Sábado, 6 de junio de 2015

Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN, DURANTE LA 23.ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA

Las cosas que ustedes viven son más pequeñas que los granos de arena de un desierto, porque en verdad les digo que existen cosas más urgentes y mayores que ustedes desconocen.

Yo les vengo a traer la consciencia de lo supremo, la Verdad que está oculta para muchos. Mi Presencia viene a revelarles la sagrada Voluntad de Dios, que aún debe ser conocida por los corazones consecuentes a Mi Sagrado Llamado.

Vengo en esta tarde, a mostrarles Mis cinco Llagas, no para que vean el sufrimiento que Yo padecí, sino el Amor que Yo viví por ustedes, aquel que nutrió la vida y convirtió a la humanidad pecadora.

Quien venera Mis cinco Llagas venera en presencia a Mi Corazón. Yo vengo a traerles este misterio porque Mi Corazón sigue siendo ultrajado.

Son pocas las almas que Yo elevo, entre Mis Manos, hacia los Reinos de Dios. Pero Yo vengo a formarlos, a través de la esperanza y del amor, para que puedan conocer profundamente la gran necesidad de vuestro Padre que está en los Cielos. Que ahora, en estos tiempos, se puedan convertir así como Él lo prevé en este ciclo final.

Los Sellos de Oro se están abriendo. Los Libros de Luz se están revelando. Los Ancianos se congregan en consejo, porque ha llegado la hora de determinar el día y la fecha en que Yo descenderé al mundo, una hora marcada por Dios.

Pero en verdad, ¿quién Me verá? ¿Quién podrá comprender que la humildad de Mi Corazón es la humildad de Dios? ¿Quién Me podrá reconocer entre toda esta humanidad que camina al abismo de su perdición?

Pero Yo les digo que estos libros, que son abiertos por los Ancianos de la Luz, aún se mantienen cerrados por el afluente de Mi Misericordia que modifica la Ley, la equilibra y la armoniza para la humanidad.

¿Por cuánto tiempo esto sucederá? Hoy no se lo podré decir. Por eso vengo a preparar ejércitos, para que estén preparados para recibir las señales que vendrán de los Ancianos y las que revelarán el momento tan crítico para la humanidad.

Pero existen corazones misericordiosos que, saliendo de este encuentro, seguirán renovados por la fe. Allí no habrá ningún misterio y los Ancianos así reconocerán que esta parte del Proyecto de Dios, que ya es el último para esta era, Yo lo estaré cumpliendo en ustedes, a través de Mis Obras de Misericordia y de Redención.

Pero muchos ojos no querrán ver la Ley. La Ley se manifestará, de todas formas, en el momento culminante de la purificación. Por eso, vuestros cuerpos están siendo entrenados en la purificación, en el camino de la pureza, del desapego, de la humildad y de la simplicidad. Porque así Yo estaré en ustedes en la hora culminante de la tribulación, y Dios encontrará Mi semilla de Luz en cada una de vuestras almas.

Pero sé que en esta tarde no comprenden lo que les digo. Ya no vengo a hablar a vuestras mentes, sino a hablarle a vuestros corazones, que son los únicos tabernáculos, en donde todo puede resurgir, transfigurarse y redimirse, a pesar de que exista el mayor pecador. 

Corrijan vuestras vidas y las vidas de vuestras familias se corregirán. Vivan actos buenos y serviciales para el prójimo. Así estarán ayudando a que esta pesada balanza no se rompa antes de tiempo.

Así, de esta forma, hoy conocen el poder insondable de Mi Amor, aquel que viene a asistirlos para colmar vuestros corazones hasta el último momento de vuestras vidas, tiempo en el que ya estarán preparados para vivir el fin de los tiempos.

También rezo por aquellos que no estarán preparados y que no se detuvieron a escuchar Mi Voz y Mi Amor. Continúen rezando por todos ellos porque son la mayoría, es la mayoría de la humanidad.

Por eso Mis cinco Llagas aún se lastiman. Entre Mis Manos, siento el dolor de la humanidad. En Mi Costado, siento la lanza, aquella que es colocada por los corazones ignorantes y que ultrajan todo el tiempo la Ley de Dios. Mis Pies son marcados por los caminos confusos, turbios y malos que muchas almas viven.

¿Quién saciará Mi sed? ¿Quién colmará Mi Corazón misericordioso con los códigos de Luz de la oración? Que la oración no solo sean palabras, sino que sea un testimonio de vuestra conversión. 

Que vengan aquí aquellos que Me escuchan, porque Yo necesito, en estos tiempos, de verdaderos soldados formados en la redención.

No les prometo en este mundo cosas maravillosas porque, el mundo y la humanidad, toda la consciencia planetaria está negando al Dios del Amor. No alcanza con los que son. 

Mi Obra ya fue realizada en tiempos pasados. Les di y les entregué el verdadero testimonio de Amor, a través del sacrificio de la Pasión. Pero sé que muchas almas aún no lo han entendido.

Solo espero, en el cenáculo de Mi Corazón, poder reunir a todos ustedes para que, en los momentos más difíciles, sepan reconocer el bien y el mal. Los corazones y las miradas de muchos se confundirán, pero quien confía en Mí no se perderá.

Les vengo a decir aquello que necesitan escuchar, ya no pierdan tiempo en las cosas superficiales ni gasten vuestro verbo en comentarios inútiles. Busquen, todo el tiempo, la unión con Dios a través del silencio, porque así Yo podré decirle a Mi Padre que, en verdad, estoy haciendo algo con cada una de vuestras almas. Únanse cada día más. Abandonen los comentarios. Ya no juzguen a vuestros hermanos.

Están deteriorando Mi Plan de redención, porque sé que, saliendo de aquí, cruzando la puerta de esta sala, estarán diciendo otras cosas y, ¿dónde habrá quedado Mi energía espiritual? ¿Habrá valido la pena que Yo haya descendido de la decimosegunda dimensión de Adonai para venir a esta tercera dimensión contaminada a buscar corazones, en los abismos de la Tierra?

Las manos de Mi Madre ya no alcanzan para tantas almas perdidas. Por eso, Ella los consagra con tanto amor para que puedan ser Sus manos, trabajadoras en el servicio y en la caridad, en toda esta humanidad.

¿Comprenden lo que les digo? Díganme sí con vuestro corazón más que con vuestras palabras. Necesito que Mi mensaje resuene en lo profundo de vuestros seres. 

No quiero que sean Mis Llagas. Quiero que sean los Rayos de Mi Corazón transformados en redención y en luz. Quiero que sean lo bueno para Mi Padre. Quiero que sean lo justo, lo justificable ante Dios. Quiero que sean el equilibrio y la verdad, la transparencia y la confianza entre hermanos. Quiero que sean la columna de luz que preparará el templo para la venida de vuestro Rey.

Pero si el Rey no viene a vuestros corazones, a los pocos corazones dignos de la Tierra, ¿cómo Él podrá venir al mundo? ¿Qué dignidad tendré ante Adonai para pedirle descender a esta humanidad material? Por eso, debo encontrar rebaños preparados, todos dentro del establo de Mi Corazón y no buscando otros caminos que no sean los Míos.

Ya no hay tiempo que perder. Ya no deben buscar a otras personas. Vuestra verdadera unión espiritual es con Dios. Y ya hemos dado testimonio, compañeros, de que la verdadera transformación se encuentra a través de la oración.

Purifíquense en paz. Las cosas se agudizarán, pero deberán ser valientes para superar los tiempos e ingresar en la vibración perfecta de Mi Corazón. 

Cuando vuestros pies son lavados, las manchas más impuras son retiradas por los Ángeles de Dios y vuestras vidas son renovadas, sus caminos son purificados para que asciendan definitivamente, por la escalera del Cielo, al Trono de Adonai, sagrado Templo del Corazón, donde se encuentra la vida eterna.

Cuando son bautizados todos los dolores y sufrimientos son purificados, pero vuestras almas son renovadas por los siete Dones del Espíritu Santo y una nueva vida comienza, con el alma purificada y limpia, renovada plenamente por la fuerza insondable de Mi Amor. 

Pero cuando comulgan Conmigo, el misterio es más infinito. Las puertas de los corazones se abren para recibir Mi energía crística e ir construyendo, de a poco, la perfecta morada que Yo deseo tener en ustedes todo el tiempo.

Y cuando son ungidos, no hay mal que pueda resistir.

Reciban los Sacramentos como una Gracia, como una honra a Dios. Así construirán la Nueva Humanidad.

Los ángeles del Cielo hoy consagrarán los Santos Sacramentos. Llamen a Su presencia. Invoquemos Su poder, uniendo el Cielo con la Tierra, las almas y todos los corazones con la Fuente primordial de Dios.

Repitamos:

¡Santo, Santo es el Señor de las Huestes!

Los ángeles del Cielo proclaman Su sagrada Palabra
y la Misericordia de Dios desciende
a través de Su Hijo amado.

Santo es el Señor de las Huestes,
por Su poder y omnipotencia.

Santo es Su Nombre en los Cielos,
y en cada rincón del universo
los ángeles proclaman Su Misericordia,
y los Sagrados Corazones
concretan Su plan en el planeta.

Santo es el Dios del universo,
las puertas infernales se cierran
los corazones son colmados por el Espíritu de Dios
y el Amor vence al mal.

Santo es el Dios del Amor
por Su verdad y pureza,
santa es Su Gracia
santa es Su esperanza y Su compasión.

Las almas se inclinan ante Su Trono
para reverenciar Su existencia.

Santo Adonai,
Santo Emmanuel,
Santo Abba,
los siete portales se abren 
 a través de Su Gracia Divina.

¡Santo, Santo es el Señor de las huestes!

Las almas proclaman Su infinidad,
Santo y sagrado sea el universo,
los soles se encienden en la humanidad,
el Plan se cumple en cada ser,
dichosos de aquellos que escuchan el llamado.

Santo seas, Padre Eterno,
Santo eres por Tu Creación,
santo e insondable es Tu Nombre.

Santo y sabio Señor, 
danos Tu Sabiduría y guíanos hasta el final.

 

Cántico: Kodoish.

Oración: Padre Nuestro (en portugués).

Y ahora, con todos los elementos y objetos sagrados que fueron bendecidos, que ellos puedan ser una renovación de vuestra fe. Pero recuerden que en vuestros corazones se encuentra el verdadero portal que siempre los unirá a Dios.

Vuestras oraciones, de estos dos días, desataron muchos nudos, los cuales Yo desamarré por la acción de la Misericordia, en varios puntos de la Tierra, donde la oración se volvió fuente de salvación para las almas heridas.

Agradezcamos, compañeros, a nuestro Padre que está en los Cielos. Es el verdadero motivo de este encuentro, estar con Dios y trabajar para Dios. Así, vuestras vidas se curarán.

Vayan en paz y los espero siempre en oración.

Los bendigo por la Gracia que Me es permitida como Hijo de Dios y Hermano de todos.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.