Lunes, 13 de febrero de 2017

Mensajes diarios
MENSAJE PARA LA APARICIÓN DE MARÍA, ROSA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, los ampararé y los resguardaré, aunque al cruzar el desierto de estos tiempos, todas las bestias se levanten contra ellos y contra Mí.

Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, porque son para el Creador el mayor tesoro de toda Su Creación; son parte de Mi Vientre y la sangre que corre por sus venas proviene del manantial que brota de Mi Inmaculado Corazón.

Yo siempre tendré a Mis hijos en Mis brazos, aun después de que este desierto pase y encontremos la Nueva Jerusalén, la Tierra prometida, donde no hay otro que triunfe más allá del Padre.

Hijos Míos, estoy con ustedes entre Mis brazos, cruzando el gran desierto de estos tiempos, donde el asedio persigue a la Madre y a los hijos de Dios. Sin embargo, Mis pasos de luz son inalcanzables y no habrá tinieblas que puedan detenerme. Por eso, solo les pediré que se mantengan en Mis brazos y no teman.

Yo los llevo en Mi Corazón, en donde el amor que siento por las almas y por la Vida vence cualquier oscuridad y convierte cualquier mal. Dejen que sus cabezas reposen sobre Ese Corazón y solo aférrense con fuerza a Mis brazos, porque el desierto un día acabará y enseguida llegará la Casa del Padre, la Morada segura para los mil años de Paz.

Mientras estén entre Mis brazos, los vientos fríos podrán soplar y la noche podrá caer sobre nosotros, pero el Sol de Mi Esencia es inextinguible y siempre iluminará el camino. Aquel que esté en Mis brazos no se perderá, porque Yo caminaré con él y lo protegeré.

Sean inocentes y rendidos como los niños; dejen que Yo los tenga en Mis brazos y les muestre que sin Su Madre Celestial no hay vida. Yo los sustento, Yo los resguardo y los amparo en el desierto y más allá de él.

Habrá días, hijos, en los que se sentirán perdidos, porque el desierto a veces parece no tener fin, pero manténganse en Mis brazos, oren Conmigo y escuchen el susurro de Mi dulce voz en sus corazones, diciéndole: “Estoy aquí”.

Mis hijos son el mayor tesoro de la Creación, no importa el error que hayan cometido o como se hayan desviado del camino, porque los errores y los desvío son la consecuencia de los aprendizajes que se viven en este mundo. No confundan lo que hacen con lo que son. Busquen la verdad en su interior y manténgase en Mis brazos.

El enemigo persigue a la Señora Vestida de Sol, por el desierto, porque la oscuridad de él acaba en presencia de la Madre de Dios; porque su reinado se desvanece y su tesoro de ilusión se pierde cuando las almas descubren la verdad sobre sí mismas y abandonan el engaño para dejarse guiar por la Luz interior.

Vengan hijos Míos, manténganse en Mis brazos, y poco a poco, paso a paso, no solo los protegeré sino también les enseñaré a ser dignos hijos de Dios y a encontrar la verdad.

Permanezcan en Mis brazos y oren Conmigo. Escuchen Mi voz y no se aparten de Mí.

Créanlo, el enemigo no descansa e intenta asustar a Mis hijos, porque él vence con el temor y con la ilusión. Por eso, Mis amados, coloquen en sus corazones la certeza del triunfo de Dios, porque si están en Mis brazos, nada les sucederá.

¡Les quiero mostrar la Nueva Jerusalén Celestial, la promesa de Dios que aún existe! No busquen en la Tierra algo que está en las dimensiones divinas. Manténganse en Mis brazos y Yo los conduciré a la verdad y abriré sus ojos para que encuentren la Voluntad de Dios.

Yo los amo, los amparo y les agradezco por ser los mayores tesoros de Mi Corazón.

Quiero, hijos, que resguarden el Centro Mariano del Niño Rey, porque aquí, Mi fuente de Redención debe tornarse vida.

Cierren las puertas al enemigo, que les trae incertidumbre y desesperanza y manténganse en Mi Corazón.

Los niños, que se redimen hoy, construirán en la Tierra el triunfo de Mi Reino, y es sobre ellos que haré descender la Nueva Jerusalén, que finalmente se plasmará en la materia, cuando esté purificada y consagrada al Padre.

Yo los bendigo, con la señal de la Santa Cruz,

en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Vuestra Madre María, Rosa de la Paz