Viernes, 10 de enero de 2014

Mensajes diarios
MENSAJE SEMANAL DE CRISTO JESÚS, TRANSMITIDO AL VIDENTE FRAY ELÍAS

Vengo al mundo para arrancar de los corazones los miedos internos y para liberar a las esencias del sufrimiento perpetuo.

A cada momento les entrego Mi Divina Misericordia, para que la reconozcan como vuestro camino de salvación y de redención.

Pero la Paz inalterable será la gran llave para el fin de este tiempo, llave que les permitirá proyectar el porvenir y llevar adelante la transición y los cambios. Yo Soy ese Gran Sol Espiritual que busca constantemente alumbrar el camino de los que están ciegos y de los que no quieren ver la verdad y la entrega que hoy le ofrezco a la humanidad.

Pero algo más allá de lo normal deberá suceder si la humanidad no cambia ni reza con el corazón, para pedir a Dios por Su Misericordia.

Mientras tanto, el Amado Padre envía a Su Sacratísimo Hijo para llamar al mundo al despertar de la consciencia y de los acontecimientos. Busquen sin demora el Fuego Eterno de Mi Corazón y sientan profunda confianza; los que Me siguen prevalecerán, aunque con tan poco tiempo Yo pediré, para algunos, cambios internos que parecen imposibles.

En verdad, Yo sé con quienes cuento para esta hora de definiciones; en verdad, ya sé con quienes contaré para Mi Retorno.

Mientras los acontecimientos suceden, preparen todos los días vuestras moradas; el gran día de la revelación llegará para los que lo quieran ver y para los que se quieran ocultar más allá de Mi Luz Celestial.

Ahora los reúno internamente en el Cenáculo de Mi Corazón y les doy a conocer los misterios del Cielo; ellos preparan vuestras esencias para el esperado momento. No se mortifiquen, ofrezcan a Dios lo que en sinceridad le pueden ofrecer, el Cielo se alegrará por recibir vuestras pequeñas entregas.

El tiempo amerita una acción evolutiva y consciente. La hora marca el gran encuentro con el Rey del Amor. Estén en Paz.

Bajo el Bien Mayor del Padre, sean bienaventurados.

¡Gracias por volver a escuchar Mi Corazón!

Cristo Jesús, el Sol de la Eterna Gracia