Miércoles, 2 de diciembre de 2015

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Calma tu corazón, entregándolo a Dios.

Aquieta tu mente, rindiéndote a los pies del Creador y lanzándote firmemente al cumplimiento de Su Voluntad y no de la tuya.

Serena tu espíritu con la certeza del triunfo de Dios en la Tierra.

Fortalece tu interior con la simple oración y descubre qué fácil es vivir en paz y en armonía con toda la Creación.

Busca dentro de ti la unidad con el Todo y sé parte consciente del Plan de Dios.

Si quieres ser humilde de verdad para que se cumpla en ti el Pensamiento de Dios, resígnate a ser servidor de todos y deja que en todo sean mejores los demás.

Obedece, entonces, con el corazón y con la rendición de la mente, porque si el corazón trata de obedecer, pero la mente no se rinde, podrás incluso aparentar ser obediente y bueno, pero nunca alcanzarás la paz. La mente podrá llevarte a aparentar muchas cosas, aunque solo encontrará la paz el día de su rendición.

Dejar la mente rendida delante de Dios es entregarle las propias potencialidades y no tenerlas en cuenta, a no ser que el mismo Dios disponga las situaciones de la vida en las cuales ellas sean necesarias.

Rendirse mentalmente es renunciar a la propia forma de pensar, de actuar y de ser. Renunciar a todo lo que se asimiló como aprendizaje, para estar vacío y dispuesto al permanente cambio, característico de estos tiempos.

Rendirse de corazón es simple, porque el corazón es la mente del alma y cuando el alma aspira ardientemente a encontrar a Dios, el corazón no teme lanzarse en esa aventura. Pero la mente, que es la reina de los sentidos y de la materia, jamás querrá perder su reinado y le costará mucho entregar el trono para ser sierva de un Rey tan incomprensible y poco alcanzable para ella y sus capacidades.

Comienza por el corazón, que ya conoce la verdad que el alma le imprimió y, poco a poco, anímate a dar pasos aún mayores, para alcanzar aquello para lo que viniste al mundo; aquello que necesita que seas lo que nunca fuiste en apariencia, pero que siempre fuiste como esencia que proviene de Dios.

Te amo y te dejo Mi bendición paternal.

San José Castísimo