MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Ser nada es descubrir la verdad sobre sí mismo. Perder la propia identidad o individualidad es llegar al origen de todo, donde no existe otra cosa sino la unidad con el Todo.

Llegar a ser nada es un gran desafío, porque la identidad individual de cada consciencia fue construida más allá de este mundo y de esta vida, en otras experiencias del alma y del espíritu que trascienden lo que hoy ustedes conocen sobre sí mismos.

Hijos, grande es el misterio de la Voluntad Divina, pues el Creador que era Único, se dividió en Tres y, de esa forma, en muchas otras partículas de vida, cuya verdadera misión es descubrirse, nuevamente, en unidad con Él. El Creador se multiplicó en los universos, en las galaxias, en las constelaciones, en las estrellas, en los planetas, en los seres, en los Reinos de la Naturaleza; creó la escala evolutiva, que es nada menos que el camino de retorno al origen.

El Creador abrió las dimensiones, desde la materia hasta los suprauniversos, y cerró, de arriba abajo, las puertas que llevaban a Él. Y la única llave que abre esas puertas es el amor. 

Ser nada, hijos, es descubrir la verdad sobre sí mismo. Ser nada, como individuo, como personalidad, como partícula separada de Dios, es saber que el Creador es quien vive dentro de cada ser; Él es quien anima la vida. Aquel que se descubre en Dios y descubre a Dios en él vive la plenitud.

Pierdan el miedo de perderse, pues perdiéndose de sí mismos se encontrarán. Ser nada es descubrir la verdad sobre sí mismo.

Ilusión de ilusiones es creerse algo, festejar méritos y llorar derrotas. Dios es quien vive en cada criatura; de Él es la victoria de sus vidas, a Él pertenece su evolución, hacia Él es el camino de retorno; en Él están contenidas todas las ciencias, todos los rayos, todos los mundos, toda la vida.

El Creador emana la vida, que a Él debe retornar. Es el eterno ciclo de construirse y creerse algo para, entonces, desconstruirse; saberse nada y, en la nada, descubrir al Todo, Dios, Único e Inmutable en Su Infinitud, estático en Su movimiento permanente.

La búsqueda de la nada no es triste. Perderse no es morir, es encontrarse. Morir no es terminar, es comenzar de nuevo.

Saber no es ser. Por eso les digo estas cosas.

Hijos, más que saber la ciencia de la nada, ustedes deben vivirla. Por eso les digo cosas que muchas veces ya saben, porque ayer fue la era del saber, y hoy es hora de ser.

Su padre y amigo,

San José Castísimo

MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hijo:

No te olvides de pensar en el planeta más que en ti mismo. Aquel que aspira a conocer todas las ciencias y se olvida de lo más importante de todo, que es el amor al prójimo y al Plan de Dios, no encontrará jamás el camino que lo lleva a Cristo.

Concentra entonces tu atención, todos los días, en la vida de Aquel que vino al mundo para ser tu ejemplo. Reaviva Su Evangelio sin tratar de ser un mesías, sino viviendo la Enseñanza que Él trajo al mundo. Mesías hubo uno solo y siempre habrá solo uno, porque esa es una misión única que terminará de cumplirse en el retorno de Cristo. El estado de Cristo es elque se debe multiplicar. Es en la vivencia de esta Enseñanza que debe estar tu atención. Acuérdate que Jesús alcanzó la cristificación en la Cruz cuando, solo con Su humanidad, fue capaz de perdonar y de amar a los hombres, al planeta y a los Planes de Su Padre más que a la propia vida.

No te pediré, hijo, que mueras en la cruz para aprender a amar, pero sí que mueras todos los días un poco más, porque cada vez que mueres un poco, aprendes sobre el amor verdadero, el Amor Crístico.

Renuncia a toda gloria en la Tierra, a todo reconocimiento, a toda honra, incluso cuando esa honra te sea otorgada por los hombres, por la admiración de verte virtuoso y adherido a los Planes de Dios.

Jesús podría haber descendido de la cruz y convencido a los hombres de Su Poder. Si lo hubiera hecho, tal vez muchos hombres lo hubieran honrado y hubieran creído que Él era verdaderamente el Mesías, pero la Enseñanza de Cristo era también un aprendizaje para Él: desde Su nacimiento hasta la muerte, debería demostrar a la humanidad que no es por la gloria, por el engrandecimiento ni por el uso del poder que se llega a Dios, sino tan solo por la simple humildad y resignación delante del Padre.

Jesús sabía que todos los poderes que tenía pertenecían a Su Padre, y esos poderes le fueron retirados en la Cruz para que Él aprendiera del máximo poder que proviene de no tener y de no ser nada: el Amor y la Misericordia.

Fue así que Cristo renovó la consciencia humana e incluso la vida universal; pues no solamente en la Tierra, sino en todo el universo, se valoraba el poder y el uso de las fuerzas y de las energías.

Toda la Creación vivió un aprendizaje con el ejemplo de Cristo, pues después de haber renunciado a Sí mismo y a Su Vida, hizo renacer Su Cuerpo y recobró la vida de Sus Células, solo con la potencia del amor alcanzado en la Cruz. No hubo ciencia, sustancia, energía ni vibración que, en un laboratorio, hiciera revivir el Cuerpo de Cristo: fue el puro amor, renovado por la renuncia y por la entrega de Jesús, lo que le devolvió la vida.

Aprende así, hijo, a renovar una vez más la condición humana con ese ejemplo vivo de Cristo dentro de ti y delante de ti. Imítalo, venciendo el miedo que humanamente atormenta a tu corazón y ábrete a no ser nada.

Aquel que, en humildad, fue nada y alcanzó todo, tu padre y compañero,

San José Castísimo

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