APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Que tu corazón, hijo, nunca se olvide de orar por las almas, por las almas en los abismos del mundo, en los purgatorios y en los infiernos a los que se autocondenaron.

Que tu corazón jamás sea indiferente al sufrimiento de las almas y que ese sufrimiento siempre te muestre que existe un sentido para la vida, que es equilibrar con actos de amor toda la ignorancia, toda la indiferencia que condujo a las almas al sufrimiento y a la perdición. Que tu vida sea un acto de reparación para que otras almas tengan la oportunidad de encontrar la Luz.

Que tu corazón encuentre sentido en vivir reparando a cada instante el sufrimiento de las almas, porque en los abismos del mundo, hijo, existen almas que se sienten olvidadas, desamparadas en su constante sufrimiento, en su dolor impensable, dolor que jamás podrían imaginar, que no es solo el dolor del cuerpo, sino también el dolor del olvido, el dolor del sufrimiento espiritual, el dolor de un arrepentimiento que parece no encontrar esperanza, el dolor de saberse ignorantes, de ser conocedoras de sus miserias más profundas y de no tener el poder para reparar por sí mismas esas miserias.

Las almas que están en los abismos de este mundo necesitan de intercesión, de corazones que dejen de lado sus propios defectos, sus propias necesidades, todo lo que les pesa y les causa un sufrimiento tan pequeño comparado con el sufrimiento de las almas en los abismos, para que de esa forma, dedicándoles una sincera oración, la Misericordia de Cristo, siempre disponible, pueda ingresar en esos abismos y rescatar a esas almas.

Tengan a esta como a una de las más importantes instrucciones que Yo les traje, porque estas ya son las últimas Palabras de los Mensajeros de Dios. Ya les fue dicho todo.  Ya les enseñé todo para que pudieran aprender a ser intercesores Conmigo.

No puedo recorrer ese camino por ustedes, eso le cabrá a cada uno de sus propios pies; pero quiero dejarles la enseñanza de que oren e intercedan por las almas, de que jamás se sumerjan en el propio sufrimiento, creyendo que nadie en este mundo sufre más que ustedes. Siempre que sus corazones sientan dolor, tristeza, angustia; arrodíllense, hijos, colocando de lado lo que sienten y oren por las almas. Un gran mérito tendrán ante los Cielos si así lo hicieran y un gran aprendizaje de amor expandirá sus consciencias y les traerá un nuevo sentido a la vida, el de lo que significa ser un ser humano.

A pesar de los abismos que existen en el planeta, a pesar de todo lo que acontece en la superficie de la Tierra, mientras aún estén vivos siempre tendrán la oportunidad de redimirse y de recapacitar; siempre tendrán la oportunidad de reconciliarse con Dios, de recibir y de conceder el perdón; siempre tendrán la oportunidad de abrir los Cielos y clamar por Misericordia, haciendo que esa Misericordia descienda a la Tierra. 

Pero, a partir del momento en el que ya no estén vivos, como las almas de los abismos de este mundo, necesitarán de la intercesión de otros para que puedan reencontrar la paz. Por eso, recuerden, hijos, que por mayor que pueda ser el sufrimiento en esta Tierra, él nunca será mayor que el sufrimiento de las almas en los abismos y ustedes siempre podrán dejar de lado ese sufrimiento para interceder por los que sufren más que ustedes, cuyas bocas no pueden pronunciar ni siquiera una oración, sino solamente aguardar que alguien ore por ellos.

Les traigo esta como una de Mis instrucciones más importantes; porque, a medida que la definición del planeta se aproxima, verán muchas situaciones increíbles en el planeta y dentro de ustedes mismos, pero no deben permitir que esas situaciones les hagan olvidar de que existen almas que necesitan de sus oraciones. 

El servicio por las almas eleva sus consciencias, redime sus errores más profundos, sus miserias más arraigadas. Cuando, de rodillas y en soledad, oren por las almas y no solo por sí mismos; entonces, hijos, cruzarán una puerta segura hacia el Corazón de Dios, porque el Creador se encuentra en el servicio, en la humildad y en la elevación de la consciencia; el Creador se encuentra en los actos de misericordia, en las expresiones sinceras de amor y en la capacidad de unirse a Él en un clamor sincero.

Ha llegado el tiempo de vivir una espiritualidad verdadera. Muchos creen que ser espiritual es imitar a los personajes de las historias de los santos, pero Yo no les hablo sobre eso. Les hablo sobre una decisión sincera de trascender sus propias limitaciones, sus propias miserias, sus propias resistencias, para unirse a Dios en lo que Él pensó para cada uno de ustedes. Yo les hablo de dejar de lado a los personajes del mundo, a todo lo que la humanidad actual les hace sentir que deben ser y vivir para que encuentren, en la unión con Dios, Su Propósito Divino. 

Ya no es tiempo de mirar hacia los lados, ya no es tiempo de señalar los errores ajenos, ya no es tiempo de contabilizar las miserias del prójimo, ni siquiera las propias. Ahora es tiempo, hijos, solo de transformarse. Es tiempo solo de caminar con los ojos fijos en el Propósito Divino, en la idea de Amor que Él emanó al crear la humanidad y, a través del ejemplo, transformar los errores y redimir las miserias y, a través de la oración, interceder por las almas.

¿Cuántos de ustedes se despiertan todos los días buscando el sentido de la propia vida, abren los ojos pidiéndole a Dios que les enseñe a amar más, que los ayude a dar ejemplos de amor, a transformar en sí mismos lo que ven en la humanidad y que debe ser transformado?

¿Cuántos de ustedes están buscando la renovación de adentro hacia afuera?

La intención correcta siempre los llevará al lugar correcto. Por eso, a pesar de sus imperfecciones, a pesar de todas las dificultades que puedan enfrentar en cada día, siempre eleven al Universo la intención correcta de ser lo que Dios pensó para ustedes. Yo ya les dije que ese es el mayor servicio que pueden prestar no solo para sí mismos, sino también para toda la Creación, mucho más allá de la Tierra.

Independientemente de que las Palabras de los Mensajeros Divinos sigan resonando en el mundo, Nuestros Corazones siempre estarán con ustedes como también con todos los seres. Ha llegado el tiempo de profundizar, de no solo de escuchar afuera, sino sobre todo adentro. Y para que ese contacto interno se realice, para que la elevación de cada uno de ustedes sea una realidad, Nuestros Corazones necesitan recogerse, pero todo ya les fue dicho. Ahora es necesario realizar el esfuerzo de estudiar y de vivir cada una de las Palabras que les transmitimos en los últimos quince años.

Para que los apóstoles también pudieran vivir la vida crística, Cristo necesitó ascender, pero Él jamás abandonó a la humanidad. Siempre se hizo sentir cuando era necesario, siempre le sopló a los corazones las respuestas a las cuestiones más profundas y, encima de todo, les entregó el Espíritu Consolador, el Espíritu Santo, para que no solo habitara entre la humanidad, sino también dentro de los corazones humanos.

Por eso, cuando escuchen hablar sobre el recogimiento, escuchen hablar también sobre la experiencia de lo que aprendieron y sepan, hijos, que siempre tendrán todo el auxilio que necesitan para dar cada uno de los pasos que deben dar.

Por eso, no teman, solo caminen y vivan lo que debe ser vivido.

Tienen Mi bendición para esto.

Que vengan hasta aquí los que aspiran a consagrarse como Hijos y Amigos de San José.

Contemplo, en omnipresencia, a cada corazón que aspira a vivir la consagración. 

 

Hermana Lucía de Jesús:

Que traigan hasta aquí agua bendita e incienso para bendecir. 

 

Cierren los ojos y abran sus corazones. 

Escucha, hijo, esta es la voz de un padre y amigo que te acompañó en todo tu trayecto hasta llegar aquí, un padre que conoce la condición humana en su profundidad; por eso, conoce tus miserias más profundas, tus dolores más ocultos, tus sacrificios más sinceros, tus esfuerzos verdaderos y todo lo que hiciste para llegar hasta aquí, siendo un ser humano mejor.

Así como Yo acojo tu corazón en Mi Corazón, recibe también Mi Amor Paternal que, como un lirio, deposito en tu interior para que ya no te culpes por el pasado, para que ya no sufras por lo que no comprendes, para que te alegres con cada pequeña victoria, para que reconozcas el Propósito de Dios para tu vida. 

Como tu padre y amigo, así como lo hice con Jesús, huiré contigo hacia el desierto interior cuando amenacen tu vida y tu pequeño corazón. 

Así como lo hice con Jesús, tomaré tus manos y te enseñaré a caminar, te enseñaré a servir y también aprenderé contigo, porque el Amor de Dios se renueva en tu corazón, así como se renovó en el Mío y en el Corazón de Cristo, así como se renovó en el Inmaculado Corazón de María.

Así como no estuve solo en otros tiempos, no estoy solo ahora. La Sagrada Familia siempre camina, en espíritu, al lado de todas las almas que le dicen sí. Por eso, contempla, hijo, que siempre estaremos a tu lado, enseñándote cada día por dónde debes seguir. 

Que tu corazón no se canse de orar y también de silenciarse cuando fuera el momento, para que escuches en lo más profundo de tu ser Nuestras respuestas.

Que esta consagración te fortalezca, te renueve y te purifique para que, como Hijo y Amigo de Mi Casto Corazón, des testimonio de la transformación, del servicio y del amor. Y hoy te pido que no te olvides de orar por las almas, por las almas de los abismos.

Con este incienso, que bendigo con Mis propias Manos, purifico tu espíritu, tu consciencia, tu corazón.

Con esta agua, que bendigo con Mis propias Manos, por la potestad que Mi Hijo Me concede de ser padre e intercesor de las almas, le traigo la renovación a tu pequeña vida.

Que tus pasos sean protegidos. Que, a pesar de todo lo que acontezca en el mundo, tu corazón siempre sepa el camino para reencontrar la paz. 

Así, los bendigo y los consagro como Mis Hijos y Amigos, Hijos y Amigos de San José.

Después de que reciban el Sacramento de la Eucaristía, reciban también la Unción con el óleo que consagraré ahora para renovar su camino y sus vidas.

 

Hermana Lucía de Jesús:

Pueden traer óleo para bendecir.

 

Al recibir esta Unción, sientan el toque del Espíritu de Dios, de Su profundo Amor por las almas, para que se reconcilien con Él en nombre de toda la humanidad.

Así, los bendigo y los consagro en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Que se preparen para la consagración de la Eucaristía con el Himno de los Hijos y Amigos de San José.

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN LA CIUDAD DE SAN PABLO, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Que la paz esté en este lugar, en esta ciudad y en el mundo entero.

Que la paz se expanda a través de sus corazones, iluminando cada espacio oscuro de este mundo, porque eso es posible cuando son verdaderos de corazón.

Que la paz ilumine sus mentes, les traiga armonía, equilibrio y discernimiento en estos tiempos de tribulación.

Que la paz les retire sus dudas, convierta sus errores y los conduzca por el camino de Cristo.

Hoy, con Mi Santa Esposa y Reina, les traigo la paz, paz que falta mucho en el mundo y en los corazones que en él viven. 

Vengo una vez más a despertarlos a la realidad superior, a preparar sus consciencias para los tiempos que vendrán, para que puedan crecer, madurar sus espíritus, vivir la redención y manifestar la perfección de Dios en sus vidas. 

Hijos, muchos aún están confundidos con las cosas del mundo, porque aún es necesario que vivan en él, pero no para adherirse a sus tendencias, sino para transformarlo. 

Desde el comienzo de este proyecto humano, el Creador permitió que aquí existiesen los dos opuestos de la dualidad del universo, una gran oscuridad, un gran mal, sin embargo también un gran amor, una infinita luz que viene al mundo no solamente a través de Cristo, sino también a través de cada corazón que despierta para expresar esa luz que habita en lo profundo de su esencia y que, si aún está oscurecida, es por las cosas del mundo y no por la Voluntad de Dios.

Aún no conocen, hijos, la perfección que habita dentro de ustedes y de sus hermanos.

Muchos Me preguntan, en sus corazones, como conciliar la vida del espíritu con la vida en sus familias, en sus trabajos, en su día a día.

Quiero que cada uno de ustedes sea ejemplo para el prójimo, un ejemplo de persistencia, de perseverancia, de amor a los Planes de Dios.

Amar al otro no es ser consecuente con sus errores. Amar al prójimo, además de aceptarlo como es, es también cuando ven un error, poder dar un ejemplo de algo que lo equilibre, haciendo lo contrario, porque de esa forma lo convertirán no con el juicio ni con la crítica de sus mentes, sino con el ejemplo de sus corazones. 

En estos tiempos, hijos, las mentes están muy confusas y, si bien reconocen que no están en el camino correcto, no saben hacia dónde ir. Mucho más fuerte dentro de sus seres es la oscuridad que permea al mundo que del amor que intenta aparecer. Por eso, les pido en este día que den ejemplos verdaderos a sus familias, en el día a día, en cada instante de sus vidas. Si quieren transformar al prójimo, transfórmense a sí mismos, porque esa es la única forma de que este mundo se transforme de una forma verdadera. 

Podrán comprender los misterios celestiales y vivenciarlos cuando dentro de ustedes exista la determinación de seguir el Plan de Dios. Eso no significa herir al otro, porque no juzgarán ni criticarán a nadie, solo darán ejemplos puros de su unión con Dios, y la unión con el Creador, por sí misma, transformará todas las cosas. 

Como siempre, quisiera hablarles de cosas divinas, universales; quisiera contarles el verdadero motivo por el cual sus espíritus vinieron al mundo, revelarles que esta no es la primera vez ni la última que están sobre la Tierra.

Quisiera mostrarles, al corazón, cuántos aprendizajes, cuántos triunfos y cuántos errores cometieron a lo largo de su existencia para que así pudieran aprender que no son perfectos, pero que no todo está perdido, porque una experiencia de amor verdadero existe dentro de sus seres, si no fuera así, jamás estarían aquí.

Aquellos que hoy escuchan Nuestras Palabras en los cuatro puntos del mundo, a lo largo de la historia de la humanidad ya escucharon el eco de la Voz de Dios muchas veces; sea a través de los profetas, de los patriarcas, de los santos, de Mi Hijo Jesús; sea del propio Creador que les sopló en el corazón la esencia de una verdad para que, solo con ese soplo, se comprometieran con Él durante toda la historia, y en este fin de ciclo en el que la humanidad debe manifestar definitivamente Su Voluntad, ustedes pudieran recordar y finalmente cumplir con el Propósito Divino.

Les digo estas cosas porque mientras hablo les muestro al corazón estas verdades, atraigo sus almas y sus espíritus para que reconozcan, hijos, que no son solo esa materia, esa mente que Me escucha, ese corazón que Me siente. 

Existe algo entre ustedes y Yo que es único, que nos une, que nos hace semejantes a Dios.

Sus esencias partieron de un Origen Divino, pero nunca perdieron el vínculo con el Origen, nunca perdieron el vínculo con el Creador. Una parte de sus consciencias permanece en la Fuente como una promesa de su retorno al Corazón de Dios.

Por eso, hoy les hago sentir a aquellos que se abren de corazón esa esencia. Reconstruyo el hilo que los une a Dios y le prometo al Señor que cuidaré de ustedes siempre, para que ese hilo no se rompa otra vez, pero sí que la luz de la esencia divina pueda fluir cada vez más en sus corazones. 

Hoy vengo al mundo no solo para conversar con ustedes, sino para darles un impulso espiritual que repercutirá en toda la consciencia humana. Quiero que salgan de aquí colmados por el Espíritu de Dios, para que pierdan el miedo de anunciar el Retorno de Su Hijo y, más que eso, preparar en su interior la morada de Cristo, porque su Esencia Crística ya está ante sus corazones. Abran los brazos, abran el corazón y dejen que ese Cristo se exprese y disuelva de sus seres todos los vínculos con el mal. 

Hoy les muestro el Reino de Dios, ese que pocos conocen porque muchos buscan comprender con la mente humana algo que es divino. El orgullo y la vanidad de la humanidad no les permite golpear a las puertas del Cielo, porque aún prefieren sentirse autosuficientes a pedir el auxilio de Dios. 

Hijos, pierdan el miedo de sentir la alegría y la plenitud de encontrar al Creador. Pierdan el miedo de decir sí a una nueva forma de unirse a Dios que no se encuentra en ninguna religión, en ninguna creencia; que se encuentra en lo profundo de sus seres. Es una unión que siempre existió, pero que la humanidad nunca quiso ver. 

Las religiones son una puerta para que puedan encontrar al Padre, pero llegó el momento de cruzar las limitaciones de toda la enseñanza que recibieron hasta hoy, para aprender del acto de religarse que existe dentro de ustedes y que ninguna institución podrá enseñarles. Las religiones existen para congregar a las almas, formar los rebaños, despertarlos y conducirlos hacia un camino único, que es el Amor del Creador. Si viven un amor verdadero, aman al prójimo como a sí mismos y a Dios por sobre todas las cosas, no importa por dónde sigan, porque encontrarán al Creador, y Él mismo les mostrará Su Verdad, disolverá las ilusiones, romperá las barreras y transformará la comprensión humana acerca de Su Verdad, de Su Reino, de Su Origen. 

Hoy vengo con Mi Santa Esposa María para que reciban una Gracia especial, una expiación divina, porque no Nos cansamos de entregarle Gracias al mundo; al contrario, Nuestros brazos están siempre llenos, pero el corazón humano también está lleno de sí mismo. 

Vacíense de todo concepto, de toda idea de Dios, vacíense de toda comprensión, tórnense nada, porque así todo les será comprensible. 

Los mayores misterios del Creador se guardan en las cosas más simples, por eso vinimos al mundo, porque la humanidad buscaba grandes enseñanzas, grandes rebuscamientos que la engrandecían a sí misma y no la unía a Dios. 

Por eso venimos como los Sagrados Corazones, porque esa fue la expresión de la simplicidad en la Tierra y, es de esa forma, con ese ejemplo, que llegarán a conocer los misterios divinos y serán capaces de vivirlos. En la simplicidad, todas las instrucciones se tornarán vida, y no precisarán leer tantos libros, porque el mayor libro se escribe en la historia y en la experiencia de la humanidad. Ese es el libro de aquellos que visten vestiduras blancas. Ese es el libro más sagrado que escriben y reescriben todos los días. Si quieren leer una gran historia, escríbanla y la leerán en el universo.

Traigan aquí la comunión, el símbolo de que el misterio más grandioso se encuentra en las pequeñas cosas. ¿Serían capaces de creer que en este pequeño pedazo de pan y en este fruto de la uva están escondidos la Presencia de Dios, el sacrificio de Su Hijo, cada uno de Sus pasos con la Cruz; Su Sangre y Su Agua derramadas hasta su última gota por la salvación de la humanidad? 

¿Creerán, hijos, que comiendo este pan y bebiendo este vino se unirán a este sacrificio de Amor y serán invitados a renovarlo en cada pequeño sacrificio de sus vidas? Pues esta es la mayor verdad que hoy les traigo. Y como símbolo de esa verdad, les muestro esa grandeza en la conversión que cada día viven aquellos que comulgan del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

Por la potestad que Dios Me dio, hoy Me visto como Sacerdote Celestial, porque antes de que Mi Hijo la viviese en la Cruz, Yo ya contemplaba Su entrega y comulgaba día a día de Su sacrificio permanente. Aprendí con Él a convertir la materia y a colocar en estos elementos Su Presencia Divina.

Oren Conmigo un Padre Nuestro en arameo, como en otros tiempos oraban con Mi Hijo y así, nuevamente, retomen sus compromisos con Dios, desvincúlense de todo el mal, libérense de todo dolor y encuentren la paz en la unión con Cristo. 

Padre Nuestro en arameo.

Comulguen de estos elementos como comulgaron en otros tiempos. Pierdan el miedo, como lo perdieron en otros tiempos, entreguen sus vidas, como las entregaron en otros tiempos. En este mundo ya no hay tantos desiertos, pero sus voces deben hacer eco ahora entre las ciudades, en el corazón de los hombres y mujeres de este mundo, para que todos conozcan la grandeza de Dios y todos se preparen para el Retorno del Su Hijo. Que todos sepan que Su Espíritu ya está sobre la Tierra y que llegó la hora de despertar. 

Con eso les agradezco, y con Nuestras manos sobre ustedes, les dejamos Nuestras bendiciones. Recíbanlas y guárdenlas en lo profundo de sus seres, para que sean un alimento divino que los impulse siempre a caminar, a transformarse, a convertirse en una imagen viva de la semejanza con Dios. 

Por la bendición y la redención que les conceden los Sagrados Corazones, Yo los libero, los limpio, lavo sus almas y dejo sobre ustedes la señal de la Santa Cruz. 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Sigan en paz y renovados.

Les agradezco.

 

En ese momento, Fray Elías del Sagrado Corazón compartió el Mensaje diario transmitido por la Virgen María ese mismo día, 19 de octubre de 2016.

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Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más

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