Lunes, 13 de noviembre de 2017

Apariciones
APARICIÓN DE LA VIRGEM MARÍA, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Cuando el árbol se está secando, debe ser regado con una lluvia de Amor y de Gracia, para que pueda sobrevivir y siga sirviendo a Dios, así como Él lo ha pensado.

Por eso, queridos hijos, deben cuidar de lo que tienen, de todo lo que Dios les entregó con Su más cálido Amor, con Su más infinita Misericordia.

Rieguen el Árbol de la Vida, porque él ya se está muriendo.

Este es Mi Mensaje para hoy: Abran los ojos, abran los corazones y sientan el misterio que les revelo.

El Padre Me ha enviado para que sientan en sus corazones Mi Palabra. Renueven su vida, renueven sus votos y no perecerán.

Ahora, queridos hijos, llegó la hora, llegó el gran momento de que, desde ustedes, nacerá la fuerza interior, para poder superar todas las cosas. Les dimos las herramientas, los preparamos como instrumentos, les enseñamos a batallar y a fortalecer la vida del espíritu.

Por eso, queridos hijos, en esta noche les pido, por amor al mundo y a la humanidad, que salgan de lo que es estático y permanente. El planeta necesita de vidas misioneras renovadas, que asuman en estos tiempos el Plan del fin de los tiempos, porque Dios así lo necesita para poder curar esta Tierra, para poder sanar esta humanidad.

Que su fuego interior no se borre. Que su fuego interior renazca con cada nueva oración.

Perciban en esta hora, queridos hijos, el gran mensaje de su Madre Universal. Deseo que sus corazones nunca se cansen de decir “sí” a Dios.

Deseo de sus corazones, corazones incansables y perpetuos, que caminen firmes y decididos hacia los pasos que Dios les indica dar, en estos tiempos.

Yo los invito, queridos hijos, a renacer todos los días en el fuego del Amor, a vivir a través del Amor y por el Amor. Eso los tornará libres, librará sus cadenas, cortará sus amarras y ya no existirán obstáculos para que sus almas se unan a Dios completamente.

Ayer, en el mensaje entregado durante la noche, Yo los invité a prepararse para un nuevo tiempo. Hoy los invito, queridos hijos, a preparar sus consciencias para los tiempos que llegarán. Ya no solo basta orar con el corazón.

Ahora, queridos hijos, debe nacer de sus seres la verdadera súplica del corazón, fervorosa e interminable, la que les permitirá atraer la Gracia de Dios y toda Su Misericordia, para que siempre salgan triunfantes, así como salió Mi Hijo, triunfante después de la Cruz, victorioso después de Su Muerte, glorioso después de Su Resurrección.

Yo los llamo a encarnar en ustedes las Sagradas Enseñanzas, ya no pueden ser teóricos. Hoy deben estar en práctica en forma permanente y plena, porque eso ayudará a la humanidad, aunque no lo parezca.

Por eso vengo como una Madre bondadosa e incansable, a repetirles siempre el mismo mensaje. Vivan en el Amor, queridos hijos, y sus vidas siempre resplandecerán. Vivan en el Amor y sus amarguras terminarán. Vivan siempre en el Amor y lo que es incurable en ustedes, pronto se curará.

Deben confiar en todo lo que Yo les digo. Esta Obra en el planeta aún debe continuar adelante. Por eso deseo, queridos hijos, que en esta hora aguda del planeta, sus corazones estén decididos a seguir el Propósito Mayor, que Dios les entrega por medio de Mi Inmaculado Corazón.

Quisiera, en este momento, que tomaran Mis Palabras con regocijo, con una profunda alegría de poder estar transformando sus seres, de tiempo en tiempo y de ciclo en ciclo, no dejando nada sin transformar; viviendo una transformación permanente y continua, para que sus corazones no se cristalicen, sino que vivan en la renovación que les trae Mi Hijo, por medio de Su Llama misericordiosa y piadosa.

Replanteen en sus vidas, queridos hijos, lo que han decidido vivir aquí, en este lugar que Dios les entregó con Amor y Misericordia, a fin de redimir sus consciencias, y a fin de redimir esta humanidad, que todavía se ha decidido a no escuchar a Dios.

Por eso escuchen Mi Mensaje. Que Mi Palabra resuene en sus corazones, como ha resonado muchas veces. Que Mi Palabra los pueda curar, los pueda renovar, pueda retirar de sus espíritus y consciencias lo que aún está resistente y no se ha transformado.

Decídanse, queridos hijos, por el Camino del Amor y de la Transparencia; por el Camino de la Fidelidad, que hoy les he enseñado en el mensaje de apertura.

Queridos hijos, los necesito tener cerca de Mi Corazón, para que Yo pueda seguir viniendo al mundo, por ustedes y por todas las almas, por millones de almas que necesitan más que ustedes de la ayuda de la Luz y de la Misericordia de Dios.

Quisiera que para el día del encuentro con Mi Hijo, sus corazones estén renovados y que Mis Palabras hayan sembrado las semillas de la Luz, de la Cura, del Perdón y de la Redención. Están a tiempo de cambiar su destino.

Hoy, así se los digo, queridos hijos, porque Me cabe, como Madre de la Misericordia, decirles la verdad todo el tiempo. Eso ayudará a que la Obra continúe adelante; para que más naciones en el mundo reciban la misma oportunidad y la misma Gracia que han recibido sus corazones en los últimos años, en los últimos tiempos.

Que su fuego interior no se apague. Que su fuego interior transforme lo que aún no se ha transformado, porque allí podrá vivir Cristo finalmente, dentro de sus moradas, dentro de sus internos; y hará de sus vidas, nuevos apóstoles, Nuevos Cristos, nuevas consciencias, que han pasado por la Redención y por el Perdón.

Hoy, colocando Mi Mano sobre Mi Corazón, les imploro, queridos hijos, que escuchen Mi Mensaje con amor y con alegría. Al menos háganlo por esta humanidad, por los Reinos de la Naturaleza, por este planeta herido, que aún debe alcanzar la Luz y la Redención.

Eso es todo lo que hoy les quiero decir, porque continuaré adelante, con Mis ejércitos de Luz, los que están en los Cielos, y también los que están aquí en la Tierra, para que comprendan la magnitud de Mi Amor por cada uno de ustedes.

No Me cansaré de consagrar a los Hijos de María, aquellos que son consecuentes en el camino de la oración, del servicio y de la entrega, como los que hoy consagraré aquí, a los pies de Mi altar.

Que vengan aquí los Hijos de María, aquellos que hoy harán votos con Mi Corazón Inmaculado.

Eso es todo lo que hoy les quiero entregar. Eso es todo lo que hoy les quiero decir, sabiendo que Mi Corazón, que es amoroso y eterno, nunca se cansará hasta conseguir de ustedes y de la humanidad, lo que Dios necesita para estos tiempos: Preparar la Tierra, sembrar la Tierra, para que los frutos algún día puedan surgir y repueblen esta Tierra de nuevos códigos de Luz y de Amor.

Hoy consagro estos hijos, estos hijos de Dios, que están a los Pies de Nuestra Señora de las Gracias, para que reciban el Fuego renovador de Mi Corazón, la Paz de Mi Reino Celestial y la cura para sus vidas, a fin de que se establezca el triunfo del Amor de Dios en cada corazón humano, que debe resucitar a la vida del espíritu, a la vida del amor, a la vida de la unidad y de la unión con Dios, por los siglos que vendrán.

Voy colocando Mi Mano sobre ustedes, haciendo una imposición de Amor. Yo les traigo el Reino de los Cielos, en donde se vive el júbilo y la alegría, por siempre estar en Dios, dentro de Su Divina Consciencia, viviendo en Su Corazón eterno, que es un afluente de Amor y de infinita Misericordia.

Hoy les traigo la Misericordia de Dios, queridos hijos, para que puedan reflexionar, sin miedos, sin perturbaciones, sin dudas, porque así sus corazones, que son tan pequeños y semejantes al Mío, alcanzarán la Cura y la Redención.

Yo los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Y ahora que son Mis hijos consagrados, que brote de sus voces el Himno de su consagración, para que todos los Hijos de María que se han consagrado a Mí en diversas partes del mundo, hoy renueven sus votos con Nuestro Señor Todopoderoso, para que Cristo esté aquí, en Su Divina Omnipresencia, en sus corazones y vidas, y así se establezca la Redención. Amén.

Me elevo al Cielo y les agradezco por responder a Mi llamado.