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Calma tu corazón, hijo, y encuentra consuelo en la Fuente de Paz hacia la que la oración sincera puede conducir a tu espíritu.
Renueva tus votos ante Dios, con un compromiso sincero de perseverar, cumpliendo con Su Plan, mas allá de las dificultades de la vida y de los desafíos que estos ciclos del planeta le traerán a la humanidad.
Encuentra fortaleza en la verdad, en la transparencia y en la humildad, para que no sufras por las resistencias a las que se aferran tu corazón, tu mente y tus emociones.
Deja que este ciclo del planeta genere en ti la transformación necesaria, porque él no viene a castigar a la humanidad, sino a definirla. Por eso, en cada nuevo desafío, confirma en tu interior tu compromiso con Dios, recuerda de dónde viniste y hacia dónde eres llamado a retornar.
Y, aunque a veces te falten las fuerzas para seguir adelante, permite que una Fuerza Superior te levante y te fortalezca, te guíe y te lleve de la mano al cumplimiento del Propósito Divino. Es el Santo Espíritu de Dios, el Consolador de las almas, que les mostrará Su Faz a los que se permitan ir más allá de sí mismos, y que no contarán solo con la propia fuerza y esfuerzo, sino también, y sobre todo, contarán con la Gracia Divina y con la vivencia de las promesas de Cristo.
Estos serán los que experimentarán en sus propias vidas la actuación de las Leyes Superiores y darán testimonio de la Presencia del Espíritu Santo, porque ya no vivirán por sí mismos, sino solo por Cristo.
Hacia ese destino, encamina tu corazón y dirige tus pasos.
No pienses en las pruebas que vendrán y no les temas a las definiciones humanas. Siempre sé un corazón vacío y dispuesto a ir más allá, que se permite moldear, corregir y transformar por las Leyes Divinas, y que va más allá de sí mismo cuando le faltan fuerzas humanas, experimentando en sí la Presencia Divina.
Tienes Mi bendición para esto.
Tu padre y amigo,
San José Castísimo
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Espere ardientemente este momento porque, a pesar de permanecer en el mundo, contemplando a las almas y sus necesidades, contemplando a los corazones y sus súplicas, este momento para Mí también es una dádiva.
En un mundo que agoniza, el Creador hace descender Su Luz. El Creador manifiesta Su Presencia entre las almas más simples y, en medio del caos del fin de los tiempos, mientras resuena el llanto de los inocentes, Dios se manifiesta entre los hombres para demostrarles, hijos, que Su Gracia es abundante, insondable, infinita.
Él solo necesita que los corazones le digan sí, que aprendan a escuchar a Su Santo Espíritu para estar en el lugar correcto y hacer su propia parte, colaborar con la Jerarquía, como les fue dicho cuando estaban preparando sus almas para lo que viven hoy.
Hoy, abro Mis brazos y expando la Luz que hay en Mi Corazón humildemente sobre el mundo, para que los agonizantes sientan alivio, para los que viven en el caos redescubran la paz.
Muchos temen al Apocalipsis, la manifestación de lo que fue escrito, pero ustedes deben contemplar las promesas por entero. Habrá sufrimiento, pero habrá paz y acontecerán milagros en el corazón de aquellos que creen y que tienen fe, como fue en todos los siglos, en todos los tiempos, en los que el dolor era disipado por el profundo amor de los corazones. Confíen en que eso es posible, y así será.
Sepan hacer del dolor la manifestación del Amor de Dios. Así como el Hijo transforma miserias en Misericordia, haciendo brotar Sangre y Agua de Su Corazón; así, ustedes, hijos, son potenciales transformadores de las miserias del mundo en Misericordia Divina, porque fueron creados para renovar el amor y, aunque eso parezca una gran utopía a los ojos de los hombres, cada vez más, en estos tiempos, esa verdad se manifestará en aquellos que tienen fe.
Pero cada corazón debe escoger donde estará, a que barca subirá, si en aquella donde reposa el Señor o en la que está vacía, vacía de Dios, vacía de Gracia, vacía de fortaleza, llena del mundo, llena de las miserias humanas, llena de las viejas y nuevas energías capitales que hacen naufragar al corazón de los hombres.
Todas las barcas serán lanzadas al mar. La tempestad vendrá para todos, pero donde reposa el Señor habrá paz. A pesar de los vientos, de las olas, de las tormentas, habrá paz.
El fin de los tiempos anuncia un momento de triunfo, el triunfo del Corazón de Dios en aquellos que perseverarán y, no importa que sean pocos, estos generarán méritos, no solo para la raza humana, sino también para razas que desconocen, consciencias que cometieron errores milenarios, desconocidos por el mundo, pero profundamente vividos en la consciencia humana que, hasta hoy, sufre sus consecuencias.
Muchos se preguntan: si el fin de los tiempos es anunciado hace tantos años, profetizado hace dos mil años, ¿en dónde está ese fin?, ¿en cuanto tiempo llegará?".
Hijos, hoy deben decidirse a llegar a ese fin, al fin de la condición humana, del cautiverio de este mundo, al fin de las infantilidades, al fin de las mediocridades, al fin de los pequeños pecados, de las pequeñas permisiones que les dan a sus corazones para no cumplir la Voluntad de Dios. Hoy, deben decidirse a llegar al fin, al fin de dejar para después el cumplimiento de la Voluntad Divina, al fin de dejar para después que las prioridades de sus vidas sean las Voluntades profundas del Corazón del Padre.
Y, entonces, pregúntense cuál es esa Voluntad. Si la buscan, la comprenderán, porque desde la Ascensión de Cristo, Su Santo Espíritu habla en sus corazones.
¿Quién estará dispuesto a escucharlo? ¿Quién silenció su boca, su mente y su corazón para escuchar a ese Espíritu?
Muchos cantan: ¡Ven, Espíritu Santo! ¿Y qué es lo que Él hará cuando se manifieste? ¿Qué harán con Su Presencia?
El fin de los tiempos ya llegó. Que los ojos que no lo pueden ver, se abran un poco más para salir de la ignorancia, de la nueva energía capital, el egoísmo, y de su compañera, la indiferencia.
Contemplen el mundo, contemplen a los que están a su alrededor. Muchas veces, contemplen la agonía de sus propias almas y sabrán que el final de los tiempos ya llegó.
¿Cuándo llegará este fin, adentro de ustedes? Esta es una decisión de cada ser.
Sin embargo, hay un fin que puede ser en cualquier momento. Ese no lo decidirán por sí mismos: el fin de las oportunidades, el fin del tiempo del arrepentimiento.
Por eso, hijos, arrepiéntanse ahora, clamen ahora, escuchen ahora, vivan ahora.
Si no vale la pena hacerlo por ustedes mismos, háganlo por el mundo, por las almas que agonizan, por los Reinos ultrajados, por los que perdieron la fe y no tienen fuerza para recobrarla.
Si no creen en ustedes mismos, crean en Mí, porque Yo sé que es posible que con pequeñas acciones se transforme el mundo, que con pequeñas acciones se transformen las almas, que sembrando el amor entre ustedes y en ustedes, ese amor es sembrado en el mundo.
Los cantos y alabanzas agradan al Corazón del Padre, pero ya no basta cantar; necesitan vivirlos.
En momentos como este, la Verdad Divina desciende a la Tierra y las almas que están abiertas pueden comprender esa Verdad, pueden saberla, porque el Espíritu Santo escucha a través de sus oídos, Él abre sus corazones, Él amplía sus consciencias para que puedan comprender lo que de otras formas no comprenderían.
Pero, en este momento, cimenten en sus corazones las Gracias que descienden para que no se olviden cuando Yo haga la Señal de la Cruz y ustedes salgan de aquí.
Cuanto mayor es el caos en el mundo, mayor debe ser la fe de los hombres. No se dejen perturbar por lo que acontece en el planeta, sino transformen eso en fortaleza, en una vida espiritual consolidada por un corazón maduro, que sabe equilibrar los acontecimientos del mundo. No se dejen perturbar por las definiciones de los que tienen al lado, porque a cada uno le cabrá responder ante Dios por todas las Gracias recibidas.
Mas, oren por los que desisten y por los que se debilitan, oren por los que se pierden, aun cuando creen que eso no está aconteciendo. El mundo abraza a los débiles, cierra a sus ojos, sepulta a sus corazones. ¿Cómo podrán saber el camino cierto? Por eso, oren por ellos y fortalezcan sus corazones, fortalezcan sus espíritus.
Dejen que la vida superior sea cada día más palpable. Ábranse para descubrir misterios, para penetrar lo desconocido dentro del propio corazón, para vivir potencialidades que estaban ocultas, para ser lo que Dios llama ser humano, aquello que Él creó a Su imagen y semejanza con un profundo Amor para renovar Su Creación y aproximarla a Su Fuente Divina.
Quisiera estar con ustedes más tiempo, a través de Mis Palabras conducirlos a lo profundo del ser, decirles que no teman, sino que sean fuertes en Dios; que no teman, sino que sean verdaderos en Cristo.
Pero necesito retornar para seguir abrazando al mundo, para seguir guiando a los que están perdidos, iluminando a los que están en la oscuridad, respondiendo a los pequeños y grandes pedidos de aquellos que creen en Mí, porque cuando hago esas cosas, fortalezco su fe.
No tengan miedo de hacer pedidos; alégrense cuando se concreten, pero no permanezcan allí. Fortalezcan su fe.
Eso es todo lo que quería decirles hoy. Pero estén atentos, porque puedo retornar cuando Dios Me lo permita, cuando Me abran las puertas, estaré aquí.
Celebremos ahora la Eucaristía, como un segundo impulso de Mi Casto Corazón, para que Cristo, la Virgen María y San José puedan dejar impregnada en el pan y el vino la fortaleza que necesitarán para vivir su definición en los próximos días.
Les dejo Mi bendición y Mi Paz.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Que tu corazón este siempre limpio para que puedas recibir a Dios en tu interior, escuchar Sus Palabras y seguir Sus Pasos.
Que tu corazón sea puro, corazón humano y divino, donde el Espíritu de Dios pueda habitar y guiar tu vida a cada instante.
Para consolidar en tu interior una morada santa, hijo, necesitas aprender de la determinación, no la determinación fruto de la voluntad y de los impulsos humanos, sino la determinación fruto del amor, del diálogo y de la comunión con Dios, la determinación que nace de la voluntad de corresponder a la Voluntad Divina y ser enteramente Su morada, Su instrumento.
La determinación espiritual debe nacer en tu interior para que madures y consolides cada día el Propósito de Dios para tu vida. Esa determinación surge del amor a Cristo y se forma, cada vez más intensamente, a medida que tu corazón está más unido al Sagrado Corazón de Jesús.
La confesión con Dios cada día fortalece en ti la determinación de seguir Sus Pasos, renueva tu corazón y te impulsa a comenzar de nuevo, a pesar de las caídas, y a no desistir, a pesar de los desafíos
La adoración al Cuerpo Eucarístico de Cristo colmará tu ser de Gracia Divina y fortalecerá en ti la determinación para saber decir no delante de las tentaciones y estímulos que repetidas veces te llevan a caer.
De esta forma comprende, hijo, que para desarrollar en tu corazón la determinación santa que lleva a un corazón puro, necesitas colmarlo de la Gracia que el relacionamiento sincero con Cristo trae para tu vida a través de la confesión y de la adoración diarias, porque estos dos momentos serán para ti como beber de la Fuente del Amor de Dios, para amar Su Voluntad y Su Pensamiento perfecto, para escuchar Sus Designios y renovar tu compromiso con Él, para que sepas estar en este mundo y vencer sus estímulos.
En estos tiempos de tantas batallas que se traban en lo invisible de la mente, de los sentimientos y de los sentidos humanos, la determinación espiritual será un don necesario para que consigas mantenerte de pie. Por eso, busca esta Gracia y cultiva este don en tu corazón.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Hijo:
No midas tus posibilidades según tus propias fuerzas. No busques concretar el Plan de Dios solo con tus propias manos. No pienses que no eres capaz de hacer y de vivir esta o aquella cosa porque no encuentras dentro de ti las posibilidades.
Mira la historia de los que cumplieron la Voluntad de Dios y la expresaron, manifestando la parte que les cabía de la Obra Divina del Creador. ¿Fueron ellos, por sí solos, constructores de esa Obra?
Tus posibilidades humanas y lo que conoces de ti mismo poco importan en el momento de concretar una Obra Divina. Lo que sí importa es tu capacidad de ir más allá de ti mismo, de colocar tus ojos, tu pensamiento y tu corazón en Dios y decir:
Señor,
Haz en mí y a través de mí Tu Obra,
cumple Tus promesas, manifiesta Tu Espíritu
y toma mi corazón vacío como Tu morada.
Yo soy Tuyo.
Esa, hijo, debe ser tu oración en los tiempos que vendrán.
No mires tus imperfecciones, sino la Perfección de Dios. No mires ni siquiera tus destrezas y virtudes, para que no limites la Obra Divina a tus posibilidades; solo sé un instrumento vacío, morada del Espíritu Santo, dispuesto siempre a seguir caminos que no están en tu mente, que no fueron trazados por ti, sino por Dios.
Confía en que, en un corazón vacío y dispuesto al Creador, allí operan Sus milagros, y sé tú un milagro vivo.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Cuando la naturaleza se agita, entra en oración y busca la unidad con el Espíritu más profundo de la Tierra, Espíritu de Dios, silencioso, que impregna la vida y sustenta el planeta.
Encuentra en su silencio la paz, a pesar de todos los ruidos de los elementos en la superficie del mundo. Deja rugir al viento y a los mares, bramar al fuego y moverse a la tierra. Que tu corazón esté siempre en el corazón del planeta, en oración, sirviendo por el equilibrio y por la paz.
Aprende a observar y a escuchar la naturaleza, aprende a ver sus señales en los elementos y a saber que cuando ella se agita es porque su Espíritu profundo necesita paz.
Todo en la Creación es vida. Cada alma y cada espíritu son partes de un Dios Único. Del corazón del hombre a lo profundo de los Reinos de la Naturaleza, todo proviene de Dios y encuentra en Él la unidad.
Por eso, hijo, siéntete parte de la naturaleza, siente que tu oración la calma, que tu amor le trae paz y que, cuando tú estás en Dios, toda la vida puede estar allí, en la Presencia eterna del Creador.
Por eso, ora por la vida, por el equilibrio y por la paz en todo lo que es vida.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma convertida y arrepentida de sus pecados más profundos le cuestionó al Señor, diciéndole: “Señor, aquí estoy, confiando en la grandeza de Tu Amor y descubriendo la Gracia de Tu Perdón. Dime, oh, Padre, ¿Cómo puedo ser perdonada y amada y, más que eso, cómo puedo sentir en mi corazón que fui tocada por Tu Perdón?”.
Y el Señor le respondió: “Amada eres, alma pequeña, desde la primera respiración de tu consciencia, desde que Mi Espíritu se posó sobre ti y te dio aliento y vida. Desde entonces, eres profundamente amada.
Eres perdonada cuando abrazas el perdón y comprendes que no Soy Yo quien te priva de él, sino que eres tú quien pasa ante él y no lo ve; eres tú que no le extiendes las manos por estar ocupada con la ignorancia y con el pecado.
Cuando despiertas y abres tus ojos hacia Mi Infinito Amor, puedes ser tocada por Mis Santas Manos. Mi Espíritu te eleva de vuelta a la pureza y a la paz, y es allí que puedes encontrar Mi Perdón y comprender que, en verdad, siempre estuve aquí.
Deja entonces, alma Mía, que tus angustias e incertidumbres den lugar a Mi Amor por ti, y ve que Mi Perdón está ante tus ojos, llamando a la puerta de tu corazón. Deja que él entre y transforme tu morada interior”.
Que este diálogo, hijos, les enseñe que mantenerse en el pecado o en la ignorancia, o ser abrazado por el Amor y el Perdón es solo una elección de cada ser. Son amados desde el principio, hijos esperados por su Creador. Basta ahora que abran los ojos y vean que delante de todos ustedes habita, con paciencia y esperanza, el Amor de Dios.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Cuando el alma de la naturaleza entra en diálogo con Dios, ¿qué le dice?, ¿qué le responde su Creador?
El alma de la naturaleza habla con Dios en silencio, a través de la expresión de la belleza y del movimiento de los elementos. El alma de la naturaleza le expresa al Creador su dolor a través del viento, de la lluvia, del cielo cerrado y silencioso, del tiempo que parece detenerse para sentir la vida de la Tierra.
La naturaleza expresa su donación y su amor a través de las flores, de los frutos, de las hojas verdes y de las hojas que se secan, entregándose a la renovación. Habla a través del profundo silencio de los océanos, de su equilibrio y de su entrega, de su servicio constante y abnegado, de su esfuerzo para mantener vivo el Proyecto del Creador en este mundo.
El alma de la naturaleza habla con Dios a través del silencio de la tierra, renovando en sus capas más profundas los registros más antiguos de la humanidad, transformado con fuego lo que pasó y entregándole al planeta materia que nutre, que suple, que sustenta.
Y Dios le responde a la naturaleza con el sol que ilumina y comunica la vida, con la noche que restaura y trae aliento, con el soplo que se hace aire y respiración, para que, a pesar de toda la densidad del planeta, haya Espíritu en el espíritu de los seres. Dios responde a la naturaleza con gratitud, renovando su perfección y belleza, su vida y su forma, su paz.
Que este diálogo, hijos, les enseñe a servir sin condiciones, a donarse por amor, a expresar paz aun en un tiempo de caos, a adorar en silencio cuando el mundo se agita y a recibir del Señor la Gratitud y el Amor de Su Infinito Corazón.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma que se sentía agraciada por todas las bendiciones que le llegaban constantemente a su vida, en un momento de oración, le cuestionó al Señor, diciéndole: “Señor amado, tengo todo y mucho más recibo de Ti cada día, dime el motivo de tantas bendiciones. ¿Qué debo hacer con cada Gracia recibida? ¿Cómo puedo agradecer los Dones de Tu Eterno Espíritu?”.
Y el Señor le respondió: “Ve, alma pequeña, que del Universo Celestial fluyen constantemente Dones y Gracias hacia toda la vida. Mi Amor es vertido sobre la Creación, indistintamente, sobre todos aquellos que se abran para vivirlo.
Si tú Me abres las puertas de tu corazón, de tu consciencia y de tu vida, esas Gracias fluirán por ti e inundarán todo a tu alrededor. Pero, cuando Mis hijos Me cierran las puertas, cuando son ignorantes o indiferentes, cuando están con su atención dirigida solo hacia el mundo, Mi Manantial pasa y simplemente pasa, sin que lo sientan, sin que lo vean o lo perciban.
Todo lo que les envío a las criaturas es por Amor, para que crezcan, renueven y recreen la Creación. Por eso, toma Mis Bendiciones y sé un alma agradecida; toma Mis Dones y multiplícalos a través del servicio, de la oración, del ejemplo vivo de cada día en el que Yo vivo en tu interior y Mis Gracias fluyen por ti, para que así los ciegos puedan ver, los que tienen miedo se puedan arriesgar, los que no aman se puedan abrir, los que no sirven y no salen de sí se puedan donar y descubrir el inmenso Amor que fluye de Mi Corazón hacia aquellos que se donan sin condiciones.
Que Mis Gracias y Bendiciones no permanezcan en ti y en ninguna alma de este mundo, sino que crezcan, se multipliquen, se renueven y lleguen a todos los seres”.
Que este diálogo, hijos, les enseñe a percibir el fluir de la Gracia de Dios, a recibirla, multiplicarla y donarla constantemente.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma, que aspiraba a poder vivir un día la unidad con todos los seres y con Dios, buscaba en cada religión puntos que pudieran unir, en el amor y en el respeto, a cada una de ellas. Y un día, en oración, le cuestionó al Señor, diciéndole: “Señor, Tú eres el mismo Dios para todas las religiones verdaderas. Eres el mismo que inspira a los corazones y a las almas en el camino de retorno a Tu Espíritu de Amor. Dime, entonces, lo que hay en cada religión que nos une, que nos hace, a todos, Tus hijos”.
Y el Señor, con amor, le respondió: “Lo que hace, alma pequeña, que sean Mis hijos no son las religiones, sino la propia vida. El hecho de existir en la vasta Creación hace de cada ser un hijo de Dios, amado y predilecto, creado por un propósito y con una misión.
Las religiones son impulsos que le di a la humanidad, de tiempo en tiempo, para que las almas recordaran el camino hacia su evolución, pero no solo a través de ellas envié esos impulsos al mundo; también lo hice a través de la naturaleza, del silencio, del servicio y, muchas veces, a través del sufrimiento, porque algunos de Mis hijos escogieron ese camino para despertar y percibir que no estaban comprendiendo la vida de forma correcta y que estaban perdiendo el verdadero sentido de su existencia.
A través de las religiones, envié impulsos al mundo para que, a medida que los seres humanos crecían y evolucionaban mental, emocional y anímicamente, pudieran ser más amplios, más claros, más directos.
A través de Krishna, los conduje al despertar de un grado de amor simple, amor por la vida, por los elementos, por las energías.
Los conduje a una percepción más amplia de la existencia y comencé a crear un camino de retorno a Mi Corazón. Sin embargo, cada ser comprendió la religión de una forma diferente y la manifestó según sus posibilidades, que muchas veces no fueron puras como Mis impulsos.
A través de Buda, les enseñé la unidad con el Todo, el amor compasivo y la paz. Les enseñé a Mis hijos a vivir en comunión con el universo y a salir de las ruedas constantes de los errores y de las consecuencias. Ya estaban prontos para comprender que son ustedes mismos los responsables de la propia vida y que, a través de sus elecciones, atraen hacia sí los rayos y los impulsos que los elevan o los corrigen, según lo que escogen vivir.
Pero no toda la humanidad evolucionó ni todos se abrieron para amar.
La mente humana se desarrolló y con ella, su maldad y no su amor. En vez de Mis hijos vivir en comunión con la vida, quisieron poseerla y manipularla. Por eso, hicieron de los elementos dioses y de las energías formas de conseguir lo que querían.
A través de los Patriarcas, volví a darles impulsos a los seres, corrigiendo sus caminos, impulsos que fueron vividos también según su comprensión.
Hasta que envié al mundo a Mi Hijo, no solo con una enseñanza, sino con una Gracia. Diferente de todas las religiones anteriores, no era a través del conocimiento o del esfuerzo constante para elevarse que llegarían a Mí, sino a través de una Gracia y de la Misericordia que un corazón rendido puede recibir.
El Amor de Cristo no vino para unos pocos, vino para todos. No vino para Oriente o para Occidente, vino para toda la vida, para todos los seres que, a pesar de sus pecados, supieron decir sí.
En tiempos anteriores, la humanidad llegaba a las dimensiones divinas a través de un esfuerzo constante por la elevación. A través de Cristo les fue revelado el Reino en el propio corazón y, a lo largo de la evolución humana, Mis impulsos siguen renovándose.
Comienzo a unir, en el interior de Mis hijos, todos los conocimientos y todos los grados de amor, porque ha llegado el tiempo de la síntesis de la vida en la Tierra, el tiempo de la puerta estrecha y única, a través de la cual todos los seres llegarán a Mí. Y esa puerta, alma amada, es el amor en sus corazones.
Por eso, Yo Soy el Dios de la Vida, porque amo a todos y a todos les enseñé a amar. Ese es el camino para llegar a Mí. Por eso, vengan, a pesar de las diferencias. Vengan, a pesar de los conocimientos. Vengan, a pesar de los impulsos que recibieron, porque todos ellos tienen un único propósito, el de conducirlos a amar”.
Que este diálogo, hijos, les enseñe a comprender los ciclos de la vida y su verdadero sentido, y a saber que, a pesar de toda la complejidad de la existencia humana, para todo hay un único propósito, que es la vivencia del amor.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma, que temía la Justicia de Dios, oraba y clamaba constantemente por Misericordia y un día, sintiendo que el ciclo de esa Justicia había llegado al mundo, le cuestionó al Señor, diciéndole: “Señor, Tú que eres el Dios del Amor, de la Gracia y de la Misericordia, capaz de entregarte en la Cruz por la salvación del mundo, explícame entonces lo que es la Justicia y cómo un Dios de Amor puede actuar con Justicia sobre Sus hijos”.
Y, mirando a esa alma con paz, el Señor le respondió: “Alma amada, que ignoras el verdadero sentido de Mi Justicia Divina, la Justicia de Mi Corazón es una Ley, impregnada de un amor tan grande como la Divina Misericordia. Mientras la Misericordia eleva a los que están ciegos y les concede lo mejor de Mi Reino, aun a los ignorantes, Mi Justicia primero les lava sus ojos, se los abre y hace que las almas sean conscientes de todo cuanto Yo ya les entregué.
Después de derramar Misericordia sobre los corazones y verlos aún sumergidos en la indiferencia, en la ingratitud y en la inconsciencia, Mi Espíritu vierte sobre ellos la Justicia. Y la Justicia es un rayo de Amor de Mi Corazón que estremece a las almas y derriba sus ilusiones más arraigadas, para que así puedan percibir la verdad y se arrepientan.
Lo que causa sufrimiento en las almas no es Mi Justicia, sino su propia ignorancia, porque perciben que estaban afirmadas en bases de arena, mientras que Yo les ofrecí tantas veces la roca de Mi Corazón. La Justicia, alma pequeña, es parte de Mi Amor, para que ninguno de Mis hijos permanezca en el mundo sin despertar y sin percibir lo que realmente es y cuál es el camino que debe recorrer.
Por eso, ante la Justicia, no sufras, sino solo ora para que esta nueva oportunidad, que llega a través de la Ley de la Justicia, no pase también en vano por las almas ignorantes, y que ellas puedan hacer de esta corrección divina el primer paso para enderezar sus caminos”.
Que este diálogo les enseñe, hijos, a amar a Dios, a Su Misericordia y a Su Justicia, y a comprender que la acción de las Leyes es justa y colmada de un celestial amor por las almas.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma, muy esforzada por cumplir el Plan de Dios y ser mejor, estaba afligida por sentir que, a pesar de sus esfuerzos, no sabía amar y no conseguía ser mejor como tanto aspiraba.
En un momento de oración, le cuestionó al Señor y le preguntó: “Señor, hago tanto esfuerzo para amar más y ser mejor, pero siento que no salgo del lugar y que estoy lejos de la perfección de Tu Amor y de la semejanza Contigo. ¿Dónde está eso que Tú dices que habita en nosotros?”.
Y respondiéndole el Señor, también con una pregunta, le dijo: “Alma pequeña, ¿acaso Me buscas más a Mí, o a ti y al mundo? ¿Está tu atención en edificar tu propia consciencia, en contentar a los demás o en amarme de todo corazón y con todo tu ser?
Comprende que Soy Yo quien debe amar a través de ti, y para que alcances la revelación de esta unión profunda Conmigo, debes buscarme más a Mí que a ti. Debes poner tu atención en Mi Espíritu, tu corazón dispuesto ante Mi Presencia y, antes que nada, construir tu vínculo espiritual y esencial Conmigo. Así, seré Yo quien ame en ti, y te sentirás mejor, porque Me sentirás más a Mí y menos a tus limitaciones humanas. Tu vida hablará sobre Mí, y aquellos que te encuentren, Me encontrarán.
Es así, alma pequeña, que alcanzas la perfección cuando Yo puedo ser perfecto en tu interior.
Este es un camino largo y diario, en el que cada día buscas más a Mi Corazón y Me cedes un espacio en tu interior. Pero, si tu atención está en ser mejor y en que tu amor sea mayor y más perfecto, entonces siempre te frustrarás y no encontrarás la paz”.
Les cuento esta historia para que sepan en qué dirección deben hacer sus esfuerzos, para que su empeño esté en amar a Dios, conocerlo y expresarlo cada día más. Así, encontrarán la paz.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Cuando un alma tiene un compromiso con Dios, Él pacientemente la conduce por el camino de la entrega.
Primero la inspira a transformar la vida, a direccionar su camino hacia la senda que conduce a Su Corazón, y no al mundo. De a poco, coloca en su trayecto oportunidades, señales, encuentros que la inspiran a dar por sí sola nuevos pasos rumbo al Corazón de Dios.
A medida que esa alma conoce el Amor de Dios y confía, el Creador comienza a pedirle nuevas cosas, nuevas entregas, nuevas renuncias, hasta que llega un punto definitivo para esa alma, en el que el Señor le pide una renuncia mayor, una transformación completa de la vida.
Cuando el alma se lanza en el abismo desconocido de la entrega, descubre que estaba cayendo en las Manos de Dios, en una Fuente de Amor inagotable, que se escondía en lo profundo del alma que aprende a renunciar y a arriesgarse a vivir la entrega.
Aún en ese camino, el alma inspirada por el Amor de Dios le hace muchas ofertas, coloca todo en Sus Manos, pero ofrece aquello que le es conocido, aquello que en verdad ella ya entregó al saltar al abismo. Entonces, el Señor abre una puerta en lo profundo de su consciencia y le apunta dónde está aquello que debe ser transformado.
Un nuevo abismo desconocido se presenta. El alma se ve ante aspectos de su consciencia que eran como tesoros escondidos: sus destrezas, su magnetismo, su autoconfianza, sus vanidades más ocultas.
Y, por más que le siga ofreciendo su vida a Dios, su Creador siempre busca, más profundo en su ser, el foco de la entrega, lo que debe ser vaciado de su corazón. Y a veces duele, y el alma sufre, pero ella sabe que cada espacio que se vacía de su corazón, de su consciencia, espacio oculto de su ser, es aquel que se dona al Corazón de Dios, a Su Amor, a Su Espíritu, para que allí Él tenga una dulce morada, limpia y pronta para habitar.
El camino de la entrega, hijos, es eterno, profundo, una senda hacia el vacío y al mismo tiempo hacia una unidad con el Todo.
Por eso, nunca piensen que ya entregaron todo, sino siempre dejen que Dios llegue más profundo. Y, por más que a veces cause dolor, sepan que el dolor es humano y que será reparado por la Presencia Divina en el propio interior.
Hasta hoy y en cada instante, le ofrezco al Padre todo lo que soy, todo lo que hay en Mí y todo lo que hago, vivo, experimento, pienso y le hablo al mundo, porque la entrega es eterna.
Yo los invito a seguir estos pasos y a profundizar cada día en su unión con Dios.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Mientras caminaba con la Cruz, en el Corazón de Cristo, además de sufrimiento y dolor, había paz y compasión.
Ese era un ejercicio constante de Su Espíritu Divino en un cuerpo humano, trascender a cada segundo las dimensiones del caos, de la ignorancia, de la maldad, en las que los seres que lo rodeaban estaban absorbidos por la oscuridad, e ingresar en las dimensiones de paz, de compasión, de sabiduría, de Verdad, en donde Sus Ojos podían ver cada acontecimiento como era y no como parecía ser.
Los Ojos del Cristo del Calvario contemplaban el mundo y veían una realidad más compleja, más profunda; miraban la maldad de los seres y veían esencias presas del yugo de esa maldad; conocían al espíritu del mal que conducía cada acción de los que lo maltrataban y sabían que la forma de liberar esas esencias era el Amor, el Amor no solo de la Cruz, sino el Amor de toda la eternidad; el Amor que comenzaría a nacer con Su ejemplo, como una naciente que surgiría de la última gota de Sangre que se derramaría de Su Cuerpo, pero que se tornaría afluente a través de las almas que, a lo largo de los siglos, responderían a Su Llamado e imitarían Su ejemplo, renovando y multiplicando ese Amor.
En cada obstáculo de la vida, hijo, que tus ojos sean los Ojos del Cristo del Calvario, contemplando la Verdad y no la ilusión, colocados en las dimensiones de paz y no de odio, sabiendo que la cura proviene del Amor vivo, en el ejemplo de cada segundo de la vida.
Así es como cumplirás el Plan de tu Padre Celestial y serás uno con Él en todos los tiempos.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Sentado a la mesa con tu Señor, ora, hijo, por toda la vida, por todos los seres, por los que están perdidos en su propia ignorancia, por los que no reconocen a Aquel que reparte el Pan y se entrega a Sí mismo para reparar los pecados del mundo.
Sentado a la mesa con tu Señor, contempla toda la vida, la profundidad de cada instante, la grandeza escondida en cada movimiento, los Ojos atentos de Dios sobre la Tierra, Su Espíritu inundando toda la Creación.
Observa que el Tiempo de Dios se une al tiempo de la Tierra y, por un instante, nada está separado. El Hijo y el Padre son Uno con el Espíritu Consolador, y tu pequeña esencia participa de la unidad divina.
Sentado a la mesa con tu Señor, agradece cada oferta, cada palabra y cada silencio, cada gesto y movimiento, cada instante de quietud. Todo es parte de una ceremonia universal, celestial y humana, revelando lo que verdaderamente es el ser humano para toda la Creación.
Deja, entonces, que tus pies sean lavados, que tu espíritu sea purificado y tu alma redimida. Recuerda, así, la pureza de tu esencia y, dejando que el polvo del pasado sea retirado de tus pies, ábrete a un nuevo y eterno camino de retorno al Corazón de Dios, camino que se recorre en el sacrificio, en el amor y en la unidad perfecta con la Consciencia Divina.
Lavado por Cristo, tu espíritu se torna uno con Él. Eres pan, parte del Pan que se entrega en el altar. Eres sangre, parte de la Sangre que se derrama en el Calvario. Y así como, por los siglos de los siglos, la oferta de tu Señor se renueva, así también debe renovarse tu entrega.
Por eso, siéntate, una vez más, a la mesa de la renovación con tu Señor y Dios, tu Hermano y Amigo, tu Padre, Esposo y Compañero, tu propio corazón, ya que fuiste llamado a ser uno con Cristo.
Recibe Su Cuerpo y Su Sangre, y renueva tu entrega. Entrega cuerpo, sangre y vida a Aquel que todo te da cada día. Vive la revelación de la entrega en el misterio de la Comunión.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
El ser humano despierto es como un granito de arena frente al mar.
Mientras dormía, estaba distante del agua y, en el desierto de su sequedad interior ni siquiera podía concebir la existencia del océano.
Hasta que un día, el Soplo del Espíritu de Dios toca su corazón, mueve su vida y lo empuja hacia la orilla del mar. Allí, ese granito de arena comienza a comprender la inmensidad de la vida y de la Creación.
Comprende que no todo es desierto y sequedad, sino que existe un océano. Él lo ve, siente el frescor de sus aguas, pero solo imagina cómo es la vida en su interior.
Hasta que un día, el Soplo del Espíritu de Dios nuevamente lo mueve, lo empuja y transforma su vida, de forma que lo aproxima más al agua.
Cuando Dios impulsa al mar de la Creación y les da una Gracia a los pequeños granos de arena, una ola se aproxima a ellos y, por algunos instantes, los pequeños granos se ven sumergidos en las aguas del océano.
Aquel, que ve el océano desde arriba, sabe que ese granito solo conoce la espuma suave de un gran impulso de Dios y que la Fuente de ese impulso es un océano inmenso y lleno de vida.
Pero, el granito, sumergido por algunos instantes en el agua, piensa que ya conoce el océano, que sabe cómo es la vida en su interior y que comprende lo que es estar sumergido en las aguas de la Creación.
Pero, en verdad, hijos, un grano de arena solo conoce el océano cuando es llevado hacia sus profundidades; y, después de experimentar la vida en su interior, ese granito se disuelve, tornándose el mismo océano en la inmensidad. Es entonces que podrá saber la verdad de la Creación, porque será parte de ella.
Hasta que llegue ese momento, el granito recorre un largo camino, en el cual se abre al Espíritu de Dios; y Él lo mueve, lo transforma, convierte su vida y sus estructuras más profundas, desconstruye sus certezas y le muestra una nueva verdad.
La verdad es siempre la misma, pero ella se amplía, se profundiza y se enriquece, hasta que la consciencia pueda no solo comprender algo, sino también ser parte de eso. En ese momento, ya no habrá necesidad de comprender, y todo estará cumplido.
Pequeños granitos de arena frente al mar: dejen que las olas de los impulsos divinos los lleven cada vez más hacia adentro del océano del Corazón de Dios y, en cada nuevo impulso, disuélvanse en Él, hasta que llegue el día de fundirse en Él eternamente.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Ora para que la Sabiduría de Dios inunde tu espíritu, tu mente y tu corazón.
Busca siempre la respuesta para tus cuestiones más profundas, así como para cada decisión que tomas en las cosas más simples de tus días.
Crea un vínculo con el Espíritu de Dios, llamado Espíritu Santo, para que Él pueda iluminar cada expresión de tu consciencia, desde tus palabras, acciones y sentimientos, hasta tus pensamientos, ideas y aspiraciones más internas.
En este tiempo de tanta confusión en el mundo, hijo, será el Espíritu de Dios quien guiará tu alma y, a través de ti, a muchas más almas que estarán perdidas en este mundo.
Este es el momento de encontrar el tiempo correcto para orar y, antes de cada decisión, unir tu consciencia a la Consciencia Divina. El Espíritu de Dios habita en ti y anima desde tu alma hasta tus células. Por eso, basta que coloques la atención en lo que es real y que te silencies para escucharlo.
La Voluntad de Dios y Sus designios no están distantes del pensamiento y del alcance de la humanidad. Pero, para estar unido a Dios y escucharlo, necesitas dar el espacio correcto al Padre en tu interior.
Por eso, ora y busca Su Sabiduría. Silénciate y escucha Su Voz. Así, siempre darás los pasos correctos para cumplir con Su Voluntad.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Ora, hijo, por las almas más perdidas que, aun en la ilusión de sus cuerpos materiales, internamente reconocen la luz y buscan auxilio.
Ora por los que vinieron al mundo para vivir una oportunidad de perdón y de redención, y que, sin embargo, se confundieron con todos los estímulos del mundo y se perdieron.
Ora, porque las almas que hoy están confundidas ya no tendrán otras oportunidades de evolucionar y de crecer y retrocederán a los abismos del mundo y del propio interior, solo por escoger estar en la ilusión y en el engaño.
Ora para que el Corazón de Dios toque los corazones de Sus hijos, y sé tú una luz en el camino de los que están ciegos y no reconocen la senda por la cual deben caminar.
Que tu corazón esté siempre pleno de piedad y de compasión por los que están perdidos, porque este no solo es el tiempo final para el viejo hombre, esta es también la última oportunidad para muchas almas.
Colma tu corazón de Dios y siente con Su sentimiento y con Su Amor, piensa con Su Sabiduría y vive con Sus acciones, inspirado por Su Espíritu, para que seas instrumento para el encuentro de las almas consigo mismas, con su verdad interior y con Dios.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
El Espíritu de Dios habita en las montañas, y en ellas expresa Su fortaleza para inspirar a las almas a la elevación y a la iluminación de la consciencia.
El Espíritu de Dios habita en el silencio de las montañas, en su interior, en donde se guarda la historia de toda la vida, en donde se sustenta este mundo, en secreto y en soledad.
El Espíritu de Dios habita en las montañas, invitando a Sus hijos a descubrir la verdad sobre sí mismos.
La naturaleza, hijos, guarda en sí muchos atributos y dones del Espíritu de Dios. Este Espíritu Santo e Inmaculado habita en la materia para invitarlos a encontrar lo Sagrado que existe en esta dimensión de la vida.
El Espíritu de Dios, silencioso, en lo profundo de la naturaleza, los invita a encontrar la unidad, no solo entre hermanos, sino también la unidad con la vida, con las dimensiones, con las estrellas.
Dejen que sus espíritus encuentren el silencioso Espíritu de Dios, escondido en todo lo que expresa armonía y belleza, y déjense inspirar, despertar y renovar por esa Presencia Divina.
El Espíritu de Dios habita en las montañas para conducirlos al punto más alto de la propia consciencia, que es, al mismo tiempo, lo más oculto, y que se revela en el silencio del propio interior.
Encuentren en sí mismos las altas cumbres, en donde el Espíritu de Dios habita. Allí estarán en paz.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Dios fortalece los corazones que responden a Su llamado a través de las pruebas y de los desafíos, de las batallas y de las dificultades que forjan en su interior la fortaleza y la fe.
Es así, hijos, que ante tantas Gracias recibidas, las leyes se equilibran, y aquellos que reciben todo de Su Creador son llamados a dar todo por Él.
Dios no quiere verlos sufrir, pero sí debe permitir que las leyes de este mundo se cumplan y que ellas mismas los conduzcan para que vivan una entrega cada vez más profunda de sus vidas.
Delante del caos del mundo y del caos interior, busquen el espíritu de la paz y permitan que sus consciencias estén colocadas fuera de las dimensiones de conflicto que confunden a las mentes de los hombres.
A través de la paz, sus corazones podrán atraer a las Leyes Divinas y Universales en tiempos de tanta confusión y desequilibrio, y vivir la sabiduría y el discernimiento del Espíritu de Dios.
Por eso, no se olviden, hijos, de comprender que las leyes se cumplen y toda Gracia abundante se equilibra con el sacrificio.
Pero, dentro de las dificultades, pueden escoger la forma de vivirlas. Pueden estar en paz y unidos a la Consciencia Divina y, de esa forma, no solo mantener la propia consciencia en Dios, sino también prestar un servicio a este mundo tan confuso y carente de equilibrio y de armonía.
Yo los bendigo, los coloco en la protección y en la paz de Mi Casto Corazón.
San José Castísimo
Yo les doy Mi Cuerpo para que se alimenten del Espíritu de Dios.
Yo les doy Mi Sangre para que justifiquen sus errores, los enmienden y reciban perdón y Misericordia.
En todo este misterio, Dios se entrega completamente a Sus hijos para que Sus hijos se entreguen a Él y lo reconozcan como el Padre de la Misericordia y de la Bondad.
A través del Cuerpo y de la Sangre de Cristo las almas alcanzan, todos los días, la expiación que necesitan para poder vivir conforme el Reino de Dios lo determina.
Por eso, esa unión perfecta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo concederá no solo importantes procesos espirituales de redención y de cura, sino que también traerá al mundo lo que necesita para poder santificarse y, así, recibir los Atributos Divinos necesarios para poder cumplir con el Plan de Dios.
Este es el momento de descubrir, más allá de las formas, lo que significa esa alianza, espiritualmente profunda, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, porque, por medio de ese descubrimiento de lo que es primordial y fundamental, el ser humano entrará en el verdadero camino de lo sagrado.
¡Les agradezco por guardar Mis Palabras en el corazón!
Los bendice,
Su Maestro y Señor, Cristo Jesús
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más