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Hijos:
La paciencia en la transformación y en la purificación es primordial. Recuerden que están ante una condición humana degradada desde hace siglos y ante códigos que emergen de la consciencia para que sean transformados y que, incluso, trascienden la vida en la Tierra, pues tienen sus raíces en el universo.
Recuerden siempre que Aquel que vino al mundo para darles un ejemplo era el Hijo de Dios Vivo y tuvo que padecer los males de la Tierra y transmutar los atavismos de la humanidad para abrirles el camino. La trascendencia de la materia humana de Jesús comenzó desde Su gestación hasta Su último suspiro en la Cruz. Si el Dios Vivo trabajó en cada instante de Su vida para poder culminar con Su aprendizaje de amor, no esperen que con ustedes sea diferente. ¿Cómo quieren santificar sus cuerpos y sus almas si recién ahora están comenzando a comprender este camino?
El Hijo de Dios era consciente de la vida universal y de sus misterios; era conocedor de todas las ciencias cósmicas, porque era uno con Aquel que las creó; y, aún así, para liberar el miedo de Su última Célula y vivir el pleno amor con todos los niveles de Su Consciencia, tuvo que llegar a la Cruz y perdonar todo lo que hasta allí había vivido.
Hijos, mucho aún les falta para llegar a la perfección. No tengan prisa, tengan paciencia. Sin embargo, sean constantes y persistentes y no se acomoden al hecho de que la transformación les durará la vida entera.
Sí, la transformación absoluta les ocupará toda la vida, pero cada día deben alcanzar un nuevo escalón, para que al final de esta vida sean dignos de llegar a otros mundos y dimensiones celestiales que los aproximan a Dios.
La transformación durará toda la vida, porque la evolución es eterna y no porque estarán siempre en el mismo lugar. Cada día deben darse un nuevo paso y una nueva comprensión, basados en el esfuerzo permanente. No se preocupen si dan pasos largos o cortos, porque cada día y cada ciclo los llevarán a un escalón diferente.
Lo que en verdad importa es que no se detengan y que sean constantes.
Ábranse todos los días para que el Amor de Dios los transforme y retiren un poco de sí de la propia consciencia para ceder espacio al Amor y a la Presencia divina.
Cada día, retiren un objeto de su morada interior para dar lugar al Morador Celestial, que un día llegará. En algún momento, tendrán la casa vacía y limpia para recibirlo.
Su padre y amigo de siempre,
San José Castísimo
Encuentren la fortaleza interior en la renovación permanente ante el Plan de Dios.
Hijos amados:
En estos tiempos, la presión del planeta los llevará a una definición de la consciencia y ya no habrá más dos caminos para seguir. La luz y la oscuridad batallarán delante de sus consciencias para triunfar en el corazón humano. Aquellos que se comprometieron con la vivencia de la paz, del amor y de la unidad con Dios deben buscar en el Creador su fortaleza permanente.
Coloquen el propio ser en los Brazos del Señor y confíen a Él la conducción de sus vidas. La voluntad propia no tendrá espacio en estos tiempos. Ustedes deberán escuchar las indicaciones internas para estar en el lugar correcto y colaborar con el Plan de Dios.
Hijos, el Creador, poco a poco, silencia el eco de Su Voz, pero los corazones orantes que construyeron un camino de unidad con Dios podrán sentir Su Voluntad y escucharla a través de su consciencia.
Las pruebas que muchos viven en estos tiempos y los desafíos que están viviendo son parte de una voluntad superior, que los impulsa a una transformación más inmediata y verdadera. No piensen que Dios los abandonó o que están fuera de Su camino por estar viviendo pruebas, muchas veces dolorosas para el corazón y para la consciencia.
Si sus caminos no los llevan al destino que esperaban, pregúntense hijos, si ese es el camino correcto y si los obstáculos que encuentran no fueron colocados por el Creador mismo para que despierten y perciban que por allí no deben caminar.
El Señor está intentando corregir los pasos de Sus discípulos y compañeros mientras haya tiempo para revertir los errores y retornar; porque ya está llegando la hora, hijos, de que los errores ya no serán reversibles como lo son hoy y ustedes no dispondrán de la Misericordia como el manantial del que disponen ahora. Será la Justicia la que guiará a la humanidad, y serán otras las leyes que conducirán su aprendizaje. Por eso, hoy les advierto: estén atentos a las señales de su vida; mediten antes de dar sus pasos y pregúntense internamente cuál es la Voluntad de Dios. Pídanle la gracia de estar en el lugar correcto y de colaborar con Su Plan. Pidan la gracia de ser conducidos a una definición que los lleve a la Voluntad superior.
Este próximo agosto intentará encontrarlos firmes y adultos en la vida espiritual. Eso significa que deberán asumir las consecuencias de sus pasos y de sus decisiones y que ya no contarán tanto con la intervención permanente de la Jerarquía.
Nuestro amor y nuestra mirada siempre estarán sobre ustedes; pero muchas veces, hijos, solo podremos observarlos.
Les digo todo esto como un impulso para el crecimiento de todos. Que aquellos que aún están con los pies en dos barcas se definan y no caigan en el mar de las ilusiones y de las ignorancias del mundo.
Yo los amo y les dejo Mi bendición. Yo los impulso al nuevo ciclo que llegará.
San José Castísimo
Cuando Jesús estuvo en la Cruz y dijo: “Padre, ¿por qué Me abandonaste?”, fue Su humanidad la que pronunció esas palabras; fueron Sus Células, sustentadas hasta ese momento por el Poder Divino las que, en lo profundo, temían la hora de estar solas con su dolor y su padecimiento.
Después de esa pregunta de Su corazón humano, Jesús reconoció en todos los espacios de Su Consciencia, desde la materia hasta el espíritu, Su filiación y unidad con Dios. Comprendió, en Su íntimo, la esencia del amor y del proyecto humano y experimentó la plenitud de ser semejante al Padre.
El miedo de Sus Células se desvaneció por la potencia del amor y del perdón que emanaba de Él. Jesús comprendió la Voluntad de Su Padre y porqué Él lo abandonó en aquella hora, que parecía ser la más difícil, si siempre lo había acompañado. Descubrió que el Padre quería hacerlo sentir y vivir el amor que tenía en Su interior, que lo tornaba semejante a Dios y lo unía a Él; y que, en verdad, el Creador no lo había abandonado. Descubrió que el Padre estaba en Él, así como Él en el Padre, por medio del amor, del perdón y de la misericordia que, en aquel momento, eran vertidos sobre la Tierra.
La Virgen María y Juan comprendieron la Voluntad de Dios cuando vieron a Jesús en la Cruz pidiendo perdón por los que lo crucificaron y aprendieron con Cristo ese amor insondable que une la materia al espíritu, que diviniza al hombre.
Fue así como la Virgen María y Juan también vivieron esta profunda unión con Dios, por el simple hecho de observar a Cristo. Esa unión fue vivida más tarde por los apóstoles y discípulos de Jesús y de María, por medio de la Gracia del Espíritu Santo y, de esa forma, todos vencieron el miedo a la muerte y a la soledad; todos colmaron sus espíritus de la valentía que nacía de la certeza de que Dios estaba en ellos, porque eran parte viva de la Consciencia Divina.
Fue por esa certeza y por esa valentía que la Iglesia de Cristo se consolidó en la Tierra. Pero, a lo largo de los siglos, no todos los hombres comprendieron la Pasión de Jesús ni meditaron sobre Su ejemplo a punto de dejarse divinizar por Él; ni todos encontraron la certeza de la semejanza con Dios; ni todos buscaron la fortaleza en el Dios vivo presente en su interior.
Hijos, hoy el Creador les habla y los instruye por medio de Sus Mensajeros. El Señor Altísimo acompaña cada uno de sus pasos y renueva la historia, despertando Nuevos Cristos. Pero, así como Él “abandonó” a Jesús en la Cruz, también les llegará a cada uno de ustedes el momento de descubrir, en soledad, la unión con Dios. Y, por un instante, les podrá parecer injusto, doloroso o incomprensible que el Creador los abandone cuando mas necesitan de Él. Sin embargo, si vencieran el miedo humano y buscaran en el espíritu la unión con Dios, comprenderán que el Padre, al que siempre buscaban en las Alturas, está vivo dentro de cada ser, en su esencia, en su universo interior.
Cuando llegue la hora de la prueba de la humanidad, recuerden lo que les dije y no teman, pero, sí, amen y vivan el perdón, como Aquel que amó y perdonó antes que ustedes, dejándoles el ejemplo.
Su padre y amigo, el que prepara sus caminos para la divina unión,
San José Castísimo
Hijo Mío:
Sé verdadero y transparente primero contigo y después en todo. Permite que tu consciencia esté delante de la verdad sin miedo y sin necesidad de esconder lo que ve ni de aparentar ser algo diferente de lo que encontraste en ti.
Mírate más que en un espejo; mira lo profundo de tu mundo interior, reconociendo ahí los miedos, las dificultades, lo que debe ser transformado, curado, perdonado, liberado. Observa también las virtudes, los dones, lo que debe ser estimulado, alimentado; lo que debe crecer espiritualmente, aún en el silencio y en el anonimato.
Permanece delante de la verdad sobre ti para extirpar la mentira de tu consciencia y, así, ayudar a la humanidad. Vence la necesidad de aparentar algo, de agradar, de conquistar, de convencer, de manipular; pues todo eso, hijo, es parte de una mentira milenaria que le impide a la humanidad encontrar la Verdad.
Cuando los seres humanos no se conocen y se distancian cada vez más de la verdad en relación a sí mismos, también se distancian de Dios, del universo, de la realidad; por eso, hijo, en estos tiempos, ser verdadero contigo y con el mundo es un gran servicio.
Sé ejemplo para los que están perdidos de sí mismos; ejemplo de un corazón que se encontró y que no temió verse tal como es, tanto en la miseria como en la virtud, para trascender así las miserias y simplificar las virtudes, sabiendo que todo lo que uno es forma parte de un aprendizaje, de una experiencia que lleva a algo mayor: a la Consciencia de Dios.
Cuando el ser está delante de sí mismo con simplicidad, no le asombran las miserias ni le envanecen las virtudes, porque sabe que el camino es ser nada, para encontrar una verdad aún más profunda de la que encontró cuando venció la mentira milenaria que lo envolvía.
Hijo, camina hacia la verdad sin temor y, trascendiendo una ilusión tras otra, descubre que la verdad se encuentra en el vacío de sí, en donde la nada se convierte en todo.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
A la Juventud del Planeta
Hijos:
Este es el inicio de un nuevo ciclo para la consciencia planetaria. El próximo agosto marcará el tiempo de definiciones aún más profundas para las almas, y el Festival de la Juventud por la Paz abrirá las puertas de ese ciclo a todos los jóvenes de la Tierra.
Ustedes deben tener consciencia de que su misión no comienza ni termina en este Festival, porque él es el principio de un camino que será infinito, profundo y doloroso para muchos, un camino de transformación, de definición, un camino para descubrir la verdad sobre sí mismo y perder el miedo de expresarla.
Les digo que será un camino doloroso porque la juventud de hoy está muy involucrada en superficialidades, en una vida poco profunda desde el punto de vista espiritual. Es una juventud educada para pensar solo en sí misma, en provecho propio, en placer propio. Una juventud construida en una era de estímulos involutivos permanentes, una juventud que representa los últimos ciclos del viejo hombre y que está completamente impregnada de los patrones dejados por todas las genera ciones anteriores.
A esta juventud le corresponderá vivir la transición del planeta y soportar las corrientes que descenderán para reformar la Tierra y atraer una nueva vida. A esta juventud le corresponderá decir no a todos los patrones que carga en la consciencia, como un compilado de experiencias humanas de todas las eras de la humanidad, para ser nada y renacer en vida como hijos de Dios.
Así, hijos, vean que el Festival de la Juventud por la Paz es solo una puerta que se abre en la consciencia de la juventud y que muy tímidamente les muestra en el horizonte el despuntar de un nuevo Sol.
Al ser el principio de un nuevo ciclo espiritual, aunque no parezca, el Festival de la Juventud por la Paz colocará sus consciencias ante una síntesis interior, a veces, antes de que él ocurra.
Eso será así porque los que primero dicen sí son la punta de lanza que rompe las viejas barreras y abre la consciencia a lo nuevo. Ellos deben ser el ejemplo para los que vendrán después y, para eso, serán forjados en lo invisible del espíritu.
Que despierten los jóvenes a un nuevo tiempo y a una nueva vida. Que preparen sus espíritus para sustentar el planeta con paz y armonía interior y que sean sembradores del futuro, preparando la vida de los que serán la juventud de la nueva Tierra.
Les dejo este impulso, que les amplía la consciencia y los eleva, para que comiencen a ser conscientes de la vida del espíritu y no se queden tan presos de las apariencias ni de la materia. La juventud de hoy ya está prisionera de las apariencias, y muchos jóvenes no saben lo que son, porque solo conocen lo que quieren aparentar ser. Como un impulso para toda la consciencia humana, sean verdaderos y transparentes y no tengan miedo de amar ni de ser como son.
Reconozcan que hay un gran misterio espiritual por detrás de cada pedido de la Divinidad, porque cuando se trabaja para Dios todo tiene un propósito superior. Les dejo Mis votos de un buen despertar para todos.
Su padre y compañero,
San José Castísimo
Hijo:
Lánzate a lo imposible, si así te lo pide el Señor. Vence cualquier temor natural o sobrenatural y responde a la Voluntad divina, aun sin comprenderla.
¿Qué parecerá más imposible para un hombre que aceptar que su virgen esposa gesta, en sí, al Hijo de Dios, traído y fecundado por el Espíritu Santo? Y entre tanto, hijo, delante de ese y de tantos otros misterios de Mi vida, jamás negué la Voluntad del Señor.
Fue por esa obediencia irrestricta que el Creador concedió, a Su simple siervo, la Gracia de compartir Su Poder y Su Gloria, aunque Yo estuviera en vida, en un cuerpo, una mente, un alma y un corazón humano.
El Señor siempre Me pidió cosas imposibles, y lo más imposible de todo fue que Me pidió, un día, que fuera tan semejante a Él como lo era Su Hijo, en la humanidad de aquel pequeño Niño que por años cargué en Mis brazos.
Era tan inmensa la grandeza de aquel Niño e infinitas Su Santidad y Majestad, incluso estando en un cuerpo tan pequeño, que asemejarme a tal amor manifestado Me parecía imposible. Pero no Me negué a ese pedido divino y solo Me abrí a amar a Mi Hijo y a Dios como única cosa. Me dejé impregnar por la Presencia divina en Mi vida y abrí cada célula de Mi cuerpo para vivir en sí el despertar al amor y a la semejanza con Dios.
Poco a poco, fui descubriendo que ser semejante al Padre, como lo era Mi Hijo, era amar al Padre tal como Mi Hijo lo amaba y amar a todo tal como el Padre amaba. La esencia del amor era el comienzo, el medio y el fin de todas las cosas, de todos los caminos.
Y observando al pequeño Jesús fue como descubrí que la evolución es eterna, y que la unión con Dios debe ser permanente, constante. Fue así como, aun después de la muerte, seguí contemplando los pasos y el triunfo de Mi Hijo amado y cada vez más Me adentraba en la vivencia del amor y de la semejanza con Dios.
Te digo esto porque el Creador pide cosas imposibles a todos Sus hijos. Incluso, de la misma forma como Me lo pidió, Él también te pedirá que ames como ama Su Hijo Primogénito y que seas semejante a Él, como es Su Hijo amado.
Sabe, hijo, que la esencia de todo se encuentra en perder el miedo de lanzarse al amor.
Aunque te atormenten la duda, el temor, el orgullo y la falta de paz, jamás dejes de cumplir con la Voluntad del Padre. Cuando respondas a Su Llamado, verás que se manifiestan en tu vida Sus Prodigios.
Yo te amo y con Mi ejemplo, te inspiro siempre.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Hijo:
Permite que tu corazón conozca la dádiva de la fe. Deja que esa fe rompa dentro de ti las barreras de la duda, de la indiferencia, de la necesidad de mantener las apariencias delante del mundo; que rompa las barreras de las imposibilidades, de los miedos, Mensajes de Humildad de las vanidades. Deja que te inunde esa fe que trasciende la comprensión de la mente y que no encuentra una confirmación de su existencia sino en lo profundo del corazón.
No hay una evidencia científica que compruebe la acción de la fe y, muchas veces, ustedes quieren explicar los milagros causados por ella como una manera de disolver sus méritos en la vida humana. Pero la fe, por sí sola, hijo, es un gran milagro.
Cuando la fe se instala en el corazón, es señal de que ese corazón ya venció muchas barreras dentro de sí mismo y de que la consciencia ya recorrió un cierto camino de transformación y de unión con Dios para llegar hasta ahí.
La fe nace sin obstáculos en los simples de mente, de corazón y de espíritu y en ellos se expande cada día, transformándose en fuente de amor y de gracias para los incrédulos y los desesperanzados.
Aquellos que tienen fe y que se dejan inundar por ella se convierten, tarde o temprano, en vehículos de la Gracia divina para otros corazones: la propia fe, revestida por la Gracia, opera milagros.
Hijo, lo que llaman milagros en este mundo no es nada más que la acción de la fe en el corazón humano. Si aquel que necesita un milagro, en algún nivel no prepara la consciencia para recibirlo con fe, ese milagro no se manifiesta; porque los milagros son la manifestación de la Gracia y de la Misericordia divina, y si no hay sintonía ni afinidad en el corazón ni en la consciencia, esas Gracias no descienden.
Las Leyes universales son un gran misterio para la mente humana, que las ignora casi completamente. Solo las comprenden aquellos que viven bajo esas Leyes.
Hoy, hijo te llamo a vivir bajo el principio divino de la fe para que recibas del Dios Altísimo la Gracia que necesitas en estos tiempos, manifestada en un milagro de amor y de transformación, para que cumplas con tu misión mientras haya tiempo.
Dispónete a vivir la fe y pide la Gracia de recibirla.
Que el Padre te inunde con la divina fe, transformando no solo tu pequeña consciencia sino a toda la humanidad que, vacía de fe y de esperanza, no encuentra un sentido para la vida.
Te bendigo hoy y siempre. Tu padre y compañero,
San José Castísimo
Hijos:
Cuando les hablo de la vida universal, muchos miran a su alrededor y ven la distancia abismal que existe entre lo que les digo y lo que viven como humanidad.
La aproximación a la vida universal debe darse primero en la consciencia; porque les digo que, para muchos, será de un día para otro que las barreras de la ilusión caerán por tierra y la Verdad se hará visible a los ojos humanos. Aquellos que siempre la ignoraron temerán y creerán que están locos; aquellos que tenían una mera idea sobre ella, temerán y no ingresarán en los portales que se abrirán frente a sus ojos; y aquellos que la conocen y que la viven, la esperarán y, ansiosos por encontrarla, la reconocerán delante de sus ojos y cruzarán sin miedo los portales que los llevan a una nueva vida.
Crean en lo que les digo, hijos: no es un cuento ni fantasía. Bienaventurados los que se lanzan de corazón a la revelación de los misterios celestiales y que, en humildad, vacían su interior para ser receptáculos de la Verdad universal.
Estén atentos a la guía celestial y traten, con esmero y esperanza, de vivir lo que les decimos. Su padre y amigo,
San José Castísimo
Entren en el Corazón de Dios y encuentren allí la posibilidad de superar obstáculos y límites y vivir aquello que hoy les parece imposible e impensable.
Hijos:
Este es el tiempo, no solo de los milagros, sino también de las verdades. Es el tiempo en que la consciencia humana debe aproximarse a lo que ella realmente es y no estar más presa de las limitaciones que son impuestas por la ignorancia y por la ceguera de este mundo.
En muchos ciclos y muchas eras, la humanidad se aproximó a la Verdad, pero le demostró al Universo que aún no había alcanzado un grado de amor suficiente para poder recordar el pasado, el origen, y con eso, recordar todo aquello que debe ser curado y redimido en lo profundo de cada ser.
Después del ejemplo dado por Mi Hijo Jesús, y después de que Su Espíritu de Amor siguió despertando a cada corazón que se abrió y enseñándole a amar y a perdonar, al menos una parte de la consciencia humana ya está mínimamente lista para encontrar la Verdad.
Para que no se confundan y no cometan los mismos errores del pasado, cuando el Creador intentó revelarles la vida universal, ustedes deben ser humildes de mente, de emociones, de intenciones, de corazón, de alma y de espíritu. Y esa humildad no proviene de un descuido consigo mismo ni de un automartirio.
La humildad de la cual les hablo es el simple acto de reconocer que siempre estuvieron adormecidos en este mundo, y aunque aquello que son, en verdad y en espíritu, parezca ser grande y lleno de poder, sepan que no hay poder mayor que el Poder de Dios y que todo poder que intenta sobreponerse al Poder divino es mera fuerza humana que con un soplo del Altísimo se transforma en polvo, en nada.
Para ingresar en la vida universal, deben primero sentirla, dejarse impregnar por ella como niños que están delante de un nuevo mundo. No quieran saber y no piensen que ya saben. No quieran ser y no piensen que son algo. Solo estén delante de los portales al cosmos, sabiendo que la única cosa necesaria en este momento es la humildad del corazón y la certeza de que, para cruzar esos portales, deben tener dentro de sí mismos la experiencia del amor, del verdadero amor, que trasciende las necesidades personales y que, incluso, trasciende la propia vida.
Coloquen el espíritu ante el cosmos, el universo, el origen, y pidan al Padre la gracia de ser humilde, de aprender y vivenciar el verdadero amor, porque está llegando la hora de retornar y de consagrar este mundo a la Verdad, derribando con el Poder de la Luz divina los falsos reinos construidos sobre la Tierra.
Hijos, esta es la última hora para que construyan en su interior, la fortaleza que cruzará los portales y las dimensiones; que reconocerá el pasado, el origen, los errores cometidos; que aceptará la redención; que pedirá perdón y que entregará al cosmos, en el cristal del corazón, la experiencia de amor como símbolo de adhesión absoluta a la Voluntad divina y como señal visible para el universo de que los mil años de paz comenzaron.
Guarden hoy Mis palabras en el corazón y dejen que ellas los aproximen un poco a la Verdad, porque, aunque sea poco a poco, es hora de recordar.
Su padre y amigo de todas las eras y de todos los ciclos,
San José Castísimo
La Liturgia de la Vida
En el universo, hijos, la vida por sí misma es una liturgia permanente.
La hora de reposar los cuerpos es la hora de meditar en el Propósito divino, de reconfirmar al propio espíritu en su adhesión a los Planes de Dios y al camino evolutivo que Él propone a Sus criaturas.
La hora de despertar es la hora de ofrecer al Padre cada acción, cada movimiento, pensamiento, sentimiento, cada vibración emitida, para que todo sea por la manifestación de Su Voluntad.
Cada trabajo que se realiza, cada contacto que hacen los unos con los otros, todo es para que se establezca la paz y por la evolución de todas las criaturas, nunca solo por la propia evolución.
En el universo, no existe el individualismo: la consciencia de la unidad y de la fraternidad es viva.
Los seres saben, desde el principio de su evolución, que para crecer y llegar al Origen de Todo, deben vivir la unidad con todos. Saben que para llegar al Creador de todas las cosas, es necesario estar unido a todo lo que Él representa y, reconociendo que Su Esencia divina se multiplicó en toda la Vida, los seres conscientes viven la unidad con todos.
En la vida universal, antes de actuar, los seres ofrecen al Padre sus acciones y preguntan a sus esencias, que representan la unidad con Dios, cuál es el mejor paso para dar. La confianza en el Creador está por encima de todas las cosas. La certeza de que Él habita en el propio interior y ahí interactúa con Sus criaturas es lo que fortalece constantemente a Sus hijos, para que no salgan de Su Camino ni de Su Guía.
Les digo eso, hijos, porque la Tierra debe ingresar en el tiempo del Universo y eso comienza con la transformación de cada consciencia. Ustedes deben aproximar sus vidas a los patrones de vida universales y, para eso, es hora de reconocer y de recordar los principios de esa vida.
Hagan, de cada día, una liturgia viva: que todas las horas sean momentos de encontrar a Dios; que todas sus acciones sean motivo para buscarlo, y que las liturgias y momentos de oración, que ya conocen, sean el alimento que nutre las almas y las fortalece; sean oportunidades de interceder por aquellos que están dormidos y por los que no conocen la paz; oportunidades de clamar por los Reinos de la Naturaleza y de aproximarse más conscientemente a la Verdad.
Es hora de despertar para la liturgia de la vida.
Si ustedes viven lo que les digo, en poco tiempo, comprenderán por qué les enseñé estas cosas.
La liturgia de la vida es la puerta al cosmos.
Los amo y los bendigo siempre.
Aquel que vive en la oración permanente a Dios,
San José Castísimo
Encuentros con el Castísimo Corazón de San José
Hay dos cosas en este mundo sin las cuales la existencia humana no tendría sentido: el amor y la unidad.
Hijos:
Muchos creen que todos los días vengo al mundo para decirles las mismas cosas. En verdad, vengo a decirles aquello que nunca aprendieron. Vengo para enseñarles a ser verdaderos hijos de Dios. Vengo para enseñarles a todos a que salgan de la ilusión del mundo y que reconozcan la verdad del Universo. Vengo para que, de una forma simple, humilde y, a veces, hasta práctica, puedan aprender a expresar aquella verdad que está escondida en sus esencias.
La humanidad, hijos Míos, todavía no conoce casi nada sobre sí misma. Ignora su origen, su pasado y, sobre todo, lo que ella misma es; ignora, incluso, lo que es la ilusión que ella genera en el mundo, lo que esa ilusión causa en la vida humana, en la vida de los Reinos, en la consciencia del planeta.
Muchas veces, hijos, la consciencia humana no tiene acceso a la pureza de su propio interior; pero sí accede a aquellos espacios de la consciencia que están plenos de miserias, de energías que necesitan ser purificadas y transformadas por la potencia de la Misericordia Divina. Y muchos se preguntan por qué no pueden encontrar dentro de sí mismos la pureza y por qué siempre tienden a manifestar las miserias, el lodo del mundo interior. Porque vinieron al mundo para transformar ese lodo de la consciencia. Entonces, él necesita estar delante de sus ojos, para que puedan verlo, reconocerlo, y así, transformarlo. Pero los hombres se identificaron con ese lodo, se aferraron a él y nuevamente impregnaron sus consciencias con el ansia del poder, de la envidia, la competición, la falta de amor y de fraternidad.
Para encontrar su esencia deben buscarla. Es mucho más fácil, en estos tiempos, dejarse llevar por las miserias e ilusiones de su consciencia, porque para encontrar la esencia deben traspasar esas capas de ilusión con el esfuerzo, la persistencia y la perseverancia y, a veces, esto les causa dolor.
Para romper sus barreras, deben ser fuertes, valientes de espíritu, aunque mansos de corazón. La valentía del espíritu en nada se asemeja a la valentía que creen conocer. Muchos creen que ser valiente es imponer su personalidad, las propias ideas y energías; pero en verdad, valiente, hijos, es aquel que vive la humildad, aquel que coloca su cabeza en el suelo, que pide perdón, auxilio y misericordia.
Valiente es aquel que, delante de las miserias del prójimo, no juzga, reconoce su imperfección y ama.
Valiente es aquel que, cuando es juzgado, pide perdón al Padre por la falta de amor y de comprensión en la consciencia humana; pero no se siente herido, porque no está libre de juzgar ni tampoco comprende todas las cosas.
Valiente de espíritu es aquel que ama el Plan de Dios por encima de la propia vida y lo ama no solamente en sí mismo, ama la manifestación de ese Plan en cada criatura, en cada esencia; sabe que el Creador necesita de cada corazón, de cada alma.
Sabe que no solo en sí mismo se encuentra la Esencia divina, sino en cada ser, en cada corazón.
Valiente es aquel que entrega la propia espada para vivir el amor; aquel que imita el ejemplo de Cristo, que vive Su Evangelio y que, cuando recibe un golpe en un lado de su cara, ofrece el otro, el otro lado. Y no lo hace por orgullo, no lo hace porque se crea mejor que los demás. Así lo hace porque comprende que, en ese momento, aquel que le da ese golpe está distante de Dios y necesita de un ejemplo de mansedumbre para despertar y salir de la ignorancia en la cual se encuentra; porque la humanidad es impredecible y, a diario, la venda se coloca en los ojos de sus hermanos e, incluso, en los propios ojos. Solo el ejemplo del amor, de la unidad, es lo que retira la ilusión que representa esa venda en los ojos humanos.
Cuando Mi Hijo cargó la Cruz y Yo ya no estaba en este mundo, observaba desde el Reino de los Cielos y oraba por la ignorancia de aquellos que no pudieron comprender Su sacrificio. Pero cuando fue crucificado, aquellos hombres que lo odiaban comprendieron Su Amor, porque, después de todo el martirio, Él pedía perdón a Su Padre, que estaba en los Cielos, por la ignorancia humana.
Ese ejemplo de perdón debe ser revivido todos los días por aquellos que creen en el sacrificio de Cristo, por aquellos que saben que el Creador lo abandonó en la Cruz para que, con toda Su humanidad, Él viviera el Amor y despertara en la consciencia humana el verdadero arquetipo divino, la semejanza con Dios, demostrando así a cada corazón, que Él no era el único Hijo del Creador, Él era el primogénito, el primero, Aquel que sería el ejemplo y la fuente del despertar de todos ustedes.
Hasta hoy, no comprendieron esta verdad y veneran al Hijo de Dios en el Cuerpo de Cristo como si Él fuera el único, eternamente. Esa incapacidad de comprender el Plan de Dios es lo que hace que Nuestro Señor reviva Su Pasión día a día, y la humanidad solo clama por Su Misericordia, mas no comprende que también los que están en la Tierra deben ser la misericordia viva.
No clamen por la Misericordia de Cristo para resolver los problemas de su día a día, para alcanzar un poco de paz. Clamen por Misericordia, por algo más profundo, para que Él transforme la consciencia humana, la retire de la ignorancia y para que puedan vivir el arquetipo divino para la humanidad.
Clamen por la Misericordia de Cristo para que este mundo salga de la ilusión, reconozca la vida universal, comulgue con toda la existencia; comience por el amor a los Reinos, reconociendo que no solo la humanidad debe evolucionar, sino todo lo que es vida debe llegar a Dios.
Clamen por Misericordia para que la humanidad comprenda la evolución universal, las diferentes formas de expresarse del Creador.
Hoy, quiero renovar, hijos, su postura delante de la oración, porque está llegando el tiempo en que un nuevo mundo debe surgir.
Los portales a la nueva vida se abrirán delante de los ojos humanos y, si ustedes no pidieran a Dios la gracia de reconocer la vida superior, temerán ingresar en esos portales y perderán la oportunidad de ingresar en la vida universal y reencontrar la Consciencia de Cristo, que ya no es la Consciencia de Jesús, está más allá de Jesús. Él es el Cristo Cósmico, el Cristo Solar, parte de la Mente, del Corazón de la Creación Divina; parte viva de la Fuente de la cual surgieron todas las cosas.
Para comprender lo que Cristo es hoy, deben comprender lo que son ustedes, porque si ustedes siempre se ven como criaturas materiales y no consiguen retirar la consciencia de su día a día común, ¿cómo comprenderán que, al descender de la Cruz, Cristo resucitó y, al subir a los Cielos, Su Ascensión nunca tuvo fin?
Escuchen Mis palabras y dejen que ellas resuenen en sus consciencias, que las despierten, al menos, para el interés de esta búsqueda espiritual, de esta transformación verdadera, porque el conocimiento ya existe en sus consciencias. Muchos son como bibliotecas vivas, llenos de información, pero carentes de experiencia, de vivencia, de ejemplo, de unidad con Dios y con Su Verdad. Yo les digo esto, hijos, no para humillarlos ni criticarlos. Les digo esto porque el tiempo de este mundo ya se confunde con el tiempo del Universo. Las horas ya no son contadas por los relojes de sus casas.
Aquellos que observan el curso de la vida y los acontecimientos planetarios pueden comprender lo que les digo. Cada vez más, los ignorantes están hundiéndose en el abismo del caos. Cada día ese reinado se expande en la consciencia de los ciegos y de los que no comprenden y no conocen el amor.
Por eso, llegó la hora de que los discípulos de Cristo de todas la eras también profundicen en su misión; también sean completamente impregnados por la unidad con Dios, por la vivencia de Su Amor.
Hoy lo que les digo es con la intención de transformar la consciencia humana, porque ya se cumplirá un año que vengo al mundo todos los días, y muchos se conmueven con Mis palabras; sin embargo, pocos están siendo definitivamente transformados por ellas.
Para que Yo reciba el permiso de Dios de continuar viniendo al mundo y para que Mis Apariciones no terminen, algunos de ustedes deben vivir Mis palabras o, al menos, esforzarse cada día para eso.
El tiempo de los Mensajeros Divinos en el planeta depende de la respuesta del corazón humano, porque si generaran méritos para que una instrucción más profunda descienda a la Tierra, podemos seguir estando con ustedes. Pero si no viven ni tratan de vivir lo que les decimos, si solo sienten paz en los instantes en que estamos con ustedes y en su día a día olvidan estos principios divinos, ¿cómo llegaremos ante Dios y clamaremos a Él para continuar con ustedes?
Hijos, la humanidad necesita de la ayuda y de la Guía divina; por eso, hoy les pido que se esfuercen de corazón para vivir el amor y la unidad entre ustedes y con cada corazón humano. Yo les pido que se esfuercen para orar no solo por ustedes mismos, sino por todo el planeta, cada día más. Sé que están aprendiendo a clamar por la humanidad, por la consciencia de los Reinos, y por eso les agradezco y retorno al mundo. Ahora, profundicen esa oración, ese despertar, y vivan cada instante en ofrenda por la consciencia del planeta en que están.
Con Mi Corazón expuesto delante de sus ojos, les hago el ofrecimiento de que eleven una petición al Padre. Que, por la unión concedida por Dios a Mi Castísimo Corazón, sus ofrendas lleguen a los altares celestiales, para que el Creador los escuche.
Sientan la Presencia de Dios, porque Sus Ojos están puestos sobre la humanidad, sobre los Reinos, sobre el planeta.
Sientan que Su Consciencia llega no solamente a sus hogares, a los Centros Marianos o a las Comunidades-Luz. Sientan, hijos, que a través de su ofrenda la Luz de Dios, Padre de toda la Creación, llega a cada consciencia, a toda la vida.
Y ofreciendo este momento de reparación por todas las guerras y conflictos del mundo, oren Conmigo:
Padre Celestial,
que a todos conduces,
acepta nuestra oferta de entrega a Ti,
guíanos por el camino del amor
para que Tu Voluntad sea hecha.
Amén.
Ahora, ofrezcan al Padre la Sangre de Su Hijo, derramada en las tierras de Oriente. Ofrezcan a Él el Cuerpo de Cristo. Pidan al Creador que este Cuerpo y esta Sangre, que un día divinizaron al planeta y les dieron la oportunidad de vivir la redención, ingresen en este momento en todos los sagrarios de la Tierra.
Que la Presencia Viva de Cristo pueda impregnar, hoy, el corazón de todos aquellos que buscan la paz independientemente de su religión, de su creencia o de su ignorancia; aunque esa búsqueda por la paz sea para sí mismo o para todo el planeta. Pidan al Creador que les conceda, como humanidad, la gracia de vivir la paz y de imitar a Su Hijo.
Que esa Gracia se manifieste en estos elementos, de los cuales comulgarán como consciencia humana y, así, comprenderán un gran misterio, el misterio de la unidad que el Creador concede a las almas, entre sí y con Él.
Oren como oraba Mi Hijo y escuchen Su Voz, que todavía tiene eco entre los valles. Pidan a Dios que este eco en el Oriente del planeta libere a las almas y las eleve al Reino de Dios.
Que estos elementos sinteticen, en el interior de cada uno de los que Me escuchan, todas las palabras que hoy les transmití y, más allá de ellas, todo aquello que, como principio divino, hoy Yo traje al mundo.
Por el Poder que Dios Me concedió, como Su siervo y mediador, Yo los bendigo, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y les agradezco por perseverar y por unirse a Mi Casto Corazón. Sigan en paz y clamen por la paz todos los días de sus vidas.
Hermana Lucía de Jesús: Cuando San José llegó, nos mostró una escena donde Él tenía, aproximadamente, treinta años. Era de noche y caminaba solo en un monte, mirando hacia el Cielo estrellado y conversando con Dios. Pidió, entonces, que anotáramos lo que, en aquel tiempo, Él le decía al Padre en oración y que ahora nos permitía escuchar. Él oraba:
Señor, cúrame
Señor, cúrame, ingresando con la potencia de Tu Amor
en todos mis átomos y moléculas.
Señor, cúrame, quemando con el fuego de Tu Santo Espíritu
cada partícula de mi pequeño ser.
Señor, cúrame y disminuye mi alma a una verdadera nada,
para que yo reconozca Tu Grandeza e infinita Majestad.
Señor, cúrame y muestra Tu Faz a mis ojos impuros,
para que yo te reconozca como el Padre,
la Verdad y el Origen de todas las cosas.
Señor, cúrame y retira de mí lo que se cree separado de Ti.
Demuéstrame, oh Dios de toda la Creación,
que Tú estás en todas las cosas;
estás por detrás de toda ilusión, escondido en la esencia de cada ser.
Señor, cúrame, vénceme y déjame rendido a Tus Pies.
Que todo mi ser reconozca Tu Poder
y se regocije en Ti eternamente.
Dios del Amor, Dios de la Verdad,
Dios de la Pureza, Dios de la Alegría,
Dios de los pobres y de los ricos, Dios de los sanos y de los enfermos,
Dios del Cielo, de la Tierra y de todo el Universo,
Dios del Cosmos, Dios de la Existencia, Dios de la Creación,
cúrame, renuévame y haz que yo Te descubra
tan dentro de mí, como si fuese yo mismo.
Revela, Señor, que Tú eres en todas las cosas,
y todas las cosas son en Ti.
Revélate en unidad con Todo y,
así, cúrame, Señor.
Amén.
La verdadera cura proviene de la rendición del corazón ante Dios, del reconocimiento de Su Grandeza y de nuestra pequeñez ante Él.
La cura, que debe nacer en el espíritu y reflejarse en la materia, no es nada más, hijos, que la desmitificación de la unidad y la vivencia absoluta de ella.
Cuando ustedes comprenden la Presencia de Dios en todas las cosas, no hay enfermedad ni en el cuerpo ni en el espíritu que pueda abatirlos, porque cuando la consciencia vive la unidad con Dios, todas sus células son abarcadas por esa Presencia divina y encuentran el Principio del Padre en sí mismas, disolviendo así todo desequilibrio, toda enfermedad, toda angustia y todo dolor.
Por eso, hoy les enseño a pedir la cura al Señor. No pidan la cura del cuerpo, de la mente ni de las emociones: pidan la cura de la separatividad, de la ignorancia, de la ilusión y, así, hijos, descubrirán que el espíritu sano es aquel que se une al Dios Vivo, que lo encuentra dentro de sí mismo, multiplicado en sus células, animando su cuerpo, impregnando con Su Santidad, tanto la materia como el espíritu.
Oren de corazón, oren como humanidad, porque está muy enferma y si ustedes, como células de ese gran cuerpo humano, reconocen la unidad con Dios, poco a poco irán curando los males que aún impregnan al mundo.
Yo los amo y les dejo Mi bendición y Mi paz, para que se curen y, así, atraigan la cura para todo el planeta.
Su padre y curador,
San José Castísimo
Hijo:
No te olvides de pensar en el planeta más que en ti mismo. Aquel que aspira a conocer todas las ciencias y se olvida de lo más importante de todo, que es el amor al prójimo y al Plan de Dios, no encontrará jamás el camino que lo lleva a Cristo.
Concentra entonces tu atención, todos los días, en la vida de Aquel que vino al mundo para ser tu ejemplo. Reaviva Su Evangelio sin tratar de ser un mesías, sino viviendo la Enseñanza que Él trajo al mundo. Mesías hubo uno solo y siempre habrá solo uno, porque esa es una misión única que terminará de cumplirse en el retorno de Cristo. El estado de Cristo es elque se debe multiplicar. Es en la vivencia de esta Enseñanza que debe estar tu atención. Acuérdate que Jesús alcanzó la cristificación en la Cruz cuando, solo con Su humanidad, fue capaz de perdonar y de amar a los hombres, al planeta y a los Planes de Su Padre más que a la propia vida.
No te pediré, hijo, que mueras en la cruz para aprender a amar, pero sí que mueras todos los días un poco más, porque cada vez que mueres un poco, aprendes sobre el amor verdadero, el Amor Crístico.
Renuncia a toda gloria en la Tierra, a todo reconocimiento, a toda honra, incluso cuando esa honra te sea otorgada por los hombres, por la admiración de verte virtuoso y adherido a los Planes de Dios.
Jesús podría haber descendido de la cruz y convencido a los hombres de Su Poder. Si lo hubiera hecho, tal vez muchos hombres lo hubieran honrado y hubieran creído que Él era verdaderamente el Mesías, pero la Enseñanza de Cristo era también un aprendizaje para Él: desde Su nacimiento hasta la muerte, debería demostrar a la humanidad que no es por la gloria, por el engrandecimiento ni por el uso del poder que se llega a Dios, sino tan solo por la simple humildad y resignación delante del Padre.
Jesús sabía que todos los poderes que tenía pertenecían a Su Padre, y esos poderes le fueron retirados en la Cruz para que Él aprendiera del máximo poder que proviene de no tener y de no ser nada: el Amor y la Misericordia.
Fue así que Cristo renovó la consciencia humana e incluso la vida universal; pues no solamente en la Tierra, sino en todo el universo, se valoraba el poder y el uso de las fuerzas y de las energías.
Toda la Creación vivió un aprendizaje con el ejemplo de Cristo, pues después de haber renunciado a Sí mismo y a Su Vida, hizo renacer Su Cuerpo y recobró la vida de Sus Células, solo con la potencia del amor alcanzado en la Cruz. No hubo ciencia, sustancia, energía ni vibración que, en un laboratorio, hiciera revivir el Cuerpo de Cristo: fue el puro amor, renovado por la renuncia y por la entrega de Jesús, lo que le devolvió la vida.
Aprende así, hijo, a renovar una vez más la condición humana con ese ejemplo vivo de Cristo dentro de ti y delante de ti. Imítalo, venciendo el miedo que humanamente atormenta a tu corazón y ábrete a no ser nada.
Aquel que, en humildad, fue nada y alcanzó todo, tu padre y compañero,
San José Castísimo
Hijo:
Cuando el universo te da Gracias, distribúyelas sobre el mundo por medio de actos misericordiosos, oraciones, silencio, alegría y vivencia de las virtudes.
Cuando el Cielo se abre ante tus ojos, aunque muchas veces la limitación de los ojos humanos no lo vean, contempla con la mirada interior esa insondable Gracia de la Presencia Divina y clama por el planeta, por los ignorantes, por los adormecidos.
Ofrece al Padre una transformación verdadera, un verdadero milagro para Su Creación. Que, al contemplar el mundo, Su Corazón herido encuentre un aliento en tu esfuerzo permanente.
No te pediré, hijo Mío, que no caigas más ni que no peques más, porque este mundo siempre te llevará a caer y, aunque no quieras, una parte de ti siempre peca, porque de alguna forma colabora con la degradación humana.
Lo que te pediré hoy es que, si caes, te levantes; si pecas, que limpies tus manchas con el Perdón y la Misericordia divina, con el arrepentimiento verdadero, el que te ayudará a no cometer siempre los mismos errores.
Tus debilidades son las mismas de muchos de tus hermanos del mundo; por eso, encuentra fuerza para superarlas en el ofrecimiento permanente de hacerlo por los demás, por aquellos que están ciegos de espíritu.
Hoy, hijo, te ofreceré un camino de reparación, camino en el cual tu vida se torna un servicio planetario, en el que todos tus actos, pensamientos y sentimientos son ofrecidos a Dios para reparar algo. Si así lo hicieras, cometerás menos errores y meditarás antes de actuar, porque tu consciencia te recordará que todo lo que haces es para Dios.
Ofrece al Padre tu tentativa diaria de superarte y, si no consigues hacerlo, ofrécele tu intención y persistencia. No desistas nunca, hijo, porque los méritos se encuentran en el corazón y en la consciencia de los que tienen intenciones puras.
Muchas veces, vale más una intención sincera de superar alguna cosa y la eterna tentativa de hacerlo que el acto de aquel que fácilmente se supera cada día. Más vale el pecador que se esfuerza por salir del pecado que el santo que así lo es por naturaleza.
Haz de tu vida una reparación permanente de las Llagas de Dios y que Él encuentre en ti un aliento verdadero.
Te dejo Mi bendición y Mis gracias, para que des pasos fecundos.
Tu padre y compañero,
San José Castísimo
Hijos:
¿Por qué piensan en el pasado?
Olvidar el pasado no es ser indiferente a lo que se vivió ni ignorar todo lo que experimentaron como consciencias. Olvidar el pasado es asimilar en el interior los buenos frutos de las experiencias que los hicieron crecer como seres humanos y, a partir de ahí, dar nuevos pasos, elevando aquello que no estuvo bien en sus vidas.
Cuando ustedes dejan el pasado en el tiempo que le corresponde y no intentan perpetuar una acción ni una experiencia que ya no existe, están dando una oportunidad para trascender ese estado de consciencia que llaman pasado.
Todas las experiencias positivas deben servir de base para que el ser alcance nuevos escalones evolutivos, pero sus ojos no deben estar fijos en los propios pies, sino en lo alto de la gran escalera.
Quedar preso al pasado, hijos, es como estar subiendo una gran escalera que los lleva al Reino de Dios y detener el caminar para fijarse en los detalles de los escalones que pisaron o que siguen pisando. Si, por el contrario, ustedes liberan el pasado y sacan los pies de esos escalones, caminando con pasos firmes, darán lugar a otros, que vendrán detrás de ustedes, para que suban esa escalera.
Muchas veces, hijos, atarse a situaciones y personas del pasado, por querer perpetuar su presencia en una coyuntura que no les corresponde más, es como estar parado en medio de la escalera, queriendo hacer que su presencia allí sea eterna; creyendo que así ayudarán a los demás cuando, en realidad, es caminando y subiendo los escalones como pueden ayudar al prójimo, porque liberarán el camino para que otros puedan subir.
Caminen, hijos, y no miren para atrás. No cuenten cuántos escalones subieron o con qué detalles fueron hechos. No se detengan en la escalera, no se distraigan de la meta que el Creador tiene para ustedes. Den los pasos y dejen que Aquel que sabe todas las cosas encamine a los que no pudieron acompañarlos. Acuérdense que el mayor servicio es evolucionar. Si evolucionan como consciencia, ustedes lo harán como humanidad y, si lo hacen como humanidad, lo harán en nombre de todo el universo y de toda la Creación.
Contemplen un propósito mayor y no se pierdan más en las distracciones de un tiempo que pasó.
Su padre y amigo, el que los impulsa al eterno presente,
San José Castísimo
Hijos:
Para que las Gracias que reciben día a día puedan manifestarse en sus vidas como una transformación verdadera, no pueden permitir que se pierdan y pasen por ustedes como el viento.
Al recibir una Gracia divina, mediten sobre ella, siéntala dentro de sus esencias y, en oración, pidan que ella se expanda y transforme sus seres por completo.
La acción de la Gracia divina es infinita; sin embargo, si la reciben y ni siquiera sienten lo que ella está produciendo dentro de ustedes, ella permanecerá latente e invisible a sus ojos incluso después de esta vida.
Imaginen, hijos, que un día podrán cruzar los portales de este mundo sin haber cumplido con la propia misión y allí percibirán que les fueron entregadas infinitas Gracias, pero que ustedes nunca las buscaron y ni siquiera pensaron en ellas.
Sus vidas, por sí solas, ya son una gran gracia: gracia inestimable es estar en este mundo, en este tiempo, junto a los Mensajeros Divinos, siendo guiados en los mínimos detalles.
Y Gracia mayor e insondable reciben para que esa instrucción se torne vida dentro de cada uno de ustedes y, de esa forma, sean testimonio del poder transformador de la Gracia divina y demuestren al mundo, con su ejemplo personal, el verdadero potencial de los seres humanos, como hijos de Dios.
Busquen, hijos Míos, dentro de ustedes, las Gracias que les entregamos, siéntanlas y háganlas crecer y multiplicarse, sabiendo siempre que el resultado de la expresión perfecta de la obra de la Gracia no es para sí mismos, sino para el Plan divino, para el planeta, para la humanidad. En oración, observen el propio mundo interior y, en silencio, déjense impregnar y transformar por la Gracia.
Al menos envíen al universo una señal de que no son indiferentes a todo lo que reciben y de que aspiran a que el Creador se exprese, con toda Su Grandeza, dentro de cada uno de ustedes.
Yo los amo y les digo todo esto para que no desperdicien las Gracias que recibieron, porque llegará el tiempo en que ni la Gracia ni la Misericordia podrán descender sobre el corazón humano, pues será con los tesoros que ya recibieron que ustedes construirán su fortaleza en los tiempos que vendrán.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Bienaventurados los puros de corazón y valientes de espíritu, los que serán llamados débiles a los ojos del mundo, porque renunciarán a los placeres de los sentidos y a las fuerzas capitales.
Bienaventurados aquellos entre los hombres que no temen perderlo todo, ni a sí mismos, para encontrar a Dios; los que renuncian a los méritos y a las honras de este mundo, porque saben que la mayor riqueza es ser nada y no tener nada, para entonces ser colmado por el Creador.
Bienaventurados los que no tratan de dar forma a las Palabras de Dios con su comprensión humana, sino que rompen las barreras de la propia mente para ingresar en la Sabiduría divina.
Bienaventurados los que verán las ruinas del mundo con ojos de compasión y no de temor; los que saben que el verdadero Reino, eterno e imperecedero, se edifica solo en el espíritu.
Bienaventurados los que escucharán las profecías que vienen de Dios y se prepararán para vivirlas como su mayor verdad; los que no esperan que los acontecimientos se manifiesten para comenzar a creer en las Palabras divinas.
Bienaventurados los que son humildes de corazón y simples de espíritu y pueden percibir la Presencia de Dios cuando Él se aproxima; aquellos que tendrán los ojos limpios para ver y comprender la Verdad en los tiempos que vendrán.
Bienaventurados los que beben de la oración y de la Gracia de Dios y la dan de beber a otros del cáliz de las acciones misericordiosas. Ellos prepararán la llegada del Reino y, a pesar de ser los últimos en entrar, tendrán su lugar a la derecha de Aquel que está a la derecha de Dios y lo adorarán eternamente.
Bienaventurados los que no se saben bienaventurados, pero que buscan la Gracia y la Misericordia Divina perpetuamente.
San José Castísimo
Este es el último tiempo de ilusión planetaria y es por eso, hijos, que las fuerzas del caos y del mal intentan desenfrenadamente crecer y multiplicarse en el mundo. Ellas saben que este es su último tiempo. Así como el Creador conoce Su eternidad, esas fuerzas conocen su fin.
Hijos Míos, este es el tiempo de cerrar los ojos a las influencias del planeta, porque cuanto más se aproxima el fin, más crece la ilusión y más confundidas están las almas, las mentes y los corazones.
Si no se aferran a la vida superior, si no vencen las tendencias del mundo para mantener su fe, mucho les costará seguir un camino espiritual verdadero. Ustedes confundirán el mensaje con el mensajero y, por no ver concretizadas las profecías en el tiempo y en la forma en que esperan, dejarán de creer en todo lo que aprendieron hasta ahora.
Permanecer en el amor es una misión para los valientes de espíritu, aquellos que confían más en Dios que en sí mismos, que están atentos a Sus Mensajes y no tanto a la forma como ellos llegan hasta el propio corazón.
El Apocalipsis ya está en acción, dentro y fuera de muchos seres. América está siendo cuidada por los Mensajeros Divinos; pero también llegará el tiempo, hijos, en que ella deberá vivir su purificación. El nacimiento de una Nueva Raza y de un nuevo principio de vida dependerá de cada corazón que permanezca ahí y de su disposición para perseverar más allá de las pruebas, para reconstruir el mundo, cuando llegue la hora.
Hijos, comprenderán plenamente lo que viven y la instrucción que les entregamos cuando estén despiertos en todos los niveles de consciencia y los velos ya no estén sobre sus ojos. Pero hoy quisiera hacerles comprender que los acontecimientos planetarios no se darán como ustedes esperan. Es tan así, que ya están ocurriendo y muy pocos lo percibieron.
Para que el caos de la Tierra no los confunda, afirmen cada día más la fe y la unidad de unos con otros. La oración que sustenta el corazón es la misma que mantendrá la mente sana.
Permanezcan con lo que les digo y no se olviden. Cuando llegue la hora, estas palabras serán como llaves que abren las puertas del nuevo tiempo.
San José Castísimo
Hijo:
No siempre Dios te hablará al oído y al corazón, porque llegará el momento en el que Su Voz se tornará silencio y vida dentro de ti.
Ya no escucharás del Señor Sus Palabras como las escuchas ahora, y esto señalará el momento de ser uno con el Padre y de que Su Voz no se pronuncie desde afuera hacia dentro de ti, sino desde tu interior hacia el mundo entero.
Cuando el Creador se silencie y solo observe el mundo, será la hora de que las voces de Sus criaturas resuenen. Será el momento de vivir la unidad con Dios, para que del mismo hombre surja la guía para la humanidad.
La última prueba del corazón humano será la soledad absoluta, soledad en la que se encontrará espiritualmente como raza y como consciencia. Será la soledad de la humanidad consigo misma. Y en ese momento, hijo, solo le corresponderá al corazón humano encontrar la salida hacia la vivencia del amor y de la verdad.
Aquellos que construyeron la unidad con el Padre no titubearán ni temerán, porque su pensamiento, su sentimiento y su acción serán uno con el Pensamiento, el Sentimiento y la Acción de Dios. Y los que no conocieron al Creador y jamás lo buscaron vivirán la prueba de confiar en sus hermanos para no perderse.
Los que se consideraban seguros de sí mismos estarán frente a un abismo y desearán volver atrás, sin tener a dónde ir. Los valientes y que confían en Dios, y no en sí mismos, se lanzarán sin temor e ingresarán en los portales que conducen al nuevo tiempo, al tiempo real.
Hijo, entre símbolos y literalidades te hago conocer una parte de la verdad. La única certeza que puedes tener, ante Mis palabras, es que aquel que ahora construye la unidad con el Padre en su espíritu, únicamente se perderá de sí mismo.
Por eso, antes de querer comprender con exactitud lo que te digo, busca la esencia de Mi enseñanza y únete sin demora al Creador para que, cuando sea tu hora de experimentar la soledad, Dios esté contigo, porque Él estará en ti.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Oración para pedir perdón a Dios
Señor, perdónanos, porque,
desde el momento en el que pisamos la Tierra,
somos ignorantes de nuestras acciones.
Señor, perdónanos, porque el tiempo pasó
y nuestros ojos permanecen cerrados,
como también nuestro corazón y nuestro pequeño espíritu.
Señor, perdónanos, porque nuestras manos
trabajan poco para Ti y mucho para nosotros mismos;
poco se extienden hacia el prójimo
y mucho permanecen cerradas.
Señor, perdónanos, porque vinimos a la Tierra
como espíritus en redención
y nada conocíamos del Amor, tampoco sabíamos
que aquí aprenderíamos a amar.
Señor, perdónanos, porque el mundo está agonizando
y aún no pudimos encontrarte
en los Reinos de la Naturaleza ni en nuestros hermanos.
Señor, perdónanos, porque ignoramos la unidad
y nos separamos como consciencias y como Tus criaturas.
Señor, perdónanos, porque aspiramos a no volver a pecar.
Perdónanos así como perdonaba Tu Hijo.
Perdónanos así como perdonaste a nuestros espíritus,
al entregarnos lo mejor que tienes en Tu Creación:
una experiencia de amor y de unidad Contigo.
Señor, perdónanos y limpia nuestras manchas,
cura nuestras heridas y reintégranos a Tu Reino.
Señor, perdónanos y ábrenos las puertas del Cielo.
Reconcilíanos con Tu Corazón
y con todo aquello que Te pertenece.
Enséñanos a amar y a perdonar así como Tú lo haces.
Enséñanos a unir lo que está separado.
Enséñanos a servir a todos en Ti,
sin salir de Ti y encontrándote en todo.
Señor, haz de nuestros corazones, Tu Corazón;
de nuestros brazos, Tus Brazos;
de nuestras piernas, Tus Piernas; de nuestros cuerpos, Tu Cuerpo;
de nuestras mentes, Tu Mente; de nuestras vidas, Tu Vida;
de nuestra evolución, Tu Evolución.
Señor, perdónanos y haznos semejantes a Ti.
Amén.
Hoy solo oraré con cada uno de ustedes y, como corazón humano, pediré a Dios Su Perdón y Su Intercesión por la Tierra.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más