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Queridos hijos:
Hoy, Mi Corazón llega a este Reino de Cura para la humanidad con un propósito de liberar la mayor cantidad posible de almas de los abismos de este mundo.
Hoy, Me coloco sobre este altar, no solamente como un símbolo de Mi irradiación sobre el Medio Oriente, sino como una Verdad, porque así estoy todo el tiempo clamando por esta tierra sagrada en la cual un día coloqué Mis Pies, la cual deseé santificar con la Presencia de Mi Hijo.
Cuando estuve en el mundo, sentí en Mi Corazón la esperanza de que este planeta pudiera ser sagrado, porque portaba en Mi Vientre al Hijo de Dios. Caminé por todo el Oriente y también por Europa, buscando extender el Reinado de Mi Hijo, anunciar Su Retorno, Su Resurrección, Su Vida Eterna.
Tuve la esperanza de que pudiera surgir una Nueva Jerusalén, aquella tierra sagrada tan esperada, pero no fueron muchos los que escucharon a Mi Hijo, los que lo escucharon de verdad, que siguieron Sus Palabras, tornándolas vida.
Escuchar a Cristo no es solo comprender Sus Palabras, es vivirlas. Es por eso que les digo que fueron muy pocos los que lo escucharon.
A pesar de que Él caminó entre las multitudes, muchos vieron Sus milagros y se asombraron con ellos, pocos fueron los que hicieron de sí mismos el mayor milagro de Cristo. Y, a lo largo de estos dos mil años, fueron muy pocos los que se animaron a vivir este milagro, este milagro que Mi Hijo perpetuó a través de la Eucaristía, en la que Él se entrega todos los días al corazón humano, renovando Su Pasión y Su oferta de renunciar a Sí mismo por la salvación de este mundo.
Cada vez que comulgan de Cristo, que reciben el Pan y el Vino, en ese momento Mi Hijo revive Su Pasión y reconfirma, ante Dios, Su entrega perpetua por este mundo y por muchos otros.
Por eso, hijos, deben saber estar ante la Eucaristía, deben recordar, cada vez que comulgan, el sacrificio sagrado de Mi Hijo Jesús, Su Perdón y Su Misericordia; porque así, no solo renovarán Su sufrimiento, renovarán también Su Misericordia, Su Paz ante todos los acontecimientos, Su Fe absoluta en el Creador, aun crucificado delante de la muerte, Su certeza sobre la vida eterna, de que, unido a Dios, resucitaría.
Vengo a resucitar a este mundo, a ver resucitar a las almas, así como vi resucitar a Mi Hijo.
Vengo a resucitar el Propósito de Dios en el corazón humano, para que no se pierda ni se desvanezca.
Mi Corazón los acompaña y los sustenta, así como impulsó a Cristo a seguir con Su sacrificio hasta el final. Pero, si quieren seguir el ejemplo de Mi Hijo y contar con la ayuda de Mi Inmaculado Corazón, deben ser persistentes, perseverantes en el Propósito Divino, independientemente de los resultados, independientemente de lo que llaman fracasos; porque las leyes de este mundo no se asemejan a las Leyes del Cielo. Lo que puede parecer un fracaso ante los ojos humanos es la gran victoria del Creador.
Aquellos hijos Míos que renuevan su fe en el Medio Oriente, a pesar de toda la persecución, del miedo y del dolor, están renovando la fe del mundo entero, están renovando el sacrificio de Cristo, están haciendo del fracaso de una nación la victoria de Dios en el corazón de ella.
Es por esos hijos Míos que nunca pierden la fe que Mi Corazón aún puede interceder por Siria. Con su convicción de permanecer unidos a Cristo, ellos Me abren las puertas todos los días.
Pero, para que Mi Inmaculado Corazón triunfe y que allí reine la paz, como en todos los países del Medio Oriente, necesito que más seres vivan la oración verdadera, confirmen su unión con Cristo y descubran que el verdadero tesoro es la vida espiritual, que trasciende la materia y todo lo que ella ofrece.
Necesito también, hijos Míos, algo más que sus oraciones; necesito que se conviertan en verdaderos apóstoles de Cristo, que no teman vivir según Sus Palabras, según Su Voluntad y que anuncien al mundo, con ejemplos, la posibilidad de vivir la paz.
Quisiera despertarlos del sueño en el que viven y demostrarles que aún es muy poco lo que le entregan a Dios, ante la gran necesidad del mundo. Aún insisten, hijos Míos, en ser niños en la vida espiritual, cuando el Armagedón planetario los invita a actuar como adultos espiritualmente .
Por más que creen que viven la vida del espíritu, sus ejemplos demuestran que aún hay mucha resistencia en su interior. Y les digo estas cosas porque hicieron un compromiso con Dios de ser los que impulsan la transformación del planeta; es por eso que Yo los ayudaré, por ese compromiso que hicieron en el principio y que no se puede perder en las pequeñeces de sus vidas.
Mientras el tiempo se acelera y los días van perdiendo sus horas, necesito que cumplan con su misión. Hoy, les muestro a los ojos de sus corazones la realidad planetaria para que así, hijos Míos, despierten a la verdad, maduren sus espíritus y ya no piensen tanto en sí mismos, en su propia comodidad y en su propio bienestar, cuando es tiempo de servir, de entregar hasta la última gota de sudor, en nombre de Aquel que un día sudó sangre por Amor a la humanidad.
Aquel, que es el ejemplo de sus vidas, dio hasta la última gota de Su Sangre y perdonó cada una de Sus Llagas, convirtiendo Sus heridas en Fuente de Misericordia para el mundo entero, como también para el cosmos. Es por eso que se tornó Rey y hoy los invita a imitar Sus pasos, porque Su sacrificio no fue suficiente para convertir este mundo como Dios espera.
Hijos Míos, los envié a Medio Oriente para que vieran con sus propios ojos lo que el enemigo causa en el interior de los seres: el dolor y el sufrimiento, el miedo y el rencor, que con mucha dificultad serán arrancados de esos corazones humanos solo con el esfuerzo de todos, con la oración, con el servicio, con el sacrificio tan temido por esta humanidad y que, en verdad, no es nada más que su posibilidad de unirse a Cristo y a lo que Él representa para toda la Creación.
Hoy, sobre este altar, les muestro las realidades del espíritu, que superan lo que ocurre en la materia, y hago eso para que, como humanidad, oren Conmigo e intercedan por este mundo, porque no basta que Mi Divino Corazón le clame a Dios; Él necesita escuchar la voz de los hombres, invocando Su Misericordia, orando tal como Su Hijo les enseñó, para abrir las puertas del Cielo y volver a unir el corazón humano con Su Corazón Sacratísimo.
Oren Conmigo, acompáñenme con el corazón, con el alma y con la consciencia.
En ese momento, la Madre Divina pidió que uno de los sacerdotes presentes orara el Padre Nuestro y el Ave María en árabe.
Si oraran de corazón todos los días, muchas cosas ocurrirían de forma diferente en este mundo. Si no oraran solo con la boca o con la mente, sino con el corazón, si clamaran a Dios, si suplicaran por Su Divina Misericordia, ofreciendo el sacrificio de Su Hijo y la renovación de ese sacrificio en la Eucaristía, muchos males de este mundo podrían convertirse.
Pero la humanidad aún se interesa más en permanecer en la propia comodidad, en vivir las propias aspiraciones que en convertir la existencia de este mundo, en convertir el sufrimiento, la angustia, las tinieblas en luz, en amor y en paz, en el establecimiento del Reino de Dios.
Reflexionen, hijos Míos:
¿Qué es lo que les impide entregar todo y tornarse verdaderos servidores?
¿Será que no creen en Mis Palabras o no comprenden verdaderamente la urgencia de los tiempos?
¿Será que no los toca el sufrimiento de sus hermanos?
¿Será que no ven la necesidad del mundo, de los que mueren a su lado, tanto en la materia como en el espíritu?
¿Qué es lo que hacen cuando pasan delante de un pobre en la calle? ¿Piensan que es un espíritu creado por Dios, que vino a este mundo para cumplir una misión, para vivir la redención y aprender a amar, o detienen el pensamiento para no pensar y no sentir nada y solo ser indiferentes a lo que viven?
Hijos, un día el Armagedón tocará a las puertas de sus casas y los esperará prontos. En esa hora, querrán que existan seres, entregados por amor, que los ayuden cuando lo pierdan todo. Querrán que existan almas que entregarán sus vidas a Dios para orar por ustedes y que sus almas tengan la oportunidad en el Reino de los Cielos.
Medio Oriente, como muchos lugares de este mundo, ya necesita de sus oraciones. El Armagedón ya llegó en el plano físico para ellos, no es solo espiritual o mental.
¿Harán brotar la Misericordia de su interior y dejarán que la necesidad de sus hermanos sea mayor que la propia? ¿Percibirán la necesidad de los que ya padecen en este mundo o permanecerán orando por las enfermedades propias y solo orando de corazón cuando sea por sus familias?
¡Necesito de consciencias que vivan por la salvación de este mundo, no de uno o dos, de todos! Y, para que su oferta pueda llegar al planeta, debe ser una oferta verdadera, completa y absoluta.
Dejaré que Mis Palabras resuenen en sus corazones y espero que realmente Me hayan escuchado.
Ahora, llamaré a estas almas pequeñas que decidieron profundizar en su oferta a Mi Inmaculado Corazón y, en esta noche, les pediré que reflexionen verdaderamente si están dispuestas a vivir cualquier cosa para establecer Mi Paz, si vencerán los conflictos en sus vidas, en sus familias y en su día a día para ser verdaderos pacificadores, si establecerán la paz a través del ejemplo propio, si no temerán usar esta camiseta, símbolo de Mi Manto sobre sus cuerpos, cuando llegue la hora de confirmar la propia fe.
Un soldado, hijos Míos, no se quita su uniforme en la hora de la batalla, él da la vida por el propósito que debe cumplir.
Mi Inmaculado Corazón está creando un ejército de paz, con almas que no temerán sufrir o perderse a sí mismas para establecer esa paz en el mundo. Quiero que sepan eso y que, al levantar las manos para consagrarse como Hijos de María, sepan lo que están haciendo. Yo siempre los fortaleceré, siempre los guiaré, acompañaré sus pasos, pero también les pediré que se confirmen y que sean verdaderos en el compromiso que realizaron Conmigo.
Es por eso que hoy los bendigo y reconsagro sus almas porque, verdaderamente, todos los Hijos de María ya están consagrados a Mi Corazón desde el principio. Cuando se arrodillan en Mi altar, solo están confirmando que aceptan vivir la redención. Que, un día, puedan difundir este propósito y que muchas almas se inspiren por su consagración. Den el ejemplo al mundo de entrega, de transparencia, de simplicidad, de paz. Muestren el camino hacia Mi Reino, con oraciones y también con acciones.
Yo los bendigo y les pido que no se olviden de lo que les dije. Eleven sus ofertas a Mi altar, escucho sus peticiones. No teman pedir, porque Yo les concederé siempre y cuando sean consecuentes con su fe; pero no pidan solo por sí mismos, pidan también por el planeta, porque Dios está escuchando. Hablenle al Corazón del Padre como no le hablaron el día en que Él los esperó.
Dios aún se silencia, porque Él es el propio Silencio. A pesar de la indiferencia de la humanidad, Su Corazón jamás dejó de derramar Amor sobre el mundo, y Él sigue esperando la respuesta de las almas de esta Tierra.
Mientras Me elevo, oren una vez más al Padre Celestial, para que Yo pueda llegar a los pies de Su Altar con la oferta de la humanidad.
Hoy, les pediré una consagración diferente, que se consagren por este planeta y no solo por ustedes mismos. Por eso, mientras Me elevo, les pediré que canten el Padre Nuestro en árabe y que, así, le envíen al Señor la confirmación de que aspiran a estar a Su lado y cumplir con Su Plan.
Los espero y los escucho.
En ese momento, los presentes escucharon a los miembros del monasterio entonar el Padre Nuestro en árabe.
Los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hermana Lucía de Jesús:
Hermanos, solo queríamos compartir con todos, como María nos pidió, que, desde el principio de la oración, Nuestra Señora ya estaba trabajando en Medio Oriente. Fue por eso que los ángeles nos pidieron que cantáramos el Ave María en árabe.
Y, durante toda la oración, veíamos que Ella estaba allá, no solo en Siria, sino también en otros países, en el medio de los conflictos, irradiando Su Paz, como si anduviera disfrazada entre las personas que vivían allí.
Cuando llegó, Ella tenía una ropa diferente, era como si usara un traje musulmán, con pañuelos que le envolvían la cabeza, pero que permitían ver el rostro que no estaba cubierto. Era una ropa de color azul un poco más oscura y tenía algunos detalles blancos.
Yo veía, atrás de Nuestra Señora, algunos lugares de Medio Oriente, situaciones bien difíciles porque Ella nos mostraba, no solo lo que ocurría en el plano físico, sino también al mismo tiempo nos mostraba lo que ocurría en los planos espirituales. Ella nos decía que estaba haciendo eso para madurar un poco nuestra consciencia, como Ella siempre hace, para que pudiéramos tener la necesidad del mundo como algo un poco mayor que nuestra propia necesidad.
Y, cuando orábamos el Padre Nuestro en árabe y las Ave Marías, Nuestra Señora oraba con nosotros, y también los ángeles oraban con Ella y arrancaban de algunos lugares del Medio Oriente muchas criaturas espirituales negativas. Eran imágenes bien fuertes que compartimos con todos porque Nuestra Señora nos lo pidió. Ella retiraba esas criaturas, a veces de desiertos, a veces de adentro de las casas de las familias o de reuniones de grupos políticos y religiosos, y continuó haciendo ese trabajo hasta el final de la Aparición.
Ella seguía trabajando en Medio Oriente mientras hablaba con cada uno de nosotros, mientras intentaba despertar nuestra consciencia. Y ahora, al final, cuando pidió que los hermanos cantaran el Padre Nuestro en árabe, vi el planeta desde arriba; es difícil de explicar porque, al mismo tiempo que Nuestra Señora aún estaba presente, yo veía esa imagen del planeta y cómo del universo comenzaba a descender una Luz blanca intensa, y era como si nuestra consciencia fuera entrando hacia adentro el planeta y viendo cada vez con más detalles la superficie de la Tierra.
Esa Luz venía como un sol blanco, con la energía de la Consciencia de Dios, hasta llegar sobre Medio Oriente. Y yo percibía Medio Oriente muy oscuro, destruido, y esa Luz comenzaba a recorrer los espacios; se dividía, se multiplicaba en pequeñas Luces que comenzaban a ingresar en los hogares, en las escuelas llenas de refugiados, en los hospitales, e iban colmando el interior de las almas.
Y era algo que sentíamos que realmente era muy sublime, que trascendía esa imagen, porque Nuestra Señora también nos hacía sentir la Presencia de Dios allí. Y, cuando ese momento se fue cerrando, Nuestra Señora nos decía que esperaba que oráramos siempre así, ante Su Presencia, con Ella, para que la Consciencia de Dios siempre pudiera descender sobre el planeta.
Y, en el momento en que Ella nos pidió que habláramos con Dios, nos mostró por detrás de Ella los diferentes portales que llevaban hasta el cosmos. Y también es difícil de explicar, pero era como si la Consciencia de Dios estuviera allí, observándonos; no era una persona, no tenía una forma material como nos imaginamos. Era solo una Vida, una Luz, que sentíamos que nos observaba y que nos escuchaba. Él no tenía una forma, pero estaba en todo al mismo tiempo y, en ese momento, escuchó lo que cada uno de nosotros le dijo.
Los dejamos a todos con las Palabras de María en el corazón y con este relato que esperamos que amplíe lo que Ella nos dijo.
Que todos podamos permanecer con Nuestra Señora en el corazón.
¡Gracias, Madre, por cuánto nos das!
Queridos hijos, quisiera verdaderamente que toda la humanidad conociera los desiertos por los que caminé, por los que sigo caminando para auxiliar a Mis amados y pequeños hijos que intentan huir del terror que se apoderó de sus casas y, muchas veces, de sus corazones.
Quisiera que todos los que confían en Mí pudieran ir al Medio Oriente para ver con sus propios ojos la realidad del planeta y ayudar con sus propias manos a los que ya perdieron la esperanza de seguir viviendo en este mundo.
Quisiera tener en el campo de refugiados un gran ejército celestial que, vestido con Mi Manto, irradiara silenciosamente Mi Paz. Pero eso lo harán con sus corazones, con sus oraciones más sinceras.
Digo que quisiera verlos allí, físicamente, porque para muchos esa es la única forma de despertar la consciencia. Existen aspectos ocultos de sus seres a los que no les basta la oración para que vivan la transformación. Necesitan ver y sentir, en carne propia, que el fin de los tiempos ya se aproxima; que el Armagedón ya se inició, no solo en el espíritu y en la mente de los seres humanos, sino también en la vida material de muchos.
Si descubrieran, hijos Míos, el verdadero poder del verbo orante, no necesitarían ir hasta Medio Oriente para que Mi Misericordia se derramara, pero aún son inmaduros en la vida del espíritu. Y, para que Me abran las puertas de sus corazones y de sus consciencias, necesito que vivan una experiencia que los transforme por completo.
No será como en África, donde encontraron un dolor secular, un dolor que nació de la indiferencia de la humanidad, del abandono, de la falta de amor. En Medio Oriente, hijos Míos, encontrarán los frutos del caos y del mal, que intentan triunfar más allá de Mi Inmaculado Corazón, pero que no lo conseguirán, porque enviaré a Mis soldados adentro de este reino de tinieblas para aliviar el dolor de aquellos hijos Míos que fueron tocados por el frío del miedo, del terror, del desamparo.
Quiero que todos los seres orantes acompañen esta misión con la consciencia absoluta de que sus hermanos estarán ingresando, en Mi nombre, en tierras que un día pertenecieron a Dios, pero que poco a poco están siendo tomadas por la oscuridad.
Yo iré, con Mis hijos, a rescatar a los corazones perdidos y necesito que ustedes Me acompañen. Quiero, con los simples actos de servicio y caridad, arrancar del trono del mal a aquel que cree que tiene más poder que Dios.
Aun silenciando Su Sagrado Corazón, el Poder del Creador se irradia profundamente a todas las cosas. Quisiera contar con hijos más maduros, dispuestos a trascender las leyes y tendencias de este mundo, para vencer todos los días la indiferencia que la humanidad común ya vive de una forma tan normal.
Hijos, quisiera despertar en esta noche sus consciencias a la realidad planetaria, pero también a la vida superior para que fortalezcan, en la llama del Espíritu de Dios, las pequeñas llamas de sus esencias, para que así sean suficientemente fuertes para permanecer en este mundo como si no pertenecieran a él; para vivir, en un tiempo de caos, irradiando la paz de sus corazones sin nunca perder la certeza del triunfo de Dios, independientemente de lo que suceda a su alrededor.
Pero, para que puedan vencer las leyes de la Tierra y vivir bajo las Leyes Divinas, que retiran sus mentes de las irradiaciones e influencias de este mundo, necesitan ser perseverantes y esforzarse un poco más para no ser tan comunes como los que no Me conocen.
Cada uno sabe lo que necesita transformar en su vida y aquellos permisos que aún le dan a la propia consciencia de no vivir el amor, la fraternidad y la unidad con Dios para afirmar la propia voluntad.
Hoy, les pediré que vuelvan a leer las Palabras que Yo pronuncié en la mañana de hoy, porque Yo les mostré la realidad del planeta, lo que más le preocupa a Mi Inmaculado Corazón en este tiempo y, como Madre de los refugiados, los llamé a auxiliarme, humildemente, para que esta misión se cumpla, y también les mostré la realidad del universo, el Silencio de Dios como respuesta a lo que ocurre en el mundo, el Silencio que estremece el corazón de todas las criaturas en el Cielo.
El Silencio del Creador parece eterno y deben aprender a sentirlo, porque tiene la intención de hablarles a los corazones humanos. Ya no hay criatura en el universo que conozca el desenlace del Plan de Dios y, en Su Silencio, el Señor quiere revelarle Su Verdad directamente al corazón humano como última alternativa para que despierten al cumplimiento de Su Plan.
Sé que muchos vienen, a Mi encuentro, buscando una solución para sus vidas, para sus problemas y sufrimientos. Sé que muchos quieren escuchar Mi Voz para encontrar aquí un aliento, un amparo para las situaciones que ya no saben cómo superar y, sin embargo, hijos Míos, Yo les muestro la realidad del mundo, Yo coloco una necesidad mayor por encima de sus pequeñas necesidades; porque aprenderán a superar los obstáculos de sus vidas, descubriendo que existen obstáculos mayores en la vida de sus hermanos. Y es auxiliando al prójimo que los problemas propios se disuelven y desaparecen.
Si quieren una respuesta o un alivio para sus dolores, alivien el dolor de los que viven a su lado y también muy distantes.
Busquen servir y pronto verán cómo desaparecerán todos los males de sus vidas.
Busquen encontrar a Dios, sentir Su Divina Consciencia y descubrir la capacidad de unidad con Él, que es única en sus corazones.
Cuando comiencen a sentir Su Presencia dentro de sus esencias, nada más les importará. Disolverán su pequeñez en la grandeza del Creador y solamente aspirarán a retornar a Su Reino.
Quiero llamar aquí a los que se consagrarán como Hijos de María y quiero decirles que se están sumando a un ejército de paz que estará amparado por Mi Corazón, al que le daré todo, pero también le pediré todo.
De los Hijos de María, buscaré el esfuerzo, les pediré la total transformación, les pediré que venzan el parecer propio para cumplir con la Voluntad de Dios; les pediré que venzan el propio cansancio cuando llegue la hora de orar sin cesar; les pediré que clamen por el mundo, aun cuando aquellos que más aman estén necesitando sus oraciones; les pediré que se unan a Dios, aunque a su derecha y a su izquierda este mundo parezca desaparecer. Les pediré que se mantengan en paz y que irradien paz al mundo cuando la desesperación se apodere del corazón de muchos.
Por eso, los consagro, los bendigo y los acojo en Mi Manto todos los días, cada vez que vengo a este mundo. Necesito que muchos Hijos de María impregnen la Tierra, que Mi ejército se expanda por los cuatro puntos del planeta, porque todo el planeta necesitará de aquellos que den testimonio de Mi Presencia, de aquellos que anuncien una esperanza, de aquellos que no permitan que se apague la llama en el corazón de sus hermanos, de aquellos que sostendrán a otros de pie, con la cabeza erguida y los ojos abiertos, para ver el Retorno de Mi Hijo cuando Su Luz brille en la oscuridad y traiga nuevamente el Sol a este mundo.
Esos deben ser los Hijos de María, aquellos con los que puedo contar a cualquier hora, en cualquier lugar. Sé que muchos no comprendían lo que estaban haciendo cuando levantaron sus manos y se ofrecieron para consagrar sus almas a Mi ejército de amor.
También sé que, ante estas Palabras, muchos no se sienten preparados para vestir Mi Manto sobre sus cuerpos. Pero Yo les digo, Hijos Míos, que la preparación vendrá cada día, poco a poco, cuando Mi Corazón los fuera formando, construyendo en su interior la fortaleza que amparará a otros, que acogerá a muchos.
Por eso, no se preocupen, no se sientan indignos de estar ante Mí, no tengan miedo de decirme sí, porque Yo los ayudaré siempre cuando estén dispuestos a responder a Mi llamado.
Ahora canten, para que la alegría nunca se pierda. A pesar del dolor del mundo, la alegría debe permanecer en sus corazones, transmutando y trascendiendo el sufrimiento, haciendo sonreír a los que solo conocen el dolor.
Nunca pierdan, hijos Míos, la capacidad de sonreirles a los que se entristecen. Nunca pierdan la alegría y la voluntad de acoger en sus brazos a los que necesitan un poco de esperanza. Dios se encuentra en la sonrisa de los puros y establece Su Reinado en los mansos de corazón.
No es que serán indiferentes y sonreirán ante el sufrimiento del mundo. Lo que estarán haciendo, hijos, es abriéndole una puerta a Dios, porque el enemigo espera verlos tristes, sin esperanza, sin amor, pero ustedes permanecerán alegres porque, a pesar de todo, la certeza del triunfo de Dios nunca desaparecerá de su interior.
Sabrán que, en el momento de mayor tribulación en el mundo, cuando todo parezca perdido, el Cielo se abrirá y aquel que un día les sonrió buscará una sonrisa, una sonrisa pura y verdadera, un respiro, el aliento de finalmente encontrar al Rey del Universo.
Les agradezco y les pido que despierten a la verdad de sus corazones.
Que escuchen a Dios que, en silencio, quiere encontrarlos en sus esencias.
Prosigan en paz y en profunda alegría por haberse encontrado Conmigo.
Les agradezco.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más