APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Yo Soy la Rosa de la Paz, Aquella que en este final de los tiempos les ofrece lo más puro que hay en la Creación de Dios.

Esta rosa que emerge de Mi Inmaculado Corazón representa Mi Pureza Divina, la que les ofrecí durante todo este último año, para que aprendieran, hijos Míos, a estar en Mi Divina Pureza y a vivir la paz, a pesar de todos los conflictos que acontecen en este mundo.

En este último año, muchos hijos Míos despertaron, otros maduraron, y espero, Mis amados, que sigan creciendo en espíritu, en consciencia, para representar al Plan de Dios cuando Sus Mensajeros ya no puedan estar aquí como están hoy.

Su Padre Celestial envió al mundo a Su Sierva, a Su Servidor Castísimo y a Su Hijo para que depositaran sobre la consciencia humana lo que debería manifestar en estos tiempos, que es la unión perfecta con Dios, la paz absoluta, la fortaleza inquebrantable que permanece en el amor, en la unidad y en la fraternidad, independientemente de las grandes corrupciones de la consciencia de este mundo.

Vengo al mundo, Mis amados, para hacer de cada uno de ustedes un precursor de Mi Paz, para que multipliquen la Paz que Yo les traje y de esta forma, los que no Me conocen y no estuvieron ante Mí puedan sentir Mi Presencia a través de la irradiación de sus corazones.

Hoy, vengo a sintetizar en sus espíritus todos los impulsos e instrucciones que les entregué en este último año, para que reflexionen y mediten profundamente en esta Gracia que como humanidad recibieron.

Se han preguntado, hijos Míos: ¿Por qué regresé al mundo por un año más? ¿Por qué no desisto de sus corazones? ¿Intentaron sentir, en su interior, la grandeza de este Amor que Me hace venir al mundo una y otra vez, a pesar de la indiferencia de las almas, de la ceguera de los corazones?

Yo confío, hijos Míos, en el potencial de amar del corazón humano, porque Mi Corazón ya fue de carne, ya pulsó en esta Tierra como un Corazón vivo, material. Por eso, sé y conozco la grandeza del Amor que puede salir del corazón humano, que está escondido bajo siete llaves.

Vengo para hacer emerger aquel Amor que nunca pudieron expresar, por temor, por vergüenza, por orgullo. Vengo a invitarlos al servicio, a la caridad fraterna y crística, que los retira de sus seres y trae a la luz aquel potencial que deben manifestar.

La caridad, hijos Míos, cuando es vivida plenamente, permite que el alma se exprese tal como el Creador pensó en el principio. Es por eso que los impulso una y otra vez a seguir sirviendo. Es por eso que, mientras Mis misioneros están en Turquía, no dejo de acompañarlos ni un solo instante, porque este amor que surge en el servicio es único y debe multiplicarse y crecer cada vez más.

Que la experiencia de esos hermanos suyos pueda valer para todos, para todos los que aspiran a vivir el amor, para todos lo que aspiran a manifestar el Plan de Dios en la Tierra. Que no sea necesario, hijos, que los mande a todos ustedes a Oriente, porque no sería posible, pero sí puedo enviar a sus corazones, que trascienden las fronteras, las barreras, las diferencias, que trascienden las culturas, las religiones, porque están en Dios, que es la perfecta Unidad.

Es a través del corazón que deben unirse a toda la humanidad, a todos los Reinos de la Naturaleza. Deben confiar en el potencial del amor existente dentro de cada uno de ustedes, porque él está ahí, esperando emerger en este tiempo.

Como les dije hoy, Mis amados, toda la maldad y todo el terror que hoy oprimen al mundo son permitidos por Dios para que sus consciencias puedan aprender a amar y, con mayor potencia que el mal, equilibren este terror que acontece en el mundo.

Amen de corazón, de verdad, sin juzgamientos. Pierdan el miedo de amar, láncense en ese descubrimiento de encontrar el amor en sus corazones, porque les digo que muy pocos saben amar verdaderamente.

Lo que sienten, en sus pequeños corazones, aún no es el amor que Dios espera. El Señor espera que amen con locura, que trasciendan los límites de su entrega, sus imperfecciones, sus defectos y que amen así como son. Confíen en la perfección de Dios que habita dentro de ustedes, confíen en que el amor transforma todo y que esa frase no es una teoría, sino una verdad.

Piensen en la Cruz de Cristo, en Mi Hijo flagelado, crucificado, derramando Sangre y Agua de Su Costado, transformando así el corazón de todos los hombres y el destino de esta humanidad, como también de este planeta. Ese Amor perfecto es el que les ofrezco vivir; pero para eso es necesario que acepten el Cáliz que les entrega el Señor, que abracen esa cruz, la cruz del sacrificio, de la donación de sí, de la oración perpetua, de la transmutación, del esfuerzo permanente por buscar a Dios.

Hijos, Jesús jamás reclamó por la Cruz que Dios colocó en Sus Espaldas; Él la abrazó firme porque sabía que la victoria de Su Padre le sería concedida al mundo a través de Su sacrificio.

Hoy, les digo que si viven el sacrificio con amor, si renuncian a las comodidades de este mundo, si renuncian a sus pareceres y quereres interminables, la victoria de Dios puede ser una realidad en este planeta y, más allá de él, puede ser una realidad en el universo que tanto aguarda la manifestación de este Plan, que tanto aguarda que la humanidad pueda expresarse con perfección, tal como Dios lo pensó y lo anunció en el cosmos en el principio.

Cuando Dios pensó la humanidad, todo el universo se regocijó y la alegría volvió a brillar en los corazones de las criaturas que conocieron el miedo, porque conocieron la falta de amor, que también comenzó a existir en algunas otras civilizaciones de este universo. El Proyecto Humano fue la esperanza para todo el cosmos que aguardó expectante, hasta el día de hoy, la victoria de Dios en el corazón humano.

Hoy, hijos, este planeta se convirtió en un punto oscuro en la Creación Divina, porque el mal que debería impulsarlos a la vivencia del amor, que debería ser trascendido por la valentía de sus corazones, hoy ha tomado posesión de la gran mayoría de las almas que habitan en la Tierra. Pero no es imposible revertir esta situación, porque la Ley es que el Plan de Dios se cumpla, la Ley es que triunfe el Amor, la Ley es que puedan vivir tal como el Pensamiento perfecto de Dios.

Si creen en Mi Presencia, si tienen fe en que Yo estoy ante ustedes; crean, hijos, cuando les digo que Dios habita en sus esencias, porque esas esencias son parte de Su Divina Consciencia. Hablen con Dios dentro de ustedes, descubran esta unidad perfecta que existe entre las criaturas y su Creador, develen este misterio de la unidad que la humanidad puede vivir con Dios.

No permitan, Mis amados, que esta oportunidad única en el universo de unirse a Dios y de vivir Su Amor sea desperdiciada por la distracción de los corazones, por la indiferencia, por el orgullo que el enemigo estimula día a día en la consciencia de todos los seres humanos.

Vengo al mundo para conducirlos a la verdad, a la consagración, a despertar el potencial divino dentro de sus células, dentro de sus esencias, en sus consciencias.

Por eso, al menos por algunos instantes, todos los días, sean capaces de abstraerse de las cosas materiales y de todas las preocupaciones que les trae la vida en este mundo, para contemplar a Dios escondido en sus esencias, para pensar en la Vida Superior, para escuchar a sus almas, para permitirse sentir la aspiración divina de cada una de ellas, para escuchar a sus ángeles de la guarda que todo el tiempo intentan decirles el camino a seguir.

Cuando oren, oren con ellos, escúchenlos. Si se sienten perdidos, déjense guiar por sus ángeles de la guarda, ellos son parte de la Creación Divina y traen en su corazón celestial el Propósito de Dios para cada uno de ustedes, y, todo el tiempo, intentan revelarles ese Propósito para que lo vivan plenamente.

Que, al escuchar Mis Palabras, hijos Míos, sus corazones sean impulsados a dar un paso definitivo. Por menor que sea, que sea verdadero, sincero, porque es con los pequeños pasos consolidados que pueden crecer y evolucionar, que puede construir la fortaleza que el Creador espera que esté construida para abrigar a otros que, en el final de los tiempos, no tendrán a quién recurrir.

Así como hoy Yo abro Mis Brazos en dirección a la Tierra y acojo sus imperfecciones para transformarlas en la Fuente de Mi Amor, también espero, hijos Míos, que cuando encuentren a un hermano que necesita de su auxilio, abran sus brazos y lo acojan, independientemente de las miserias e imperfecciones de esos corazones, porque todo el amor que les entregué debe ser multiplicado. Que las dádivas entregadas por la Madre del Mundo no permanezcan dentro de ustedes, sino que recorran el mundo y hasta los universos, anunciando el triunfo de Dios en el corazón humano.

Es por eso que, en esta noche, llamo a Mi encuentro a aquellos de Mis hijos que ya multiplican Mis Gracias para los que más las necesitan, pero que las deberán multiplicar aún más porque, al consagrarse a Mi Inmaculado Corazón, estarán asumiendo un compromiso Conmigo, el compromiso de vivir su fe y de proclamarla todos los días sin temor, sin condiciones.

A Mis hijos que se consagran hoy, los llamaré especialmente a servir y a vivir la consagración a Mi Inmaculado Corazón a través del servicio a los que más necesitan.

De ustedes, hijos Míos, esperaré la caridad perpetua para que Yo pueda derramar, a través de sus manos, Mi Divina Piedad, esa que derramé en la Cruz al recibir en Mis Brazos a Mi Divino Hijo.

Cuando sirvan, recuerden la Cruz de Cristo, recuerden Mi Piedad, recuerden que Yo quiero multiplicarla a través de sus pequeños corazones. También les digo esto a todos los Hijos de María, a los que se consagraron y a los que se consagrarán, que deben portar en sus manos Mi Divina Piedad. Que sean misericordiosos y que todos los días intenten ser un poco más fraternos, para que sean dignos del Manto que llevan sobre sus cuerpos.

Recuerden, hijos Míos, que al vestirse con este símbolo que les entregué, están entrando conscientemente bajo Mi Manto. Yo estoy amparando todas sus acciones, sus palabras, sus pensamientos, sus sentimientos. Recuerden que estarán viviendo bajo Mi Manto, que los estaré amparando y también observando todos los días, para que crezcan y respondan al Plan de Dios como Él espera.

Cuando estén ante alguna dificultad, solo sientan Mi Manto sobre ustedes, recuerden que son parte de una gran red, de un gran Manto Celeste que se expande por el mundo entero.

Fortalézcanse en la unión unos con otros porque, al consagrarse como Hijos de María, están entrando en una consciencia única, representada por todos Mis Hijos, ese ejército de Amor que estoy formando en la Tierra para que tenga su reflejo en el universo.

Por eso, fortalézcanse unos a otros. Compartan entre ustedes momentos de oración y de servicio, momentos de entrega, de estudio de Mis Palabras, como también de las Palabras de Mi Hijo y de San José Castísimo.

Permitan, hijos Míos, que sus consciencias siempre sigan creciendo, madurando y profundizando en la propia entrega. Difundan Mi llamado, Mis Palabras, Mi Presencia. Anúncienle al mundo que la Divina Misericordia de Cristo aún se derrama sobre la humanidad.

Espero encontrarlos en la Sagrada Semana sentados a la mesa de Mi Hijo, recibiendo de Él los dones y las dádivas únicos para la humanidad. Nuestro Señor intenta construir en ustedes aquella fortaleza para que puedan reconocerlo cuando retorne al mundo, para que puedan reunir a Sus rebaños, perdidos entre el caos y el mal, para que lo sigan y proclamen Su Retorno y Su Divina Misericordia, que volverá para establecer la paz cuando la Justicia de Dios ya haya descendido sobre este mundo.

Esta Sagrada Semana, hijos Míos, no es un simple momento con Cristo. Estarán ante el Rey del Universo, el mismo que un día colocó Sus Pies en la Tierra y anunció que era el Hijo de Dios, el mismo que perpetuó Su entrega y que hace más de dos mil años sigue convirtiendo a las almas por Su Presencia Eterna, no solo en los Libros Sagrados, sino también en la Eucaristía y en todo corazón que puede ser verdadero y que se une al prójimo para que, con dos o más, abra las puertas del Cielo para Su descenso.

Esta Sagrada Semana, deben vivirla no solo por ustedes mismos, sino también por la humanidad, por el triunfo del Plan de Dios, que debe concretarse en el corazón humano como en todos los Reinos de la Naturaleza.

Que estén aquí como soldados de Cristo, como Sus apóstoles, para dejarse formar y transformar por Él, para ser forjados por el Fuego de Su Amor y que así todas las criaturas que se aproximen a ustedes reconozcan la Presencia de Cristo, reconozcan que su testimonio es verdadero y sean tocados por la fe de sus corazones para despertar a la verdad.

Les dejo, hijos Míos, esta convocatoria para que respondan al Llamado del Señor, que está haciendo resonar Su Voz en sus pequeños corazones.

En esta noche, los bendeciré y los consagraré, sobre todo a estos, Mis pequeños, que hoy se arrodillan ante Mi altar con la esperanza de encontrar la paz y un propósito para sus vidas; con la esperanza de convertirse en verdaderos apóstoles de Cristo, y así lo harán, porque Mi Amor los impulsará y, siempre que sean verdaderos en su entrega y en su consagración, Mi Amor y Mi Presencia estarán entre ustedes.

Yo los consagro y los bendigo por el Poder del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Que sigan en paz y lleven Mi Paz al mundo entero.

Les agradezco.

Para despedirme, canten "Inmaculada Señora de la Paz" e ingresen en Mi Corazón como humanidad, para que así Yo también pueda elevar a las almas que en esta noche necesitan de Mi auxilio maternal, necesitan de Mi amparo y de Mi consuelo.

Eleven a Mis Brazos, hijos Míos, a aquellos de sus hermanos que más lo necesitan. Los escucho.

APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Queridos hijos:

Hoy, Mi Corazón llega a este Reino de Cura para la humanidad con un propósito de liberar la mayor cantidad posible de almas de los abismos de este mundo.

Hoy, Me coloco sobre este altar, no solamente como un símbolo de Mi irradiación sobre el Medio Oriente, sino como una Verdad, porque así estoy todo el tiempo clamando por esta tierra sagrada en la cual un día coloqué Mis Pies, la cual deseé santificar con la Presencia de Mi Hijo.

Cuando estuve en el mundo, sentí en Mi Corazón la esperanza de que este planeta pudiera ser sagrado, porque portaba en Mi Vientre al Hijo de Dios. Caminé por todo el Oriente y también por Europa, buscando extender el Reinado de Mi Hijo, anunciar Su Retorno, Su Resurrección, Su Vida Eterna.

Tuve la esperanza de que pudiera surgir una Nueva Jerusalén, aquella tierra sagrada tan esperada, pero no fueron muchos los que escucharon a Mi Hijo, los que lo escucharon de verdad, que siguieron Sus Palabras, tornándolas vida. 

Escuchar a Cristo no es solo comprender Sus Palabras, es vivirlas. Es por eso que les digo que fueron muy pocos los que lo escucharon. 

A pesar de que Él caminó entre las multitudes, muchos vieron Sus milagros y se asombraron con ellos, pocos fueron los que hicieron de sí mismos el mayor milagro de Cristo. Y, a lo largo de estos dos mil años, fueron muy pocos los que se animaron a vivir este milagro, este milagro que Mi Hijo perpetuó a través de la Eucaristía, en la que Él se entrega todos los días al corazón humano, renovando Su Pasión y Su oferta de renunciar a Sí mismo por la salvación de este mundo.

Cada vez que comulgan de Cristo, que reciben el Pan y el Vino, en ese momento Mi Hijo revive Su Pasión y reconfirma, ante Dios, Su entrega perpetua por este mundo y por muchos otros. 

Por eso, hijos, deben saber estar ante la Eucaristía, deben recordar, cada vez que comulgan, el sacrificio sagrado de Mi Hijo Jesús, Su Perdón y Su Misericordia; porque así, no solo renovarán Su sufrimiento, renovarán también Su Misericordia, Su Paz ante todos los acontecimientos, Su Fe absoluta en el Creador, aun crucificado delante de la muerte, Su certeza sobre la vida eterna, de que, unido a Dios, resucitaría.

Vengo a resucitar a este mundo, a ver resucitar a las almas, así como vi resucitar a Mi Hijo. 

Vengo a resucitar el Propósito de Dios en el corazón humano, para que no se pierda ni se desvanezca.

Mi Corazón los acompaña y los sustenta, así como impulsó a Cristo a seguir con Su sacrificio hasta el final. Pero, si quieren seguir el ejemplo de Mi Hijo y contar con la ayuda de Mi Inmaculado Corazón, deben ser persistentes, perseverantes en el Propósito Divino, independientemente de los resultados, independientemente de lo que llaman fracasos; porque las leyes de este mundo no se asemejan a las Leyes del Cielo. Lo que puede parecer un fracaso ante los ojos humanos es la gran victoria del Creador.

Aquellos hijos Míos que renuevan su fe en el Medio Oriente, a pesar de toda la persecución, del miedo y del dolor, están renovando la fe del mundo entero, están renovando el sacrificio de Cristo, están haciendo del fracaso de una nación la victoria de Dios en el corazón de ella. 

Es por esos hijos Míos que nunca pierden la fe que Mi Corazón aún puede interceder por Siria. Con su convicción de permanecer unidos a Cristo, ellos Me abren las puertas todos los días. 

Pero, para que Mi Inmaculado Corazón triunfe y que allí reine la paz, como en todos los países del Medio Oriente, necesito que más seres vivan la oración verdadera, confirmen su unión con Cristo y descubran que el verdadero tesoro es la vida espiritual, que trasciende la materia y todo lo que ella ofrece.

Necesito también, hijos Míos, algo más que sus oraciones; necesito que se conviertan en verdaderos apóstoles de Cristo, que no teman vivir según Sus Palabras, según Su Voluntad y que anuncien al mundo, con ejemplos, la posibilidad de vivir la paz.

Quisiera despertarlos del sueño en el que viven y demostrarles que aún es muy poco lo que le entregan a Dios, ante la gran necesidad del mundo. Aún insisten, hijos Míos, en ser niños en la vida espiritual, cuando el Armagedón planetario los invita a actuar como adultos espiritualmente .

Por más que creen que viven la vida del espíritu, sus ejemplos demuestran que aún hay mucha resistencia en su interior. Y les digo estas cosas porque hicieron un compromiso con Dios de ser los que impulsan la transformación del planeta; es por eso que Yo los ayudaré, por ese compromiso que hicieron en el principio y que no se puede perder en las pequeñeces de sus vidas.

Mientras el tiempo se acelera y los días van perdiendo sus horas, necesito que cumplan con su misión. Hoy, les muestro a los ojos de sus corazones la realidad planetaria para que así, hijos Míos, despierten a la verdad, maduren sus espíritus y ya no piensen tanto en sí mismos, en su propia comodidad y en su propio bienestar, cuando es tiempo de servir, de entregar hasta la última gota de sudor, en nombre de Aquel que un día sudó sangre por Amor a la humanidad. 

Aquel, que es el ejemplo de sus vidas, dio hasta la última gota de Su Sangre y perdonó cada una de Sus Llagas, convirtiendo Sus heridas en Fuente de Misericordia para el mundo entero, como también para el cosmos. Es por eso que se tornó Rey y hoy los invita a imitar Sus pasos, porque Su sacrificio no fue suficiente para convertir este mundo como Dios espera.

Hijos Míos, los envié a Medio Oriente para que vieran con sus propios ojos lo que el enemigo causa en el interior de los seres: el dolor y el sufrimiento, el miedo y el rencor, que con mucha dificultad serán arrancados de esos corazones humanos solo con el esfuerzo de todos, con la oración, con el servicio, con el sacrificio tan temido por esta humanidad y que, en verdad, no es nada más que su posibilidad de unirse a Cristo y a lo que Él representa para toda la Creación.

Hoy, sobre este altar, les muestro las realidades del espíritu, que superan lo que ocurre en la materia, y hago eso para que, como humanidad, oren Conmigo e intercedan por este mundo, porque no basta que Mi Divino Corazón le clame a Dios; Él necesita escuchar la voz de los hombres, invocando Su Misericordia, orando tal como Su Hijo les enseñó, para abrir las puertas del Cielo y volver a unir el corazón humano con Su Corazón Sacratísimo.

Oren Conmigo, acompáñenme con el corazón, con el alma y con la consciencia.

En ese momento, la Madre Divina pidió que uno de los sacerdotes presentes orara el Padre Nuestro y el Ave María en árabe.

Si oraran de corazón todos los días, muchas cosas ocurrirían de forma diferente en este mundo. Si no oraran solo con la boca o con la mente, sino con el corazón, si clamaran a Dios, si suplicaran por Su Divina Misericordia, ofreciendo el sacrificio de Su Hijo y la renovación de ese sacrificio en la Eucaristía, muchos males de este mundo podrían convertirse. 

Pero la humanidad aún se interesa más en permanecer en la propia comodidad, en vivir las propias aspiraciones que en convertir la existencia de este mundo, en convertir el sufrimiento, la angustia, las tinieblas en luz, en amor y en paz, en el establecimiento del Reino de Dios.

Reflexionen, hijos Míos: 

¿Qué es lo que les impide entregar todo y tornarse verdaderos servidores? 

¿Será que no creen en Mis Palabras o no comprenden verdaderamente la urgencia de los tiempos? 

¿Será que no los toca el sufrimiento de sus hermanos? 

¿Será que no ven la necesidad del mundo, de los que mueren a su lado, tanto en la materia como en el espíritu? 

¿Qué es lo que hacen cuando pasan delante de un pobre en la calle? ¿Piensan que es un espíritu creado por Dios, que vino a este mundo para cumplir una misión, para vivir la redención y aprender a amar, o detienen el pensamiento para no pensar y no sentir nada y solo ser indiferentes a lo que viven?

Hijos, un día el Armagedón tocará a las puertas de sus casas y los esperará prontos. En esa hora, querrán que existan seres, entregados por amor, que los ayuden cuando lo pierdan todo. Querrán que existan almas que entregarán sus vidas a Dios para orar por ustedes y que sus almas tengan la oportunidad en el Reino de los Cielos. 

Medio Oriente, como muchos lugares de este mundo, ya necesita de sus oraciones. El Armagedón ya llegó en el plano físico para ellos, no es solo espiritual o mental.

¿Harán brotar la Misericordia de su interior y dejarán que la necesidad de sus hermanos sea mayor que la propia? ¿Percibirán la necesidad de los que ya padecen en este mundo o permanecerán orando por las enfermedades propias y solo orando de corazón cuando sea por sus familias?

¡Necesito de consciencias que vivan por la salvación de este mundo, no de uno o dos, de todos! Y, para que su oferta pueda llegar al planeta, debe ser una oferta verdadera, completa y absoluta.

Dejaré que Mis Palabras resuenen en sus corazones y espero que realmente Me hayan escuchado.

Ahora, llamaré a estas almas pequeñas que decidieron profundizar en su oferta a Mi Inmaculado Corazón y, en esta noche, les pediré que reflexionen verdaderamente si están dispuestas a vivir cualquier cosa para establecer Mi Paz, si vencerán los conflictos en sus vidas, en sus familias y en su día a día para ser verdaderos pacificadores, si establecerán la paz a través del ejemplo propio, si no temerán usar esta camiseta, símbolo de Mi Manto sobre sus cuerpos, cuando llegue la hora de confirmar la propia fe. 

Un soldado, hijos Míos, no se quita su uniforme en la hora de la batalla, él da la vida por el propósito que debe cumplir.

Mi Inmaculado Corazón está creando un ejército de paz, con almas que no temerán sufrir o perderse a sí mismas para establecer esa paz en el mundo. Quiero que sepan eso y que, al levantar las manos para consagrarse como Hijos de María, sepan lo que están haciendo. Yo siempre los fortaleceré, siempre los guiaré, acompañaré sus pasos, pero también les pediré que se confirmen y que sean verdaderos en el compromiso que realizaron Conmigo.

Es por eso que hoy los bendigo y reconsagro sus almas porque, verdaderamente, todos los Hijos de María ya están consagrados a Mi Corazón desde el principio. Cuando se arrodillan en Mi altar, solo están confirmando que aceptan vivir la redención. Que, un día, puedan difundir este propósito y que muchas almas se inspiren por su consagración. Den el ejemplo al mundo de entrega, de transparencia, de simplicidad, de paz. Muestren el camino hacia Mi Reino, con oraciones y también con acciones.

Yo los bendigo y les pido que no se olviden de lo que les dije. Eleven sus ofertas a Mi altar, escucho sus peticiones. No teman pedir, porque Yo les concederé siempre y cuando sean consecuentes con su fe; pero no pidan solo por sí mismos, pidan también por el planeta, porque Dios está escuchando. Hablenle al Corazón del Padre como no le hablaron el día en que Él los esperó. 

Dios aún se silencia, porque Él es el propio Silencio. A pesar de la indiferencia de la humanidad, Su Corazón jamás dejó de derramar Amor sobre el mundo, y Él sigue esperando la respuesta de las almas de esta Tierra. 

Mientras Me elevo, oren una vez más al Padre Celestial, para que Yo pueda llegar a los pies de Su Altar con la oferta de la humanidad.

Hoy, les pediré una consagración diferente, que se consagren por este planeta y no solo por ustedes mismos. Por eso, mientras Me elevo, les pediré que canten el Padre Nuestro en árabe y que, así, le envíen al Señor la confirmación de que aspiran a estar a Su lado y cumplir con Su Plan.

Los espero y los escucho.

En ese momento, los presentes escucharon a los miembros del monasterio entonar el Padre Nuestro en árabe.

Los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Hermana Lucía de Jesús:

Hermanos, solo queríamos compartir con todos, como María nos pidió, que, desde el principio de la oración, Nuestra Señora ya estaba trabajando en Medio Oriente. Fue por eso que los ángeles nos pidieron que cantáramos el Ave María en árabe.

Y, durante toda la oración, veíamos que Ella estaba allá, no solo en Siria, sino también en otros países, en el medio de los conflictos, irradiando Su Paz, como si anduviera disfrazada entre las personas que vivían allí.

Cuando llegó, Ella tenía una ropa diferente, era como si usara un traje musulmán, con pañuelos que le envolvían la cabeza, pero que permitían ver el rostro que no estaba cubierto. Era una ropa de color azul un poco más oscura y tenía algunos detalles blancos.

Yo veía, atrás de Nuestra Señora, algunos lugares de Medio Oriente, situaciones bien difíciles porque Ella nos mostraba, no solo lo que ocurría en el plano físico, sino también al mismo tiempo nos mostraba lo que ocurría en los planos espirituales. Ella nos decía que estaba haciendo eso para madurar un poco nuestra consciencia, como Ella siempre hace, para que pudiéramos tener la necesidad del mundo como algo un poco mayor que nuestra propia necesidad.

Y, cuando orábamos el Padre Nuestro en árabe y las Ave Marías, Nuestra Señora oraba con nosotros, y también los ángeles oraban con Ella y arrancaban de algunos lugares del Medio Oriente muchas criaturas espirituales negativas. Eran imágenes bien fuertes que compartimos con todos porque Nuestra Señora nos lo pidió. Ella retiraba esas criaturas, a veces de desiertos, a veces de adentro de las casas de las familias o de reuniones de grupos políticos y religiosos, y continuó haciendo ese trabajo hasta el final de la Aparición.

Ella seguía trabajando en Medio Oriente mientras hablaba con cada uno de nosotros, mientras intentaba despertar nuestra consciencia. Y ahora, al final, cuando pidió que los hermanos cantaran el Padre Nuestro en árabe, vi el planeta desde arriba; es difícil de explicar porque, al mismo tiempo que Nuestra Señora aún estaba presente, yo veía esa imagen del planeta y cómo del universo comenzaba a descender una Luz blanca intensa, y era como si nuestra consciencia fuera entrando hacia adentro el planeta y viendo cada vez con más detalles la superficie de la Tierra.

Esa Luz venía como un sol blanco, con la energía de la Consciencia de Dios, hasta llegar sobre Medio Oriente. Y yo  percibía Medio Oriente muy oscuro, destruido, y esa Luz comenzaba a recorrer los espacios; se dividía, se multiplicaba en pequeñas Luces que comenzaban a ingresar en los hogares, en las escuelas llenas de refugiados, en los hospitales, e iban colmando el interior de las almas.

Y era algo que sentíamos que realmente era muy sublime, que trascendía esa imagen, porque Nuestra Señora también nos hacía sentir la Presencia de Dios allí. Y, cuando ese momento se fue cerrando, Nuestra Señora nos decía que esperaba que oráramos siempre así, ante Su Presencia, con Ella, para que la Consciencia de Dios siempre pudiera descender sobre el planeta.

Y, en el momento en que Ella nos pidió que habláramos con Dios, nos mostró por detrás de Ella los diferentes portales que llevaban hasta el cosmos. Y también es difícil de explicar, pero era como si la Consciencia de Dios estuviera allí, observándonos; no era una persona, no tenía una forma material como nos imaginamos. Era solo una Vida, una Luz, que sentíamos que nos observaba y que nos escuchaba. Él no tenía una forma, pero estaba en todo al mismo tiempo y, en ese momento, escuchó lo que cada uno de nosotros le dijo.

Los dejamos a todos con las Palabras de María en el corazón y con este relato que esperamos que amplíe lo que Ella nos dijo.

Que todos podamos permanecer con Nuestra Señora en el corazón.

¡Gracias, Madre, por cuánto nos das!

Quiénes somos

Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más

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