Viernes, 23 de febrero de 2024

Apariciones extraordinarias
APARICIÓN EXTRAORDINARIA DE LA VIRGEN MARÍA EN EL NÚCLEO-LUZ SAGRADO CIELO, BELO HORIZONTE, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, PARA LA VIGILIA DE ORACIÓN DEL DÍA 24

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Querido hijo Mío y querida hija Mía:
 
¿Qué es lo que pesa en tu corazón que tu Santa Madre no puede resolver?

¿Acaso Yo no estoy aquí y Soy tu Madre, la Madre de las causas imposibles, la Madre intercesora y mediadora entre las almas y Dios?

Hijos amados, si ustedes esto ya lo saben bien, ¿por qué guardan en sus corazones cosas que les pesan? 

Para Dios no hay nada imposible de resolver cuando el corazón se abre ampliamente para poder confiar en el destino que Dios tiene escrito para cada ser. Así, todo aquello que ata sus pies se disuelve en sus caminos; aquellas amarras, que los prenden a la Tierra, también son disueltas por el Padre Eterno.

Porque recuerden, hijos Míos, que existe una Voluntad Superior para poder cumplirse en sus vidas. Por ese motivo, una vez más, Mi Hijo los invitó y los llamó a preguntarse, a ustedes mismos, si ahora están viviendo la Voluntad de Dios.

Esto no significa, queridos hijos, que abandonen a sus familias, a sus trabajos o aun a sus compromisos. Yo les hablo de vivir la Voluntad de Dios internamente, de que sus vidas, día a día, estén más consagradas al Plan del Padre para que Él, en su infinita Misericordia, Piedad y Amor, pueda escribir Su Voluntad a través de sus vidas.

El Padre Celestial, en este día, extiende Sus Brazos y Sus Manos hacia ustedes para que sientan Su abrazo paternal, Su abrazo misericordioso, que no los condena por la culpa o por los errores, sino que los libera día a día de la condición humana.

Él extiende Sus Brazos y Sus Manos para que sus vidas se ofrezcan como Instrumentos de Dios, en toda la superficie de la Tierra; para que sus vidas, siendo Instrumentos del Padre, puedan ser una sensata expresión de Amor, puedan ser una expresión de Su Caridad y de Su Misericordia en el mundo.

Él espera esto hace mucho tiempo, que las almas se ofrezcan a ser víctimas de Su Amor Mayor para que las almas de este mundo dejen de ser víctimas de sí mismas. Él espera escribir, a través de sus vidas y sobre todo de sus corazones, la historia de Su Creación y también de Su Voluntad.

El Padre Eterno tiene tesoros guardados para todos, maravillosos tesoros que son incalculables para este mundo material. Por eso, a través de los tiempos y por intermedio de Mi Inmaculado y Materno Corazón, el Padre Celestial les otorga la Gracia de que estén libres de la Justicia, de la condenación en la que los coloca este mundo, para que sus pies puedan caminar por la senda de Cristo, libres de todo aquello que los apremia, libres de todo aquello que los angustia, libres bajo el sagrado espíritu de la paz.

Yo vengo aquí como la Reina de la Paz, porque sé que muchos de ustedes pierden la paz; pero, han pensado por un momento, Mis hijos, ¿cuántos lugares en el mundo ya no tienen la paz, la felicidad de vivir en una familia espiritual como esta, una familia que responde al Llamado del Padre; así como este punto de Luz, en esta ciudad, se predispuso desde el primer día a responder a la Voluntad de Dios?

Quisiera que hoy recuerden, así como Yo lo recuerdo atentamente, cada una de las experiencias de amor y de servicio que aquí se vivieron, especialmente a través de las almas que se ofrecieron a donarse por el prójimo y por el sufrimiento del semejante.

¿Cuántos méritos espirituales han concebido en el alma y en el espíritu de este Núcleo-Luz?

Les aseguro, queridos hijos, en el nombre de Mi Amadísimo Hijo, Jesús, que todos estos méritos espirituales e internos hoy son derramados como Gracias y también como rescate de las almas que más lo necesitan. Y esto genera espiritualmente un magnetismo espiritual que no se puede ver con los ojos físicos, sino con los ojos internos; que no se puede pensar con la mente, sino sentir con el corazón.

Todo este movimiento, que es oculto a los ojos de los ambiciosos, otorga el bien común y la fraternidad en el mundo. Por eso hoy, les pido que no miren sus errores, que no miren sus defectos, que no se sientan condicionados como está condicionada la mayor parte de la humanidad.

Hoy, sus almas están Conmigo, con la Madre Celeste. Hoy, también quiero que sus corazones estén en Mi Corazón; porque recuerden que Yo Soy la puerta segura para la redención, y que sus vidas y las vidas de sus familias y seres queridos pueden estar bajo Mis cuidados.

Cuando no puedan seguir adelante, llamen a la Madre de Dios. Cuando se sientan perturbados o en agonía, invoquen por Mi Inmaculado Corazón.

Yo Soy la Madre que siempre los abraza y los sostiene. Soy la Madre de la Caricia de Dios. Los quiero tener en Mis Brazos, así como lo tuve al Pequeño Niño Jesús.

Entréguense a Mí en confianza, en sublime plenitud, y la oscuridad que los podría estar rodeando se disolverá. Porque donde está el Amor de Dios, está presente el Amor de la Madre Divina, de una Madre incansable, de una Madre que no se detiene y que no duerme, de una Madre que trabaja por la salvación de todos Sus hijos en cualquier condición, de una Madre amorosa y misericordiosa que siempre les abrirá la puerta al Reino de Dios.

Porque quiero que sepan, si no lo sabían, que este fue Mi compromiso a los pies de la Cruz. Recuerden lo que Cristo nos dijo a todos: "Madre, ahí tienes a Tu hijo; hijo, ahí tienes a tu Madre".

¡Qué ternura expresó Jesús en Su profundo dolor! Una ternura y un Amor que superó toda agonía, aunque Su persona humana haya sido clavada en la Cruz.

¿Cómo comprender el Amor de Dios en el sufrimiento y en la entrega?

Esto es una escuela para los Nuevos Cristos, para aprender a superarse a sí mismos todos los días, para amar profundamente la Divina Voluntad, así como Yo le dije al Padre en aquel tiempo: "He aquí la Esclava del Señor, hágase en Mí según Tu Palabra".
Hoy, les digo, hijos Míos, que se haga en ustedes la Palabra de Dios a través de Mi Palabra, porque los espero a todos en el Paraíso.

Que vengan a Mí, Mis hijos, los que hoy se postularon para consagrarse como Hijos de María, porque ya son Mis hijos, no lo olviden.

Así, Yo los reúno a todos en este momento de consagración, dentro del Oratorio Inmaculado de Mi Corazón, para que Yo pueda ofrecer sus almas al Padre Eterno por todas las almas que sufren en el mundo y que hoy no encuentran la paz.

Pero sepan, hijos Míos, que ustedes hoy están ante el portal de Mi Paz, el portal del Sagrado Reino de la Paz que desciende sobre este Sagrado Cielo, sobre esta Sagrada Casa ofrecida incondicionalmente a responder al Llamado del Redentor.

Mis hijos, gracias por haber venido hoy a Mi encuentro, lo esperaba hace mucho tiempo porque sus almas y corazones son los que vienen a Mi encuentro; así, sus vidas son bendecidas por Mí a través de un gesto de Amor Maternal.

Quiero consagrarlos como Mis pequeños hijos, como esos hijos que aprenderán a caminar y a hablar algún día, como aquellos hijos que aprenderán a dar los primeros pasos en el camino crístico, como los hijos que algún día aprenderán a madurar sus consciencias para aprender a tomar sus primeras decisiones de vida que repercutirán el resto de sus vidas, como aquellos hijos que aprenderán a amar y a perdonar algún día.

Por todo esto y mucho más, Yo los consagro como Mis Hijos, como los Hijos de María.

Tráiganme aquí las rosas para que Yo pueda consagrarlas para Mis Hijos.

Oremos por esta consagración.


Oración: “Madre Universal”.


Les agradezco, hijos Míos, por estar Conmigo de corazón.

Mi Hijo espera felizmente Su Fuente Espiritual, a través de la fuente de bendiciones y gracias que aquí construirán, que Él se ha comprometido a bendecir algún día.

Entren en confianza al nuevo ciclo de este Núcleo-Luz, Mi Hijo les dice a todos sus fundadores y a todos los que sostienen este lugar sagrado para Dios que sigan adelante, que están en un muy buen camino y les agradece.

Yo los bendigo y los consagro como Mis Hijos, y reconsagro a aquellos que ya también son Mis Hijos, Hijos de María.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.