Si el Hijo de Dios perdonó en la Cruz a un preso moribundo, convirtiéndolo así en el primer santo de la historia de la humanidad, ¿qué es lo que no podrían perdonar ustedes para convertir a todos los ladrones del mundo?
Más allá de todo el mal, existe en lo profundo de esas consciencias un recinto en sus mundos internos en donde le temen al abandono y a la pobreza.
Como dijo el Mandamiento de Moisés: no robarás. Eso significa que esta regla representa, principalmente, no temer por la falta de algo o de alguien para no verse tentado, en la carencia o en la ceguera, a robarlo.
Cuando su Maestro perdonó en la Cruz al ladrón, lo absolvió directamente con la propia Misericordia que aún se derramaba del Cuerpo del Señor a través de Su Sangre, mientras Él estaba vivo.
Ese acto de Misericordia, concedido al ladrón de la Cruz, sucedió a partir de una inspiración interior que el mismo ladrón recibió cuando fue condenado a muerte; y la promesa de su Maestro, después del arrepentimiento del moribundo, fue lo que determinó el ingreso de su consciencia al Paraíso.
Solo un acto de amor consolador y verdadero podría permitir la salvación y la redención de alguien que estaba condenado a un gran castigo. En ese caso la Misericordia aplacó la Justicia.
¡Les agradezco por guardar Mis Palabras en el corazón!
Los bendice,
Vuestro Maestro, Cristo Jesús