APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Yo Soy la Rosa de la Paz, Aquella que en este final de los tiempos les ofrece lo más puro que hay en la Creación de Dios.

Esta rosa que emerge de Mi Inmaculado Corazón representa Mi Pureza Divina, la que les ofrecí durante todo este último año, para que aprendieran, hijos Míos, a estar en Mi Divina Pureza y a vivir la paz, a pesar de todos los conflictos que acontecen en este mundo.

En este último año, muchos hijos Míos despertaron, otros maduraron, y espero, Mis amados, que sigan creciendo en espíritu, en consciencia, para representar al Plan de Dios cuando Sus Mensajeros ya no puedan estar aquí como están hoy.

Su Padre Celestial envió al mundo a Su Sierva, a Su Servidor Castísimo y a Su Hijo para que depositaran sobre la consciencia humana lo que debería manifestar en estos tiempos, que es la unión perfecta con Dios, la paz absoluta, la fortaleza inquebrantable que permanece en el amor, en la unidad y en la fraternidad, independientemente de las grandes corrupciones de la consciencia de este mundo.

Vengo al mundo, Mis amados, para hacer de cada uno de ustedes un precursor de Mi Paz, para que multipliquen la Paz que Yo les traje y de esta forma, los que no Me conocen y no estuvieron ante Mí puedan sentir Mi Presencia a través de la irradiación de sus corazones.

Hoy, vengo a sintetizar en sus espíritus todos los impulsos e instrucciones que les entregué en este último año, para que reflexionen y mediten profundamente en esta Gracia que como humanidad recibieron.

Se han preguntado, hijos Míos: ¿Por qué regresé al mundo por un año más? ¿Por qué no desisto de sus corazones? ¿Intentaron sentir, en su interior, la grandeza de este Amor que Me hace venir al mundo una y otra vez, a pesar de la indiferencia de las almas, de la ceguera de los corazones?

Yo confío, hijos Míos, en el potencial de amar del corazón humano, porque Mi Corazón ya fue de carne, ya pulsó en esta Tierra como un Corazón vivo, material. Por eso, sé y conozco la grandeza del Amor que puede salir del corazón humano, que está escondido bajo siete llaves.

Vengo para hacer emerger aquel Amor que nunca pudieron expresar, por temor, por vergüenza, por orgullo. Vengo a invitarlos al servicio, a la caridad fraterna y crística, que los retira de sus seres y trae a la luz aquel potencial que deben manifestar.

La caridad, hijos Míos, cuando es vivida plenamente, permite que el alma se exprese tal como el Creador pensó en el principio. Es por eso que los impulso una y otra vez a seguir sirviendo. Es por eso que, mientras Mis misioneros están en Turquía, no dejo de acompañarlos ni un solo instante, porque este amor que surge en el servicio es único y debe multiplicarse y crecer cada vez más.

Que la experiencia de esos hermanos suyos pueda valer para todos, para todos los que aspiran a vivir el amor, para todos lo que aspiran a manifestar el Plan de Dios en la Tierra. Que no sea necesario, hijos, que los mande a todos ustedes a Oriente, porque no sería posible, pero sí puedo enviar a sus corazones, que trascienden las fronteras, las barreras, las diferencias, que trascienden las culturas, las religiones, porque están en Dios, que es la perfecta Unidad.

Es a través del corazón que deben unirse a toda la humanidad, a todos los Reinos de la Naturaleza. Deben confiar en el potencial del amor existente dentro de cada uno de ustedes, porque él está ahí, esperando emerger en este tiempo.

Como les dije hoy, Mis amados, toda la maldad y todo el terror que hoy oprimen al mundo son permitidos por Dios para que sus consciencias puedan aprender a amar y, con mayor potencia que el mal, equilibren este terror que acontece en el mundo.

Amen de corazón, de verdad, sin juzgamientos. Pierdan el miedo de amar, láncense en ese descubrimiento de encontrar el amor en sus corazones, porque les digo que muy pocos saben amar verdaderamente.

Lo que sienten, en sus pequeños corazones, aún no es el amor que Dios espera. El Señor espera que amen con locura, que trasciendan los límites de su entrega, sus imperfecciones, sus defectos y que amen así como son. Confíen en la perfección de Dios que habita dentro de ustedes, confíen en que el amor transforma todo y que esa frase no es una teoría, sino una verdad.

Piensen en la Cruz de Cristo, en Mi Hijo flagelado, crucificado, derramando Sangre y Agua de Su Costado, transformando así el corazón de todos los hombres y el destino de esta humanidad, como también de este planeta. Ese Amor perfecto es el que les ofrezco vivir; pero para eso es necesario que acepten el Cáliz que les entrega el Señor, que abracen esa cruz, la cruz del sacrificio, de la donación de sí, de la oración perpetua, de la transmutación, del esfuerzo permanente por buscar a Dios.

Hijos, Jesús jamás reclamó por la Cruz que Dios colocó en Sus Espaldas; Él la abrazó firme porque sabía que la victoria de Su Padre le sería concedida al mundo a través de Su sacrificio.

Hoy, les digo que si viven el sacrificio con amor, si renuncian a las comodidades de este mundo, si renuncian a sus pareceres y quereres interminables, la victoria de Dios puede ser una realidad en este planeta y, más allá de él, puede ser una realidad en el universo que tanto aguarda la manifestación de este Plan, que tanto aguarda que la humanidad pueda expresarse con perfección, tal como Dios lo pensó y lo anunció en el cosmos en el principio.

Cuando Dios pensó la humanidad, todo el universo se regocijó y la alegría volvió a brillar en los corazones de las criaturas que conocieron el miedo, porque conocieron la falta de amor, que también comenzó a existir en algunas otras civilizaciones de este universo. El Proyecto Humano fue la esperanza para todo el cosmos que aguardó expectante, hasta el día de hoy, la victoria de Dios en el corazón humano.

Hoy, hijos, este planeta se convirtió en un punto oscuro en la Creación Divina, porque el mal que debería impulsarlos a la vivencia del amor, que debería ser trascendido por la valentía de sus corazones, hoy ha tomado posesión de la gran mayoría de las almas que habitan en la Tierra. Pero no es imposible revertir esta situación, porque la Ley es que el Plan de Dios se cumpla, la Ley es que triunfe el Amor, la Ley es que puedan vivir tal como el Pensamiento perfecto de Dios.

Si creen en Mi Presencia, si tienen fe en que Yo estoy ante ustedes; crean, hijos, cuando les digo que Dios habita en sus esencias, porque esas esencias son parte de Su Divina Consciencia. Hablen con Dios dentro de ustedes, descubran esta unidad perfecta que existe entre las criaturas y su Creador, develen este misterio de la unidad que la humanidad puede vivir con Dios.

No permitan, Mis amados, que esta oportunidad única en el universo de unirse a Dios y de vivir Su Amor sea desperdiciada por la distracción de los corazones, por la indiferencia, por el orgullo que el enemigo estimula día a día en la consciencia de todos los seres humanos.

Vengo al mundo para conducirlos a la verdad, a la consagración, a despertar el potencial divino dentro de sus células, dentro de sus esencias, en sus consciencias.

Por eso, al menos por algunos instantes, todos los días, sean capaces de abstraerse de las cosas materiales y de todas las preocupaciones que les trae la vida en este mundo, para contemplar a Dios escondido en sus esencias, para pensar en la Vida Superior, para escuchar a sus almas, para permitirse sentir la aspiración divina de cada una de ellas, para escuchar a sus ángeles de la guarda que todo el tiempo intentan decirles el camino a seguir.

Cuando oren, oren con ellos, escúchenlos. Si se sienten perdidos, déjense guiar por sus ángeles de la guarda, ellos son parte de la Creación Divina y traen en su corazón celestial el Propósito de Dios para cada uno de ustedes, y, todo el tiempo, intentan revelarles ese Propósito para que lo vivan plenamente.

Que, al escuchar Mis Palabras, hijos Míos, sus corazones sean impulsados a dar un paso definitivo. Por menor que sea, que sea verdadero, sincero, porque es con los pequeños pasos consolidados que pueden crecer y evolucionar, que puede construir la fortaleza que el Creador espera que esté construida para abrigar a otros que, en el final de los tiempos, no tendrán a quién recurrir.

Así como hoy Yo abro Mis Brazos en dirección a la Tierra y acojo sus imperfecciones para transformarlas en la Fuente de Mi Amor, también espero, hijos Míos, que cuando encuentren a un hermano que necesita de su auxilio, abran sus brazos y lo acojan, independientemente de las miserias e imperfecciones de esos corazones, porque todo el amor que les entregué debe ser multiplicado. Que las dádivas entregadas por la Madre del Mundo no permanezcan dentro de ustedes, sino que recorran el mundo y hasta los universos, anunciando el triunfo de Dios en el corazón humano.

Es por eso que, en esta noche, llamo a Mi encuentro a aquellos de Mis hijos que ya multiplican Mis Gracias para los que más las necesitan, pero que las deberán multiplicar aún más porque, al consagrarse a Mi Inmaculado Corazón, estarán asumiendo un compromiso Conmigo, el compromiso de vivir su fe y de proclamarla todos los días sin temor, sin condiciones.

A Mis hijos que se consagran hoy, los llamaré especialmente a servir y a vivir la consagración a Mi Inmaculado Corazón a través del servicio a los que más necesitan.

De ustedes, hijos Míos, esperaré la caridad perpetua para que Yo pueda derramar, a través de sus manos, Mi Divina Piedad, esa que derramé en la Cruz al recibir en Mis Brazos a Mi Divino Hijo.

Cuando sirvan, recuerden la Cruz de Cristo, recuerden Mi Piedad, recuerden que Yo quiero multiplicarla a través de sus pequeños corazones. También les digo esto a todos los Hijos de María, a los que se consagraron y a los que se consagrarán, que deben portar en sus manos Mi Divina Piedad. Que sean misericordiosos y que todos los días intenten ser un poco más fraternos, para que sean dignos del Manto que llevan sobre sus cuerpos.

Recuerden, hijos Míos, que al vestirse con este símbolo que les entregué, están entrando conscientemente bajo Mi Manto. Yo estoy amparando todas sus acciones, sus palabras, sus pensamientos, sus sentimientos. Recuerden que estarán viviendo bajo Mi Manto, que los estaré amparando y también observando todos los días, para que crezcan y respondan al Plan de Dios como Él espera.

Cuando estén ante alguna dificultad, solo sientan Mi Manto sobre ustedes, recuerden que son parte de una gran red, de un gran Manto Celeste que se expande por el mundo entero.

Fortalézcanse en la unión unos con otros porque, al consagrarse como Hijos de María, están entrando en una consciencia única, representada por todos Mis Hijos, ese ejército de Amor que estoy formando en la Tierra para que tenga su reflejo en el universo.

Por eso, fortalézcanse unos a otros. Compartan entre ustedes momentos de oración y de servicio, momentos de entrega, de estudio de Mis Palabras, como también de las Palabras de Mi Hijo y de San José Castísimo.

Permitan, hijos Míos, que sus consciencias siempre sigan creciendo, madurando y profundizando en la propia entrega. Difundan Mi llamado, Mis Palabras, Mi Presencia. Anúncienle al mundo que la Divina Misericordia de Cristo aún se derrama sobre la humanidad.

Espero encontrarlos en la Sagrada Semana sentados a la mesa de Mi Hijo, recibiendo de Él los dones y las dádivas únicos para la humanidad. Nuestro Señor intenta construir en ustedes aquella fortaleza para que puedan reconocerlo cuando retorne al mundo, para que puedan reunir a Sus rebaños, perdidos entre el caos y el mal, para que lo sigan y proclamen Su Retorno y Su Divina Misericordia, que volverá para establecer la paz cuando la Justicia de Dios ya haya descendido sobre este mundo.

Esta Sagrada Semana, hijos Míos, no es un simple momento con Cristo. Estarán ante el Rey del Universo, el mismo que un día colocó Sus Pies en la Tierra y anunció que era el Hijo de Dios, el mismo que perpetuó Su entrega y que hace más de dos mil años sigue convirtiendo a las almas por Su Presencia Eterna, no solo en los Libros Sagrados, sino también en la Eucaristía y en todo corazón que puede ser verdadero y que se une al prójimo para que, con dos o más, abra las puertas del Cielo para Su descenso.

Esta Sagrada Semana, deben vivirla no solo por ustedes mismos, sino también por la humanidad, por el triunfo del Plan de Dios, que debe concretarse en el corazón humano como en todos los Reinos de la Naturaleza.

Que estén aquí como soldados de Cristo, como Sus apóstoles, para dejarse formar y transformar por Él, para ser forjados por el Fuego de Su Amor y que así todas las criaturas que se aproximen a ustedes reconozcan la Presencia de Cristo, reconozcan que su testimonio es verdadero y sean tocados por la fe de sus corazones para despertar a la verdad.

Les dejo, hijos Míos, esta convocatoria para que respondan al Llamado del Señor, que está haciendo resonar Su Voz en sus pequeños corazones.

En esta noche, los bendeciré y los consagraré, sobre todo a estos, Mis pequeños, que hoy se arrodillan ante Mi altar con la esperanza de encontrar la paz y un propósito para sus vidas; con la esperanza de convertirse en verdaderos apóstoles de Cristo, y así lo harán, porque Mi Amor los impulsará y, siempre que sean verdaderos en su entrega y en su consagración, Mi Amor y Mi Presencia estarán entre ustedes.

Yo los consagro y los bendigo por el Poder del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Que sigan en paz y lleven Mi Paz al mundo entero.

Les agradezco.

Para despedirme, canten "Inmaculada Señora de la Paz" e ingresen en Mi Corazón como humanidad, para que así Yo también pueda elevar a las almas que en esta noche necesitan de Mi auxilio maternal, necesitan de Mi amparo y de Mi consuelo.

Eleven a Mis Brazos, hijos Míos, a aquellos de sus hermanos que más lo necesitan. Los escucho.