Lunes, 15 de julio de 2024

El Sagrado Llamado
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN LUANDA, ANGOLA, ÁFRICA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, PARA EL SAGRADO LLAMADO DEL DÍA 20

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En aquella noche, mientras Me encontraba con Mis apóstoles en el Mar de Galilea, la tempestad llegó, la oscuridad los abrazó, aun estando Yo presente en la barca.

Todo parecía que iba a precipitarse, hasta que llamaron al Señor, porque sus miedos eran muy grandes y su fe fue probada ante la Presencia del Señor.

Y aun después de todo lo que les enseñé, ellos vivieron en aquel momento su prueba espiritual, que es algo que hoy vive el mundo. Esta es la prueba espiritual que cada uno enfrenta para poder comprender, dentro de sí mismo, cuán fuerte está su fe y su confianza en Dios.

La barca parecía que iba a romperse en aquella noche. La desesperación de Mis apóstoles era muy grande, porque tan solo por un momento se olvidaron de que estaban en la barca con el mismo Dios.

¿Dónde está el límite entre la realidad y la apariencia, entre lo que es verdadero o falso?

Por eso, Yo les demostré, en aquella noche, que el Poder anónimo y secreto de Dios era capaz no solamente de detener la tempestad, sino también de demostrarles cómo estaba la fe en cada uno.

Delante de la tempestad que hoy vive el mundo, en la amplitud de su sufrimiento y agonía, de sus traumas y de sus secuelas, ¿cómo es que cada uno de ustedes atravesará, en la barca del Señor, esta tempestad espiritual que se aproxima?

Recuerden que Yo les enseñé, en lo alto del Monte de las Bienaventuranzas, a orarle al Padre Celestial y a entregarle en confianza todo lo que les sucede o todo lo que experimentan. Pero aquí no existe una causa con grandes víctimas, sino una intención de que cada ser de este planeta sea consciente y responsable de todo lo que ha vivido y causado a través de los tiempos.

Hoy, el Rey de África está aquí, con Su soberana y humilde Majestad, para entregarle a cada uno de Sus hijos de África el tesoro del Relicario de Mi Corazón, en su forma espiritual y divina, para que puedan confiar sus seres al Corazón de Jesús y para que sepan que, más allá de todo, no hay nada más grande que Mi Amor; porque Mi Amor venció en la Cruz, venció al pecado y a los errores del mundo.

Y es este Amor el que se perpetúa, porque es un Amor infinito, inalterable e inmutable. Es un Amor universal que viene a fortalecer a las almas que lo buscan, a los corazones que entran en comunión, a través del Santísimo Sacramento del Altar, con Mi Sagrado Corazón.

El tiempo del cautiverio está llegando a su fin, la orden ya fue dada a todo el universo. Y, a través de las huestes de los ángeles y arcángeles, se disolverán los grilletes, se romperán las cadenas y las almas se liberarán para que, renovadas por la fe y la esperanza, preparen con alegría el Retorno de Cristo a la Tierra, el Retorno del Señor, que hoy es anunciado a través de las voces y de las oraciones de los más pobres y simples de toda Mi amada África.

Vengo a abrazar con Mi Luz a todos los que la necesitan, principalmente a los que más agonizan en este país y en este continente, porque Yo estoy aquí con ellos, así como hoy estoy con ustedes, como Jesús, el Nazareno; Aquel que predicó y enseñó a las orillas del Mar de Galilea; Aquel que resucitó, que curó y que liberó a los corazones; Aquel que dio la vida por ustedes y por sus hermanos, para que a través de la Dolorosa Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, todas las almas posibles en este tiempo reciban la Gracia de la vida eterna, el momento más importante para que al fin de sus días puedan entrar al Paraíso; así como aquel que entró al Paraíso, que, estando crucificado a Mi lado en el Calvario, pudo reconocer la Faz del Señor, lo que lo redimió para siempre y lo hizo ingresar al Reino de los Cielos, aun siendo un gran pecador.

Pero aquí, Yo no vengo a señalarles las faltas, sino los dones y las virtudes, el poder del verbo que, a través de la voz y del canto, les puede expresar, a la Tierra y al universo, la sagrada adoración al Señor no solo en la forma luminosa de la Eucaristía, sino también a través de cada mundo interior y de cada corazón que vive en Mí y por Mí.

Yo vengo a hacer de África, a través de la obra de caridad Santa Isabel, Mi nuevo semillero de Luz para el mundo. Porque en donde aparentemente no existe nada material o humano, digno o sublime, el Señor en Su Retorno revelará la riqueza espiritual que les fue entregada a los corazones de África; riqueza espiritual que se intentó sepultar y marginar, o incluso abolir; riqueza espiritual que despuntará como un sol en el horizonte, como una flor que se abre a los rayos del Sol para mostrar su más íntima belleza y devoción.

Estas son las almas humildes de África. ¡Cuántos valores importantes que el mundo desconoce y margina! ¡Cuántas almas que están aquí encarnadas y que han sufrido tanto, tanto, así como sufrió su Maestro y Señor en la Cruz!

Pero de la aparente derrota surge el poder de la victoria, basado en el auténtico Amor que resucita la vida en los corazones que, a pesar de todo e incluso de las consecuencias, confían en el Señor.

Que, en este día, se comiencen a cumplir las promesas de Cristo a África.

La humanidad necesita urgentemente aprender de la dignidad espiritual que habita aquí y de los mundos preciosos, internos y sublimes, que existen en cada alma y en cada corazón.

Que los ojos del mundo se abran para salir de la ceguera y reconocer el universo espiritual que mora y habita en África.

La fe de este pueblo, honrado y amado por Mí, es lo que hoy sostiene al mundo entero e impide que las dolorosas y graves guerras se agraven en la humanidad y en las naciones.

Por eso, Dios se hizo humilde y pobre en un pesebre, y así Él se hará humilde y pobre una vez más, mostrando Su Poder a través de los corazones simples, de los que viven en la fe perpetuamente.

El Llamado de Mi Corazón al mundo entero se refleja en este sagrado espejo de agua, en Mi Galilea africana, terreno fértil para las semillas de Dios, que serán sembradas en el próximo tiempo; porque en África brotará una fuente de Gracias y de milagros inexplicables, así como lo hizo Nuestra Santísima Madre en Kibeho, Ruanda.

Que la voz de los más inocentes sea escuchada, que los corazones más endurecidos se ablanden y se abran para reconocer la necesidad en cada lugar.

Es tiempo de compartir todo lo que se tiene, porque Dios no hizo ricos y pobres; fue el mundo que lo hizo. Porque Dios es pobre en Su Esencia, en Su Espíritu y Divinidad, como también lo es Su Hijo, el Rey del Universo, Portador de la Paz, del Bien y de la Misericordia.

Aunque Nuestra Obra se estará recogiendo en los próximos tiempos, sepan que Yo siempre podré volver aquí, todas las veces que sea necesario y el Padre Celestial Me lo permita. Porque el Señor, Cristo Jesús, también vive y siente en este tiempo la agonía del mundo.

Yo vengo aquí para que sacien Mi sed a través del amor que Me brindan, a través de la adoración que Me ofrecen, en cada nueva Eucaristía, en cada nuevo momento de oración y de sagrada alabanza.

Sientan el abrazo de los Cielos y de todas Sus moradas.

Que se cumpla el tiempo de la redención, que se establezca la paz y que muchos más resuciten como Lázaro.

Les agradezco por su bien y por su caridad, que estos dones se multipliquen para el mundo entero.

Les doy Mi bendición y les recuerdo que el Señor viene a buscar Su morada en los corazones de África para poder reposar y descansar, así como ustedes pueden reposar y descansar en Mí cuando lo necesiten.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.