Levanta los ojos y mira hacia Dios. Permite que tu corazón encuentre el Corazón del Padre.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Pierde el miedo de estar ante Él con transparencia y humildad. Deja que tu vergüenza, por los pecados que aún son parte de ti, sea curada por el infinito Amor de Dios por Sus hijos. Amor este, que cura tus pecados y restaura tu fe.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. No tengas miedo de conocer Su Voluntad para ti.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. No importa si eres pequeño ante un Grandioso Creador, pues en tu pequeñez habita Su Grandeza.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Recobra el coraje de estar, cara a cara, con Aquel que te creó. Déjate vencer por Su Amor infinito.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Deja de lado todo aquello que habita en ti y que no quiere ser digno de ser llamado Hijo de Dios, porque aún le agradan las cosas del mundo.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Dile al Padre: Señor, aquí estoy. Cumple en mí Tu Santa Voluntad.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Reposa en Su Corazón de tu cansancio y del pesar de estar aún en este mundo, aunque no pertenezcas a él.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Siente Su Misericordia y permítete ser curado y elevado por ella. Permite que el Creador abra, frente a ti, un nuevo camino y sigue por él.
Levanta los ojos y mira hacia Dios. Sé valiente para decirle, finalmente: Señor, cumple eso que quieres de mí. ¡Yo Te digo sí!
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo