Lunes, 25 de enero de 2016

Apariciones
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Queridos hijos:

Hoy, Mi Corazón llega a este Reino de Cura para la humanidad con un propósito de liberar la mayor cantidad posible de almas de los abismos de este mundo.

Hoy, Me coloco sobre este altar, no solamente como un símbolo de Mi irradiación sobre el Medio Oriente, sino como una Verdad, porque así estoy todo el tiempo clamando por esta tierra sagrada en la cual un día coloqué Mis Pies, la cual deseé santificar con la Presencia de Mi Hijo.

Cuando estuve en el mundo, sentí en Mi Corazón la esperanza de que este planeta pudiera ser sagrado, porque portaba en Mi Vientre al Hijo de Dios. Caminé por todo el Oriente y también por Europa, buscando extender el Reinado de Mi Hijo, anunciar Su Retorno, Su Resurrección, Su Vida Eterna.

Tuve la esperanza de que pudiera surgir una Nueva Jerusalén, aquella tierra sagrada tan esperada, pero no fueron muchos los que escucharon a Mi Hijo, los que lo escucharon de verdad, que siguieron Sus Palabras, tornándolas vida. 

Escuchar a Cristo no es solo comprender Sus Palabras, es vivirlas. Es por eso que les digo que fueron muy pocos los que lo escucharon. 

A pesar de que Él caminó entre las multitudes, muchos vieron Sus milagros y se asombraron con ellos, pocos fueron los que hicieron de sí mismos el mayor milagro de Cristo. Y, a lo largo de estos dos mil años, fueron muy pocos los que se animaron a vivir este milagro, este milagro que Mi Hijo perpetuó a través de la Eucaristía, en la que Él se entrega todos los días al corazón humano, renovando Su Pasión y Su oferta de renunciar a Sí mismo por la salvación de este mundo.

Cada vez que comulgan de Cristo, que reciben el Pan y el Vino, en ese momento Mi Hijo revive Su Pasión y reconfirma, ante Dios, Su entrega perpetua por este mundo y por muchos otros. 

Por eso, hijos, deben saber estar ante la Eucaristía, deben recordar, cada vez que comulgan, el sacrificio sagrado de Mi Hijo Jesús, Su Perdón y Su Misericordia; porque así, no solo renovarán Su sufrimiento, renovarán también Su Misericordia, Su Paz ante todos los acontecimientos, Su Fe absoluta en el Creador, aun crucificado delante de la muerte, Su certeza sobre la vida eterna, de que, unido a Dios, resucitaría.

Vengo a resucitar a este mundo, a ver resucitar a las almas, así como vi resucitar a Mi Hijo. 

Vengo a resucitar el Propósito de Dios en el corazón humano, para que no se pierda ni se desvanezca.

Mi Corazón los acompaña y los sustenta, así como impulsó a Cristo a seguir con Su sacrificio hasta el final. Pero, si quieren seguir el ejemplo de Mi Hijo y contar con la ayuda de Mi Inmaculado Corazón, deben ser persistentes, perseverantes en el Propósito Divino, independientemente de los resultados, independientemente de lo que llaman fracasos; porque las leyes de este mundo no se asemejan a las Leyes del Cielo. Lo que puede parecer un fracaso ante los ojos humanos es la gran victoria del Creador.

Aquellos hijos Míos que renuevan su fe en el Medio Oriente, a pesar de toda la persecución, del miedo y del dolor, están renovando la fe del mundo entero, están renovando el sacrificio de Cristo, están haciendo del fracaso de una nación la victoria de Dios en el corazón de ella. 

Es por esos hijos Míos que nunca pierden la fe que Mi Corazón aún puede interceder por Siria. Con su convicción de permanecer unidos a Cristo, ellos Me abren las puertas todos los días. 

Pero, para que Mi Inmaculado Corazón triunfe y que allí reine la paz, como en todos los países del Medio Oriente, necesito que más seres vivan la oración verdadera, confirmen su unión con Cristo y descubran que el verdadero tesoro es la vida espiritual, que trasciende la materia y todo lo que ella ofrece.

Necesito también, hijos Míos, algo más que sus oraciones; necesito que se conviertan en verdaderos apóstoles de Cristo, que no teman vivir según Sus Palabras, según Su Voluntad y que anuncien al mundo, con ejemplos, la posibilidad de vivir la paz.

Quisiera despertarlos del sueño en el que viven y demostrarles que aún es muy poco lo que le entregan a Dios, ante la gran necesidad del mundo. Aún insisten, hijos Míos, en ser niños en la vida espiritual, cuando el Armagedón planetario los invita a actuar como adultos espiritualmente .

Por más que creen que viven la vida del espíritu, sus ejemplos demuestran que aún hay mucha resistencia en su interior. Y les digo estas cosas porque hicieron un compromiso con Dios de ser los que impulsan la transformación del planeta; es por eso que Yo los ayudaré, por ese compromiso que hicieron en el principio y que no se puede perder en las pequeñeces de sus vidas.

Mientras el tiempo se acelera y los días van perdiendo sus horas, necesito que cumplan con su misión. Hoy, les muestro a los ojos de sus corazones la realidad planetaria para que así, hijos Míos, despierten a la verdad, maduren sus espíritus y ya no piensen tanto en sí mismos, en su propia comodidad y en su propio bienestar, cuando es tiempo de servir, de entregar hasta la última gota de sudor, en nombre de Aquel que un día sudó sangre por Amor a la humanidad. 

Aquel, que es el ejemplo de sus vidas, dio hasta la última gota de Su Sangre y perdonó cada una de Sus Llagas, convirtiendo Sus heridas en Fuente de Misericordia para el mundo entero, como también para el cosmos. Es por eso que se tornó Rey y hoy los invita a imitar Sus pasos, porque Su sacrificio no fue suficiente para convertir este mundo como Dios espera.

Hijos Míos, los envié a Medio Oriente para que vieran con sus propios ojos lo que el enemigo causa en el interior de los seres: el dolor y el sufrimiento, el miedo y el rencor, que con mucha dificultad serán arrancados de esos corazones humanos solo con el esfuerzo de todos, con la oración, con el servicio, con el sacrificio tan temido por esta humanidad y que, en verdad, no es nada más que su posibilidad de unirse a Cristo y a lo que Él representa para toda la Creación.

Hoy, sobre este altar, les muestro las realidades del espíritu, que superan lo que ocurre en la materia, y hago eso para que, como humanidad, oren Conmigo e intercedan por este mundo, porque no basta que Mi Divino Corazón le clame a Dios; Él necesita escuchar la voz de los hombres, invocando Su Misericordia, orando tal como Su Hijo les enseñó, para abrir las puertas del Cielo y volver a unir el corazón humano con Su Corazón Sacratísimo.

Oren Conmigo, acompáñenme con el corazón, con el alma y con la consciencia.

En ese momento, la Madre Divina pidió que uno de los sacerdotes presentes orara el Padre Nuestro y el Ave María en árabe.

Si oraran de corazón todos los días, muchas cosas ocurrirían de forma diferente en este mundo. Si no oraran solo con la boca o con la mente, sino con el corazón, si clamaran a Dios, si suplicaran por Su Divina Misericordia, ofreciendo el sacrificio de Su Hijo y la renovación de ese sacrificio en la Eucaristía, muchos males de este mundo podrían convertirse. 

Pero la humanidad aún se interesa más en permanecer en la propia comodidad, en vivir las propias aspiraciones que en convertir la existencia de este mundo, en convertir el sufrimiento, la angustia, las tinieblas en luz, en amor y en paz, en el establecimiento del Reino de Dios.

Reflexionen, hijos Míos: 

¿Qué es lo que les impide entregar todo y tornarse verdaderos servidores? 

¿Será que no creen en Mis Palabras o no comprenden verdaderamente la urgencia de los tiempos? 

¿Será que no los toca el sufrimiento de sus hermanos? 

¿Será que no ven la necesidad del mundo, de los que mueren a su lado, tanto en la materia como en el espíritu? 

¿Qué es lo que hacen cuando pasan delante de un pobre en la calle? ¿Piensan que es un espíritu creado por Dios, que vino a este mundo para cumplir una misión, para vivir la redención y aprender a amar, o detienen el pensamiento para no pensar y no sentir nada y solo ser indiferentes a lo que viven?

Hijos, un día el Armagedón tocará a las puertas de sus casas y los esperará prontos. En esa hora, querrán que existan seres, entregados por amor, que los ayuden cuando lo pierdan todo. Querrán que existan almas que entregarán sus vidas a Dios para orar por ustedes y que sus almas tengan la oportunidad en el Reino de los Cielos. 

Medio Oriente, como muchos lugares de este mundo, ya necesita de sus oraciones. El Armagedón ya llegó en el plano físico para ellos, no es solo espiritual o mental.

¿Harán brotar la Misericordia de su interior y dejarán que la necesidad de sus hermanos sea mayor que la propia? ¿Percibirán la necesidad de los que ya padecen en este mundo o permanecerán orando por las enfermedades propias y solo orando de corazón cuando sea por sus familias?

¡Necesito de consciencias que vivan por la salvación de este mundo, no de uno o dos, de todos! Y, para que su oferta pueda llegar al planeta, debe ser una oferta verdadera, completa y absoluta.

Dejaré que Mis Palabras resuenen en sus corazones y espero que realmente Me hayan escuchado.

Ahora, llamaré a estas almas pequeñas que decidieron profundizar en su oferta a Mi Inmaculado Corazón y, en esta noche, les pediré que reflexionen verdaderamente si están dispuestas a vivir cualquier cosa para establecer Mi Paz, si vencerán los conflictos en sus vidas, en sus familias y en su día a día para ser verdaderos pacificadores, si establecerán la paz a través del ejemplo propio, si no temerán usar esta camiseta, símbolo de Mi Manto sobre sus cuerpos, cuando llegue la hora de confirmar la propia fe. 

Un soldado, hijos Míos, no se quita su uniforme en la hora de la batalla, él da la vida por el propósito que debe cumplir.

Mi Inmaculado Corazón está creando un ejército de paz, con almas que no temerán sufrir o perderse a sí mismas para establecer esa paz en el mundo. Quiero que sepan eso y que, al levantar las manos para consagrarse como Hijos de María, sepan lo que están haciendo. Yo siempre los fortaleceré, siempre los guiaré, acompañaré sus pasos, pero también les pediré que se confirmen y que sean verdaderos en el compromiso que realizaron Conmigo.

Es por eso que hoy los bendigo y reconsagro sus almas porque, verdaderamente, todos los Hijos de María ya están consagrados a Mi Corazón desde el principio. Cuando se arrodillan en Mi altar, solo están confirmando que aceptan vivir la redención. Que, un día, puedan difundir este propósito y que muchas almas se inspiren por su consagración. Den el ejemplo al mundo de entrega, de transparencia, de simplicidad, de paz. Muestren el camino hacia Mi Reino, con oraciones y también con acciones.

Yo los bendigo y les pido que no se olviden de lo que les dije. Eleven sus ofertas a Mi altar, escucho sus peticiones. No teman pedir, porque Yo les concederé siempre y cuando sean consecuentes con su fe; pero no pidan solo por sí mismos, pidan también por el planeta, porque Dios está escuchando. Hablenle al Corazón del Padre como no le hablaron el día en que Él los esperó. 

Dios aún se silencia, porque Él es el propio Silencio. A pesar de la indiferencia de la humanidad, Su Corazón jamás dejó de derramar Amor sobre el mundo, y Él sigue esperando la respuesta de las almas de esta Tierra. 

Mientras Me elevo, oren una vez más al Padre Celestial, para que Yo pueda llegar a los pies de Su Altar con la oferta de la humanidad.

Hoy, les pediré una consagración diferente, que se consagren por este planeta y no solo por ustedes mismos. Por eso, mientras Me elevo, les pediré que canten el Padre Nuestro en árabe y que, así, le envíen al Señor la confirmación de que aspiran a estar a Su lado y cumplir con Su Plan.

Los espero y los escucho.

En ese momento, los presentes escucharon a los miembros del monasterio entonar el Padre Nuestro en árabe.

Los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Hermana Lucía de Jesús:

Hermanos, solo queríamos compartir con todos, como María nos pidió, que, desde el principio de la oración, Nuestra Señora ya estaba trabajando en Medio Oriente. Fue por eso que los ángeles nos pidieron que cantáramos el Ave María en árabe.

Y, durante toda la oración, veíamos que Ella estaba allá, no solo en Siria, sino también en otros países, en el medio de los conflictos, irradiando Su Paz, como si anduviera disfrazada entre las personas que vivían allí.

Cuando llegó, Ella tenía una ropa diferente, era como si usara un traje musulmán, con pañuelos que le envolvían la cabeza, pero que permitían ver el rostro que no estaba cubierto. Era una ropa de color azul un poco más oscura y tenía algunos detalles blancos.

Yo veía, atrás de Nuestra Señora, algunos lugares de Medio Oriente, situaciones bien difíciles porque Ella nos mostraba, no solo lo que ocurría en el plano físico, sino también al mismo tiempo nos mostraba lo que ocurría en los planos espirituales. Ella nos decía que estaba haciendo eso para madurar un poco nuestra consciencia, como Ella siempre hace, para que pudiéramos tener la necesidad del mundo como algo un poco mayor que nuestra propia necesidad.

Y, cuando orábamos el Padre Nuestro en árabe y las Ave Marías, Nuestra Señora oraba con nosotros, y también los ángeles oraban con Ella y arrancaban de algunos lugares del Medio Oriente muchas criaturas espirituales negativas. Eran imágenes bien fuertes que compartimos con todos porque Nuestra Señora nos lo pidió. Ella retiraba esas criaturas, a veces de desiertos, a veces de adentro de las casas de las familias o de reuniones de grupos políticos y religiosos, y continuó haciendo ese trabajo hasta el final de la Aparición.

Ella seguía trabajando en Medio Oriente mientras hablaba con cada uno de nosotros, mientras intentaba despertar nuestra consciencia. Y ahora, al final, cuando pidió que los hermanos cantaran el Padre Nuestro en árabe, vi el planeta desde arriba; es difícil de explicar porque, al mismo tiempo que Nuestra Señora aún estaba presente, yo veía esa imagen del planeta y cómo del universo comenzaba a descender una Luz blanca intensa, y era como si nuestra consciencia fuera entrando hacia adentro el planeta y viendo cada vez con más detalles la superficie de la Tierra.

Esa Luz venía como un sol blanco, con la energía de la Consciencia de Dios, hasta llegar sobre Medio Oriente. Y yo  percibía Medio Oriente muy oscuro, destruido, y esa Luz comenzaba a recorrer los espacios; se dividía, se multiplicaba en pequeñas Luces que comenzaban a ingresar en los hogares, en las escuelas llenas de refugiados, en los hospitales, e iban colmando el interior de las almas.

Y era algo que sentíamos que realmente era muy sublime, que trascendía esa imagen, porque Nuestra Señora también nos hacía sentir la Presencia de Dios allí. Y, cuando ese momento se fue cerrando, Nuestra Señora nos decía que esperaba que oráramos siempre así, ante Su Presencia, con Ella, para que la Consciencia de Dios siempre pudiera descender sobre el planeta.

Y, en el momento en que Ella nos pidió que habláramos con Dios, nos mostró por detrás de Ella los diferentes portales que llevaban hasta el cosmos. Y también es difícil de explicar, pero era como si la Consciencia de Dios estuviera allí, observándonos; no era una persona, no tenía una forma material como nos imaginamos. Era solo una Vida, una Luz, que sentíamos que nos observaba y que nos escuchaba. Él no tenía una forma, pero estaba en todo al mismo tiempo y, en ese momento, escuchó lo que cada uno de nosotros le dijo.

Los dejamos a todos con las Palabras de María en el corazón y con este relato que esperamos que amplíe lo que Ella nos dijo.

Que todos podamos permanecer con Nuestra Señora en el corazón.

¡Gracias, Madre, por cuánto nos das!