APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Soplan los vientos para limpiar los corazones de los hombres porque lo necesitan.

Soplan los vientos para purificar la Tierra con el Soplo Divino que proviene del Espíritu de Dios.

Dejen que sople, que limpie, que lleve consigo aquello que ya no les corresponde.

Dejen que sople el viento y les traiga la verdad para que sea depositada en sus corazones.

Los elementos reverencian a Dios, se tornan Sus instrumentos y dejan que el Padre actúe a través de ellos para llegar al corazón humano.

Sientan el viento que sopla y dejen que estos elementos sean, para ustedes, un ejemplo de cómo ser un instrumento de Dios.

Sean como este viento que sopla, que proviene del Padre y llega al mundo.

Dejen que el Corazón de Dios los conduzca a donde sea más necesario.

Dejen que Él lleve sus oraciones a los cuatro puntos de este mundo.

Entreguen a este viento, que hoy sopla, sus dificultades e imperfecciones, sus limitaciones, sus errores y su pasado.

Sé que vinieron hasta aquí con la esperanza de algo nuevo, con la esperanza de encontrar un camino, de recibir una Gracia.

Sé que muchos vinieron hasta aquí sin saber por qué, impulsados por el corazón sin la comprensión de la mente.

Ahora que llegaron, hijos, dejen que el viento sople y los purifique.

Entreguen sus aspiraciones y sus miedos, sus incertidumbres y sus dudas.

Pidan al Padre que este viento sople y cruce fronteras, que no tenga límites, que llegue a  los corazones que más lo necesitan y que son muchos, desconocidos y solitarios, en los cuatro puntos de este mundo.

Reciban, con este viento, la Gracia de Dios, la Presencia de Su Santo Espíritu que se prepara para llegar a la Tierra el día de Pentecostés.

Que este Espíritu los prepare para algo mayor.

Sepan, hijos, que sus vidas son preciosas para Dios, que hay un pensamiento perfecto que proviene del Corazón del Padre para cada uno de ustedes.

Y hoy Yo vengo a llamarlos para manifestar ese pensamiento.

Vengo a invitarlos a que hagan de sus vidas, vidas al servicio de Dios.

Que sus oraciones sean para el prójimo, para los Reinos, para el establecimiento de la paz en la nueva humanidad.

Dejen que el Soplo Divino los purifique de sus ansiedades, vanidades y curiosidades.

Que su simple Presencia les revele aquello que deben saber.

El Espíritu Santo no se manifiesta como un concepto en la mente. Su Presencia es inexplicable, solo puede ser vivida y experimentada. Sus Dones se hacen visibles de una forma que la mente no puede comprender o explicar.

El Espíritu de Dios está solo dentro de los hombres, porque así fue en el principio y así deberá ser en el fin. Por eso, este Santo Espíritu se aproxima a la Tierra y hoy golpea a la puerta de sus corazones.

Que Aquello que les es un misterio sea vida.

No piensen en el Espíritu de Dios, vivan en el Espíritu de Dios. Eso se hace abriendo el corazón, rindiendo el propio espíritu, la mente, el cuerpo y el sentimiento para que se tornen algo nuevo, para que se conviertan en aquello, hijos, que ustedes deberían ser desde el principio.

Hoy el Espíritu de Dios colma este lugar.

Sientan Su Presencia invisible y dejen que Él vuelva a tornar Sagrado aquello que se perdió dentro y fuera de ustedes.

No hay como explicar el Espíritu de Dios, Su Espíritu Santo, inmaculado, perfecto, parte de un Dios Único que hoy los llama a despertar.

Hoy Su Presencia se manifiesta como un soplo para que mañana descienda como un fuego y los incendie en una llama de despertar que tornará nuevos a los que abran sus corazones.

Crean en esta Gracia, en esta Presencia Divina.

Hoy Dios les concede algo especial, una oportunidad única, porque lo necesitan.

Ustedes se distrajeron mucho tiempo con las ilusiones de este mundo.

Sus Espíritus están sedientos de cumplir la propia misión y esa misión, hijos, no es para que ustedes sean héroes en un mundo de caos, es para que den lo mejor de sí en un mundo que se pierde, es ser una luz sobre la mesa cuando la casa de esta tierra esté oscura.

Su mayor misión es ser verdaderos, transparentes, amar al prójimo como a sí mismos y a Dios sobre todas las cosas.

Y respetando y viviendo estas Leyes, todos los misterios les serán revelados. Respetando y viviendo esta Ley, serán dignos de conocer las otras que caminan atrás de la Ley Primera que es el Amor.

El Amor es la puerta hacia los mundos superiores, hacia las dimensiones que ustedes desconocen porque están ocultas delante de su ignorancia, pero no siempre será así porque llegará el tiempo, el momento y la hora de despertar.

Conociendo la condición humana, el Espíritu de Dios se hace presente y sopla dentro de los corazones que saben decir "sí" para auxiliarlos, así, en este despertar, en esta vivencia del amor que vinieron a manifestar en el mundo.

A lo largo de los siglos y en toda la evolución humana, el Espíritu de Dios se hizo presente entre los hombres para despertarlos y para recordarles que era el momento de vivir algo nuevo.

El Espíritu de Dios se manifiesta cuando los ciclos deben cambiar, cuando la humanidad necesita de un impulso para renacer, y ese momento llegó.

Por eso, abran sus corazones y sientan al Espíritu de Dios que despierta dentro de ustedes aquello que deberían manifestar desde el principio, porque recibieron del Padre el Don para hacerlo.

Lo que el Espíritu Santo hace con Su Presencia es tocar, dentro de ustedes, aquello que está adormecido para que despierte.

Ustedes viven en este mundo expresando algo que no son y mantienen desconocido aquello que es real.

Por eso, el Espíritu de Dios llega al mundo, sopla el polvo que cubre, dentro de ustedes, la verdad para que la puedan ver.

Soplará el Espíritu de Dios, día y noche, preparando el fuego que proviene de Su Corazón y que enciende a las almas definitivamente.

Den honra y gloria al Espíritu de Dios y a Su Presencia.

Alegren sus corazones delante de Él y no teman ser nuevos, ser otros, ser verdaderos. No teman pedir perdón para liberarse del pasado y perdonarse a sí mismos para que no guarden, dentro de sí, los propios errores.

No teman expresar el Amor y arriesgarse a decir "yo Te amo" al Padre, así como a todas las criaturas.

Amen a Dios, que está presente en todas las cosas y, aunque no conozcan el Amor y no les parezca verdadero cuando digan "yo Te amo", díganlo igual porque esa verdad, poco a poco, despertará en sus corazones.

Yo los llamo "hijos" porque los amo como un padre ama a su hijo.

Yo no soy el Supremo Padre que está en los Cielos, pero Yo los amo en el nombre de Él, así como Él los ama, porque así Él me lo enseñó.

Dejen que ese Amor despierte en sus corazones y amen al prójimo como a sus hijos, amen a los niños de la guerra y a los que padecen con las ilusiones, amen a los jóvenes perdidos y a aquellos que están desamparados en las calles de este mundo.

Amen, como si fueran sus hijos, a aquellos que hoy los ignoran o los odian. 

Amen, como si fueran sus hijos, a aquellos con los cuales ustedes no tienen afinidades y en lugar de juzgarlos constantemente, compréndanlos y ámenlos como un padre y una madre aman a sus hijos y comprenden sus caminos y sus elecciones, dándoles siempre el ejemplo, pero rindiéndose cuando no los pueden transformar. 

Ustedes, hijos, no transformarán a todas las cosas de este mundo por sí mismos.

Su misión no es obligar a las personas a ser diferentes; pero sí dar el ejemplo, comprender y amar por encima de todas las cosas.

No participen del error ajeno. Siempre estén allí dándoles un ejemplo diferente y cuando erren, alégrense de ver el ejemplo del prójimo que les muestra un camino que no podían ver.

En Mi Presencia, que el Espíritu de Dios despierte, en sus internos, el Don de la humildad para que les abra el camino para aprender sobre el Amor.

Con estas palabras simples, en esta Presencia Grandiosa, Yo los bendigo y les digo que siempre estaré aquí porque los amo como un Padre ama a sus hijos.

En la presencia del Relicario de Mi Casto Corazón, retiro de él un recuerdo que viví en los planos espirituales porque Dios me concedió esa Gracia y en ese instante, por la Potestad de Mi Hijo que era el Hijo de Dios, fui consagrado Padre y Sacerdote para dar a las almas la Gracia que Él me había dado.

Yo elevé, junto con Él, aquella Copa como Él me enseñó, así como lo hago hoy, bendiciéndola, junto con Dios para que se transformara en Su Sangre.

También elevé aquel pan junto con Mi Hijo, el Hijo de Dios, así como lo hago hoy, bendiciéndolo delante del Padre que contempla a todos los Sacerdotes, a todos aquellos elegidos por Él para traer el Cielo a la Tierra, y este pan se convirtió en Su Cuerpo.

Hoy también bendigo esta agua como símbolo de la máxima Misericordia que brotó del Costado de Cristo cuando Él estaba en la Cruz.

Beban de la sangre y del agua para que la Misericordia se haga carne dentro de ustedes y para que, de esta forma, sean misericordiosos.

Este recuerdo, que hoy irradio desde el Relicario de Mi Corazón, ingresa en estos elementos y los transforma, porque esta es la Voluntad de Dios en este momento.

Alégrense y regocijen sus espíritus en el Espíritu de Dios. 

Entreguen a Él sus tristezas, enfermedades y dificultades en todos los niveles, para que Él los cure y les enseñe a vivir en paz, a multiplicar la paz y a llevarla al mundo.

Contemplen este humilde Relicario, no para adorarlo, sino solo para encontrar en él un Puente hacia Dios, para entregarle, a Sus Pies, sus imperfecciones humanas y encontrar aquella semilla del nuevo hombre que habita en sus corazones.

Por eso, consagré este Relicario junto con Dios, para que Él los ayude a alcanzar aquellas cosas que les son imposibles, así como Yo las alcancé cuando era imposible para mí trascender la condición humana.

Con esta Gracia, nuevamente los bendigo y les agradezco.

Eternamente les agradeceré porque, en medio de una humanidad ciega, sus corazones están despertando, sus ojos se están abriendo y el Espíritu de Dios podrá vivir dentro de cada uno de ustedes.

Agradezcan, Conmigo, al Padre por todo lo que Él les da.

Les dejo Mi Paz y Mi Gracia, la Gracia que Dios le concedió a Mi Corazón.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Yo les agradezco.

Mientras Yo me elevo a los Cielos, canten la canción del Relicario de Mi Corazón y dejen que Él se irradie, que irradie sus Dones junto a los Dones que provienen del Espíritu del Padre que llega al mundo en esta mañana.

Recuerden a los niños en las guerras, recuerden a las madres que perdieron a sus hijos, recuerden a los hombres y a las mujeres que se rinden a la manifestación del caos y del terror.

Clamen por Misericordia sin importar los errores que la humanidad comete. Lo que más importa en este tiempo es que se arrepientan y que existan siempre aquellos que clamen, en Su Nombre, por una nueva oportunidad.

Que los Dones del Relicario de Mi Corazón traspasen sus corazones y a través de ustedes, que son parte de la humanidad, lleguen a todo este planeta.

Yo les agradezco y les agradeceré siempre.