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Contempla el mundo, la situación planetaria, la situación interior de los seres humanos y solo ora, ora con el corazón. No hay otra forma de interceder por las almas a no ser con el puente de la oración.
Después de orar, sirve orando y ofrece todo en tu vida como una reparación para Dios.
Hijo, si ves que la humanidad está ciega, tú, abre tus ojos a Dios y sé vigilante.
Si ves que la humanidad está sorda a la Palabra Divina, tú escucha el Verbo del Creador y Su Silencio y obedece Sus Leyes, para que ellas sean instituidas en la vida.
Si ves que los corazones no soportan las corrientes de la purificación y las mentes se desestabilizan por sus resistencias, tú, sé manso y deja que Dios te transforme por dentro y por fuera, para que tu ejemplo sea una semilla fertilizada por el Amor Divino en el suelo árido de la Tierra.
Si ves que los corazones le dicen “no” a Dios y niegan Su Presencia, Su Existencia y la Gracia del Propósito de Su Creación, tú, dile “sí” a Dios. Esfuérzate, sin quejarte, para cumplir Su Plan. Expresa la alegría de tu alma por servir al Creador y por vivir bajo Sus Ojos.
Juzgar al mundo no es para ti; pero dar un ejemplo sí, es tu misión.
Ante un error, prefiere las acciones que equilibren, a palabras que intenten corregir. El esfuerzo por dar un ejemplo te transformará y también al mundo.
Experimenta lo que Te digo y persevera más allá de tu búsqueda por resultados.
Cuando tus acciones sean en Nombre de Dios y no en tu nombre, verás crecidos en ti, los frutos del Árbol de la Nueva Vida.
Tu Padre y Compañero,
San José Castísimo
Hijo, despierta también en tu corazón el Don de la Piedad, así como un día Yo lo desperté en Mi Casto Corazón.
Después de haber sido elevado a los Cielos, el Creador Me llamó para estar a Su lado, invitándome a interceder por este mundo. Para eso, Me hizo ver y conocer profundamente los cuatro puntos de la Tierra.
En aquel momento, conocí la ignorancia humana y su miseria más profunda y, sabiendo de la Perfección de Dios y que esa Perfección habita oculta en todos los seres, sentí emerger en Mi pecho la Piedad.
Yo no tenía cómo no amar al corazón humano, porque allí estaba el propio Dios escondido. Pero no solo Dios se escondió en el hombre; el hombre también oculta, todos los días, lo Divino que existe en sí mismo, con sus acciones, sus elecciones, sus pensamientos y sus sentimientos. El hombre prefiere la imperfección y la ilusión a encontrar la Verdad. El hombre muchas veces elige la ignorancia en lugar de la Sabiduría Divina. Por todos estos motivos, cerré los ojos por un instante y clamé, casi en silencio: Señor, ten Piedad.
Hoy les pido que cuando estén delante de su propia ignorancia y de la ignorancia de sus hermanos, clamen Conmigo: Señor, ten Piedad.
Yo les pediré que, por las consecuencias de la ignorancia humana, que se expresan en el martirio de los Reinos, en los abortos, en los suicidios de los jóvenes, en las guerras y en los conflictos de las familias, clamen Conmigo: Señor, ten Piedad.
Pues, no hay otra forma de transformar al mundo y de ayudarle a encontrar la Verdad, sino abriendo las puertas para la Piedad de Dios, atrayendo así, Su Misericordia. Por eso, hijos, antes de juzgar, criticar o padecer, afirmen: Señor, ten Piedad. Amén.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Por la potestad que Dios Me concedió como intercesor de este mundo y de algunos otros, hoy abro las puertas de este Reino para que las almas que sufren puedan recibir una Gracia tan grande, como la que ustedes recibieron en los últimos días.
Por el despertar de sus corazones y por el sí que enviaron a Dios, respondiendo al Llamado de Cristo, generaron méritos para que muchos otros, que desconocen, puedan recibir la Misericordia que emana de los Espejos de este Reino hacia todo el planeta.
Hoy, más que para hablarles, vengo a orar con ustedes por este mundo, por los niños que deben crecer y poblar la Nueva Tierra, vengo a orar por los Reinos que tanto sufren por la indiferencia humana.
Vengo a orar por los ángeles de las naciones que intentan, día y noche, sustentar el planeta y atraer hacia cada nación aquel Principio Divino que ella debe manifestar.
En este día, vengo a profundizar en el despertar de sus consciencias para que puedan, definitivamente, tornarse servidores del Plan de Dios. Que el amor a este Plan pueda ser mayor que el amor a sus propias vidas, porque de esa forma podrán ser un triunfo de Dios en el mundo.
Hoy vengo a mostrarles a sus corazones una realidad que aún desconocen.
Yo les pediré que cierren los ojos para que Yo les pueda mostrar aquello que Yo veo como intercesor de este mundo.
Recorran Conmigo el planeta con los ojos del corazón. Contemplen Mi Presencia, Mi túnica marrón, Mi manto rojizo representando la Sangre de Cristo que aún se derrama sobre las almas inocentes.
En Mi mano derecha, hoy llevo un cayado, representando que, además de intercesor como Mi Hijo, hoy vengo a conducir sus almas a un nuevo propósito.
Mis pies descalzos simbolizan Mi resignación ante Dios, simbolizan Mi voluntad unida a la Voluntad del Padre, y que seguiré Sus caminos por toda la eternidad.
Contemplen, detrás de Mí, un gran portal a través del cual Yo los conduzco al planeta. Quiero que conozcan el Oriente para compartir las Llagas de Dios y repararlas.
Arrodíllense Conmigo en el suelo de esta tierra que un día fue sagrada y que debe volver a ser sagrada, porque así como su Señor y Rey caminará por Occidente, también caminará por Oriente. Y aquellos que lo negaron y que no lo aceptaron desde el principio se curvarán delante de Él, se golpearan sus pechos y se arrepentirán, pero será tarde.
Hoy vengo a compartir con ustedes una de las mayores Llagas de Dios, que es la indiferencia humana por el Sacrificio de Su Hijo.
Cuando Jesús era pequeño, Él Me enseñó a orar el Padre Nuestro, una oración que traía del Cielo, que había aprendido con Su Padre para que todas las almas puedan unirse a Él. Les pediré que oren Conmigo esta sagrada oración para interceder por las almas que hoy deben ingresar en Mi Reino, que es el Reino de Dios, que es su casa y también la Mía.
Contemplen en el cielo de Oriente una gran puerta de luz que irradia una luz dorada y brillante. A través de ese portal, la Voz del Creador resuena para todos Sus hijos.
En nombre de la humanidad, respondan a Su Llamado y, como un clamor, hablen con Dios:
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Ahora, con el corazón aún más unido al Corazón del Padre, oren por los niños, aquellos que sufren injustamente.
Por la Gracia que Dios Me concedió de tener al Niño Jesús en Mis brazos, hoy le ofrezco al Padre todos los niños del mundo y, junto con ustedes, ruego a Dios:
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Por la Gracia que Dios Me concedió de tener a la Santa Virgen María como esposa y compañera, como una Luz en Mi Camino que Me llevó a comprender la Presencia de Dios en Mi Corazón, hoy ofrezco esta oración a todas las mujeres que sufren injustamente, para que no pierdan su pureza por los ultrajes de este mundo. Junto a ustedes, Yo ruego a Dios:
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Por la Gracia que Dios me concedió de ser un hombre simple, servidor y humilde; de cumplir Sus Designios y de hoy estar a Su lado; le ofrezco al Padre todos los hombres que están ciegos en esta Tierra, que no lo comprenden, que no buscan a Dios, que no encontraron lo Sagrado dentro de sus corazones. Roguemos al Padre:
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Por la Gracia que Dios Me concedió de comprender la presencia de los Reinos en la Tierra, de amarlos y de reverenciarlos para que ellos cumplan con su misión; hoy ruego a Dios por todos los animales, minerales, vegetales, por todos los devas, por todos los elementos que en los desiertos del mundo contemplan las atrocidades causadas por el hombre; que en las florestas, en los ríos, en las montañas, en las ciudades, en las casas y en todos los lugares sufren las atrocidades causadas por la ignorancia del corazón humano.
Padre, hoy te ruego por todos los Reinos para que, a través de esta oración, la humanidad comprenda que es Tu propio Corazón y el Corazón de la Santa Virgen María los que son ultrajados cuando los Reinos sufren y padecen en este mundo. Junto a Tus hijos, Te ruego:
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Con esta oración, digamos al Señor, Nuestro Dios, que deseamos iniciar un nuevo ciclo, para que ahora, hijos, ya no piensen tanto en sí mismos, sino que contemplen las necesidades del planeta, del Plan de Dios para que él se manifieste, para que esta Tierra sea sagrada.
Cuando piensen en ustedes y crean que sufren mucho, recuerden este portal que abrí en sus corazones para que contemplen la mayor Llaga del Corazón del Creador, y no sean ustedes también indiferentes al Sacrificio de Cristo.
Ahora retornen Conmigo hasta aquí, pero nunca se olviden de los niños que sufren, de las mujeres, de los hombres, de los Reinos que necesitan de sus oraciones.
Cristo les entregó una gran Gracia y no fue solo por ustedes, fue para que respondieran a Su Llamado, abandonando las mezquindades de sus vidas para contemplar la Voluntad Superior y reconocer finalmente que llegó la hora de cumplir el Plan de Dios, porque si la humanidad no despierta, la vida en el planeta podría extinguirse.
No permitan hijos, que una Llaga más se abra en el Corazón de Dios. Sean dignos de todo lo que recibieron y multipliquen estas bendiciones para todo el planeta, y para todo el universo que aguarda que respondan al Llamado de Dios y que lo vivan.
Hoy vine para orar con ustedes porque Mi Corazón ya no puede contemplar el mundo sin sentir el pesar de las almas que sufren.
Después de conocer la grandeza del Padre, de Su Reino y de todos los Reinos semejantes al Suyo que se esconden en el interior de la Tierra, no puedo contemplar el sufrimiento humano sin sentir en Mi Corazón el pesar de las almas.
No puedo contemplar las atrocidades que viven los Reinos sin sentir en Mi Corazón el gran pesar que la ignorancia humana Me causa por no comprender la verdadera misión de la naturaleza en el planeta.
Por eso hoy vine a orar con ustedes y solamente a ofrecer al Padre los méritos generados por nuestros corazones unidos en Su Nombre, para que Sus compañeros puedan llegar un día a Asia, respondiendo a Su Plan, haciendo triunfar Su Corazón.
El pan consagrado por Cristo ya ingresó en sus esencias como una semilla de luz que está comenzando a fecundar, germinar y crecer, para tornarse el árbol de una nueva vida. Que cada Comunión que el Creador les ofrece, a través de Sus Mensajeros, nutra esta semilla, la fortalezca y la haga más poderosa que cualquier aspecto humano, para que puedan despertar la Esencia Divina en sus pequeños corazones.
Una vez más, oren Conmigo, ahora en arameo como Mi Hijo nos enseñó, para abrir las puertas del Cielo, y para que todas las almas, todos los Reinos y el propio espíritu de esta Tierra comulguen del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
Oración: Padre Nuestro (en arameo).
Que vengan hasta aquí los niños, que comulguen por todos los niños de este mundo y que, sobre todo, dentro de ellos se fecunde la nueva vida, que puedan ser dignos de vivir en la Nueva Jerusalén, el Reino de Dios manifestado en la Tierra. Canten mientras ellos llegan hasta aquí:
¡Oh!, San José,
clamamos a Ti por la salvación
de todas las almas del mundo.
Misericordia, Misericordia,
¡Oh! San José, Misericordia.
(Se repite cuatro veces)
Hoy dejaré Mi bendición sobre todos los niños y sobre todas las familias. Que cada padre y cada madre reciban de Mi Casto Corazón la inspiración para educar y criar a sus hijos. Les pido que sean fuertes para no dejar ingresar en sus casas las influencias de este mundo, que separan a las familias y las hacen infelices.
Hoy dejo en ustedes una semilla de la nueva vida para que, donde quiera que vayan, puedan sembrarla en muchos otros corazones que hoy no están aquí.
Por la Gracia que Dios Me concedió de vivir en la Familia más Sagrada que estuvo sobre este mundo, hoy Yo los bendigo y les agradezco por estar aquí y por dejar que en sus hijos florezca un niño nuevo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sigan en Paz y superen con Paz los desafíos de esta vida.
Les agradezco.
Hijo, coloca sobre tus espaldas tus propios pecados y asume el peso de tu cruz. Ofrécete también, en oración, para equilibrar las deudas de aquellos que no reparan sus propias faltas y que no alivian el Corazón de Dios, sino que, por el contrario, lo ultrajan y lo ofenden a diario.
Coloca sobre tus espaldas la cruz de tus pecados, asumiendo tu crecimiento y esforzándote para dar tus pasos y para no ser un peso sobre las espaldas de tu Maestro.
Ya no vivas solo de los méritos generados en la Pasión, porque llegó la hora de renovar esa Pasión y de generar nuevos méritos para los que no comprendieron y no aceptaron el sacrificio de Cristo.
Bastará que asumas con consciencia tus propios pecados, que los transformes y sublimes con la potencia del Amor de Dios en tu corazón.
Bastará que renuncies a toda la gloria de este mundo, para cargar tu cruz y padecer el martirio de la consciencia, hoy tan acostumbrada a las comodidades y a los pocos esfuerzos por el Plan de Dios.
Bastará, hijo, que le digas “sí” a Dios y cargues tu propia cruz, renunciando a seguir envuelto en los pecados y estímulos de las fuerzas capitales de este mundo.
Hoy, bastará que cumplas con tu parte, comprendiendo que Cristo no vendrá al mundo para cargar una nueva cruz. Será Él, Aquel que te levantará cuando caigas más de tres veces. Será Él, Aquel que secará tu rostro cuando el sudor y el cansancio del camino nublen tus ojos y te impidan caminar. Será Él, Aquel que enfrentará a las tinieblas para darte de beber del Agua de Vida cuando el desierto parezca haber ingresado en tu cuerpo y la sequedad se extienda más allá de tu boca, a todo tu interior, a tu alma y a tu espíritu.
Cuando te dispongas a cargar tu cruz con determinación y valentía, Cristo será Aquel que vendrá para ayudarte a llegar a la meta que Dios tiene para ti y, en el momento en el que le entregues todo, Él te dará todo.
Por eso, hijo, hoy no solo pidas cosas a Dios en nombre del sacrificio de Cristo, sino que ofrécete a ti mismo para renovar la Pascua y ser un nuevo Cordero que se entrega en nombre de Aquel que se entregó primero.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Hijo, contempla hoy la entrega de tu Señor y durante cada día de la semana que llegará, ve cuán poco es todo lo que puedes ofrecer a Aquel que dio la vida por ti.
Medita sobre cada paso de Cristo, en cómo Él renunció a toda aparente gloria y reconocimiento en Su llegada a Jerusalén, porque sabía que, en verdad, cargaría sobre Sus espaldas los pecados de todos los que en aquel momento exaltaban Su Nombre. Él sabía que toda gloria que se alcanza en este mundo es vana y que muchos de los que en aquel momento lo glorificaban, por algunas monedas y por miedo, lo entregarían a la Cruz.
Aprende con Cristo a no buscar la gloria y la exaltación del mundo, mas recibe todo reconocimiento como vano y pasajero, porque lo que es eterno y cimentado en ti, no se ve y no se honra en este mundo.
Abraza el sacrificio y la humildad. Abraza la dádiva de la posibilidad de imitar a Cristo y no solo comer de Su Cuerpo y beber de Su Sangre, más bien permite que la Eucaristía te transforme y que puedas ser una imitación viva de Cristo.
Encuentra, en cada Semana Santa, un impulso para seguir Sus pasos. Que estos días sean como el agua que alimenta a la tierra y te hace crecer como un árbol de la nueva vida. Déjate nutrir por los códigos crísticos y da frutos que alimenten a otros que no pudieron beber de esta Fuente de Vida.
Encuentra, hijo, el sentido de tu vida en el ejemplo de Cristo y descubre que allí hay algo superior que te aguarda, que hay un plan perfecto y único para ti.
Cristo vino al mundo para mostrarte el Camino, abre los ojos y sigue por él. Haz valer, a través de tus pasos, la entrega del Salvador y genera méritos para que Él, un día, retorne al mundo.
Aquel que te impulsa y te conduce a Cristo.
Tu Padre y Amigo,
San José Castísimo
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más