El silencio y la mansedumbre son las mayores herramientas del guerrero en este tiempo de batallas. No es un silencio que los lleve a observar los errores de los demás ni a juzgarlos, sino un silencio que une, un silencio que vigila, un silencio que se observa a sí mismo, a sus pensamientos y sentimientos, resguardando así el principio de la unidad y sin permitir que el enemigo ingrese en ningún nivel de consciencia. Por eso, guarden silencio, obsérvense y reserven las propias energías para edificar la fortaleza interior y la de todo el grupo.
El caos es distracción, bullicio, discordia, vanidades y todo el tiempo tiene las puertas abiertas para ingresar en la consciencia humana, pues con facilidad se adhiere a esos estados.
La unidad, que proviene del amor, de la compasión, de la comprensión y de la misericordia, debe ser cultivada como una flor delicada y llena de recomendaciones. Es un atributo raro, aunque primordial para la evolución humana; por eso requiere de más atención y cuidado.
Entonces, en silencio, cultiven la unidad; fortalezcan el amor y los actos de misericordia.
Vigilen siempre y encontrarán la intuición y el sentir superior, para que, antes de que el enemigo ataque, perciban su presencia y no permitan su ingreso.
Tienen Mi bendición.
Aquel que ora y vigila por la humanidad,
San José Castísimo