Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN LA 122.ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Preparar el Retorno de Cristo no será fácil. Por eso, como ya saben, contaré con muy pocos en el gran momento de Mi reaparecimiento.

Así, como fue escrito en algunos libros de espiritualidad, el Retorno de Cristo exigirá la concreción de este movimiento en el plano físico.

Los bienes materiales sufrirán una transformación para que la Ley Primera pueda volver a ingresar a la consciencia de la humanidad, ya que los Mandamientos no son vividos por todos. Esto aparta al mundo de muchas oportunidades, principalmente espirituales.

Por eso, les digo que Mi Retorno no será fácil, pero no imposible; porque los que estén Conmigo hasta el final no podrán retroceder, a pesar de lo que Yo les pida.

Y esto va más allá de algo material o concreto. Esto llega hasta la decisión interna de hacerlo sin condiciones y sin demoras; porque cada paso que Yo les indicaré a los últimos apóstoles será definitivo y le traerá consecuencias a todo el planeta, porque serán decisiones que Yo les impulsaré a dar, para que ustedes, los decididos, puedan crecer y tengan la Gracia de poder conocer de cerca el Gobierno Espiritual, que también conocieron los apóstoles.

Así, Yo podré trabajar y obrar a través de los Míos, y no perderemos tiempo, porque ya no hay tiempo, ante la grave situación planetaria.

Por eso, no se duerman. No pierdan el impulso cósmico del despertar, porque vendrá por última vez; y ustedes deberán estar despiertos, así como Yo se lo pedí a Mis apóstoles en el Huerto Getsemaní, en la cruda noche de Mi Agonía. Ahora, será semejante, aunque estemos en otro tiempo, un tiempo final.

Su atención y esmero, la dedicación de sus vidas y consciencias, deben estar puestos todos los días en alcanzar ese Propósito que está disponible para todos; Propósito de Dios que levita ante sus almas como una llama incandescente que puede guiar el camino de los Últimos Cristos, para que los Cristos del Nuevo Tiempo tengan el coraje y la valentía espiritual de hacer lo que sea necesario sin dar un paso hacia atrás, sino avanzando gradualmente en las metas y principalmente en los desafíos que Yo les propondré.

Cuando Yo les digo que Mi tiempo está terminando con ustedes, es porque comenzará un nuevo tiempo, un nuevo ciclo, y en ese nuevo ciclo y nuevo tiempo ustedes deberán caminar con sus propios pies, llevar adelante lo que Yo necesito: la Voluntad que está escrita en cada una de sus almas y que ha llegado la hora de expresarla en los tres planos de consciencia, espiritual, mental y material.

Este gran momento se aproxima, día a día. Los últimos apóstoles deberán estar vigilantes y atentos a las señales que Yo les daré, en cualquier parte de la Tierra y en cualquier acontecimiento.

Esto preparará al planeta y a la consciencia humana para cuando Yo aparezca y retorne de forma sorprendente. Porque, en verdad, les digo que nadie sabe cómo será, porque está preparado para que así suceda.

Por eso, les vuelvo a decir que no los necesito dormidos, sino despiertos, despiertos y atentos espiritualmente a las señales de Cristo. Porque cualquiera podría ser llamado para estar donde Yo lo necesite, para cumplir lo que Yo tanto espero, para concretar lo que Mi Padre necesita en este tiempo de purificación.

Yo les digo esto, como parte de la preparación para la próxima Sagrada Semana, para que después de una Cuaresma de penitencia y de reflexión, lleguen a la Sagrada Semana con una decisión ya tomada internamente, aunque no sepan cómo será después. A lo que Yo los estoy llamando es a una actitud de predisposición, esto es lo que Yo necesito para saber hasta dónde podré contar con ustedes.

Hoy, estoy aquí reunido con los bienaventurados para que les sirvan de ejemplo a sus vidas. Estoy con todas aquellas consciencias que ingresaron al Paraíso, almas que se han santificado, que oran por ustedes y por el mundo, no solo para que se establezca la paz tan esperada, sino también para que el planeta se redima.

Cuenten espiritualmente con todos los bienaventurados. Entre ellos, algunos son sus familiares que ya no están aquí, porque han ingresado al Paraíso a través del mérito de los esfuerzos de los que están aquí y que siguen fielmente Mis preceptos.

He aquí sus familiares, convertidos por Mi Amor, en el Eterno Paraíso de Dios. Porque, aunque el mundo viva la crueldad y la maldad, no habrá nada mayor que el Amor que impida que la Voluntad de Mi Padre se cumpla. Por eso, traje a sus santos familiares Conmigo.

No se olviden de que las almas del purgatorio necesitan de sus oraciones y también los niños que están en el limbo, porque ellos han vivido la injusticia a través de la muerte prematura y necesitan, al igual que ustedes, seguir ascendiendo para que alcancen el Reino de los Cielos, como lo alcanzaron los bienaventurados.

Tan solo por un momento, los bienaventurados estarán aquí para concelebrar junto con ustedes la Comunión Espiritual, para que el ofrecimiento de las almas sea más grande, impida la Ira de Dios, el descenso de la Justicia Divina sobre las naciones, para que más consciencias se puedan convertir y redimir.

Esto es todo lo que hoy necesito.

Sigan las huellas de los Sagrados Corazones para que caminen en rectitud, en la Ley, en obediencia al Plan Divino y en unidad a toda la Creación, para que se cumpla el tiempo de la paz en el mundo entero.

Hoy, sobre el altar de esta Comunión Espiritual, será colocado y otorgado el Sacramento de los bienaventurados, para que las situaciones graves del planeta y principalmente de las consciencias de la humanidad puedan recibir una asistencia y una solución espiritual.

Hagan también su ofrecimiento en esta Comunión Espiritual. Estaré agradecido.


Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:

Y preparándonos junto con Cristo para esta Comunión Espiritual, en unidad con todos los bienaventurados del Paraíso, vamos a entonar a pedido de Cristo “Pater Noster” en latín.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.