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Hijo, contempla hoy la agonía del mundo en el que vives y ora con el corazón. Ha llegado el momento de enviar tu respuesta al Reino de Dios y elevar al Cielo una plegaria verdadera que atraviese las dimensiones.
Estás en el momento de la agonía del planeta, en la Pasión que este mundo ya comenzó a vivir. Como tu Señor, debes negar todas las tentaciones que se te aproximarán, para confirmar ante Dios tu adhesión a Su Plan de Amor, aunque la victoria divina en el corazón humano exija de ti y de todos los que siguen a Dios el sacrificio verdadero, la renuncia sincera y la humildad.
Renuncia, entonces, a los tronos de este mundo como Cristo renunció a ser rey como los hombres esperaban, y así demostró al mundo y al Universo que el Reinado Divino no se construye con apariencias sino en lo invisible del espíritu.
El mundo en el que vives, hijo, te ofrece muchas ilusiones y falsedades, mucha superficialidad y distracción y tú con frecuencia te alejas del Propósito Divino para ti, para entregarte, débil, a las cosas del mundo. Encuentra, entonces, tu fortaleza en el espíritu; ora y adora al Cuerpo Eucarístico de tu Señor.
Ve los acontecimientos del mundo como Cristo veía aproximarse a los soldados en el Getsemaní. Confía a Dios tu vida y deja que Él te conduzca por el mejor camino, a pesar de que para muchos parezca un camino de fracaso y de derrota.
A tu alrededor el mundo intentará guardar para sí mismo sus bienes y las personas querrán proteger sus vidas sin percibir que ellas ya se perdieron en la oscuridad de una experiencia vacía de Dios. Tú caminarás contra la corriente del mundo y tu ejemplo hará que otros reflexionen sobre sus vidas.
No temas estar en el camino errado, si al seguir a Dios vieras que nadie te acompaña. Pocos responderán al Llamado Divino, pero los méritos generados por esos pocos salvarán a las esencias de todos los que negaron a Dios.
Si hay amor en tu corazón y fe en tu entrega, hijo, nunca te faltará el discernimiento para caminar con pasos firmes. Y si un día te sientes confuso, Dios te guiará y hablará a tu corazón para que no te dejes engañar y te pierdas en la última hora de esta batalla.
Llegó la hora de orar con el corazón por el planeta y dejar que esa oración te aproxime cada vez más a Dios. Los tiempos álgidos de sufrimiento y de tribulación imponen el grado de entrega que deben vivir los que sirven a Dios.
Equilibra este mundo con tu entrega, hijo, y ábrete para vivir una experiencia crística verdadera.
Yo te acompañaré.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Como un sol que ilumina las esencias y las almas, así llegamos a este mundo. Como una luz pura que proviene de una Luz Mayor, encendemos hoy sus almas, sus espíritus, sus vidas para que sean como un farol en este mundo, en esta nación y más allá de ella.
Hoy venimos como la Sagrada Familia de Nazaret para renovar el principio de las familias de este mundo. Junto al Inmaculado Corazón de María y el pequeño Corazón de Jesús, estamos aquí para tornar sagradas sus vidas, para que recuerden, una y otra vez, el verdadero arquetipo que deben manifestar como humanidad. Si aún llegamos al mundo es porque es posible, hijos, que ese arquetipo se exprese y que sean ustedes portadores de la perfección divina.
Hoy estamos aquí como una esperanza, como un aliento, porque sabemos que muchos de los corazones humanos ya perdieron la esperanza de ver manifestarse un mundo nuevo y creen que es una utopía que esta Tierra pueda consagrarse a Dios.
Miren a su alrededor y no vean solo las miserias, no vean solo la pobreza espiritual y material de los hombres, no vean solo la riqueza en las manos de unos pocos, la gran soberbia y la gran miseria del corazón humano. Miren hacia los que tienen al lado, vean cómo oran con fervor, cómo hoy abrieron las puertas del Cielo para que Aquellos que estuvieron aquí, hace más de dos mil años, pudieran regresar.
Vean así, hijos, que existe un misterio celestial que la humanidad aún no comprende. Existe un misterio interior que está oculto para ustedes mismos. La verdad está aún silenciosa, escondida en sus corazones, esa verdad que los hace invencibles y que los hace capaces de cualquier cosa. Cuando oran con fervor y cuando están unidos a Dios, pueden sentir una gota de lo que son en esencia, pueden sentir que existe un vasto universo, dentro y fuera de ustedes, que les trae grandes posibilidades de vida, de vida espiritual, de vida divina.
Como Sagrada Familia, vinimos a su encuentro para que reconozcan ese camino de retorno al Padre, para que encuentren fuerzas, fortaleza interior para perseverar en lo sagrado y difundir, a través del propio ejemplo, la vida de consagración al Padre.
La desesperanza de este mundo nace del hecho de que el caos y el mal se muestran a todos los ojos, porque ellos viven de las apariencias, del engaño, y de la mentira; y la verdad y el bien se ocultan y se muestran solo a los ojos de los puros y de aquellos que ingresan dentro del propio corazón y se esfuerzan día a día para vivirlos.
Sin embargo, una gota de luz vence a toda la obscuridad de este planeta. Un acto de amor destruye una guerra. Una oración verdadera, realizada humildemente, con la rendición del corazón humano, hace desaparecer los planes de obscuridad y no permite que ciertas cosas se manifiesten en este mundo.
Sin embargo, el corazón humano aprendió a vivir de las apariencias y solo cree en aquello que se expresa delante de sus ojos y que su mente puede comprender y comprobar. Este es el mayor engaño, hijos Míos, que vive la humanidad, porque el Misterio de Dios, como les dije, es silencioso, sin embargo es poderoso porque se une a la Consciencia del Único, Aquel que creó todas las cosas, Aquel que vence con un soplo todas las maldades de este mundo.
Con todo lo que hoy les digo, quiero aproximarlos un poco más a lo que son verdaderamente. Quiero que sientan y vivan todos los días lo que sintieron ayer y hoy cuando oraron de corazón.
Que esa esperanza de ver a Dios pueda crecer en sus vidas y, cada vez más, la oración los aproxime a la verdad y los retire de los desvíos que un día siguieron y que, como humanidad, los trajeron hasta aquí.
A través de ustedes, hijos Míos, vinimos a curar un pasado milenario para que comprendan que, con la simplicidad de sus corazones, podemos hacer grandes milagros, que en verdad son milagros porque desconocen la verdad, porque desconocen el verdadero potencial de sus corazones.
Muchos no creen en lo que hablamos, porque día a día se pierden en sus miserias y en la imposibilidad de perseverar en este camino. Pero, si hoy estamos aquí, hijos, es porque pueden responder a este llamado, porque pueden consagrar el suelo en el que viven y hacer triunfar el Plan de Dios.
Hoy, delante de sus ojos, somos tres, una Familia simple, humilde, que en el misterio de Su hogar transformó el destino de la humanidad y de todo el universo, de toda la Creación. Y delante de Nuestros ojos, son miles de almas simples, que aún deben develar los secretos de Dios sobre sí mismas.
Vemos, delante de Nuestros Ojos, la transparencia de sus espíritus y de sus corazones, la posibilidad de que Dios manifieste Su Plan en la Tierra y en todo el cosmos, la posibilidad de que se termine esta espera que toda la Creación vive de ver triunfar el Amor Divino.
Delante de Nuestros ojos, contemplamos sus esencias, contemplamos el potencial de Amor que un día se expresó en la Cruz y que hoy se debe expresar en el calvario de este mundo.
Un día, el Amor divino emergió del Corazón de un Hombre, que hoy, delante de ustedes, se expresa como un niño. Ese Amor nació de Su esfuerzo, de Su sacrificio, de la lucha en la que Él venció contra Sí mismo y contra todo el mal.
Ahora, hijos, el universo aguarda que ese mismo Amor pueda nacer de sus esencias, por su esfuerzo, por la entrega diaria de su sacrificio, por su perseverancia en vencerse a sí mismos en las cosas más simples, porque no les pediré grandes cosas, no les pediré grandes martirios, flagelación, coronación de espinas ni muerte en la cruz.
Yo les pediré que amen a sus hermanos como son, que digan no a toda ira, a toda crítica, a todo juicio de valor.
Yo les pediré que renuncien, un poco cada día, a los placeres y distracciones de este mundo. Yo les pediré que ofrezcan su purificación y que no reclamen tanto cuando, en verdad, reciben todo de Dios.
Yo les pediré que sean más agradecidos y que, de rodillas, oren a Dios todos los días, agradeciendo al Padre por las Gracias que recibieron y pidiéndole por aquellos que nada tienen, ni en el cuerpo ni en el espíritu; pidiéndole por los que son ignorantes, por los indiferentes, por los Reinos de la Naturaleza. Yo les pediré que ayuden a esos Reinos, que oren por ellos, que oren con ellos, que los sirvan, que los respeten como Creaciones de Dios, como portadores de la Presencia Divina en el mundo, que aprendan con ellos un amor también único, que multiplica el amor que existe en sus almas.
Yo les pediré, hijos, que cada día entreguen algo de sí mismos por el prójimo. Es de esa forma que se carga la cruz del mundo.
Con estas cosas tan simples, los conduzco a Dios. Sé que, aun así, a pesar de la simplicidad de Mis Palabras, en este tiempo es difícil vencer la condición humana. Por eso es que estamos aquí, por eso es que todos los días les entregamos tantas Gracias, tantas bendiciones, les damos tantas oportunidades de levantarse de cada caída. Es por eso que Nuestras Manos están siempre extendidas hacia la humanidad y que, a pesar de la flagelación que aún vive el Corazón de Dios por las acciones humanas, el Creador aún Nos permite llegar a este mundo.
Pero les pido de corazón, con la humildad de Mi Corazón Divino, que perseveren, que reconozcan sus dificultades, pero que no se aferren a ellas. Agárrense firmes, hijos, a esas instancias en las que un amor puro puede surgir de adentro de ustedes.
Y, de esa forma, ayúdenos a liberar a este mundo de todos los errores del pasado. Con estas acciones tan simples, convierten los errores de ayer. Cuando aman y aceptan a sus hermanos, están equilibrando todas las faltas cometidas ayer por la incomprensión del corazón humano, por su imposibilidad de aceptar las diferentes culturas y expresiones de las almas.
El misterio divino es inmenso y a veces incomprensible para la mente humana. Por eso les pido que, antes de intentar comprender, experimenten y vivan todos los días esta experiencia divina de amor, sea con el prójimo, con los Reinos de la Naturaleza o en el silencio del propio corazón, o sea en una oración íntima con Dios.
Con esta instrucción tan simple, vengo a retirarlos un poco de ustedes mismos, para que así se pueda ampliar la liberación de este mundo, de esta nación y de todos los seres que hoy Nos escuchan. Porque los corazones Nos llevan más allá de este lugar, cada hogar que Nos abre la puerta, abre también la puerta de su nación y ofrece a la humanidad una oportunidad más de llegar a Dios.
Ahora les pediré que canten y clamen por la paz, para que se abran los portales del Reino de Dios y que aquello que vinimos a hacer en este mundo pueda ser hecho, no solo por Nosotros, sino por la intercesión del corazón humano. Clamen por paz para todas las almas, para todos los Reinos, para todo el planeta.
Cántico.
Y hoy les ofrezco la mayor liberación y salvación de este mundo y de todo el universo que es el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo, entregado por ustedes y por toda la Creación de Dios. Que esta Gracia se multiplique para todas las almas y para todos los Reinos.
Mi pequeño Hijo yergue Sus Manos y bendice estos elementos para que se conviertan en fuente de transformación para las almas y de liberación para este mundo.
Padre Nuestro (en arameo).
Que la Paz de Cristo, de María y de Mi Casto Corazón esté en sus vidas y en todo el planeta.
Les agradezco por estar aquí y por multiplicar estas Gracias para toda la humanidad. Oren, hijos, para que esta puerta de paz siga expandiéndose y ampliándose para que más almas encuentren a Dios.
Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en paz y con la esperanza de renacer en el espíritu y ser uno con Dios.
Les agradezco.
En este momento, Frei Elías del Sagrado Corazón compartió el Mensaje diario transmitido por la Virgen María en este mismo día, 19 de noviembre de 2016.
Hoy vengo a enseñarles, hijos, el arte de amar a Dios para liberar a este mundo del pecado y del mal que lo habita.
Hoy vengo para animarlos a la entrega y al sacrificio; como forma de abrir, en verdad, las puertas para que el Reino de Dios descienda a este mundo.
Quiero que comprendan que toda prueba y todo sufrimiento, como también la propia purificación, cuando se asumen con el espíritu correcto, pueden aliviar a este mundo de un peso milenario. Así no estarán viviendo solo un proceso personal e individual, sino también un acto de ofrenda a Dios, para aliviar la situación planetaria.
Vengo para enseñarles a ser verdaderos instrumentos del Señor, ya sea que estén plenos de gracias y de alegrías ya sea de dificultades y de padecimientos.
Cuando viven cada segundo de sus días ofreciendo sus vidas a Dios, sin reclamar nada de Él ni de nadie, algo mejor o más leve podrá despertar en sus espíritus y en sus consciencias la madurez que estos tiempos exigen de toda la humanidad, sobre todo de los que están más conscientes.
Ya no busquen en estos tiempos la gratificación de los cuerpos, de la mente, de las emociones ni tampoco del alma. Solo busquen despertar la gratitud y la entrega y que esto no sea algo que la boca pronuncie pero el corazón no viva.
Siempre que estén desconformes consigo mismos y con la propia vida, recuerden, hijos, que en verdad son las criaturas más privilegiadas de este mundo y que si se les ofrece la oportunidad de vivir un sacrificio consciente, es para que crezcan y sean un principio fecundo para la transformación de la humanidad.
Frente a todo lo que debe ser liberado en el planeta, muy poco es el sacrificio que viven y han vivido hasta hoy; no obstante, en el misterio de la Gracia divina y del amor existente en el corazón humano, cuanto más agradecidos estén ante las pruebas, sean materiales, espirituales o interiores, mayor será el equilibrio generado en el planeta.
Cuando la puerta del corazón se abre, la puerta del mal se cierra. Puede ser que no sepan o quizás nunca lleguen a saber que cuando renuncian con alegría y agradecen ante una dificultad en sus caminos, del otro lado del mundo un alma es liberada de su ignorancia y encuentra la luz.
Hoy, Nosotros los llamamos para recorrer espacios del planeta que necesitan mucha ayuda. Algunos lo harán en consciencia, otros de corazón y otros irán con todo su ser. Les pido que no esperen solo de Dios y de Sus Mensajeros la gracia de la liberación, sino que sean ustedes mismos los proveedores de la gracia a través de la entrega permanente de sus vidas.
Les dejo Mi Bendición, para que crezcan en espíritu cada día más y que ese crecimiento los aproxime a Dios, como consciencias y como humanidad.
Su Padre e Instructor,
San José Castísimo
Hijos, de nuevo les pediré que oren por la paz y también por la unidad en los corazones de los hombres. Hoy les pediré que vean más allá de sus vidas y que contemplen el mundo con el corazón, porque más allá de la agonía que vive el planeta, muchos que están somnolientos y predispuestos al mal, entregan sus almas en las manos del enemigo.
El Corazón de Dios está padeciendo por la ignorancia de los seres humanos y más aun por aquellos que eligen conscientemente el mal para sus vidas y para el mundo.
Refuercen sus oraciones, no solo por América, sino también por todo el planeta. La agonía se expande en los hombres y en los Reinos de la Naturaleza y aquellos que están en medio del caos, por más que deseen la paz y el bien, no tendrán fuerzas para establecer esa paz y no podrán vencer al odio y al rencor en sus corazones, causado por las injusticias que verán frente a sus ojos.
Aquellos de ustedes que aún no viven en un caos extremo, de conflictos y de guerras, ¡oren con fervor por el mundo! Oren mucho, porque el enemigo diseña sus planes día y noche y está encontrando entre los hombres a los que están dispuestos a manifestar su voluntad y su falso poder.
¡Que se unan los corazones de buena voluntad, dispuestos a vivir el amor y el bien, donde quiera que estén! Es hora de que las religiones se den las manos para hacer una corriente en el mundo, que fortalecida por el Poder de Dios, sostenga al planeta.
Oren juntos. Oren los unos por los otros. Únanse a todos los corazones que proclaman la paz, porque es necesario que haya voces que se eleven a los Cielos y que clamen por Dios.
Abran las puertas del corazón y rompan las barreras de la indiferencia que están sobre la consciencia humana. Dejen que las dimensiones se unan por medio del poder del Amor, que aún es un potencial adormecido en el interior de los seres humanos. Sirvan, oren y demuestren a Dios, que aspiran a despertar este Amor único de sus esencias.
Les digo esto, hijos, porque es solo con este amor que podrán superar las pruebas y los desafíos que se aproximan a la humanidad. Este Amor es lo único que vencerá al temor en las almas y que hará que la paz se establezca en forma independiente de las circunstancias del mundo.
Por eso, ¡oren y vivan la oración! Despierten el Poder del Amor de Dios en ustedes.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Hijos, proclamen la paz en un mundo que no la conoce. Sean los precursores de un nuevo tiempo, de una nueva era, marcada por el espíritu de la unidad. Cada día, crucen con la consciencia el umbral entre el viejo y el nuevo hombre y trasciendan en ustedes mismos lo que aún los ata a los patrones de conducta que degeneran la consciencia planetaria.
Con cada palabra que les entregué a lo largo de los años en donde los instruí, les traje una llave que los ayudará a dar ese paso. No obstante, necesitan ser constantes, persistentes y cuidar de aquellas cosas que saben que deben transformar.
Les pido que estén más atentos y empeñados que nunca, porque, al mismo tiempo que la purificación se acelera, el Universo y la vida planetaria exigirán a los que estén despiertos que cumplan con su misión y con el compromiso que hicieron ante Dios de ayudar al cumplimiento de Su Plan.
Hijos, cuando un alma no es consciente de su purificación y no trabaja para transformar lo que surge de su ser, se pierde cada vez más en el abismo de sus imperfecciones y se entrega cada día a la oscuridad de sus miserias y a los vínculos no curados con el mal. Por eso, la humanidad necesita de una referencia en estos tiempos, como lo fue la Sagrada Familia en tiempos anteriores.
La santidad que algunos viven en los claustros, en muchas partes del mundo, no es suficiente para estos tiempos. Es necesario completar el equilibrio que genera la vida contemplativa con la santidad vivida en el mundo, en la vida común, ante los ojos de los hombres y como un ejemplo accesible a todos.
Por eso, los enviamos a servir y no solo a orar en sus casas. Los enviamos a proclamar la paz y a ser pacificadores en sus familias y entre sus amigos; a diario y a cada instante. Por eso los invitamos en forma permanente a transformar la consciencia. Y por eso, les revelamos en profundidad misterios universales, ya que el Creador les está entregando todas las herramientas posibles para que alcancen la perfecta expresión de la unidad con Él, para que sean un puente para los que están en el mundo y no lo conocen ni lo encuentran.
Cada día, hijos, este mundo se adhiere más a las guerras y menos a la paz. Por eso, les pido que curen en ustedes lo que genera las guerras y los conflictos, lo que los lleva a ser combativos los unos con los otros; para que sean pacificadores y precursores de un mundo que vivirá la paz y la unidad con Dios.
Todo es posible cuando obran de corazón, pues el potencial humano es desconocido por todos. El amor de sus corazones es semejante al Amor de Dios y, con una sola gota de ese amor verdadero, ustedes podrían cambiar al mundo, porque el amor transforma y cura todas las cosas.
Hoy los animo a persistir.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más