MENSAJE MENSUAL DE MARÍA, REINA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Quiero que Mi omnipresencia sea demostrada al mundo y que el poder de Mi Corazón, que es incomprensible para muchos, pueda tocar sus vidas para transformarlas por completo.

Un día, miraré desde el Reino de los Cielos y contemplaré en el mundo los frutos de tantos impulsos enviados por Dios. 

Hoy, quiero calmar sus corazones, para que sepan que los pasos se están dando en sus espíritus y que sus almas están correspondiendo a tantos impulsos que recibieron.

Les digo esto, pues veo muchos corazones que se angustian porque creen que no están respondiendo a Mi llamado; pero les digo, Mis queridos, que sus almas son preciosas ante los Ojos de Dios, que no encuentra en el mundo a aquellos que abren el corazón para vivir Sus Palabras, que descienden de Sus Mensajeros. 

Mientras Mi Voz resuena al unísono en tantos corazones, también ingresa en sus esencias y las fortalece.

Hoy, veo en sus vidas los frutos de la oración, porque la Pureza Divina ya tiene espacio en sus esencias y muchos pueden confirmar lo que les digo.

Mis queridos, por más que los tiempos los coloquen en muchas pruebas y que tanto la vida en la materia como la vida del espíritu demanden cada vez más atención de sus seres, quiero que estén firmes en este camino y que cuenten con Mi auxilio maternal. 

Muchos sufren porque no creen verdaderamente en el poder milagroso de la transformación divina, que convierte el más duro barro en una copa para ser colmada del Amor de Dios y de Su Santo Espíritu.

Mis amados, que el Don de la Esperanza sea una realidad para todos los seres de este mundo, porque es posible vivir en este tiempo un estado especial de Gracia y tornarse un sagrado instrumento de Dios que cumple con Su Plan permanentemente. 

Mis amados, no tengan miedo de curar sus corazones y de entregarme sus faltas. No se avergüencen por lo que un día fueron o por aquello que aún desean ser por los impulsos del mundo; sino que, así como son, caminen en dirección a estos brazos que se abren delante de sus corazones y los invitan a un divino abrazo. 

Que el poder de Mi Inmaculado Amor transforme sus almas y esencias, y les dé coraje y valentía para seguir adelante.

No teman, no se detengan, solo caminen y abandonen el pasado. Yo recogeré lo que dejen en el camino y lo llevaré a los Pies del Creador como muestra de la transformación de la humanidad, para generar así, méritos para que otros reciban la redención. 

Yo los amo con predilección y les agradezco, hoy y siempre, por responder a Mi divino llamado. 

María, Madre y Reina de la Paz