada Corona de Espinas, el símbolo de la sagrada resignación ante el Señor.
Porque, así como hoy están Conmigo en esta solemne tarde de consagración, así también estuvieron en otros tiempos Conmigo, en Israel; solo que hoy vuelven a recordarlo en lo más profundo del alma y del espíritu, en comunión con la Vida del Maestro y Señor.
Después de más de quince años de esta Orden consagrada por Mí, en estos últimos siete años transcurridos hasta el presente, a través del Mensaje y de la Palabra de la Madre de Dios, las almas fueron llamadas y convocadas a servir en las Misiones Humanitarias. Fueron llamadas a vivir un desafío mayor que sus consciencias; fueron llamadas a ser embajadoras del servicio abnegado y de la caridad; fueron convocadas a ser chispas del Amor de Cristo en la oscuridad; para que, a través del servicio a los más necesitados y vulnerables en cualquier parte de este mundo, ustedes pudieran estar delante del sufrimiento del Señor a través de los inocentes, en el llanto del niño que está perdido, en el dolor de los huérfanos y de los descartados, en la enfermedad de los que no son acogidos, en la desesperación de los que escapan de las guerras y de los conflictos.
Estuvieron ante Mí en los que son olvidados y repudiados, en los que son esclavos de los sistemas corruptos de este mundo. Muchas veces estuvieron ante Mí delante de los que sufren los desastres naturales y migratorios; pero también, Conmigo, estuvieron delante de los que son indiferentes y malvados.
Muchas veces pasé delante de ustedes y de sus hermanos, y pocos aun pudieron reconocerme.
Vean cuántos son ustedes, y podrán darse cuenta de cuán pocos respondieron a Mi Llamado. A todos les ofrecí las Gracias más profundas de Mi Corazón, pero pocos pudieron apreciarlas y reconocerlas.
Pero hoy vengo aquí por aquellos que siguen adelante y confían en Mí; porque, como hace dos mil años, se vuelve a cumplir Mi Sagrada Profecía.
Los enviaré de dos en dos a los lugares más sufridos del mundo, en donde no solo falta el alimento, sino falta el amor; en donde no solo falta un hogar, sino también falta la compasión; en donde no solo falta el agua, sino también falta la Fuente Suprema de Dios en cada corazón.
Delante de la próxima misión espiritual a Israel y a Turquía, vengo a rogarle al mundo que escuche Mi Voz, y que sepa que tengo sed. Aún sigo por este mundo, esperando a que Me ayuden a través de los necesitados.
¿Hasta dónde llegará la indiferencia de los hombres?
¿Dónde está la sensatez de la humanidad?
¿Por qué el corazón está siendo endurecido por la indiferencia, después que el propio Dios Vivo derramó Su Sangre en cada paso del Calvario?
¿Dónde está la esencia de la caridad?
Dios no hizo este mundo para los indiferentes. Dios no creo el universo para los egoístas. Él no se dejó flagelar y morir en la Cruz por los ingratos.
¿Qué más debo hacer para que el mundo cambie?
Pero sí, Me consuelo con la voz de los inocentes de África y de otras partes del mundo que, sumergidos en la grave necesidad, no pierden la fe en Mí; porque la fe que surge y que nace de sus corazones es su propio alimento e inexplicablemente supera toda condición humana.
Aun siendo seres encarnados en este mundo, la fe de los pequeños y de los inocentes renueva todas las cosas y, a pesar de las guerras, le concede al mundo un tiempo inexplicable de paz. La fe de los descartados y olvidados le concede al planeta el equilibrio de su eje; porque ellos viven en Dios y Dios vive en ellos, así como Dios vive en Su Hijo y Su Hijo vive en Dios.
Con el grito más profundo de Mi Corazón, les digo a los que aún no dieron el paso que respondan y escuchen a Dios; porque la hora más difícil se aproxima, así como el Señor vivió Su hora más difícil en el Huerto Getsemaní.
No tengo nada más que ofrecerles, sino esta realidad.
¿Quién será capaz de no perder ya más tiempo?
¿Quién se decidirá a ser una pieza dentro del gran puzle del Plan?
Una Nueva Tierra no puede ser construida con inconsecuentes.
Ya ha sido todo dicho. Por eso, hoy Me arrodillo delante de los que se consagran; porque solo Dios sabe sobre la realidad de cada corazón, que se esconde en lo profundo del espíritu y del alma.
Después de estos años honestos de esfuerzo con los sufridos hermanos de Venezuela, a través de la Misión Roraima Humanitaria, ahora llega el ciclo de recoger los frutos de la entrega, permitiendo que Mi Amor Redentor y Consolador descienda sobre África, Polonia, Turquía y el mundo entero, permitiendo que las almas descartadas y desconsideradas por el mundo formen parte de Mi Reino Celestial.
Eso es para Mí algo inexplicable, es un Misterio de Dios, en el que Él puede obrar a través de Sus Hijos, de los que le dicen sí al servicio y a la donación, sin nada a cambio, solo con el fin de consolar Mi Corazón. Por eso, hoy, bendigo a los que son valientes, más allá de sus imperfecciones o de sus miserias.
Yo no vengo a señalar lo que no está bien. Yo vengo a buscar lo que les dejé como talentos hace dos mil años. Es así que se cumple la Palabra del Señor, la Sagrada Profecía revelada por el Ángel de Dios en el Huerto Getsemaní; que, a pesar de la oscuridad que rodeaba al Maestro, las visiones de los Nuevos Cristos del fin de los tiempos que erguirían Mi Iglesia Celestial a través de su vida y de su consagración, en la hora más dura del Señor, en la que el Cáliz de los pecados debía ser bebido por Mí, el despertar de los Nuevos Cristos Me consoló y Me dio la fuerza para decir sí.
Hoy, vengo a reconocer lo que nadie ve; por eso, estoy aquí.
Y los bendeciré a través de los Sacramentos, como señal inextinguible de Mi Presencia, de la Presencia del Amor Eterno de Dios en Sus Hijos. Que todo esto sea por el bien de la humanidad y del planeta, para que ya no se derrame más sangre inocente en este mundo, para que la guerra no se precipite sobre la humanidad, porque la Mano del Hijo de Dios lo detiene a través de los que aceptan la Corona de Cristo.
Elohenu, Adonai, Eli,
guarda en Tu Corazón este sagrado momento,
una de las tantas promesas que Me diste
en el Huerto Getsemaní.
Y hoy, ante los que aspiran a vivir
el camino de la simplicidad y de la entrega,
Mis Ojos se iluminan por poder ver este momento
que Tú, Señor, cuidadosamente has preparado
para Tus Hijos y para Mí.
Por eso, Te alabo, Adonai,
y Te agradezco, Sagrado Padre,
porque ante un mundo tan confuso y oscuro,
Tu Reino Celestial despierta en los corazones simples.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Ahora, les vamos a pedir que se aproximen aquí a Tissianie, Aadrika y Timóteo.
Queridos hijos y apóstoles, misioneros del Amor de Mi Corazón, en el nombre de Nuestro Señor, Adonai, Elohenu, Abba, vengo una vez más para bendecirlos, y con plenitud y Amor consagrarlos en esta sagrada misión de dar la vida por Mí.
Aadrika, hoy te consagro, en el nombre de Mi Madre Celestial, con el nombre de Shalom.
Timóteo, tú tienes ya un nombre especial para Mí, muy significativo para esta encarnación.
Tissianie, Yo te consagro con el nombre de Aajhmaná, para que el alimento espiritual de los Cielos sea el que nutra tu espíritu y vida.
¡Gracias por esta animada respuesta, rumbo al encuentro del Amor desconocido!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor,
entra en mi corazón como en Jerusalén,
multiplica el pan de las virtudes
y sacia el hambre de mi alma.
Cura las heridas más profundas de mi lepra interior,
causada por las miserias y pecados
que me llevan a caer, una y otra vez, en el suelo.
Déjame tocar Tu túnica, oír Tu Voz
y encontrar Tu Mirada.
Déjame sentir Tu Reino,
vivirlo y descubrirlo
revelado en mi interior.
Refleja la Verdad Celestial
en el espejo de mi corazón
y llámame a seguir Tus pasos,
sobre los montes y hasta la Cruz.
Que el poder de Tu Presencia
perpetúe la alianza que hiciste con mi pequeño
y pobre espíritu.
Haz mi ser sagrado, Señor,
semejante a Ti, Hijo de Dios,
para que yo pueda servirte, amarte
y renovar Contigo la vida
en todos los Universos.
Amén.
Que Mi oración sea la perpetua oración de las almas que aspiran a seguir los pasos de Cristo.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Queridos hijos:
En este día, nos situamos en oración e introspección en las proximidades de la ciudad de Jerusalén, en preparación para acompañar a Nuestro Señor en el importante momento de Su entrada triunfal en Jerusalén.
Así como siervos despojados y apóstoles de Cristo, nos colocamos a los Pies del Maestro, para expresarle nuestro amor y apoyo incondicional ante la tarea espiritual y divina que será realizada durante la Semana Santa.
Con una actitud madura y adulta, nos comprometemos a seguir las huellas del Pastor para que, desde cerca, podamos acompañar la dolorosa Pasión del Señor y, unidos a Él espiritualmente, seamos llevados a encontrar el sentido espiritual y oculto de toda Su experiencia vivida en aquellos tiempos.
Mediante un acto de devoción, reconozcamos nuestra filiación con el Padre Eterno a través de la Presencia de Su Hijo y así afirmemos, dentro y fuera de nosotros, el cumplimiento de la Obra Redentora de Cristo en la Tierra, para que más almas y corazones sean retirados de la ilusión mundial y alcancen la gran consciencia del despertar.
Recemos para que el amado Señor lleve adelante Su Plan de Salvación y de Misericordia.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre, la Virgen María, Rosa de la Paz
Cuando el Señor estaba en el desierto, preparando Su Corazón para la entrega que viviría a través de la Cruz, Su Madre, María, reunía a las discípulas y a las santas mujeres y les advertía sobre el Reino de Dios, sobre las verdades superiores y sobre el camino que se recorre para llegar a ellas a través de la humildad, del servicio, de la entrega y, sobre todo, del amor a Dios y a la vida.
Al mismo tiempo que Cristo vencía a las tentaciones en el desierto, era probado en su parte más humana y así se refugiaba en el Divino Corazón de Su Padre. Las almas que se habían comprometido con Él, desde el principio de su existencia, también eran conducidas internamente al desierto interior. En ese momento, reconocían sus flaquezas y se preparaban para algo mayor, aunque fuera desconocido.
El triunfo del Mesías no fue comprendido por la mayoría de la humanidad, porque la Voluntad de Dios no se asemejó a las ideas de los hombres. Pero aquellos que se comprometieron espiritualmente con Cristo, estaban prontos y, tarde o temprano, se podrían unir a la esencia de la entrega del Señor, para imitar Sus pasos.
Les digo esto, hijos, porque a medida que transcurre el tiempo espiritual de la Cuaresma, sus corazones deben profundizar en el sentido de la cruz, deben observar las tentaciones y vencerlas con el silencio y la oración, con el despertar de la fe.
Que su atención no esté en la risa del enemigo, sino en el Verbo de Dios. Escuchen Su Voz y, en el propio interior, caminen más hacia Él.
La Cuaresma termina con una definición profunda de las almas que se dispusieron a acompañar a Cristo y, en cada nuevo ciclo, en cada nueva Cuaresma se aproxima una definición mayor, más amplia, más completa, hasta que llegará el día de ingresar en Jerusalén, no para ser aclamado, sino para vivir la entrega absoluta.
Por eso, no se olviden de la profundidad de lo que son llamados a vivir, no se olviden de la grandiosidad interna y divina de la cual se comprometieron a participar.
El día de la cruz es conocido solo por Dios. Hasta que llegue ese momento, es el ciclo de caminar más y más hacia el Padre, fundirse en Él y ser Uno con Él, para que la entrega de sus vidas sea fecunda, en el Cielo como en la Tierra.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Decreto de Esperanza para el Corazón de la Tierra
Escucha, ¡oh, Corazón de la Tierra!
El ciclo de definición para tu destino ya llegó.
Camina hacia tu nuevo nombre, hacia la expresión de tu nueva vida.
En este calvario que vives, cargando la cruz del fin de los tiempos,
ve tu Corazón tornarse el escenario de una batalla,
trazada desde los orígenes de la vida humana y antes de ella.
Ve que llegó la hora de que esta batalla tenga fin,
y prepara los corazones de tus hijos,
para que sean triunfadores en el Amor y en la Verdad.
¡Oh, Corazón de la Tierra!,
tu nuevo nombre se diseña como fuego en el horizonte,
y nada podrá detener el triunfo de tu destino.
Irradia la fe que nace en el centro de tu ser para cada uno de tus hijos,
para que, a través de ella, sean conocedores de la Verdad y del Bien.
Disuelve, poco a poco, el tiempo que te rodea
como velos que cubren tu rostro,
ocultando la Verdad que existe más allá de ti.
Deja que tus hijos ingresen, poco a poco, en el Tiempo de Dios,
en el Tiempo Real,
y que así reconozcan no solo la gravedad de estos días,
sino también la majestuosidad de tu propósito.
Deja que tus hijos contemplen no solo la ilusión
y la somnolencia que absorben a los seres,
sino que sepan su origen y lo que los hizo llegar hasta aquí
para tornarse seres humanos, esperanzas del Corazón de Dios.
¡Oh, Corazón de la Tierra!,
que agonizas y te entristeces en este parto que parece eterno,
de un Hijo tan esperado toda la Vida.
Aunque sean dolorosas tus contracciones
y tu cuerpo esté cansado,
no pierdas la esperanza de ver nacer de ti
al nuevo hombre, a la nueva vida.
He aquí que, poco a poco, surge la promesa que el Creador hizo para ti,
desde el principio de tu existencia y antes de ella;
promesa que fue renovada a lo largo de la evolución humana,
que triunfó en la Cruz del Salvador y que debe culminar
con la cruz de estos tiempos, la cruz planetaria.
Deja que las promesas de Dios se tornen vida
y ve salir de los libros sagrados las profecías del Armagedón.
Pero, más allá de eso, ve también el cielo abrirse y, entre las nubes,
a los coros de ángeles preparando el Retorno del Dios Vivo a tu seno.
Él vendrá con los Brazos abiertos para recibir
a los hijos que nacieron de ti
y, tomando en Sus Brazos esta nueva vida,
elevará las dimensiones y calmará el dolor.
Traerá al mundo Su Reino y ya no te llamarás Tierra ni Jerusalén.
Resonará desde las Alturas tu nombre, este sonido sagrado
pronunciado por Dios desde el principio.
Y, con esta vibración sobre ti, ya no verás más el dolor y sí la paz.
En ti, tus hijos crecerán y, por mil años, fortalecerán en sí el Amor,
hasta que estén prontos para hacer triunfar el Amor en toda la vida.
Recuerda Mis palabras, ¡oh, Corazón de la Tierra!,
y recuerda a tus hijos que tu historia ya está trazada,
y que, a pesar de todos los desafíos, jamás deben perder la fe.
Dejo sobre ti la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
San José Castísimo
Mientras Mi amado Hijo entraba y salía de Jerusalén para predicar el Evangelio en el Templo, los ángeles del Cielo también entraban y salían, acompañando la tarea que Jesús realizaba espiritualmente.
Con la Presencia de Jesús en el Templo, los ángeles trabajaron en la captura de los demonios para que estos no interfirieran en lo que Mi amado Hijo viviría durante Su Sagrada Pasión.
Los propios ángeles retuvieron a diferentes grupos de demonios que atormentaban, castigaban y poseían a los inocentes para que, en su derrota, observaran inmóviles,cada momento de la Pasión de Nuestro Señor.
De la misma manera, cuando Jesús retornaba a Betania, esos demonios esperaban el próximo viaje de Mi amado Hijo a Jerusalén.
Días previos a la Última Cena, Jesús, unido al Arcángel Miguel, reunió a todos esos demonios para que, a través de un acto de humillación, tuvieran consciencia de saber que estaban siendo derrotados por el Amor del Hijo de Dios.
Todos los demonios fueron colocados, por las huestes del Arcángel Miguel, en sus propios abismos para que, desde allí, se purificaran y tomaran conocimiento de la victoria que el Hijo de Dios viviría por medio de Su muerte.
Por eso, en aquellos días hubo una revolución en los infiernos, los que eran quemados y disueltos por los grados de amor que Jesús despertaba en las almas. Así, los espíritus impuros fueron vencidos.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los ama,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Después que Jesús entró en Jerusalén, el Padre envió cientos de ángeles al servicio de Su Primogénito para que lo acompañaran durante Su ingreso en el Templo, lugar en donde Nuestro Señor le demostraría a la humanidad, el nivel de consciencia y precariedad en la cual se encontraba.
Fue el Propósito de nuestro Padre Eterno que Jesús contara con la fuerza y el poder de cientos de ángeles para derribar las viejas estructuras espirituales de las consciencias humanas, que se manifestaban a través de los comercios y de los negocios.
Cuando Jesús entró al Templo y vio que la Casa de Su Padre Celestial estaba rodeada por bajas y mundanas energías, Su Corazón dio la orden de expulsar a todos los ídolos materialistas que eran venerados.
El Hijo del Padre quiso declararles a todos la existencia de un Único Dios, el Dios del Amor.
Con la entrada de Jesús en el Templo de Jerusalén, Mi amado Hijo sabía que, desde ese momento, Él sería repudiado por haber retirado la vida materialista y ambiciosa de la Casa de Su Padre y por haber expulsado a todos los que, a través del Templo, sacaban sus provechos y eran infieles.
Aquel día, el Señor ya sabía que Su hora se acercaba; mientras tanto, las santas mujeres estaban en Jerusalén a la espera del gran acontecimiento después de la Última Cena del Señor.
Los ángeles anunciaban, en sueños, a los simples de corazón, que la derrota del reino de las tinieblas estaba próxima porque el Primogénito entregaría Su Santa Vida por la liberación absoluta de la humanidad.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Es una alegría encontrar a aquellos que persisten. Por eso hoy he venido a sacramentarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Es una alegría encontrar a los que adoran a Mi Corazón y que buscan a través de este camino fortalecer su alianza Conmigo, para que se difunda Mi Paz en el mundo.
Hoy estoy con San Rafael y San Gabriel Arcángel. Han venido a dar comienzo a esta ceremonia. Son los portavoces de la Fuente Primordial, los que traen la cura y la redención para la humanidad.
Necesito que con esto comprendan, compañeros, que sus consciencias hoy dieron un paso por la humanidad. Y Dios viene a su encuentro en Su Gloria, con todos Sus ángeles y santos, para proclamar el triunfo de Mi Sagrado Corazón.
Así como estuve a las puertas de Jerusalén hace más de 2000 años atrás, hoy estoy a las puertas de sus corazones, para proclamar ¡aleluya!, glorioso es el Padre que está en los Cielos, benditos son aquellos que vienen al encuentro del Señor para despertar su fe, su amor y su confianza en el Primogénito, Aquel que nació de la poderosa Fuente del Amor.
Hoy entonan los coros, en esta parte de la Tierra, el descenso de Mi Consciencia sacerdotal para que en la otra parte del mundo las tinieblas sucumban, así como fue hace 2000 años atrás.
Crean que esto está sucediendo hoy. No podré evitar que nadie muera, pero sí podré conceder en este tiempo de caos, la Gloria de Mi Reino.
Benditos sean los que vienen al encuentro del Señor y abren sus corazones para ser liberados de las amarras y despertar sus compromisos con Aquél que vendrá en Gloria en Su Retorno, y que será visto entre las nubes encendiendo los Espejos del Amor para que el mal desaparezca del planeta.
Alabados sean los que hoy están aquí, en nombre del Señor, en servicio incondicional y en amor permanente para que el mundo, que está herido, sea curado por sus oraciones y entregas.
Benditos sean los que hoy se consagrarán como Adoradores de Mi Cuerpo Eucarístico, porque serán los primeros y también los últimos que abrirán las puertas para que muchos más ingresen al Sagrado Templo de Mi Corazón.
Hoy los espíritus impuros, que vagan por el mundo, están siendo paralizados.
¡Bendito es el Reino del Señor!
Nadie puede resistirse a Él, porque es muy grande Su Misericordia.
Enciendan ahora las llamas de sus corazones. Enciendan sus espíritus ante la Presencia del Hijo de Dios. Su Sagrado Corazón penetra las entrañas más profundas de sus seres, para que así se establezca la Comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Coloquen sus manos en señal de recepción, para que Mis Gracias puedan ser derramadas y sus corazones se liberen de cualquier agonía.
Benditos sean los que lloran ante la Presencia del Señor, porque ellos serán consolados y recibirán de Su Padre Celestial la bendición universal, Su sacratísima Llama de Amor y todo el poder de Su Gracia.
Benditos sean los humildes que vienen a ver al Señor, porque no esperan nada para sí, solo honrar y adorar a la segunda Persona de Dios, a través de Su amadísimo Hijo.
Hoy espiritualmente, compañeros, vengo a lavar sus pies, para que estén purificados, limpios y puros para esta Sagrada Semana. Crean que lo estoy haciendo en este momento, junto con todos los ángeles del Cielo, que también lavan sus pies para revelarle al mundo la santísima Humildad de Dios.
Benditos sean los que vienen al encuentro del Señor. Las puertas del mal sean cerradas, para que descienda el Universo Celestial sobre todas las criaturas que lo invocan y lo claman en la perfecta sinceridad de sus corazones.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
En este momento, el Señor está mostrando a los bienaventurados, a los santos y a los evolucionados, y un gran cielo celeste de Luz está sobre nuestros seres.
Jesús está abriendo de nuevo un Libro y lo está leyendo. Las palabras escritas en ese Libro son de oro y Él las contempla en un profundo silencio. Las hojas que Él va pasando se iluminan, así como se ilumina Su Corazón, como un gran sol. Alrededor de Su Corazón aparecen puntos de Luz, que forman círculos entre sí y rodean a Su Sagrado Corazón. Él me dijo que esos puntos son almas glorificadas, que se encuentran presentes en la Tierra y que han venido en este fin de tiempo, de otros universos y de otras escuelas, a cumplir su compromiso final y a sellar su alianza con el Primogénito.
El Libro desapareció. Ahora, Él está extendiendo Sus Brazos en forma de cruz. Él dice: “Yo Soy el Redentor. Todos los que vienen a Mi Corazón no se perderán, porque Mi Corazón es un refugio para la vida eterna”.
Ahora San Gabriel Arcángel y San Rafael Arcángel tienen cálices entre sus manos. El Sagrado Corazón de Jesús está derramando Sangre sobre ellos. Esa Sangre se vierte sobre los cálices. Son cálices dorados y grandes del Universo Celestial. Los Padres Creadores se arrodillaron para recoger esa Sangre que vierte el Corazón de Jesús.
Y el Señor sigue extendiendo Sus Brazos en señal de cruz, como aquellos que se consagran a la vida, a toda la vida consagrada, como todos los que se consagran a Él.
Por encima de Nuestro Señor está la paloma del Espíritu Santo, como un Ave de Fuego que emana doce rayos a través de sus alas, sobre diferentes puntos de la Tierra.
Jesús está llorando, con Sus Ojos cerrados. Debajo de los cálices de los Arcángeles aparece una imagen del planeta. Y debajo del planeta, cuatro ángeles querubines que sustentan a nuestro mundo.
Postrados:
Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo
presente en todos los sagrarios de la Tierra,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él es ofendido.
Y por los méritos infinitos de Su Santísimo Corazón
y del Inmaculado Corazón de María
os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén.
(tres veces)
Lleven Mi Sangre al mundo para que nadie más la derrame y no sean sacrificados los seres de esta Tierra por el falso poder ni por la soberbia humana.
Vengo aquí a darles Mi alegría y también Mi confianza. Y en esa confianza se encuentra Mi dolor, el que muy pocos aceptan por ser un dolor muy grande, que espiritualmente aspiro a compartir con los Míos hasta los últimos días de la Tierra.
Esta es la Sangre que vengo a verter sobre el mundo. Esta es la alianza que entrego a Mis seguidores. Este es el mayor Sacramento de reconciliación con Dios.
Ahora, que están purificados, podrán ingresar al Portal de Mi Paz y de toda Mi Gloria, en donde les revelaré Quién Soy en esencia, por qué ahora estoy retornando al mundo y he escogido esta casa para comenzar a hacerlo, para abrir las puertas al Retorno de Su glorioso Rey.
Cuando oran y cantan de corazón, sin expectativa alguna, sin buscar nada para sí, Mi Corazón, que es humano y divino, es aliviado por todos aquellos que con fervor proclaman su fe en Mi Consciencia. Esto Me trae la esperanza de volver a visitarlos, a ustedes y a sus hermanos, para que el mundo Me escuche y sepa que en verdad estoy aquí, en esta parte del mundo y con esta parte de la humanidad, para poder ingresar en el corazón de los Míos.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Los Arcángeles Gabriel y Rafael se elevaron. Acaban de elevarse al Cielo, llevando los cálices entre Sus manos.
Mi Sangre derramada hoy sobre los cálices es el ofertorio de sus almas para que descienda aún más Mi Divina e Insondable Misericordia, para que descienda la piedad en donde no existe la paz y en donde reina el sufrimiento, en estos tiempos finales.
En este primer día, los invito a ser parte de Mi Obra planetaria. Fueron escogidos para llevar Mi Mensaje al mundo. Ustedes son almas muy diferentes, pero en esencia son iguales, en los grados de amor. De estos grados de amor Yo Me sirvo para que, después de esta Sagrada Semana, definitivamente, Mi Sagrado e Insondable Corazón con todos Sus ángeles ingrese a Asia.
Benditos sean los que creen en la Palabra del Señor, porque en el próximo mundo tendrán sabiduría eterna.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Acaba de llegar San Miguel Arcángel, que está por encima de nuestro Señor. En Su mano derecha lleva una lanza; en Su mano izquierda lleva un escudo de plata y es semejante al ser humano.
Jesús dice:
Él vino a anunciar Su victoria sobre las tinieblas de la Tierra, porque hoy se han salvado en el mundo 130.000 almas que estaban perdidas y que comenzarán su camino de redención, para encontrarme algún día, así como ustedes Me encontraron y Yo los encontré a ustedes, en lo más íntimo de sus corazones.
Alabemos a Dios por Su infinita Misericordia.
Bendigamos este altar, para que cada espacio sea digno de recibir Mi Gracia. Que así sea.
Por último, quiero agradecer a sus corazones y sobre todo a sus almas por seguirme, a pesar de lo que suceda. Porque quien en verdad cree en Mí no perecerá; Yo triunfaré en su vida y más allá de ella.
Unámonos ahora a Adonai, invocando Su Misericordia por un mundo herido.
Canción: “Adonai, Espíritu Santo”.
Recuerden que aquí Yo siempre les dejo, a través de la comunión con Mi Cuerpo y con Mi Sangre, el símbolo de su salvación, de su redención y sobre todo, de su paz.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Él está imponiendo Sus Manos sobre estos elementos y está orando en arameo.
Y ahora llegó el momento, compañeros, de los que formarán parte de esta congregación de amor, que intenta todos los días aprender a vivir en Mi Gracia y en Mi transparencia celestial.
He escogido una canción que todos Me cantan muy bien, la cual aprecio porque Mi Padre la aprecia por la inocencia que las almas pueden encontrar cuando la cantan. Este será el cántico de los Adoradores para que también a través de ellos se proclame el Reino de Dios.
Escucharé con Mis Oídos internos la pronunciación de estas palabras, grabadas en ese cántico, para que así los Adoradores reciban, en este día, Mi bendición, para que muchos otros más, también la reciban en el futuro.
Canción: “Tú eres el Rey”.
Madre María Shimani de Montserrat:
Queríamos compartir con todos, que esta bendición especial que Cristo hizo para estos hermanos, es porque a partir del día de hoy, ellos forman parte de una nueva rama de la Orden Gracia Misericordia, que son los Adoradores, una tarea que tienen todas estas almas, de adorar al Cuerpo Eucarístico de Cristo, y nosotros, como Orden, les damos la bienvenida. Porque sabemos que ustedes van a ser un gran sustento para todos nosotros, no solamente para los consagrados de la Orden, aquellos que se consagran monásticamente, sino para todo el planeta.
Estos hermanos han hecho una tarea durante meses, en los que se fueron confirmando día tras día, como adoradores del Cuerpo Eucarístico de Cristo. Han ido trabajando intensamente y consiguieron algunas metas. Entre ellas, la de adorar internamente a Cristo, y tener una frecuencia permanente en la tarea de adorar al Santísimo. En estos últimos seis meses, ellos se confirmaron ante nuestro Señor y dieron su “sí” para asumir formalmente una tarea dentro de la Orden como “Adoradores del Cuerpo Eucarístico de Cristo”.
Así, todos aquellos que sientan en su corazón, el poder realizar esta tarea y asumir formalmente frente a Dios y frente al mundo, la tarea de adoración, pueden solicitar también hacer su aprendizaje y cuando se sientan preparados, seguros de que van a poder sustentar ese compromiso, nosotros estaremos muy felices de darles la bienvenida en nuestra Orden.
La entrada de Jesús a Jerusalén significó que el triunfo del Reino de Dios estaba próximo y que nadie podría impedir la divina y exaltada victoria de Nuestro Señor.
Las almas, en lo más íntimo, reconocieron la grandeza y la Misericordia de Dios a través de Su Unigénito.
El día domingo, el mal fue derrotado y paralizado para que las almas, sobre la superficie de la Tierra, conocieran la Luz poderosa de Dios y durante ese día se libraran del sufrimiento y del dolor, al saber que por intermedio de Jesús, grandes puertas infernales se cerrarían en toda la consciencia planetaria.
El Maestro del Amor ingresó a Jerusalén exaltado por los coros angélicos del Padre, los que, aquel día, le dieron una fuerza y un poder desconocido al Hijo de Dios para que, a pedido del Altísimo, se cumpliera la Sagrada Escritura.
El día domingo había llegado para desvanecer de la consciencia humana cualquier principio de autodestrucción o de decadencia.
La esperada entrada de Jesús a Jerusalén, por la puerta mayor de la ciudad, significó para la humanidad traspasar un umbral incierto hacia la luz y la redención que se manifestó por la Presencia del Divino Hijo.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Mientras las santas mujeres ya estaban próximas a Jerusalén, por otro lado, el Divino Hijo también ya se acercaba a la ciudad en la cual Él sería repudiado y moriría por todos.
Por un acto de amor infinito e incomprensible para la mente humana, Mi Amado Hijo entregaría toda Su Vida y Divinidad por la salvación de la humanidad y del planeta.
Durante el viaje a Jerusalén, que Mi Amado Hijo realizaba junto a Sus apóstoles, Pedro le preguntó por qué Él, siendo el Mesías y el Salvador de Israel, debía pasar por esa experiencia.
Jesús, atento al movimiento de Su adversario, declaró a viva voz que la Voluntad de Dios se cumpliría en este Universo y en este planeta y que nada ni nadie podría tentar o alterar esa Divina Voluntad.
De esa forma, Jesús despertó en Sus apóstoles la fortaleza y la fe para que en los momentos difíciles de la Pasión de Cristo, sus consciencias se mantuviesen serenas y no llenas de temor por creer que todo había sido un fracaso.
La entrega de Jesús posibilitó probar la confianza de Sus seguidores en algo que es Mayor y Divino. La Pasión de Jesús permitió revelar al mundo en la condición inferior que, en aquel tiempo, se encontraba toda la consciencia humana.
Jesús, antes de ingresar en Jerusalén, vertió sobre los Suyos los códigos lumínicos más elevados como para que, en el momento crucial, los apóstoles se resguardasen espiritualmente ante todas la fuerzas y energías que se moverían.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Después de que Jesús curó la ceguera de una pobre y simple mujer, acordó con las doce santas mujeres que acompañaban a Mi Divina Consciencia, que se encontrarían el domingo de noche en la casa de una de ellas, para terminar de preparar la gran tarea que Él realizaría por la humanidad: Su Divina Pasión.
Las doce santas mujeres, después de haberse desposado con Jesús en Betania, salieron en peregrinación por otro camino que las conducía hasta Jerusalén. Con oraciones, ayunos y sacrificios, las santas mujeres, junto con María y durante el camino a Jerusalén, comenzaron a vivir éxtasis inexplicables, lo que las hacía más conscientes de la Pasión que viviría su Santo Esposo Espiritual.
Mi Divina Consciencia fue relatando a lo largo de la peregrinación, las visiones que el Padre Eterno, a través del Arcángel Gabriel, Me enviaba sobre el duro momento y sobre la agonía que viviría Cristo.
Sin saberlo, las doce santas mujeres, que caminaban rezando y ayunando hacia Jerusalén, comenzaron a vivir de una forma anticipada la Pasión de Jesús.
El día domingo por la noche, ellas recibieron del propio Jesús, y a través del legado que dejaría Mi Divina Consciencia, todos los detalles sobre la preparación de la Última Cena. Percibieron las indicaciones para esa ceremonia por intermedio de sueños y por directa orientación de sus ángeles de la guarda.
Eso permitió que estuvieran en comunión perpetua con el Sagrado Corazón de Jesús, hecho que, en el final de los tiempos, repercutiría en todo el género femenino.
Antes de llegar a Jerusalén, las santas mujeres le declararon a María la unión interna con Su Corazón de Madre y le confirmaron que compartirían, con Ella y por Ella, todos los martirios y dolores que la Santa Madre viviría con el fin de aliviar a Su Amadísimo Hijo.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los unifica,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Tres días antes de la entrada de Jesús a Jerusalén, Nuestro Amado Señor visitó a una piadosa mujer de la región de Galilea. Fueron tantas las oraciones de esa humilde anciana que Jesús, al pasar cerca de su casa, escuchó internamente su pedido por aquellos que crucificarían al Hijo de Dios.
Jesús se acercó a esa mujer humilde, y ella sintió la presencia del Amor del Maestro; amor que Él irradiaba, con intensidad, por donde pasaba.
Aun sin poder verlo físicamente, ella lo sintió en su corazón; y Jesús, entrando a su casa, se aproximó y le dio la bendición. La anciana parecía inmóvil al saber que estaba por primera vez frente a Aquel que daría la vida por ella.
Entonces, el Maestro, imponiendo Sus Manos sobre los ojos de la piadosa mujer, la curó de su ceguera y permitió que lo viera, como ella siempre había querido. La anciana se arrodilló ante Él por este milagro y comenzó a besar Sus Pies, bañándolos con un abundante caudal de lágrimas.
Jesús la levantó y, al mirarla a los ojos, le dijo que le daba la paz para que la tuviera para siempre y que siguiera orando por Su Señor, porque Su hora se aproximaba, la hora más difícil de Su agonía.
La anciana, atendiendo a Su pedido, respondió que desde hacía tiempo oraba por los enemigos de Jesús para que, algún día, ellos se convirtieran.
El Señor enseñó a Sus apóstoles, los que quedaron conmovidos por lo que había sucedido con la anciana, que el Reino de Dios es el tesoro de los más humildes de corazón. Y les preguntó si sabían por qué esa pobre mujer había sido curada.
Los apóstoles se quedaron sin palabras y en silencio, y Jesús les respondió que la fe de esa simple mujer la había curado, la fe que ella sintió por Dios a través de Su Hijo; y todo lo que en esencia permitió ese milagro, fue el despojamiento que ella tenía de sí misma, al punto de no percibir que estaba totalmente ciega.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Mientras Mi Amado Hijo hacía de cada pueblo que visitaba un nuevo punto de luz para el planeta, los milagros de vida y conversión no dejaron de suceder.
Cuando Mi Hijo aún tenía el permiso del Padre Celestial para obrar y atraer más misericordia para las almas y, a pesar de las condiciones espirituales de aquella época, Su Sagrado Corazón no dejó de penetrar con Su Luz y Su Misterio a todas las almas que encontraba en Sus simples caminos.
Jesús enseñó a Sus apóstoles, mientras visitaban las ciudades alrededor de Jerusalén, que ellos debían cultivar en sí mismos, no solo el espíritu de la fe, sino también la persistencia ante todo lo que llegaría.
En varios momentos Mi Amado Hijo reveló a Sus seguidores y discípulos que Su hora esperada se aproximaba y, a pesar de que el Señor viviría uno de los más grandes sacrificios por la humanidad y por el Proyecto del Altísimo, Él nunca dejó de mostrar el poder interior de Su fe.
La fe de Jesús en aquel tiempo lo era todo, y significaba el Propósito fundamental para que las almas pecadoras y no pecadoras se alimentaran de la Divina Fuente.
En la fe de Jesús, los apóstoles y seguidores encontraban la posibilidad de retomar la reconciliación con Dios y sobre todo la confianza, que haría a cada alma, en aquel tiempo, merecedora de la Misericordia que se derramaba a través de la Presencia del Hijo de Dios.
Por eso, Jesús intentó por todos los medios espirituales e internos que la humanidad recuperara algo tan elevado como es la fe; porque esa fe la colocaría nuevamente, como raza, en el camino que había perdido.
En Jesús se revelaba, en silencio, el poder de Su fe. Fe que liberaba a las almas o que las aproximaba nuevamente a la Existencia Divina.
En aquellos días, el Sagrado Maestro preparó a la consciencia humana para que durante la Pasión de Cristo reconociera, en el momento menos esperado, quién en verdad era esa consciencia y cuánto debía la humanidad rendirse a Dios para alcanzar la redención.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Después de que Jesús estuvo en Betania reunido con las doce santas mujeres, Nuestro Señor partió rumbo a Jerusalén, acompañado por algunos de Sus apóstoles. Ese era el momento en que Él, como hombre, enfrentaría Su gran tarea espiritual por la humanidad.
El Maestro, en ese viaje, visitó otros lugares que estaban en el camino, en donde depositó más códigos de Luz, con el fin de que la humanidad se sirviera de ellos en el futuro y a través de las siguientes generaciones que vendrían después de Él.
Por última vez y en la presencia interior del Padre, Mi Hijo pasó por algunas ciudades y pueblos, acompañado por Sus apóstoles, para enseñarles cómo curar, sanar, liberar poseídos y, sobre todo, instruir y proclamar la Buena Nueva.
El Santo Señor intentó dejar grabada en la consciencia de la humanidad, la importancia de Su pasaje por la Tierra y el momento esperado de Su segundo Retorno al mundo.
En este sentido, Jesús, que después sería reconocido como el Cristo, reveló a las almas los más altos grados de amor para que ellas, a pesar de cualquier circunstancia o situación, nunca olvidaran que el Amor de Dios está presente en todo lo creado.
Así, Mi Amado Hijo recorrió varios lugares de Tierra Santa antes de ingresar a Jerusalén el día domingo, en donde comenzaría la Pascua; momento en que el cordero sería inmolado y sacrificado por las propias manos de quienes lo entregaron por engaño y por error.
Durante Su visita a los pueblos de la región de Israel, Mi Amado Hijo dejó presentes las llaves espirituales para que, enseguida de que fuera condenado a la cruz del mundo, las almas recordaran quién en verdad había sido Él.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Una semana antes de comenzar la Pascua, con la entrada de Mi Hijo a Jerusalén, lugar escogido por Dios para vivir Su sacrificio, Jesús, Mi Amado Señor, se encontraba en Betania reunido con las doce santas mujeres, y con ellas, Mi Divina Consciencia; allí, en ese momento, ellas se unieron espiritualmente al Maestro, con el bendito fin de acompañarlo en silencio durante Su Sagrada Pasión. En aquel tiempo y en esa ocasión, esas doce mujeres recibieron del Divino Maestro la iniciación interior para que, independientemente de dónde se encontraran, recibieran en espíritu el aviso contundente de que el Maestro estaba siendo entregado.
En esta reunión también estaba presente José de Arimatea, quien se comprometió, a pedido de Jesús, a ser el que recuperaría Su Sagrado Cuerpo después de ser crucificado, de las manos de Poncio Pilato.
En ese día, las santa mujeres, que estaban sentadas a los pies de su dulce Maestro, recibieron del propio Jesús la bendición del Espíritu Santo, y José de Arimatea, con una simple alianza de madera, las desposó con Jesús para que ellas fueran, en el futuro, las testigos de la historia del Nazareno.
Por eso, una semana antes de que Jesús entrara a Jerusalén, para ser momentáneamente reconocido como el Mesías, y después ser repudiado y crucificado, las santas mujeres se unieron en espíritu con Él y fueron las primeras almas, en toda la historia de la humanidad, que se casaron con Cristo a través de una simple alianza.
Esta historia continuará.
Les agradezco por responder a Mi llamado.
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Sientan Mi presencia como un bálsamo que los calma y les trae esperanza y renovación.
Sientan Mi Divino Espíritu como una Fuente de Paz para sus vidas.
Sientan, en Mi presencia, la posibilidad de perdonar el pasado y de recomenzar.
Vengo como el sol que nace en la mañana, para dar al mundo una nueva oportunidad de ver la Luz. Vengo a encender esa Luz en sus vidas.
Vengo como el agua que brota de una nueva fuente, dando a la naturaleza la esperanza de la renovación de la vida. Hoy, Yo renuevo sus vidas.
Vengo para abrir, una vez más, un nuevo ciclo y una nueva puerta hacia la redención.
Vengo para que todos Me conozcan y, a través de Mí, conozcan a Dios; porque Mis palabras no provienen de Mí, sino de Su Santa Voluntad.
Vengo a unir lo que el hombre separó y a demostrar que todas las religiones, todas las culturas, todas las líneas de verdadera sabiduría, se encuentran en una búsqueda fuera de lo común: la vivencia del Amor. Vengo, como Portadora de ese Amor, a abrir las puertas para la unidad entre los seres.
Ya no separen lo que debe unirse. Mi Hijo no vino al mundo para crear religiones. Fue la incapacidad del hombre para vivir Sus palabras que hizo que las religiones fueran creadas, para que cada uno siguiera el camino que le permitiera comprenderlas, hasta que un día pudieran descubrir el Amor y la Unidad, cuando todo lo que está separado se vuelva a unir.
Hijos, Yo vengo a abrir las puertas de esta Casa para que sea Mi Casa, en la cual pueden buscar auxilio. Vengan y aprendan a rezar Conmigo, así como aprendieron las mujeres de Nazaret y de Jerusalén.
Vengan sin distinción de credos y de razas, para que Mi Amor pueda unirlos.
Vengan buscando el perdón y las puertas hacia la redención que aquí abrí para sus almas.
Vengan para reconciliarse con Dios y encontrar en Su Sierva un camino para imitar y seguir.
Esta no es una nueva iglesia; esta es la Casa de Su Santa Madre, la Madre de todos los pobres, la Madre de todos los que carecen de algo.
La humanidad necesita comprender que, mientras esté en este mundo y presa de él, será pobre, porque la verdadera riqueza se encuentra en el Reino de Dios, donde renunciando a todas las cosas, los seres viven la verdadera libertad y son colmados del mayor tesoro de la Creación: la unidad con el Divino.
Hijos, permítanse recomenzar sus vidas y tener, para sí mismos, nuevos principios, nuevas metas, nuevas aspiraciones. Ábranme las puertas de sus casas y de sus corazones.
No vengo a traerles otra cosa sino la Paz. Vengo a darles a conocer Mi Amor, para así liberar de sus vidas el mal que las oprime.
Vengo a consagrar, con la Santidad de Mi presencia, a esta ciudad y a todos los que Me digan sí. Y de la misma forma como la Sagrada Familia que, con Su vida simple en Nazaret, transformó la perdición de aquella pequeña ciudad y preparó el camino para la vida pública de Cristo, ahora retorno en Espíritu Divino, para que junto a Mis hijos, podamos liberar y transformar espiritualmente a esta pequeña ciudad, para preparar el retorno de Mi Hijo y para que no ocurra, como en Nazaret, donde, a pesar de todo, muchos no pudieron recibirlo.
Ábranse de corazón, hijos Míos, para que este ciclo renueve sus vidas.
Reconozcan la pobreza y la necesidad de sus corazones y dejen que Yo les muestre el camino hacia la verdadera plenitud.
Consagren sus vidas a la oración. Establezcan, para sí mismos, metas de Paz y ya no nieguen el Amor del Redentor, porque Él viene para tornarlos dignos de mirar a Sus ojos, de tocar Su Corazón, de reposar la cabeza sobre Su pecho y de sentir Su Majestad, aliviados, porque el tiempo de la Redención ya habrá llegado.
Yo los amo y los invito a ingresar Conmigo en un nuevo ciclo de Paz.
Con Mis manos, los bendigo. Con Mi Amor, los libero. Con Mi amparo, los protejo y los llamo a reconocerse como Mis hijos.
Vengan y oren Conmigo. Creen unidad entre las religiones y los corazones en esta casa. Que la búsqueda por la Paz y la perpetua oración los unifique en Dios.
Vuestra Madre, María, Rosa de la Paz
Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, los ampararé y los resguardaré, aunque al cruzar el desierto de estos tiempos, todas las bestias se levanten contra ellos y contra Mí.
Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, porque son para el Creador el mayor tesoro de toda Su Creación; son parte de Mi Vientre y la sangre que corre por sus venas proviene del manantial que brota de Mi Inmaculado Corazón.
Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, aun después de que este desierto pase y encontremos la Nueva Jerusalén, la Tierra prometida, donde no hay otro que triunfe más allá del Padre.
Hijos Míos, estoy con ustedes entre Mis brazos, cruzando el gran desierto de estos tiempos, donde el asedio persigue a la Madre y a los hijos de Dios. Sin embargo, Mis pasos de luz son inalcanzables y no habrá tinieblas que puedan detenerme. Por eso, solo les pediré que se mantengan en Mis brazos y no teman.
Yo los llevo en Mi Corazón, en donde el amor que siento por las almas y por la Vida vence cualquier oscuridad y convierte cualquier mal. Dejen que sus cabezas reposen sobre Ese Corazón y solo aférrense con fuerza a Mis brazos, porque el desierto un día acabará y enseguida llegará la Casa del Padre, la Morada segura para los mil años de Paz.
Mientras estén entre Mis brazos, los vientos fríos podrán soplar y la noche podrá caer sobre nosotros, pero el Sol de Mi Esencia es inextinguible y siempre iluminará el camino. Aquel que esté en Mis brazos no se perderá, porque Yo caminaré con él y lo protegeré.
Sean inocentes y rendidos como los niños; dejen que Yo los tenga en Mis brazos y les muestre que sin Su Madre Celestial no hay vida. Yo los sustento, Yo los resguardo y los amparo en el desierto y más allá de él.
Habrá días, hijos, en los que se sentirán perdidos, porque el desierto a veces parece no tener fin, pero manténganse en Mis brazos, oren Conmigo y escuchen el susurro de Mi dulce voz en sus corazones, diciéndole: “Estoy aquí”.
Mis hijos son el mayor tesoro de la Creación, no importa el error que hayan cometido o como se hayan desviado del camino, porque los errores y los desvío son la consecuencia de los aprendizajes que se viven en este mundo. No confundan lo que hacen con lo que son. Busquen la verdad en su interior y manténgase en Mis brazos.
El enemigo persigue a la Señora Vestida de Sol, por el desierto, porque la oscuridad de él acaba en presencia de la Madre de Dios; porque su reinado se desvanece y su tesoro de ilusión se pierde cuando las almas descubren la verdad sobre sí mismas y abandonan el engaño para dejarse guiar por la Luz interior.
Vengan hijos Míos, manténganse en Mis brazos, y poco a poco, paso a paso, no solo los protegeré sino también les enseñaré a ser dignos hijos de Dios y a encontrar la verdad.
Permanezcan en Mis brazos y oren Conmigo. Escuchen Mi voz y no se aparten de Mí.
Créanlo, el enemigo no descansa e intenta asustar a Mis hijos, porque él vence con el temor y con la ilusión. Por eso, Mis amados, coloquen en sus corazones la certeza del triunfo de Dios, porque si están en Mis brazos, nada les sucederá.
¡Les quiero mostrar la Nueva Jerusalén Celestial, la promesa de Dios que aún existe! No busquen en la Tierra algo que está en las dimensiones divinas. Manténganse en Mis brazos y Yo los conduciré a la verdad y abriré sus ojos para que encuentren la Voluntad de Dios.
Yo los amo, los amparo y les agradezco por ser los mayores tesoros de Mi Corazón.
Quiero, hijos, que resguarden el Centro Mariano del Niño Rey, porque aquí, Mi fuente de Redención debe tornarse vida.
Cierren las puertas al enemigo, que les trae incertidumbre y desesperanza y manténganse en Mi Corazón.
Los niños, que se redimen hoy, construirán en la Tierra el triunfo de Mi Reino, y es sobre ellos que haré descender la Nueva Jerusalén, que finalmente se plasmará en la materia, cuando esté purificada y consagrada al Padre.
Yo los bendigo, con la señal de la Santa Cruz,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Encuentros con el Castísimo Corazón de San José
Aproxímense a Mi altar.
Sientan en este lugar la simplicidad de la Sagrada Familia, como en tiempos atrás.
Nada de lo que viven hoy es nuevo para sus consciencias. Muchos de ustedes estuvieron reunidos alrededor de los Sagrados Corazones, en una vida simple, pero llena de grandes misterios.
Ustedes nos conocían en Nazaret y caminaban con nosotros en peregrinación a Jerusalén para alabar a Dios y ofrecerle la propia vida y toda la eternidad. No sabían que aquella eternidad no sería en el Paraíso, sino que volverían tantas veces al mundo para cumplir la promesa que le hicieron al Creador, hasta que hoy pudiéramos reencontrarnos para finalizar esta misión que comenzó hace tanto tiempo.
La humanidad se fue transformando a lo largo de los años, de los siglos. Una parte de ella se aproximó a la Verdad; otra, abrazó completamente las ilusiones de este mundo.
Ustedes, muchas veces, abrazaron la ilusión, pero en lo profundo de sus consciencias sabían que la Verdad los esperaba, porque un compromiso con Dios no se deshace ni con la peor experiencia en la Tierra. Aquellos que un día ofrecieron su vida al Creador, siempre tendrán sus vidas en las Manos de Dios. Este vínculo con el Padre, a pesar haber permanecido olvidado tantas veces, nunca se deshace. Ustedes necesitaban experimentar las cosas del mundo para conocer las cosas del Cielo, porque eso era parte de la experiencia humana.
Ahora, hijos, llegó el momento, como fue en Jerusalén, de renovar sus compromisos con el Padre, de conocer las Leyes universales, de recordar el origen, de volver a tener como prioridad la Voluntad Divina y no la propia.
Los pueblos de Jerusalén tenían muchos defectos y muchas dificultades; sin embargo, tenían una virtud única, que era la fé, la fé absoluta, la certeza de que, un día, este planeta tan imperfecto sería el suelo sagrado de una tierra consagrada a los Planes divinos. Muchos hasta hoy esperan que esta aspiración se concrete, que esta nueva Jerusalén, tan esperada, pueda emerger.
En verdad les digo que los principios divinos, hace mucho tiempo, ya viven sobre la Tierra, dentro de ella, en sus niveles superiores. De la misma forma, esos principios divinos ya viven en ustedes, dentro de ustedes y en sus niveles superiores. Existe algo, entre lo profundo de cada ser y la vida superior, que debe servir como puente para unir las dimensiones, unir los niveles de la consciencia en una consciencia única. Esta parte de sus seres y esta parte de la vida en la Tierra son las que deben aprender a vivir la unidad. Poco a poco, ustedes van reconociendo el Principio de la Unidad en sus vidas. Poco a poco, él se manifiesta, se expresa y vuelve a unirlos, en esencia, al Creador de todas las cosas.
Como ya les dije, deben construir, en los pequeños detalles, esta unión con la Vida divina, porque no será por magia que descubrirán su semejanza con Dios, la que disolverá, de un soplo, sus defectos y sus imperfecciones y los tornará semejantes al Padre. Ustedes vinieron a ese mundo para que, con el esfuerzo permanente, constante, pudiesen volver al origen. La gran escuela de la Tierra se encuentra en este misterio de que, por las pequeñas cosas, puedan descubrir las grandes.
Muchos de ustedes, hijos, ya están descubriendo esa verdad y saben que pueden tener grandes tareas reconocidas por todos, pero ser imperfectos en sus consciencias humanas. Saben que, si no curan esos pequeños detalles de sí mismos, pueden aparentar muchas cosas, pero no llegarán a la meta divina. Por eso, muchos se están esforzando para transcender lo que aparentan ser y ser de verdad.
Estos son los frutos de Mis palabras en su interior. Este año pasó rápido y muchos sienten que no dieron ningún paso, pero el hecho de que reconozcan sus imperfecciones ya significa, hijos, que un poco de humildad vive en ustedes. El hecho de reconocer la necesidad de que Mi Casto Corazón siga acompañándolos ya es una verdadera señal para el Padre de que están un poco más próximos de develar Sus Misterios.
Hoy, los hago transparentes delante de Dios y delante de ustedes mismos. Dejen que esa síntesis interior ocurra, para que puedan sentir todo aquello que aún deben transformar, pero que también puedan sentir todo el potencial que existe para que sigan adelante. Dejen que Yo les muestre en el corazón el verdadero estado de la consciencia humana y también la verdadera meta para la humanidad.
De esta forma, poco a poco, conocerán la verdad en todos sus aspectos. Conocer la verdad no es contemplar sus propias miserias ni ignorarlas, porque saben que son parte de un ser superior. Reconocer la verdad es observar todo, desde lo más inconsciente hasta lo superior, y de esa forma poder dar pasos más concretos, más maduros.
Mis palabras son diferentes que aquellas de María y de Jesús, porque Mi Corazón fue tan humano como el de ustedes. Mi gran misión fue trascender esa humanidad y descubrir la semejanza con Dios. Cristo era el Hijo del Dios Vivo que caminaba entre los hombres. María era el vientre purísimo de la Creación que gesta todas las esencias y que vino a la Tierra para que, por medio de Su Pureza, el Hijo de Dios llegara al mundo. Y Mi Casto Corazón, a pesar de haber sido preparado por el Creador, tuvo que vencer su humanidad en los pequeños detalles. Por eso es que hoy vengo para enseñarles a hacerlo.
Les hablo tanto de la humildad y de la simplicidad porque esa fue Mi escuela para llegar a Dios, escuela que ustedes deben cursar para poder dar los propios pasos.
Hoy les confieso que, ante el Padre, le pedí permiso para permanecer entre los hombres, porque durante este año, en el cual vine al mundo por primera vez todos los días, volví a reconocer a la humanidad, recordé todo lo que viví como hombre en la Tierra y cómo necesitaba de la Presencia de Dios para poder llegar hasta Él. Sé que estos tiempos son mucho más difíciles que el tiempo en que viví. Por eso, hijos, fue que le hice ese pedido a Dios.
Yo les pediré que, con Mis palabras, escriban un nuevo libro, que será la historia de vida de San José. Esta historia la contaré todos los días de este año que vendrá, pero sólo la conocerán cuando Yo la haya terminado. Es de esta forma que, públicamente, conocerán Mis mensajes todos los viernes y les contaré todos los días una historia que deberán esperarla, pero que se irá construyendo dentro de cada uno de ustedes, en el silencio de sus corazones. Cuando esa historia esté escrita, será la historia del corazón humano que se volvió a escribir, para que vivan esta síntesis en el final de los tiempos y, de una forma simple, alcancen esa transformación absoluta.
Con María Santísima, aprendí a interceder por el mundo, observando Sus oraciones permanentes, Su Rosario que nunca deja de pasar entre Sus dedos. Aprendí a amar el corazón humano y a aspirar, ardientemente, a que un día alcancen la semejanza con Dios.
Así como Yo, hijos, aprendan también ustedes con su Madre Santísima; aprendan con este amor, esta incondicionalidad, este servicio permanente para con el corazón humano, para con el planeta y todos los Reinos de la Naturaleza.
Espero que en el ciclo venidero, durante el próximo año, que será el último despertar para la humanidad, todos puedan realizar su misión.
Que el silencio de María y Su divina humildad también les enseñen muchas cosas.
Traigan ahora el pan y el vino para que Yo pueda consagrarlos, por la potestad sacerdotal que el Señor Me concedió. Que, junto a María, podamos hacer de este pan el Cuerpo Vivo de Cristo y, de este vino, Su Preciosa Sangre que, corriendo por sus venas, convierta la condición humana y los aproxime al Corazón de Cristo.
Ahora canten y den gracias a Dios, por haberle concedido a Su siervo esta nueva oportunidad de acompañar a los hombres.
Uno Mi corazón al Corazón de Cristo, que siempre será Mi Maestro y Rey, así como de todos ustedes. Que en esta unión perfecta y absoluta sea Él, como en tiempo atrás, quien consagre estos elementos y los convierta en Su Cuerpo y en Su Sangre.
Quiero que comprendan que, cuantas más Gracias reciben del Cielo, mayor es su responsabilidad para con los Planes de Dios. Por eso, no solo sonrían delante de Mí cuando Yo les digo que permaneceré en el mundo y que, una vez por semana, podrán escuchar Mis palabras, porque eso significa, hijos, que Yo les diré otras cosas que deberán vivir.
Con María Santísima, los bendigo. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en paz y en profunda alegría.
Les agradezco.
Contempla, hoy, el misterio de la muerte de Cristo y la soledad sentida por todos Sus apóstoles y discípulos, por todos Sus seguidores, ya que muy pocos fueron capaces de comprender la grandeza de Su Crucifixión.
Contempla en tu corazón el recogimiento de Cristo, Su silencio y la incertidumbre que ese silencio causaba dentro de los Suyos.
Los que lo esperaban estaban ante una prueba de fe, estaban sintetizando en su interior todo lo que habían recibido y todo lo que habían aprendido, para colocarlo en práctica al auxiliar a los demás.
Este Sábado Santo se asemejará a la prueba que vivirá la humanidad en tiempos futuros. Ahora, aún están en la presencia de Cristo, de María Santísima y de Mi Casto Corazón; ahora aún cuentan con la Instrucción y la Guía de Aquellos que fueron enviados por el Señor para que, en la materia, lo representaran y condujeran Su rebaño a Su encuentro. Pero llegará el tiempo en que a cada uno le cabrá confirmarse y afirmar su fe. A cada uno le cabrá repartir el pan y ser el puente hasta Dios para quienes están vacíos de espíritu. Le cabrá a cada apóstol y a cada discípulo de Cristo anunciar el amanecer que llegará después de los días oscuros y, así, mantener en pie y con fe en el corazón a aquellos que deben perseverar hasta el fin, porque se comprometieron con Cristo.
Contempla, entonces, la fe de las santas mujeres de Jerusalén y cómo ellas vencieron el dolor que sentían para así vivir el puro amor que el Señor les había enseñado. Contempla la devoción de esas santas devotas de Cristo, que no solo perseveraron en el Calvario, sino que también ungieron el Cuerpo de Cristo, lo vieron resucitado, viajaron por los continentes anunciando Su Victoria y, a lo largo de los siglos, retornan al mundo, aún como santas mujeres, para perpetuar la Obra del Salvador.
Obtén tu fuerza de los misterios del Calvario, de la victoria sobre la muerte, de la fe en los días de oscuridad y de la gloria de la resurrección.
Revive la historia de tu Señor y multiplica Su Gracia y Su Bondad, siendo tú mismo la Palabra Viva de Cristo y el cumplimiento de Sus promesas.
Haz cosas mayores de las que Él hizo y cumple con Sus Palabras, así como Él lo manifestó en las Escrituras.
Renueva la Iglesia de Cristo, que no está guardada en una religión, sino en el corazón de todo aquel que tiene fe y disposición para seguir los pasos del Señor.
Aquel que te guía hacia el Salvador,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más