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Hoy, vuelve a mirar Mi Corazón traspasado y herido por los sufrimientos de todas las almas del mundo.
Este es el Corazón paciente y bondadoso de Dios a través de Su Hijo, que en perpetua entrega se ofrece incansablemente por la reparación de los graves pecados del mundo.
Mi Corazón es un bálsamo de esperanza y de sostén para las almas, es el espacio sagrado en donde los hijos de Mi Padre se pueden ver y sentir reflejados, porque Mi Corazón es el receptáculo que amorosamente acoge los ofrecimientos honestos de los que Me dicen sí.
Este es el Corazón que se ofreció por todo el género humano a través de la Eucaristía, que fue instituida y celebrada con Mis apóstoles durante la Última Cena.
Este es el Corazón que por su redención soportó las más terribles ofensas y sufrió los más dolorosos e indescriptibles martirios, para que la humanidad de hoy pudiera estar aquí y el planeta no desapareciera.
¿Pero, quién es capaz de meditar sobre esto a través de la sagrada enseñanza de la Vía Dolorosa de su Maestro y Señor? Porque en cada estación dolorosa encontrarán la enseñanza e instrucción que necesitan en cada etapa de la vida.
Fueron muchas las enseñanzas que Yo les dejé a Mis compañeros. Así como, en este tiempo, Yo les dejo estas enseñanzas principalmente a los que se decidieron a seguirme en fidelidad y consagración, más allá de las circunstancias de la vida.
Porque lo más importante para el Padre es que Sus amados hijos de la Tierra aprendan a crecer en el amor y a retirar de sí mismos toda arrogancia y soberbia, para que la luz de sus corazones no quede opacada por la discordia y los conflictos que tanto vive el mundo y que ya no los soporta.
Imiten a Mi Corazón paciente. Reciban de Mi Espíritu la llama incandescente que los retirará de la noche oscura del alma para que, pudiendo ver Mi Luz en lo más profundo del abismo de la consciencia, ustedes sepan y aprendan a reconocer Mi Santa Faz en el momento del Retorno de Cristo.
Que, en esta hora de apremios e incertidumbres para la mayoría, Mi Corazón sea el esperado refugio del espíritu y del alma que acoge Mis Palabras en el nombre de Adonai.
Que sus pies sigan recorriendo la senda hacia el despojamiento total de ustedes mismos y hacia el desprendimiento del pasado. Así, su mirada podrá estar fija en el horizonte para reconocer las señales del Cielo que anuncian el esperado tiempo del Retorno de Cristo.
Que sus oídos internos, los oídos del corazón, estén siempre abiertos a Mí y al semejante, porque podría estar dándoles una simple instrucción.
Reciban Mi Palabra, que es la Palabra del Padre Celestial, porque el Verbo se hizo carne y una vez habitó entre ustedes para que, por Gracia, conocieran la existencia del Reino de los Cielos.
Les agradezco por guardar y por vivir cada una de Mis Palabras.
Le agradezco a España por su cálida acogida y rezo por los que padecieron la catástrofe total en este país, bendecido por una de las más resignadas y emblemáticas santas de todos los tiempos, Santa Teresa de Jesús.
Bendice a España,
Vuestro Maestro,
Cristo Jesús
Primer Mensaje
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Me alegra el sagrado reencuentro con Mi familia espiritual de Aurora.
A pesar de las situaciones críticas del planeta, a pesar de los tiempos de tribulación; hoy, Mi Presencia está aquí para bendecirlos, una vez más, a través de Mi Luz y de Mi Paz.
¡Cuántas tempestades internas atravesaron en estos últimos tres años! Y, ¡cuántas tribulaciones enfrenta hoy la humanidad!
Y hoy, en el nombre de Mi Amor están aquí, así como son, así como Yo los puedo contemplar y conocer, más allá de toda imperfección, más allá de todo gran desierto espiritual o interno.
Hoy, están aquí en el nombre de Mi Amor, y así Yo los congrego en torno a Mi Divino Espíritu, al Divino Espíritu Consolador de Dios, que en este tiempo final intenta inundar a las almas con Su Amor; pero las almas no escuchan el Llamado de Dios, las almas escuchan el sonido de las guerras y de las bombas, de las catástrofes de la naturaleza.
Este es el tiempo que estaba previsto que la humanidad viviera, un tiempo muy desconocido para todos, pero un tiempo lleno de oportunidades y de Gracias para los corazones que se abran a la transformación interior para alcanzar la redención.
Hoy, estoy sobre un suelo sagrado, el suelo que ha sido testigo del descenso de la Madre de Dios, que trajo Su Mensaje de Cura al mundo entero. Y hoy, Yo también Soy testigo de esto, de todo el Legado que les ha impartido la Jerarquía a través de los tiempos, un Legado al que le ha llegado el tiempo de vivir su síntesis.
Por eso ustedes, compañeros, también son llamados a vivir esa síntesis espiritual, en la que deben meditar, por un momento, sobre todo lo que ha hecho la Jerarquía en estos últimos años, preparándolos para este tiempo de tribulación y para ayudar a atravesar la tribulación a muchos de sus hermanos.
Si les trajera otra promesa no sería real, Yo les traigo la verdad de estos tiempos que a muchos de Mis compañeros les cuesta atravesar. Pero no se olviden de que Yo les otorgué el don de la fe para que puedan seguir siendo Mis testigos del Amor, de esa Verdad Crística que puede emerger de cada corazón y de cada espíritu. Esto los ayudará a vivir este ciclo de definición, porque cada ciclo les traerá una nueva definición y un nuevo paso.
Y ahora, después de todo lo aprendido y de todo lo vivido a través de Nuestros Sagrados Corazones, ha llegado el tiempo, compañeros, de que finalmente cada uno viva la misión que vino a cumplir a la Tierra; que ya no solo sea una promesa, sino una realidad, la realidad de vivir la Voluntad de Dios, así como está escrita para cada esencia del planeta.
A pesar de estos tiempos dolorosos que atraviesa la humanidad, este es el momento de que se aferren a Mí, que puedan ser instrumentos de Mi Misericordia para que Mi Divina e Insondable Misericordia, tan necesaria en todas partes del mundo, pueda brotar como una inagotable Fuente para todos los corazones sedientos y necesitados, para todas las naciones del mundo que atraviesan su propia tribulación, para los pueblos, culturas y religiones que también atraviesan su tribulación.
Este es Mi Mensaje de madurez que Yo le entrego al mundo. Ya les dije, una vez y no hace tanto tiempo, que están en el mismo momento en el cual estuvieron los santos apóstoles, tiempo después de Mi Ascensión a los Cielos. Este es el momento que cada uno de ustedes estará enfrentando, de hacer lo que Yo necesito que hagan, de vivir lo que Yo necesito que vivan, de manifestar lo que Yo necesito que manifiesten y concreten en este plano material.
Porque Mis Palabras, que son las Palabras de Dios, no pueden quedar guardadas en la memoria. Mis Palabras deben ser vida en ustedes, para que sus vidas sean en Mí y Yo sea en ustedes, aun a pesar del tiempo de la gran purificación planetaria, en el que, por sus propios ojos, ustedes ven la realidad de la humanidad, realidades muy dolorosas y traumáticas, en las que cientos de almas corren peligro espiritual y material.
Por eso, ahora más que nunca, sus corazones deben unirse a la Red Suplicante. Sus vidas deben ser propiamente una oración, en sus actos, en sus pensamientos y en sus sentimientos, y en lo más profundo de la esencia de cada ser.
Esto equilibrará la balanza de la Justicia del planeta ante tantos desequilibrios, maldades y ultrajes en el mundo, en el que aún la sangre de los más inocentes y puros sigue siendo derramada y esto tiene un gran peso ante la Ley.
Por eso, Yo les digo, una vez más, que su vida debe ser una oración, una conquista incansable en el día a día, intentándolo en cada momento y en cada paso. Así, la Ley de Mi Gracia estará más presente en el mundo y Mi Insondable e Infinita Misericordia actuará e intercederá ante los graves errores del mundo y de la humanidad.
Unirse a la Red Suplicante es la premisa de los apóstoles de los últimos tiempos.
Unirse a la Red de Adoración de Mi Cuerpo Eucarístico es la prioridad de los apóstoles de los últimos tiempos.
Porque las malas energías que circulan en el planeta y que hacen sucumbir a naciones y pueblos enteros, que desestabilizan a los elementos de la naturaleza, todas esas interferencias deben ser expulsadas para que el equilibrio reine en la humanidad y, sobre todo, en la consciencia del planeta.
Yo vengo a hablarles de todo esto por última vez, porque las enseñanzas ya fueron transmitidas y compartidas, y ahora es el tiempo de que Mis apóstoles sean mediadores entre la humanidad y Dios, así como Mi Corazón Misericordioso es mediador entre sus almas y Dios. Mientras esto no suceda, las almas inocentes seguirán sufriendo, las guerras seguirán aconteciendo y el desequilibrio será más grande.
Pero, aunque en el final de los tiempos vean cosas que nunca imaginaron y que nunca pensaron, no se amedrenten, no se perturben, porque ya está escrita la hora del Retorno del Rey. Esto se cumplirá y Yo ya les dije que no está muy lejos.
Y, a través de estos últimos encuentros Conmigo, Yo los preparo para que, en el gran momento del planeta, en la hora más definitiva y culminante de la humanidad, ustedes recuerden todo lo que Yo les dije a través de los tiempos y de los años.
Por Amor, quiero decirles que Mi Divinidad, Mi Alma y Mi Espíritu siempre los bendecirán, pero no forzarán su propia transformación, la necesidad del cambio que Yo preciso en sus vidas. Porque si hoy están aquí escuchándome no es una casualidad; eso no existe para Dios, lo que sí existe es una causa que, a pesar de ser desconocida para ustedes, esa causa tiene un Propósito Mayor, un Propósito Superior e Infinito.
Aurora, a través de los tiempos, se ha ofrecido en nombre del planeta y de la humanidad para ser la Gran Consciencia Espiritual e Interior que impulsa la revelación en los últimos tiempos, que impulsa la definición de los corazones, que impulsa la revelación de las profecías y de las últimas Palabras de las Jerarquías.
Por eso, Aurora ha llegado muy lejos y, en esta última fase del final de los tiempos, completará esta última etapa de su tarea universal y planetaria. Las Jerarquías se preparan para esto.
Yo deseo que siempre vivan en el bien y en la paz, en la confianza absoluta de Mi Corazón, sabiendo que es un tiempo de grandes esfuerzos no solo materiales, sino también espirituales; sabiendo que es un tiempo de que cada uno de ustedes se enfrente a su propia realidad, que no le tema ni retroceda, sino que la atraviese con valentía y con coraje, con un toque de Esperanza Divina para que la agonía no se establezca, sino que el gran impulso superior de la transformación pueda suceder en la mayor cantidad de almas posibles, rumbo al encuentro de la redención para vivir el encuentro de la cura interior, de la liberación de las amarras y de las cadenas de la opresión, aceptando profundamente Mi Misericordia.
Esto es lo que Yo les puedo entregar, Mi Misericordia, todas las veces que la necesiten y que la invoquen; porque la promesa de Mi Misericordia es salvar al mundo y liberar a la humanidad de su propio cautiverio.
Por eso, Mi deseo ardiente es que, en esta Maratón de la Divina Misericordia, sus corazones se conviertan en corazones suplicantes que se unan a la Red de los Espejos del Universo, para que las grandes Jerarquías Espirituales puedan volver a interceder por esta grave situación planetaria, para que la Luz y el Amor de Cristo triunfen, y las almas ya no sufran, porque hacen sufrir a Mi Corazón.
Como les ha dicho Mi Madre, la última vez, la puerta de la cristificación está abierta para quien quiera atravesarla, sin saber qué será esa cristificación.
Y que, a través de esta Maratón de la Misericordia, las armas puedan ser calladas para que se establezca la paz, especialmente donde ya no existe, especialmente donde ya no se siente y donde ya no se vive; porque quien está en paz y vive en paz, está en el Reino de los Cielos, aun estando en la Tierra.
Ahora, Me recojo en los corazones que abren las puertas de sus almas para que Yo pueda entrar, vivir y gobernar por medio de la santa celebración de la Eucaristía que hoy celebrarán, en Mi Nombre y por Mi Nombre, por la paz de los que ya no la tienen y en nombre de la Luz en los lugares en donde ya no existe, sobre todo la Luz que se ha disipado de muchos corazones.
Celebraremos para que la Divina Esperanza descienda y para que esta Maratón sea una Maratón de súplica y de gloria, en la que todos los ángeles de la guarda puedan interceder y obrar para unir a las consciencias, para reconciliar a los corazones, para proteger a todas las familias bajo el Manto del Padre Celestial.
Aurora,
que Tu Luz reine a pesar de las tinieblas.
Aurora,
que Tu Sagrada Espada corte los vínculos con el mal,
para que las almas del mundo
sean liberadas del cautiverio espiritual.
Aurora,
que Tu Luz renazca en los corazones sedientos.
Aurora,
que Tu Cura se cumpla en aquellos que aspiran a encontrarla.
Aurora,
abre las puertas de la consciencia,
para que todos alcancen el alivio y la paz.
¡Salve, Aurora del Señor!
Amén.
Les agradezco por este amoroso y simple recibimiento. Y les agradezco a todos los servidores que viven aquí y que sostienen, día a día, este Centro de Amor a través del esfuerzo de sus corazones, a través de la donación de sus vidas, a través de la entrega de sus manos para construir un Plan Divino y Mayor que muchos aún no comprenden.
Por eso, bendigo la valentía y el coraje de los consecuentes de Aurora.
Y no se olviden de que, a pesar de todo, Yo siempre estoy allí, en el silencio de las estrellas, en el nacer del sol, en el corazón orante y adorador. Allí, Yo estoy, porque Soy el que Soy.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Coloquen sus manos en señal de recepción para recibir la bendición y la Luz de Cristo, Nuestro Señor, y así entrar en comunión con Su Divina Consciencia.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mis queridos hijos:
Que Dios sea siempre adorado y reconocida Su Insondable Presencia.
Queridos hijos, ante el Santísimo Sacramento, en el Monte Tabor, su Madre Celeste los llama a ingresar en el preámbulo de la próxima Semana Santa, en la que Mi Hijo se entregará por ustedes para que se rediman y tengan vida en abundancia.
Queridos hijos, antes de que Jesús ingrese triunfante en Jerusalén; ustedes, Sus apóstoles de los últimos tiempos, entreguen su oferta al Creador, ya que Su Iglesia Celestial estará abierta y las ofrendas de sus corazones podrán ser depositadas a los Pies del Señor.
Les hablo de una sincera oferta porque, en esta próxima Semana Santa, las almas deberán hacer su ofrecimiento a fin de aliviar el sufrimiento del mundo, a fin de erradicar la indiferencia ante tantas situaciones inesperadas que vive la humanidad.
Queridos hijos, como su Madre Celeste, los acompañaré en esta senda de comenzar a aceptar el camino crístico de la redención.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre, la Virgen María, Rosa de la Paz
Los postulantes a adoradores, por favor, aproxímense a los pies del escenario, a pedido de nuestro Señor.
El Señor pide que traigan aquí los pañuelos y los prendedores de la Orden para dejarlos a Sus Pies, y todos aquellos que puedan, se arrodillarán el tiempo que consigan, con quietud.
Las personas más adultas no se arrodillarán, dijo el Señor.
Los que se arrodillen lo harán por los que no pueden y por los que no están aquí, ante Mi Presencia.
Síganme. Saquen las sillas del palco, por favor.
Estamos preparando, dice nuestro Señor, una Ceremonia Eucarística y antes de recibir el Sagrado Sacramento, adoraremos y contemplaremos ese Misterio de Amor presente en la Eucaristía.
Mi Cuerpo vivo y presente en la Eucaristía, se ha hecho presente a lo largo de los tiempos y de las generaciones, y aún más presente y más vivo a través de todos los que lo adoran.
He hecho milagros eucarísticos a pedido de Mi Padre Celestial, para que la humanidad pudiera creer que Yo soy el Redentor, el que viene al mundo de tiempo en tiempo para traer a los hombres y a las almas, la redención.
Es este milagro vivo en la Eucaristía que se repite de tiempo en tiempo y que intenta penetrar y reflejarse en el corazón de los seres humanos, para que los hombres en la Tierra representen a Cristo, vivo y resplandeciente en la Eucaristía, en los altares de la Adoración.
Hoy, ese misterio de Amor se vuelve a repetir y a presentar ante ustedes, porque el tiempo lo necesita, y la humanidad también lo necesita, sabiendo que sin la revelación de estos misterios, que están escondidos en la Santa Eucaristía, la humanidad no podrá prevalecer en el fin de los tiempos ni tampoco atravesar el fin de los tiempos por todo lo que hoy sucede en el mundo de forma injusta y desequilibrada.
Por eso, Yo Me hago presente en los altares de todas las iglesias, para que Mi Iglesia Celestial descienda a la Tierra, colme a los corazones, vivifique el espíritu de cada ser y entre en comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Por eso, Me vengo a entregar a ustedes, nuevamente en la Eucaristía. Y al entregarme a ustedes, compañeros, Me entrego de nuevo a la humanidad, al planeta, a las naciones y a los pueblos, aunque no conozcan quién es el Cristo.
Pero, es en la esencia de la vida en donde se realiza el Plan de Dios. Son sus esencias más profundas, sus espíritus que reciben al Espíritu de Dios por medio de los impulsos de luz que trae para las almas la Santa Eucaristía.
Eleven sus corazones en esta hora. Coloquen ante los Tronos de Dios cada una de sus súplicas para que, algún día, por medio de la fe y de la confianza de Dios, representen al Hijo del Padre en la Tierra mediante el ejercicio tan importante de la Adoración que estabiliza las energías, que evita las catástrofes del mundo, que los aparta y los protege de todo mal, que los eleva en consciencia y en espíritu, que les trae sabiduría y discernimiento, que les concede la Paz y el Amor de Dios y la comunión interna con su Ángel de la Guarda.
El Don más importante que Dios les entrega a través de la Adoración es el Sacramento de la Reconciliación. Porque Dios sabe, compañeros, que los hombres y mujeres de la Tierra son frágiles ante las pruebas y ante la tentación.
Pero, la fortaleza que ustedes pueden alcanzar mediante la Adoración a Mi Cuerpo Eucarístico, es lo que siempre les permitirá elevar los ojos hacia el horizonte y encontrar en ese horizonte de amor Mi Presencia pura e inmaculada.
Yo los vengo a entregar a Mi Padre por medio de esta ceremonia eucarística, porque es el tiempo de la renovación, de la confianza en Dios y del establecimiento de la fe, que harán despertar en ustedes los talentos que Yo coloqué en sus corazones, a través de Mi Palabra y de Mi Evangelio para toda la humanidad.
Hoy estamos a las puertas de la Última Cena. Estamos fuera de la Casa de Dios, pero bien próximos a Su Consciencia, para prepararnos de una manera consciente y verdadera para el gran Milagro de Amor presente en la Eucaristía y en la Sangre de Cristo.
Hoy, sus almas están ante las puertas del Templo de la Adoración de Dios, lugar en donde los ángeles y los santos viven en comunión eterna con el Padre Celestial.
Hoy, una llama de Luz se enciende en sus corazones para permitir la elevación de la consciencia, para aproximarse a nuestras dimensiones superiores, para dejar la superficialidad de estos tiempos y encontrar dentro de sí, dentro de cada uno de ustedes, lo verdadero.
Es por eso que hoy vengo aquí, compañeros, como el Señor de la Eucaristía y como la misma Eucaristía, presente en la forma espiritual de la Divinidad luminosa de Cristo, desde donde los Dones de Dios se expanden al mundo y las almas reciben la Gracia de la recuperación, de la rehabilitación y de la redención como dignos hijos de Dios.
Comenzaremos esta ceremonia en la que nuevos postulantes afirmarán en sus vidas la Adoración a Mi Corazón Eucarístico y recibirán sobre su pecho el pin del Espíritu de Dios, representado en el símbolo de esta Orden, para que la llama del Espíritu Santo siempre se encienda en ustedes en los momentos más difíciles y culminantes de sus vidas, para que en los momentos de mayores pruebas y de tribulación tengan la total confianza y la absoluta fe de que siempre Me encontrarán presente en la Eucaristía, ante la Faz sagrada de Dios que se entrega a Su pueblo en Amor incondicional y en Espíritu.
Por eso, compañeros, alegren sus corazones en este día de renovación para que, consagrados por el Espíritu y la Divinidad Eucarística de Cristo, mañana jueves, entren al Templo de la Adoración de Dios para celebrar por el mundo y por la humanidad la Sagrada Eucaristía, la institución del Legado divino de Dios para la humanidad y para el planeta, preciosamente presente en el Arca de la Santa Alianza.
El Maestro pide dos Menorah.
Y ante las puertas del Reino de Dios nos elevaremos en espíritu para esta sagrada ceremonia, en la que el Espíritu Santo los impulsará a vivir, de forma incansable e inmediata, la Adoración al Cuerpo eucarístico de Su Maestro y Señor.
Nos ponemos de pie.
Las Madres que están encargadas de los postulantes pueden venir aquí.
"Señor del Universo y de la Tierra, Fuente y Principio de todo el origen, ante las puertas de Tu Templo, por medio de la Gracia del Corazón de Tu Hijo, enciende en las almas el propósito de Tu Amor presente, vivo y eterno en la Eucaristía. Amén".
"Bautiza a las almas con Tu Espíritu y renueva con Tu Luz todo lo que Tú tocas. Amén".
"Unge con Tu Divinidad, Señor, a los que precisan cura, amor y perdón. Que así sea".
Llegó el momento de que la humanidad reverencie conscientemente a Dios y de que en estos segundos que pasarán, la Gracia Divina, la Fuente insondable de Misericordia, en la Presencia eucarística y viva del Hijo de Dios, se irradie al mundo y a los que más lo necesitan.
Nos arrodillamos.
A pedido de Nuestro Señor realizaremos una Adoración mundial para que los Códigos de Vida de Cristo, el Universo eterno de Su Amor llegue al mundo entero, a los cinco continentes y a todas las naciones.
En ofrenda, nos postramos ante el Padre Celestial y agradecemos por su Presencia en este lugar.
Escucharemos el instrumental de “Pater Noster” para que los ángeles del Universo, por medio de esta Adoración, eleven al Cielo las súplicas de los hijos del Padre.
Cada uno de nosotros, en este momento, hace su oferta ante el eucarístico Corazón de Jesús, el Cuerpo glorioso y divino de nuestro Señor Jesucristo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mientras los Cielos se abren, pidamos a Dios por la redención de la humanidad y por el perdón de todas las faltas cometidas, a través de los méritos alcanzados por el eucarístico Corazón de Jesús, desde Su nacimiento hasta Su ascensión a los Cielos.
Oración del Ángel de la Paz.
Reverenciamos y agradecemos.
Y comenzaremos a escuchar como ofrenda el “Pater Noster” cantado.
Y aún ante la Presencia de nuestro Señor, vamos a proceder, respondiendo a Su pedido, a la consagración de los que se postularon como adoradores e hicieron la experiencia en los últimos seis meses.
Después de esta consagración, vamos a proceder, junto a nuestro Señor, a celebrar la consagración de la Eucaristía.
Las Madres que están responsables, por favor.
Aquellos hermanos que finalizaron los seis meses de experiencia como adoradores.
Juntos vamos a agradecer a Jesús.
Oración: Padre Celestial (en portugués).
Queridos compañeros, ahora adoradores de Mi eucarístico Corazón, que el Padre Celestial los bendiga en el compromiso de esta sagrada tarea.
Que a través de la Adoración al Corazón eucarístico del Hijo de Dios, y por medio de sus ejercicios, pueda descender a la Tierra el Reino de Dios.
Los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Pueden ir en paz.
Y ahora llegamos al momento más importante.
Aquellos que puedan, se ponen de rodillas.
Hoy se vuelve a revivir el Sacrificio del Cordero y Él expresa el Amor que tiene por Sus hijos: "Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que se entrega a los hombres para el perdón de los pecados".
Te adoramos Señor y te bendecimos.
"Tomen y beban todos de Él, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, que es derramado por Su Señor para la remisión de las faltas. Hagan esto en Mi Memoria".
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Este es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bienaventurados los que son llamados a servirse de este Sacramento, para poder entrar así, a Su Iglesia Celestial. Amén.
Hoy Me entrego en la forma luminosa de la Eucaristía para que las almas Me puedan reconocer en este tiempo crucial, en el que en verdad estoy presente y vivo en la Eucaristía, y cada vez que ingreso a ustedes, ustedes comulgan de Dios y comulgan de Mi Amor para vivir su tiempo de redención y de conversión en unidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Por los méritos de la Pasión y de la Muerte de Su Señor, en esta tarde de Gloria ya están preparados para ingresar al Templo de la Adoración de Dios, el día de mañana jueves, para celebrar junto a su Maestro y Señor el mayor testimonio de Amor de todos los tiempos, el legado de Su Redentor.
Yo les doy la Paz para que sean la Paz, para que vivan la Paz, para que compartan la Paz con sus semejantes y para que esta Paz llegue al mundo entero, especialmente, donde hay muchos más conflictos.
Bendiciendo al mundo desde el horizonte de Dios, elevando Mi Mano sobre toda la humanidad, Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre de la verdad y la justicia, de la compasión y de la Divina Gracia, en el nombre de Jesús se darán el saludo de la paz.
Les agradezco.
Yo Soy el Señor de la Eucaristía y por medio de Mi Divina Misericordia llevo a todas las almas hacia el Reino del Amor y de la Unidad.
Soy el Señor de la Eucaristía para que Me veneren y honren en todos los sagrarios de la Tierra.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de ella, anuncio en cada nueva Comunión la redención de la humanidad y del planeta.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de ella, convierto a los corazones endurecidos, atraigo hacia Mi Divino Espíritu a todos los que necesitan amor y perdón.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de ella, establezco en el mundo los tiempos de paz y de cooperación entre las almas.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de ella, renuevo a las consciencias que infunden y viven los Sacramentos como el mayor testimonio para la redención espiritual de la humanidad actual.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de ella, imparto Gracias hacia los cuatro puntos de la Tierra, trayendo la Misericordia y la Redención.
Soy el Señor de la Eucaristía y, por medio de los que adoran, transmuto la condición humana y toda adversidad interna o externa.
Soy el Señor de la Eucaristía y a quien Me busca le concedo la paz interior.
¡Les agradezco por guardar Mis Palabras en el Corazón!
Los bendice,
Vuestro Maestro, Cristo Jesús
Por los martirios soportados,
por los dolores transmutados,
por la victoriosa Misericordia alcanzada,
Cristo Redentor, libéranos de las amarras.
Amén.
Cierren sus ojos y sientan el amor de Mi Glorificado Corazón por las almas del mundo y, especialmente, por todas las almas perdidas.
Hoy les muestro en Mi Pecho, abriendo Mis Brazos y extendiendo Mis Manos, Mi Corazón Eucarístico y, debajo de Él, el Santo Cáliz del Señor, elementos sagrados, que a través del Pastor, junto a Sus ovejas, viene a renovar el misterio de la Cena Pascual.
Hoy, ante un mundo en tinieblas, en guerras y en destrucción, su amado Rey viene a renovar la Cena Pascual, para que sus corazones y almas, a través de este Sacramento, solo sientan el amor; amor que penetra en lo más profundo de la consciencia, llegando hasta las células y hasta los átomos de quien lo permite. Este es el verdadero misterio de la Santa Eucaristía, convertida en el Cuerpo y en la Sangre de su Señor.
Les pido que cierren sus ojos, para sentir las palabras del Amor de Dios, que vienen a sanar las heridas; que vienen a liberar las amarras; que vienen a renovarlos una vez más, porque el mundo lo necesita.
Hoy los invito compañeros, sacerdotes, madres y amigos, a compartir esta Cena Pascual Conmigo, con el fin de ejercer y de poder generar la reconciliación de todas las almas con Dios, con Su Divina Fuente de Gracias.
Hoy no estoy aquí con los doce apóstoles, como lo estuve en el pasado. Hoy vengo a cumplir Mi Promesa y vengo aquí, a este recinto sagrado, para estar entre las multitudes, para que todos sean partícipes de la renovación de esta Cena Pascual, concedida por obra y gracia del Espíritu Santo. Es este Santo Espíritu de Dios ha hecho aproximar a su Maestro y Señor, para que Él pudiera contemplar su fe y no sus pecados; para que Él pudiera reencender la llama de amor en todos los corazones que así lo acepten.
Este Corazón Eucarístico, que aquí hoy resplandece, viene a irradiar la paz para el mundo. Este es el mayor símbolo de unidad entre los hombres y Dios, entre el Cielo y la Tierra, entre los ángeles y las almas. Felices serán por siempre los que vienen aquí, a celebrar Conmigo la renovación de esta Cena Pascual.
Esta Comunión que hoy ofreceré para ustedes, brotará de lo más íntimo de Mi Espíritu. Por eso, compañeros, no pierdan la oportunidad y la Gracia de poder beber de este misterio de Amor que brota de Mi Corazón Eucarístico, hoy expuesto desde el Universo Celestial para todo el planeta, para todas las razas y para todos los pueblos del mundo.
Hoy llamo, en los planos internos, a todas las tribus de Israel, de Oriente a Occidente, desde el Norte hasta el Sur. Los llamo a todos, a todas las ovejas, para que vengan a participar de esta Cena, de esta Comunión espiritual con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Muchas de las cosas que se cuentan sobre la última Cena son ciertas, pero muy pocos saben lo que verdaderamente sucedió en aquel tiempo, cuando Yo reuní a Mis apóstoles para que pudieran adorar a Mi Corazón Eucarístico, en la presencia del Padre, de la primera Persona de la Santísima Trinidad.
Es eso mismo que hoy les traigo hasta aquí y expongo ante sus ojos internos, porque son sus corazones los que deben beber de la Fuente de este misterio. No hay pecado, no hay dolor ni tampoco angustia que pueda prevalecer mientras estoy presente aquí, renovando esta Cena Pascual en cada uno de sus corazones y especialmente en sus almas, las que hoy vengo a curar de muchas enfermedades internas.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Nuestro Señor se está arrodillando.
Preguntarán ¿por qué hago esto? ¿Acaso Dios no es más fuerte que todos los hombres? Santa sea Su Humildad y Misericordia que viene a entregar a Su pequeño Hijo, para que las almas se puedan salvar, antes que la puerta de la Misericordia se cierre en el mundo.
Ustedes, hoy, en esta Cena Pascual junto a Mí, serán testigos de este legado espiritual que hoy entrego a sus espíritus; el cual se revelará como un sentimiento, como una verdad, como un talento y un don en el fin de estos tiempos.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Ahora Nuestro Señor está elevando Sus Ojos a lo Alto. Extendiendo Sus Brazos y Sus Manos hacia lo Alto, aún expone, con más fuerza y poder, Su Corazón Eucarístico. Está invocando a los Universos Celestiales.
"Adonai, no mires la injusticia de la humanidad; no mires los errores, las indiferencias y los ultrajes, los sacrilegios y el orgullo de los hombres.
Adonai, abre la puerta de Tu Corazón para que todas las almas ingresen en Tu Fuente de Amor.
Hoy Me ofrezco, Padre Mío, por la dolorosa pasión vivida, por el sacrificio de la Cruz, por cada uno de los presentes que representan a muchas almas más en el mundo.
Adonai, que cada una de ellas pueda ser testigo del Amor que Yo les entrego; Amor que proviene de Tu Corazón Santo, de Tu Gloria y del poder de Tu Gracia.
Hoy ofrezco, Padre Mío, la sublime compasión de Mi Corazón, aquella que estuvo viva y pulsante en los momentos de Mi mayor agonía.
Vengo a renovar en toda iglesia de la Tierra y en todos los cristianos del mundo, ésta, Tu Sagrada Cena Pascual. Que los ángeles desciendan de Tu Gloria para ofrecer el Sacramento de la Reconciliación y la confirmación de las almas, al Plan de Redención".
Dios habla con los más simples de corazón. Imiten Mi Corazón simple y siempre serán portadores de la paz.
Renovemos ahora el Sacramento del altar, para que las almas beban de la Fuente y ninguna se quede atrás. Que todos tengan la oportunidad de cristificarse en algún momento de sus vidas.
Quiero que nazcan los Nuevos Cristos, siervos predilectos de Mi Corazón. Quiero que despierten los dones y que los talentos se muestren para honrar y glorificar al Creador. Si esto sucede así, gran parte de la humanidad se salvará y muchos no deberán sufrir el caos de estos tiempos.
Con esta renovación de la Cena Pascual, compañeros, su Maestro y Señor, Siervo del Altísimo, viene a renovar la última Cena para hacerles recordar el misterio que viví en aquellos tiempos y con el fin primordial de apartar las fuerzas del caos de este planeta, con la sagrada intercesión de San Miguel Arcángel.
Estén atentos a esta ceremonia, porque Cielo y Tierra pasarán; Mis Palabras quedarán en los corazones humildes, en aquellos que acepten ser lavados por el Agua de Vida.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Las Madres pueden aproximarse, por favor.
Los que sientan pueden sentarse.
Nos estamos preparando en este momento, para comulgar con Universo Celestial y poder revivir la última Cena de Nuestro Señor.
Yo traeré aquí, compañeros, lo que viví con Mis apóstoles en el pasado para que puedan revivir los códigos de Mi Pasión, profundamente permeados por la esencia del Amor y de la Divina Compasión.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Colocamos las palmas de nuestras manos hacia arriba, en señal de recepción, mientras Nuestro Señor prepara esta Cena.
Que el Señor santifique estos elementos, a través de las manos de todos Sus ángeles, para que la materia se transforme en un divino instrumento de Dios. Que así sea.
El agua, que es nuevamente bendecida, recibe más fuerza y poder para transubstanciar todas las partículas de la vida material.
En aquel tiempo, su Señor pidió a Sus apóstoles que colocaran en la mesa varias jarras de agua, para que después de haber lavado sus pies, antes de sentarse a la mesa para comulgar del Cordero Pascual, sus manos estuvieran purificadas, así como sus almas.
Mientras las almas Me sirven, para que Mi Gracia sea posible en todos, entren en oración interior para poder sentir aún más al Maestro, en esta Sagrada Cena.
En cuanto su Maestro y Señor estaba con los apóstoles, y con muchos más reunidos en el plano del espíritu, para celebrar este misterio pascual, en donde la Misericordia vencería a la muerte y todos los pecados del mundo, las santas mujeres, siervas predilectas de María Santísima, también estaban en comunión, en adoración y en oración, esperando por la Pasión de su Esposo Celestial para así poder acompañarlo en esta tarea de emanación del Amor Universal hacia todo el planeta, por medio del sacrificio de su Señor.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Las Madres podrían hacer una fila y aproximarse.
Que esta luz sea testigo de Mi retorno al mundo. Que el amor nunca se apague. Que la confianza sea eterna, para que los corazones escuchen a su Señor y encuentren en todo el Amor que siempre vence, sin dejar de contemplar las necesidades de las almas; porque los corazones son frágiles y necesitan de refugio para que puedan vivir su cura, en este tiempo de redención.
Es necesario construir una nueva Tierra, llena de corazones puros que puedan vivificar a su Señor, y así alabarlo por siempre, porque en todo está el Amor que busca encenderse en las almas cuando los corazones abren las puertas para poder reconocer la paz.
Todos deben curarse para liberar sus miedos y formas, y encontrar consuelo cuando se lo piden a su Señor, porque Él es más que una llama; Él es un Sol, que todo alumbra.
Después que las santas mujeres encendieron sus velas para vigilar en oración los misterios de la Pasión de su Señor, ellas estaban atentas a todo lo que les decía Mi Madre María.
Por otra parte, en el sagrado Cenáculo, su Señor y Rey, sintiendo aproximarse Su Pasión, con un semblante de paz y una mirada de Misericordia por el mundo, comenzó a lavar las manos de Sus compañeros para que fueran dignos de este misterio pascual.
Yo lavaba para purificar y hacer renacer a los corazones.
Lavaba para cicatrizar y también para renovar la esperanza de todos los que creían en Mí.
Lavaba para pacificar y disolver los miedos de todas las consciencias.
Lavaba para santificar a todas las almas a través del Amor que Dios hacía emanar de Mi Corazón.
Lavaba para hacer más humildes a los humildes, porque son portadores del Reino Celestial.
Lavaba para que ellos alabaran a Dios a través de Su Hijo, viviendo con Él los misterios de Su Pasión.
Lavaba para que aprendieran a instruir, difundiendo la buena nueva en todos los que precisarían reconstruir sus caminos de luz.
Lavaba para revivir, en cada corazón, el Amor del Padre.
Lavaba para aliviar a los corazones de sus profundas heridas y de sus miedos más internos.
Lavaba para que imitaran Mi ejemplo de la sagrada humildad ante sus semejantes.
Lavaba para que ellos aprendieran a traer el universo hacia este planeta.
Lavaba para poder redimir los profundos aspectos de la consciencia.
Lavaba para despertar los talentos en aquellos que Me escuchaban de corazón.
Lavaba para que ellos fueran alegres y semejantes a su Redentor.
Lavaba para despertar en cada apóstol el mensaje de Dios.
También lavaba las manos para cicatrizar lo que todos desconocen.
Lavaba para despertar la renuncia de todos los que Me seguirían.
Lavaba, solo lavaba las manos, para demostrar el poder de Mi Silencio.
Lavaba para aquellos que debían conocer Mi Santa Iglesia.
Lavaba para liberar todas las angustias, para que todos fueran merecedores y dignos hijos de Dios.
Lavaba para que ellos llevaran Mi mensaje al mundo, como ejemplos de amor y de verdad.
Y a algunos les daba Mis Llagas para que las revivieran espiritualmente, para que fueran vigilantes y guardianes de Mi Plan hasta el fin de los días, y así reconocieran Quién era su único Amor.
Cerraba las puertas a los que se podrían perder, y encontraba, en los que Me seguían, los caminos de la oportunidad de amar.
Llegó el momento esperado, en el que todos, sentados alrededor de la mesa del Señor, se ofrecieron por la humanidad para vivir junto a su Maestro este sacrificio.
Escuchando las Palabras solemnes de Mi Corazón, colocaron sus manos sobre la mesa, en perfecta receptividad a la Voz amorosa de su Señor. Y sintieron, en nombre de la humanidad y del poder de este sacrificio de amor, el descenso de los ángeles y arcángeles del Cielo.
Jerusalén estaba recogida, en una noche de gran silencio y de gran expectativa, en la que el Hijo del Hombre, después de celebrar Su Cena con aquellos a los cuales Él había llamado, para proclamar la Palabra de Dios. Ellos escucharon en sus corazones y observaron y contemplaron, con sus almas, la realización de este sagrado misterio a través de la Cena Pascual.
Y las santas mujeres, en un profundo éxtasis y entrega, postradas en el suelo, vivían esta Comunión espiritual con su Señor.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Las Madres se pueden arrodillar y todos aquellos que lo sientan también.
Es así que, abriendo las puertas del universo, el arcángel Miguel presenció la revelación de este misterio, en donde el amor sería la premisa para generar la salvación y la redención de la humanidad.
Después de que la mesa fue santificada por el incienso y por el agua, Nuestro Señor les pidió a los primeros Sacerdotes, los que serían precursores de Su Santa Iglesia Celestial, que acercaran a su Señor, un aceite.
Y así, María Santísima, compenetrada por este misterio de amor y viviendo en Su propia carne, en Su propio espíritu, la Pasión de Su Hijo, Su Señor, también hizo lo mismo.
Su Señor tomó entre Sus Manos este aceite, así como lo hizo Su Sierva fiel. Pidió que los ángeles lo santificaran y lo consagraran en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y María señaló a Sus discípulas con una cruz en la frente, para que también ellas fuesen testigos del principio y del surgimiento de una Nueva Humanidad, despierta, activa y solemne, por medio de los cristos internos de cada corazón y de cada alma.
De esa forma, el Padre instituía, a través de Su Santo Hijo y de Su Santa Madre, la primera legión de discípulas que serían las guardianas de los signos de la Pasión de Nuestro Señor.
Las santas mujeres se comprometieron, en aquel tiempo, a padecer por su Señor con el fin de aliviar todos Sus dolores y ultrajes hasta el fin de sus días.
Mientras Jesús revelaba el misterio de esta última Cena, pidió a Sus apóstoles, y a todos los seres internos que allí se encontraban, que con el santo aceite consagrado por Miguel Arcángel se hicieran una señal de la Cruz en su frente, para confirmar la confianza en este misterio de Amor de la Sagrada Pasión de su Señor y en poder ser portavoces de Su Evangelio en el mundo.
Después que todos fueron señalados con la energía de San Miguel, el Señor continuó con la ceremonia. Tomó el pan sin levadura y elevando Sus Ojos al Cielo, su Señor imploró a Su Padre, lo bendijo y este elemento se convirtió en el Cuerpo de Cristo; hoy bendecido por Mi Corazón Eucarístico. Partió el pan y los ángeles se postraron, aún más en el suelo, cuando Nuestro Señor instituyó por primera vez la Eucaristía con el fin de vencer en el Amor para liberar del mal a este planeta.
Él dijo a Sus apóstoles: "Coman todos de él, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por los pecadores para la salvación del mundo y de todas las razas del planeta".
Juan y Pedro se desmayaron al sentir tanto Amor del Señor. Y la Santa Madre recibió el Cuerpo de Su Hijo, así como las santas mujeres, que confirmaron la Pasión de su Señor.
Después de que todos comulgaron, retornaron el pan a la cesta y preciosamente fue cubierto, para proteger el Santo Cuerpo de su Señor.
Jesús le pidió a Sus apóstoles que vertieran el vino en los cálices. Le pidió a Juan que aproximara el agua, pues Su Sangre y Agua sería derramada sobre el mundo.
En ese momento, su Señor pidió que elevaran los pequeños cálices al Cielo, como representación del ejercicio que su Maestro realizaba. Y a todos los ángeles del Cielo les pidió que convirtieran el vino en Su Sangre.
Después de esta bendición, se manifestó el primer paso de la Misericordia de Dios, a través de su Redentor.
Colocando el Cáliz cerca de Su Corazón, les dijo a Sus apóstoles: "Tomen todos de Él, porque esta es Mi Sangre de la Nueva Alianza entre los pacificadores y Dios".
Del mismo modo, la Santa Madre, en comunión espiritual, recibió de San Miguel Arcángel la Divina Sangre de Su Hijo. Y las santas mujeres, en un profundo gozo, se postraron al recibir la Santa Alianza de su Señor.
Del mismo modo, el Santo Cuerpo y la Divina Sangre llegaron hasta José de Arimatea. Y todos tomaron de lo que restaba.
De esta forma, se constituía y se confirmaba, a través del Cuerpo y de la Sangre de su Señor, el perdón concedido por el Padre para esta humanidad.
Que hoy todos se alegren, porque han recibido la primera Comunión espiritual con su Soberano Rey.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Canción: "Pater Noster".
En nombre de los ingratos, canten al Padre Celestial, así alegrarán Mi Corazón: Adonai Espíritu Santo.
Mientras hoy estoy aquí con ustedes, nuevamente, el mundo circula por una gran transición.
Las acciones que comete la humanidad cada vez son más graves. ¿Quién se ofertará a transmutar estos estados como muchos seres lo hicieron en el pasado, en el total silencio del corazón y de la voz?
El tiempo que fue escrito, ya comenzó. Pero muchos no consiguen ver estas cosas.
A través de la Gracia que Dios Me concedió, vengo en esta tarde de Misericordia a abrir sus ojos internos. Porque en cada nuevo día espero que estén renovados por Mi Luz y que no sean las mismas personas ni las mismas consciencias, sino que sean transfigurados por Mi Amor Redentor a través de los Sacramentos Sagrados que Yo les entrego.
El tiempo seguirá pasando y las cosas se complicarán cada día más, pues muchos deberán sufrir por lo que han hecho. Muchos no conocen Mi insondable Misericordia.
Por eso, Yo los llamo, amados Míos, para que sean testigos de Mi Corazón Misericordioso, al menos algunas almas de este mundo, principalmente aquellas que se aproximan a sus caminos, encontrarán el aliento que tanto buscan y la fuerza interior que perdieron, por solo conocer Mi Misericordia.
Yo les marcaré la señal de Mi Retorno. Será muy evidente para los corazones abiertos, principalmente para aquellos que oren a Mi Misericordia.
Mi Voz hoy se pronuncia a todos y espero que ella haga frutos en sus seres, pues deseo profundamente, queridos Míos, que los apóstoles del nuevo tiempo puedan nacer.
Esto es algo verdadero, ya no es solamente espiritual. Necesito de testimonios vivos y de obradores de Mi Misericordia, que profesen la paz y el bien, a pesar del mal que circunda el mundo.
Yo nunca dejaré solos a Mis rebaños, pues en el silencio del corazón sigo sus pasos, hasta el cumplimiento de la misión final, para aquellos que se arriesguen transformarse y vivir plenamente Mi Divina Voluntad.
Como hoy consagraré estos Sacramentos, también consagraré sus espíritus, impregnando sus seres de una Luz Mayor para que, de una vez por todas, sean gratos y cumplan amorosamente con lo que Yo les pido.
Porque si aún hoy estoy aquí, entre ustedes, es por algo mayor, por una Voluntad Mayor. Espero que puedan percibir algún día lo que eso significa para estos tiempos.
Muchos mueren sin ver la Luz del Creador. E insisto con estas cosas porque siguen sucediendo como si nada pasara. Pero el tiempo de la liberación y de la Justicia Divina ya está llegando al mundo y esto no tiene reversión.
Así como lloran los niños, lloran nuestros corazones. Así podrán entender, Mis compañeros, la falta de consuelo que tiene Mi Corazón.
Ustedes son Mi fuerza reparadora, el motivo principal de Mi venida al mundo, como tantos otros servidores que solo buscan Mi Espíritu entre las tribulaciones de la humanidad.
Consagremos ahora con el corazón y la consciencia.
Repitamos:
Padre Glorioso y Eterno
te ofrezco con todo mi corazón y consciencia,
la unión perfecta y predilecta
que he establecido con Tu amado Hijo.
Y por los Poderes Celestiales
que brotan de Su Corazón Misericordioso,
ten piedad, Padre Mío, por esta humanidad,
por todo este planeta, por los siglos que vendrán.
Que así sea.
Amén.
Hoy, de nuevo, les entrego Mi Sangre.
Hoy les entrego amorosamente Mi Cuerpo lleno de ultrajes y espinas de los corazones infieles e impuros.
Reparen las ofensas de sus semejantes y proclamen a Dios el momento de su redención.
Beban de Mi Sangre y coman de Mi Cuerpo pensando, todo el tiempo, en la energía sublime de la restauración. Eso es lo que el mundo necesita para este tiempo, la restauración de Dios, así nacerá la Misericordia.
Les agradezco por haber compartido Mis Gracias con esta necesitada región, que debe despertar al Principio de la Redención.
Cierren sus ojos y llévenme a su interior, en comunión perfecta con Mi Espíritu, donde el mal no yace, sino el Amor absoluto del Creador.
Multipliquen sus oraciones y hagan feliz a Dios, por todo los que Él les dio, y por sus hermanos ingratos. Así glorificarán a Mi Corazón y estarán en eterna comunión Conmigo.
Nunca olviden de que Yo he pasado por aquí, pues esta es Mi última vez.
Paz para todos. Misericordia para los más necesitados. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más