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Hoy, vengo aquí para abrazarlos con el Amor puro de Mi Hijo, porque esa es la principal causa que Mi Hijo lleva adelante para poder cumplir con Su Proyecto en cada una de las almas y de los corazones.
Cuando algo parece que está por terminar, es que algo nuevo está por comenzar. Y, como les he dicho en los últimos días, Mi Presencia Maternal no desaparecerá de ustedes, aunque en este tiempo ya deban caminar con sus propios pies.
Pero Yo estaré allí en el silencio, en el silencio de una Madre que contempla y que ama, de una Madre que conforta y que sostiene, de una Madre que solo lleva a Sus hijos al Corazón de Cristo.
Por eso, estoy aquí una y otra vez, y desciendo al mundo para ayudar a las almas de Cristo; porque es muy fácil, hijos Míos, salirse del camino de la Luz y sobre todo en este tiempo de tantas interferencias y confusiones.
Pero hoy también aquí, vengo con el gozo de Mi Espíritu, de aquella alegría que sintió Dios en Su Corazón Eterno, al saber que a través de Su Hijo Primogénito podría encarnar en el mundo para poder redimirlo y salvarlo.
Es esa alegría que siente Mi Corazón de Madre, que vengo a compartir con cada uno de sus corazones, porque lo más importante en este tiempo es que cada uno de Mis hijos pueda estar en paz, viviendo en confianza lo que ustedes deben vivir, experimentando con paciencia lo que ustedes deben experimentar, porque este tiempo ya estaba previsto y estaba escrito.
Esta es la hora, Mis amados, en la que cada uno por sí mismo deberá sumergirse en el océano de la Confianza de Dios para ser colmado por Su Santa Unidad, para ser colmado por Su Eterno Amor que siempre los ayudará a salir adelante, a pesar de la noche oscura del planeta.
Les pido que ya no tengan miedo de enfrentar lo que cada uno debe enfrentar de sí mismo, porque si Mi propio Hijo enfrentó en Su propia persona todos los errores y pecados del mundo y, más aún, Él se entregó en la Cruz por ustedes, de una forma semejante y profunda ustedes también lo pueden vivir.
Yo no quiero que se desanimen, sino que tengan fe, una fe que les traiga la esperanza de no ver toda la realidad oscura, sino ver en el firmamento ese Punto de Luz que es la Consciencia de Dios, Luz que abarca todo este universo y toda esta Creación, para que Él pueda renovar Su Amor en las almas por la propia experiencia del Amor que ustedes pueden vivir en el día a día.
Porque, así como Mi Amado Hijo vivió, en cada paso de Su Pasión, la experiencia del Amor en Su propia carne, esta es la hora tan prometida, hijos Míos, en la que ustedes mismos pueden vivir también los grados de Amor, de un Amor Crístico, capaz de ir más allá de todas las situaciones y condiciones.
Esta es la gran clave que hoy les traigo.
Esta es la Ley que hoy aquí se cumple, la Ley del Amor de Dios, y no hay nada, absolutamente nada, que esté por encima de ese Amor Divino y Cósmico. No hubiera existido otra razón de Cristo haber encarnado en el mundo, sino para entregarles la lección del Amor de Dios que salvó y convirtió a muchas consciencias en el pasado; así como intenta convertir sus corazones y vidas en un modelo del Amor de Dios, el Amor vivo del Padre. Porque quien está en el Amor de Dios, en el Amor del Padre, todo puede transmutar, liberar y perdonar.
Cuando el Amor del Padre no está presente entre ustedes o no está presente en ustedes, no se cumple Su Voluntad, sino se cumple la propia voluntad humana condicionada, que los llevará una y otra vez al sufrimiento y a la falta de paz.
Pero hoy, ante Mi Presencia amorosa y humilde, puedo estar delante de corazones que representan a muchas naciones y pueblos, a muchas experiencias en la historia de esta humanidad que, a través de los tiempos, más allá de los errores o del pecado, fueron experiencias auténticas que marcaron a esta raza.
Por eso, quiero que a partir de este momento y en la víspera de esta próxima Sagrada Semana, puedan contemplar lo positivo de la vida, la esperanza que puede recibir y vivir el corazón humano, la fe que es capaz de colocarlos en el Camino de Dios.
Es ahí donde Mi Hijo los necesita en este momento, porque Cristo necesita de la ayuda de Sus orantes y servidores para que, por Su divina intercesión, Él pueda transmutar al planeta y a la humanidad de tantas puertas inciertas que están abiertas en este momento. La Presencia de los Sagrados Corazones viene a reerguir a los corazones al Cielo del Padre. Nuestras Divinas Presencias también vienen a cerrar esas puertas inciertas, que solo confunden a las almas en el Camino de Dios.
Las Santas Reliquias de Cristo volverán a estar presentes en estos días; para que, a través de esta Sagrada Semana, una vez más, cada uno de sus corazones y sus esencias puedan llevar consigo los códigos crísticos, aquellos que fueron imantados por el propio Cristo, en cada pasaje de Su Pasión, como también en cada momento que Él compartió con Sus apóstoles y con Su pueblo.
Ustedes son ese pueblo de Cristo que vuelve a reunirse en este lugar, como un rebaño llamado a vivir la unidad, la reconsagración al Propósito de Dios que debe cumplirse en este tiempo.
Eso es lo que Jesús espera de los consecuentes de corazón, de los que no le temen decir sí, por todas estas naciones y por los ángeles de las naciones que hoy aquí están representadas; con amor, dulzura y devoción, vengo a otorgar, una vez más, la consagración de nuevos Hijos de María.
Pueden aproximarse, Mis hijos; y así todos tendrán la Gracia, en este momento, de renovar la consagración a Mi Materno e Inmaculado Corazón para que esta Sagrada Semana pueda tener los frutos espirituales que Cristo espera, los frutos que deben ser entregados y depositados en los corazones; porque en el único lugar donde Dios está presente es en el corazón.
Mis amados hijos, Me alegra tenerlos aquí Conmigo, así como tuve la Gracia muchas veces de estar con los apóstoles y sacerdotes de Cristo en el Santo Cenáculo del Señor; así como tuve la Gracia de acompañar a Mi Hijo hasta Su Muerte en la Cruz, en lo alto del Monte Calvario; así como tuve la Gracia de estar con Su pueblo, con los que sufrían, con los que padecían, con los más humildes entre los humildes y los más pobres entre los pobres; hoy estoy como Madre ante un grupo de almas que vive, en su silencio interior, la experiencia de la pobreza de Dios, que no puede ser comprendida con la mente, sino solamente con el corazón que ama a Nuestro Padre-Madre Creador.
Hoy consagro y bendigo almas que ya fueron bendecidas y consagradas muchas veces, a través de las señales que han recibido, en sus vidas, directamente de Nuestros Sagrados Corazones.
Hoy, dejen a Mis Pies aquello que los acongoje. Dejen a Mis Pies sus sufrimientos, sus incertidumbres, y reciban de Mi Corazón la paz, el consuelo, el mismo consuelo que Dios Me dio cuando vi a Mi Hijo clavado en la Cruz.
Por eso, para las que son madres, entréguenme a sus hijos, para que Yo les pueda entregar a Jesús. Y así intercambiamos Nuestros Corazones, para que sientan en ustedes el Corazón de la Madre de Dios y Su llama de Amor que nunca se apaga, que nunca se extingue, la llama eterna del Amor de Dios, que todo reconstruye y todo repara, a través de esta santa consagración.
Sigan siendo buenos orantes. Nunca se olviden de orar Conmigo. El mundo necesita de muchas oraciones para que se pueda disolver la oscuridad en la propia vida y en la humanidad.
Hijos e hijas, Dios los recibe a través del Templo de Mi Corazón. Que sus vidas sean un precioso oratorio para Dios, un ejemplo vivo de caridad y de servicio, por un solo fin: para aliviar el sufrimiento y para que llegue el tiempo tan esperado de la cura y de la paz, en todas las almas posibles.
Bajo esta Mi aspiración, Yo los consagro como Mis hijos, Hijos de María, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más