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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hermana Lucía de Jesús:
Estamos ante la Sagrada Familia de Nazaret: Nuestra Señora, la Virgen María; San José y el pequeño Niño Jesús.
Escuchemos las Palabras de Nuestra Señora:
En una noche como esta, hijos Míos, cuando no había esperanza en el mundo, Nuestros Sagrados Corazones caminaban hacia Belén, guiados por los ángeles y por las luces del cielo, sustentados por la Consciencia Divina y por el Santo Espíritu de Dios.
Fue de esa forma que llegamos a la gruta de Belén, con el cuerpo cansado, que humanamente sería imposible soportar, pero que con el sostén de Dios y de Sus ángeles nos fue posible permanecer con fortaleza interior y, a través de ella, sustentar Nuestros Cuerpos.
En una noche como esta, la maldad y la confusión reinaban en el corazón de los hombres, así como reina en el corazón de muchos hombres en este día. Y por el mismo motivo que un día llegamos a Belén, hoy, llegamos aquí, a este simple lugar elegido por Dios para verter Su Cura sobre el mundo.
Vengo hasta aquí, hijos Míos, para decirles que no pierdan la esperanza. Nuestros Corazones oran incesantemente por el mundo, sobre todo por las almas que no le encuentran sentido a la vida. Por eso, que cada uno de ustedes sea como una llama viva que vuelva a encender la luz del mundo, así como el pequeño Niño Jesús lo hizo y, a través de Su oferta de vida, le concedió a la humanidad una nueva oportunidad.
Hoy, la humanidad necesita una nueva oportunidad. Por eso, hijos, ¿quién se ofrecerá para renovar el Amor de Dios y permitir que Cristo renazca en sus corazones?
Hermana Lucía de Jesús:
Escuchemos las Palabras de San José:
Hoy, estamos aquí por las almas peregrinas, por aquellos que tienen fe en Nuestra Sagrada Presencia.
Hoy, estamos aquí por las familias que viven en las guerras, por aquellas que ya no creen en el amor, que ya no creen en Dios; porque en sus corazones reina el dolor y un sufrimiento que jamás podrán comprender.
Hoy, estamos aquí, hijos, para que sigan orando por la paz; para que en sus familias reine la esperanza de superar los desafíos, las diferencias, las purificaciones; para que la unidad vuelva a reinar y para que, mucho más allá de todo lo que puedan vivir dentro de cada uno de ustedes, siempre exista la comprensión, el diálogo y sobre todo el amor.
Hoy, Nuestros Sagrados Corazones le traen una Gracia especial al mundo, un mundo que agoniza y que le clama a Dios para volver a sentir paz.
Así como un día estuvimos en Belén, en cuerpo y alma, clamando por el mundo, abriendo las puertas de este planeta a la llegada del Mesías; de la misma forma, hoy estamos aquí, abriendo en sus corazones un espacio donde pueden sentir la Presencia de Dios, donde Él puede reinar y puede hacerlos superar las adversidades de estos tiempos.
Hermana Lucía de Jesús:
Escuchemos a Nuestra Señora:
Queridos hijos, con el Niño Jesús en Mis Brazos, traigo hacia Mi Corazón a todos los niños del mundo y les pido que hagan lo mismo; que en esta noche no se olviden de los que agonizan, no se olviden de que están aquí para ser soldados de la paz, intercesores con Mi Inmaculado Corazón por todas las almas que sufren.
Muchos no tienen la Gracia de celebrar esta Navidad como hoy ustedes pueden celebrarla, muchos solo se sumergen en la tristeza, en el desamparo y en el desamor, y la oscuridad en la que están sus corazones es tan grande que ni siquiera, hijos Míos, consiguen clamarle a Dios.
Por eso, clamen por las almas, por las almas más perdidas. Y cuando aprendan a orar, cada vez más de corazón, cuando aprendan a ir más allá de ustedes mismos para ofrecer sus vidas por los que sufren; será entonces, hijos Míos, cuando comprenderán el Amor de Cristo, ese Amor que espera reinar en sus corazones como en todos los corazones humanos.
Hermana Lucía de Jesús:
Escuchamos al Pequeño Niño Jesús:
Oro por la paz, oro por la paz que se perdió de los corazones. Oro para que sean perseverantes y para que el Propósito Divino reine en los corazones y en las consciencias de todos los que se comprometieron Conmigo, así como Yo Me comprometí con la humanidad y hoy estoy aquí, ante sus corazones.
Les pido que no dejen de estar ante Mí para que Yo pueda fortalecerlos, para que Yo pueda sustentarlos y para que, a pesar de la cruz del mundo, sus corazones conozcan la fortaleza que Yo conocí. Dispóngase a esto y estén con el corazón pronto, así como Mi Corazón está pronto para retornar al mundo.
Hoy, la Sagrada Familia los bendice, así como bendice al planeta, que hoy tengo en Mis Manos. Les pido que estén en vigilia por las almas que se pierden en esta noche, por no comprender el sentido espiritual del Nacimiento del Señor.
Hermana Lucía de Jesús:
Escuchamos a Nuestra Señora:
Hijos Míos, Nuestros Sagrados Corazones retornarán a los Pies de Dios, adonde estábamos hasta este momento, en vigilia y en oración por toda la humanidad. Únanse a Nosotros para que la unidad entre sus corazones y el Corazón de Dios no se pierda.
Hoy, les dejamos Nuestras bendiciones y Nuestra Gracia.
Les agradezco por estar aquí, por responder a Mi llamado y por perseverar en la oración.
Reciban la Gracia de la Sagrada Familia, permitan que ella impregne a sus familias y ofrézcanla por todas las familias del mundo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en paz y oren por la paz.
Les agradezco.
Hermana Lucía de Jesús:
Bien, hermanos, hoy antes de finalizar nuestro trabajo, vamos a hacer un pequeño relato a pedido de Nuestra Señora. La verdad es que no esperaba ese movimiento.
Cuando estábamos orando, durante el tercer misterio, comencé a tener una visión de diferentes lugares del planeta. La mayoría de ellos eran lugares que hoy están en guerra y, mientras estábamos orando, percibía que Nuestra Señora, con San José y el Niño Jesús caminaban por esos lugares.
Ellos estaban descalzos, con ropas muy simples, antiguas, así como la Sagrada Familia de Nazaret acostumbraba a vestir, como los judíos de dos mil años atrás.
Entonces, fuimos ofreciendo nuestras oraciones por esa tarea espiritual que Ellos estaban realizando, pero realmente no pensé que Ellos vendrían hasta aquí, porque en todas las Apariciones suceden muchas cosas durante las oraciones, que a veces percibimos y a veces no, pero que solo las comentamos cuando la Jerarquía Divina nos pide que lo hagamos. Entonces, realmente pensé que era una tarea espiritual que sucedería durante el trabajo de oración.
A medida que fuimos avanzando con las oraciones del Ave María, la Sagrada Familia iba pasando por diferentes lugares, cambiando de un espacio del planeta hacia otro, era como si Ellos fueran cruzando portales y dimensiones a lo largo del camino. En algunos de estos lugares era de noche, en otros era de día.
Mientras Ellos caminaban, los ángeles iban rescatando a las almas a través de portales de Luz que se abrían sobre la Sagrada Familia. Algunos lugares por donde Ellos pasaban no estaban en guerra, parecían ciudades normales. Ellos pasaban por adentro de las casas de las personas, pasaban por las calles, iban tocando a las almas que realmente no estaban celebrando la Navidad como el Nacimiento de Jesús, y lo que comprendíamos era como si Ellos colocaran dentro de esas almas un código de despertar.
Seguimos acompañando esas visiones durante la oración, y cuando estábamos en las últimas oraciones del cuarto misterio, un portal de Luz comenzó a abrirse sobre nosotros. Primero tenía una forma oval y, a través de él, percibimos diferentes dimensiones.
Primero comenzaron a aparecer varios ángeles, y uno de ellos vino a nuestro encuentro y nos preguntó si estábamos dispuestos a recibir a la Sagrada Familia. En ese momento, dijimos que sí y quedamos esperándola.
Cuando los hermanos comenzaron a cantar el Ave María, ese portal se amplió cada vez más, como si acontecieran diferentes explosiones de Luz, que encendían toda la carpa. Con los ojos cerrados, daba la sensación de que había un cortocircuito en la Luz, encendiendo y apagando rayos, hasta el momento en el que los ángeles nos pidieron que nos arrodilláramos. En ese momento, a partir de ese portal, apareció una estrella de seis puntas en tres dimensiones, que comenzó pequeña y terminó grande, como si nos abrazara a todos dentro de ella. Eso sucedió semejante a una explosión.
La estrella venía con un punto de Luz e de repente creció y nos abrazó, pero fue en un segundo. Cuando ella crecía, nos colocaba a todos adentro de una realidad espiritual, donde una energía de Gracia comenzaba a trabajar con nuestras consciencias.
Luego de esa explosión de Luz, la Sagrada Familia empezó a llegar hasta aquí. Primero, Ellos se acercaban como esferas de Luz, después como siluetas de Luz, hasta que iban apareciendo cada vez con más detalles, como la Sagrada Familia de Nazaret.
San José y Nuestra Señora estaban tomados de las Manos, y nuestra Madre Divina sostenía a Jesús, que parecía tener de 3 a 4 años.
Cuando Ellos comenzaron a hablar, la primera cosa que nuestra Madre Divina nos dijo fue que les dijéramos a todos que estábamos ante la Presencia de la Sagrada Familia. Mientras cada uno de Ellos iba hablando con nosotros, yo percibía que situaciones internas de diferentes familias del mundo comenzaban a recibir cura.
Al mismo tiempo que Ellos hablaban, no sé explicarlo muy bien, pero era como si salieran de adentro de las consciencias diferentes energías que estimulaban los conflictos, los desacuerdos; energías que muchas veces nosotros estamos purificando y que, en nuestra relación diaria como familia, nos impiden comprender al otro o vuelven difícil la convivencia. Era así como yo lo comprendía.
Entonces, esas energías comenzaban a salir y nuestras almas recibían la Gracia de una comprensión mayor. Como nos mostraba Nuestra Señora, esa Gracia venía para que pudiéramos fomentar el diálogo, para que pudiéramos comprender mejor al prójimo y para que, en nuestras relaciones familiares, pudiéramos ver al otro como realmente es y no como aparenta ser o como él está en ese momento de tantas purificaciones.
Y eso sucedía con nosotros aquí, pero también con diferentes familias del mundo que escuchaban a Nuestra Señora y con familias que no estaban acompañando esta transmisión, pero que internamente se unían a la Sagrada Familia en este momento.
Es algo un poco difícil de explicar, porque eran imágenes y comprensiones internas que la Jerarquía Divina nos entregaba a medida que iba conversando con nosotros.
Por último, a través de ese portal de la Sagrada Familia, descendía sobre nosotros una energía en forma de Paloma de Luz que representaba una Gracia, que cada uno de nosotros va a descubrir a medida que comience a vivirla, una Gracia que la Sagrada Familia nos traía en esta noche de Navidad.
Después que Ellos terminaron de hablar, nuestra Madre Divina, San José y el Niño Jesús nos dijeron que Ellos serían breves, porque Ellos estaban en oración a los Pies de Dios, intercediendo por diferentes situaciones del planeta.
Madre María Shimani de Montserrat:
No es mi tarea en esta vida transmitir las cosas que vemos, pero para confirmar un poco la experiencia de la Hermana Lucía, hoy, la Madre Divina me solicitó que hiciera una explicación breve de lo que yo había visto.
Cuando nos sentamos aquí, para comenzar la tarea, yo miré a la Hermana Lucía y le dije: “Tenemos que estar atentos”; porque en un momento tan importante como este, la Navidad, la Jerarquía siempre trae paz y algo especial para las almas, más allá de todo lo que sucede aquí en la superficie.
Por eso, estuvimos bien atentos durante toda la oración y los cánticos. Y cuando Piedad comenzó a cantar, creo que ya en el segundo párrafo del “Ave María”, ella colocó la voz de una forma que atravesó la carpa y se unió a una Luz que venía del fondo de la carpa. Una gran explosión de Luz invadió toda la carpa y la energía de Aurora, o sea toda Aurora, se encendió en Luz; es como si toda la energía, toda la consciencia de Aurora, se abriera como grandes portales y algo muy fuerte sucedió en el mundo interno de todos nosotros. En ese momento, sentimos la Voz de Nuestra Señora que dijo: “Prepárense, que estamos llegando”.
Entonces, cuando la Hermana Lucía tomó el almohadón, comenzamos a sentir muchas cosas. Mientras los Mensajeros hablaban, muchas escenas de la guerra comenzaron a aparecer, entre ellas, apareció la imagen de un niño que tendría 10 años, por su fisonomía me pareció que era árabe; él lloraba a los gritos desesperadamente y nosotros comprendimos que el dolor que sentía esa criatura representaba al dolor de todos los niños de la guerra.
Y, María me explicaba que solo el regazo de una madre, un abrazo materno fuerte, lo podría calmar; y que todos deberíamos abrazar a los niños de la guerra y llevarlos a nuestro interior, a nuestro corazón, para poder calmar el dolor que le queda a la niñez de esta humanidad.
Yo entendí que ese consuelo, ese amor que solo la maternidad y la paternidad pueden dar era lo que Ellos nos invitaban a ofrecer.
Porque en realidad, aquí entre nosotros, en esta celebración que estamos viviendo, en esta paz, no estamos realmente comprendiendo lo que está pasando, y a veces no es por mala voluntad de parte nuestra, sino que ese es un dolor que todavía no conocemos.
Entonces, esforcémonos en nuestras oraciones y en el consuelo que este amor humano, que nosotros sentimos, puede darles a todos los niños de la guerra.
Nos volveremos a encontrar el 31 de diciembre. Estaremos todos juntos para despedir este año, con la intención de que las cosas que suceden en el mundo se alivien, se calmen, que los hombres y mujeres de este mundo reflexionen, que todos reflexionemos sobre lo que estamos viviendo y podamos colaborar para que este mundo pueda recibir a Nuestro Señor con alegría y gratitud.
¡Muchas gracias a todos!
Esperamos que todos tengan una noche de paz y nos encontramos en el Corazón de Dios.
En los desiertos más áridos o en los abismos más profundos, el Amor de Dios siempre te encontrará, hijo. Cuando puedas ir más allá de la aridez interior, de los sufrimientos y angustias, de las dudas y aflicciones, y ores a tu Padre que está en los Cielos, Él siempre te escuchará.
Y como un cielo estrellado en el desierto o como una luz potente en el abismo, Su Amor se revelará a tu corazón y te hará sentir que ni los desiertos ni los abismos limitan la Presencia de Dios en la vida de Sus Criaturas; porque la unión con el Creador se da de adentro hacia afuera, es algo que vives en tu interior.
Y no importan las circunstancias de la vida, dónde y cómo estás. Si tu corazón está dispuesto a ir más allá, allí estará el Creador, guiando tus pasos y sustentando tu espíritu.
Por eso, no temas y no sufras por los tiempos de caos y de conflictos en el planeta y en las criaturas. Concentra tu consciencia en la potencia de la Luz y, ante los gritos del engañador, que tu silencio abra las puertas hacia una realidad superior.
De muchas formas, el enemigo gritará y buscará confundir a las consciencias. Su expresión es la apariencia y su engaño yace en la superficialidad.
Por eso, la batalla que debes trabar es en silencio, colocando tu corazón constantemente en Dios y no dejando que el foco de tus ojos esté en las apariencias, sino que el foco de tu corazón esté en la Verdad, y que los gritos del enemigo resuenen sin fuerza en tus oídos, porque no encontrarán espacio en tu corazón.
Que tu meta sea el Amor, por más que en el mundo solo veas rencor, guerras y caos.
Que tu meta sea la Luz, por más que en el mundo veas confusión y oscuridad.
Que tu corazón permanezca en la certeza que lo fortalece, que es el Propósito Divino, que está más allá de todo lo que es confuso y aparente. Es de esa forma, hijo, que a pesar de todo lo que acontezca en el planeta, encontrarás la paz y transmitirás paz al mundo.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Entra, hijo, en Mi Casto Corazón, allí donde hay esperanza, donde reina la paz.
Entra, hijo, en Mi Casto Corazón, que hoy está abierto para ti.
Deja que tu alma permanezca en Mis brazos, así como el pequeño Niño Jesús se permitió estar en Mis brazos, así como Dios experimentó la fragilidad humana y se entregó en los brazos de un simple Corazón.
Ven tú también, hijo, permite que Yo te tenga en Mis brazos, que te asegure firme, que te coloque contra Mi pecho, para que sientas Mi Amor, el Amor que tengo por ti y por cada corazón humano, el mismo Amor que emanó de Mi Corazón cuando el pequeño Jesús estaba en Mis brazos.
Ven, hijo, entra en Mi Casto Corazón para que Yo te pueda calmar, para que Yo te pueda mostrar el próximo paso a seguir.
Entra en Mi Corazón, porque aquí existe Luz, aun cuando el mundo está oscuro; aquí existe agua fresca en los desiertos profundos de la consciencia.
Ven y entra en Mi Corazón y, aunque tus lágrimas corran en Mi pecho, Yo te abrazaré, te consolaré y te permitiré llorar para que permitas que salga de tu interior toda angustia, todo dolor, todo desespero, toda desesperanza.
En Mi Corazón encontrarás la respuesta, porque así como tú, hijo, Yo experimenté las amarguras del mundo y, aunque que este tiempo sea diferente de todos los demás, aun así Yo conozco la angustia de la condición humana. Por eso, entra en Mi Corazón y encuentra allí la fortaleza.
¿Quién, más que Yo, conoce la imperfección humana, un Corazón simple, lleno de tantas miserias, al que le fue confiada la paternidad divina?
Yo sé, hijos, la angustia de llevar adelante grandes misiones en un mundo que agoniza, en una humanidad que nada en un mar de miserias y que parece nunca encontrar la luz; en una humanidad que camina muchas veces en la oscuridad, buscando solo encontrar la Luz de las Divinas Promesas que, ciclo tras ciclo desde Adán y Eva, aún buscan cumplirse.
Por eso, entra en Mi Corazón y permite que Yo sea para ti una puerta, una puerta hacia un nuevo ciclo, una puerta hacia la comprensión mayor.
Entra en Mi Corazón para que Yo te conduzca a lo profundo del océano de la consciencia, para que Yo te retire del mar agitado y te conduzca hacia adonde existe paz. Hay una vida sublime que aún debes descubrir, pero mientras las olas te golpean, mientras los vientos te agitan, es difícil encontrar esa vida.
Por eso, ven y entra en Mi Corazón, Yo te llevaré adonde no consigues llegar, Yo te llevaré a Belén, así como Me lo pediste en oración. Deja, hijo, que Yo te muestre ese espacio sagrado en tu interior, porque Dios aún habita en ti y aún espera poder expresarse.
Entra en Mi Casto Corazón. ¿Puedes escuchar los latidos? ¿Puedes sentir el pulsar de Mi interior?
Este es el sonido de Mi Amor por ti, que es el Amor que Dios Me enseñó a tener, a expresar y a vivir por toda la humanidad y por toda la vida. Ese Amor, que proviene de Dios, se refleja en Mi Casto Corazón y, como un manto, hoy te abraza para que vuelvas a sentir la paz.
Sé que buscas el sentido de la vida, sé que buscas el sentido de tantas batallas. Existe una respuesta que habita en el Corazón de Dios y que solo el Creador conoce, pero que la humanidad también puede conocer cuando ingresa en el Corazón del Padre Celestial y allí descubre Sus Misterios.
Por eso, siempre te hablo de la importancia del diálogo con Dios, de la importancia de que tengas el tiempo y la hora para retirarte de la condición humana, sumergirte en el Corazón del Creador y allí, hablarle a tu Padre, escuchar Sus Palabras y comprender Sus Misterios.
Aunque no comprendas conceptos, aunque Él no te hable con ideas; el Creador te habla, hijo, con fortaleza, con esperanza, con paz. Y esos estados de consciencia, que eres capaz de sentir al conversar con Dios, son las respuestas de Su Corazón. No busques que Dios te hable con palabras, no pienses que Él te abandonó cuando no te entrega respuestas humanas; porque el lenguaje profundo del Creador son principios divinos, principios que surgen de Su Sagrado Corazón y que manifiestan las energías primordiales a través de las cuales la vida es capaz de existir.
Por eso, la forma correcta de entrar en diálogo con Dios muchas veces es a través del silencio. Después de conversar con tu Creador, tómate el tiempo para escucharlo y deja que Él le exprese a tu corazón esos principios divinos que fortalecerán la vida dentro de ti y que te harán sentir la Gracia de vivir como expresión y manifestación de la Consciencia Divina.
Allí, podrás descubrir el amor a la vida; allí, podrás encontrar el sentido de existir; allí, podrás saber por qué y para qué Dios te creo, por qué y para qué atraviesas tantas batallas, por qué no existe solo un océano tranquilo, por qué existen olas y vientos, temporales y truenos que agitan la existencia.
Debes encontrar esa respuesta dentro de ti mismo, hijo.
Por eso, ven, Mis Brazos están abiertos para ti, no precisas hacer nada más allá de estar en Mí, para que Mi Corazón se refleje en el tuyo, para que Mi Amor viva en ti, para que no haya distancias o diferencias entre Mi Corazón y el tuyo.
Eso que hoy Yo te hago vivir es un gran misterio divino, que Yo experimenté un día en la Tierra cuando caminaba en Mi mayor miseria por el desierto del mundo.
Cuando María Santísima Me dijo que sería la Madre del Mesías, esperado por todas las naciones, Mi Corazón no lo podía creer, no por no creer en nuestra Madre Divina. No podía creer que Dios verdaderamente habitaría entre hombres imperfectos, no conseguía comprender como Dios viviría entre tanta miseria humana.
¿Cómo Él vendría como un bebé?
¿Cómo Él salvaría a la humanidad siendo un frágil niño, susceptible al cuidado de los seres humanos?
¿Cómo Él nacería en Mi familia?
Todo eso, hijo, despertó en Mí una gran aflicción, hizo crecer Mis miserias y la oscuridad a Mi alrededor. Me vi ante un desierto sin una gota de agua, no había esperanza en Mi Corazón. La fe se había apagado, no encontraba respuestas, no encontraba alivio, hasta que Dios hizo Conmigo lo que hoy hago contigo: Él abrió los Cielos y se presentó ante Mi Corazón, Él abrió los Brazos y Me llamó para que Yo estuviera en Él y, a través de Él, pudiera comprender Sus Misterios. Y así fue que, como un niño, Me permití estar en los Brazos del Creador, Me permití estar en los Brazos de Mi Padre Celestial y, adentro de Él, encontrar la paz.
Por eso hoy, Dios Me envía, en un tiempo de tantas confusiones, en un tiempo de tantas incomprensiones, para que abra los Cielos, abra Mis brazos, les muestre Mi Casto Corazón y los invite a ingresar en Mí. Aquí estoy, hijo.
Deja que lo imposible se torne posible. Deja que una verdad superior inunde tu consciencia. Deja que un Amor mayor impregne tu ser, te fortalezca y te devuelva la paz.
Este es un tiempo de grandes miserias, pero también de grandes Misericordias. No encontrarás nada ni a nadie perfecto, pero en Mi Corazón y en el Corazón de Dios, al que te quiero conducir, encontrarás paz, encontrarás compasión, encontrarás esperanza y podrás amar cuando parezca imposible.
Hoy, están en un suelo sagrado, donde el Corazón de Dios pulsa y expresa la cura; están en un suelo sagrado, donde el Corazón de Dios libera y transmuta a la humanidad, y eso comienza con cada uno de ustedes.
Por eso, dejen que Aurora haga su trabajo. Dejen que Aurora los transforme, que les muestre sus miserias; pero no permanezcan allí, porque del tamaño de su miseria es la Misericordia de Dios, del tamaño de sus heridas es la cura que pueden recibir, del tamaño de su abismo interior es el poder de la liberación de Aurora.
La condición humana no existe para permanecer como está, ella existe para ser transformada. El océano agitado existe para lavar la consciencia y hacerla sumergirse en sus profundidades.
Para vivir lo que les digo es necesario solo permitirlo, porque no vengo a su encuentro solo con palabras, vengo también con la Gracia que Dios Me pide que le entregue a la humanidad, a todo y a cualquier ser que pueda escucharme y abrir su corazón para recibir lo que le traigo.
Por un pedido del Creador, estaré un año más con ustedes, porque la humanidad aún necesita ser sustentada por los Tres Sagrados Corazones, la humanidad aún necesita ser guiada para que no se pierda en la confusión de estos tiempos.
Por eso, Dios Me pidió que permanezca con ustedes, trayéndoles impulsos semanales para sustentar a sus consciencias y no permitir que la humanidad se pierda. Esto representa una Gracia, pero también les habla sobre la urgencia de estos tiempos, algo que no estaba previsto, pero que es profundamente necesario, algo por lo que deberán orar para que los méritos sigan siendo generados, para que la humanidad sea digna de recibir Misericordia.
Para que esos méritos sean una realidad es que los llamamos a la consagración de sus vidas; porque la consagración, hijos, genera méritos desconocidos en el Cielo, equilibra los desequilibrios humanos y permite que, a pesar de todas las miserias, de toda la oscuridad del mundo, a pesar de todos los que desisten de su compromiso con Cristo, las almas puedan seguir equilibrando cada paso que la humanidad da hacia atrás, cada paso que los distancia de Dios.
La consagración permite que las almas se aproximen al Creador; por eso, deben vivirla con consciencia, haciendo esto por todos los seres, por toda la humanidad y, más que vivir ese momento, deben renovar su consagración todos los días; así, seguirán generando méritos para que podamos estar aquí y para que la humanidad viva el Propósito Divino.
Por eso, vengan hasta aquí los que aspiran a consagrarse como Hijos y Amigos de San José.
Hermana Lucía de Jesús:
Traigan incienso y agua bendita.
Que estos elementos sean bendecidos por la Gracia de Mi Presencia.
Que la pureza de Mi Corazón se exprese en esta agua.
Que la liberación de Mi Espíritu se exprese en este incienso.
Que Dios toque a sus almas a través de estos elementos, los libere, los perdone, para que comiencen un nuevo ciclo, en el que la Misericordia Divina hable más alto que sus miserias, en el que la fortaleza sea una realidad para que puedan superar cada obstáculo que la vida les traiga, y que sus corazones siempre recuerden que en Dios encontraran la paz, a pesar de cualquier cosa que suceda en este mundo.
Reciban Mi bendición, Mi Gracia, Mi Espíritu Paternal y el Espíritu de la Consagración, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Benditos sean los que se consagran como Hijos y Amigos de San José. A través de ellos, los Reinos de la Naturaleza encontrarán la paz, encontrarán alivio y esperanza.
Benditos sean los que se consagran como Hijos y Amigos de San José, pues la Sagrada Familia reinará en sus corazones, así como en sus hogares, trayéndoles la Gracia de encontrar a Dios en el corazón del prójimo.
Benditos sean los Hijos y Amigos de San José, pues serán intercesores ante las almas que más lo necesitan. El Creador escuchará sus oraciones y derramará Misericordia sobre los olvidados.
Que la Gracia de Dios esté sobre sus vidas, que puedan expresar esta Gracia en cada una de sus acciones y que, por sus acciones, sean conocidos como Hijos y Amigos de San José.
Yo les agradezco por estar aquí, por consagrar sus vidas y por vivir en los Sagrados Corazones; porque cuando los llamo a estar en Mí, los llamo a estar en Dios y allí encontrar al Inmaculado Corazón de María y al Sagrado Corazón de Jesús.
En Nosotros nada está separado. Caminamos en unidad para que aprendan a caminar en unidad a través de Nosotros. Por eso, estamos aquí y conducimos sus pasos.
Yo les agradezco y nuevamente los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hermana Lucía de Jesús:
Vamos a cantar “Padre de las Almas”, el Himno de los Hijos y Amigos de San José.
Que la paz se establezca en los corazones que le claman a Dios para conocer Su Propósito y Su Voluntad.
Que la paz se establezca en los corazones de los que sufren las consecuencias de un tiempo de caos, de guerras y de conflictos.
Que la paz se establezca en los corazones de los que le temen al fin de los tiempos, a la definición superior que se debe establecer en el planeta.
Que la paz sea una realidad, hijos, en los corazones de todos los servidores de Cristo, a pesar de lo que suceda a su alrededor, porque deben mantenerse siempre dentro del Corazón del Redentor y, a través de Él, ser Sus instrumentos y pacificar el mundo y la vida.
Disipen la angustia a través del contacto con el Creador.
Disipen las dudas con un diálogo sincero con Dios.
Disipen los miedos mirándose a sí mismos con transparencia, porque la verdad, hijos, solo se muestra a aquellos que se permiten verse a sí mismos con transparencia.
No tengan temor a perderse de sí mismos, no tengan temor a perder el control de la vida; porque bienaventurados serán los humildes y los que se humillan, primero ante la propia consciencia, encontrando la libertad que es verse a sí mismos con transparencia y ser capaces de trabajar conscientemente en la propia transformación.
Buscando la luz de la tranformación, no cierren los ojos para ver lo que está dentro de ustedes; porque, cuando abran los ojos a lo que debe ser transformado en el propio interior, será entonces, hijos, cuando el mundo también abrirá los ojos para transformar lo esencial de la condición humana.
Aquellos que escuchan las Palabras que provienen del Cielo, de lo íntimo del Corazón de Dios, a través de Sus Mensajeros, deben ser los primeros en dirigir los ojos hacia el propio corazón y decir:
"Muéstrame, Señor, lo que necesito ver;
permíteme encontrar lo que me aleja de Ti,
para que mi consciencia disipe las interferencias
y abrace con simplicidad la Gracia
y la libertad de la transformación".
Si los servidores de Cristo profundizan en su transformación, abrirán las puertas para que la humanidad pueda recibir en su interior los impulsos que la conducen a un nuevo ciclo, en el que será capaz de ir más allá del caos, del terror y de los conflictos para encontrar la libertad que existe dentro de sí misma.
Hijos, ¿perciben que ha llegado el tiempo de sumergirse en lo que es verdadero?
¿Perciben que, sin sumergirse en las aguas profundas del océano de la consciencia, serán llevados por las olas que agitan la superficie de la vida humana?
¿Perciben que, sin sumergirse y perder el miedo a lo que encontrarán en el océano desconocido de sí mismos, jamás descubrirán la verdadera vida que habita dentro de sí?
Imagínense un mar revuelto y lleno de grandes olas, azotado por fuertes vientos que agitan las aguas en todas las direcciones; así es como se encuentra hoy la consciencia humana, confusa entre todos los vientos que soplan y la impulsan en todas las direcciones, sin saber hacia donde seguir, sin conseguir direccionar la propia energía y el movimiento de su vida.
Sin embargo, en lo profundo del océano existe paz. En lo profundo de la consciencia existe una vida desconocida y, sin embargo, cuanto más profundo y más oscuro, hijos, mayores Gracias les serán reveladas.
Los vientos de la vida superficial los distraen y los confunden, y la oscuridad aparente del propio interior los lleva a temer sumergirse en sí mismos; pero todo eso es parte de la ilusión de estos tiempos.
Por eso, no dejaré nunca de decirles que la llave para sustentarse en este tiempo es mirarse con sinceridad a sí mismos, sumergirse en el propio interior y encontrar la libertad de ser imperfecto, sincero y dispuesto a la transformación, y dejarse corregir, permitirse caer y levantarse, y siempre ir más profundamente, adonde habita la paz y la unidad con Dios.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Escucha, hijo, el clamor de la Tierra, es el mismo que el clamor de tu corazón; todas las almas hoy anhelan paz. Por eso, en tus oraciones, sumérgete con tus intenciones en las necesidades del mundo, pero también vuelve tu mirada hacia tu propio interior y percibe que nada está separado.
La agonía del mundo resuena en tu corazón, muchas veces silenciada por las necesidades de la vida que te llevan a estar constantemente orientado hacia afuera, hacia lo que es superficial, a pesar de ser necesario.
Por eso, tómate el tiempo para parar, silenciarte y mirar hacia adentro. Tómate el tiempo para estar en diálogo con Dios y permitir que Él te muestre lo que aún no puedes ver. Tu Creador es un Dios de paciencia, un Dios de procesos, cuya Ciencia del Amor está ligada al tiempo y a los pasos de Sus Criaturas.
Observa la vida, ¿pudiste percibir que nada en la Tierra nace preparado? Todo vive su proceso, todo madura con el tiempo. Hasta aun el aire invisible que respiras es fruto de un proceso de combinaciones, energías y movimientos. Dios es un Dios de tiempo y de paciencia.
Te digo esto para que recuerdes que todo tiene su tiempo para madurar, transformarse y estar pronto; pero solo el Creador te puede decir, cuando Él ya terminó. Tu función es vivir el don de la vida y, en este proceso de estar vivo, nunca perder el diálogo con Dios.
Los árboles se vuelven hacia el Sol para crecer, le muestran al día sus hojas y sus frutos, están siempre en diálogo con las estaciones y con el tiempo. Así es su conversación con Dios.
Los animales también entran en diálogo con Dios a través de la vida, de los momentos del día, de las estaciones del año. Se recogen y se expresan según la expresión del Todo, caminan en unidad, y ese es su diálogo con Dios.
Pero el diálogo de los seres humanos con Dios, hijo, es un diálogo interior, en el que el silencio comprende más que las palabras, y la introspección permite que los ojos vean lo que no se muestra. Es adentro del corazón donde Dios les habla a Sus hijos predilectos. Es allí donde la esencia se ve indivisible y la unidad, que es espiritual, vence las leyes de la materia y se expresa en los seres.
Por eso, de cuando en cuando, entra en el cuarto de tu interior, silénciate y observa tu corazón. Deja que el Creador te muestre cuál es el paso que debes dar en esta estación de la vida, para que lo que Él está construyendo, dentro de ti, se realice.
No tengas prisa, no quieras hacer en lugar de Él, pero sé siempre dependiente de Sus instrucciones y directrices, de Su Propósito y de Su Amor. Así, permitirás que Él realice Su Obra en ti.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Que se enciendan los Espejos de súplica y de clamor, que demuestran al Corazón de Dios que las almas aceptan recibir Misericordia y alcanzar la redención.
Que se enciendan los Espejos de súplica y de clamor, uniendo en una sola red a las almas suplicantes y a aquellas que reflejan hacia la vida los atributos celestiales.
Ha llegado el tiempo, hijos, de vivir cada uno de los Linajes Universales en cada instante de la vida, para despertar así el sentido de la existencia de los seres sobre la Tierra.
Para equilibrar lo que hoy acontece en el mundo y encender una luz en medio de las tinieblas, de la batalla del caos y el mal, los seres despiertos y conscientes necesitan vivir con responsabilidad la unión de los Linajes en sus corazones y así atraer, del Corazón de Dios, los arquetipos de la vida evolutiva que se expresan en ella, para que se torne una realidad a través de cada uno de ustedes.
Los Linajes serán la llave para el equilibrio del planeta cuando sean vividos con sinceridad y transparencia, transformando la actuación del ego humano por la vibración de la vida espiritual. Los Linajes serán la llave para la elevación de la consciencia, para que no permitan que sus almas sucumban a las distracciones y a los estímulos del mundo.
A través de la experiencia de los Linajes, sus vidas serán constantemente recordadas del por qué y para qué están en la Tierra en este tiempo.
Están aquí, hijos, para ser Guardianes del Propósito Divino, para ser Contemplativos y Suplicantes que interceden por las almas, para ser Sacerdotes que mantienen la unión del Cielo con la Tierra, para ser Espejos de los arquetipos divinos, para ser Curadores de todas las heridas que la consciencia humana experimenta en este tiempo y así auxiliar a los seres a restaurar los patrones originales del cuerpo, de la mente y del espíritu.
Están aquí para ser Gobernantes, primero de sí mismos, y saber permanecer firmes en la senda que Dios les indicó vivir.
Están aquí para ser Reinistas y elevar no solo la propia consciencia, sino también a todos los seres de toda la vida, aprendiendo que la evolución se realiza cuando existe comunión entre todo lo que fue creado.
Están aquí para captar el conocimiento y vivirlo con sabiduría y, así, ser Instructores, primero a través del propio ejemplo, después a través de la palabra.
Están en este mundo, hijos, para establecer una nueva vida; esta vida que hoy está en transición y que muchas veces se oculta en el horizonte de la Tierra, haciendo que parezca imposible que este Propósito se cumpla.
Pero Yo vengo, hoy aquí, a decirles que no pierdan la esperanza, que no fijen sus ojos y sus corazones en el caos del mundo, sino en el potencial de sus almas; y, antes de observar todo lo que no se vive en el mundo, piensen primero en lo que cada uno de ustedes puede ofrecer para transformarlo, y los Linajes, guardan una importante llave para vivir este misterio.
Por eso, vivan con sabiduría, con gratitud, con esfuerzo y verdaderamente cada uno de los Linajes, y un día verán que, a través de sus vidas, el fruto de una nueva vida habrá germinado sobre la Tierra.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Mientras el mundo se agita y las guerras no parecen cesar, sino que se expanden y se multiplican; Yo les digo, hijos: No pierdan la esperanza. Ha llegado el tiempo del Señor.
Cuando la belleza de un planeta azul parece no tener sentido, porque los corazones de los hombres no consiguen expresar la belleza que habita en el propio interior y así se destruyen no solo a sí mismos, sino también a la expresión de la Tierra; Yo les digo, hijos: No pierdan la esperanza. Ha llegado el tiempo del Señor.
Cuando la historia del universo parece repetirse en la Tierra y la humanidad comienza a querer manifestar su autodestrucción; Yo les digo, hijos: No pierdan la esperanza. Ha llegado el Tiempo del Señor.
Cuando el mundo esté oscuro, sean la luz del mundo.
Cuando falte amor en la superficie de la Tierra, multipliquen el amor dentro de sus corazones.
Cuando ya no haya comunión con la naturaleza, esfuércense día a día para que sus vidas sean la expresión del respeto y de la comunión con todos los Reinos.
Coloquen sobre la mesa del mundo lo que le falta, para que las almas puedan saciar su hambre y su sed espiritual y, así, renacer.
Coloquen sobre la balanza de la justicia lo que falta, para que la Misericordia pese más que los ultrajes del mundo y los méritos de sus vidas siempre les concedan a las almas una nueva oportunidad, aunque no la merezcan.
Sean el equilibrio para un planeta que colapsa y vivan día a día la batalla interior para no sucumbir a la condición retrógrada de la humanidad, para vencer la competición entre hermanos, la necesidad de poder sobre los demás, la necesidad de reconocimiento y de vanagloria; para que, de adentro hacia afuera, sean capaces de transformar la condición humana.
Sean ustedes mismos la pieza que falta en el tablero de los Planes Divinos para que Su Proyecto se cumpla, aunque no todas las almas que se comprometieron con ese Proyecto estén despiertas.
El mayor esfuerzo, hijos, es interior, allí donde se gesta la verdadera expresión de sus seres. Es en la sala de oración de la consciencia en donde entran en diálogo con Dios y consigo mismos para definir seguir el camino evolutivo a cada instante.
El mayor esfuerzo, hijos, no será hacer más allá de sus capacidades humanas. El mayor esfuerzo será ser lo que fueron pensados para ser y, así, vivir los atributos y virtudes divinas que les darán la verdadera fuerza para seguir adelante.
De lo profundo de sus seres, de la sinceridad de sus corazones, de la transformación de sus consciencias en lo que Dios pensó para sus vidas vendrá la posibilidad de vivir lo imposible, de allí vendrá la Gracia para ir más allá.
Por eso, ya no miren hacia afuera, sino hacia adentro; y, de adentro hacia afuera, vivan el Propósito Divino.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Por las almas que padecen en los abismos de este mundo,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas inmersas en la ignorancia,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas sumergidas en la indiferencia,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas que están ciegas ante la infinita Luz,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas inmersas en el rencor y en la ira,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas que perdieron la esperanza,
¡ten Misericordia, Señor!
Por las almas que se olvidaron de lo que es amar,
¡ten Misericordia, Señor!
Señor, Yo Te pido:
permite que Tu Luz ingrese en los abismos
y les conceda una nueva oportunidad
a aquellos que se autocondenaron.
Señor, Yo Te pido:
permite que Tu Luz ingrese en los abismos
y rescate a las almas perdidas,
para que ellas sientan nuevamente el poder de Tu Amor.
Señor, Yo Te pido:
permite que Tu Luz ingrese en los abismos,
para que las esencias creadas por Ti
no se olviden de su filiación divina,
mas que puedan un día expresar la semejanza perfecta Contigo.
Que Tu Propósito se cumpla en cada una de Tus preciosas almas.
Que el despertar se realice en cada pequeño corazón de esta Tierra
y que no exista un ser que no sea conocedor
de Tu Poder y de Tu Infinita Misericordia.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy, vengo a orar por las almas, para que la Luz Divina pueda penetrar los abismos más profundos de este planeta. Vengo a orar por las almas, para que despierten al don de la vida, que muchas veces, hijos, en nada se asemeja a la vida que llevan en la superficie de la Tierra.
Hoy, vengo a traer una parte del Universo Celestial para que toque al planeta y, así, los corazones perciban que su esperanza no está en este mundo, en la condición humana, en las promesas humanas, sino en las Promesas Divinas.
Allí es donde debe estar su atención, allí es donde debe estar su oración y su unión perfecta con Dios, y no en los hombres, no en las promesas de la Tierra, no en los méritos terrenos, en aquello que pueden recibir estando en este mundo. El misterio se encuentra, hijos, en aquello que pueden dar estando en la Tierra, en aquello que emerge de sus corazones cuando son capaces de salir de ustedes mismos para servir y amar, para sumergirse en el Universo Superior de una vida que trasciende la existencia humana y, aunque la trascienda, le trae sentido.
Muchos aún se preguntan cuál es el sentido de la vida sobre la Tierra, dónde está el Propósito Divino, hacia dónde el Creador está conduciendo a la humanidad. Esas preguntas encuentran respuesta en lo profundo de la esencia humana, no afuera. Estas preguntas encuentran respuesta cuando miran hacia la Cruz y, más allá del sufrimiento de Cristo, son capaces de penetrar con la mirada Su profundo Amor.
Ustedes no encontrarán respuesta en las acciones humanas. No encontrarán respuesta en lo que verán en este mundo. Cada día, las acciones humanas serán el reflejo de su profunda ignorancia, de la profunda distancia que existe entre los hombres y Dios.
Pero, aunque no lo perciban, esa distancia comenzará a disminuir. Poco a poco, el Tiempo del Universo ingresa en el tiempo de la Tierra; poco a poco, la ignorancia humana va siendo desenmascarada, los velos van siendo rasgados, la verdad empieza a emerger. Pero, para estar ante la verdad, ustedes precisan tener corazones fortalecidos, corazones que no se cegarán ante la Luz, sino que la soportarán y la reconocerán.
Cada día, hijos, la vibración de la Tierra se densificará y, al mismo tiempo, el Universo Celestial ingresará en el mundo. Esta es la verdadera batalla del final de los tiempos, una batalla que se llevará adelante en la consciencia humana y que se reflejará en el planeta, a través de sus acciones, que serán reflejo del desequilibrio que habita en la consciencia de los seres.
Las raíces de esas batallas no están fuera de los corazones, sino dentro de ellos. Por eso, les pido que oren; por eso, les pido que transformen sus consciencias y que permitan que principios evolutivos emerjan de sus seres para que puedan equilibrar la consciencia humana, de adentro hacia afuera.
No les hablo de algo solamente espiritual, sino científico-espiritual, de una ciencia que no viene de este mundo, sino que se manifiesta en él a través de los seres humanos, a través del misterio interior que aún se oculta en la consciencia humana.
Deben estar con el corazón fortalecido para no perder la esperanza ante el caos, la esperanza en los seres humanos, en la manifestación del Propósito Divino dentro de los seres.
La oración los hará capaces de sentir compasión, aun cuando parezca imposible.
La oración los hará capaces de ser misericordiosos, aun delante de las mayores atrocidades, porque el plan del enemigo de Dios, hijos, es borrar de la consciencia humana la capacidad de amar.
Por eso, verán cosas que jamás pensarían que merecen amor o misericordia y, aun así, deberán buscar dentro de ustedes la capacidad de amar. Para que esto sea posible, necesitan estar unidos a Dios, y despertar cada vez más esta unión con el Creador.
Por eso, deben orar. Por eso, deben adorar al Santísimo, el Cuerpo Eucarístico de Cristo.
Por eso, deben aprender a silenciarse para encontrar la paz y el equilibrio en sus mentes y en sus emociones. El silencio, hijos, será una de las grandes llaves que fortalecerá a sus corazones, como a cada uno de sus cuerpos, para que puedan aguantar lo que vendrá, soportando tanto las corrientes del universo como el caos del mundo.
No permitan que sus seres ingresen en discusiones superficiales; no permitan que sus seres ingresen en conflictos innecesarios; sino, a través del silencio, vivan la Sabiduría Divina y permitan que los Rayos que provienen del Corazón de Dios transformen las situaciones caóticas del mundo.
Lo que les digo les puede parecer ser muy simple, y verdaderamente lo es, pero es en esa simplicidad, hijos, que transformarán la consciencia humana y verán triunfar el Propósito Divino.
El enemigo de Dios, Su adversario, aspira a colocar en la consciencia de los seres que alcanzar la vida espiritual es algo difícil, imposible y que es inalcanzable. Él los hará creer que no es posible amar, perdonar o ser compasivos. Él los hará sentir que la vida no tiene sentido y que sería mejor perderla que estar en este mundo pleno de caos y de conflictos.
Pero Yo les digo, hijos, que a pesar de lo que acontezca en el mundo, todo siempre tendrá un propósito; así como la Cruz tuvo un propósito; así como cada Llaga abierta en el Cuerpo de Cristo tiene un propósito; así también, hijos, las llagas del planeta tienen un propósito, pero para encontrarlo necesitan mirar hacia adentro, y no hacia afuera.
Los corazones caminan hacia una definición, las naciones caminan hacia una definición, y cada uno de ustedes deberá decidir dónde estará. Y no les hablo de un lugar físico, sino les hablo de un espacio en la consciencia.
¿Adónde su consciencia estará colocada? ¿En el caos y en la desesperanza? ¿En el sufrimiento, en la angustia, en los rencores? ¿O en la Misericordia?
Esto es algo que deben preguntarse todos los días y algo que deberán elegir todos los días. La definición no ocurre solo una vez, ella ocurre a cada instante.
Observen sus vidas y percibirán como son llevados a realizar elecciones en cada momento. Y esas elecciones definen su próximo paso, pero no solo su próximo paso, sino el paso de toda la humanidad, y eso es lo que quiero que perciban esta noche; que su consciencia se amplíe a una responsabilidad mayor, que su definición no sea propia, sino que esté diseñando, día a día, la manifestación del Propósito Divino o la ausencia de ese Propósito en la consciencia humana.
Muchos esperan que hoy les hable sobre política, que les hable sobre las naciones, pero no les vengo a hablar sobre eso. Les vengo a hablar sobre cada uno de ustedes; sobre cómo transformar la consciencia humana, independientemente de lo que suceda en la Tierra; sobre cómo elevar la consciencia más allá del caos y de los conflictos, más allá de las guerras, más allá del mal. Es de esa forma cómo se libera al planeta y cómo se liberan a sí mismos de las prisiones espirituales en las cuales aún se encuentran.
Oración y silencio, adoración y contemplación, suplica y servicio: esto debe ser su prioridad en estos tiempos.
Cada vez que dan un paso en dirección al Universo, en dirección al Corazón de Dios, a través de la consagración de la vida, permiten que la humanidad también dé ese paso y que una Gracia especial los impregne y los abrace.
Cada vez que se consagran como Hijos y Amigos de Mi Casto Corazón, permiten que Yo acompañe sus vidas, que interceda por ustedes ante Dios, que camine a su lado, así como lo hice con la Sagrada Familia, para que juntos podamos aprender cómo es vivir el Propósito Divino en el fin del fin de los tiempos.
Por eso, Mi Corazón encuentra aliento en las almas que se consagran, así como el Corazón de Dios encuentra aliento en las almas que se ofrecen para transformarse un poco más. Por eso, vengan hasta aquí los que aspiran a consagrarse como Hijos y Amigos de San José.
Yo les enseñaré una oración para los tiempos de caos, una oración que Yo hice cuando ya no conseguía sentir esperanza, cuando percibí a la humanidad en guerras y un dolor profundo tocaba Mi Corazón. Yo miraba hacia el Cielo y le decía a Dios:
Señor,
cuando no encuentre esperanza,
muéstrame que mi esperanza está en Ti.
Señor,
cuando no encuentre amor,
muéstrame que el Amor proviene de Ti.
Señor,
cuando no encuentre el sentido de estar en la Tierra,
muéstrame que el Propósito habita en Ti.
Señor,
cuando mi alma parezca solo ser miserias y defectos,
muéstrame que Tu Misericordia habita en mí.
Señor,
cuando me sienta distante de Ti,
muéstrame que yo soy parte de Ti,
que Tú Esencia habita en mí,
y que nunca me dejaste,
desde el principio de la Creación
hasta mi último suspiro,
y que, más allá de él, siempre estarás conmigo y yo en Ti.
Señor,
vive en mí y a través de mí.
Amén.
Que puedan tener esta oración siempre con ustedes y que la oren sintiendo la paz que hoy les traigo. Que puedan mirar hacia el cielo un instante y dejar de lado lo que sucede en la superficie del planeta para que puedan sentir el Reino dentro de ustedes y, aunque sea por un instante, que ese Reino toque al planeta.
Hoy, hijos, sientan Mi abrazo. Sientan cómo Mi Corazón los acoge, acoge sus súplicas, sus necesidades más sinceras y las causas imposibles que angustian a sus corazones.
Recuerden siempre encender una vela y orar Conmigo, y que en sus oraciones siempre estén la consciencia humana y los Reinos de la Naturaleza, no solo ustedes mismos. Así, hijos, todo en sus vidas será servicio, aunque sea anónimo, y sus vidas encontrarán sentido en la unión con Dios.
Hoy, en este cenáculo de oración, en este espíritu de consagración y de entrega, los llamo a interceder por el mundo, por las naciones en conflicto, por las naciones en definición; los llamo a invocar la Gracia Divina y la Misericordia para que iluminen los caminos de los seres, para que desciendan como discernimiento y sabiduría a las almas, para que desciendan como alivio y esperanza a los corazones.
Que, en este momento de intercesión, puedan sentir que sus corazones no están separados de los corazones de todos los hombres y mujeres de este mundo.
Sientan, dentro de ustedes, a los que padecen en las guerras y a aquellos que causan las guerras; sientan, dentro de ustedes, a los que están separados de Dios; sientan, dentro de ustedes, a los Reinos de la Naturaleza y a toda la vida que habita en el planeta, y de esa forma clamen por Misericordia, y que esa Misericordia que hoy les traigo y que proviene de la Fuente Divina, impregne sus vidas, sus almas, sus corazones, cada espacio de la consciencia y, a través de ustedes, todo lo que vive y respira sea tocado por la Divina Misericordia.
Para recibir la bendición de esta consagración, cantemos juntos “Misericordia, San José”.
Podemos traer incienso y agua bendita.
Canción: "Misericordia, San José".
A pesar de las diferencias, a pesar de los aspectos humanos, entre hermanos siempre encontraran fortaleza, entre hermanos siempre encontrarán esperanza. Por eso, estén unidos, fortalézcanse unos a otros, perdónense y sopórtense; así, hijos, transformarán la consciencia humana y alcanzarán la paz
Yo los bendigo, los consagro y les agradezco por estar hoy aquí.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hermana Lucía de Jesús:
Y vamos a prepararnos para la Comunión con el cántico “Padre de las Almas”.
El don de la vida es un misterio aún incomprendido por los seres. Vivir, hijos, es un dádiva concedida por Dios a Sus Criaturas con la única finalidad de que el Amor Divino se multiplique y se expanda en las dimensiones, conduciendo a las consciencias a la evolución a través de la sabiduría más que a través del conocimiento.
La sabiduría es la experiencia del conocimiento y se manifiesta a través del amor, porque es necesario amar para transformar las experiencias de la vida en una vivencia de sabiduría.
Sin amor, el conocimiento se transforma en información y la experiencia de la vida muchas veces se torna un gran sufrimiento o es algo vivenciado con indiferencia y en un profundo vacío de sentido y de propósito.
Por eso, hijos, el servicio más importante a ser vivido hoy es la experiencia del Amor, del Amor Divino y Crístico que proviene del Corazón de Dios, se expande en el Corazón de Cristo y transforma la condición humana de todo aquel que se rinde a experimentarlo.
El mayor servicio de estos tiempos es la vivencia del Amor Crístico, y en sus vidas todo debe tener como base ese Amor, manifestado como el resultado de la unión sincera y verdadera con Cristo.
Sus palabras e intenciones, sus acciones y pensamientos, finalmente, su vida debe ser vivida a través del Amor Crístico; y es solo así que podrán vivenciar el conocimiento transformado en sabiduría y no en informaciones.
Es así como darán sentido a los días y serán capaces de encontrar la dádiva de Dios en el don de la vida, y no el sufrimiento y la angustia que el mundo les ofrece constantemente a los que están vacíos de ese Amor.
Amar no es dejar de sufrir, sino vivir las dificultades con los ojos fijos en el propósito de transformar las experiencias de la vida en una vivencia del Amor de Dios y así ser sabios.
Ábranse a este misterio.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Es urgente, hijos, que oren por la paz y por el fin de las guerras.
Es urgente que oren por las almas perdidas y ultrajadas, por las almas de los mártires y por las almas prisioneras.
Es urgente que oren por las almas de los que son engañados por el odio y por el rencor, por los que buscan venganza creyendo que les traerá paz.
Es urgente que oren por los que están en la oscuridad y caminan hacia abismos cada vez más profundos.
Es urgente que intercedan, con sus propias vidas, para que la humanidad conozca la transformación y el Propósito Divino.
Es urgente que no le den tanta importancia a lo que es superficial y mediocre, para que finalmente comprendan el sentido de servir en este mundo.
Es urgente que ya no sufran por las pequeñas cosas de la vida, sino que amplíen los horizontes de la visión del corazón, para que sus consciencias sean capaces de abarcar lo que verdaderamente importa en este tiempo, que es el rescate de las almas preciosas de Dios.
Este es el tiempo de la última oportunidad para muchos seres que están viendo cerrarse las puertas delante de sus ojos, así como se cierran sus corazones por el sufrimiento inexplicable que viven.
Por eso oren, hijos.
Oren por las almas perdidas, oren por los Reinos ultrajados, oren por los inocentes y por los que están viendo que sus esencias se apagan sin tener fuerzas para hacer algo por sí mismos, oren por los que perdieron la esperanza.
Permitan que el dolor del Corazón de Dios toque sus corazones por un instante, para que comprendan lo que el Creador siente al perder un alma amada, parte de Su Divino Corazón. Y así, hijos, darán sentido y amplitud a sus oraciones.
No hay otra cosa que les pueda pedir, sino oración, transformación, servicio y una mayor consciencia de los tiempos que viven y de la verdadera necesidad de ser instrumentos de Dios.
Este es Mi clamor en este día, para que despierten aún más, para que profundicen en los grados de amor, para que sus corazones estén constantemente unidos a la Red Suplicante del Universo y estas súplicas le concedan a la humanidad una nueva oportunidad.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo; dichosos los que miran hacia su propio interior y se definen a vivir la transformación, la redención y la rendición ante Dios.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo; dichosos los que ya no batallan por el establecimiento de sus voluntades y prestigios, de sus méritos y pareceres, sino que se rinden en humildad ante la Misericordia y la Rehabilitación Divina.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo; dichosos los que no se esconden detrás de sus responsabilidades y tareas, de aquello que los hace sentirse indispensables, sino que se humillan ante Dios, ofreciendo su servicio por la transformación de la consciencia humana.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo; dichosos los que no temen perderse a sí mismos o a lo que alcanzaron, sino que se abren para transformar y corregir lo que son, aunque se quiebren por entero.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo; dichosos los que no le temen a ese Rayo Divino; sino que, aun así, claman en cada instante de sus vidas para que las almas y el mundo entero sean merecedores de Misericordia.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo y ya no falta mucho, hijos, para que sea lanzada sobre la faz de la Tierra. Pero Yo les advierto y los llamo a vivir el Don de la Misericordia, para que sean ustedes mismos la puerta y el puente a la Divina Misericordia; para que, aun en tiempos de caos, de purificación y de justicia, sus corazones sinceros, humildes y transparentes sean dignos de recibir y de transmitir Misericordia al mundo.
La Flecha de la Justicia está apuntada hacia el mundo. Por eso hoy, prisioneros de lo que ya no tiene sentido, les digo que se rindan y ya no se resistan, ábranse a la Verdad y reciban Misericordia.
La paz se establecerá en los corazones de los que aprenden a amar y a ser misericordiosos.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
¿Por qué en tiempos de guerra, de caos, de injusticias y venganzas, su Madre Celestial viene a hablarles de los Reinos de la Naturaleza?
Esta pregunta resuena en los corazones de todos los que aún deben aprender sobre la unidad que existe entre todo lo que fue creado.
Esta pregunta, hijos, resuena en los corazones de todos los que aún no experimentaron verdaderamente la unión con los Reinos de la Naturaleza, para que sean capaces de comprender que la evolución solo acontece con plenitud cuando cada ser, de cada Reino, cumple su parte.
Esta pregunta resuena en los corazones de los hombres y mujeres del mundo porque aún no percibieron que el desequilibrio comienza en la incapacidad de estar en comunión con la naturaleza y que el caos habita en los espíritus de los seres porque no encontraron verdaderamente la paz a través de la unidad con los Reinos.
Las guerras son la expresión de un desequilibrio mucho más profundo, son los frutos de un árbol que tiene sus raíces en la desconexión con Dios; y esa desconexión se expresa en la imposibilidad de servir a los Reinos, de contemplarlos, de comulgar de su pureza, de aprender con su conexión con lo Divino. Así como los seres humanos tienen una capacidad única de conexión con Dios, los Reinos de la Naturaleza son parte de esa conexión, de la ciencia espiritual que les permite a las criaturas tener un contacto directo con su Creador.
Los Reinos son para los seres humanos como un puente para la elevación de la consciencia y, de la misma forma, la humanidad es para los Reinos como un trampolín en su evolución.
Mientras las consciencias sean indiferentes ante el sufrimiento de los Reinos, el desequilibrio de la naturaleza, el ultraje de las especies y de los elementos, las matanzas desmedidas, el usufructo desequilibrado; siempre, hijos, siempre habrá guerras dentro y fuera de los seres, siempre habrá odio, rencor y deseo de venganza en los corazones.
Por eso, cuando su Madre Divina viene a su encuentro y, en tiempos de guerras y caos, les habla sobre los Reinos de la Naturaleza, Ella los está conduciendo a las raíces de todos los males y a la cura de sus consciencias, para que sean capaces de reencontrar la pureza y la conexión con Dios, y así encontrar la paz a través del contacto y del servicio a los Reinos.
Trabajen incansablemente, hijos, para que este equilibrio ocurra. Únanse a los Reinos, sírvanlos, inspiren a la naturaleza a través del despertar del Amor y este será un gran servicio que harán por el fin de las guerras, dentro de los hombres y entre las naciones.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Relato del Mensaje:
Cuando San José llegó aquí, al Centro Mariano, apareció detrás de la imagen que está aquí, en el altar, y atrás de Él aparecieron siete abismos, como siete infiernos, y dentro de esos infiernos había diferentes grupos de almas agonizando, con las manos hacia arriba como si se estuvieran desintegrando, quemando. Y entonces, Él comenzó a orar:
Adonai,
Misericordia, Misericordia, Misericordia.
Redención, Redención, Redención,
para este planeta.
Y nosotros fuimos orando junto con Él hasta que paró de orar y comenzó a mostrarnos que entre esas almas algunas eran seres que estaban encarnados y otras eran seres que no estaban encarnados, que ya habían desencarnado, pero que las almas estaban dentro de esos infiernos.
Él nos mostraba cómo ellas gritaban todo el tiempo pidiendo ayuda, pero su grito se disolvía. Entonces, nos mostraba a todos nosotros, seres viviendo en las ciudades e incluso en las Comunidades, y que ese grito pasaba y nadie lo oía, nadie escuchaba ese pedido de auxilio que resonaba así.
Entonces, Él comenzó a hablar:
Escuchen, hijos, el clamor de las almas que agonizan. No dejen que ese clamor se disipe en el viento, ante la indiferencia humana.
Escuchen el pedido de auxilio de los que sufren y permitan que sus consciencias dejen de lado por un instante las propias necesidades, deseos y aspiraciones, los propios dolores y angustias, dudas e indagaciones internas para que, aunque sea por un momento, su verbo sea dirigido sinceramente por las almas que agonizan.
Clamen por Misericordia, adéntrense con el corazón en los abismos profundos, donde las almas están en la oscuridad y en el vacío de no sentirse amparadas por nadie.
Dejen que su oración se dirija a Dios, en nombre de los que sufren y están olvidados, en nombre de los que padecen y están solitarios con su dolor, en nombre de los que están heridos en el cuerpo, en la mente, en el alma y en el espíritu, y su dolor trasciende todos los límites que jamás pensarían soportar.
Escuchen, hijos, hay un clamor resonando en el mundo, pero el ruido de los hombres y mujeres de la Tierra no les permite escuchar. Por eso, silencien sus corazones ante Dios y, a los Pies de su Creador, oren de corazón.
Hermana Lucía de Jesús:
San José hizo la siguiente oración:
Señor, vengo a Tu encuentro,
rendido a Tus Pies,
a clamar por las almas:
almas que agonizan en los abismos del mundo;
almas que agonizan en sus abismos internos;
almas que gritan y no son escuchadas
ni siquiera por sus propios seres.
Señor, vengo a Tu encuentro,
de rodillas a Tus Pies,
a clamar por las almas:
almas que, solitarias, padecen dolores
que trascienden todos los límites del cuerpo,
de la mente y del corazón;
almas que se apagaron
por no conseguir encontrar la luz,
la esperanza o el auxilio.
Señor, vengo a Tu encuentro
y, postrado a Tus Pies,
clamo por las almas:
almas que viven en las guerras;
almas que viven guerras consigo mismas;
almas que están ciegas por el sufrimiento
y que caminan por el mundo sin saber a dónde irán a llegar.
Señor, vengo a Tu encuentro
a clamar por las almas:
almas que un día emergieron de Tu Corazón,
de Tu Fuente, de Tu Amor,
para renovar y multiplicar ese Amor entre las dimensiones.
Haz que las almas retornen a Tu Corazón.
Toca su interior con Tu Misericordia,
lávalas con el Agua que brota del Corazón de Tu Hijo,
con la Fuente de la Compasión y del Perdón
que Tú manifestaste en el mundo
a través de Cristo Jesús.
Señor, oro por las almas:
almas que guardan en sí la perfección de sus esencias,
el misterio de su propósito,
la Gracia de vivir el don de la Vida.
Te pido que las almas del mundo
descubran y se plenifiquen en el don de vivir,
para que la vida no sea para ellas motivo de dolor,
sino de Amor, de Amor Divino, de Amor Espiritual.
Señor, vengo a Tu encuentro
y clamo por las almas.
Pon Tus Ojos sobre Tus Hijos
y devuélveles la paz.
Amén.
Así, oren Conmigo, hijos, por las almas que están perdidas, porque aún hay tiempo para reencontrar a Dios.
Tienen Mi bendición para esto.
Su padre y amigo,
San José Castísimo
Hermana Lucía de Jesús:
Cuando terminó el Mensaje, San José pidió que trajéramos la Comunión y fue consagrándola con nosotros.
Aún continuaba mostrándonos esos abismos abiertos atrás de Él y, a medida que iba consagrando la Eucaristía, por encima de esos abismos iban apareciendo las imágenes de las Santa Cena y, superpuestas a las imágenes de la Santa Cena, aparecían imágenes de la Pasión de Cristo.
Mientras Cristo repartía el Pan, aparecían imágenes de la Cruz, y mientras Él ofrecía el Vino, aparecían imágenes de Su Sangre siendo derramada hasta la última gota, de la lanza traspasando Su Cuerpo y saliendo Sangre y Agua.
Todas esas imágenes se derramaban como códigos de Luz sobre esas almas que estaban dentro de esos abismos y, por eso, San José nos pedía que ofreciéramos esa Comunión por las almas; porque, cuando los códigos de la Eucaristía tocaban las almas, ellas comenzaban a respirar y algunas de ellas comenzaban a salir de los abismos, y recibían esa posibilidad de salir por la oración y por la oferta de la Comunión.
San José nos pidió que siguiéramos orando por las almas, que cada uno de nosotros le dedique un momento, a pesar de lo que vive, de las crisis, de las pruebas, de las dudas; que nosotros nos acordemos de orar por las almas, nos acordemos de esas almas que están en agonía y que, en algún momento de nuestro día, nos acordemos de hacer esa oferta por las almas.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La vida solo encuentra sentido, hijos, cuando aprenden a servir.
La vida solo encuentra sentido cuando, en el servicio, aprenden a amar.
La vida solo encuentra sentido cuando, en el amor, descubren quiénes verdaderamente son.
La vida solo encuentra sentido cuando aprenden a perdonar y, a través del perdón, comienzan a recorrer el camino de la redención.
La vida encuentra sentido cuando ya no quieren controlarla, pero dejan que el control esté en las Manos de Dios.
La vida encuentra sentido cuando ya no aspiran a sobresalir ante los demás, cuando renuncian al falso poder y abrazan la escuela de la humildad, cuando abrazan la escuela de la renuncia, del vacío, de la ausencia de protagonismos y de miedos. Entonces, hijos, cuando todo parece perdido, encuentran la verdadera libertad.
Y les puede parecer un camino doloroso. Muchas almas le temen a la Gracia de la renuncia, muchas almas le temen a la Gracia del vacío; pero es solo entonces, con el corazón vacío, cuando finalmente permiten que el Creador los colme.
Y, cuando Él los colma y se tornan conocedores de la magnitud de Su Voluntad, entonces comprenden la pequeñez de la voluntad humana, cómo estaban encerrados en pequeñas aspiraciones, en pequeños deseos, en pequeños pensamientos; y que lo que Dios espera de esta humanidad, como de cada uno de ustedes, es mucho mayor. Pero no es mayor en las medidas de la grandeza del mundo. Su perspectiva de vida cambia cuando comienzan a conocer a Dios, a Su Propósito y a Su Gracia.
Y hoy, vengo hasta aquí, para llamarlos a esto. Vengo hasta este lugar pequeño, simple, un lugar donde la Humildad de Dios poco a poco comenzó a encontrar Su espacio, cuando las almas aprendieron a renunciar, cuando parecían estar olvidadas, perdidas, cuando el orgullo fue vencido.
Fue entonces, hijos, que el Propósito de Dios triunfó; y, finalmente, la Gracia que Él tenía para este espacio sagrado comenzó a emerger de la profundidad del corazón de la Tierra, como de los Universos Espirituales, y poco a poco encontró su lugar en el corazón de las criaturas.
El planeta guarda muchos misterios, así como el corazón humano guarda muchos misterios. La humanidad no conoce la consciencia de la Tierra ni tampoco se conoce a sí misma.
¿Qué hacer para ser conocedor de este misterio celestial?
¿Qué hacer para sumergirse en la Gracia Divina y dejar que ella los colme?
El camino, hijos, es recorrido de adentro hacia afuera. No verán la Voluntad y el Propósito Divino manifestados en la Tierra antes de que se manifiesten en el interior de los seres. No verán la Voluntad de Dios plasmada en sus vidas antes de que sus corazones se abran para vivir esa Voluntad.
Mientras luchan por sobresalir ante los demás; mientras luchan por un lugar de prestigio, de reconocimiento ante los ojos de los hombres, no encontrarán su lugar, aquel que solo los Ojos de Dios son capaces de ver.
Estamos en un tiempo de caos, de conflictos, de abismos, en el que los infiernos se abren dentro y fuera de los seres, en la consciencia de las naciones, en lo profundo de las almas.
Y, aun así, vengo hasta aquí para despertar en su interior el don del Propósito Divino, el don de cumplir la Voluntad de Dios, el don de servir y amar y, a través del servicio y del amor, encontrar la expresión de esa Voluntad Superior; porque es de esa forma, hijos, cuando las almas despiertan, que el planeta comienza a encontrar la cura.
Solo dejen, en este momento, que Mis Palabras resuenen en su interior; porque mientras les hablo los despierto del sueño de este mundo.
Un nuevo ciclo se aproxima al planeta, un ciclo que para algunos será de Gracia y Misericordia, y para otros será de caos y justicia. La forma como viven los ciclos de la vida no es dictada por lo que sucede en el mundo, sino por lo que sucede dentro de ustedes.
Cuando la consciencia está despierta, está en el lugar correcto, cumple su parte y la paz reina en su interior, a pesar de lo que sucede en el mundo; la consciencia encuentra oportunidades de servir, de amar, de auxiliar al prójimo y a los Reinos de la Naturaleza, de ser un puente entre el Corazón de Dios y las dimensiones materiales.
Sin embargo, cuando las almas se niegan a aprender sobre el Amor, ingresan en la Ley de la Justicia para aprender con el sufrimiento. Pero el Amor de Dios, hijos, nunca deja de existir; Su Amor es inagotable, Su Misericordia es infinita.
Dentro de las almas está la posibilidad de abrir o de cerrar las puertas a esta Gracia. Dentro de las almas está la condición de vivir los ciclos con la Misericordia o con la Justicia; porque ambos Rayos parten del Corazón de Dios para corregir al mundo, para corregir este Proyecto que debe reencontrar su Propósito.
Hoy, los llamo a despertar, a cumplir con su misión, a dejar atrás lo que pasó, a través del perdón, para comenzar a recorrer un camino de adentro hacia afuera, un camino de redención.
Hoy, los llamo a construir algo nuevo. Así como este Centro Mariano comienza a ser nuevo, esta misma Gracia está disponible para todas las almas que lleguen aquí: la Gracia de recomenzar.
Este es el principal don que Dios les concede a las almas que vienen hasta aquí: ser perdonadas para recomenzar. Por eso, permitan que en este día se inicie un nuevo ciclo.
Que la Gracia que desciende del Corazón del Padre y cruza Mi Casto Corazón toque sus vidas.
Que el don de la consagración los impregne para que aprendan a servir a todos los Reinos de la Naturaleza, para que aprendan de la elevación de los árboles, para que aprendan de la armonía de las flores, para que aprendan del silencio de los océanos, para que aprendan de la humildad de los animales, para que aprendan de la obediencia de los elementos, del viento que sopla bajo la condición del Espíritu Divino, para que aprendan de la fortaleza de las montañas, para que aprendan unos con otros a amar y a perdonar, para que sean capaces de vivir en paz.
Hoy, reconsagro este lugar bendito y sagrado, esta tierra llamada Nueva Tierra para que sea verdaderamente nueva cada día y aquí las almas encuentren renovación.
Hoy, reconsagro este Centro Mariano del Niño Rey para que aquí las almas aprendan que el reinado y la plenitud se encuentran en la pequeñez, para que intercedan por los niños del mundo, para que intercedan por las familias y por las almas perdidas, para que intercedan por los jóvenes y por la naturaleza ultrajada; para que, en la Presencia Espiritual de la Sagrada Familia, despierten los principios de la vida universal.
Que vengan hasta aquí los que aspiran a consagrarse como Hijos y Amigos de San José, que se coloquen más cerca.
Reciban de Mi Corazón Paternal la Gracia de la consagración.
Reciban de Mi Espíritu de Amor la intercesión.
Escucho sus oraciones más sinceras, conozco la profundidad de sus corazones. Por eso, les digo, hijos, que no teman encontrarse a sí mismos, que no le teman a la Voluntad de Dios, que no le teman a Su Propósito; porque, aunque el temor sea humano, el Propósito Divino es la verdadera expresión de lo que es ser un ser humano; y ya es el tiempo y la hora de encontrar ese Propósito.
Hoy, los bendigo, los renuevo, los libero y los consagro como Hijos y Amigos de Mi Casto Corazón, para que caminen a Mi lado, y Yo los guiaré, para que conversen Conmigo, y Yo los aconsejaré, para que en el silencio Me escuchen, y Yo les hablaré al corazón, para que en oración intercedan Conmigo por este mundo en dolor, para que en el servicio abran Conmigo las puertas de la nueva oportunidad, para que en la simplicidad estén conmigo y sean reconocidos como Mis amigos.
Hijos, Yo los amo, así como el Inmaculado Corazón de María y el Sagrado Corazón de Jesús. Que este Amor los colme, los transforme y les conceda la paz.
Traigan hasta aquí agua para bendecir e incienso.
A través de esta agua los purifico, lavo sus corazones, los renuevo y les doy la paz.
A través de este incienso los libero, los consagro y los bendigo, para que sean merecedores de la Gracia Divina y de la Insondable Misericordia.
Deposito en sus corazones los pequeños lirios que hoy brotan de Mi Casto Corazón, para que aprendan Conmigo a recorrer este camino de transformación de la consciencia humana.
Y les agradezco, hijos, por estar hoy aquí.
Que Mi Paz impregne sus vidas. Que Mi Gracia colme sus espíritus. Que el don de la consagración sea una realidad para sus almas.
Por la potestad que Dios Me concedió, Yo los consagro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y, una vez más, les agradezco. Sigan en paz y transmitan la paz al mundo.
Hermana Lucía de Jesús:
Vamos a cantar el himno de nuestra consagración, "Padre de las almas", y así nos preparamos para la Comunión Espiritual.
Hoy, les traigo en Mis manos un pergamino con las Siete Voluntades Primordiales del Corazón de Dios para este lugar, Siete Dones Divinos que el Creador aspira a depositar en sus almas y, a través de sus almas, en este planeta.
Esta Comunidad fue llamada Nueva Tierra, no para que se apresuren y vivan el nuevo hombre, porque eso aún no es posible, hijos. Por eso, no tengan prisa, pero no detengan sus pasos.
La nueva Tierra y la nueva vida son una transformación constante. Aun durante y después del Retorno de Cristo, la humanidad seguirá transformándose. Su Presencia moverá el interior de los seres, las células, los átomos, la consciencia, el espíritu, para que poco a poco se transformen en este verdadero arquetipo del Pensamiento Divino, no solo para la Tierra, sino también para toda la vida.
Esta Comunidad es llamada Nueva Tierra para que aquí aspiren a este camino de transformación, para que aquí seres imperfectos de diferentes partes del universo, con historias, con memorias que deben ser purificadas, puedan encontrar la redención. Esta es la esencia de la nueva Tierra y de la nueva vida. Este es el Primer Principio Divino que les traigo: la experiencia de la redención.
El Segundo Principio es la convivencia fraterna entre todos los Reinos, la transformación que sucede en la consciencia humana a través de la relación con la naturaleza. Esto también formará parte de la nueva vida. Por eso, este es un Principio de esta Comunidad Nueva Tierra
La relación con la naturaleza transforma a la consciencia humana. Cada especie aporta su parte para que acontezca esa transformación. Por eso, aquí deben vivir esa experiencia con consciencia y ofrecérsela a todos los que pasen por este lugar, para que en contacto con los animales, los vegetales, los minerales, los seres humanos, los devas de las montañas y de las sierras, los elementales, las consciencias tengan la experiencia de esa oportunidad de transformación.
El Tercer Principio es el servicio, servicio que debe comenzar de adentro hacia afuera. El primer servicio que deben aprender es a través de la transformación de la condición humana dentro de cada uno de ustedes, el contacto con Dios, a través de la oración, para que esta conexión con el Divino los ayude a servir a la humanidad. La humanidad, hijos, necesita urgentemente unirse a Dios. Por eso, la unión y la conexión de cada uno de ustedes con el Creador es el primer servicio que deben prestar a este mundo.
El segundo servicio será al prójimo, aquel que está a su lado todos los días. A través del don de la fraternidad, que Yo les entrego, aprendan a amarse unos a otros a través del servicio. Y aunque no amen y no sean perfectos en el amor, el servicio poco a poco los transformará y les mostrará el camino hacia la esencia del hermano, hacia lo que se oculta en su interior.
Después, el servicio debe expandirse a las familias locales a través de la oración, del acompañamiento, de la simple presencia. También deben experimentar las misiones humanitarias para que tengan experiencia y para que la vivencia de las misiones madure sus consciencias en aquello que, solos o en la vida comunitaria, no consiguieron madurar. El servicio los ayudará a crecer.
El Cuarto Principio, que hoy les traigo, es la intercesión, para que puedan interceder por los niños del mundo a través de la oración. La intercesión, hijos, es algo que deberán aprender y, poco a poco, al descubrir el don de la oración, descubrirán también la Gracia de la intercesión divina.
Por eso, mucho más allá de que los niños crezcan, formen sus familias, tomen sus decisiones; este lugar siempre será un espacio de intercesión por los niños, porque la principal tarea es espiritual y es con la consciencia del planeta. Cada niño, que aquí pasa, representa a la humanidad y, aunque su vida no sea perfecta, lleva consigo una semilla en el corazón que, en los tiempos agudos y en los momentos de necesidad, le hablará a su alma sobre la verdad, el camino y la vida; porque esa es una semilla crística.
El Quinto Principio que les traigo es el perdón; porque aún deberán a aprender a perdonar y aquí tendrán esta Gracia de perdonar las heridas del pasado, de perdonar los errores, de perdonar los desvíos, dentro y fuera de ustedes. Y la conexión interna les mostrará cómo hacer esto de una forma madura, justa y misericordiosa, siempre que sea necesario.
El Sexto Principio es la transformación de la vida, la transformación de la vida humana, de los vicios, de los arquetipos degenerados del viejo hombre. Para eso, deberán caminar hacia la autosustentabilidad, para trabajar con energías renovables y así disipar de la consciencia todo lo que agrede a la naturaleza. El mismo trabajo lo deben hacer dentro de ustedes, tornando sustentable el amor para transformar todo lo que en unos agrede a los otros y a sí mismos.
Y con esto, les entrego el Séptimo Principio, que es el don de la paz; paz que las consciencias encontrarán en este lugar sagrado; paz que las consciencias volverán a sentir aún en tiempos de caos cuando tan solo lleguen aquí, laven sus rostros en la fuente, se sienten y contemplen el portal de la paz y, a través de él, a la naturaleza. Aquí habitará el espíritu de la paz para todos los que la perdieron.
Y así, les entrego una nueva misión: la misión del perdón, de la redención, de la transformación y de la paz.
Así también, hoy vengo de forma especial para consagrarlos, para acogerlos bajo Mi Manto, tal como son. El Creador no espera de ustedes seres perfectos, solo espera que abran sus corazones para que una semilla de la nueva vida empiece a despuntar y que vivan esto en nombre de toda la humanidad, para que aspiren a ser una Nueva Tierra, en nombre de toda la Tierra.
Hoy, hijos, reciban este Propósito Divino para este lugar como para sus almas, reciban Mi bendición paternal y el espíritu de la consagración.
Hoy, comiencen juntos la Novena de los Nuevos Ciclos (1) y, cada día, comprenderán lo que les hablo y cómo cada prueba que les será presentada tiene el sentido de hacerlos crecer. Así como Yo la viví, hoy los invito a vivir la transformación humana en la unidad divina.
Para eso, los bendigo, los guío, los abrazo y los consagro, así como consagro este lugar. Mucho más allá de que puedan oír o no Mi Voz, siempre estoy con ustedes; Yo los acompaño.
Sientan la gratitud de Mi Espíritu por cada paso dado hasta aquí, por cada salto en el vacío, por cada prueba superada, por cada resistencia vencida.
Por eso, hijos, Yo les agradezco, porque así, a pesar de sus dificultades, caminan hacia Dios, y Él construye a través de ustedes la Nueva Tierra.
Traigan aquí agua para bendecir, incienso y óleo de unción.
Así como esta agua es pura, que sean puros sus espíritus. Así como ella es transparente, que ustedes también sean transparentes, verdaderos unos con otros, para que la humanidad aprenda a ingresar en el espíritu de la verdad.
Así como este incienso quema y se transforma, que el Espíritu de Dios también queme y transforme la condición humana para que reciban la Gracia, las virtudes y los dones que provienen de Su Corazón.
Y con este óleo los ungiré, para consagrarlos así a este camino y que por donde vayan, dondequiera que estén, sean reconocidos como Hijos y Amigos de San José, como Mis compañeros, aquellos a cuyo lado caminaré, aquellos a los que escucho, a los que amo, con los que estoy, porque ellos están Conmigo.
Y así, hijos, les doy la Gracia, la bendición y la paz para abrir este nuevo ciclo.
Por la potestad que Dios Me concedió, Yo los consagro en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en paz y transmitan la paz al mundo.
(1) San José se refiere a la Novena de San José para comenzar Nuevos Ciclos Espirituales.
Recibe, hijo, en tu corazón, la Paz que proviene del Reino de Dios, para que tu espíritu se fortalezca y tu corazón se expanda, para que tu consciencia madure y tu ser exprese el Propósito Divino para tu pequeña vida.
Permite que los impulsos de Misericordia, que descienden del Cielo, traspasen tus células, tus átomos, tus cuerpos, para que la transfiguración sea una realidad en tu consciencia.
Permite que un Amor Superior despierte en ti el verdadero sentido de amar, para que ya no midas los acontecimientos según tu pequeña comprensión, sino según la Gracia de la Misericordia Divina. Solo así, serás capaz de vivir el perdón, el amor incondicional y la caridad crística ante las almas más perdidas y los corazones más sumergidos en la oscuridad.
Permite que la oración misericordiosa sea para ti un puente con el Corazón de Dios y que así, con tu consciencia sumergida en el Creador, puedas no solo sentir Su Amor, sino saberlo; saber de dónde proviene la Sabiduría Divina, de qué principio surge el Discernimiento de Dios, qué lo mueve, cómo funciona Su Naturaleza Espiritual.
Para saber a Dios y a Su Divina Naturaleza, hijo, para sumergirse en Su Ciencia y vivir conforme a la actuación de Sus Rayos, el primer paso es abrir el corazón y el segundo orar de corazón abierto, entrar en diálogo profundo con el Creador, dejando que verbo y silencio estén presente para que sepas hablar, pero también sepas oír.
Esta es la ciencia de la contemplación: cuando el ser cruza el puente que lo une a Dios a través de la oración y sumerge su espíritu en el Creador para que, traspasando los grados de diálogo, penetre en los misterios de la unidad y sepa a Dios.
Este, hijo, es el camino a través del cual los Sagrados Corazones están guiando a la humanidad. Y vivirlo no es sinónimo de perfección o de ausencia de miserias y de conflictos; saber a Dios es permitir que, más allá de las miserias, imperfecciones o conflictos propios de la vida material, la consciencia tenga su prioridad en la Vida Superior, en la unidad con el Creador, en el esfuerzo permanente por vivir según Su Naturaleza Divina, según lo que Él es.
Es así que, paso a paso, lentamente, los corazones cruzan los umbrales e ingresan en nuevas leyes, en las que la unidad con lo Divino puede ser una realidad más palpable y profunda, la condición humana se transforma y revela la condición divina, la semejanza con Dios emerge y viene a la luz la verdadera vida, manifestación del Pensamiento Divino.
Es solo entonces, hijo, que comprenderás el Propósito de Dios, Su Pensamiento encontrará sentido en tu pequeño pensamiento y Su Amor encontrará expansión en tu pequeño amor.
Camina hacia este propósito, confiando en la guía de los Sagrados Corazones, orando con el corazón abierto y escuchando con amor cada una de Nuestras Palabras.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Que la paz habite y colme sus corazones.
Escucho, hijos, sus plegarias más sinceras. Acojo en Mi Corazón sus ofertas para que, en estos tiempos de caos y de tanta confusión interior, los discípulos de Cristo puedan encontrar la paz y sembrar la paz en el mundo.
Vengo hasta este lugar por un simple propósito: ampliar el servicio de las almas y concederles a los seres la oportunidad de reencontrar a Dios.
Vengo a establecer aquí un Punto de Luz, de Gracia y de Misericordia; para que los corazones más perdidos, aquellos que parecen no tener solución para la oscuridad de su interior, reencuentren la paz.
Vengo a establecer aquí un Canal de Cura para las almas, que debe ser acompañado por Mis hijas de la Orden Gracia Misericordia; para que, junto a los servidores, mucho más allá de las enfermedades del cuerpo, sean puentes para que las almas reciban la cura, la cura espiritual que solo habla, hijos, sobre el reencuentro de las almas con Dios, cuando los seres pueden estar ante corazones sinceros, abnegados; cuando tienen una oportunidad de estar consigo mismos, sin las interferencias del mundo, sin los sufrimientos de esta vida; para que, aunque sea por un instante, las almas puedan sentir la Paz y el Amor que provienen de la Consciencia Divina. Essa es la misión de esta casa.
Y esto acontecerá de muchas formas, pero lo más importante es que sus corazones estén disponibles para aprender a amar y que, a través del amor, se produzca la alquimia de la transformación de la consciencia humana.
Que, así como Santa Clara, sus almas sean un espejo del Amor de la Madre de Dios. Que la devoción sea la estrella-guía de sus corazones.
Por eso, aquí no puede faltar la oración y la unión con Dios antes de cada momento de servicio; porque lo que entregarán a las almas no es caridad, sino caridad crística, la que une a la consciencia con la Luz de Cristo, y este es un gran misterio que hoy los invito a meditar.
Que los servidores profundicen en su camino interno, en el desarrollo de sus Linajes y de su misión, para que el servicio sea fruto de esa profundización interior.
Que esta casa, así como la Inmaculada Casa del Alivio del Sufrimiento, sea un preámbulo de la Gracia que Dios verterá sobre la Tierra a través de la Casa de San Lázaro.
Comprendan así, hijos, que esta Obra es una sola y que todo es parte de una construcción, como una escalera de Luz en ascensión hacia los Cielos, para que las almas puedan subir y retornar al Corazón de Dios.
A lo largo del tiempo, vivirán grandes pruebas que fortalecerán sus espíritus en el aprendizaje del Amor. Muchas veces, pensarán en desistir, y en ese momento, les pido que vuelvan a escuchar Mis Palabras; porque Yo les advertí para fortalecerlos y para pedirles que cuando esté difícil solo oren, y cuando no puedan orar solo estén en silencio ante Dios, para que escuchen Su Voz y Su Sabiduría los conduzca.
Que estén unidos.
Delante de cualquier conflicto, escojan la paz.
No quieran que sus ideas sobresalgan sobre las ideas de los demás.
Escojan siempre la paz y la humildad, y así estarán protegidos.
Allí donde existe unidad, el enemigo no puede reinar y sus interferencias se disuelven como polvo, en la mente y en la consciencia humana.
Cuando estén ante un conflicto, oren juntos el Devocionario de la Unidad(1) que Yo les entregué. Esta es una llave para todos los grupos, como para todas las familias y como para todos los servidores; para que perciban lo que los desune y puedan volver al principio de la unidad.
Que aquí se vuelvan a establecer las terapias de cura, como Mi hijo fray Ameino les enseñó. Esas terapias, hijos, van más allá del cuerpo y su simplicidad toca a las almas y a los corazones para que las células se abran a la Gracia Divina.
Que los servidores se vuelvan a formar, a aprender nuevamente con el corazón dispuesto; porque hoy vine a disolver el pasado, a liberar lo que estaba cristalizado y a establecer un nuevo ciclo en este lugar como en sus almas.
¿Están dispuestos a vivirlo?
Oren, unos por otros, oren por el triunfo del Corazón de Dios en el prójimo, oren para que las virtudes celestiales se establezcan en las almas, y así siempre habrá alguien que orará por ustedes.
Hoy, les dejo Mi Gracia, una Gracia especial para que aprendan a servir y a entregar sus vidas; hoy, les concedo la Gracia de la Consagración, para que sus espíritus sean renovados por Mi Presencia.
Recuerden, hijos, que cuentan Conmigo, con Mi intercesión y con Mi Amor paternal.
Que el don de la consagración los renueve, que el espíritu de la consagración los impregne.
Que la gratitud abra las puertas del Cielo, que la Misericordia atraiga a las almas que necesitan una nueva oportunidad.
Que sus corazones sean testimonios de la Gracia Divina, que la paz se establezca en sus familias.
Que la cura toque primero sus corazones, que todo sea como tiene que ser según la Voluntad Divina.
Hermana Lucía de Jesús:
Que los que hoy quieran consagrarse se coloquen de pie, con las palmas de las manos hacia arriba.
Los sacerdotes pueden traer agua bendita.
Yo los bendigo, Yo los consagro, despierto a sus espíritus y los renuevo. Yo los libero y les abro un nuevo ciclo a sus consciencias.
Que las Gracias recibidas hoy se multipliquen y sean vertidas sobre las almas que ustedes encuentren en el camino.
Que sean Mis Hijos y Amigos, embajadores de la caridad que proviene de Mi Casto Corazón, de la caridad crística.
Que Mi Lirio de Luz esté dentro de sus seres, recordándoles el don de la pureza y la alegría de servir.
Que el don de la sabiduría esté en ustedes, para que sepan entregar a las almas lo que necesitan, de forma justa y misericordiosa, cada cual en su momento.
Yo los bendigo y extiendo esta bendición sobre sus familias y sus seres queridos, sobre los Reinos de la Naturaleza y sobre el corazón humano.
Que sus almas sean renovadas en Mi Nombre, por la potestad que el Creador Me entregó.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
(1) San José se refiere al Devocionario de San José para alcanzar el Espíritu Divino de la Unidad.
Busca, hijo, constantemente el espacio y el tiempo para entrar en diálogo con Dios y crear un puente entre tu corazón y el Corazón del Creador, a través del cual fluirá Su Sabiduría, Su Gracia y Sus Leyes sobre tu vida y, consecuentemente, sobre la Tierra.
Busca el espacio y el tiempo para silenciar el corazón y escuchar al Creador; para dejar que Sus Impulsos fluyan en tu consciencia, aunque también sean silencio y soledad en Dios.
La gran batalla de este tiempo se traba a través de los ruidos del mundo, por medio de los cuales el enemigo torna a las consciencias incapaces de estar en silencio, consigo mismas y con Dios, para que jamás perciban el punto en que se encuentran y no puedan despertar.
El silencio y la quietud son dos llaves primordiales para que las almas alcancen el equilibrio y entren en la frecuencia del contacto interior con Dios. Pero esta posibilidad de silenciarse es algo que el adversario busca robarle a las almas a través de los estímulos constantes para producir algo, para distraerse con algo, para tener la sensación de colmar el vacío interior con los estímulos del mundo.
Mas hoy te digo, hijo, que el silencio es capaz de colmar a una consciencia mucho más que todos los estímulos mundanos. El silencio es capaz de abrir más portales celestiales que la vibración de todos los sonidos. El silencio guarda en sí un misterio que es la unión con el Todo, con el Principio de la Vida, con el Dios Creador en Su Soledad, sintiendo en Su Interior, el surgimiento del Amor que lo movió a crear todas las cosas.
El silencio guarda en sí llaves que hasta hoy la humanidad no fue capaz de descubrir y la gran estrategia del adversario, día a día, es no permitir que las almas se aproximen a ese misterio, porque aun para él el silencio es desconocido.
Por eso, encuentra el espacio y el tiempo, para silenciarte y reencontrar el equilibrio, para fortalecer tu mundo interior a través del silencio que te une a Dios.
Deja que sea Dios Quien colme lo que está vacío en tu corazón, y así, hijo, siempre encontrarás la paz.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy, vengo con el Niño Jesús en Mis Brazos y, con Sus pequeñas Manos, Él irradia al mundo la pureza que proviene de Su Sagrado Corazón.
Hoy, el Niño Jesús contempla la Tierra para que, a través de Su Mirada de pureza, la humanidad pueda reencontrar la posibilidad de recibir Paz y Misericordia.
Cuando el Niño Jesús contempla el mundo y lo profundo de cada alma, Él va más allá de sus transgresiones y penetra con Su Mirada la esencia divina.
El Niño Jesús no es un recuerdo, sino un Aspecto Divino de la Consciencia del Hijo de Dios, un Aspecto de pureza e inocencia que le permite al Creador entregarle a la humanidad Gracias no merecidas.
Es a través de los Ojos del Niño Dios que el Creador contempla el mundo para que Su Corazón no sea herido por las transgresiones humanas, sino que Su pureza pueda ir más allá de la oscuridad y penetrar las células corruptas para encontrar, en el interior de los seres, el principio del Pensamiento Divino, esta genética perfecta y espiritual que se oculta en el interior de los seres.
A través del Niño Jesús, el Creador experimenta la fragilidad humana, y es con este Pequeño Corazón y a través de este Pequeño Corazón que Dios intercede por las causas imposibles; por aquellas situaciones, hijos, que ni aun la Divina Misericordia es capaz de tocar; porque, aunque lo desconozcan, existen transgresiones en este mundo como en el universo que van en contra de todas las Leyes, porque transgreden el Amor de Dios.
Pero el Creador es incansable en Su Amor y en Su Misericordia. Por eso, a través del Niño Jesús, Él experimenta la fragilidad humana y con un Pequeño Corazón y una Mirada de pureza penetra los abismos del mundo y los abismos en el interior de los seres para concederles una nueva oportunidad.
El mismo Propósito que se manifestó a través de Cristo en Belén, se sigue renovando a través del Niño Jesús, de tiempo en tiempo, porque una parte de la Consciencia de su Señor permaneció con este Aspecto pequeño y frágil, puro y verdadero, para que también la humanidad tuviera la oportunidad de encontrar su niño interior y no perdiera la pureza que le fue entregada desde el principio.
Cuando vengo al mundo con el Niño Jesús en Mis Brazos, no es para demostrar la grandeza de Mi Casto Corazón; al contrario, hijos, es para que comprendan el misterio de la humildad celestial de este Dios, Creador de todas las cosas, que se coloca en los brazos de una Consciencia simple, depositando Su confianza en un Corazón que Él mismo creó.
Los misterios celestiales son infinitos y para penetrarlos, necesitan ir más allá de la condición humana.
El Niño Jesús en Mis Brazos intercede por todos los niños del mundo. Sus Pequeñas Manos tocan los corazones de los niños, de los más ultrajados, de los que fueron sometidos a los mayores sufrimientos, para que esos corazones no pierdan la posibilidad de amar y de desenvolver el Amor de Dios.
El Niño Jesús en Mis Brazos intercede por cada consciencia humana. Hoy, Sus Pequeñas Manos tocan los corazones de todos los seres. Sientan Su toque y cómo Él despierta dentro de ustedes la pureza, sientan cómo Él despierta dentro de ustedes los misterios celestiales que se ocultan en sus consciencias.
Ir más allá de la condición humana para despertar ese misterio siempre será un gran desafío. Si embargo, con la Gracia del Niño Dios, serán capaces de ir más allá.
Por eso, les pido que manifiesten esta imagen que hoy Yo les muestro, en la que Mi Casto Corazón y el Pequeño Corazón de Jesús están delante de sus ojos con mantos blancos, túnicas blancas, unos cordones dorados y un bordado también dorado en Nuestros mantos, donde se manifiestan los lirios, el símbolo de la Gracia que Dios Me concedió de expresar la pureza de Su Hijo.
Con esta imagen, intercederé por los niños, junto con Cristo, para que las pequeñas almas que llegan al mundo conozcan la pureza y la Misericordia, y puedan ser protegidas de todas las transgresiones del fin de los tiempos.
Uno de los mayores planes del enemigo, hijos, es transgredir la pureza de los niños, para que las almas que llegan a la Tierra en estos tiempos y que deberán reconstruir el planeta, expresando nuevos arquetipos, expresando la pureza que Dios depositó en su interior, no puedan manifestar ese Plan y ni siquiera lo conozcan. Este es el plan del enemigo.
Por eso, él estimula en las almas la irreverencia, la falta de respeto, la sensación de independencia, la falsa libertad. Por eso, él hace crecer, dentro de la condición humana, la necesidad de autoafirmación y cada vez más aleja a los corazones de su verdadero Propósito.
Cada vez más, las almas desconocen lo que es el verdadero sentido de la humildad, de la pureza, de la compasión, del respeto mutuo; no solo como valores de la ética y de la moral humanas, sino el respeto, hijos, como una puerta para la reverencia, que les permite despertar, unos en otros, a la Presencia Divina. Este es el verdadero sentido de ser respetuoso con los demás, para que las almas salgan de la superficialidad y reencuentren el Propósito Divino.
¿Perciben cuán distraídos están los corazones?
¿Perciben la importancia de la oración en las familias?
Porque la oración, hijos, les permitirá descubrir este y muchos otros misterios; la oración les permitirá transmutar y transformar el karma familiar en misión familiar.
Esta es la verdadera tarea de un grupo de consciencias, las que deciden caminar juntas. Que, a través de la oración, del respeto, de la reverencia, de la posibilidad de saber escuchar, de comprender las limitaciones del prójimo, puedan así crecer en unidad y, poco a poco, a través de esta unidad, ir transmutando el karma familiar en misión familiar.
Sé que muchos se preguntan por qué, con tantas cosas que suceden en el mundo y con tantos misterios a ser revelados, vengo a la Tierra a hablar sobre la familia. Pregúntenle eso primero a sus propios corazones.
No vengo al mundo solo por las familias, sino también por las almas, por todas y por cada alma de esta Tierra.
Cada ser representa una Voluntad Perfecta de Dios y, a través de la vida grupal, sea en comunidad o sea en familia, la humanidad aprenda a transformar la condición humana y a ayudarse mutuamente a despertar el amor, siempre que haga de esta vida una vida evolutiva y cuando la oración sea el centro de esa experiencia, cuando el diálogo con Dios le permita comprender el diálogo de unos con otros, cuando el amor a Dios le permita despertar en los corazones el verdadero amor de unos por otros.
Y es de esta forma, hijos, comenzando con los pequeños grupos de consciencias, que lo podrán expandir a la consciencia humana para transformar aquello que hoy les parece imposible.
Por eso, si hoy son incapaces de reverenciar a la familia o a la vida sagrada en comunidad, les pido, hijos, que reflexionen sobre su evolución y la forma como son capaces de verse a sí mismos y a los demás, para que no dejen que la arrogancia humana los separe de la simplicidad divina; porque es en esa simplicidad que descubrirán los misterios celestiales, no en la complejidad de la mente, sino en la pureza del corazón.
Por eso, vengo con el Niño Jesús en Mis Brazos, por todos los que se olvidaron de la pureza, para que la recuerden y que ella despierte en su interior.
Que vengan aquí aquellos que aspiran a consagrarse como Hijos y Amigos de San José
Contemplen, en sus corazones, la Presencia de Mi Casto Corazón y del Pequeño Niño Dios. Permitan que Su pureza despierte lo más puro que hay en sus almas.
Que esta agua los lave y los purifique, los haga despertar y los consagre; para que reflejen, a través de sus vidas, la Pureza de Dios.
Que este incienso los purifique y los libere de todo lo que les impide encontrar y vivir la Voluntad Divina, para que sus pies ya no estén en dos caminos y sus almas no teman ingresar por la puerta estrecha, a través de la que encontrarán al Señor y Redentor de toda vida.
Hermana Lucía de Jesús:
A pedido de San José, vamos a realizar los Sacramentos en dos hermanos, en Luiz y en Yarima. Por favor, coloquen dos sillas aquí.
Aún estamos en Presencia de San José y del Niño Jesús.
Vamos a realizar todos los Sacramentos.
Con esta bendición que les concederé, intercederé por las almas más necesitadas.
A través de los Sacramentos, encontrarán la liberación y la redención. Y con sus almas limpias, hijos, solo sirvan a los que más necesitan, solo oren de corazón y vivan los dones que el Pequeño Niño Dios les trae hoy.
Que la pureza de Jesús despierte y habite dentro de todos ustedes. Que Su infinita Gracia los bendiga. Que Sus Pequeñas Manos los toquen para que reencuentren la paz.
Tienen Mi bendición para esto.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Seguiré acompañando este momento para que las almas sean sacramentadas y reencuentren a Dios.
Les agradezco.
Hermana Lucía de Jesús:
Mientras nos preparamos, vamos a cantar: "Padre de las Almas".
En oración, encuentra la paz, pero también el Propósito del Creador para tu pequeña vida.
En oración, encuentra la luz, pero también crea el puente que une la consciencia humana con el Corazón de Dios.
En oración, encuentra las respuestas que estás buscando, pero también intercede por las almas que son incapaces de escuchar a Dios.
En oración, reconoce tu camino, tu vocación y el don que Dios depositó en tu corazón; pero también clama para que las naciones, los pueblos y las religiones reencuentren su sentido de existir, los arquetipos de su manifestación, el principio de su existencia, en donde habita la Voluntad primera de Dios para la vida.
En oración, busca comprender la Palabra y deja que te toque y te transforme; pero también permite, hijo, que una nueva verdad te sea revelada. Deja que el Creador te muestre lo que está más allá de tu pequeña comprensión y abre tu corazón, tu mente y tu espíritu para que Dios manifieste delante de los ojos de tu alma la grandeza de Su Ciencia Espiritual, que es la perfección de la manifestación de Su Amor entre las dimensiones.
En oración, encuentra la fortaleza para servir e ir más allá de tus limitaciones; pero también pide al Padre la comprensión para estar ante los procesos de tus hermanos, para que tu servicio no hable solo sobre ti, sino también sobre la actuación de Dios en las relaciones humanas y espirituales.
Que tu vida de oración sea amplia, profunda e ilimitada.
Que tus plegarias no tengan fronteras e incluso no se limiten a un único propósito.
Ora, permitiendo que el diálogo con Dios te lleve más allá de lo que puedes percibir y deja, hijo, que el Creador actúe en toda la vida a través de tus oraciones. Así, descubrirás Sus Misterios y participarás en Su Sagrado Plan Divino.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más