Viernes, 16 de agosto de 2024

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hijos, que sus corazones siempre mantengan el vínculo con Dios y con Su Propósito.

A pesar de todos los desafíos de este tiempo, la mayor prueba de la humanidad no serán las guerras, los conflictos, las humillaciones o los desequilibrios de la naturaleza. La mayor prueba de la humanidad será mantener vivo su vínculo con Dios, más allá de todo lo que suceda a su alrededor y dentro de ustedes mismos.

Por eso, sepan que la prioridad de sus vidas debe ser el diálogo con el Padre, la oración sincera y la unidad con el Creador, porque de allí vendrá la sabiduría, de allí vendrá la fortaleza, de allí vendrán el silencio y la palabra correcta que tanto buscan, de allí vendrá el triunfo cuando todos vean el fracaso, de allí vendrá el paso crístico cuando todos vean humillación y desprestigio, de allí vendrá el amor cuando todos tengan rencor, de allí vendrá el perdón cuando todos vean odio y temor.

Mantengan sus corazones siempre unidos a Dios, encendiendo cada nuevo día el vínculo único que, como humanidad, ustedes tienen la capacidad de vivir. Si tan solo miraran hacia adentro y colocaran sus consciencias en el centro del propio ser para hablar con Dios y escuchar Su respuesta, sabrán, hijos, por donde ir y como atravesar estos tiempos.

Ya saben que están en el Calvario de este mundo y, en el Calvario, podrán confundir sus mentes y sus corazones si no están unidos a Dios. En el Calvario, podrán ver solo sufrimiento, desavenencias, humillaciones, heridas y sacrificios; o podrán mirar y vivir cada situación a partir del centro del propio ser para que, desde allí y en unión con Dios, sean capaces de percibir la oportunidad de renovación, de reconstrucción, de cura, de perdón y de redención donde muchos no la pueden observar.

Sé que, frente a todo lo que vivirán, muchos se olvidarán de Nuestras Palabras; así como los apóstoles, cuando estaban ante el Calvario, se olvidaron de todo lo que Cristo les había dicho. Pero, a aquellos que sí pueden recordar y vivir los impulsos que les entregamos, Yo les pido que se cuiden unos a otros, que se recuerden mutuamente cómo se atraviesa el fin del fin de los tiempos y que recuerden que donde haya desequilibrio, tendrán que equilibrarlo con el amor y la entrega de sus vidas.

Todo les fue dicho y todo les fue entregado, pero no podemos vivir esta prueba por ustedes. A cada uno le cabrá redimir y transformar la condición humana dentro de sí mismo, dar el paso en dirección a la puerta estrecha e ingresar en la escuela que el Creador les ofrece. Mas tienen y siempre tendrán Mi bendición para esto.

Su padre y amigo,

San José Castísimo

 

Después de transmitir el Mensaje Semanal, San José celebró el Sacramento de la Eucaristía:

 

Cuando llegó la hora de que el Señor realizara Su oferta, Su Corazón no estaba pleno de alegría, Su Consciencia humana se angustiaba, pero Su Espíritu misteriosamente encontraba júbilo, plenitud y amor.

Para muchos, el estado humano y el estado espiritual se confunden. A veces, la consciencia humana encuentra angustia en lo mismo que el espíritu encuentra júbilo y plenitud. A veces, la conciencia humana encuentra dolor en lo mismo que el espíritu renueva el Amor de Dios.

Por eso, el Señor, trascendiendo Su condición humana, abrazó lo que sentía Su Espíritu y, a partir de allí, se sentó a la mesa con Sus apóstoles, ofreciéndoles pan y vino, ofreciéndoles Su Cuerpo y Su Sangre como el único Cordero capaz de expiar los pecados del mundo.

Sentado a la mesa con los Suyos, el Señor tomó el pan y, uniéndose profundamente a Su Espíritu, lo elevó y, sintiendo la misma oferta que viviría en la Cruz al ser elevado y crucificado, ofreció Su sí y el Padre lo aceptó, transformando esa oferta en la oferta del trigo que entregaba también el fruto de su existencia para ser transustanciado por Cristo. Fundiendo Espíritu y materia, trascendiendo la condición humana y la condición de los elementos, Cristo se transformó en el pan que partió y se entregó a los Suyos, diciéndoles: "Tomad y comed, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por vosotros".


Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.


Durante toda la Cena, el Señor contemplaba a Sus compañeros y, a través de ellos, cada paso que viviría en el Calvario. Cristo sabía cómo respondería cada uno a lo que Él viviría. Contemplaba sus debilidades, su oferta, pero también contemplaba la fortaleza que surgiría de sus corazones, aun después de haberlo negado. Por eso, el Señor, aun antes de que cometieran cualquier pecado, ya los perdonaba. Sus Ojos de Compasión contemplaban los frutos de la entrega de cada apóstol, y Él solo esperaba que esos mismos apóstoles también pudieran comprender esto.

Ese Amor por Sus compañeros fortaleció el Corazón del Señor para que pudiera tomar el Cáliz y, contemplando cada gota de Sangre que sería derramada de Su Cuerpo, renovara Su oferta. Elevando el Cáliz a lo alto, así como Su Cuerpo sería elevado en la Cruz, vertiendo Sangre y Agua sobre todo el género humano, sobre toda la consciencia planetaria, Cristo renovó Su sí y el Creador lo aceptó, convirtiendo el vino en Su Sangre.

Y, aspirando ardientemente a vivir en cada ser de esta Tierra, aspirando ardientemente a que el código genético que Él vivía y experimentaba en cada célula Suya que era transformada en cada sí que Cristo daba, Él se colocó dentro del vino transformado en Sangre y se lo ofreció a Sus apóstoles, diciéndoles: "Tomad y bebed todos de él, porque esta es Mi Sangre, Sangre de la Nueva y Eterna Alianza, Sangre que será derramada por ustedes para la remisión de todos los pecados. Haced esto en Mi memoria hasta Mi Retorno al mundo".


Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.


Así como en aquella noche, en cada nueva Comunión, Cristo contempla a Sus compañeros. Él ya sabe, hijos, lo que cada uno de ustedes vivirá. Él ya sabe cómo responderán a cada prueba y que a veces lo negarán; pero Él espera que confíen en Su Perdón, que retornen a Su Corazón y que den testimonio de que Él habita dentro de ustedes, mucho más allá de cualquier miseria y condición humana.

Este es el tiempo y la hora, este es el Nuevo Tiempo de los Nuevos Cristos, y cada uno de ustedes que comulga del Cuerpo de Cristo, que bebe de Su Sangre y come de Su Cuerpo, es llamado a ser como Él en el Calvario de estos tiempos.

Tienen Mi bendición para esto.

Anuncien la paz y el triunfo de su Redentor en sus vidas y en toda la humanidad.

Y, para que esta Eucaristía se expanda a toda la consciencia humana, reencienda el vínculo entre los hombres y Dios, entre sus corazones y el Corazón del Creador; reafirmemos, cada uno, la propia oferta, así como Cristo lo hizo en diálogo con Dios, para que Su Voluntad se establezca en sus vidas y en todas las vidas de este mundo.


Oración: Padre Nuestro.


A pesar de no ser dignos, el Señor ya ha pronunciado Sus Palabras. Siéntanse salvos.

Yo los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.