- Inicio
- Blog
- Mensajes
- Oración por la Paz en las Naciones
- Calendario
- Oraciones
- Impulsos Diarios
- Libros publicados
- Pinturas e Imágenes
- Objetos Sagrados
- Música
- Galeria de fotos
- ¿Quiénes somos?
- Centros Marianos
- Campaña por la Paz
- Redes Sociales
- Contacto
Sientan en sus corazones la angustia del Corazón de Dios, no por la purificación de las naciones, sino por la indiferencia de los hombres ante un tiempo de transición, momento en el cual los corazones deberían estar despiertos, conscientes y dispuestos al Amor.
Muchos creen que no son indiferentes ante la situación del planeta, porque sienten que hacen mínimamente su propia parte; pero, en estos tiempos definitivos, hijos, ser indiferente es vivir y sentir la vida como siempre, como si la transición y la definición de la Tierra fueran algo para el futuro, para otros, para los que hoy son pequeños niños y que en su vida adulta vivirán la transición del planeta.
Ser indiferente, en este tiempo, es no querer ver que la purificación del planeta ya comenzó, que está sobre la Tierra y sobre la consciencia humana, esta que, poco a poco y sin percibirlo, es absorbida por el caos.
Ser indiferente es darse permisos para no cumplir y no vivir aquello que ya saben que les corresponde.
Ser indiferente, en este tiempo, es permitir que la propia consciencia salga de la Ley de la Jerarquía, de la Ley del Amor y de la Unidad, de la Ley de la Obediencia, pensando que al transgredirlas no se generarán ningún mal.
Ser indiferente, en este tiempo, es no vigilarse rigurosamente para no permitir que la propia consciencia se adentre en la impulsividad humana y caiga en las mismas pruebas de siempre, como si eso fuera algo natural.
Ser indiferente, en este tiempo, es recibir todos los días las palabras y las instrucciones divinas y no escucharlas con atención, no meditar en ellas y no saber que, en tiempos de emergencia, el mismo Dios es quien los instruye con detalles y precisión para que no pierdan el camino.
Ser indiferente en este tiempo, hijos, es no querer ver que esta batalla no es humana o social, sino espiritual y definitiva, una batalla que comenzó en el Universo y que en este momento viene para definir el destino de la Creación Divina.
Escuchen Mis palabras y extirpen de sus corazones su propia indiferencia.
Tienen Mi bendición para eso.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Contemplen la Creación y dejen que la ciencia divina se revele en su interior.
La vida se creó con el Soplo del Espíritu de Dios y se manifestó a través de la vibración de Su Verbo, sin embargo, una ciencia amplia se desarrolló partiendo del Creador. Rayos universales y divinos, Espejos de luz y Fuentes de energía, sonido y color auxiliaron en la creación de los Universos, de las dimensiones y de las consciencias.
Todo en la vida manifiesta la perfección y, así como el Creador envió a Sus hijos para evolucionar en el vasto Cosmos, también creó el camino de retorno hacia Su Corazón, hacia la Fuente de la Unidad, hacia el principio del Amor.
Los Espejos del Cosmos son este camino de retorno al Corazón de Dios; por medio de ellos el Padre manifestó, animó y nutrió la Vida. Sus Fuentes son eternas y se alimentan de la propia existencia de Dios. Fuentes que manifiestan fuentes, de las cuales surgen las esencias y las almas. Estos son los Espejos del Cosmos y, así como el Padre porta, en Su interior, los Espejos que manifiestan la vida, Sus hijos, semejantes a Él en esencia y en amor, también portan en sí los espejos internos que crean por medio del amor y que construyen, en lo invisible, el Plan del Creador.
Sean conscientes de los espejos que pulsan en sus corazones y siéntanse parte de una ciencia universal y divina. Así como los Espejos del Cosmos crean luz y manifiestan vida y perfección, creen ustedes también, hijos, a través de la oración y de las acciones de amor. Manifiesten la nueva vida, atrayendo, con los espejos de sus corazones, los nuevos patrones de conducta para la humanidad. Manifiesten amor, paz y gracia. Sean dignos hijos de Dios y, por medio de los espejos de sus corazones, recreen y renueven esta vida.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Cuando el Padre le reveló la Cruz a Su Hijo por primera vez, Cristo cerró los ojos y dejó que Su Corazón fuera más allá del sufrimiento, del miedo y del dolor; elevó la mirada hacia el Universo, hacia Su Origen, hacia las estrellas que surcaban el Cielo. Cristo se sumergió en el sentido profundo de la Cruz y contempló el Corazón de Dios viviendo una revelación y una renovación del Amor.
Cristo contempló el Universo y vio las puertas que se abrirían, una a una, desde el Reino del Padre hasta los corazones de los hombres, creando un hilo de unidad entre las dimensiones.
Cristo contempló los errores cometidos en el pasado a lo largo de toda la evolución de las criaturas que nacieron del Corazón de Dios y que, durante su desarrollo, se desviaron del camino.
Cristo contempló cómo la Sangre que brotaría de Sus Llagas se derramaba más allá de la Tierra y llegaba a lo profundo de la condición humana, curando, incluso, las raíces de males desconocidos, inconscientes para los hombres.
Cristo vio la Cruz que Su Padre le ofrecía y encontró a Su Madre Divina acompañando cada uno de Sus Pasos en la Tierra, así como en el Infinito, renovando Sus fuerzas humanas e internas y ayudándolo a renovarse en el Amor y en la entrega.
Cristo vio la Cruz que Su Padre le ofrecía y supo que ella perduraría a través de los siglos, impresa en la llaga espiritual que llevaría en Su Corazón hasta el día de Su retorno al mundo.
Cristo se reconocía parte de Dios y, colocando Sus Ojos en la Esencia Divina del Creador que habitaba en Su Pecho, supo que era el propio Dios quien viviría esa oferta de Amor por Sus criaturas.
Hoy, hijo, Dios le ofrece una cruz al planeta, así como a cada criatura. Observa la situación de las naciones y el caos de la Tierra y encuentra allí esa cruz, pero va más allá de ella y sabe que, por encima del sufrimiento, de la entrega, de la confusión interior, está el Amor que nacerá de tu corazón si, como Hijo de Dios, atraviesas esas apariencias y le pronuncias tu "sí" al Corazón del Padre: "sí" al sacrificio vivido por amor, "sí" al perdón que supera todos los errores, "sí" a la esperanza que trasciende el caos y hace de las aparentes derrotas una victoria divina.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
En estos tiempos, no buscarás la respuesta a tus cuestionamientos ni en la ciencia, ni en los Libros Sagrados, ni en las religiones. Todo lo que el hombre ha manifestado hasta hoy, por más que haya sido inspirado por Dios en otros tiempos, no te brindarán ni la respuesta ni la comprensión para lo que la humanidad vivirá en este mundo y que, en consecuencia, todo el Universo experimentará.
Así como nadie supo explicar las acciones del Hijo del Hombre desde Su predicación hasta Su cruz, en estos tiempos, hijo, nadie sabrá explicar lo que vivirán como humanidad.
En el Corazón de Dios es donde encontrarás la respuesta y el refugio. En el Corazón de Dios es donde encontrarás el ánimo y el aliento. En el Corazón de Dios es donde vivirás en paz lo que, para la mayoría de los hombres, será incomprensible; y desde allí transformarás en amor lo que para muchos será una "injusticia divina".
Aquellos que jamás se volvieron hacia Dios y que solo adoraron y proclamaron las cosas del mundo, tarde llorarán, reclamándole al Cielo una oportunidad que siempre les fue entregada. Aquellos que limitaron la Sabiduría Divina a la mente humana buscarán en los libros, escritos por las manos de los hombres, y no sabrán explicar ni comprender ni aceptar lo que vivirán, entonces gritarán: "¡Mi Dios!, ¡Mi Dios!", al ver manifestarse aquello que siempre negaron que existiera.
Los que sean humildes de corazón y solo tengan certeza de su propia ignorancia, no temerán cruzar los portales que se abrirán sobre el mundo y se maravillarán con la Existencia Sublime que se manifestará en la Tierra, sintiendo en su interior el alivio y el auxilio que tanto esperaban. Sus corazones, unidos al Corazón del Padre, sabrán reconocer la presencia del Hijo de Dios en Su retorno al mundo y todo lo que hayan tenido que vivir y entregar para estar en ese momento les parecerá poco. Su humildad les concederá la gracia de reconocer la Grandeza de Cristo.
Limpia y purifica tu corazón ahora, hijo Mío. No te detengas ni en vanidades ni en indiferencias, sabe que el mayor tesoro que puedes tener es el corazón vacío, dispuesto para Dios y unido a Él. Construye esta unidad en tu interior.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Escucha al Corazón de Dios que palpita en el silencio de cada corazón humano. En oración, une tu espíritu al Espíritu del Padre y crece en virtud, en gratitud y en amor, porque el mundo lo necesita.
Ha llegado el momento de que el planeta también se adentre en su agonía, así como tú, hijo, en lo profundo de tu ser, puedes sentir la agonía que precede a una gran entrega y al triunfo y la renovación del Amor de Dios.
Escucha en tu interior al Corazón de Dios, porque en este ciclo que comienza, solo Él podrá guiarte en tus acciones, pensamientos y sentimientos; solo con tu espíritu unido al Suyo, sabrás discernir para dar pasos seguros y sin temor.
Escucha la Voz de Dios en tu interior, inconfundible, impasible, transmitiéndole quietud a tu alma y fortaleza a tu corazón.
La agonía del planeta está comenzando y, así como tú fuiste y eres probado en las tentaciones del mundo para perseverar en tu entrega a Dios, también las naciones y sus pueblos serán probados y una a una se confirmarán en su entrega y unión al Padre, para que sean la cuna de una Nueva Vida.
Tú deberás orar y unir tu corazón al Corazón de Dios, prestando el mayor y más grandioso servicio que es mantener abierta la puerta de la consciencia humana al Corazón del Padre, para que los hombres no pierdan el vínculo con Su Creador.
No temas, ni te entristezcas, solo mantén tu corazón en Dios. Tú conoces la Cruz del Señor y sabes que, después del sacrificio, de la humillación y de la entrega, llega la renovación del amor. Por eso, concentra tu corazón tornando verdadera tu oferta y que, cada segundo de tu vida en este mundo sea para la renovación del Amor de Dios, sea un ladrillo que colocas en la Tierra para construir la Nueva Vida.
Tienes Mi bendición para ello.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
El Corazón de Dios está por encima del caos y más allá de toda dualidad humana y universal.
Tu Padre, hijo, te llama a transformar las leyes de la Tierra que son frutos de la degeneración humana; te llama a transformar lo que para muchos es la condición natural de los hombres. No creas que la condición actual es imposible de transformar. Cree en el misterio del Corazón de Dios que está más allá de todo lo que los hombres conocen y expresan.
Mira al Hijo Primogénito de tu Padre Creador: Él jamás debe ser una excepción para ti. Él es la punta de una lanza de la cual tú formas parte; una lanza que rompe las estructuras del viejo hombre y establece una nueva vida, vida que expresa la verdadera esencia de la creación humana. Cristo es la punta de la lanza y Su Padre y Señor, la mano que la sustenta y dirige para que su meta sea exacta y su camino correcto.
Siente a tu corazón como parte de ese Plan, parte de esa divina lanza en las Manos de Dios, la que deberá ser fuerte y precisa para romper las estructuras de un viejo ser. Ante todo, siente que esa lanza traspasa y atraviesa tu propio corazón, tu alma y tu espíritu y, transformando todo lo que eres, te hace parte de la instauración de lo nuevo.
Persevera, hijo Mío, y no temas.
Deja que todo se quiebre y se transforme dentro de ti. Ofrécele tu corazón a Dios como la primera parte a ser transformada de esta consciencia humana. Que tu redención sea el primer símbolo del triunfo de Dios en este mundo.
No temas, pero sé firme. Deja que Dios envíe esta lanza a su meta y, con un Amor que está más allá de toda comprensión humana, Él transforme este mundo.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Crece y sé fiel a Dios en todos los sentidos.
No te dejes llevar por las influencias de este mundo o por aquello dentro de ti mismo que, al no haber encontrado aún el camino a la redención, permanentemente te influencia hacia el retroceso espiritual.
Cuando haya confusión en tu interior, detén tus pasos un instante y piensa en Dios; contempla el Cielo estrellado, el Infinito sobre ti, ese que puedes encontrar donde quiera que estés y recuerda, hijo, que un Plan Superior te aguarda y que ya no es tiempo de estar enredado en cosas humanas y mezquinas, sino de consolidar tu unión con el Infinito.
Escucha la Voz de Dios que se pronuncia para ti, no solamente por una gracia, sino por una urgencia que no solo es planetaria, sino universal.
Para ti los días pasan iguales y poco percibes el cambio de los tiempos, porque tu corazón se acostumbró a todo y hasta el propio caos se volvió normal.
Detén por un instante tu corazón y mira hacia adentro de ti mismo; pregúntate cuánto avanzaste en el amor y en la fraternidad. Observa en donde estás y retoma el propósito de tu existencia. No es para ser un triunfo del mundo que estás sobre la Tierra, sino para ser un triunfo de Dios. Lo que conquistas en el mundo a él le pertenece, pero lo que conquistas para Dios es eterno y se multiplica más allá de las dimensiones, como méritos para la evolución de toda la vida.
Por eso, obsérvate, detén tus pasos y ve si dentro de ti estás construyendo un puente hacia el Corazón de Dios. Escucha a tu alma. ¿En ella hay plenitud?, ¿o solo el silencio de un alma cansada de no ser escuchada por su propio ser?
La plenitud, hijo, es espiritual; es entre tú y Dios. En donde quiera que estés puedes estar pleno, solo basta darle atención a aquello que vive en ti, esperando manifestarse en la vida sobre el mundo.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Respira el Soplo del Espíritu de Dios y deja que Él te transforme por dentro, colocando en tu interior el primer pensamiento que Dios emanó al pensar en ti para crearte como parte viva de Su Corazón.
El Creador es tan misterioso, Su Plan es tan desconocido y Su Amor tan incomprensible que no importan los errores humanos o la distancia que exista entre los corazones y Su Sagrado Corazón. Dios, hijo, solo espera que la humanidad se arrepienta, se rinda a Sus Pies y clame por Misericordia, porque de esa forma Su Amor triunfará más allá de las tinieblas y el mal perderá su influencia sobre las almas.
El Soplo de Dios se aproxima a todos los corazones para retirarlos de la ignorancia y despertarlos a un Perdón sin límites y a una Misericordia cuya Fuente es eterna y abundante.
Solo permanecerá en la oscuridad aquel que elija estar en ella, porque el Soplo del Espíritu de Dios viene para encender las llamas de los corazones que se apagaron por no tener aire, por no tener vida.
Por eso, hoy, cree en la renovación que proviene de Dios, en esta Gracia que emana de Su Espíritu, porque Él tiene el poder para limpiar toda mancha, para colocarte en el punto del principio, para revelarte Su Amor perfecto y para entregarte todo, aunque en vida no hayas generado ningún mérito para recibir algo.
Misterio entre los misterios es el Amor que Dios hoy te invita a recibir, a vivir, a multiplicar y a distribuir en el mundo.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Que haya unidad entre los servidores de Cristo, que haya paz. Que cada ser profundice, en el propio interior, la unidad con Dios y reconfirme, todos los días, su adhesión al Plan del Creador.
En estos tiempos, hijos, no bastarán los vínculos superficiales y las adhesiones parciales al Plan de Dios. Es necesario que todos los seres le den importancia a su mundo interno y dialoguen con el Padre, para que Él los ayude a estar fortalecidos en estos tiempos.
No bastará con escuchar los mensajes que Dios les envía a través de Sus Mensajeros, porque Su enemigo está sembrando dudas y confusiones en las mentes y en los corazones de los servidores de Cristo y, para no sucumbir ante las tentaciones, su mundo interior debe estar fortalecido.
Hijos, ustedes no estarán libres de pruebas y de tentaciones; al contrario, en estos tiempos, ellas se intensificarán, porque la hora de la definición llegó para todos.
Así como el Padre permitió que Su Hijo fuera probado y tentado, no solo en el Getsemaní, sino durante toda Su Vida, también lo permitirá con ustedes, porque la superación del Amor debe partir de cada mundo interno.
El Padre siempre tendrá Sus Manos puestas sobre Sus hijos, pero para eso es necesario que abran el camino y creen un vínculo consolidado entre su propio corazón y el Corazón de Dios.
Sé que, en tiempos de expansión de la Obra Divina, las sobrecargas externas los llevan a superarse a cada instante, pero para que haya paz y superación en el amor, para que sus espíritus soporten estos tiempos, ustedes deberán sustentarse en un vínculo profundo con Dios.
Ustedes fueron creados para ser un puente directo hacia el Corazón del Padre, pero para eso, hijos, deben querer desarrollar su verdadero potencial, deben amar el propósito de su existencia y reconocer que, más allá de todas las demandas externas de la vida, lo más importante es buscar a Dios y crear un vínculo vivo con Él. De esa forma, tendrán sabiduría, fortaleza, paz y, sobre todo, amor para superar estos tiempos y ser precursores de una Nueva Vida.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
En donde hay vida, allí habita el Corazón de Dios, esperando manifestarse y expresarse en el interior de los seres.
En donde hay vida, allí habita el Corazón de Dios; a veces silencioso y humilde, oculto, secreto, solo observando y esperando que la mirada tan distraída de los seres se vuelva hacia su propio interior y lo encuentre.
Ve, hijo, dentro de ti, más allá de todo lo que ya conoces de tu propio ser. Traspasa las capas del cuerpo, de la mente, de la consciencia, del subconsciente y deja atrás todo lo que la ciencia espiritual y humana te enseñó hasta hoy.
Llega a aquello que está oculto, que es desconocido y cuya presencia nunca fue verdaderamente develada, sino solo en Aquel que abrió el camino a la Unidad con Dios. El Padre solo se expresó con perfección en Su Hijo, porque la misión de Cristo fue revelarle al hombre el verdadero propósito de su existencia.
Hijo, Cristo no vino al mundo para decir: "Yo Soy un ejemplo para ti". Él te dijo: "Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Si Él es el Camino, coloca tus pies en esta senda. Si Él es la Verdad, cruza el umbral entre la ilusión y lo que es real y entra en Cristo para encontrar la Verdad. Si Él es la Vida, apártate de la muerte y encuentra en Él lo que verdaderamente significa vivir.
Dios envió a Su Hijo al mundo para ser un Espejo para la humanidad y para que, ante Él, los hombres pudieran descubrir cuál es el verdadero sentido de la vida, cuál es el propósito de la existencia, qué es el Camino, la Verdad y la Vida, tanto en la Tierra como en el Cielo.
Adéntrate en ese misterio que está dentro de ti, pero que se oculta de ti mismo. Cumple con la Voluntad y con la Obra de Dios en su manifestación sobre la Tierra; pero, por encima de todo, busca el cumplimiento de la Voluntad y de la Obra Divina en tu interior.
Adéntrate en este Camino, encuentra esta Verdad y vive esa Vida que Dios pensó para Sus criaturas desde el principio.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Restáurate en la fuente de la oración que, cuando es ofrecida sinceramente, genera méritos para la redención de las almas.
Restáurate en la fuente de la oración y renuévate en la certeza de que tu esfuerzo no es en vano y que todo lo que ofreces se convierte en reparación para el Corazón de Dios.
Restáurate en la fuente de la oración y deja que tu alma le ofrezca todo de sí a Dios y a Su Hijo, Aquel que, a lo largo de toda la evolución humana, ha ofrecido Su Corazón en sacrificio y renuncia por cada ser de esta Tierra.
Restáurate en la fuente de la oración y acuérdate de las almas sin esperanza en las guerras, en los barrios pobres y en los palacios de este mundo. Deja que tu voz, a veces sin fuerza, pueda llegar a lo profundo de esos seres como un impulso para que también ellos no desistan de encontrar a Dios.
Restáurate en la fuente de la oración y no te canses de pronunciarle al Padre tus alabanzas. Sabe que el Corazón de Dios siempre te espera y que, por más pequeña que sea tu oferta, cuando ella es sincera, sus méritos se multiplican infinitamente y la redención que nace de ella es eterna.
Restáurate, hijo amado, en la fuente de la oración y hasta el último de tus días ora para que el Padre jamás se aparte de ti.
Si no tuvieras fuerza o voz para orar, ora en silencio. Si tu corazón estuviera débil como para emitir amor, ora en la quietud. Si tu mente no consiguiera pronunciar siquiera un pensamiento, ora en el vacío. Y si tu alma estuviera en el desierto y no sintiera nada, solo ora esperando que allí Dios te alcance. Nunca le cierres la puerta al Corazón del Padre.
Persiste y sé firme, aunque sea en lo más íntimo de tu ser.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Del más profundo Amor del Corazón de Dios provienen los hombres. La humanidad es la revelación del Amor del Padre y, a lo largo de los siglos, Él se los recuerda, a través de las diferentes expresiones de Su Presencia.
Dios les recordó Su Amor a través de los patriarcas y de los profetas, mediante el Soplo de Su Espíritu, de Su Perdón y de Su Reconciliación con la consciencia humana, a través de Abraham y de Moisés.
Dios les recordó Su Amor a través de Buda, quien comprendió que la humanidad era la expresión del más profundo Amor del Padre y despertó en sí la compasión, como un símbolo, de la forma más elevada que podía alcanzar para imitar ese Amor en aquel tiempo.
Buda buscaba, en la verdadera expresión de la consciencia humana, el objeto del Amor de Dios; y buscando esta Verdad se encontró, no sólo a sí mismo, sino con la propia Consciencia Divina. Cuando conoció la verdad sobre sí, Buda encontró, dentro de sí mismo, a Dios.
La revelación máxima de Dios fue a través de Jesús, cuando el Padre no solo amó a la humanidad, sino que experimentó la humanidad y vivió la condición humana. Dios se manifestó en plenitud, despertando así la plenitud del hombre y revelando Su semejanza con él. Jesús es la manifestación de la semejanza entre Dios y los hombres. Él es la nueva y eterna Alianza, la Revelación del propio Dios.
La semejanza con Dios es el Amor revelado en Cristo. Cristo es la Alianza hecha Vida. Dios pleno, creando al Hombre pleno y, todo eso, solo es posible a través del Amor.
A partir de ese momento la revelación fue hecha, la Verdad fue develada y solo necesita que la consciencia humana la recuerde y la profundice.
Dios, entonces, le recordó Su Amor a Mahoma para que él le recordara ese Amor a los hombres que se perdían en su época. Y así, a lo largo de toda la evolución humana, el Padre viene recordándole Su Amor a Sus hijos.
Lo que llamamos revelaciones en estos tiempos es la profundización de la revelación primera de Dios en Jesús. Hijo, la verdad es única y hoy ella llega nuevamente a los hombres, porque ha llegado el momento de profundizar aún más, no sólo en su comprensión sobre ella, sino en la experiencia y en la vivencia de ella. Porque en estos tiempos el Padre aspira a retirar los velos de sus ojos y de sus corazones para que, conociéndose a sí mismos, ustedes reconozcan a Dios en su interior.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
La vida pasa, efímera y simple en lo que les es palpable, para revelar una eternidad y una Verdad sublime. Toda expresión de vida que no es material no perece y perdura, para demostrarle a los hombres en donde debe estar su corazón.
Las memorias, los aprendizajes, los ejemplos, las enseñanzas, los verdaderos sentimientos de amor, todo eso permanece vivo, dentro y fuera de los hombres y también en el Corazón de Dios y en los Libros Sagrados, como parte de la historia de la humanidad, como parte de la historia de la renovación del Corazón del Padre.
La vida pasa de forma tan ligera para revelar una Verdad y un misterio que trasciende el cuerpo y el entendimiento humano: hay una realidad que excede a toda la sabiduría que la humanidad ya conoció; hay una Vida que trasciende todo lo que hoy ustedes comprenden como vida.
Vean, hijos, como el Eterno toca a sus puertas para que entren en el Tiempo del no tiempo, en el Tiempo Real.
Dejen que este momento no sea para ustedes una pérdida, sino un hilo con la Verdad, porque su Instructor en la Tierra deja el mundo para alzarlos hacia el Universo. Todo lo que él aprendió en vida los elevará hacia una Vida Mayor, y los aprendizajes sublimes que vivirá en el Universo él se los revelará al corazón, como una enseñanza superior.
Por eso, abracen este momento como un paso hacia el Infinito. Dejen que este nuevo ciclo de su Instructor y Maestro, de esta y de muchas vidas más, los eleve hacia nuevos ciclos, como Obra y como seres en evolución.
Aquel que acompañe este momento con gratitud dará un paso hacia el Infinito y colocará no solo su corazón, sino a una parte de la consciencia humana, más cerca de Dios, en Su Eternidad.
La Eternidad, hijos, no es la muerte. La Eternidad es la Vida revelada.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Pacifica tu corazón, porque hoy es un día de gloria y no de dolores, es un día de triunfos y de la multiplicación del Amor de Dios.
Hoy el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo reciben los frutos de una existencia de donación, de entrega, de amor incondicional.
Hoy una parte del Corazón de Dios se renueva y se supera, porque un hijo Suyo le permitió renovarse a través de su constante humildad, renuncia y amor.
Hoy, hijo, contempla en el Universo un cielo más brillante, porque una luz retornó a su origen, desde donde seguirá impulsando el Proyecto humano, porque su entrega es eterna.
Aquel que, habiendo cumplido su misión, ofreció un poco más por amor a sus amigos y compañeros, también por ellos entregó la vida, porque llegó el momento de que ustedes caminen solos, apoyados sobre sus propios pies y sustentando a otros.
Hoy el Universo se regocija, porque aquel que había renunciado a su evolución, para multiplicar el Amor de Dios en la Tierra, retornó portando en los cristales del centro de su pecho el legado de su experiencia en este planeta tan amado. No trajo consigo solo un aprendizaje, sino también un presente celestial para Dios, porque aprendió, en todos los niveles de su consciencia, a amar al Padre por encima de todas las cosas y a obedecerlo más allá de su voluntad propia, renunciando, incluso, a permanecer en el mundo cuando sus discípulos y compañeros estaban prontos para un nuevo paso.
Para ti, hijo, llegó un nuevo ciclo y un nuevo tiempo; un tiempo para hacer madurar las gracias que portas en tu interior, porque un legado único fue entregado para la humanidad a lo largo de mucho tiempo, y tú eres parte viva de ese legado de amor.
Por eso, hoy, eleva tus ojos hacia lo Alto y, en lugar de penas, ofrécele a Dios tu gratitud. Coloca a los Pies del Creador tu oferta y reconfírmate en la adhesión a Su Plan, porque ahora es cuando él comienza.
Después de haberlo recibido todo y de que enseñanzas sublimes hayan sido depositadas en tu interior, ve y torna vida aquello que habita en ti. El mundo así lo necesita.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Coloca tu corazón en el Corazón de Dios para comenzar un nuevo ciclo. Ábrete para que la vida se manifieste para ti de una forma diferente.
En estos tiempos, hijo, en que la Tierra comienza a ingresar en el Tiempo Real del Universo, vivirás y sentirás cosas a veces incomprensibles e inexplicables. Los sentimientos del pasado emergerán en tu consciencia al mismo tiempo que se manifiestan las sensaciones del presente.
De la misma forma, la aspiración por lo que vivirás en el futuro estará presente en tu interior con intensidad y, suspendido en esa transición entre lo que fuiste y lo que serás, la única cosa que podrás hacer será calmar tu corazón en oración y colocarlo en el Corazón de Dios.
No hay cómo no participar de las pruebas del planeta. No hay cómo no vivir las consecuencias de esta transición. Pero, sí, hay una forma de vivir todo eso y no perder la paz: colocando tu corazón en el Corazón de Dios y permaneciendo allí en oración.
Deja que tu ser se purifique y viva lo que necesites vivir internamente para cruzar este umbral. No será tan simple trascender una condición humana retrógrada milenaria, pero siempre acuérdate de colocar tu corazón en el Corazón del Padre, porque en Él tendrás alivio, tendrás respiro, tendrás paz.
Yo te bendigo, hoy y siempre, para que, inmerso en estos ciclos tan acelerados de continua transformación, tu ser se sumerja profundamente en estas aguas y se abra a lo nuevo, pero que siempre encuentre en el Corazón de Dios el espacio en donde poder respirar, para permanecer en paz en las pruebas propias de estos tiempos.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Deja que tu alma y tu corazón sientan el dolor del Corazón de Dios por Sus hijos que se pierden en este mundo.
Deja que tus oraciones sean un bálsamo que repare el Corazón del Padre y que las lágrimas que caen de tus ojos, por la perdición y por la ignorancia de las almas, laven y curen las heridas de tu Creador.
Cada alma perdida es una llaga en el Corazón de Dios. Cada hijo Suyo que niega o que rechaza la posibilidad de aprender sobre el amor y superarse en el amor, es una herida que se abre en el Corazón del Padre, porque una parte de ese Santo Corazón es arrancado y colocado, por libre y espontánea voluntad, en los abismos oscuros de este mundo.
Ora, clama y deja que tu clamor sea como un aliento para Dios, porque tu oración se transforma en una luz que ilumina la mirada de los que están en la oscuridad para que puedan comprender sus errores y arrepentirse de ellos.
Ora por las almas que se arrepienten para que ellas reciban una oportunidad de salvación, y ora por los que están ciegos y que permanecen en el engaño, sin querer ver la luz.
Haz de tu oración un manantial de Misericordia y de reparación, porque cuando oras tú te unes al Padre y Él vierte Su Misericordia sobre el mundo.
Cuando la Misericordia toca a las almas perdidas, ellas retornan al Corazón de Dios y aquella parte que le faltaba comienza a repararse.
Por eso, ora hijo, ora, clama, ten sed y ansia de curar el Corazón de Dios, abriendo el camino para que las almas retornen a Él.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Cuando los Cielos se abren delante de tus ojos, primero da gracias a Dios y eleva hacia el Padre tu reverencia más profunda; después, hijo, deja que ese Cielo no solo esté delante de ti, sino que ingrese en tu interior y tú en él, recobrando, aunque sea por un instante, tu unidad con Dios.
Cuando los Cielos se abren delante de tus ojos, después de agradecer, piensa en toda la humanidad, en todos los Reinos de la Naturaleza, en cada pequeño y recóndito espacio de este planeta, y coloca toda la vida que habita sobre la Tierra en el Corazón de Dios. Clama al Padre por cada corazón y siente que Él responde a tus súplicas, derramando Amor y Misericordia sobre el mundo.
Cuando los Cielos se abren delante de tus ojos, agradece, clama por el mundo y entonces clama por ti, para que, como parte del Todo que es la vida, tú también tengas valor y perseverancia, lo suficiente como para cumplir la Voluntad de Dios y permanecer en ella.
Reconócete como una pieza única en el cumplimiento del Plan del Creador, en la renovación de Su Amor y de Su Gracia, y en esta certeza comprende también la importancia de cada ser, de cada corazón, y ruega por la unidad entre los seres. Ruega no solo para que el prójimo aprenda a amarte y a aceptarte como eres, ruega, sobre todo, para que todos sepan amarse mutuamente, respetarse y comprender la importancia de cada ser en este Plan. Hasta el más pecador y perdido de los seres es importante para Dios, porque su conversión es una gran victoria.
Pero tú, que también eres imperfecto y que estás en este camino de aprendizaje, dígnate a orar por el prójimo y a abrir camino para que este Cielo, que se abre delante de tus ojos, vierta sus Gracias sobre los que más necesitan, sobre todos los hijos de Dios, para que nadie permanezca en el mundo sin haber recibido al menos una oportunidad de retornar al Corazón del Padre.
Así, hijo, colocando todos los días la Vida en el Corazón de Dios, estarás cumpliendo una parte de la Voluntad del Padre para ti, porque tus oraciones serán verdaderas.
Ora y cuando el Cielo se abra delante de tus ojos, clama al Padre para que Su Unidad viva de nuevo dentro de los seres.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Ora y deja que tu corazón se eleve a Dios.
La oración, así como el silencio y el servicio verdadero, realizados con amor, es el lenguaje con el cual los corazones de los hombres se comunican con Dios.
Ora y habla con amor en el idioma de Aquel que te creó y, a medida que aprendes Su idioma del corazón, profundiza en esa divina presencia dentro de ti.
Silencia de verdad tu mente, tu alma y tu corazón, dejando que el verdadero silencio se manifieste en ti y te conduzca hacia el primer impulso del Amor de Dios, cuando, desde el silencio, Él emitió el sonido y manifestó la Vida, dándole al amor una forma y una vibración que más tarde se expresaría en la creación de las esencias.
Sirve con amor, sintiendo en tu corazón la necesidad del prójimo, sin importar si es alguien que vive contigo y que está a tu lado todos los días, o si es aquel que para encontrarlo atraviesas los mares y cruzas los límites entre los continentes. En ese acto de servicio verdadero encuentra el idioma de Dios, que constantemente le sirve a todo tipo de vida, estando presente en todas las cosas, impulsando la evolución de todas las criaturas.
Habla tú también la lengua de Dios, siempre aspirando a que todos tus hermanos aprendan sobre el amor y desarrollen ese amor en sí mismos. Sabe, hijo, que la mejor forma de que alguien aprenda algo es teniendo delante de sí un ejemplo. Por eso, ve hoy y habla el idioma que proviene del Cielo: ora, haz silencio en lo profundo de tu corazón y sirve verdaderamente, haciendo de tu vida un acto de servicio.
Tienes Mi bendición para eso.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Une tu corazón al Corazón de Dios, contemplando cada uno de los Aspectos de Su manifestación en la vida.
Comienza encontrando, hasta en la menor de las partículas que componen tu cuerpo, a un Dios escondido, inmenso e infinito, oculto en la aparente pequeñez humana.
Recorre tu propio cuerpo, reconociendo tus células, tus órganos, todo lo que te compone, como espejos vivos de una Creación infinita. Si Dios no habitara en todo lo que eres jamás podrías expresar la perfección, así como la expresas, incluso en tus partículas más pequeñas.
Reconoce, entonces, la presencia de Dios fuera de ti, en el aire invisible que toca tu rostro, en el soplo que entra, imperceptible, dentro de ti y que te da vida, concediéndole a la materia la posibilidad de expresar y de vivir su perfección.
Contempla, así, a Dios en los elementos. Reconoce la presencia de Dios en el agua, sin la cual la vida es imposible. El agua y el aire se unen en un único elemento, transformados por su expresión y por su función en la vida, pero uno no existe sin el otro.
Así son los Aspectos de Dios. Dios es Uno solo que se expresa de diferentes formas para darle a la vida la posibilidad de existir y, más aún, de expresar la perfección.
Contempla en tu interior la presencia de Dios, en el sonido de los pájaros y en el aroma de las flores, en la belleza de los bosques, en el amor y en la fraternidad entre los hombres. Este es Dios, alimentando a las almas con cosas tan vitales como el aire y el agua son para el cuerpo.
El canto de los pájaros nutre el espíritu, el aroma de las flores fortalece el corazón, la belleza que ingresa por los ojos llega al alma y le da alegría, le da vida.
Ve expandiendo tu consciencia y comprendiendo la presencia de Dios.
Dios no es algo invisible e inmaterial que está en las Alturas celestiales. Dios es Aquel que Es y sin el cual nada podría existir. Hijo, constantemente estás en la presencia de tu Creador, porque Él es la propia Vida.
En gratitud y en reverencia, vive conforme al Dios que habita en ti y deja que la perfección se exprese, no solo en tus células, sino en todo tu ser. Así como las células se dejan habitar y nutrir por Dios, deja que tu consciencia también experimente ser una expresión de Dios en este mundo. Así, todo se cumplirá.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Si no puedes adentrarte en los desiertos de la Tierra como lo hacían los Padres de otrora para curar sus pecados y convertir su profunda condición humana, adentra, hijo, en el desierto de tu corazón.
En estos tiempos finales, las cosas del mundo son como imanes que atraen constantemente tu consciencia hacia el más profundo abismo de la oscuridad y de la perdición. Pero tú, como hijo de Dios, consciente de Su Presencia en tu interior, puedes optar por no seguir las tendencias de la Tierra y adentrarte en el desierto de tu corazón para que, solo y en soledad, encuentres a Dios.
Dialoga con el Padre todos los días y siente Su proximidad divina cerca de tu corazón. No dejes que te consuman las cosas del mundo y que te hagan olvidar o colocar en segundo plano aquello que es el verdadero sentido de tu existencia.
No te olvides de contemplar el Universo en tu corazón, así como el Infinito, y de reconocer, una y otra vez, tu pequeñez. El corazón que se reconoce pequeño y es agradecido con Dios, con su simplicidad abre las puertas al Cielo, a las dimensiones divinas, a la realidad superior en donde la verdad se revela.
Deja que tus oraciones se tornen cada vez más profundas y sinceras. Cruza el umbral entre ser un hijo y un compañero de Dios, parte Suya viva, renovándose en Su Creación para retornar al Todo con un Amor mayor.
Que el Propósito Divino siempre esté visible para los ojos de tu corazón, para que jamás pierdas las oportunidades de amar, de perdonar, de comprender al prójimo y de encontrar a Dios.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más