Miércoles, 13 de enero de 2016

Apariciones
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Queridos hijos, quisiera verdaderamente que toda la humanidad conociera los desiertos por los que caminé, por los que sigo caminando para auxiliar a Mis amados y pequeños hijos que intentan huir del terror que se apoderó de sus casas y, muchas veces, de sus corazones.

Quisiera que todos los que confían en Mí pudieran ir al Medio Oriente para ver con sus propios ojos la realidad del planeta y ayudar con sus propias manos a los que ya perdieron la esperanza de seguir viviendo en este mundo.

Quisiera tener en el campo de refugiados un gran ejército celestial que, vestido con Mi Manto, irradiara silenciosamente Mi Paz. Pero eso lo harán con sus corazones, con sus oraciones más sinceras.

Digo que quisiera verlos allí, físicamente, porque para muchos esa es la única forma de despertar la consciencia. Existen aspectos ocultos de sus seres a los que no les basta la oración para que vivan la transformación. Necesitan ver y sentir, en carne propia, que el fin de los tiempos ya se aproxima; que el Armagedón ya se inició, no solo en el espíritu y en la mente de los seres humanos, sino también en la vida material de muchos.

Si descubrieran, hijos Míos, el verdadero poder del verbo orante, no necesitarían ir hasta Medio Oriente para que Mi Misericordia se derramara, pero aún son inmaduros en la vida del espíritu. Y, para que Me abran las puertas de sus corazones y de sus consciencias, necesito que vivan una experiencia que los transforme por completo.

No será como en África, donde encontraron un dolor secular, un dolor que nació de la indiferencia de la humanidad, del abandono, de la falta de amor. En Medio Oriente, hijos Míos, encontrarán los frutos del caos y del mal, que intentan triunfar más allá de Mi Inmaculado Corazón, pero que no lo conseguirán, porque enviaré a Mis soldados adentro de este reino de tinieblas para aliviar el dolor de aquellos hijos Míos que fueron tocados por el frío del miedo, del terror, del desamparo.

Quiero que todos los seres orantes acompañen esta misión con la consciencia absoluta de que sus hermanos estarán ingresando, en Mi nombre, en tierras que un día pertenecieron a Dios, pero que poco a poco están siendo tomadas por la oscuridad.

Yo iré, con Mis hijos, a rescatar a los corazones perdidos y necesito que ustedes Me acompañen. Quiero, con los simples actos de servicio y caridad, arrancar del trono del mal a aquel que cree que tiene más poder que Dios.

Aun silenciando Su Sagrado Corazón, el Poder del Creador se irradia profundamente a todas las cosas. Quisiera contar con hijos más maduros, dispuestos a trascender las leyes y tendencias de este mundo, para vencer todos los días la indiferencia que la humanidad común ya vive de una forma tan normal.

Hijos, quisiera despertar en esta noche sus consciencias a la realidad planetaria, pero también a la vida superior para que fortalezcan, en la llama del Espíritu de Dios, las pequeñas llamas de sus esencias, para que así sean suficientemente fuertes para permanecer en este mundo como si no pertenecieran a él; para vivir, en un tiempo de caos, irradiando la paz de sus corazones sin nunca perder la certeza del triunfo de Dios, independientemente de lo que suceda a su alrededor.

Pero, para que puedan vencer las leyes de la Tierra y vivir bajo las Leyes Divinas, que retiran sus mentes de las irradiaciones e influencias de este mundo, necesitan ser perseverantes y esforzarse un poco más para no ser tan comunes como los que no Me conocen.

Cada uno sabe lo que necesita transformar en su vida y aquellos permisos que aún le dan a la propia consciencia de no vivir el amor, la fraternidad y la unidad con Dios para afirmar la propia voluntad.

Hoy, les pediré que vuelvan a leer las Palabras que Yo pronuncié en la mañana de hoy, porque Yo les mostré la realidad del planeta, lo que más le preocupa a Mi Inmaculado Corazón en este tiempo y, como Madre de los refugiados, los llamé a auxiliarme, humildemente, para que esta misión se cumpla, y también les mostré la realidad del universo, el Silencio de Dios como respuesta a lo que ocurre en el mundo, el Silencio que estremece el corazón de todas las criaturas en el Cielo.

El Silencio del Creador parece eterno y deben aprender a sentirlo, porque tiene la intención de hablarles a los corazones humanos. Ya no hay criatura en el universo que conozca el desenlace del Plan de Dios y, en Su Silencio, el Señor quiere revelarle Su Verdad directamente al corazón humano como última alternativa para que despierten al cumplimiento de Su Plan.

Sé que muchos vienen, a Mi encuentro, buscando una solución para sus vidas, para sus problemas y sufrimientos. Sé que muchos quieren escuchar Mi Voz para encontrar aquí un aliento, un amparo para las situaciones que ya no saben cómo superar y, sin embargo, hijos Míos, Yo les muestro la realidad del mundo, Yo coloco una necesidad mayor por encima de sus pequeñas necesidades; porque aprenderán a superar los obstáculos de sus vidas, descubriendo que existen obstáculos mayores en la vida de sus hermanos. Y es auxiliando al prójimo que los problemas propios se disuelven y desaparecen.

Si quieren una respuesta o un alivio para sus dolores, alivien el dolor de los que viven a su lado y también muy distantes.

Busquen servir y pronto verán cómo desaparecerán todos los males de sus vidas.

Busquen encontrar a Dios, sentir Su Divina Consciencia y descubrir la capacidad de unidad con Él, que es única en sus corazones.

Cuando comiencen a sentir Su Presencia dentro de sus esencias, nada más les importará. Disolverán su pequeñez en la grandeza del Creador y solamente aspirarán a retornar a Su Reino.

Quiero llamar aquí a los que se consagrarán como Hijos de María y quiero decirles que se están sumando a un ejército de paz que estará amparado por Mi Corazón, al que le daré todo, pero también le pediré todo.

De los Hijos de María, buscaré el esfuerzo, les pediré la total transformación, les pediré que venzan el parecer propio para cumplir con la Voluntad de Dios; les pediré que venzan el propio cansancio cuando llegue la hora de orar sin cesar; les pediré que clamen por el mundo, aun cuando aquellos que más aman estén necesitando sus oraciones; les pediré que se unan a Dios, aunque a su derecha y a su izquierda este mundo parezca desaparecer. Les pediré que se mantengan en paz y que irradien paz al mundo cuando la desesperación se apodere del corazón de muchos.

Por eso, los consagro, los bendigo y los acojo en Mi Manto todos los días, cada vez que vengo a este mundo. Necesito que muchos Hijos de María impregnen la Tierra, que Mi ejército se expanda por los cuatro puntos del planeta, porque todo el planeta necesitará de aquellos que den testimonio de Mi Presencia, de aquellos que anuncien una esperanza, de aquellos que no permitan que se apague la llama en el corazón de sus hermanos, de aquellos que sostendrán a otros de pie, con la cabeza erguida y los ojos abiertos, para ver el Retorno de Mi Hijo cuando Su Luz brille en la oscuridad y traiga nuevamente el Sol a este mundo.

Esos deben ser los Hijos de María, aquellos con los que puedo contar a cualquier hora, en cualquier lugar. Sé que muchos no comprendían lo que estaban haciendo cuando levantaron sus manos y se ofrecieron para consagrar sus almas a Mi ejército de amor.

También sé que, ante estas Palabras, muchos no se sienten preparados para vestir Mi Manto sobre sus cuerpos. Pero Yo les digo, Hijos Míos, que la preparación vendrá cada día, poco a poco, cuando Mi Corazón los fuera formando, construyendo en su interior la fortaleza que amparará a otros, que acogerá a muchos.

Por eso, no se preocupen, no se sientan indignos de estar ante Mí, no tengan miedo de decirme sí, porque Yo los ayudaré siempre cuando estén dispuestos a responder a Mi llamado.

Ahora canten, para que la alegría nunca se pierda. A pesar del dolor del mundo, la alegría debe permanecer en sus corazones, transmutando y trascendiendo el sufrimiento, haciendo sonreír a los que solo conocen el dolor.

Nunca pierdan, hijos Míos, la capacidad de sonreirles a los que se entristecen. Nunca pierdan la alegría y la voluntad de acoger en sus brazos a los que necesitan un poco de esperanza. Dios se encuentra en la sonrisa de los puros y establece Su Reinado en los mansos de corazón.

No es que serán indiferentes y sonreirán ante el sufrimiento del mundo. Lo que estarán haciendo, hijos, es abriéndole una puerta a Dios, porque el enemigo espera verlos tristes, sin esperanza, sin amor, pero ustedes permanecerán alegres porque, a pesar de todo, la certeza del triunfo de Dios nunca desaparecerá de su interior.

Sabrán que, en el momento de mayor tribulación en el mundo, cuando todo parezca perdido, el Cielo se abrirá y aquel que un día les sonrió buscará una sonrisa, una sonrisa pura y verdadera, un respiro, el aliento de finalmente encontrar al Rey del Universo.

Les agradezco y les pido que despierten a la verdad de sus corazones.

Que escuchen a Dios que, en silencio, quiere encontrarlos en sus esencias.

Prosigan en paz y en profunda alegría por haberse encontrado Conmigo.

Les agradezco.