APARICIÓN ANUAL DE SAN JOSÉ, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Hermana Lucía de Jesús:

Repitamos, frase por frase:


Por las sagradas virtudes de Tu Casto Corazón,
San José, consagra nuestras vidas.

Por la sagrada virtud de la humildad,
San José, consagra nuestras almas.

Por la sagrada virtud del servicio,
San José, consagra nuestras acciones.

Por la sagrada virtud del silencio,
San José, consagra nuestras palabras.

Por la sagrada virtud de la sabiduría,
San José, consagra nuestros pensamientos.

Por la sagrada virtud de la renuncia,
San José, consagra nuestros sentimientos.

Por la sagrada virtud del Amor Mayor,
San José, consagra nuestra consciencia.

Te ofrecemos nuestros seres, nuestras almas,
nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros pensamientos,
nuestros sentimientos, nuestra consciencia,
para que deposites en todo lo que somos Tus sagradas virtudes
y así podamos ser llamados Tus Hijos y Amigos.

Amén.


Quiero que comiencen cada viernes, con esta "Oración de consagración al Casto Corazón de San José", dedicando sus días a ejercitar estas virtudes, meditando en Mis Palabras, reflexionando en todo lo que ya les dije; para así fortalecer su consagración y que, mucho más allá de lo que suceda en la Tierra, hijos, sus corazones siempre carguen consigo Mis santas virtudes.

Hoy, extiendo sobre ustedes Mi sagrado manto protector de padre, de compañero y de amigo, para que sientan Mi abrazo, Mi amparo y Mi Presencia. Estaré con ustedes todos los días que vendrán. Solo ustedes mismos Me lo podrán impedir cuando no le abran la puerta a Dios, cuando no abran sus corazones, cuando se olviden de Nuestra Presencia.

Por eso, hijos, abran sus corazones y sus espíritus cada nuevo día, reconsagren sus almas cada nuevo día. Así, jamás les faltará la fortaleza, la sabiduría, el silencio y la renuncia, para que puedan seguir adelante como dignos hijos de Mi Casto Corazón.

Hoy, despierto, en cada uno de ustedes, todos los códigos que un día les entregué; para reabrir, en su interior, el lirio de Mi Casto Corazón, el lirio de Mis Gracias, de Mis Bendiciones y de Mis Misericordias, no por Mí, sino porque esta es la Voluntad del Padre.

Este será un tiempo de muchos desafíos, de vivir lo que estaba escrito, de ver manifestado el Armagedón, como también el Apocalipsis, de comprender cada Palabra que fue dicha por verla manifestada en sus vidas. Pero también es el tiempo, hijos, de aguardar las Promesas porque, después de que todo se cumpla, las Promesas de Cristo también se cumplirán.

Solo les pido que perseveren, pero que perseveren en oración. Jamás dejen de orar, de clamar, de adorar a Dios, de cantarle al Padre Celestial, alejando de sus corazones el temor con la potencia del Amor Divino que nace en el corazón adorador.

Con todo lo que ya aprendieron en los últimos tiempos, hoy les puedo decir no solo que oren, sino que eleven la consciencia, que eleven la consciencia más allá del caos, que eleven la consciencia más allá de sus aspectos humanos, que eleven la consciencia más allá de la superficialidad, más allá de lo que es visible y material, que eleven la consciencia al Corazón de la Jerarquía, siempre clamando, trabajando y esforzándose día a día para estar más allá de los acontecimientos mundiales.

No coloquen tanto su atención en el mundo, pero sí en su mundo interior. Esta es la llave, hijos Míos, que los mantendrá siempre despiertos, que mantendrá encendida la Luz de sus consciencias, aunque la oscuridad se expanda por el mundo y por los corazones de los hombres.

Trabajen con todas las herramientas que les entregamos, todas las herramientas sagradas que los unen a los espacios sagrados del planeta, llamados Centros de Amor, porque allí se guardan los códigos que equilibrarán el caos del mundo.

Que cada nuevo día sus consciencias recuerden que no pertenecen a esta Tierra. No quieran hacer reinos aquí, riquezas, fortunas. Al contrario, hijos Míos, únanse cada día al Reino de Dios, únanse cada día al Reino de sus corazones y desapéguense de todo lo que es superficial, para que hagan crecer la verdadera riqueza en su interior, que justifica sus vidas, que justifica su existencia, que justifica cada prueba, sufrimiento, desafío que vivieron a lo largo de los tiempos, en esta y en todas las vidas.

Permitan que crezca dentro de ustedes lo que justifica Nuestra Presencia ante Dios, lo que podemos llevar como méritos al Altar Celestial para concederles Misericordia a las almas; porque esta es la gran riqueza: que las almas, que ya no pueden interceder por sí mismas, reciban Misericordia por el mérito de sus corazones.

Esta es la gran riqueza: que las almas olvidadas en los infiernos de este mundo y las almas perdidas en los purgatorios de la Tierra reciban una nueva oportunidad por la oración sincera de sus corazones, por la elevación sincera de sus consciencias, por el esfuerzo correcto en la dirección correcta que es el Corazón de Dios.

Cuanto mayor sea el caos en la Tierra, más deben recordar los Centros de Amor, el sacrificio de las Sagradas Jerarquías que renunciaron a su evolución en el universo para permanecer sustentando a la Tierra; y que así, hijos, esto los inspire a hacer la propia parte.

Cuanto mayor el caos del mundo, más deben recordar los Centros de Amor, porque es allí donde la Tierra se equilibra, donde el mayor sacrificio se vive, donde la sustentación se manifiesta, donde una gran escuela de renuncia está siendo vivida en el interior de las consciencias, para que ustedes no pasen por el mundo sin justificar en su interior que esa escuela de amor vale la pena.

Todo el universo sustenta a la Tierra y tiene sus ojos sobre cada una de las criaturas que aquí vive. Toda la vida en el universo contempla ansiosa cada paso de la humanidad, observa cada detalle de su evolución, cada pequeño aprendizaje, cada grado de amor vivido, cada momento en el que permiten que Dios se renueve y se exprese en su interior. Ese es su verdadero tesoro, los talentos que los llevarán a sus orígenes para renovar la Creación.

No se distraigan de la evolución. No pierdan esta oportunidad por estar con la atención en las cosas pequeñas de la vida. Den, sí, importancia a las leyes de la Tierra para estar de acuerdo con las Leyes del  Cielo, pero que cada día su prioridad sea evolucionar, amar, transformar la consciencia, vivir las santas virtudes y retornar al Corazón de Dios con una pequeña parte de la renovación de Su Amor.

Que Mi silencio les traiga paz. En él, escucho sus oraciones; en él, observo sus corazones, siento sus consciencias, acojo sus almas e intercedo por lo que parece imposible.

Que vengan hasta aquí los que aspiran consagrarse como Hijos y Amigos de San José.

Ustedes, hijos, son los mayores tesoros del Corazón de Dios. Cada uno de ustedes es la mayor riqueza del Corazón del Padre Celestial, sus almas, sus espíritus, sus corazones. Ustedes son el tesoro del Cielo. La vida es el tesoro del Cielo

En el misterio oculto de sus corazones, el Creador se renueva, Su Creación se recrea.

Siéntanse amados, acogidos, perdonados, dejen atrás sus culpas.

Ante sus esencias, todos los pecados se vuelven pequeños, porque mucho mayor que cualquier error, es el Amor del Creador que habita dentro de ustedes. Dejen que ese Amor se expanda, dejen que despierten en ustedes Sus dones.

Que las virtudes justifiquen su redención.

Que su ejemplo, en cada nuevo día, aunque no sea perfecto, demuestre el esfuerzo por ser un ser humano así como Dios lo pensó.

Traigan aquí incienso, agua para bendecir y óleo para ungir.

No piensen que los abandonaremos, porque ahora, más que nunca, hijos, estaremos con cada uno de ustedes, les hablaremos a sus corazones, guiaremos sus almas.

Ahora, más que nunca, hijos, acompañaré sus pasos en este tiempo definitivo de la humanidad, los ayudare a dejar crecer el Espíritu de Dios para que Él sea Vida en sus vidas.

Por eso, no desistan de ser santos como el Santo, de ser parte de Dios y expresar Su filiación a través de las virtudes.

Por eso, bendigo este incienso para que libere las amarras de sus vidas, para que libere los compromisos con la involución, con todo lo que no les permite caminar.

Y bendigo esta agua para que purifique sus vidas, despierte la pureza en su interior, les revele el valor de sus corazones y los reconsagre como Mis Hijos y Amigos, pero también, hijos, como hijos de Dios.

Y si un día Dios Me lo pide, haré resonar Mi Voz en el mundo, en el fin del fin de los tiempos, para que recobren la esperanza.

Bendigo sus vidas, sus familias, sus intenciones más sinceras; bendigo sus naciones y, a través de ustedes, este planeta, sus Reinos y su mundo interior. Recuerden que sus vidas deben dar testimonio de que son Mis Hijos y Amigos.

Hoy, los bendigo, los consagro y consagro a todos los que se colocan ante Mí en los cuatro puntos de este mundo, a todos los que en esta hora abren sus corazones. Yo los consagro a Mi Casto Corazón.

Recibo sus ofertas, acojo sus plegarias y así les digo, hijos, que en omnipresencia y en Amor estoy con cada uno de ustedes. Sientan Mi abrazo, Mi Amor paternal, y para siempre caminen Conmigo, porque estaré con ustedes lado a lado, hombro a hombro, transformando sus corazones, manifestando la nueva vida.

Para eso Dios Me envía, para que con ustedes, desde el Origen hasta el Origen, caminemos juntos.

Canten ahora el himno de su consagración.

Reciban la Sagrada Unción y Mi santa Paz.

Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Canción: "Padre de las almas".