Martes, 3 de noviembre de 2015

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

No hay mayor servicio que el de una oración verdadera, en la cual el corazón no encuentra fronteras y no necesita ir tan lejos, ni demorar tanto, para estar delante de los más necesitados. Si piden a Dios que los lleve al encuentro de los más necesitados, entonces, cuando el Señor los coloque ante cada oración a lo largo del día, encuentren ahí la respuesta a los pedidos de ustedes, a su santa voluntad de servir y de ayudar a los más necesitados tanto en la materia como en el espíritu.

Sin embargo, si en los momentos de oración estuviesen tibios, adormecidos y sin mucho entusiasmo para encontrarse con Dios, es porque en verdad no descubrieron que la esencia del servicio se encuentra en el corazón que ora.

El mayor servicio es aquel que lleva la Presencia Divina a los corazones; es aquel que coloca a las esencias delante de la posibilidad de retornar a su origen, a la Sacratísima Consciencia Única, de donde provienen todas las cosas creadas con un fin evolutivo.

Si no fuese así, ustedes estarían realizando obras sociales de las cuales el mundo está lleno; entretanto, el Reino de Dios aún no se manifestó entre los hombres. 

Todos aquellos que aceptan vivir el camino de la humildad, de la oración y de la entrega son, en realidad, corazones y espíritus misioneros que deben renovar ese carisma espiritual todos los días y en todas las oportunidades que tienen de encontrar a Dios y llevarlo, en esencia divina, a todos los que más necesitan de Él.

Hagan de sus vidas la obra perfecta de servicio para la humanidad y para el planeta. Esto se alcanza con el despertar a la verdad, que es saber que en todo está la posibilidad de servir y que en todas sus oraciones pueden cruzar fronteras y llegar hasta los más necesitados.

Hoy, por ejemplo, orando delante de Mi Corazón Castísimo, ustedes Me acompañaron hasta Medio Oriente y, así, aliviaron los pequeños corazones de muchos niños que ya perdieron la esperanza de ser alegres en este mundo.

Aprendan, queridos, todos los días, a trascenderse a sí mismos para que la Luz de Dios llegue a los más perdidos y olvidados entre los hombres y entre los Reinos de la Naturaleza.

Aprendan con Mi Casto Corazón a ser misioneros eternos y a realizar en la Tierra esta misión universal, en la cual su propia transformación resultará en la salvación y en la evolución de todo el universo.

Yo los amo y los animo a seguir adelante, creciendo y madurando, como frutos de los Sagrados Planes de Dios.

San José Castísimo