- Inicio
- Blog
- Mensajes
- Oración por la Paz en las Naciones
- Calendario
- Oraciones
- Impulsos Diarios
- Libros publicados
- Pinturas e Imágenes
- Objetos Sagrados
- Música
- Galeria de fotos
- ¿Quiénes somos?
- Centros Marianos
- Campaña por la Paz
- Redes Sociales
- Contacto
Cuando Dios los llama a servir, escuchen Su Voz y síganla.
Cada día aumentará más la necesidad de servicio en este mundo y, a medida que el tiempo pasa y sus corazones se abren, estarán más aptos y preparados para servir porque, en verdad, estarán prontos para amar y donar de sí aquellas cosas que son el verdadero tesoro del corazón humano y que ustedes tantas veces desconocen.
No serán conocidos en este mundo por su servicio, sino por el amor que hay en él, amor que surge del corazón de Dios y que fluye, indistintamente, hacia el corazón de todos los que se abren para responder con sinceridad a Su llamado.
A través de esta Obra, Dios quiere enseñarles y enseñarle a toda la humanidad que cuando se responde a un llamado divino, no hay mérito sobre una única alma, no hay gracia sobre un único ser, sino sobre todos los que se abren para dejar de ser lo que son y pasar a ser instrumentos de Dios.
Una misión pedida por los Mensajeros Divinos es el anuncio del Amor de Dios a la humanidad; Amor que fluye a través del corazón humano e impregna naciones enteras en su silencio, abraza almas y corazones con Su Gracia, aunque todo eso sea invisible a los ojos humanos.
Una misión pedida por los Mensajeros Divinos es la señal de Dios de que Su Misericordia aún está actuando en el mundo, tanto en el corazón que es llamado a servir, y que recibe la Gracia de redimirse a través del servicio, como para aquellos que son servidos y que parecían estar olvidados por Dios y por el mundo, pero no lo están.
Su Padre y Creador quisiera tener muchos brazos, muchos pies y, sobretodo, muchos corazones para enviarlos hacia aquellos lugares del mundo más necesitados como una señal de Su Amor y de Su Misericordia para los corazones que perdieron la esperanza. Pero, mientras no sean muchos los corazones que se abren para donarse a sí mismos, los que ya lo hacen deben multiplicarse en una donación extrema que, en el silencio de sus acciones, genera méritos para la redención de aquellos que no hacen nada por este planeta.
Hoy, hijos, Nosotros los llamamos al servicio y a multiplicar, no solo los esfuerzos, sino sobre todo la entrega y el amor. Hoy los llamamos a no querer ser protagonistas de un servicio ante el mundo, sino que vayan más allá de la infantilidad en la vida de servicio y, como espíritus maduros en Cristo, se conviertan en instrumentos y vehículos del Amor y de la Misericordia para aquellos más necesitados.
Y así el mundo los conocerá y exaltará a Dios, las almas los encontrarán y conocerán a Dios, los corazones recibirán su servicio y agradecerán a Dios. Y ustedes servirán a un niño y en él a una cultura, a una nación, servirán a un pueblo y en él a la humanidad entera, servirán a los Reinos de la Naturaleza y en ellos a un planeta necesitado de cura.
Dejen que en este nuevo ciclo de servicio sus corazones crezcan y sean más que ustedes mismos prestando un servicio, sean partes de Dios, llevando la renovación, la redención y la paz a este mundo.
Tienen Mis bendiciones para eso.
Su Padre y Compañero en cada misión,
San José Castísimo
Ama a Dios y a Su Plan, y en él aprenderás a amar todas las cosas.
Busca, por encima de todo, el amor al Padre y el Amor del Padre, y puro será el amor que nacerá de tu propio corazón.
Todas las cosas verdaderamente espirituales te parecen distantes porque, en verdad, tu corazón aún está distante de Dios.
Busca, hijo, el Amor verdadero en Dios y descubrirás Su simplicidad y Su pureza. Descubrirás que la vida devela sus misterios cuando tu corazón ama a Dios, porque el propio Amor dentro de ti permite que tus ojos reconozcan al Padre en todas las cosas.
Aspiras a la sabiduría, al conocimiento y al discernimiento. Aspiras a conocer los misterios celestiales y las verdades universales, pero hoy, Yo te digo que, antes de todas las cosas, debes aspirar al Amor y buscar a Dios; debes buscar el Amor al Padre y Su Presencia, y el propio Dios te revelará Sus Misterios.
Sin Amor no hay sabiduría, no hay verdad y no hay paz. Sin Amor no hay misterio que se revele ni madurez espiritual verdadera que nazca del corazón. Sin Amor no hay cómo superar las pruebas ni cómo superar los desafíos.
Busca, ante todo, el Amor de Dios y en él encontrarás todas las cosas.
Tienes Mis bendiciones para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Hijo Mío:
Cuanto más busques a Dios, más ingresarás en el Conocimiento de Dios y más amarás a Aquel que está en todo y que abarca toda la vida.
Deja que tu corazón se adentre en el Conocimiento de Dios cuando oras; cuando lees las Palabras que Él te envía por medio de Sus Mensajeros; cuando te adentras en el misterio de los Libros Sagrados y dejas que la inspiración de Dios, a través de la palabra y de la vida de los profetas, te inspire; cuando entras en una verdadera comunión con la Naturaleza, con los Reinos, con la vida.
No te lamentes por no amar a Dios como quisieras o como sentirías correcto amarlo.
No te lamentes por no tener las circunstancias que crees necesarias para buscar a Dios, porque la búsqueda de Dios está en tu corazón y tu corazón está contigo dondequiera que estés.
Por más que estés en una situación de caos, Dios sigue estando dentro de ti.
Por más que estés en un desierto interior, Dios sigue estando dentro de ti.
Por más que estés sumergido en las distracciones y en los quehaceres del vivir común humano, Dios sigue estando dentro de ti.
Y hoy te digo que es con muy poco que Dios se hace sentir en tu corazón. No necesitas ser conocedor de grandes ciencias ni de filosofías trascendentales, porque la Verdad de Dios se revela en ti, en lo que tú verdaderamente eres.
Todo lo que existe son caminos que te ayudan a llegar; son manos que se tienden a través de las Palabras sagradas que Dios le entrega al mundo por medio de las ciencias espirituales, de Sus Mensajeros, de Sus profetas.
Busca a Dios y acepta la Mano que se tiende hacia tu corazón a través de Sus Palabras.
Busca a Dios en una oración sincera y deja que Él te revele la inmensidad de Su Presencia, de Su Existencia; y que también te muestre la pequeñez de tu vida, de tus problemas, de tus lamentos.
Eleva tu consciencia en oración para que Dios te revele Su Simplicidad.
Rinde tu mente a Su Divino Corazón y deja que Su Grandeza disuelva tus mezquindades.
Ya es tiempo, hijo Mío, de elevarte verdaderamente, de elevarte al Corazón de Dios.
Eres llamado a amarlo por encima de todas las cosas y a expresar ese amor a través de tu vida, y para eso debes darle lugar para que Dios se exprese en ti.
Muchos caminos ya te fueron presentados, muchas manos vinieron en tu auxilio. Sintetiza todo eso en tu mundo interior y encuentra en ti la Presencia de Dios.
Silénciate para sentirlo; silénciate para escucharlo; silénciate para expresar a Dios, que está vivo en tu corazón.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Cuando tus ojos se abran cada día, hijo Mío, contempla en tu corazón la Verdad y la Presencia de Dios. Recuerda que hay una realidad superior que te llama y que hay un Plan Mayor por ser manifestado.
Cuando tus pies toquen el suelo cada día, hijo Mío, recuerda que estás sobre un planeta sagrado, el que a pesar de que muchas veces no lo parezca es un gran tesoro para el Corazón de Dios.
Cuando respires el aire de cada mañana, recuerda, hijo Mío, que hay un Soplo Mayor que proviene de Dios y que habita en ti para darte la verdadera vida, el verdadero despertar.
Agradece todos los días a Dios por aún tener una oportunidad de estar en el mundo para aprender sobre el poder del amor y sobre cómo él transforma y redime todas las cosas.
Agradece todos los días a Dios por la existencia de un Cosmos infinito, símbolo de la infinitud de Su Amor y porque entre tantas estrellas que hay en el Cielo, el Creador tiene Sus Ojos puestos sobre la Tierra.
Reconoce, todos los días, el misterio de la vida y la profunda ignorancia del corazón humano, y mantén viva dentro de ti la aspiración de saber y de vivir lo nuevo.
Agradece al Padre por la vida, por la Creación y, sinceramente, emite hacia Su Corazón Creador ese sentimiento que une Universos y dimensiones y llega a Dios consolando Su Corazón de tanta indiferencia que Él siente, causada por parte de Sus hijos.
Ama ser parte de este Proyecto Divino y que la trascendencia de la condición humana sea para ti un gran desafío, pero no un gran peso.
Supérate y hazlo con amor. Véncete todos los días para entregarle una victoria al Corazón de Dios que diariamente contempla a Sus hijos derrotados en los abismos del mundo por las ilusiones y por las vanidades.
Cuando caigas, ofrécele tu mano al Padre. No hay nada que alegre más al Corazón de Dios que un hijo Suyo arrepentido sinceramente, clamando por Sus Manos. Con alegría, Dios te levantará y tu acto de elevación y de superación inspirará a otros.
Haz, hijo Mío, de tu vida una gran oferta a Dios, a través de pequeños y sinceros actos. De ti, Dios solo necesita un espíritu de gratitud, un corazón humilde y dispuesto al amor.
Que todos los días, al despertar, no despierte solo tu cuerpo, sino también tu consciencia, porque no solo tú, sino también todo el planeta lo necesita.
Yo te bendigo y te dejo Mi Paz para que la multipliques en cada nuevo día.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Paz, hijo, es el estado que tu corazón alcanza cuando se une a la Verdad de Dios.
Paz es el estado inalterable que nace de la certeza de una realidad superior que trasciende la existencia humana.
Paz es un estado que despierta o que nace en los corazones cuando ellos se abren para amar y conocer el Plan de Dios, reconociendo su grandeza y perfección y, en consecuencia de eso, reconociendo la pequeñez humana.
Paz es un estado que el corazón encuentra cuando sabe que está cumpliendo su parte todos los días y que hace todo lo que puede por la evolución de los seres, por el despertar del amor, por la expansión de la fraternidad.
Cuando el corazón no está en paz no es porque falte la paz en el mundo, no es porque Dios lo prive de la paz; es el propio ser el que se aparta de ella por saber que está en falta, por saber que no hace todo lo que podría estar haciendo, por saber que no está dando todo de sí.
Descubre el camino hacia la paz a través de la transparencia, de la sinceridad, de la verdad, de la donación.
El corazón que se confiesa encuentra la paz porque retorna a la Verdad, porque desnuda sus mentiras y vanidades ante Dios y se renueva, se torna digno de reconocer la paz, de estar en ella y de multiplicarla.
El mundo está en caos, viviendo el dolor y el sufrimiento. Las almas están en agonía, viviendo su definición, en el miedo; pero, a pesar de todo eso, es posible estar en paz, encontrarla y vivirla, porque la paz no depende del mundo, depende solo de ti.
La paz no es el fin de las guerras ni el fin de una humanidad viviendo según sus tendencias y necesidades superficiales, porque un corazón puede tenerlo todo, todas las cosas que desea, puede que no viva en medio de conflictos y, sin embargo, no conocer, no encontrar y no vivir la paz.
La paz es un estado interno, fruto de la unión con Dios y de la transparencia delante de Él.
Por eso, hijo, hoy Yo te invito a redescubrir la paz dentro de ti confesando tus miserias ante Dios, desnudando tus personajes para darle espacio a una transparencia desconocida que es la puerta a la verdadera libertad.
Experimenta ser libre en un mundo que se tornó la prisión de sí mismo. Experimenta estar en paz y ser un instrumento para que Dios le dé a conocer al mundo la paz a través de ti.
Entra en un nuevo ciclo de aspiraciones verdaderas, de acciones verdaderas, de amor verdadero, de verdadera paz.
De esa forma, caerán los hombres a tu derecha y a tu izquierda y la paz de tu corazón, que no tiene su base consolidada en las cosas del mundo, sino en tu unión interna con Dios, jamás será derrumbará.
Persiste en la búsqueda de la paz, pero sigue por el camino correcto. La transparencia y la verdad son tus vehículos para alcanzar la paz.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Cuando los corazones expresan gratitud a Dios y las almas alaban al Creador con su más pura alegría, Dios también expresa Su gratitud a los hombres, a Sus pequeñas criaturas, aquellas pequeñas partes de Su Ser, de Su infinito Corazón.
Cuando expresan gratitud a Dios, se unen a Él, porque la gratitud, hijos, abre las puertas del Cielo y une las dimensiones, a pesar de la indiferencia de la humanidad, a pesar del adormecimiento y de la ilusión que aún impregna a los corazones de tantos seres en esta Tierra.
Cuando unos pocos, más sinceros, expresan su gratitud a Dios, las puertas se abren al Universo infinito de Su Misericordia y de Su Amor y no solo aquellos que claman, que son agradecidos y que aman al Padre reciben Su Misericordia. Su Fuente se derrama indistintamente sobre todas las almas, porque así es el Corazón de su Dios, infinito, infinito en Su Amor, infinito en Su Gracia, infinito en Su Misericordia.
Hoy vengo hasta aquí no solo por ustedes, sino por un continente herido.
Vengo hasta aquí por aquellos que están más distantes de Dios, que no lo conocen y que por eso no lo aman.
Vengo hasta aquí por aquellos que se aferraron a sus heridas y que, sin percibirlo, prenden sus propias almas al sufrimiento, a la angustia, al vacío, que no es un vacío espiritual, sino un vacío de Dios, una ausencia de amor.
Sé que, en lo profundo de cada uno de ustedes, estas heridas también se reflejan. Por eso estoy aquí.
Yo soy parte de esta humanidad, que se desconoce a sí misma. Yo soy parte de sus corazones, los comprendo, pero también sé cuánto pueden ofrecer a Dios y no lo saben o no lo quieren saber, porque esto, hijos, significa esfuerzo, valentía, coraje y, sobre todo, amor.
No hay otra forma de conocer el Amor de Dios sino arriesgándose a amar, intentando amar todos los días, buscando el camino que los lleva al verdadero amor. No lo busquen en otros seres humanos, porque solo aprenderán a amar de verdad a sus semejantes cuando amen a Dios, porque Él se encuentra en todas las criaturas.
Hoy vengo para extender Mis Manos y tocar a cada una de sus esencias para que despierten.
Por mucho tiempo, Yo los acompañe de una forma silenciosa, caminando por este continente, trayendo cura y despertar para las almas, pero esto no fue suficiente. Por eso, retorno en nombre de Dios, en nombre de Mi Hijo, que es el Hijo del Creador, que es Dios mismo.
Toco sus corazones para que recuerden sus compromisos con Dios, porque ya llegó el tiempo.
Toco sus corazones para que se animen a dejar las mezquindades humanas, los conflictos, las desavenencias, la falta de fraternidad tan arraigada en sus corazones, para que den lugar a un amor que aún desconocen.
Así como Yo vengo al mundo por una humanidad herida, quiero que cada uno de ustedes también esté en el mundo con este mismo propósito de curar el corazón humano, de sembrar el bien, de sembrar lo nuevo.
Llegamos a este lugar por un pedido de Dios, no porque sea el que más necesita, sino porque la humanidad necesitará de él.
Aquí vinimos a plantar una nueva vida, sembrar la cura, la Gracia y la Misericordia de Dios, para que los Dones del Corazón de su Padre broten aquí como un manantial infinito, donde las almas podrán matar su sed cuando ningún otro lugar les dé el Agua, Agua de Vida, Agua que proviene de Dios.
Vinimos a sembrar aquí la pureza, para que puedan expresarla.
Vinimos a abrir aquí las puertas del Cielo, como de lo profundo del Corazón de Lys, para que puedan unir el Cielo y la Tierra, para que este Reino tan silencioso no les sea solo una historia, un conocimiento o una información, para que sea una realidad, una experiencia viva.
Aspiren a ser instrumentos del Reino de Lys, instrumentos de Dios, instrumentos del Corazón de su Madre Celeste, para que puedan llevar Sus Virtudes, Sus Gracias a cualquier lugar donde fueran, para que puedan multiplicar lo que reciben y servir a la humanidad y a los Reinos de la Naturaleza con sus acciones, con su verbo, con su simple presencia.
Aspiren a la transformación, aspiren a curarse, aspiren a despertar y a salir del punto en que se encuentran todos los días, porque un instrumento de Dios, hijos, no es aquel que alcanza la perfección, sino aquel que se deja transformar todos los días por las Manos de su Padre, reconociendo la brutalidad de su madera, pero también el potencial de que ella se transforme en algo sagrado en las Manos de Dios.
Cada día más, la humanidad busca la comodidad y todas las formas de mantenerse más inerte.
Por eso hoy, con Mi Corazón lleno del Espíritu de Dios, les vengo a traer un Fuego para incendiar sus almas, para la renovación de sus espíritus, para que no estén como la humanidad común, buscando comodidad en un tiempo en el que la Tierra agoniza, sedienta de servicio, de entrega, de donación de sí.
No vean las metas de Dios como algo inalcanzable. Eleven sus manos y toquen aquello que el Padre les ofrece. Sus Brazos están siempre extendidos al mundo, Su oferta es permanente, inmutable. Su esperanza no se desvanece y Su Amor nunca muere, pero ustedes necesitan elevar sus ojos y sus brazos para tomar aquello que Dios tiene para cada uno de ustedes. No se contenten con las cosas del mundo, no se contenten con el conocimiento que ya recibieron. Busquen una experiencia que torne ese conocimiento vivo, y así lo amplíen.
No conozcan el Reino de Dios, vivan el Reino de Dios.
No conozcan el Reino de Lys, sean el Reino de Lys, sean parte de ese Reino Sagrado y que él ya no sea un misterio para la humanidad, porque cuando aquellos que no lo conocen les pregunten: "¿qué es el Reino de Lys?", ustedes les puedan responder: "yo soy el Reino de Lys". Y usted puede ser el Reino de Lys cuando se abra, de corazón, para que él ingrese y lo transforme en un instrumento de la pureza y de la paz que habitan en él.
Yo pedí aquí un Relicario de Mi Corazón, para que puedan despertar definitivamente, para que lo contemplen y busquen auxilio, para que lo contemplen y reconozcan la propia imperfección. Pero sepan que, aun con ella, el Señor opera milagros. Este Corazón que está delante de sus ojos no es perfecto, pero Su entrega es absoluta.
Yo jamás viví la perfección en la Tierra. Al contrario, todos los días tuve que entregar muchas miserias a Dios, pero fue esa misma entrega constante la que Me aproximó al Corazón del Padre.
Vengan delante de este Relicario para reconocer sus miserias y entregarlas a Dios, para que estén más allá de ellas, clamando por el mundo. Contémplenlo por aquellos que no consiguen llegar hasta aquí.
Imaginen que Sus Rayos y Su Gracia, que no provienen de Mí, sino de Aquel que Me envía al mundo, puedan llegar a cada alma más necesitada.
Hoy Yo les muestro Mi Casto Corazón y lo ofrezco.
Acepten esta Gracia, esta oferta y anímense, queridos compañeros de Cristo, a hacer la misma oferta delante de Dios.
En cada Relicario, dejo un pedacito de Mi Ser, así como en el Reino de Lys, que también es Mi casa.
Cántenle a este Relicario para que Yo pueda bendecirlo y para que este Corazón, que hoy expongo delante de sus ojos, se pueda reflejar en esta madera, tan imperfecta como un corazón humano, pero que se llena de Gracias, de Misericordia, de amor cuando se oferta a Dios.
Dejen que todos los Dones y Virtudes, que nacen de Mi Casto Corazón, ingresen en este Relicario, y que no solo aquello que alcancé en Mi vida sobre la Tierra pueda estar guardado allí. Que todo lo que aprendí desde el origen de Mi Ser hasta Mi encuentro con Dios sea depositado, espiritualmente, en este pequeño Corazón para que, de esa forma, el que Me contemple aprenda a recorrer este camino del origen al origen, del Corazón de Dios al Corazón de Dios.
De esta forma, comprendan que las Gracias del Señor son infinitas y misteriosas, pues jamás cabrán en la mente humana. Pero aquel corazón que tiene fe no necesita comprender con la mente lo que está en la certeza de su corazón.
Ahora canten y permitan que todo lo que les dije se torne vida.
Tu corazón, hijo Mío, representa el corazón de toda Europa. Por eso, te llamé hasta aquí, te pedí que hicieras la morada de Mi Relicario, para que fuera a Europa por tu intermedio, acogiendo y amparando a Mi Casto Corazón. Y, mientras tus manos trabajaban, no solo tu corazón se curaba, sino también el corazón de Europa para que, de esa forma, cada ser comprenda que no está separado de su pueblo y de su historia, y que un pequeño acto, aunque sea inconsciente, puede ir transformando poco a poco la historia de esta humanidad.
Te llamé hasta aquí no solo para concederte una Gracia, sino por intermedio de ti conceder Gracias a este continente, a este planeta. Así es el Misterio de Dios, Su Corazón se multiplicó, se repartió y generó vidas y criaturas, pero nunca dejó de Ser único. Tú eres parte del Corazón de Dios y cada uno de tus hermanos también es parte de ti.
Revelando este misterio, te pido y les pido a todos tus hermanos que todo lo que hagan a partir de hoy, lo hagan en nombre de la humanidad, en nombre de Europa, en nombre de sus naciones, y sean conscientes de que, para transformar este mundo, no precisan de grandes cosas, sino solo exponer el propio corazón para que Dios lo haga.
Vivan el misterio divino la Presencia de Dios en sus interiores y no comprendan Su unidad, sean esa unidad y, de esa forma, abran las puertas y los caminos para que otros de sus hermanos también puedan retornar.
Como Mi Hijo Me enseñó y Le enseñó al corazón y al espíritu de cada sacerdote consagrado por Él, llegó el momento de recordar Su entrega, de hacer aquello que Él pidió en Su memoria, para que Su Presencia sea eterna no solo espiritualmente, sino físicamente, transformando las células y los átomos de cada ser que comparta con Él el pan y el vino consagrados y transformados en Su Cuerpo y en Su Sangre.
En la Presencia Espiritual de Cristo, junto a Sus Ángeles, elevemos esta oferta para que Él la consagre.
Encuentren, dentro de ustedes, el recuerdo de la Cena de Cristo porque, en este espíritu de unidad, todo lo que fue vivido por un corazón humano se guarda en el interior de todos. Recuerden cuando Él elevó el pan, lo bendijo y lo repartió a Sus compañeros y a cada corazón humano. Recuerden cuando Él elevó el Cáliz, lo bendijo y colocó allí Su Sangre, Su primera oferta que sería derramada por el perdón de los pecados, por la redención de las almas.
Hoy la Sangre de Cristo se vuelve a derramar en este jugo consagrado, en este fruto que se ofrece en nombre de toda la vida y de todos los Reinos de la Naturaleza para transformarse en Cristo. Así como el trigo y la uva se ofrecen como un símbolo de la entrega de la naturaleza al Corazón de Dios, ofrézcanse también ustedes para que, cuando estos elementos consagrados ingresen en sus cuerpos, los transformen en Cuerpo y en Sangre de Cristo, para que una nueva vida comience a ser gestada, poco a poco, dentro de ustedes y de cada ser humano.
Oremos juntos aquella oración que Él les enseñó, que une el Cielo y la Tierra, que vuelve a unir el corazón del hombre al Corazón de Dios.
Padre Nuestro (en arameo).
Que toquen la campana siete veces.
Mi Corazón aguardará en la sala de oración de esta humilde casa. Que el Centro Mariano se manifieste para que él pueda habitar allí y de allí irradiarse al mundo.
En esta noche, los bendigo y les agradezco por llegar hasta aquí, porque este es el símbolo de que sus almas están sedientas por despertar.
Que las bendiciones del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sean una realidad en sus espíritus.
Les agradezco.
Sigan cantando para que Yo me despida y, con la misma alegría, canten para que reciban a su Señor y a su Señora, porque la Gracia de Dios es infinita.
Ve y busca el Corazón de Dios más allá de las miserias humanas.
Los errores son una forma de reconocer la propia imperfección y de buscar por encima de las superficialidades aquello que es real, que es verdadero.
Dios, hijo, te ofrece aprender a través del conocimiento de Su Gracia, despertando en tu corazón una profunda fe en Tu Padre y Señor, el que desde el principio de Su Creación hasta hoy encuentra formas de demostrarle Su Amor a Sus hijos.
Pero también es posible conocer a Dios por el cansancio, por los errores constantes, por las miserias que desbordan de la condición humana sin una aparente solución.
Allí el corazón busca una esperanza, algo que sea más real que su condición miserable, algo que disuelva, con su verdad, la ilusión y el engaño del laberinto de las vanidades.
Allí es cuando el corazón se detiene y piensa: Dios.
Allí es cuando la consciencia, que sabe del sentido oculto de la vida, encuentra un espacio entre las distracciones de la personalidad para que descienda sobre el ser una gota de la Gracia, y esa gota comienza a transformar todo lo que toca.
Una gota de Dios sacia la sed de las almas y les devuelve la vida, pero un río de la Presencia Divina las torna Sus instrumentos, fuentes vivas en un mundo que tiene sed de Verdad y que muere por no ver la fuente delante de sus ojos.
Aquel que tuvo sed y fue saciado ya no puede ver la sed delante de sus ojos y no hacer nada, porque conoce el vacío y la ilusión, y eso lo desespera.
Pero sabe, hijo, que todo tiene su tiempo y el libre albedrío le dio al hombre la elección de conocer a Dios a través del amor o de clamar por Él en lo más profundo de sus propias miserias.
Sabe, sin embargo, que la Mirada de tu Padre está siempre atenta sobre Sus hijos, no se detiene y no se distrae. Basta con un simple movimiento para que Él responda con un río de Gracias para los que merecían la Justicia, porque el Creador del mundo es el Dios de la Misericordia y Su Corazón se renueva y se alegra con el despertar de cada corazón humano.
Elige tú, hoy, rendirte para conocer el Amor de Dios y aferrarte a él por el poder de Su Gracia o seguir descendiendo a lo profundo de los abismos y clamarle a Dios consumido por tus miserias.
El Padre nunca escogerá por ti. Él solo esperará que tu mirada encuentre la Suya, que tus manos busquen las Suyas, que tu corazón trascienda el tiempo, el cansancio, la distracción, la vanidad y la ignorancia y que, en una oración sincera, retorne al Padre.
Ve en dirección a Dios.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Observa como el mundo agoniza y ora con el corazón.
No es suficiente que tu mente conozca los acontecimientos del mundo y los juzgue según principios que, para ti, son espirituales.
Observa como la pureza se pierde en los corazones de los seres humanos, cada vez más distantes de Dios y entregados al mundo, y busca esa pureza en tu interior.
No es suficiente que compruebes las imperfecciones ajenas y las juzgues según principios que, para ti, son espirituales.
Observa como en las acciones de los hombres cada vez hay menos compasión, menos piedad, menos misericordia, y ve a buscar en la Fuente esas dádivas para el mundo.
No es suficiente observar como las almas tienen sed y juzgar sus motivos en base a principios que, para ti, son espirituales.
Hijo Mío, todo lo que te digo es para que te sumerjas en lo profundo de tu corazón y encuentres a Dios.
Tus ojos pueden ver todas las cosas y tu mente puede juzgarlas con un juicio que se disfraza y que se oculta en todo el conocimiento que adquiriste para sentirte una persona espiritual, pero el conocimiento no te hace espiritual.
El conocimiento es una puerta que se abre para que sepas por donde caminar; pero puedes conocer todas las filosofías, las religiones y las ciencias y, sin embargo, estar parado delante de esas puertas contemplando caminos por los que nunca te adentraste, porque la transformación es lo único que mueve tus pies.
Sustituye el juicio por el ímpetu de ser un ejemplo.
Sustituye el conocimiento por la experiencia que te trae sabiduría y no tengas miedo de intentar y ver que es difícil, y como en tus caídas y dificultades aparecen tus debilidades e imperfecciones.
Porque Yo te digo, hijo amado, que cuando tus ojos están listos, no solo para conocer el mundo, sino también y sobre todo a ti mismo, es que tus pies comenzarán a caminar, aunque te sientas parado.
La grandeza de la sabiduría es que ella se construye lejos de la mente y del entendimiento, en lo profundo del corazón, y cuando menos lo esperas, rendido a los Pies de Dios, en el auge de tus miserias, te descubres sabio, porque el amor que allí te rindió, te hizo sabio.
Por eso, hijo, observa el mundo y contémplalo, pero después encuéntralo dentro de ti y transfórmalo. Así, todo se cumplirá.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Ora, y en oración lleva el Relicario de Mi Corazón a peregrinar por el mundo, deja que Sus Rayos de compasión y de humildad penetren hasta en el más duro de los corazones, endurecido por su orgullo y por su arrogancia.
Ora, y en oración lleva el Relicario de Mi Corazón a peregrinar por el mundo, deja que sus Rayos de paz y de unidad con Dios permeen a las almas más perdidas y distantes del Creador.
Camina Conmigo, con tu corazón orante, por todos los rincones de este mundo y no te olvides, hijo, que la oración es el puente hacia la unión con Dios, no solo para ti, sino para cada ser de esta Tierra.
Contempla el Relicario de Mi Corazón y, atravesando ese pequeño y humilde Relicario de madera, llega a Mi Corazón espiritual de Siervo, de Compañero, de Padre y de Amigo, para que aprendas de Mí lo que Yo aprendí con Dios y para que así recibas las virtudes que harán de ti un instrumento del Padre Celestial, así como Yo lo fui y Soy.
Contempla el Relicario de Mi Corazón para que aprendas a interceder por las almas y, en silencio, no solo dime aquello que necesitas, sino también pídele a Dios por la intercesión de Mi Corazón por todas las necesidades del mundo, aquellas que son reales y urgentes.
Ora, y con tu oración lleva el Relicario de Mi Corazón a peregrinar por el mundo y así permite que cada uno de tus hermanos reciba aquello que necesita de Dios; reciba Misericordia, Perdón y Gracia; reciba esperanza, fe y alegría; reciba cura, fidelidad y fortaleza para cumplir su compromiso espiritual.
Todo lo que el Creador Me entregó, Yo se lo entrego al mundo por medio del Relicario de Mi Corazón.
Entonces, hijo, recibe lo que te concedo y, en oración, dale de beber a los sedientos de esta Fuente de Gracias.
Tu Padre y Amigo, Compañero de siempre,
San José Castísimo
Ora, y si tu oración fuera verdadera, llegará a los Cielos y unirá no solo tu corazón a Dios, sino también el corazón de todos los que necesitan Su Presencia.
Sirve, y si tu servicio fuera verdadero, sin importar lo que hagas, él tendrá repercusiones espirituales que serán desconocidas para ti, pero que, en lo invisible de tus acciones, se tornarán el motor para la transformación del mundo.
Ama, y si tu amor fuera verdadero, curará las heridas del pasado, del presente y preparará en el futuro una vida de aprendizajes en el amor y no en el sufrimiento.
Canta y que tu canto sea verdadero, una oración con melodías que elevan tu corazón al Padre, así como lo hacen los pájaros, entregándole el día a Dios, al inicio de cada mañana.
Silencia, y que tu silencio sea verdadero, que no esté colmado de angustias, rencores, pesares o sentimientos que cierran tu boca para herir tu corazón.
Que tu silencio sea curador y que traiga paz, primero a tu interior, después al mundo.
Escucha las Palabras de Dios, aquellas escritas en los Libros Sagrados de este mundo y transmitidas por Sus Mensajeros.
Si tu lectura fuera verdadera, ella abrirá tu corazón para que sepas reconocer la Voz del Padre en tu interior, cuando la Voz de Sus Mensajeros ya no resuene en el mundo.
Y así, hijo, todo lo que hagas, hazlo de verdad, hazlo con la verdad y pleno de una transparencia espiritual.
Transforma tu vida en un acto sagrado y así verás cumplirse en ti como fue dicho en el principio, verás emerger en ti lo que te hace semejante a Dios, verás disolverse la ilusión, para que viva en ti lo que verdaderamente eres.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Que el Silencio del Corazón de Dios le hable al mundo.
Dejen que sus corazones transciendan las apariencias, la materia, este espacio físico, para que Yo pueda conducirlos al lugar a donde los quiero llevar hoy.
Como Siervo de Dios vengo a conducirlos a la Fuente de la Divina Misericordia, de la cual bebí como consciencia, como corazón humano.
La Misericordia que proviene del Corazón de Dios aún es muy desconocida para ustedes, porque si conocieran esa Misericordia, la amarían infinitamente.
Coloquen su atención en el Corazón de Dios. Denle ese permiso a su propio espíritu, para que en este lugar Yo pueda mostrarles algo diferente a todo el sufrimiento y la angustia que se guardan en la consciencia humana y en el éter de la Tierra.
Quiero mostrarles una Faz de la Consciencia Divina que es el aspecto misericordioso de Dios a través de Su Hijo.
La Misericordia no nace solo del sufrimiento de Cristo en la Cruz. Ella tiene allí su puerta para el mundo, pero esta Fuente es amplia, universal y divina. Esta Fuente se desborda hacia toda la vida desde el Corazón de Cristo.
La Misericordia es la cura para todas las enfermedades. La Misericordia es el perdón para todos los errores y la Gracia para todas las necesidades.
Yo miro al mundo y veo a una humanidad enferma por no conocer el poder de la Divina Misericordia. Veo a las almas que se pierden en los abismos de oscuridad, desesperanza, ignorancia y desamor por no conocer la Divina Misericordia.
Yo miro hacia el mundo y veo tantas veces a los Reinos de la Naturaleza ultrajados por la consciencia humana, porque en ella no habita la Divina Misericordia.
Tan simple como una fuente de agua que nace de la Tierra y se transforma en un río que sacia la sed de los hombres, así es la Fuente de la Divina Misericordia en el Corazón de Dios.
Una Fuente que se torna un caudal inagotable cuando las almas claman con sinceridad, cuando las palabras no salen vacías por su boca cuando invocan: "Por Su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero".
Este es un ejercicio que les abre la puerta hacia Algo aún inaccesible para el corazón humano, incomprensible porque aún no profundizaron en el amor a la Divina Misericordia.
Si supieran que no hay pecado eterno cuando las almas sinceramente claman por una oportunidad, cuando se arrepienten y convierten sus caminos por la Gracia de la Divina Misericordia.
Las almas pueden ser elevadas de los infiernos y de los purgatorios de este mundo si existe un corazón sincero que clama por Misericordia.
La Misericordia es la Fuente de la Esperanza de Dios, proviene del infinito Amor del Padre por la humanidad y por la vida, proviene del infinito Amor de Dios por cada uno de Sus hijos.
La Misericordia es la verdadera señal de que Él es Dios, el Dios del Amor y de la Gracia.
La Misericordia se esconde incluso en la Justicia Divina, reconvierte las Leyes y las transforma cuando ellas parecerían ser inmutables, porque allí se guarda el potencial del corazón humano, su semejanza con el Padre.
La semejanza de los hombres con Dios no está en las apariencias, ni en lo que conocen de sí mismos. Está en algo más profundo que desconocen. Y cuando acceden a esa verdad es que pueden convertir las Leyes y transformar el destino de la humanidad, así como del planeta, de la Creación.
La Misericordia que nació del Corazón de Cristo cuando estuvo en la Cruz, que se derramó como la Sangre y el Agua de Su Cuerpo fecundando la Tierra, se expandió al Universo y generó oportunidades de redención para todas las criaturas.
Pero esa Misericordia no brota sola. Es necesario una fuerza interior que la impulse. Es el arrepentimiento el que le abre la puerta, el clamor o el amor sincero que nace del corazón cuando él clama por Misericordia, no solo para sí, sino para el mundo entero.
Muchos piensan que conocen la Divina Misericordia, pero no la viven. Se entristecen con la situación del planeta, se indignan por el sufrimiento de los Reinos y de los hombres, pero no buscan la Misericordia.
Hijos, la transformación de este mundo no nacerá de proyectos sociales, nacerá de lo profundo del corazón humano.
De nada les valdrá construir grandes cosas si dentro de ustedes el amor no fuera grande también y la Misericordia no viviera en sus células.
Hoy Yo estoy aquí no solo para rescatar almas y curar corazones heridos.
Estoy aquí para enseñarles a ser intercesores verdaderos, para que profundicen en sus oraciones como el mayor servicio que pueden prestarle a la humanidad y al planeta.
Pocos fueron como Santa Faustina que conociendo profundamente la Divina Misericordia no cabía en sí la voluntad de anunciarla al mundo.
Y tan grande era la angustia de su corazón al saber que el bálsamo para todas las enfermedades estaba disponible y que los corazones preferían permanecer enfermos.
La grandeza de la Divina Misericordia es que ustedes pueden pedirla unos a otros, en nombre de Cristo, cuando le claman a Dios.
Si unen sus corazones al Corazón del Padre y se sumergen en la Fuente de Su Divina Misericordia, estarán intercediendo por el mundo, por realidades que desconocen, que jamás podrían imaginar, que solo los Ojos de Dios, que todo lo contempla, pueden ver.
La Justicia ya está golpeando a las puertas del mundo porque los corazones escogieron no despertar.
Por eso venimos hacia aquí, para que unan su corazón a la Misericordia, para que unan la consciencia humana a la Fuente de la Divina Misericordia, y para que no pierdan, por ignorancia, la oportunidad de vivir la Redención y el Perdón de Dios.
Agradezcan por la Misericordia que nace del Corazón de Cristo todos los días. Amen el momento de unirse a ella, porque ella justifica la existencia de esta Obra y de sus vidas.
Sus almas fueron congregadas para traerle una nueva oportunidad al mundo y para no permitir que la humanidad se pierda, que todo el Amor depositado por Dios en este proyecto humano se desvanezca.
Sean conscientes de esa misión, que va mucho más allá de su pequeña comprensión humana.
Pueden penetrar en los misterios de la Divina Misericordia cuando oran y cuando le piden a Dios conocerla un poco más, vivirla; cuando contemplan la Cruz de Cristo, cuando contemplan el Inmaculado Corazón de María, eterno portador de la Divina Misericordia, y cuando contemplan el Relicario de Mi Corazón, como el símbolo de aquel Corazón que se abrió hacia algo superior, que se permitió conocer la Misericordia de Dios, vivirla y anunciarla, así como Yo lo hago hoy.
Dejen que Mi Corazón los inspire para que encuentren un camino seguro para transformar sus vidas y tornarse intercesores ante de Dios.
Las puertas del Reino Celestial están siempre abiertas para los servidores que oran de corazón.
Entren, colóquense a los Pies del Padre y, por la memoria de la Pasión de Su Hijo, clamen por Misericordia.
Por la memoria de la entrega de María Santísima, acompañando el Calvario de Cristo y sintiendo en Su Corazón cada una de Sus Llagas, clamen por Misericordia.
Por la renuncia del Corazón de San José que, sabiendo todo lo que viviría Su Pequeño Hijo y Su Santa Esposa, dejó este mundo, porque Su renuncia era Su verdadera Misión. Por los méritos de esa renuncia, clamen por Misericordia.
Y por la renuncia que viven cada uno de ustedes todos los días, que es cada vez mayor y a la que son invitados a amar; ofrézcanla también para clamar por Misericordia.
Cada acto de sus vidas puede tornarse una oportunidad de intercesión ante Dios, si aprenden a no reclamar, sino a clamar por Misericordia.
Reciban hoy la Gracia de conocer esta Fuente Divina.
Acepten esta misión de ser misericordiosos y todo se cumplirá tal como Dios lo pensó en el principio.
Hoy, los Rayos de la Misericordia de Cristo traspasan Mi Castísimo Corazón, se irradian a los Relicarios de Mi Corazón en el mundo, donde quiera que estén.
Recuerden Mis Palabras cuando los contemplen y pidan la Gracia de amar a la Misericordia delante de ellos, porque Yo intercederé por ustedes, para que ustedes intercedan por otros.
Con estas palabras les agradezco, los bendigo y uno sus corazones a la Fuente de la Divina Misericordia.
San José Castísimo
Entra y sumérgete en el abismo más profundo de la Misericordia de Tu Señor.
Déjate inundar por un misterio insoldable que está más allá de la Gracia y, muchas veces, más allá de la Justicia Divina.
Permite que tu ser descubra el Amor Infinito de Dios que se esconde en las profundidades de Su Misericordia y, bañado en ese bálsamo curador, restaura en ti, y en el mundo, las heridas más dolorosas y las marcas aparentemente imborrables de la consciencia humana.
En donde más se necesita, allí está el abismo de la Misericordia de Cristo, como una Fuente inagotable y una respuesta divina para todo clamor emitido con el corazón.
Ven y da tu "sí" en nombre de la humanidad, para que esa Fuente brote y se vierta sobre el mundo, para curarlo y restaurarlo en su espíritu más íntimo.
Ora y clama, en nombre de la humanidad, pidiéndole al Padre que Su abismo luminoso de Misericordia se revele al mundo para que los hombres conozcan no solo al Dios de la Justicia, sino también al Dios de la Misericordia.
Descubre que todo pecado tiene cura y que toda deuda es justificada por la Sangre y por el Agua que, derramados a través del Cuerpo de Cristo, hicieron nacer la Fuente de la Infinita Misericordia para el mundo.
Ante el arrepentimiento verdadero y la redención proclamada con el corazón, todas las almas pueden tornarse dignas de beber de la Fuente de la Divina Misericordia.
Por eso, hijo, ve, y a los Pies de Dios ruega por una oportunidad y arrepiéntete de corazón.
Si te parecen pequeños tus pecados o si no eres consciente de tus deudas para con Dios, clama de todos modos; pídele al Padre que substituya el abismo oscuro de tus miserias por el abismo profundo y luminoso de la Misericordia Divina y jamás te canses de clamar, no solo por tu salvación, sino también por la salvación del mundo entero.
La Misericordia es la respuesta para las almas que perdieron la esperanza y, si ellas están ignorantes delante de esa Gracia, clama por ellas, para que reciban una oportunidad de elevar los ojos hacia Dios y percibir que Él siempre estuvo allí, con Sus Brazos abiertos, haciendo brotar de Su Pecho un caudal eterno de Misericordia, que muchos no supieron ver.
Permite que tu corazón conozca la Fuente Divina de la Misericordia y deja que tu alma despierte a la devoción, al amor y a la fe que la hacen portadora de esa Misericordia para el mundo.
Ama conocer la Misericordia Divina. Ama ser un intercesor entre Dios y las almas perdidas que no conocen y que no buscan Su Misericordia.
Solo piensa que cuando lo intentas, mientras tantas almas están perdidas, la Fuente de la Misericordia se vierte sobre el mundo como un río que pasa delante de alguien sediento y él no consigue verlo. Y tú, hijo, puedes ser el dedo que apunte hacia las aguas y, a través de tus sinceras oraciones, en los niveles del espíritu, consigas méritos para que los que más lo necesitan alcancen Misericordia.
Comprende este misterio y, delante de un mundo lleno de pecados y de perdición, ama ser portador de la Divina Misericordia y, aunque sea en soledad con Dios, o en tus más silenciosas acciones, clama por Misericordia y sé Misericordia para el mundo.
Los Mensajeros Divinos llegan a Polonia no solo para curar heridas profundas de una nación sufrida, sino, sobre todo, para renovar el compromiso de la humanidad con la Divina Misericordia y para enseñarles a las almas a ser instrumentos de la Divina Misericordia para el mundo.
Abraza con el corazón esta Misión que Dios te entrega y, donde quiera que estés, sé portador de la Divina Misericordia de Cristo.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Que la Pureza que brota de la Fuente del Corazón de Dios inunde a las almas y las renueve.
Que la Pureza que brota del Corazón de Dios impregne a los seres y los despierte.
Que la Pureza que brota del Corazón de Dios colme a los corazones y les revele la paz, les revele el amor y les revele la Gracia.
Que la Pureza que brota del Corazón de Dios llegue a todas las almas y las conduzca a la Verdad, hasta hoy oculta, de la unión perfecta entre su Madre Celestial y Dios.
Que la Pureza, hijos, disuelva de la consciencia humana la ignorancia y, sobre todo, el orgullo que le impide alcanzar los Misterios Divinos por creer que, en su pequeñez, pueden encerrarse todos los conocimientos, toda la sabiduría y toda la verdad.
Que la Pureza les abra los ojos y los lave, para que siempre puedan ver el mundo y la vida siempre como la primera vez, como quien está delante de algo que le es completamente desconocido.
Que la Pureza les permita ver todo como si fuera la primera vez y que el interés por lo nuevo les abra las puertas a los Misterios de Dios.
Bienaventurado es el corazón que contemplando a su Madre Divina y Celestial descubre en Ella la Maternidad Divina.
Contemplen el Hijo de Dios, pero también contemplen el primer Sagrario que lo guardó y descubran que, así como es en la Tierra, también es en el Cielo.
Conozcan y reconozcan la Grandeza de su Madre Divina todos los días, con la gratitud sencilla de estar ante Su Inmaculado Corazón, pues Su Silencio mucho le habla al corazón que sabe oír más allá de las palabras.
Contemplen el primer y eterno Sagrario de la Creación que es el Vientre y el Corazón de María, que guardó en sí no solo al Hijo de Dios, sino a todo lo que fue creado por el Padre.
Que la Pureza que brota del Corazón de Dios les revele este y tantos otros misterios que hay en el Cielo, así como en la Tierra.
Sean agradecidos eternamente y en la simple gratitud verán abrirse los Cielos delante de sus corazones a revelaciones que la humanidad debe conocer y que no se encuentran en los Libros Sagrados.
Este es el tiempo de las nuevas revelaciones.
Que se abran los corazones a la Verdad y que la Pureza que brota del Corazón de Dios les conceda la Gracia del Despertar.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Contempla el Relicario de Mi Corazón en lo profundo de las dimensiones divinas y encuentra allí la puerta a tu propia redención.
Contempla el Relicario de Mi Corazón y encuentra en él un ejemplo de superación y de humildad, un camino para seguir y encontrar a Cristo, para encontrar a Dios.
Contempla el Relicario de Mi Corazón y encuentra en él un ejemplo de servicio y de caridad, la caridad crística que, más allá de los actos de compasión, te conduce al despertar del Amor que hace de ti un fiel imitador de Cristo.
Contempla el Relicario Espiritual de Mi Corazón y encuentra, en los relicarios de madera que Yo consagré y que consagraré en el mundo, un puente hacia el Corazón del Padre, una inspiración para tu pequeña vida, la fortaleza que se guarda dentro de ti y que aún no pudiste encontrar.
Contempla el Relicario de Mi Corazón y sabe, hijo, que en la humildad de este Corazón, delante de tus ojos, se encuentran Dones Divinos y Espirituales, Dones que provienen de Dios y que te llaman al despertar, Dones que te invitan a expresar la semejanza con el Padre en la eterna trascendencia de tu condición humana, para que, un día, finalmente retornes a tu Origen Celestial.
Recibe la Gracia de contemplar el Relicario de Mi Corazón, no por Mí, sino por todo lo que Dios Me entregó y que hoy Yo le ofrezco a la humanidad como símbolo de Mi servicio perpetuo a Su Corazón de Amor.
Tu Padre y Compañero,
San José Castísimo
Hijo:
Mira bien dentro de tu corazón y busca allí lo que Dios construyó en ti. Este es tu verdadero tesoro.
La señal de que Dios nunca te desampara está en lo profundo de tu corazón, en la fortaleza de tu consciencia, en las virtudes que permanecen en tu esencia y que se expresan en tu vida.
Los signos de Dios no están solo en tus conquistas materiales y en lo que llamas éxito en este mundo. En polvo, como el polvo de la carne, se convertirá todo lo que proviene de la materia.
Ve las cosas materiales como algo que conquistas para saber donar. Porque lo que necesitas en este mundo ya no es solo luchar por la vida, sino aprender a elevarla. Por eso, Dios te concede Gracias. Por eso, el destino te da aquello que necesitas para hacer algo superior.
Percibe, hijo Mío, que la grandeza de Dios está más allá de todo lo que tus ojos pueden ver y de lo que tus manos pueden tocar.
El triunfo de Dios está más allá de tus conquistas humanas y muchas veces te será invisible, porque ésta es la única forma de que te mantengas humilde y crezcas en aquello que el Padre espera de tu corazón.
El amparo de Dios en tu vida se muestra en tu capacidad de imitar los pasos de Su Hijo, porque para eso viniste al mundo y es a hacia eso que te conduce tu Señor, tu Dios.
Por eso, no te confundas y no te engañes. Sabes que tus conquistas materiales son una Gracia, pero no te detengas allí, porque toda Gracia tiene una razón, y el Padre les da todo a aquellos a quienes les pedirá todo algún día.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Soplan los vientos para limpiar los corazones de los hombres porque lo necesitan.
Soplan los vientos para purificar la Tierra con el Soplo Divino que proviene del Espíritu de Dios.
Dejen que sople, que limpie, que lleve consigo aquello que ya no les corresponde.
Dejen que sople el viento y les traiga la verdad para que sea depositada en sus corazones.
Los elementos reverencian a Dios, se tornan Sus instrumentos y dejan que el Padre actúe a través de ellos para llegar al corazón humano.
Sientan el viento que sopla y dejen que estos elementos sean, para ustedes, un ejemplo de cómo ser un instrumento de Dios.
Sean como este viento que sopla, que proviene del Padre y llega al mundo.
Dejen que el Corazón de Dios los conduzca a donde sea más necesario.
Dejen que Él lleve sus oraciones a los cuatro puntos de este mundo.
Entreguen a este viento, que hoy sopla, sus dificultades e imperfecciones, sus limitaciones, sus errores y su pasado.
Sé que vinieron hasta aquí con la esperanza de algo nuevo, con la esperanza de encontrar un camino, de recibir una Gracia.
Sé que muchos vinieron hasta aquí sin saber por qué, impulsados por el corazón sin la comprensión de la mente.
Ahora que llegaron, hijos, dejen que el viento sople y los purifique.
Entreguen sus aspiraciones y sus miedos, sus incertidumbres y sus dudas.
Pidan al Padre que este viento sople y cruce fronteras, que no tenga límites, que llegue a los corazones que más lo necesitan y que son muchos, desconocidos y solitarios, en los cuatro puntos de este mundo.
Reciban, con este viento, la Gracia de Dios, la Presencia de Su Santo Espíritu que se prepara para llegar a la Tierra el día de Pentecostés.
Que este Espíritu los prepare para algo mayor.
Sepan, hijos, que sus vidas son preciosas para Dios, que hay un pensamiento perfecto que proviene del Corazón del Padre para cada uno de ustedes.
Y hoy Yo vengo a llamarlos para manifestar ese pensamiento.
Vengo a invitarlos a que hagan de sus vidas, vidas al servicio de Dios.
Que sus oraciones sean para el prójimo, para los Reinos, para el establecimiento de la paz en la nueva humanidad.
Dejen que el Soplo Divino los purifique de sus ansiedades, vanidades y curiosidades.
Que su simple Presencia les revele aquello que deben saber.
El Espíritu Santo no se manifiesta como un concepto en la mente. Su Presencia es inexplicable, solo puede ser vivida y experimentada. Sus Dones se hacen visibles de una forma que la mente no puede comprender o explicar.
El Espíritu de Dios está solo dentro de los hombres, porque así fue en el principio y así deberá ser en el fin. Por eso, este Santo Espíritu se aproxima a la Tierra y hoy golpea a la puerta de sus corazones.
Que Aquello que les es un misterio sea vida.
No piensen en el Espíritu de Dios, vivan en el Espíritu de Dios. Eso se hace abriendo el corazón, rindiendo el propio espíritu, la mente, el cuerpo y el sentimiento para que se tornen algo nuevo, para que se conviertan en aquello, hijos, que ustedes deberían ser desde el principio.
Hoy el Espíritu de Dios colma este lugar.
Sientan Su Presencia invisible y dejen que Él vuelva a tornar Sagrado aquello que se perdió dentro y fuera de ustedes.
No hay como explicar el Espíritu de Dios, Su Espíritu Santo, inmaculado, perfecto, parte de un Dios Único que hoy los llama a despertar.
Hoy Su Presencia se manifiesta como un soplo para que mañana descienda como un fuego y los incendie en una llama de despertar que tornará nuevos a los que abran sus corazones.
Crean en esta Gracia, en esta Presencia Divina.
Hoy Dios les concede algo especial, una oportunidad única, porque lo necesitan.
Ustedes se distrajeron mucho tiempo con las ilusiones de este mundo.
Sus Espíritus están sedientos de cumplir la propia misión y esa misión, hijos, no es para que ustedes sean héroes en un mundo de caos, es para que den lo mejor de sí en un mundo que se pierde, es ser una luz sobre la mesa cuando la casa de esta tierra esté oscura.
Su mayor misión es ser verdaderos, transparentes, amar al prójimo como a sí mismos y a Dios sobre todas las cosas.
Y respetando y viviendo estas Leyes, todos los misterios les serán revelados. Respetando y viviendo esta Ley, serán dignos de conocer las otras que caminan atrás de la Ley Primera que es el Amor.
El Amor es la puerta hacia los mundos superiores, hacia las dimensiones que ustedes desconocen porque están ocultas delante de su ignorancia, pero no siempre será así porque llegará el tiempo, el momento y la hora de despertar.
Conociendo la condición humana, el Espíritu de Dios se hace presente y sopla dentro de los corazones que saben decir "sí" para auxiliarlos, así, en este despertar, en esta vivencia del amor que vinieron a manifestar en el mundo.
A lo largo de los siglos y en toda la evolución humana, el Espíritu de Dios se hizo presente entre los hombres para despertarlos y para recordarles que era el momento de vivir algo nuevo.
El Espíritu de Dios se manifiesta cuando los ciclos deben cambiar, cuando la humanidad necesita de un impulso para renacer, y ese momento llegó.
Por eso, abran sus corazones y sientan al Espíritu de Dios que despierta dentro de ustedes aquello que deberían manifestar desde el principio, porque recibieron del Padre el Don para hacerlo.
Lo que el Espíritu Santo hace con Su Presencia es tocar, dentro de ustedes, aquello que está adormecido para que despierte.
Ustedes viven en este mundo expresando algo que no son y mantienen desconocido aquello que es real.
Por eso, el Espíritu de Dios llega al mundo, sopla el polvo que cubre, dentro de ustedes, la verdad para que la puedan ver.
Soplará el Espíritu de Dios, día y noche, preparando el fuego que proviene de Su Corazón y que enciende a las almas definitivamente.
Den honra y gloria al Espíritu de Dios y a Su Presencia.
Alegren sus corazones delante de Él y no teman ser nuevos, ser otros, ser verdaderos. No teman pedir perdón para liberarse del pasado y perdonarse a sí mismos para que no guarden, dentro de sí, los propios errores.
No teman expresar el Amor y arriesgarse a decir "yo Te amo" al Padre, así como a todas las criaturas.
Amen a Dios, que está presente en todas las cosas y, aunque no conozcan el Amor y no les parezca verdadero cuando digan "yo Te amo", díganlo igual porque esa verdad, poco a poco, despertará en sus corazones.
Yo los llamo "hijos" porque los amo como un padre ama a su hijo.
Yo no soy el Supremo Padre que está en los Cielos, pero Yo los amo en el nombre de Él, así como Él los ama, porque así Él me lo enseñó.
Dejen que ese Amor despierte en sus corazones y amen al prójimo como a sus hijos, amen a los niños de la guerra y a los que padecen con las ilusiones, amen a los jóvenes perdidos y a aquellos que están desamparados en las calles de este mundo.
Amen, como si fueran sus hijos, a aquellos que hoy los ignoran o los odian.
Amen, como si fueran sus hijos, a aquellos con los cuales ustedes no tienen afinidades y en lugar de juzgarlos constantemente, compréndanlos y ámenlos como un padre y una madre aman a sus hijos y comprenden sus caminos y sus elecciones, dándoles siempre el ejemplo, pero rindiéndose cuando no los pueden transformar.
Ustedes, hijos, no transformarán a todas las cosas de este mundo por sí mismos.
Su misión no es obligar a las personas a ser diferentes; pero sí dar el ejemplo, comprender y amar por encima de todas las cosas.
No participen del error ajeno. Siempre estén allí dándoles un ejemplo diferente y cuando erren, alégrense de ver el ejemplo del prójimo que les muestra un camino que no podían ver.
En Mi Presencia, que el Espíritu de Dios despierte, en sus internos, el Don de la humildad para que les abra el camino para aprender sobre el Amor.
Con estas palabras simples, en esta Presencia Grandiosa, Yo los bendigo y les digo que siempre estaré aquí porque los amo como un Padre ama a sus hijos.
En la presencia del Relicario de Mi Casto Corazón, retiro de él un recuerdo que viví en los planos espirituales porque Dios me concedió esa Gracia y en ese instante, por la Potestad de Mi Hijo que era el Hijo de Dios, fui consagrado Padre y Sacerdote para dar a las almas la Gracia que Él me había dado.
Yo elevé, junto con Él, aquella Copa como Él me enseñó, así como lo hago hoy, bendiciéndola, junto con Dios para que se transformara en Su Sangre.
También elevé aquel pan junto con Mi Hijo, el Hijo de Dios, así como lo hago hoy, bendiciéndolo delante del Padre que contempla a todos los Sacerdotes, a todos aquellos elegidos por Él para traer el Cielo a la Tierra, y este pan se convirtió en Su Cuerpo.
Hoy también bendigo esta agua como símbolo de la máxima Misericordia que brotó del Costado de Cristo cuando Él estaba en la Cruz.
Beban de la sangre y del agua para que la Misericordia se haga carne dentro de ustedes y para que, de esta forma, sean misericordiosos.
Este recuerdo, que hoy irradio desde el Relicario de Mi Corazón, ingresa en estos elementos y los transforma, porque esta es la Voluntad de Dios en este momento.
Alégrense y regocijen sus espíritus en el Espíritu de Dios.
Entreguen a Él sus tristezas, enfermedades y dificultades en todos los niveles, para que Él los cure y les enseñe a vivir en paz, a multiplicar la paz y a llevarla al mundo.
Contemplen este humilde Relicario, no para adorarlo, sino solo para encontrar en él un Puente hacia Dios, para entregarle, a Sus Pies, sus imperfecciones humanas y encontrar aquella semilla del nuevo hombre que habita en sus corazones.
Por eso, consagré este Relicario junto con Dios, para que Él los ayude a alcanzar aquellas cosas que les son imposibles, así como Yo las alcancé cuando era imposible para mí trascender la condición humana.
Con esta Gracia, nuevamente los bendigo y les agradezco.
Eternamente les agradeceré porque, en medio de una humanidad ciega, sus corazones están despertando, sus ojos se están abriendo y el Espíritu de Dios podrá vivir dentro de cada uno de ustedes.
Agradezcan, Conmigo, al Padre por todo lo que Él les da.
Les dejo Mi Paz y Mi Gracia, la Gracia que Dios le concedió a Mi Corazón.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Yo les agradezco.
Mientras Yo me elevo a los Cielos, canten la canción del Relicario de Mi Corazón y dejen que Él se irradie, que irradie sus Dones junto a los Dones que provienen del Espíritu del Padre que llega al mundo en esta mañana.
Recuerden a los niños en las guerras, recuerden a las madres que perdieron a sus hijos, recuerden a los hombres y a las mujeres que se rinden a la manifestación del caos y del terror.
Clamen por Misericordia sin importar los errores que la humanidad comete. Lo que más importa en este tiempo es que se arrepientan y que existan siempre aquellos que clamen, en Su Nombre, por una nueva oportunidad.
Que los Dones del Relicario de Mi Corazón traspasen sus corazones y a través de ustedes, que son parte de la humanidad, lleguen a todo este planeta.
Yo les agradezco y les agradeceré siempre.
Calma tu corazón en la Fuente de Paz que proviene del Corazón de Dios y, ante todo, recuerda clamar al Padre para que Su Paz, Su Gracia y Su Misericordia desciendan sobre el mundo.
Recuerda colocar tu pequeño corazón en el Corazón de Dios, para que el Creador lo engrandezca con Su Presencia dentro de ti y así, hijo, consigas realizar todo lo que Él te pide en este tiempo.
Recuerda que eres un instrumento de Dios, llamado a ser un prolongamiento Suyo en el mundo, para que el Padre se renueve a sí mismo dentro de ti, así como lo hizo con Su Hijo, desde Su Nacimiento hasta el Calvario y la muerte en Cruz.
Jamás olvides el propósito de tu vida, ese que es más amplio que aquello que concibes para ti mismo. Recuerda que la vida no comienza ni termina en este mundo, sino que tiene aquí solo un pasaje, una escuela, un aprendizaje para acrecentar para que esta vida se enriquezca y se renueve.
Recuerda, entonces, que no solo tú, sino cada uno de tus hermanos tiene un propósito superior para manifestar y que tu ejemplo siempre será importante para recordarle al prójimo, y al mundo, que hay mucho más por vivir y aprender, hay mucho más por amar, hay mucho más por servir.
Así como Mis Palabras te recuerdan el propósito de tu existencia y con el Amor de Mi Corazón Yo vuelvo a colocarte en el punto de fe en el que necesitas estar, sé tú también, hijo, un recordatorio vivo para tus hermanos, no con palabras, sino con acciones, con transparencia, con verdad, con amor.
Que el mundo te vea y vea a Dios intentando superarse a sí mismo desde el interior de la condición humana.
Sé más que una referencia de alegría o de consagración. Sé un elemento que eleva el mundo hacia algo superior. Sé aquel que con su simple presencia recuerda que algo superior existe.
Tu ser está imantado por todas las Gracias que ya recibiste, porque si hoy escuchas estas palabras, es porque la Gracia de Dios actuó sobre ti y permitió que tus oídos y tu corazón fuesen dignos de escuchar Sus Designios.
Sé consciente de todo lo que ya recibiste y, por encima de todo, sé agradecido, con la certeza de que todo tiene que ser multiplicado, sumado y repartido entre todos los seres.
Sé, hijo, un multiplicador de las Gracias que recibiste y, así, deja que Dios haga de ti una fuente viva de Gracias y de paz, al saber que tu corazón reparte y deja fluir esa Gracia como un río que no detiene el agua para sí, sino que la da de beber a todos aquellos que le permiten fluir.
La grandeza de estos tiempos aún es desconocida para ti, y esa ignorancia es parte de tu condición humana, pero trascenderla es parte de tu misión.
Entonces, ábrete a comprender, a vivir, a sentir y a ser, cada día más, la Voluntad de Dios. No la detengas en tu pensamiento, deja que ella abarque tu corazón, tu intuición, tu alma y tu espíritu.
Que ella sea en ti mismo incomprensible; que ella sea viva, aun siendo imperceptible.
Que el Amor de Dios, hijo Mío, viva en tu corazón.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y eterno Compañero,
San José Castísimo
Hijo:
Cuando el espíritu del planeta clama, no te olvides de dedicarle un tiempo para escucharlo.
Cuán poco es dedicarle una oración a aquel corazón herido que, a pesar de sus llagas, te sostiene y te ampara para que puedas crecer y evolucionar.
Jamás te olvides que este mundo tiene un espíritu que lo anima y un Propósito que lo impulsa a seguir adelante.
Este planeta es parte viva del Corazón de Dios y, como parte Suya, todo padecimiento que él vive, lo siente el Corazón del Padre. Por eso, no veas con indiferencia las guerras, los ultrajes a los Reinos de la Naturaleza, el abandono de los seres humanos para consigo mismos y para con el prójimo, la ignorancia del corazón humano por la vida superior.
Siente la vida como parte de un Todo, de un Corazón Único y Creador. Y, por todo lo que sucede en este mundo, ora y repara ese corazón herido. Ora como parte de Dios, para que tu oración sea como un bálsamo que cura el Corazón del Padre.
No dejes de escucharlo cuando Él te llama, no solo para consolarte o para concederte algo. Escucha a Dios y a Su clamor que emerge de las entrañas de esta Tierra herida y ofrécele al Padre una reparación por este mundo.
Ora y ofrece cada instante de tu vida por algo mayor que tus aspiraciones.
Ora y dedica tu tiempo a algo más que a tus quehaceres y a tus responsabilidades.
Todo lo que haces es para Dios; pero la oración, hijo, es el bálsamo de cura que hoy el mundo necesita, que Dios necesita por intermedio de tus hermanos, de los Reinos, de las naciones, para poder mantenerse vivo en Sus criaturas.
Las criaturas necesitan a Dios, y Dios, para responderle a Sus hijos, necesita ser escuchado.
Por eso, hoy Yo te invito, en este día de reparación, a silenciar tu corazón por un instante y a escuchar el Corazón del Padre; a escucharlo en el mundo, en los Reinos, en los hombres, en lo profundo de la Tierra y en la inmensidad del Cielo.
Y ora para reparar Su dolor; ora para sanar Sus heridas; ora para que Él sea conocido y sea Dios expresándose en toda la vida, visible y palpable para todos.
Hoy, hijo, Yo te llamo para encontrar al Padre ante ti y para restaurarlo con el amor que proviene de Él y que habita en tu corazón.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Crece de corazón, alma y espíritu, porque el mundo agoniza y necesita del potencial que Dios hace nacer en ti.
Crece de corazón, alma y espíritu, y ya no seas un niño en este camino, buscando tu beneficio y suplir tus necesidades.
Crece de corazón, alma y espíritu, porque de ti, que escuchas la Voz de Dios, dependen muchas definiciones en este tiempo.
Tu "no" cierra las puertas de la Gracia y no permite que las almas reciban una nueva oportunidad; mientras que tu "sí" abre las puertas de la Divina Misericordia y en un tiempo de Justicia permite el rescate de los que no merecerían nada.
Crece de corazón, alma y espíritu, y supérate todos los días, no solo por amor a esta Obra, a este camino y a tu misión espiritual.
Supérate y entrega más de ti por el mundo que agoniza, por los que están perdidos, por los Reinos ultrajados y cansados que, en el ápice de su dolor, realizan su último esfuerzo para sustentar al planeta y permitir que la humanidad viva su aprendizaje hasta el final.
Hijo, crece de corazón, alma y espíritu, y de una vez deja de tornar grandes tus pequeños problemas, tus pequeños dolores, deja de tornar inmutable tu pequeña vida.
Ve el mundo con los ojos de tu corazón y de tu consciencia, y sabe que, después de todo lo que recibiste, dentro de ti se encuentra el potencial para superarte todos los días y, más que eso, todos los instantes de tu vida.
Crece de corazón, alma y espíritu. Cree que este es el último ciclo del planeta y reflexiona en qué más debes hacer por los Planes de Dios.
No te estanques, no te detengas, no te canses. Descubre en tu corazón el poder de la renovación que Dios te concedió y crece de corazón, alma y espíritu. Crece y sé una luz para el mundo, no lleves a tus hermanos hacia el abismo de tu estancamiento.
Crece y eleva al mundo hacia el Corazón de Dios. Dentro de ti se encuentra la semejanza con el Padre; deja que ella se exprese, se manifieste y te absorba para que tú seas una verdad viva, parte del Corazón de Dios, del Hijo y del Espíritu Santo.
Crece, hijo, crece de corazón, alma y espíritu, porque este planeta aún necesita de ti.
Tu Padre y Compañero,
San José Castísimo
Cuando Dios anuncia Sus designios y revela Su Voluntad, pídele la Gracia de saber responder a Su Llamado.
Hijo, colócate siempre delante de los Planes de Dios con humildad. ¿Quién eres tú para analizar la Voluntad Divina y evaluar si esa Voluntad se corresponde o no a tu vida?
Estos son tiempos de definiciones y tú ya lo sabes. Por eso, coloca tu cabeza en el suelo, así como el ansia de todo saber, de todo comprender y de todo controlar, y ábrete al misterio de estos tiempos que te lanza a lo desconocido, no solo exteriormente, sino también internamente.
No te aferres a lo que ya sabes de ti. No te quedes solamente consolidando lo que eres y la memoria de todo lo que ya hiciste por el Plan de Dios y por el planeta. Hoy todo debe ser nuevo y mañana todo deberá renovarse.
Ingresa con tu corazón en el ritmo de los nuevos ciclos y deja que Tu Padre y Creador haga emerger de ti aquel potencial que hoy te es oculto. Lánzate a lo nuevo, lánzate al servicio, lánzate a la superación y no temas el cansancio; no temas la fatiga, no temas el resultado de la obra que el Padre realiza en ti, porque solo Él, que te creó, sabe la verdadera razón de tu existencia y puede conducirte a ella.
Pregúntale al Padre porqué y para qué Él te creó y deja que Su respuesta resuene dentro de tu corazón. No temas saber Su Voluntad y caminar hacia ella. No temas deshacerte de tus planes y abrazar algo superior.
Recuerda, hijo, que después de manifestar Su Grandeza y el ápice de Su Gracia, el Hijo del Hombre vivió el rechazo y la incomprensión humana; padeció todas las resistencias de la condición retrógrada de la humanidad y les reveló la llave para la trascendencia de todas las cosas: el Perdón; el Amor y la Misericordia. Y para llegar allí cruzó la puerta de la humillación, de la superación y de la fe en Dios y no en sí mismo. Rindió Su Voluntad al Padre y, aun sabiendo que Su Corazón era partícipe de todos los Poderes y Dones de Dios, escogió la Voluntad de Su Padre y permaneció en la nada.
Tú, hijo, tienes el potencial para alcanzar muchas metas. Como criatura de Dios puedes hacer muchas cosas, pero Yo te digo: no hay nada más apreciado por el Padre, en este momento, que cumplas Su Voluntad, rindiendo la tuya; que vivas Su Misterio, rindiéndote a lo que te es conocido; que venzas tu miedo humano y que seas, para tus hermanos y para el mundo, un testimonio de la fe y del amor que nacen en ti.
Vive con alegría los Planes de Dios. Adhiere tu corazón a Su Voluntad e inspira a otros con tu ejemplo de fe. Porque hoy Dios te llama, ya no para que busques la espiritualidad para ti, sino para seas un puente de espiritualidad para el mundo.
Yo te bendigo y te invito a seguir los pasos y el ejemplo de Aquel que te guía.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más