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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Traigan aquí al Niño Rey.
He aquí, Aquel que ha dado la vida por el mundo y que la seguiría dando por toda la eternidad.
He aquí, el Niño que fue profetizado y anunciado por los ángeles.
He aquí, el Mesías, el Redentor y Salvador que, en Divinidad y Espíritu, hoy renace en el corazón de los hombres, en todos los seres de buena voluntad.
He aquí, Aquel que los ama, que los conoce profundamente, que los espera, y que los aguarda con Su Corazón abierto para que reciban Sus Gracias y Sus Misericordias.
He aquí, el Hijo de Dios, el Hijo de David, Aquel que fue visitado en la simple y humilde Gruta de Belén por los pastores y por los Reyes del desierto.
He aquí, Aquel que estuvo en los brazos de San José y en los brazos de la Madre de Dios.
He aquí, Aquel que sabía lo que venía a cumplir en este mundo y que no dudó ni un momento de todo lo que Dios le pidió desde el principio de Su Nacimiento hasta Su Muerte en la Cruz.
He aquí, el Dios de la Vida, el Dios de la Misericordia, el Dios de la Paz.
Que en esta Natividad se reencienda en ustedes el Cristo Interno y que, al igual que el Niño Jesús, ustedes puedan estar en los Brazos de Dios, en los Brazos de la Madre Divina.
Y tengan algo muy presente en la memoria de cada uno: que Aquel que nació en el Humilde Pesebre de Belén; Aquel que predicó, curó, exorcizó y liberó a las almas de este mundo; Aquel que cargó la Cruz del mundo y llevó sobre Sus Espaldas todos los pecados del mundo, como los lleva en Su Corazón hasta los días de hoy; el Niño de la Anunciación, hoy el Rey y Gobernante de este universo, será el que retornará en Victoria y en Luz a este mundo en tinieblas, para que vuelva a erguir a las almas hacia el Corazón de Dios, para que separe la paja del trigo, para que convoque a todos los que siguieron Su Camino a través de los tiempos y de las generaciones.
He aquí, Quien fue bendecido y protegido por la Sagrada Estrella de Belén; Aquel que vendrá entre las nubes como lo anunció a Sus compañeros y a todos los que lo seguían en aquel tiempo.
He aquí, la Presencia de Dios, vivo en los Sacramentos y, especialmente, en la Sagrada Eucaristía. Dios se hizo hombre, se hizo humilde y simple, se hizo pequeño y hasta inofensivo para que lo pudieran comprender, reconocer y amar.
Es este Amor del Pequeño Niño Jesús que hoy puede nacer en sus almas y corazones, que hoy está presente, que hoy desciende al mundo en Espíritu de Amor y de Gracia; porque sépanlo bien, Su Amor es inmutable, Su Amor es intransferible, Su Amor es eterno, Su Amor es divino y sublime.
Este es el Niño que estuvo en Mis brazos, como hoy ustedes pueden estar en Mis brazos, confiando plenamente, a pesar de las pruebas y de los desiertos, a pesar de los embates y de los desafíos o aun a pesar de las dudas, que el Cristo Interno de cada uno de ustedes puede volver a renacer.
Comprendan este Mensaje que hoy les traigo, porque el Pequeño Niño nació en un Pesebre, para que todos comprendieran la inmensidad de la Humildad de Dios, y que Su Poder no se basa en autoridad, en monarquía o en imposición. Su Poder es regido por el Amor, y ese Amor, es el que a través de los tiempos y de las generaciones, ha conducido y guiado a las almas. Es ese Amor el que desciende de la Fuente por medio de la Natividad del Señor.
Ahora, como este Pequeño Niño, siéntanse por un instante en Mis brazos, en los brazos de la Madre de Dios. Y, por un momento, así como lo estuvo Jesús en los brazos de la Sierva de Dios, siendo cuidado, acompañado y hasta acariciado por Mis besos, sientan, en su Cristo Interior, el gran beso de la Madre de Dios.
Recuerden cuando eran niños pequeños, tal vez no tengan memoria, pero sí sus madres de la Tierra saben lo que fue ese momento, no solo para ellas, sino también para sus familias.
¿No es maravilloso, hijos Míos, estar regocijados por el Amor de Dios, sabiendo que ese Amor es sencillo y que renueva todas las cosas?
Por eso, confíen que están en Mis brazos y que todas sus dudas se disuelven, todas sus amarguras y tristezas desaparecen, e impulsados por Mi Amor, el Amor de la Virgen de Nazaret, vuelven a sentirse en Mis brazos por un momento; para que sepan que, a través de Mi Corazón, Dios los ama y ama al mundo entero a pesar de sus errores, de sus equivocaciones y hasta de su distanciamiento de Dios.
Junto a los ángeles, que hoy Me acompañan, alegremos el corazón, porque el Niño Rey ha nacido en el mundo y está retornando a todos Su Luz Divina, aquella misma Luz que brilló en la sagrada noche, en la Gruta de Belén; cuando los pastores, Reyes del desierto y hasta los pequeños animales, con su calor y cercanía, cuidaron del Pequeño Niño Jesús; mientras Su Madre Celeste, en un profundo éxtasis, al igual que San José contemplaban la grandeza del Amor de Dios en el Pequeño Niño recién nacido.
Todas las madres de este mundo saben lo que les estoy diciendo, saben lo que significa y representa haber tenido a sus hijos en brazos, haberlos amamantado, haberlos ayudado a dar sus primeros pasos.
¿No harían cualquier cosa o cualquier esfuerzo por resguardar el Proyecto de la familia, que es un Proyecto de Dios?
¿No serían capaces de dar la vida para que los niños de este mundo que están huérfanos, solos y abandonados, tengan un digno hogar en donde vivir?
¿O que los niños hambrientos tengan el alimento que necesitan para nutrir sus cuerpos, tengan manos en donación y servicio de hombres y mujeres de la Tierra que los puedan abrazar, besar y contener?
¿Aún no han descubierto lo maravilloso del Amor de Dios? Por eso, Él se hizo pequeño para hacerse semejante a todos Sus hijos y criaturas.
Que este Niño, que hoy puede volver a nacer en el corazón de los que dicen sí, este Pequeño Niño los bendiga y siempre les haga recordar su inocencia y humildad interior.
Ahora, volvamos a llevarlo a Su lugar, porque recién ha nacido.
Oremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, para que esta simplicidad y humildad que hoy les traigo, de lo profundo de Mi Corazón Materno, despierte en muchas más almas, sobre todo, en las almas necesitadas de Amor, de Luz, de Paz y de Misericordia.
Que la Luz de la Sagrada Familia de Nazaret los acompañe y los impulse a seguir caminando, para que puedan ver las Huellas de Cristo en sus caminos hasta alcanzar algún día el Eterno Paraíso de Dios.
Nos recogeremos con una canción que resuena mucho en Mi Corazón y que ha resonado y seguirá resonando en el corazón de Mis hijos, que es la canción “Sagrado Corazón de Jesús”.
Porque Dios al haber nacido, ofreció Su Templo para guardar nuestras moradas. Él ofreció Su Fuego Divino y lo seguirá ofreciendo, a través del Espíritu Santo, para iluminar nuestros caminos. Ese es el Sagrado Corazón de Jesús, Fuente insondable de Amor y Unidad, que alimenta a las almas a través de Su Fuego Divino y de Su Paz.
Los bendigo, en esta Natividad del Señor, y bendigo al mundo entero, a todos los que confían en Mí, porque Yo Soy la Virgen de Nazaret, la Señora del Santísimo Rosario, la Reina de la Paz.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más