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Hoy, hijos, con el Niño Jesús en mis brazos, vengo a hacerles un pedido especial.
Ya no resta mucho tiempo para que Mis palabras resuenen en el mundo. Ha llegado el momento de Mi silencio para que, así, la voz de este pequeño Niño pueda hablar más alto, para que Sus designios sean escuchados y Su Verbo se torne Ley.
Pero, antes de silenciar Mi Casto Corazón, vengo a pedirles que acuñen una medalla, la Medalla del Castísimo Corazón de San José. Una medalla que guardará en sí todos los méritos alcanzados en Mi vida y en la eternidad de Mi Corazón, una medalla que será la protectora de las familias y la guía para la evolución de las almas, una medalla que les recordará la pureza de sus corazones y protegerá sus esencias para que no pierdan la paz en los tiempos de transición.
La Medalla de Mi Casto Corazón llevará grabada Mi imagen con el Niño Jesús en Mis brazos. Él estará en Mi brazo derecho y los lirios que llevo, como símbolo de castidad, estarán en Mi mano izquierda. A Mis pies escribirán: Castísimo Corazón de San José, rogad por nosotros.
Atrás, la Medalla llevará Mi Corazón como un puente hacia Mi Relicario espiritual. Mi Corazón, con tres lirios, representará la unión que experimenté, como siervo de Dios, con la Divina Trinidad.
Con esta Medalla, hijos, se cumplirá el legado que debo dejarles como Padre y Amigo.
Aquellos que lleven consigo esta Medalla llevarán por el mundo los Dones y las Gracias alcanzados por Mi Corazón.
Como promesas divinas, les digo que aquellos que lleven la Medalla del Castísimo Corazón de San José:
1. Encontrarán la paz en los tiempos de tribulación.
2. Alcanzarán la sabiduría interior por medio de la humildad y de la entrega.
3. Encontrarán el camino para retornar al Padre a través de una simple oración.
4. Serán protegidos de toda oscuridad.
5. Alcanzarán la Gracia y la protección para sus familias.
6. Vivirán bajo el espíritu de la humildad y de la mansedumbre de Mi Casto Corazón.
7. A través del silencio descubrirán el amor insondable de Dios y beberán de Su Fuente Divina.
Con alegría en Mi Corazón, les dejo este pedido que Me gustaría ver cumplido el 19 de marzo de 2020, cuando recibirán de Dios una Gracia especial y una expiación divina.
Les dejo Mis bendiciones y Mi paz.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Vengo con el Sol, con el Niño Jesús en Mis brazos, para bendecir al mundo y pedirles que oren.
Oren por las almas que agonizan por no comprender las pruebas de estos tiempos, y oren por aquellos que se comprometieron con el rescate planetario y no cumplieron con su misión.
Oren por los que están enfermos de espíritu, sometiendo a otros al sufrimiento, y oren por los que sufren por vivir las injusticias impuestas por los hombres en este tiempo.
Oren por los Reinos de la Naturaleza, cada día más ultrajados y olvidados, como si no fueran parte de la Consciencia Divina. Los hombres que los maltratan no saben que es al propio Dios al que ofenden y matan todos los días.
Oren por la consciencia del planeta que, a pesar de sustentar la Tierra, vive la constante indiferencia de los hombres que, ciegos por su ignorancia, no conocen su espíritu y ni siquiera agradecen por la vida que les es conocida.
Oren, hijos, porque el mundo necesita de reparación, las almas necesitan de salvación y llegó el momento de que la Tierra ingrese en otras leyes, en otro tiempo, en otro ciclo de su evolución en el que ya no cabrán el sufrimiento y la ignorancia que conducen a los hombres al desamor.
Su Padre y Amigo,
San José Castísimo
Hijo:
Lánzate a lo imposible, si así te lo pide el Señor. Vence cualquier temor natural o sobrenatural y responde a la Voluntad divina, aun sin comprenderla.
¿Qué parecerá más imposible para un hombre que aceptar que su virgen esposa gesta, en sí, al Hijo de Dios, traído y fecundado por el Espíritu Santo? Y entre tanto, hijo, delante de ese y de tantos otros misterios de Mi vida, jamás negué la Voluntad del Señor.
Fue por esa obediencia irrestricta que el Creador concedió, a Su simple siervo, la Gracia de compartir Su Poder y Su Gloria, aunque Yo estuviera en vida, en un cuerpo, una mente, un alma y un corazón humano.
El Señor siempre Me pidió cosas imposibles, y lo más imposible de todo fue que Me pidió, un día, que fuera tan semejante a Él como lo era Su Hijo, en la humanidad de aquel pequeño Niño que por años cargué en Mis brazos.
Era tan inmensa la grandeza de aquel Niño e infinitas Su Santidad y Majestad, incluso estando en un cuerpo tan pequeño, que asemejarme a tal amor manifestado Me parecía imposible. Pero no Me negué a ese pedido divino y solo Me abrí a amar a Mi Hijo y a Dios como única cosa. Me dejé impregnar por la Presencia divina en Mi vida y abrí cada célula de Mi cuerpo para vivir en sí el despertar al amor y a la semejanza con Dios.
Poco a poco, fui descubriendo que ser semejante al Padre, como lo era Mi Hijo, era amar al Padre tal como Mi Hijo lo amaba y amar a todo tal como el Padre amaba. La esencia del amor era el comienzo, el medio y el fin de todas las cosas, de todos los caminos.
Y observando al pequeño Jesús fue como descubrí que la evolución es eterna, y que la unión con Dios debe ser permanente, constante. Fue así como, aun después de la muerte, seguí contemplando los pasos y el triunfo de Mi Hijo amado y cada vez más Me adentraba en la vivencia del amor y de la semejanza con Dios.
Te digo esto porque el Creador pide cosas imposibles a todos Sus hijos. Incluso, de la misma forma como Me lo pidió, Él también te pedirá que ames como ama Su Hijo Primogénito y que seas semejante a Él, como es Su Hijo amado.
Sabe, hijo, que la esencia de todo se encuentra en perder el miedo de lanzarse al amor.
Aunque te atormenten la duda, el temor, el orgullo y la falta de paz, jamás dejes de cumplir con la Voluntad del Padre. Cuando respondas a Su Llamado, verás que se manifiestan en tu vida Sus Prodigios.
Yo te amo y con Mi ejemplo, te inspiro siempre.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
Queridos compañeros y siervos de Cristo:
Hoy quiero enseñarles algo que aprendí con Mi Hijo Jesús, cuando Él aún era niño.
Jesús fue descubriendo la esencia del Plan de Dios para la humanidad cuanto tenía cinco años, y era capaz de ver en los corazones de los hombres el Pensamiento Perfecto de Dios para cada uno de ellos. Así era como el pequeño Jesús procuraba ver en cada ser solo la perfección y, aunque ese ser en nada se asemejase al Pensamiento de Dios para él, Jesús solo veía el Pensamiento Divino. Y era tanto el amor que nacía en Jesús al ver la Perfección de Dios en cada criatura, que ese amor, por sí solo, comenzaba a expulsar de los corazones de los hombres aquello que los separaba del Creador.
A este misterio quiero invitarlos hoy, porque a lo largo de los siglos la humanidad solo respondió a los estímulos capitales y muy poco a los divinos; fue así que solo creció en el corazón humano la costumbre de buscar en el prójimo siempre lo peor, como una forma de sentirse mejor que los demás.
Por esa razón, los seres desconocen el Amor de Dios por Sus criaturas, porque la consciencia que solo vislumbra las miserias de cada ser no puede comprender cómo Dios ama seres tan miserables y se pregunta de dónde surgirá una humanidad redimida, si todos alrededor están sumergidos en sus defectos.
Hoy les digo que dentro de cada alma están latentes la Perfección de Dios y la posibilidad de vivir y manifestar esa perfección. Ustedes deben aprender a buscar lo más maravilloso que expresa una consciencia, porque ahí están los Ojos de Dios.
Por esa posibilaidad de unirse a los Principios del Creador, es que Él aspira, incesantemente, a que de esta humanidad nazca el nuevo hombre, capaz de transformar a toda Su Creación.
Aprendan a desterrar del propio interior la necesidad de observar y buscar los defectos ajenos, por el contrario, alégrense por la manifestación de una virtud en el prójimo e imítenlo en lo que él expresa con perfección.
Encuentren en el atributo que cada ser manifiesta la posibilidad del surgimiento de una Nueva Raza y aspiren, de todo corazón, a que cada uno pueda crecer en virtud. Ayúdense unos a otros para que maduren bajo el espíritu de la fraternidad y del amor, y borren de la propia consciencia, y de la consciencia humana, el mal de la competición permanente.
Si siguen esos ejemplos tan simples, poco a poco aprenderán todo lo que Cristo enseñó a la Sagrada Familia y podrán atraer al Espíritu Crístico hacia el planeta.
Yo los amo y los bendigo bajo Mi divina humildad, para que sean colmados por ese bálsamo celestial y puedan comprender y vivir lo que les digo.
Su padre y compañero,
San José, humilde y casto obrero de Dios
Amados hijos Nuestros:
Hoy, estamos reunidos en la Aurora del Amor para renovar los votos de todos aquellos que se han comprometido con Nuestro Hijo, Cristo el Redentor, para que en este final del tiempo desciendan sobre este planeta la Gracia y la Misericordia que llegan desde el Corazón de Dios.
Hoy aquí se reflexionó sobre la humildad, aquella que Nosotros dos aprendimos con Nuestro pequeño Hijo Jesús.
Saben, amados Nuestros, que cuando Jesús tenía tres años y nos reuníamos a orar, Dios ya hablaba a través de Él. Y era por medio de ese Verbo pequeñito y suave que el Creador instruía a la Sagrada Familia, casi a diario.
Así, aprendimos a escuchar a Dios, también a través de Nuestro pequeño Hijo que, en total inocencia y amor, contaba a Sus Padres de la Tierra lo que Su Padre del Cielo le mostraba sobre los mundos, sobre el universo y sobre Sus otros hijos del Cosmos.
Nuestros oídos y Nuestros Corazones aprendieron a escuchar en humildad y a reconocer la Sabiduría infinita que Dios depositaba en Nosotros, a través del pequeño Jesús.
Y ustedes, hijos amados, ¿escuchan con humildad y de corazón lo que viene del Corazón de Dios?
¿Creen verdaderamente que es posible que el Padre Eterno hable por medio de Sus Mensajeros?
¿Viven, en humildad y fraternidad, toda la Sabiduría que Nosotros, sus Padres del Amor, transmitimos por medio de algunos de sus hermanos que se están donando para repetir Nuestras Palabras?
Para que todos podamos construir esta nueva y sagrada familia entre todos, debemos abrirnos y confiar en el Mensaje de Amor y Humildad que hoy Nosotros traemos al mundo.
Para que la fraternidad sea la tónica de sus vidas, deben dejar de ser lo que eran e imitar la vida de la Sagrada Familia. Al principio solo la podrán imitar, pero a medida que experimenten la paz y el sentir profundo del corazón, al unirse a Dios, llegará el tiempo en que todo se convertirá en una extraordinaria experiencia. Esa experiencia será la cuna de la Nueva Humanidad.
No sientan temor a experimentar la humildad, no sientan reparo en ser menos que los demás porque en realidad nada son, solo representan unas pequeñas piedritas en un gran desierto.
Hoy, les damos un impulso de amor y de unidad, y reunidos en el Amor de Dios los invitamos a realizar una oferta a Nuestro Hijo, Quien los visitará al caer la noche de hoy.
Pídanle que les enseñe sobre la humildad, aquella que Él nos enseñó desde bien pequeño a Nosotros dos, Sus Padres del Amor.
Hoy, dejamos Nuestra Gracia en este lugar bendito y Nuestro Amor a todos Nuestros hijos del mundo.
Los aman y los acompañan siempre,
María, Rosa de la Paz, y el Casto Corazón de San José
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más