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El sentimiento de Amor de Mi Corazón en el Nacimiento de Jesús
Desde Mis primeros años de vida, y antes de ellos, fui preparada por Dios para cumplir con Su Voluntad y manifestar Sus promesas, esas que estaban guardadas en las palabras de los Profetas, en los Libros Sagrados de nuestro pueblo.
Mi Corazón amaba al Señor con todo fervor y ese mismo Amor permitía que en Mis oraciones Mi Consciencia cruzara las dimensiones para estar delante de Dios.
Contemplaba, así, esa Fuente eterna de Vida y Su Silencio. Observaba cómo toda la vida se renovaba a través de los rayos, sonidos y colores que partían del Corazón de Dios y que eran conducidos por los ángeles y arcángeles hacia los diferentes Universos.
Mi Corazón solo aspiraba a silenciarse con Dios para estar allí, en aquella dimensión de la consciencia, en donde todo era quietud y paz.
Fue así que, contemplando la Consciencia Divina, el Creador Me reveló los misterios de Su Creación; Me mostró el momento en el que Su Amor se expandió y dio origen a la vida manifestada a través de las dimensiones; Me mostró el momento en que eran creados los primeros Espejos del Cosmos y cómo ellos servían para conducir el Amor y la Voluntad Divina hacia todo lo que había sido creado.
En Su Silencio, el Señor Me reveló la gracia de la expresión de la Divina Trinidad y cómo nació, de Su Corazón, Su Divino Espíritu y Su Hijo. Y, al fin, a través del Arcángel Gabriel, el Creador Me reveló que Su Amor se manifestaría en la vida como cuerpo, alma y espíritu humano, ocultando todo ese misterio antes revelado.
Delante del Arcángel Gabriel Mi Corazón se expandió y todo el Cosmos y las realidades sublimes que antes Yo contemplaba delante de Mis ojos, a través de los portales de luz que se abrían en el cielo, ahora comenzaban a ingresar en Mi interior; en Mi Vientre se guardaba todo ese misterio divino.
Primero el Creador hizo morada en Mi Corazón; después en Mi Consciencia y, entonces, en Mi Cuerpo, haciendo que todos los niveles de Mi Ser experimentaran Su presencia divina.
Cuanto más Yo vivía a Dios, más Yo Me silenciaba, porque Su Amor inundaba Mi Ser de forma que no había lugar para expresiones Mías, sino solo de Dios.
Cada día que pasaba, y que el Niño Dios crecía en Mi Vientre, era como contemplar otra vez la Creación de los Universos, la manifestación de los Aspectos de Dios, el nacimiento de los ángeles y de los arcángeles a través de los más puros sentimientos del Padre. Pero en aquel momento, hijos Míos, eso sucedía dentro de Mi Vientre.
Un Cosmos interior despertaba en Mi cuerpo físico y todo lo que Yo era, como parte de la vida humana, se transformaba en un Espejo de la Consciencia Divina. El Espíritu de Dios se espejaba en Mí y, así como Él le dio la vida a todo lo que habitaba en el Universo, ahora Él gestaba una vida nueva en Mi Vientre Materno.
Expreso hoy con palabras lo que fue vivido en el silencio para que sus corazones participen de los misterios de la vida y los amen, a fin de que busquen la verdad sobre sí mismos.
Cada día de Mi gestación fue acompañado de una revelación divina y Mi Espíritu se regocijaba en Dios, en la eterna presencia de los ángeles, como si Mis pies ya no tocaran la Tierra, sino que vivieran constantemente en la renovación de la vida en las dimensiones divinas.
Mi Casto Esposo José acompañaba Mi silencio y también se silenciaba. Eso le permitía comulgar de los misterios, a pesar de que Él no los comprendía y no los vivía con la misma profundidad.
En el Camino hacia Belén, Yo acompañaba con amor cada prueba que Él vivía y, en Mi silencio, dejaba que la humanidad se transformara y se convirtiera a través de Su Casto Corazón. Ya llegaba el momento en que el Espíritu de Dios inundaría Su Corazón y, sabiendo que todo tiene su tiempo, Yo solo silenciaba y dejaba que el Amor de Dios, que pulsaba en Mi vientre, se expandiera hacia Su humilde y fiel Corazón.
El Nacimiento de Cristo fue sentido por Mí como una nueva Creación, una nueva expansión divina. Mi Consciencia se trasladó al Cosmos y, viendo al Dios Único multiplicarse, sentía a Su Hijo nacer y expresarse en la materia.
Los ángeles cantaban gloria y aleluya y emanaban sonidos jamás escuchados en la Tierra. El Silencio de Dios se expandía como ondas de amor y todo eso Yo lo sentía en Mi Corazón.
Tener a Mi Hijo en los brazos Me hizo compartir el Amor de Dios al multiplicarse. El primer sentimiento de maternidad de toda la vida provenía de Su Corazón. Y, como algo sublime e indescriptible, un sentimiento renovado de Amor, un Amor que no vivía en la Tierra, Mi Corazón vivió una nueva expansión de luz.
Sientan, hijos Míos, este Amor que se guarda en la memoria de Mis palabras y dejen que, en este día de gloria, esta expansión de Amor viva, en algún grado, dentro de ustedes.
Hoy les revelé los más profundos sentimientos de Mi Corazón y con palabras simples les di a conocer aquello que no se explica, sino que solo se vive.
Para comprender verdaderamente lo que les digo, deben dejar que Mis palabras ingresen en sus corazones y originen un estado nuevo dentro de cada uno de ustedes.
¡Les agradezco por confiar en los impulsos que provienen del Cielo y por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Hijos Míos:
Mientras el mundo está herido, Mi Corazón encuentra aliento en la devoción de las almas simples que responden a Mi llamado y vienen a Mi encuentro para despertar sus espíritus y corazones.
Es a través de las almas simples que Mi Plan se cumple, porque las dificultades de sus vidas no son obstáculos para vivir el amor y perseverar en la fe.
En las almas simples, Dios encuentra Su reposo, pues sabe que ellas siempre le responderán y siempre le dirán “sí”.
Las almas simples no se niegan a vivir el sufrimiento y el sacrificio es parte de sus vidas. Ellas reconocen el valor de la Cruz de Cristo y encuentran en esa Cruz su fuerza y la renovación de su fe. Cimentadas en las bases del Amor del Hijo de Dios, las almas simples están unidas al Padre, y por más que sus mentes no conozcan los misterios celestiales, sus corazones son partes vivas de estos misterios y no se asustarán, ni perderán la fe, cuando la verdad emerja ante los ojos del mundo.
Las almas simples, tantas veces olvidadas por el mundo, construyen en su anonimato la humildad que abre las puertas para el verdadero amor.
Su unión con Dios se guarda en lo profundo del espíritu y es amparada por su vida de humildad y llena de desafíos.
Dios puede probar a las almas simples y forjar su fortaleza a base de muchas pruebas. Puede hacer nacer en ellas una fe inquebrantable, porque Sus ojos no solo ven el sufrimiento.
Como ellas siempre aceptan la Voluntad de Dios, aunque no la comprendan, Él vendrá en su auxilio y las ayudará para que superen sus dificultades, porque el Padre prueba a Sus hijos, no para que sufran, sino para que crezcan.
Es así como Dios construye en las almas simples el espíritu de la sabiduría y, aunque muchos no conozcan los libros de este mundo, sus corazones pueden leer en los Libros Celestiales y su sabiduría interior vale más que toda la inteligencia de los letrados de esta Tierra.
Los corazones verdaderamente simples también son puros y en ellos habita Mi Corazón.
Puedo contar con sus oraciones, porque ellas son verdaderas.
Puedo abrir las puertas en sus caminos hacia nuevos rumbos y sé que ellos Me seguirán, sin preguntarme porqué.
Las almas simples, tantas veces olvidadas por el mundo, son las que están más próximas de Dios.
El mundo las olvida por no saber cómo llegar al Padre y pierde la oportunidad de aprender de la humildad que abre las puertas del Cielo.
Mi Hijo vendrá y buscará entre las almas simples a Sus compañeros de otrora. Formará con ellos el ejército de Su Retorno y triunfará sobre el mal con la simplicidad de sus corazones.
Las almas simples no necesitan puestos importantes, reconocimientos o recompensas. Por no tener nada en este mundo, aprendieron que la verdadera alegría está en Dios, porque ellas la experimentaron y viven en ella, todo el tiempo.
Hoy, hijos, los llamo a aprender con las almas simples.
Los llamo a vivir en la simplicidad, porque es allí que se encuentra el camino hacia la fidelidad y el despertar de la verdadera fe.
Siendo simples es que conocerán a Dios.
Siendo simples es que vivirán en la esencia de las Bienaventuranzas y no correrán el riesgo de pensar que sirven al Padre, cuando, en verdad, sean ustedes mismos los únicos señores de sus vidas.
Hoy, con el ejemplo de las almas simples, déjense transformar y verdaderamente rindan sus corazones al Padre y a Su Santa Voluntad.
El Creador aún tiene muchos designios y Gracias para cumplir en la humanidad y es con la simplicidad de sus corazones que le abrirán las puertas.
Yo los amo y les agradezco por buscar la simplicidad y la pureza de sus corazones como el mayor servicio a ser prestado por la humanidad en este tiempo.
Les dejo la Gracia del Padre y la Unción del Espíritu Santo, para que vivan en paz y difundan la paz al mundo.
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
El mundo se preguntará: ¿por qué tendría Yo que venir a un lugar en el cual ya estuve, en donde la fe está viva y las almas buscan Mi Inmaculado Corazón?
Aquí estoy, hijos Míos, para renovar los corazones de los hombres y reorientar sus metas, volver a encender su fe y traerles una cura que va más allá del cuerpo.
Mi Inmaculado Corazón llega para instituir una cura universal, celestial y divina, que llega a lo profundo de los seres y se refleja en sus almas y corazones como un despertar a la vida superior.
La humanidad aún está muy presa de sí misma, hijos; y las cosas de Dios solo le interesan a los hombres si les traen algún beneficio.
Vengo porque Francia necesita despertar. El agua que hice brotar aquí, proviene de Dios, para lavar sus espíritus y sus corazones, no solo sus cuerpos.
La mayor cura que aquí hice nacer, es la cura de la consciencia de una humanidad que estaba ciega a la Presencia Divina. Y retorno aquí porque nuevamente los hombres pusieron vendas en sus ojos y le cerraron las puertas a Dios.
Contemplen a un Dios que está más allá de las acciones humanas, y que se encuentra dentro de sus propios corazones. Un Dios que se muestra a los ojos de Sus hijos en la fortaleza de las montañas, en la pureza de las aguas, en el Espejo del corazón.
Contemplen a un Dios que les habla al espíritu y que despierta en sus interiores el potencial del verdadero amor. Un Dios que está más allá de las instituciones y creencias, y que las une a todas, si se abren a la Verdad y a la Unidad divina.
Contemplen a un Dios que está más allá de este mundo y también más allá de las estrellas. Un Dios que está, al mismo tiempo, en lo Alto y dentro de Sus criaturas. Él muestra, de esta forma, que lo Infinito que Él es, se guarda dentro de Sus hijos.
Contemplen al Dios de la Verdad, que no se limita a la mente humana y a su comprensión. Un Dios que está en los Libros Sagrados, pero que no se encierra en ellos, pues abarca a toda la vida y a lo que desconocen de ella.
Contemplen a un Dios infinito, Único y poderoso, que por Su bondad se hizo pequeño para habitar en el interior de las criaturas. Un Dios que se alegra con poco y que guarda silencio ante los grandes errores de Sus hijos, sin perder la esperanza de que ellos un día puedan retornar a Su Corazón.
Hijos Míos, contemplen con el alma a un Dios verdadero, su Padre Celestial, del cual provienen todas las cosas, y no solo este mundo.
Vean en el horizonte, el firmamento por donde Él espera que un día puedan caminar con sus espíritus redimidos y despiertos a la vida universal.
Contemplen a un Dios tan lleno de misterios como la consciencia humana. Lo que conocen de Él es tan poco como lo que conocen sobre sí mismos. Develen la presencia divina y encuentren en ella la verdad sobre su propio ser. Dejen que el corazón se eleve más allá de las fronteras espirituales y que en una oración verdadera, sienta y sepa aquello que no consigue explicar, pero que puede vivir. Esa verdad es la cura para el mundo. Este despertar a la unión con Dios, es lo que los llevará a conocer la paz.
Mis hijos están enfermos en el espíritu, en la mente y en el cuerpo, porque no conocen a Dios, y así tampoco se conocen a sí mismos ni su propio destino, ni al verdadero potencial que se oculta en su interior.
Aquí estoy, hijos amados, para revelarles que la verdad se encuentra en las cosas simples y sinceras del corazón. Vine para pedirles que aprendan a perdonar y a comprender al prójimo, para que no aparten al Creador de sus vidas, por estar vacías de amor y de sentido.
Vengo por los más jóvenes, que no consiguen encontrar a Dios, porque vinieron al mundo para traer lo nuevo y no consiguen expresarse cuando la fe no se renueva y no les muestra la puerta hacia un camino verdadero. Vengo para mostrarles ese camino, que no es una nueva religión, sino la renovación de la fe en el corazón humano, para que encuentren la Verdad y la vida universal.
Hijos Míos, más allá de todo, estoy aquí por sus esencias, porque una nación sin Dios es una nación sin vida y sin sentido espiritual. Abran los ojos, porque el Creador no se retiró de sus vidas, son los hombres los que cierran los ojos para no verlo.
Abran sus corazones y descubran en lo profundo de estas montañas la presencia divina y, en la pureza de sus aguas, escuchen a Dios que los llama para que retornen a Su Corazón.
Si escuchan Mi llamado, habrá un tiempo de paz para que los corazones se fortalezcan ante la Justicia.
Yo los amo y los bendigo.
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz e Inmaculada Concepción
Eleva tu consciencia como las montañas y siéntete parte de un gran misterio.
Ante tus ojos se develan todos los secretos del universo.
Las llaves más seguras son entregadas en las manos de los humildes.
Los portales al infinito se abren para que los más simples puedan pasar hacia recónditos espacios de la vida universal.
De forma cíclica y armoniosa, los tesoros más sagrados se muestran a los que los quieren ver, para que puedan reconocer en su interior el mayor tesoro de la Creación, el Amor.
Los caminantes de la fe encienden sus antorchas en el gran Fuego de toda la existencia e iluminan los caminos sombríos de los que aún no pueden reconocer su propia luz interior. Nunca se separan porque, en lo profundo, saben que un Propósito deberá cumplirse.
Por eso, poco a poco, caen los velos de la consciencia para que cada espíritu, como cada corazón, se torne consciente del efecto de sus hechos y de sus experiencias de otrora.
Pero, ante la señal de la Verdad, los viajeros se postran, porque saben que en su camino siempre estuvo la mano infinita del Amor que a todo guiaba y amparaba.
Los ojos de los no rendidos se llenan de intensas lágrimas; al fin pueden sentir que solo el amor es lo que todo transforma, eleva y cura.
Llegó el tiempo de que los buscadores del camino depositen, a los pies del Templo, todas las espadas, para que así se cumpla la rendición de todos los errores.
Mientras los espejos se encienden ante la mirada de los puros, en el escenario de la vida se reflejan los primeros momentos de una inolvidable paz.
Cada paso que da el peregrino es un paso que da la dormida humanidad.
Cada entrega incondicional es la Cruz de la victoria redentora que se plasma en alguna parte de la superficie.
Así, lo que está lejos de los corazones comienza a aproximarse, y la Fuente del Amor retorna con un ímpetu desconocido.
La Obra se realiza en nombre de la indiferencia de la mayoría, y los arcos de luz se abren, más allá de todo, a los que no los merecerían ver.
Los apóstoles sienten en su interior la acción de la Misericordia y nadie queda sin saber que la hora de la redención se aproxima.
Se preparan los jardines de las almas, lugar en donde el Maestro, entre los maestros y sabios, posará Sus humildes Pies.
Mientras tanto, todo se purifica dentro y fuera de las consciencias con el fin de que la mayoría esté libre de los errores antiguos.
Una luz de renovada esperanza surge en el horizonte y todos la pueden ver.
Así, son llamados nuevamente a la vivencia del verdadero amor.
Los caídos en las tinieblas son sacados de esos espacios.
El amor se vuelve Misericordia para salvar a quien se quiera salvar.
El tiempo del reloj está marcando la hora prometida.
Que los seguidores de la Luz y de las tormentas laven sus pies en la Fuente para que, limpios, puedan estar sentados a la mesa y a la espera del Gran Maestro.
Una sabiduría inexplicable desciende hasta en las mentes más obtusas. El fin es que los más duros de corazón se abran a la llegada de la Verdad universal.
Los caminos de antiguas y pesadas historias son modificados.
La Justicia y su severidad son cambiadas por la acción del Amor y de su eterno poder.
Todos son reunidos, a pesar de sus diferencias e historias. Todos, sin excepción, son colocados por un momento en los Brazos del Divino Padre.
Todos perciben que nunca hubo ganadores ni perdedores, sino almas que experimentaron diversos caminos de redención.
Así, el nuevo sol nace en el universo de los que estaban en penumbras, y la Luz comienza a florecer como las rosas en un jardín de invierno.
Todo se transforma. La Gracia, como principio mayor, todo lo hace posible.
Los soldados, tomados de las manos, se unen para concretar la última fase del Plan de Redención.
Se escriben, en los Libros del Universo, estos momentos.
Que los oídos internos estén atentos para que escuchen la sagrada palabra de la Luz que todo transfigura.
En unidad se eleva el estandarte de la redención.
En amor se cumple el Retorno de Cristo.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre María, Rosa de la Paz
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más