APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN LA CIUDAD DE MENDOZA, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hoy no estoy aquí solo, estoy con toda la Hermandad. Llamo Hermandad a aquellos seres, a aquellas consciencias que, a pesar de no tener necesidad de estar más en este mundo, siguen aquí para servir a la humanidad. Sus ojos no son visibles a los ojos humanos porque ya no pertenecen a este mundo, pero están aquí por un aprendizaje superior de humildad, de entrega y de servicio.

Llamo Hermandad a aquellos hermanos suyos que en los mundos invisibles, lugares sagrados que la humanidad desconoce por su ignorancia y su indiferencia, allí, hijos, ellos sirven incansablemente, donde los Reinos de la Naturaleza los amparan, donde la grandeza de las montañas guarda una grandeza aún superior que se hace pequeña y humilde, por ser desconocida por la humanidad. A pesar de todos los ultrajes cometidos por la humanidad, los Reinos de la Naturaleza persisten también en un servicio incondicional y, junto con sus Hermanos Mayores, auxilian a este mundo y lo sustentan para que este Proyecto no se pierda, para que la esperanza del Corazón de Dios no se desvanezca. 

Sé que muchos se preguntarán de qué estaré hablando.

Vengo a revelarles un misterio, a hablarles a los oídos que quieran oírme, porque de esa forma les traigo un sentido para sus vidas, más allá de su existencia material, más allá de esta lucha constante por la sobrevivencia en el mundo.

Están, hijos, en un lugar sagrado, pero lo sagrado se ocultó del corazón humano porque no quisieron verlo. La semejanza con Dios se ocultó dentro de sus corazones para dar lugar a aquello que hicieron crecer, siglo tras siglo, y que en verdad nada se asemeja a lo que verdaderamente son. Si el hombre es semejante a Dios, ¿jamás se preguntaron dónde está esa semejanza? ¿Será que Dios envió al hombre al mundo para hacer lo que hace; para vivir como vive, entre guerras y conflictos, entre ignorancias, soberbia y vanidad? ¿Será esa, hijos, la semejanza con Dios o existe algo dentro de ustedes que no conocen, que no buscan y que, muchas veces, no creen que exista?

Yo vengo con aquellos que representan la verdad, para que ella se refleje en sus corazones y los coloque ante un nuevo ciclo. En estos tiempos, no solo el caos será visible para el corazón humano, no solo el mal podrá actuar libremente sobre la Tierra; la Luz también resplandecerá, la verdad también emergerá del interior de los seres, del interior de la Tierra, de sus mundos invisibles, de realidades superiores. Y es eso que les traigo en este día porque, aunque no lo parezca, aunque no lo sepan, este lugar al que vine es un lugar sagrado. Estas montañas que los rodean guardan misterios que ustedes desconocen y que hoy Yo les vine a dar a conocer.

Porque deberán encontrar allí su fortaleza. Cuando nada en la superficie de la Tierra tuviera sentido y el Plan de Dios pareciera haber fracasado, como en la Cruz pareció para muchos que el Hijo de Dios había fracasado, será en estas montañas que ustedes encontrarán aliento y, en lo que en ellas vive, encontrarán su fortaleza y amparo.

Cuando este mundo tiemble con un temblor desconocido nunca visto, será en estas montañas donde encontrarán la fortaleza para no caer, para no temer y bajar sus brazos antes de que el Redentor llegue al mundo; porque Él vendrá; sí, Él vendrá.

Pero será cuando la humanidad hubiera dado todo, cuando sus corazones descubran el potencial oculto que existe dentro de ustedes, cuando la inercia dé lugar al servicio, a la transformación y al amor incondicional. Cuando ustedes, hijos, descubran la potencia que existe en el propio interior y la inmadurez espiritual se desvanezca, será allí que el Hijo de Dios retornará.

Antes de eso, todo acontecerá y ustedes no deben temer. Estos momentos con los Mensajeros Divinos los preparan y los fortalecen. Tomen firme cada impulso que les entregamos, colóquenlo en lo profundo del corazón y háganlo florecer, transfórmenlo en semillas para que otros que no están aquí y que no estarán en Nuestra Presencia puedan recibirlos.

Las Gracias que traemos del Cielo son para ser multiplicadas todos los días por cada una de sus manos, por sus corazones, por su verbo y por su pensamiento.

Hoy Dios hace emerger, del interior de estas montañas, sus espejos de paz que no están solo en los lagos, en los océanos, en los ríos; están también en las montañas y en los corazones de los hombres; están en el universo, así como en la Tierra, atrayendo paz y redención para aquellos que quieran recibirlas.

A través de Mis Palabras, que ingresan en sus consciencias, traigo la redención que proviene del Corazón de Dios para el corazón humano.

De esa forma, los coloco delante de un gran servicio por todo el planeta, aunque estén aquí, en este lugar tan pequeño.

¿Cuántas almas están pasando por estas calles y no me ven? ¿Cuántas familias, cuántos corazones necesitados de paz no están sintiendo la paz de los espejos del cosmos, de las montañas sagradas que hoy se abren y se revelan, pero que los ojos no las quieren ver?

Con esto, hijos, quiero que salgan a las calles y que su testimonio sea una luz en el mundo. Que sus ejemplos llamen a las miradas, despierten los corazones a la verdad suprema que hoy les traigo.

El verbo que sale de sus bocas puede ser escuchado por muchos oídos, pero los ejemplos verdaderos de sus acciones inevitablemente transforman a los corazones de este mundo. Por eso, les pido que hablen, que anuncien y que, sobre todo, sean el Mensaje Divino.

Hoy, la cadena de los Andes se enciende en gratitud, porque el Reino Mineral sí puede verme. Y así, se renueva en su servicio incansable por la sustentación y por el rescate de los corazones humanos. Así como los Reinos de la Naturaleza se renuevan, hijos, hoy también ustedes se deben renovar para saber que Yo los llamé hasta aquí, en Nombre de Dios, para que se tornen instrumentos del Divino y no más de sus propias vidas.

Dentro de estas montañas, como de tantas otras, habita un misterio, un mundo tan real como este que ven, que tocan, que sienten. Allí las almas se unen a Dios y sus corazones pueden llegar cuando oran, cuando obran en silencio por la paz de este mundo. Hoy sus puertas se abren para que su luz se irradie a sus esencias y les traigo códigos nuevos para que den nuevos pasos y, así, ayuden en la consagración no solo de la Argentina, sino de este mundo.

Estamos en un tiempo definitivo y sus almas ya lo saben, sino no estarían aquí y no escucharían estas Palabras. Por más que muchos duden y muchos no crean, sus almas sí lo saben, porque no dejaron de escucharme.

Dios espera de ustedes un cambio definitivo, porque la Argentina lo necesita y este mundo también. Si quieren construir aquí una realidad tan semejante a esta que les presento de los mundos invisibles, deben trabajar incansablemente y, aunque en esta vida sus ojos no encuentren ningún resultado, nunca deben parar. Los resultados de sus acciones no son para ustedes, son para el universo.

Todas las estrellas que ustedes ven en el cielo, cuando anochece, esperan la redención de este mundo, y es por ellas y por aquel Corazón Supremo, que habita más allá de todas las cosas, que ustedes vivirán su transformación y transformarán consigo este mundo. Es por la renovación del Corazón de Dios y de toda la evolución universal que ustedes están en esta Tierra. Perciban cuán pequeñas son todas las dificultades del corazón humano, todas las aspiraciones, todos los deseos. Todo eso, hijos, se debe desvanecer.

Cuando estén tomados por el egoísmo y no consigan vivir la fraternidad, miren hacia el cielo estrellado, dejen que su corazón llegue más allá de las estrellas y encuentren, no solo sus Hermanos del Cosmos, sino el Corazón de Dios que aguarda a que den ese paso.

Es en las cosas simples que lo grande se construye. Es en lo invisible que construye aquello que será visible en la Nueva Humanidad. Es con la fe que se vence la arrogancia y la ignorancia humana.

No son los fenómenos que construirán la redención de este mundo, porque eso convence a la mente, pero no transforma el corazón. Tantos fenómenos ya manifestamos en la Tierra y la humanidad permanece igual. Este es el tiempo de la fe, y es para eso que estamos aquí, que nuestra voz resuena a través de una voz humana y que sus ojos no nos pueden ver, a no ser que nos miren con el corazón.

Despierten la fe dentro de sí y en sus hermanos, y todo lo que les digo les será comprensible. Todos los misterios se revelarán y encontrarán la paz, aunque este mundo viva el caos. Para esto estoy aquí, para esto les hablo.

Hoy reconsagren sus corazones, porque deben hacerlo todos los días, aún más en la Presencia de Dios y de sus Hermanos Mayores. Recuerden que hay un plan superior por cumplir y que él comienza dentro de cada uno de ustedes. El Nuevo Hombre nace de la transformación de sus vidas; por eso, no teman quebrarse por dentro y morir para que nazca algo nuevo.

En esta mañana, les agradezco por su presencia y, ante tantos misterios, les entrego una verdad: la Comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es el mayor misterio revelado de la Creación, cuando Dios se funde en una alianza siempre nueva, siempre eterna, con los corazones de los hombres, para que este pedacito de pan y este vino les revelen la semejanza con Dios.

Hermana Lucía de Jesús: ¿El grupo de Mendoza podría venir hasta aquí?

Los llamo porque quiero agradecerles y colocar este sagrado monte, que los ampara, dentro de sus corazones, para que den un paso definitivo y sean soldados de este tiempo. Y, más allá de este mundo, que su redención anuncie al cosmos la grandeza del proyecto humano y el triunfo del Corazón de Dios a través de la Redención y de la Misericordia de Cristo para con sus almas, hoy y siempre.

Por la potestad que Me dio Mi Hijo, consagro estos elementos, como Él un día los consagró, repartiendo el pan y el vino a Sus compañeros, diciéndoles: "Tomen, coman y beban, porque este es Mi Cuerpo y Mi Sangre que serán entregados por ustedes".

Cristo se entrega a la humanidad todos los días, en todos los Sagrarios de la Tierra, en todas las Eucaristías. Este es el símbolo de la Renovación de Dios y debe ser el símbolo de su renovación permanente por un plan superior que se manifiesta en el Corazón de Cristo.

Oremos juntos un Padre Nuestro en arameo, como Él nos enseñó, para que esta oración sagrada no solo transforme estos elementos, sino transforme sus corazones, transmute y redima este lugar y los torne consagrables, una posible cuna de la Nueva Humanidad.

Abbun debashmaia
Netkadesh eshmoj
Teite malkutaj
Nejuei sevianaj aikana
Debashmaia af ba-arja
Jav-lan lajma teesunkanan iagmana
Washpocklan jaubein wajtagein
Aikana daf jenan shoaken oljaiaben
Wela tajlan letnesiuna
Ela patsan men bisha
Metul delaje malkuta
Wajela wateshpurjta
Laj-lam almin
Aamein


Con estas palabras, les agradezco, los bendigo y les pido que no solo busquen entrar en el corazón del Aconcagua, sino que dejen que el corazón del Aconcagua entre en ustedes y permanezca allí para que ustedes sean parte de esta Hermandad que hoy les traigo, eternamente.

Yo los bendigo con el Poder de Dios, por Mi humildad y simplicidad, que unió Mi Corazón al Corazón del Padre como un símbolo de que es posible, para todo corazón humano, vivir esa unidad con el Creador; y dejo sobre ustedes los Dones del Espíritu de Dios y la presencia de la Jerarquía para que sean consecuentes con todo lo que reciben en este tiempo y sean dignos de ser llamados compañeros de Cristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Nuevamente, les agradezco y les pido, mientras Me elevo, dejando sobre la Tierra la Paz y la Misericordia de Dios, que canten y dejen a sus almas expresarse, para que sean ellas las que comanden sus vidas. Clamen por paz y dejen que ella se extienda más allá de la Argentina, que a través de estas cámaras, de estas tecnologías, llegue a los cuatro puntos del mundo, más allá de los ojos que nos ven y de los corazones que nos sienten.

¡Clamen todos por paz!

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN LA CIUDAD DE WEED, CALIFORNIA, ESTADOS UNIDOS, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Que la Paz de Dios y Su Santo Espíritu estén en este lugar y en sus corazones, para que de esta forma puedan servir, en nombre de la humanidad, abriendo las puertas al Reino de Dios, trascendiendo las limitaciones y las condiciones humanas por un Propósito superior para que Su Plan se cumpla en la Tierra.

Hoy estoy aquí, hijos, no solo para hablarles, no solo para impulsar sus corazones; estoy aquí por un pedido mayor, por una misión que Dios Me encomendó y que trasciende la comprensión humana, pero que necesita que sus corazones estén adheridos a este Propósito divino. Por eso, están aquí.

Para algunos, esta misión es más simple, para otros no tanto. Pero, ante Dios, solo les pido que abran sus corazones y permitan que Él disuelva las barreras que separan sus almas de Dios, para que Él les pueda mostrar la verdad sobre ustedes mismos, sobre este planeta, sobre este lugar sagrado donde se encuentran.

Hoy vengo a abrir las puertas del interior de este planeta para una vida que para muchos es invisible, pero que está accesible a todos, si son simples, puros y si sus intenciones son verdaderas.

Hoy quisiera hablarles sobre esta vida superior que se guarda en lo invisible, no solo de las montañas, sino también se guarda en lo invisible del corazón y de la consciencia humana.

Hoy ustedes vieron y estudiaron un poco del misterio que es María. Ese mismo misterio se guarda en todas las cosas, en cada criatura de este planeta, en todos los Reinos y en la propia consciencia de esta Tierra.

La humanidad ignora, hijos Míos, la verdad sobre la Creación Divina.

Y hoy vengo hasta aquí para despertar sus consciencias, para que puedan vislumbrar un poco de esta verdad, y lo hago en nombre de toda la humanidad, porque muchos que no están aquí, pero que escucharon Mis Palabras, necesitarán de estos impulsos, en estos tiempos y en los tiempos que vendrán.

Quisiera despertar los espejos de sus corazones para que, junto al Mío, podamos liberar un poco a este mundo de la oscuridad que en él habita. Y Yo puedo hacerlo, más allá de la condición humana, pero necesitan decirme que sí. 

Vengo para traspasar las capas de la ignorancia, para llegar a lo que son de verdad en sus esencias, y es ahí en donde encenderé este espejo.

De esta forma, los ayudaré para que puedan equilibrar sus almas, sus corazones y, prestando este servicio, puedan traer un poco de paz a este mundo.

Sé que muchos están presos de su condición humana, de sus imperfecciones, y se lamentan por no ser perfectos, por no ser mejores. Pero hoy, hijos, les pediré que por un instante dejen sus imperfecciones de lado, porque están delante de Dios, están delante del portal al infinito, para que reconozcan que en lo profundo de su interior hay algo semejante a la Esencia Divina.

Por eso, llamen internamente a sus almas, a sus espíritus, a aquello que en ustedes es verdadero, para que estén aquí, junto Conmigo, y de esta forma, podamos cumplir con la misión que Yo vine a realizar en este momento.

Antes de que Yo continúe hablando, les pediré que canten para que, de esa forma, atraigan la verdad sobre ustedes y sobre este mundo.

Los escucho.

La verdad se guarda en el interior de aquellos que se disponen a ser semejantes a Dios. La verdad se muestra a los ojos que se abren para verla. La verdad se manifiesta en el corazón de aquellos que se abren para vivirla, que no se lamentan por sus imperfecciones, que las reconocen, que saben que no son perfectos, pero que también saben que, en lo profundo de su mundo interior, existe una molécula divina que aguarda que sus seres miren hacia adentro y que no sean tan superficiales, que no estén todo el tiempo con la atención en las cosas de este mundo y en lo que expresan como seres humanos, como personalidades, como cuerpos físicos, que son tan diferentes de Dios.

Cuando Mi hijo un día les dijo que ustedes son semejantes a Él y a Su Padre, era para que busquen dentro de ustedes esa semejanza. Así como esa semejanza está dentro de cada uno, también está dentro de la consciencia del planeta.

Es por eso que en este momento les revelo un lugar sagrado.

En nombre de la humanidad, pidan la Gracia de ser dignos de estar delante de él. En el nombre de esta nación, pidan perdón por haber ignorado por tanto tiempo la grandeza de este lugar, que se guarda en el lado oculto de la naturaleza, que está protegido por todos los Reinos y que está esperando que la indiferencia humana dé lugar al amor al Plano Divino.

Hoy vengo hasta aquí, a este lugar sagrado, para equilibrar un poco a indiferencia humana. Y de esta forma, generar los méritos para que este lugar permanezca en el mundo, permanezca aquí auxiliando a la humanidad.

Les hablo de un lugar poco comprendido, por el mismo motivo de no conocer el propio mundo interior. Así como solo están atentos a las superficialidades del propio ser, también estuvieron atentos solo a las superficialidades de este mundo, no aprendieron a penetrar en la belleza de la naturaleza y a llegar más allá de ella.

Pidan a Dios la Gracia de que sus ojos se abran y puedan ver en los espejos de agua más que un elemento; que puedan encontrar parte de la Consciencia Divina que atrae del universo los Dones del Espíritu de Dios, los atributos de la Creación, el verdadero arquetipo humano que se irradia para cada criatura que acepta recibir esta Gracia en su interior.

Contemplen las montañas no solo como simples montañas, sino como consciencias vivas que sustentan el planeta y que resguardan en su interior un misterio. Las montañas son como grandes madres que guardan en su vientre un nuevo ser, una nueva vida, un nuevo mundo. En el interior de las montañas que tienen a su alrededor se guarda un principio de vida divino, único, universal, que espera la apertura de sus seres para manifestarse en la Tierra.

A partir de aquí, Dios derrama un manantial de Gracias, de dones divinos, de partículas de Su Consciencia para que lleguen a todo el planeta y que comience, por increíble que parezca, en cada uno de ustedes.

Para que estos dones lleguen al mundo, sus corazones deben decir sí. Para que las almas más distantes de Dios reconozcan Su Presencia y despierten a la vida universal, primero, hijos, ustedes deben decir sí y deben abrirse a este misterio divino que se guarda en todos los espacios de la Creación.

De esta nación debería partir el espíritu de la unidad para que, de esa forma, todo lo que reciben pueda ser repartido a cada corazón de este mundo.

Hoy Mis Palabras representaran un misterio para muchos, pero no quiero que comprendan con la mente lo que vengo a decirle a sus corazones. Solo les pido que clamen a Dios, como humanidad, por una oportunidad para esta nación y para este planeta.

Pidan que Su Plan se cumpla, para que puedan manifestar esa unidad entre ustedes y en todo el planeta. Pidan la Gracia de abrir las puertas de este recinto divino que se guarda en el Monte Shasta y que los dones que allí habitan despierten no solo en la consciencia de esta nación, sino que lleguen también a cada criatura y a los abismos del mundo, llevando luz y paz a los corazones que no las conocen.

Lo que vengo a decirles hoy es que descubran, en la simplicidad de sus corazones, la grandeza de sus espíritus que no es una grandeza humana, que no se guarda en las destrezas, en los potenciales humanos o personales de cada uno; sino que se guarda en el mundo interior, en el corazón y en la capacidad de amar y servir al Creador en todas las cosas.

Hoy consagraré esta comunión, por la potestad que Dios me dio. Como Su siervo, consagrare estos elementos para que, al entrar en su mundo interior, lo despierte.

Reciban el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en nombre de toda esta nación, de todo el planeta, como una reparación de toda indiferencia e ignorancia humana.

Oren Conmigo, como Mi Hijo les enseñó.

Padre Nuestro (en arameo).

Y, siguiendo este espíritu de reparación, clamen por la paz y por el despertar humano.

Yo les agradezco y los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cántico.

Ábranse hacia la pureza de Monte Shasta, de sus espejos, de sus misterios, para que sean irradiados a cada espacio de este planeta, transmutando la ignorancia y la indiferencia del corazón humano.

Les agradezco. 
 

En cuanto San José transmitía Sus Palabras a través de la vidente Hermana Lucía de Jesús, el vidente Fray Elías del Sagrado Corazón recibía el Mensaje diario de la Virgen María.


Frei Elías del Sagrado Corazón: 

A medida que la Virgen María transmitía Sus Palabras, San José complementaba lo que Ella decía. Cuando Ella comenzó a transmitir Su Mensaje, San José colocó sobre cada uno de nuestros pechos, por encima de nuestro corazón, un lirio de luz. Teniendo como base este símbolo, María nos entregó el Mensaje de hoy.
 

Después de esta introducción, Frei Elías realizó la lectura del mensaje diario de la Virgen María, Rosa de la Paz, para el día 19 de diciembre de 2016.

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Encuentros con el Castísimo Corazón de San José

Aproxímense a Mi altar.

Sientan en este lugar la simplicidad de la Sagrada Familia, como en tiempos atrás.

Nada de lo que viven hoy es nuevo para sus consciencias. Muchos de ustedes estuvieron reunidos alrededor de los Sagrados Corazones, en una vida simple, pero llena de grandes misterios.

Ustedes nos conocían en Nazaret y caminaban con nosotros en peregrinación a Jerusalén para alabar a Dios y ofrecerle la propia vida y toda la eternidad. No sabían que aquella eternidad no sería en el Paraíso, sino que volverían tantas veces al mundo para cumplir la promesa que le hicieron al Creador, hasta que hoy pudiéramos reencontrarnos para finalizar esta misión que comenzó hace tanto tiempo.

La humanidad se fue transformando a lo largo de los años, de los siglos. Una parte de ella se aproximó a la Verdad; otra, abrazó completamente las ilusiones de este mundo.

Ustedes, muchas veces, abrazaron la ilusión, pero en lo profundo de sus consciencias sabían que la Verdad los esperaba, porque un compromiso con Dios no se deshace ni con la peor experiencia en la Tierra. Aquellos que un día ofrecieron su vida al Creador, siempre tendrán sus vidas en las Manos de Dios. Este vínculo con el Padre, a pesar haber permanecido olvidado tantas veces, nunca se deshace. Ustedes necesitaban experimentar las cosas del mundo para conocer las cosas del Cielo, porque eso era parte de la experiencia humana.

Ahora, hijos, llegó el momento, como fue en Jerusalén, de renovar sus compromisos con el Padre, de conocer las Leyes universales, de recordar el origen, de volver a tener como prioridad la Voluntad Divina y no la propia.

Los pueblos de Jerusalén tenían muchos defectos y muchas dificultades; sin embargo, tenían una virtud única, que era la fé, la fé absoluta, la certeza de que, un día, este planeta tan imperfecto sería el suelo sagrado de una tierra consagrada a los Planes divinos. Muchos hasta hoy esperan que esta aspiración se concrete, que esta nueva Jerusalén, tan esperada, pueda emerger.

En verdad les digo que los principios divinos, hace mucho tiempo, ya viven sobre la Tierra, dentro de ella, en sus niveles superiores. De la misma forma, esos principios divinos ya viven en ustedes, dentro de ustedes y en sus niveles superiores. Existe algo, entre lo profundo de cada ser y la vida superior, que debe servir como puente para unir las dimensiones, unir los niveles de la consciencia en una consciencia única. Esta parte de sus seres y esta parte de la vida en la Tierra son las que deben aprender a vivir la unidad. Poco a poco, ustedes van reconociendo el Principio de la Unidad en sus vidas. Poco a poco, él se manifiesta, se expresa y vuelve a unirlos, en esencia, al Creador de todas las cosas.

Como ya les dije, deben construir, en los pequeños detalles, esta unión con la Vida divina, porque no será por magia que descubrirán su semejanza con Dios, la que disolverá, de un soplo, sus defectos y sus imperfecciones y los tornará semejantes al Padre. Ustedes vinieron a ese mundo para que, con el esfuerzo permanente, constante, pudiesen volver al origen. La gran escuela de la Tierra se encuentra en este misterio de que, por las pequeñas cosas, puedan descubrir las grandes.

Muchos de ustedes, hijos, ya están descubriendo esa verdad y saben que pueden tener grandes tareas reconocidas por todos, pero ser imperfectos en sus consciencias humanas. Saben que, si no curan esos pequeños detalles de sí mismos, pueden aparentar muchas cosas, pero no llegarán a la meta divina. Por eso, muchos se están esforzando para transcender lo que aparentan ser y ser de verdad.

Estos son los frutos de Mis palabras en su interior. Este año pasó rápido y muchos sienten que no dieron ningún paso, pero el hecho de que reconozcan sus imperfecciones ya significa, hijos, que un poco de humildad vive en ustedes. El hecho de reconocer la necesidad de que Mi Casto Corazón siga acompañándolos ya es una verdadera señal para el Padre de que están un poco más próximos de develar Sus Misterios.

Hoy, los hago transparentes delante de Dios y delante de ustedes mismos. Dejen que esa síntesis interior ocurra, para que puedan sentir todo aquello que aún deben transformar, pero que también puedan sentir todo el potencial que existe para que sigan adelante. Dejen que Yo les muestre en el corazón el verdadero estado de la consciencia humana y también la verdadera meta para la humanidad.

De esta forma, poco a poco, conocerán la verdad en todos sus aspectos. Conocer la verdad no es contemplar sus propias miserias ni ignorarlas, porque saben que son parte de un ser superior. Reconocer la verdad es observar todo, desde lo más inconsciente hasta lo superior, y de esa forma poder dar pasos más concretos, más maduros.

Mis palabras son diferentes que aquellas de María y de Jesús, porque Mi Corazón fue tan humano como el de ustedes. Mi gran misión fue trascender esa humanidad y descubrir la semejanza con Dios. Cristo era el Hijo del Dios Vivo que caminaba entre los hombres. María era el vientre purísimo de la Creación que gesta todas las esencias y que vino a la Tierra para que, por medio de Su Pureza, el Hijo de Dios llegara al mundo. Y Mi Casto Corazón, a pesar de haber sido preparado por el Creador, tuvo que vencer su humanidad en los pequeños detalles. Por eso es que hoy vengo para enseñarles a hacerlo.

Les hablo tanto de la humildad y de la simplicidad porque esa fue Mi escuela para llegar a Dios, escuela que ustedes deben cursar para poder dar los propios pasos.

Hoy les confieso que, ante el Padre, le pedí permiso para permanecer entre los hombres, porque durante este año, en el cual vine al mundo por primera vez todos los días, volví a reconocer a la humanidad, recordé todo lo que viví como hombre en la Tierra y cómo necesitaba de la Presencia de Dios para poder llegar hasta Él. Sé que estos tiempos son mucho más difíciles que el tiempo en que viví. Por eso, hijos, fue que le hice ese pedido a Dios.

Yo les pediré que, con Mis palabras, escriban un nuevo libro, que será la historia de vida de San José. Esta historia la contaré todos los días de este año que vendrá, pero sólo la conocerán cuando Yo la haya terminado. Es de esta forma que, públicamente, conocerán Mis mensajes todos los viernes y les contaré todos los días una historia que deberán esperarla, pero que se irá construyendo dentro de cada uno de ustedes, en el silencio de sus corazones. Cuando esa historia esté escrita, será la historia del corazón humano que se volvió a escribir, para que vivan esta síntesis en el final de los tiempos y, de una forma simple, alcancen esa transformación absoluta.

Con María Santísima, aprendí a interceder por el mundo, observando Sus oraciones permanentes, Su Rosario que nunca deja de pasar entre Sus dedos. Aprendí a amar el corazón humano y a aspirar, ardientemente, a que un día alcancen la semejanza con Dios.

Así como Yo, hijos, aprendan también ustedes con su Madre Santísima; aprendan con este amor, esta incondicionalidad, este servicio permanente para con el corazón humano, para con el planeta y todos los Reinos de la Naturaleza.

Espero que en el ciclo venidero, durante el próximo año, que será el último despertar para la humanidad, todos puedan realizar su misión.

Que el silencio de María y Su divina humildad también les enseñen muchas cosas.

Traigan ahora el pan y el vino para que Yo pueda consagrarlos, por la potestad sacerdotal que el Señor Me concedió. Que, junto a María, podamos hacer de este pan el Cuerpo Vivo de Cristo y, de este vino, Su Preciosa Sangre que, corriendo por sus venas, convierta la condición humana y los aproxime al Corazón de Cristo.

Ahora canten y den gracias a Dios, por haberle concedido a Su siervo esta nueva oportunidad de acompañar a los hombres.

Uno Mi corazón al Corazón de Cristo, que siempre será Mi Maestro y Rey, así como de todos ustedes. Que en esta unión perfecta y absoluta sea Él, como en tiempo atrás, quien consagre estos elementos y los convierta en Su Cuerpo y en Su Sangre.

Quiero que comprendan que, cuantas más Gracias reciben del Cielo, mayor es su responsabilidad para con los Planes de Dios. Por eso, no solo sonrían delante de Mí cuando Yo les digo que permaneceré en el mundo y que, una vez por semana, podrán escuchar Mis palabras, porque eso significa, hijos, que Yo les diré otras cosas que deberán vivir.

Con María Santísima, los bendigo. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sigan en paz y en profunda alegría.

Les agradezco.

Quiénes somos

Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más

SEA VOLUNTARIO

Contacto