APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hoy, hijos, seguiremos caminando hacia Belén, pero esta vez de una forma diferente.

En cada paso contemplarán el cielo, el horizonte y la tierra y comprenderán más profundamente los acontecimientos de la propia vida.

Verán que en su camino no están solos y que su sufrimiento y su esfuerzo se transforman en una infinita Gracia cuando comprenden, verdaderamente, para qué están caminando.

Cuando Mis pies tocaban la Tierra y con Mi Divina Esposa caminaba hacia Belén, viví muchas cosas que la historia no conoce, que no están escritas en los libros sagrados, pero sí en lo profundo de Mi Casto Corazón y en el Relicario que Yo les consagré. Nuestro caminar era acompañado por los ángeles y todo el Universo nos contemplaba.

A pesar de que en Mi interior Mi Corazón de hombre nacido en esta Tierra temía, estaba inseguro por el tesoro que traía, por el tesoro que guardaba; no dejaba de contemplar las estrellas y de saber que los Ojos de Dios estaban sobre Nosotros.

El Creador se silenciaba, pero en Su silencio nos acogía y observaba las pruebas que vivíamos, porque Mi corazón en aprendizaje, aún necesitaba aprender a confiar en Dios. Yo precisaba comprender la grandeza de los Planes del Padre que en nada se asemejan a los planes hechos por los hombres.

En aquella noche Yo quería que el mundo entero contemplara al Hijo de Dios, no solo para rendirle honra y gloria, sino porque Yo sabía que dentro de aquel pequeño niño se guardaba la puerta hacia la redención de toda la vida y Mi corazón aspiraba a que todos los seres de esta Tierra pudieran estar ante Él. Pero los Planes del Padre eran diferentes y no dejaban de ser perfectos.

El Universo nos contemplaba y todos aquellos que compartían la verdad de Dios sabían que Su Hijo llegaba al mundo. En los cuatro puntos de la Tierra, aquellos corazones verdaderamente unidos a Dios se detuvieron por un instante y en su corazón sintieron algo nuevo que comenzaba a acontecer, a pesar de que eso aún fuera un misterio para ellos.

¿Por qué les digo todas estas cosas? No es solo para contarles una historia; es para que vean, hijos, que verdaderamente están caminando rumbo a Belén, hacia esa cuna sagrada de la nueva vida que deben construir con sus propias manos. Así como en aquel tiempo Yo recogí la paja y preparé la cuna del Hijo de Dios, ustedes también construirán ese espacio sagrado en el que Él podrá renacer y hacia el cual Él deberá retornar.

Sé que todos aspiran a que el mundo entero escuche las Palabras de Dios a través de Sus Mensajeros, no para rendirle honra y gloria a este lugar, sino porque saben que aquí se encuentra la puerta hacia la redención. Saben que el Hijo de Dios encontró aquí Su morada y que, a través de este simple lugar, bendice al mundo.

Pero Yo les digo, hijos, que deben confiar, porque la Voluntad del Padre en nada se asemeja a la voluntad de los hombres. El Universo los contempla y los Ojos de Dios están puestos sobre ustedes.

A pesar de Su silencio, el Señor los ampara y el desenlace de esta historia, pese a contener muchas pruebas, dificultades, transformaciones, será algo único. La manifestación de la Voluntad Divina sorprenderá a los corazones y a las consciencias y los transformará en aquello que Dios pensó para esta humanidad.

Este camino hacia Belén es largo. Cuántas veces Yo me cansaba, con los pies hinchados, doloridos y con Mi Corazón también dolorido por contemplar a Mi Divina Esposa haciendo tantos esfuerzos, con el Niño Dios resguardado en Su Vientre.

Esta Presencia Divina nos sustentaba, nos renovaba y junto con los ángeles nos permitía que siguiéramos caminando hasta llegar a la meta para cumplir con las promesas de Dios, escritas en los libros Sagrados, de llegar a Belén para que el Hijo de Dios pudiera nacer.

Yo sé cuántas veces se sienten cansados y parece que sus pies ya no pueden caminar, que sus aspiraciones no se concretan y que les gustaría que este camino tal vez fuera un poco diferente para que aquellos, a los que aman, no sufrieran tanto.

Hoy, hijos, abran los ojos de sus corazones y contemplen al Hijo de Dios en su interior, gestándose silencioso en ese camino hacia Belén. Dejen que Él los sustente, los guíe y los renueve.

Abran los ojos de sus corazones y contemplen ese lugar pleno de ángeles y arcángeles que también los acompañan, que también los guían para que no se sientan solos, llevando a ese Dios escondido en su interior.

Dejen que la vida espiritual sea más profunda y, al mismo tiempo, más viva para que puedan comprender los tiempos que viven no solo como una secuencia de pruebas y purificaciones.

Este planeta se está purificando y ustedes se están purificando porque algo único, puro, divino los espera y, para ese momento, necesitan estar prontos.

Ya no busquen las comodidades de la vida en Nazaret, en esta noche oscura caminen hacia Belén. Dejen que sus cuerpos sientan el cansancio de ese trayecto. Dejen que su condición humana se vea frustrada por querer vivir algo diferente. Pero, por encima de todo, hijos, permitan que sus corazones se sorprendan con la grandeza y la belleza del Plan de Dios.

Llamen a las puertas de los corazones del mundo y anuncien a sus hermanos que el Hijo de Dios está aquí y no tengan miedo de ser humillados, de ver esas puertas cerrarse, de comprender la ignorancia humana.

Aquellos que deben estar en Belén, en esa pequeña gruta, allí estarán, y se juntarán pastores y reyes para contemplar la verdad, sin distinción de raza o de clase social. Allí las almas serán transparentes y comulgarán de la verdad unas con otras, porque el Hijo de Dios las hará transparentes.

Contemplen sus días de una forma diferente, siéntanse partícipes de este caminar.  Ustedes no están yendo a Belén por un censo, para vivir fiestas y reencuentros. Ustedes caminan hacia Belén por un acontecimiento universal en el que la Creación entrará en un nuevo ciclo y nada será igual.

Al contarles todas estas cosas coloco, en sus corazones, cada uno de los aprendizajes que Yo viví, para que en este día, en el que aún están en la oscuridad de este camino, puedan renovarse y confiar en los Ojos de Dios que los observan.

Como en Belén, el Cielo se abre en este lugar. Todos los espejos se vuelven hacia la Tierra, como todos los corazones. Las leyes se detienen para dar lugar a una nueva ley, a una nueva vida, porque el Creador, en Belén, renovó Su Creación y le dio vida a Su Amor.

Dejen, hijos, que en sus corazones Dios pueda volver a dar vida a ese amor que Él quiere manifestar dentro de cada uno de ustedes, para eso fueron creados.

Que esta próxima Navidad represente la apertura y el inicio de un nuevo ciclo, en el que deberán estar un poco más maduros y comprender un poco más la Voluntad de Dios.

Hoy solo quería dejar estas palabras en sus corazones porque sé que muchos no comprenden estos tiempos ni tampoco la Voluntad que Dios tiene para sus vidas. El compromiso con Dios es algo espiritual, interno, es algo entre cada corazón y su Creador. Cuando sean sinceros y humildes, sabrán en dónde estar para cumplir con la Voluntad Divina.

La primera comunión con Cristo fue en Su nacimiento en Belén, cuando la Tierra comulgó con la Presencia Divina que llegaba a su interior como Cuerpo y Sangre vivos para su redención.

Después de María Santísima, fue el propio planeta que comulgó con la Presencia Divina cuando Jesús Niño llegó al mundo. En la Eucaristía viva y consagrada se guardan todos estos principios.

Cuando el Creador nació en Cristo, Él mismo, en Su silencio, les hacía comulgar con Su Presencia y le decía al planeta: "Este es Mi Cuerpo y Mi Sangre para que vivan en Ellos eternamente y así aprendan cómo deben caminar y lo que verdaderamente deben ser".

La Comunión con Cristo se renovaba, de tiempo en tiempo, a lo largo de Su Vida hasta que, en un momento, aquel Niño hecho hombre renovó Su entrega para profundizarla y entregó no solo Su existencia, sino también aquello que la humanidad más temía.

El venció a la muerte para que cada ser comprendiera que Su Presencia transformaba todas las leyes y que, estando en Él, la vida es eterna.

Todos estos principios, todo lo que les hablo se esconde en la Eucaristía consagrada. Por eso, hoy como Sacerdote consagrado por el Señor, convierto estos elementos en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo y les traigo a la memoria el día en el que Él convirtió el pan y el vino y elevándolos los bendijo y los repartió a Sus compañeros, diciéndoles: "Tomen y coman de él porque este es Mi Cuerpo, tomen y beban de ella porque esta es mi Sangre". En aquel tempo, como hoy, todo el Universo contemplaba a la Tierra porque la humanidad se renovaba y, a pesar de no comprender, vivía un poco más los misterios de la Creación.

Hoy reciban el Cuerpo y la Sangre de Cristo que, nuevamente, les son entregados para redimir sus pecados y darles una nueva vida para que, dentro de ustedes, esa vida se geste en esta próxima Navidad y estando en Belén ella se renueve.

Este es el Cuerpo y la Sangre de Cristo y en ellos se encuentra toda la historia de la Creación. Reciban, con gratitud, esta Gracia que el Creador les concede todos los días en todos los Sagrarios de la Tierra. Rindan honra y gloria a Aquel que es único y digno de recibirla.

Su Señor hoy está aquí y Su Voz se manifiesta en el eco de Sus Mensajeros. Que Su Voluntad impregne sus seres para que ingresen en Su Plan y vivan este Plan todos los días que vendrán.

Con estas palabras les agradezco y los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Vayan en paz y vivan con gratitud esta caminata hacia Belén. No olviden, hijos, que no importa lo que vivan como pruebas, desafíos, humillaciones, incomprensiones. El final de este camino ya fue trazado por Dios y Su Voluntad solo se comprende cuando se vive.

Les agradezco. Vayan en paz y con el corazón pleno de Dios.

Mientras Me elevo a los Cielos les pediré una canción que es especial para el Corazón de Dios, porque hace que Sus bendiciones desciendan como una lluvia sobre este planeta. Esta melodía fue recibida en sus corazones como un canto divino porque el propio Creador la sopló para que, de esa forma, aprendieran a atraer Sus Gracias hacia la Tierra. Cuando la cantan, sus corazones se tornan puros y es esa misma pureza que abre el camino para que esas bendiciones lleguen a los lugares más escondidos de esta Tierra, y las almas más solitarias, por un instante, ya no se sienten solas porque saben que Dios está con ellas.

Por eso canten y mientras cantan, imaginen todas estas cosas, la bendición de Dios esparciéndose sobre el mundo, permeando a los corazones y a los Reinos de la Naturaleza, a los valles y a los océanos, a toda la vida.

Les agradezco.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.