APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Ha llegado el tiempo y la hora de que puedan despertar, aun cuando piensen que están despiertos.

Ha llegado el tiempo y la hora de vigilar, porque durante la noche, la noche del corazón humano, como un ladrón llegará Aquel que es esperado por las naciones.

En el momento en el que será más difícil creer, en el momento en el que será más difícil tener esperanza, cuando solo el vacío habite en sus corazones, ahí llegará Aquel que es esperado por las naciones.

Cuando miren al mundo y solo vean caos, cuando se miren a sí mismos y solo encuentren confusión, cuando la mente de los hombres no consiga elaborar ni siquiera un pensamiento y el discernimiento parezca escaso o inexistente en la consciencia humana, sobre los que oran descenderá la sabiduría.

Y, en la oscuridad del mundo, cuando parezca que los seres caminan ciegos, y ciegos intentan guiar unos a otros, sobre los que oran descenderá luz.

Cuando sea más difícil perdonar, porque los errores cometidos por los hombres serán imperdonables, sobre los corazones que oran, descenderá la compasión.

Cuando el miedo tome el lugar del Temor de Dios y los seres duden de la existencia del Padre, en aquellos que oran, Él se manifestará.

Muchos no les dieron importancia a todas las veces que los Mensajeros de Dios les pidieron oraciones. Ya se preguntaron, hijos, ¿por qué formamos tantos Rosarios de Luz?, ¿por qué pedimos tantas oraciones por la paz en las naciones?, ¿por qué siempre los invitamos a orar?, ¿será porque no tienen qué hacer y necesitamos llenar su tiempo?, ¿o será porque ha llegado el tiempo, el tiempo de despertar? 

Es a través de la oración que encontrarán el equilibrio que despertará las virtudes y los dones que se confirmarán, día a día, en la expresión de sus Linajes y lo Sagrado encontrará espacio para vivir Su expansión.

Si hoy, se asombran con lo que ven en el mundo, Yo les digo que es solo el inicio del fin de los tiempos.

No les quiero causar terror, no vengo a colocar miedo en sus corazones. Vengo a fortalecerlos, para que puedan ver el caos y saber que también hay vida más allá, vida que habita dentro de ustedes como en el interior del planeta, como en el firmamento de los universos, como en las dimensiones invisibles que cohabitan en la Tierra; pero que los ojos de los hombres, cubiertos con velos, aún no la pueden ver.

Cuando oran, la Sabiduría de Dios es capaz de demostrarles esa realidad que existe en la Tierra, en el universo y en el interior de los seres. Hacia esa realidad quiero conducirlos, para que no confundan la ilusión del mundo con lo que es real.

No digo, hijos, que el sufrimiento es ilusión. No digo que el fin de los tiempos será una ilusión, pero él es solo un puente, una puerta para que crucen y encuentren una nueva vida, vida que siempre habitó en su interior, vida escondida y silenciosa en el interior de los seres, y que el Creador aguarda, pacientemente, que pueda despertar.

Aún con todo lo que saben, aún con todo lo que vivieron, será difícil mirar al mundo y no confundirse. Será difícil enfrentar el dolor y no identificarse. Será difícil enfermarse y no sentir a la muerte como algo que destruye a la vida. Pero hoy, quiero decirles que existe vida más allá de la vida.

El camino del calvario de estos tiempos es un poco más largo que aquel que el Señor vivió hace dos mil años. Lentamente, sus pies caminarán por este calvario y, en cada paso, transformarán la condición humana. En cada paso, el Creador, dentro de ustedes, va venciendo al viejo hombre y se va expandiendo más allá de las enfermedades, más allá del caos, más allá del sufrimiento, más allá del dolor, más allá de la confusión, más allá de las guerras y de los conflictos, más allá de las guerras en las familias, más allá de las guerras de padres contra sus hijos e de hijos contra sus padres.

Mucho más allá de esto, aquellos que oran, encontrarán la paz, sabrán ver por la ventana del sufrimiento y encontrarán allí un puente para una nueva vida.

El sufrimiento no tendrá el mismo peso para aquellos que despiertan, porque mayor que esto, será la proporción de la Verdad dentro de ustedes. Así vivieron los mártires; por eso pudieron soportar, porque la Verdad fue más allá de la fragilidad humana y reveló dentro de ellos, inclusive en sus células físicas, esta Vida Espiritual y Superior.

Sé que les parece imposible: miren la vida de los mártires y vuelvan sus ojos hacia sus propias vidas, cuán distantes están de amar a Dios con este fervor, de entregar su vida por Cristo, como Él la entregó por ustedes. Pero este pensamiento es parte de la ilusión que aún viven.  

Despertar, hijos, es comprender la vida con ojos de sabiduría, no compararse con el pasado porque ahora es otro tiempo, otras son las dificultades humanas y, a pesar de que existe una sola Verdad que deben alcanzar, será de una forma diferente. Pero todo aquel que cree, que ora y que se esfuerza, encontrará este camino.

La batalla de hoy es con las distracciones, con las indiferencias, con el egoísmo, con el orgullo y con la voluntad propia. Por eso es más difícil, porque se traban en lo invisible de sus corazones, allí donde piensan que nadie ve.

El martirio de estos tiempos son los constantes estímulos que la humanidad recibe en su mente y en sus emociones para separarse de Dios. Y es con eso, hijos, que deben batallar en este tiempo a través de la oración, de la adoración, del contacto sincero, verdadero y real con Dios.

Hoy, es más difícil pedirles que venzan las distracciones, las indiferencias y el orgullo que pedirles que entregaran sus vidas hace dos mil años.

Por eso, el Señor les dice que harán cosas mayores que las que Él hizo; porque Él sabía que las raíces crecerían en los corazones de los hombres, en sus mentes y en sus almas, y cuán difícil sería cortarlas y arrancarlas de lo profundo de su interior, para renunciar a todo eso por la Vida Divina. 

Hoy, quisiera abrirles los Cielos para que todos puedan ver aquello que es invisible a sus ojos, para que todos puedan contemplar el lugar sagrado sobre el cual están sus pies. Ese tiempo aún no llegó, pero hasta ese momento, hijos, oren.

Oren de corazón, entren en diálogo con Dios, abran las puertas de sus vidas para que Él tenga un espacio, para que Él pueda gobernar, para que Él les pueda indicar cada uno de sus pasos.

Incluyan al Creador en sus decisiones, en sus días, en sus pensamientos; y, poco a poco, Su Presencia se expandirá en su interior. Así se fortalecerán y serán capaces de enfrentar los tiempos que vendrán sin perder la paz, sin perder la esperanza, siendo verdaderos servidores de una humanidad que agoniza. No serán como ciegos que guían ciegos, sino serán como luz en la mesa del mundo, iluminando esta casa sagrada para que aquellos que están perdidos puedan ver el camino.

Para eso, deben recorrer el camino de la renuncia, de la soledad, del vacío; y descubrir, en ese vacío, la plenitud que no se encuentra en el mundo, la alegría que va más allá de la felicidad humana, la realización divina que va más allá de las realizaciones humanas, cuando Dios se realiza en ustedes.

¿Quién reflexionará sobre lo que les digo?

¿Quién tomará estas Palabras para sus vidas?

¿Quién será capaz de decir: “Yo viviré esto”?

Es así, hijos, que cuando los portales del mundo interior se abrieran en la Tierra y las realidades sublimes se manifiesten delante de los ojos de los hombres, ustedes no temerán, sino encontrarán su lugar en el Linaje que les corresponde, junto al Corazón de la Jerarquía.

Y cuando resuene la vibración de los Espejos, su voz resonará junto con ellos.

Y cuando se eleve el grito de los Guardianes y Vigilantes, su espada de luz también se encenderá.

Y cuando de rodillas los Contemplativos abran las puertas del Cielo, para que la Misericordia descienda sobre los que no la merecen; entonces, también sus oraciones atravesarán las dimensiones.

Y cuando los Gobernantes atraigan la Ley para el establecimiento de una nueva vida y de un nuevo mundo; entonces, ustedes también sabrán hacer de esas Leyes vida manifestada.

Y cuando la sabiduría colme el corazón humano; entonces, los instructores sabrán explicar y conducir a las almas que están perdidas.

Y cuando los Reinos de la Naturaleza necesiten de un ejemplo verdadero para también cruzar las dimensiones y encontrar una nueva evolución; entonces, estarán los reinistas apuntándoles el camino.

¿Dónde estarán ustedes, confusos ante la vida que se manifiesta o sirviendo junto con la Jerarquía en la construcción de esta nueva vida? 

¿Ya se preguntaron esto?:

¿Dónde quiero estar?  

¿Seré la novia que se durmió y se quedó del lado de afuera o seré aquella que entró, junto con Cristo, a una nueva vida, para compartir con Él una nueva evolución?

¿Mi lámpara está encendida o la encendí y dejé que mi aceite se acabara?

Pregúntense, hijos:

¿Dónde está mi consciencia, mi aspiración, mi voluntad?

¿Dónde habita mi corazón?

¿Quién habita en mí?

Les dejo estas reflexiones porque es tiempo de profundizar, es tiempo de despertar la consciencia, es tiempo de estar en el lugar que les corresponde; porque todo se cumplirá, así como está previsto desde el principio, y ustedes son agraciados con una Instrucción que ninguna iglesia, ninguna religión, ningún grupo espiritual recibió.

Sean agradecidos y consecuentes, tienen Mi bendición para esto. 

Hoy, quisiera ofrecerles el Sacramento del Lavapiés a algunas familias que son importantes para Mí, para que renueven sus caminos y reencuentren el propósito de estar como familia en este tiempo, para que encuentren fortaleza unos con otros.

Ustedes están juntos para fortalecerse mutuamente, para crecer en espíritu y manifestar patrones de conducta que la humanidad desconoce. Y cuando no haya paz en las familias del mundo, la paz que habita entre ustedes será un servicio que generará méritos para la salvación de las familias que están perdidas.

Por eso, hoy quisiera lavar sus pies, para que comiencen un nuevo ciclo, un ciclo de consagración interna de cada uno de ustedes con Dios, en el que cada familia sabrá cuáles son las virtudes y los dones que deben ofertar como grupo familiar en este tiempo.

Yo los acompañaré, y bajo la bendición de Mi Mirada los guiaré siempre.

Les agradezco. 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

 

APARICIÓN ANUAL DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Espere ardientemente este momento porque, a pesar de permanecer en el mundo, contemplando a las almas y sus necesidades, contemplando a los corazones y sus súplicas, este momento para Mí también es una dádiva.

En un mundo que agoniza, el Creador hace descender Su Luz. El Creador manifiesta Su Presencia entre las almas más simples y, en medio del caos del fin de los tiempos, mientras resuena el llanto de los inocentes, Dios se manifiesta entre los hombres para demostrarles, hijos, que Su Gracia es abundante, insondable, infinita.

Él solo necesita que los corazones le digan sí, que aprendan a escuchar a Su Santo Espíritu para estar en el lugar correcto y hacer su propia parte, colaborar con la Jerarquía, como les fue dicho cuando estaban preparando sus almas para lo que viven hoy.

Hoy, abro Mis brazos y expando la Luz que hay en Mi Corazón humildemente sobre el mundo, para que los agonizantes sientan alivio, para los que viven en el caos redescubran la paz.

Muchos temen al Apocalipsis, la manifestación de lo que fue escrito, pero ustedes deben contemplar las promesas por entero. Habrá sufrimiento, pero habrá paz y acontecerán milagros en el corazón de aquellos que creen y que tienen fe, como fue en todos los siglos, en todos los tiempos, en los que el dolor era disipado por el profundo amor de los corazones. Confíen en que eso es posible, y así será.

Sepan hacer del dolor la manifestación del Amor de Dios. Así como el Hijo transforma miserias en Misericordia, haciendo brotar Sangre y Agua de Su Corazón; así, ustedes, hijos, son potenciales transformadores de las miserias del mundo en Misericordia Divina, porque fueron creados para renovar el amor y, aunque eso parezca una gran utopía a los ojos de los hombres, cada vez más, en estos tiempos, esa verdad se manifestará en aquellos que tienen fe.

Pero cada corazón debe escoger donde estará, a que barca subirá, si en aquella donde reposa el Señor o en la que está vacía, vacía de Dios, vacía de Gracia, vacía de fortaleza, llena del mundo, llena de las miserias humanas, llena de las viejas y nuevas energías capitales que hacen naufragar al corazón de los hombres.

Todas las barcas serán lanzadas al mar. La tempestad vendrá para todos, pero donde reposa el Señor habrá paz. A pesar de los vientos, de las olas, de las tormentas, habrá paz.

El fin de los tiempos anuncia un momento de triunfo, el triunfo del Corazón de Dios en aquellos que perseverarán y, no importa que sean pocos, estos generarán méritos, no solo para la raza humana, sino también para razas que desconocen, consciencias que cometieron errores milenarios, desconocidos por el mundo, pero profundamente vividos en la consciencia humana que, hasta hoy, sufre sus consecuencias.

Muchos se preguntan: si el fin de los tiempos es anunciado hace tantos años, profetizado hace dos mil años, ¿en dónde está ese fin?, ¿en cuanto tiempo llegará?".

Hijos, hoy deben decidirse a llegar a ese fin, al fin de la condición humana, del cautiverio de este mundo, al fin de las infantilidades, al fin de las mediocridades, al fin de los pequeños pecados, de las pequeñas permisiones que les  dan a sus corazones para no cumplir la Voluntad de Dios. Hoy, deben decidirse a llegar al fin, al fin de dejar para después el cumplimiento de la Voluntad Divina, al fin de dejar para después que las prioridades de sus vidas sean las Voluntades profundas del Corazón del Padre.

Y, entonces, pregúntense cuál es esa Voluntad. Si la buscan, la comprenderán, porque desde la Ascensión de Cristo, Su Santo Espíritu habla en sus corazones.

¿Quién estará dispuesto a escucharlo? ¿Quién silenció su boca, su mente y su corazón para escuchar a ese Espíritu?

Muchos cantan: ¡Ven, Espíritu Santo! ¿Y qué es lo que Él hará cuando se manifieste? ¿Qué harán con Su Presencia?

El fin de los tiempos ya llegó. Que los ojos que no lo pueden ver, se abran un poco más para salir de la ignorancia, de la nueva energía capital, el egoísmo, y de su compañera, la indiferencia.

Contemplen el mundo, contemplen a los que están a su alrededor. Muchas veces, contemplen la agonía de sus propias almas y sabrán que el final de los tiempos ya llegó.

¿Cuándo llegará este fin, adentro de ustedes? Esta es una decisión de cada ser.

Sin embargo, hay un fin que puede ser en cualquier momento. Ese no lo decidirán por sí mismos: el fin de las oportunidades, el fin del tiempo del arrepentimiento.

Por eso, hijos, arrepiéntanse ahora, clamen ahora, escuchen ahora, vivan ahora.

Si no vale la pena hacerlo por ustedes mismos, háganlo por el mundo, por las almas que agonizan, por los Reinos ultrajados, por los que perdieron la fe y no tienen fuerza para recobrarla.

Si no creen en ustedes mismos, crean en Mí, porque Yo sé que es posible que con pequeñas acciones se transforme el mundo, que con pequeñas acciones se transformen las almas, que sembrando el amor entre ustedes y en ustedes, ese amor es sembrado en el mundo.

Los cantos y alabanzas agradan al Corazón del Padre, pero ya no basta cantar; necesitan vivirlos.

En momentos como este, la Verdad Divina desciende a la Tierra y las almas que están abiertas pueden comprender esa Verdad, pueden saberla, porque el Espíritu Santo escucha a través de sus oídos, Él abre sus corazones, Él amplía sus consciencias para que puedan comprender lo que de otras formas no comprenderían.

Pero, en este momento, cimenten en sus corazones las Gracias que descienden para que no se olviden cuando Yo haga la Señal de la Cruz y ustedes salgan de aquí.

Cuanto mayor es el caos en el mundo, mayor debe ser la fe de los hombres. No se dejen perturbar por lo que acontece en el planeta, sino transformen eso en fortaleza, en una vida espiritual consolidada por un corazón maduro, que sabe equilibrar los acontecimientos del mundo. No se dejen perturbar por las definiciones de los que tienen al lado, porque a cada uno le cabrá responder ante Dios por todas las Gracias recibidas.

Mas, oren por los que desisten y por los que se debilitan, oren por los que se pierden, aun cuando creen que eso no está aconteciendo. El mundo abraza a los débiles, cierra a sus ojos, sepulta a sus corazones. ¿Cómo podrán saber el camino cierto? Por eso, oren por ellos y fortalezcan sus corazones, fortalezcan sus espíritus.

Dejen que la vida superior sea cada día más palpable. Ábranse para descubrir misterios, para penetrar lo desconocido dentro del propio corazón, para vivir potencialidades que estaban ocultas, para ser lo que Dios llama ser humano, aquello que Él creó a Su imagen y semejanza con un profundo Amor para renovar Su Creación y aproximarla a Su Fuente Divina.

Quisiera estar con ustedes más tiempo, a través de Mis Palabras conducirlos a lo profundo del ser, decirles que no teman, sino que sean fuertes en Dios; que no teman, sino que sean verdaderos en Cristo.

Pero necesito retornar para seguir abrazando al mundo, para seguir guiando a los que están perdidos, iluminando a los que están en la oscuridad, respondiendo a los pequeños y grandes pedidos de aquellos que creen en Mí, porque cuando hago esas cosas, fortalezco su fe.

No tengan miedo de hacer pedidos; alégrense cuando se concreten, pero no permanezcan allí. Fortalezcan su fe.

Eso es todo lo que quería decirles hoy. Pero estén atentos, porque puedo retornar cuando Dios Me lo permita, cuando Me abran las puertas, estaré aquí.

Celebremos ahora la Eucaristía, como un segundo impulso de Mi Casto Corazón, para que Cristo, la Virgen María y San José puedan dejar impregnada en el pan y el vino la fortaleza que necesitarán para vivir su definición en los próximos días.

Les dejo Mi bendición y Mi Paz.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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