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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mi silencio reverencia este momento, porque no pueden perder ningún instante de él.
Mi silencio les abrirá la consciencia para que, una vez más, los códigos de la redención ingresen en sus almas, en lo más profundo de sus espíritus, para que participen Conmigo de este sagrado momento de celebración y de Comunión con Mi Cuerpo y con Mi Sangre; momento en el que, así como lo fue en la Última Cena, los infiernos se paralizarán, las almas serán rescatadas por la autoridad que el Padre Me concedió.
Hoy, dedico este importante momento a todas las madres de los consagrados, que entregaron a sus hijos a Mí, sin saber si este camino de consagración se cumpliría.
En nombre de todas las madres de los consagrados a esta Orden, pido en este momento que las madres de los consagrados, que estén presentes en este lugar, se acerquen a los pies de este escenario y enciendan una vela que Yo les consagraré.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Pueden acercarse.
Estas son las madres, entre tantas otras, que le han confiado lo más preciado que tienen al Sagrado Señor, renunciando a la vida que les ofrece el mundo, para que sus hijos e hijas pudieran conocer la vida del espíritu.
He aquí las madres que dieron su vida por ustedes, consagrados, para que hoy todos ustedes estuvieran aquí escuchando al Señor. Porque un buen hijo nunca podrá vivir sin su madre, porque la madre es el amparo de Dios para que todos los hijos caminen seguros hacia el encuentro del Sagrado Corazón del Señor.
Cuánto las manos y los pies de sus madres tuvieron que trabajar para llevar el alimento a la mesa, para tener qué comer y que pudieran crecer fuertes, alimentados principalmente por su amor maternal, para que algún día, como hoy en este día santo, estuvieran ante el Señor.
Por eso, les pido a todos los hijos e hijas de la Tierra que recuerden con amor a sus madres, que se perdonen, que se reconcilien y sobre todo que se amen, para que la Santísima Madre de Dios hoy sea glorificada en el Cielo y en la Tierra; así, como en Su más profundo silencio y anonimato, la Esclava del Señor fue glorificada en cada paso del Calvario, por su fidelidad y obediencia a Dios al entregar, sin nada a cambio, a lo que más amaba en Su vida, a Jesús.
Hoy, sus madres ya entregaron lo más preciado que tienen. ¿Lo sabían?
Conozcan así, la verdad que se oculta en la realidad, a los ojos de lo que parecería aparente.
Por eso, vengo a bendecir estas velas y con Mi Espíritu vengo a encender esta llama, para que las madres sigan orando por sus hijos e hijas de la Tierra y, especialmente, por los que se consagraron a Cristo para alcanzar la santidad que justifique los graves errores del mundo, de toda la humanidad, así como muchos santos y bienaventurados lo hicieron a lo largo de los tiempos.
En lo que es imperfecto, Dios se hace perfecto. Esta es la esencia del Amor de Dios.
Por eso, llamé a las madres de los consagrados y consagradas para que, al igual que la Santísima Madre y las santas mujeres, acompañen de cerca y de corazón este momento de Comunión y de ordenación sacerdotal; para que recuerden que todo lo que Me den, especialmente sus familias y seres queridos, Yo todo cuidaré para que las almas puedan vivir Mi Voluntad; así, como las santas mujeres entregaron a sus esposos y apóstoles para que siguieran el camino de Cristo, en el apostolado y en el sacerdocio; para que así, Dios fuera glorificado.
Así, como Dios es glorificado en los Cielos, Dios es glorificado en cada alma que se consagra y se ordena, más allá de la imperfección de la vida, o incluso del pecado, porque Dios tiene el poder de transformar todo a través de Su Amor; así, como sus madres hicieron crecer a sus hijos e hijas para que alcanzaran la Dignidad de Dios en toda la vida consagrada, en todas las familias.
Celebremos esta Santa Eucaristía en la compañía especial del Sagrado e Insondable Corazón de Jesús, que vuelve hoy a ser víctima de los pecados del mundo, para que todos alcancen la liberación y la reconciliación con la Ley, en esta amnistía espiritual que les otorgo.
Así, los absuelvo, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Acompañemos al Señor en esta celebración.
Vamos a comenzar entonces, junto a Nuestro Señor, Jesucristo, a revivir y a recordar este momento importante de la Última Cena; en el que, a través del pan y del vino transustanciados, Nuestro Señor se entrega a nosotros para nuestra redención.
Después de que Nuestro Señor, Jesucristo, reunido con Sus apóstoles, como humilde siervo fiel de Dios, lavó los pies y las manos de Sus compañeros para que purificaran sus intenciones con las sagradas intenciones de Dios y vivieran, a partir de ese momento de la institución de la Eucaristía, la ordenación sacerdotal y el apostolado de Cristo en la Tierra; siendo así, embajadores de la paz y de la Palabra Divina, del anuncio de la Buena Nueva.
Fue así que Jesús, llamando a Sus compañeros a la santa mesa donde el Cordero Pascual sería inmolado, tomó entre Sus Manos el pan en acción de gracias y en sacrificio lo elevó a Dios, pidiéndole al Padre Eterno que transustanciara el pan en Su Glorioso Cuerpo, a través de la intervención angélica.
Después, Jesús partió el pan para poder compartirse con todos los Suyos, y lo pasó a Sus compañeros, diciéndoles: “Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por los hombres para el perdón de los pecados”.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.
Reverenciamos, así como los santos ángeles, en este momento, reverencian la presencia del Cuerpo de Cristo.
Y, en esa noche santa, antes de finalizar la cena y de que Nuestro Señor partiera hacia el Huerto Getsemaní, donde viviría Su agonía en el más profundo silencio, Cristo amplió Su oferta por la humanidad y el mundo entero, a través de la transustanciación del vino en Su Divina y Preciosa Sangre.
Fue así, que tomó el Santo Cáliz entre Sus Manos y lo elevó a Dios, pidiéndole al Padre Eterno que convirtiera el vino en Su Preciosa y Divina Sangre, a través de la intervención angélica.
Enseguida, Jesús se lo pasó a sus compañeros, diciéndoles: “Tomen y beban todos de Él, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, la Sangre de la nueva y eterna alianza entre las almas y Dios, la Sangre del Cordero que será derramada por la remisión de todas las faltas. Hagan esto en Mi Memoria hasta que Yo retorne al mundo”.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.
Reverenciamos la presencia de la Preciosa Sangre de Jesús, así como los ángeles reverencian este momento.
Nos colocamos de pie.
Unidos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Fuente de toda inspiración, amor y cura; unidos a los ángeles, arcángeles, bienaventurados y santos que están en el Cielo y en la Tierra; unidos a nuestros ángeles de la guarda y a todos los seres de buena voluntad; vamos a consumar esta consagración para que los códigos crísticos se hagan presentes y desciendan en las almas.
Haremos esta consagración a través del Padre Nuestro en arameo, cantado.
Que la Paz, el Amor y la Misericordia de Cristo desciendan a la Tierra.
Con la misma fe del centurión, oramos:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa,
pero una Palabra Tuya bastará para sanarme.
Amén.
Cristo nos dijo: “La Paz les dejo, Mi Paz les doy”.
Que Nuestro Señor no mire nuestros pecados, sino la fe en Su Presencia. En fraternidad y hermandad nos damos el saludo de la paz, la Paz de Cristo.
Y anunciamos la Comunión Espiritual de todas las almas del mundo entero con Cristo.
Las madres de los consagrados van a comulgar y también las madres de la Orden. Se pueden acercar.
Padre Celestial,
que a todos conduces,
acepta nuestra oferta de entrega a Ti;
guíanos por el camino del Amor,
para que Tu Voluntad sea hecha.
Amén.
Te damos gracias, Señor, por cuánto nos das.
En este encuentro, Te honramos, Señor.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y después de esta Santa Comunión, vamos a prepararnos para la ordenación sacerdotal y luego para el Sacramento de este día.
Traedme aquí incienso y nueve velas para honrarme, incienso para expurgar y purificar, las velas Yo la bendeciré y las entregaré para nueve madres de esta Orden constituida por Mi Espíritu.
Después de nueve días que hayan orado a Mi Corazón misericordioso, les diré qué más es lo que quiero.
He escogido a nueve madres para esa tarea.
Ahora les diré un secreto…
Ahora, escuchen Mi Mensaje para este tiempo.
Busquen Mi Corazón en este momento y que ese sea el motivo de estar aquí con el Hijo de Dios.
Agradezco la oferta que has hecho hija Mía pues le ha agradado a Mi Corazón.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Hermanos, hoy estuvimos delante de un aspecto de Cristo un poco diferente, diríamos que es un aspecto de más justicia, era esa Presencia de Cristo que está preparándose para venir en el tiempo del Juicio Final, así como Él lo decía.
Pero esa faz de Cristo venía colmada de un amor muy profundo, un amor que transformaba poco a poco. Hoy Él vino acompañado por muchos ángeles.
Y a medida que el Maestro iba bendiciendo cada uno de los elementos sagrados, nos traía un pasaje de los que Él vivió aquí en la Tierra. Traía esa Presencia, esa información que iba trabajando en nuestro inconsciente y así Él iba, poco a poco, renovando algo dentro de nosotros que no sabíamos qué era.
Y enseguida Él nos dio este mensaje, también Él pidió que comulgaran, de Su Cuerpo y de Su Sangre, los hermanos que estaban allí presentes en nombre de todos.
Sabíamos que ese acto que nos hacía realizar frente a Él, de comulgar y de beber del Cáliz de Cristo, era por una situación planetaria.
Y ahora vamos a compartir con todos este mensaje que Él trajo hoy.
Enseguida Fray Elías del Sagrado Corazón comparte el Mensaje mensual de Cristo Jesús Glorificado recibido el 21 de agosto de 2015, transmitido durante la Aparición al vidente.
Los ángeles presenciaron Mi Muerte y las mujeres de la compasión rodearon Mi sepulcro con un incienso suave, perfumado y verdadero que glorificaba Mi Corazón. Este es el incienso de la pureza, de la humildad y de la liberación, para los corazones que creen que Dios está presente en las cosas simples.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Miren estas velas que alumbraron Mi sepulcro, llevadas por las manos de las devotas mujeres de Jerusalén que, fieles hasta el final, creyeron en Mi Presencia y en Mi Resurrección. Dichosos aquellos que reciben la Luz de Cristo entre sus manos, pues les aseguro que nada ni nadie cegará vuestros ojos porque siempre verán Mi rostro Glorificado.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y así como los doce, hoy beban Mi Sangre y celebren Conmigo este ministerio, este ministerio sacerdotal que Yo les traigo del universo, a través de la fusión interna de la Comunión con Mi Cuerpo y con Mi Sangre.
Pero hoy quiero dedicar especial atención a este Cáliz, porque así deben ser vuestros corazones, cálices, receptáculos de Mis Códigos Divinos.
Algunos de vuestros cálices deben ser purificados, otros deben ser restaurados, mas pocos están preparados, a través de la fortaleza de la oración, para recibir a Mi Espíritu en el templo sagrado del corazón.
Yo hago posible todas las cosas imposibles. Dichosos aquellos que creen en la Presencia de Mi Sangre dentro del Cáliz Sagrado.
Beban y participen Conmigo de esta unión perfecta con el Universo de Dios.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En la Santa Comunión se encuentra la alianza con Mi Divinidad y todos los espíritus son congregados por Mi Gran Espíritu, porque a través de Mi Espíritu divinizado todo se torna posible en la vida de las almas.
Dichosos de aquellos que comulgan de corazón Conmigo y traen a la memoria Mi primera Comunión con ustedes, aquí en este planeta.
Después de haber cumplido con todo Mi ministerio, que es el ministerio de Mi Corazón y de Mi Paz. Hoy Yo Me podré ir de aquí en regocijo, porque vuestras almas se abrieron para responder a Mi Llamado y a través de este Sacramento han aceptado Mi Voluntad, cueste lo que cueste.
Les agradezco y los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Fray Elías del Sagrado Corazón:
Es importante repasar el Mensaje de Cristo, en otro momento y con tranquilidad.
Porque seguramente Él nos quiere mandar un impulso para que nosotros podamos despertar cada día más, un poco más.
Vamos a agradecer la presencia de todos aquí y de los que nos acompañaron en este encuentro por Misericordia María TV.
¡Gracias Señor por cuanto nos das!
Que los autoconvocados se sienten en la mesa de luz, pues les ha llegado la hora, la hora de su rendición.
Ahora estoy aquí, entre los Míos, reconociendo la resurrección de todos los pecadores por la fuerza imperiosa de Mi Espíritu.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Por la gloriosa ascensión de Jesús
que salvó a toda la humanidad,
danos tu Espíritu Señor. Amén.
(se repite nueve veces)
Reciban Mis Gracias y dejen nuevamente que Mi Luz penetre en sus corazones.
Hoy vengo a tocar con Mis dones a aquellos que me reconocieron como el Pastor entre los pastores, como la Estrella Mayor entre las estrellas del Universo.
Que las madres consagradas se postren dentro de este sagrado cenáculo a los pies de este altar.
Vigilen Conmigo en unión y amor.
Que las madres se postren en este cenáculo a los pies de este altar y así les doy a beber de la Fuente sagrada.
Les di una grandiosa Madre para el fin de los tiempos, pero esta sagrada Madre Universal que los conoce profundamente, necesita de más brazos y manos para llevar adelante la obra preparatoria de Mi Retorno.
Limpien sus corazones, santifiquen sus consciencias, reciban de Mi Corazón todo el amor. Reconozcan a la Jerarquía espiritual ampliamente manifestada en la superficie de la Tierra, pues Dios teje Su precioso proyecto a través de las manos de todos sus instrumentos.
Es hora, compañeros, que reconozcan la gran tarea que Dios ha depositado en los más imperfectos para alcanzar las mejores cosas, las cuales ustedes desconocen; pero si se mantienen firmes en Mi Corazón sabrán lo que les digo. Mis Palabras no solo pasarán por aquí, permanecerán en sus consciencias, así como Yo lo deseo todo el tiempo.
Hoy les traigo la esencia de Mi Sangre, código precioso para las almas en redención, Luz divina para los espíritus que están muertos. Pues así como vengo a resucitarlos a la gran existencia del Universo, así Yo vengo a resucitar a todas las consciencias que se unieron en esta semana a Mi Corazón.
Que sean dichosos y bienaventurados, pues solo esto será una preparación para lo que vendrá.
El Señor está pidiendo que coloquemos aquí, a los pies del altar, los sacramentos que hoy serán ofrecidos.
El agua, el vino, el pan, el incienso, el aceite y principalmente, compañeros, sus corazones, son la mayor oferta de amor al Creador.
Pero si sus corazones están unidos a Mí y confían, mayor será el regalo para Dios y de Su Corazón flagelado se borrarán los dolores del mundo, de las almas ingratas; así verán cómo las mujeres preparan Mi mesa y Mi Espíritu da continuidad a los hechos a través de la omnipresencia, en donde todas las almas se sirven de Mi ministerio para recibir los dones que Yo tanto deseo derramar sobre todos, desde el principio hasta el fin, desde el alfa hasta el omega, en donde todo se cumplirá y la humanidad ingresará en un nuevo ciclo.
Póstrense en el suelo como niños. Reciban de Mi Corazón las bienaventuranzas, pero no se esfuercen demasiado. Mi Presencia los colma por entero y les da la vida, dentro de sus vidas. Es el código regenerador de Mi Luz Crística.
Mujeres de antaño, madres consagradas, levántense del suelo y quédense de rodillas para ofrecer a vuestro Señor los sacramentos de la reparación y de la cura para las almas, los cuales vengo a vivificar a través de la presencia de los corazones buenos y también de los corazones pecadores, que en esta tarde de Divina Misericordia están siendo liberados de las faltas, de las manchas del mal.
Tomen los sacramentos, madres, como frutos para el altar. Con armonía y detenimiento ofrezcan una intención a Mi Corazón, en el silencio de su oración perpetua.
La Madre Mayor, que los acompaña en este mundo, también deberá ofrecerme una intención, la cual conozco profundamente en la esencia del espíritu.
Recuerden lo que ayer Yo les entregué. No lo comprenderán con las palabras ni con los sentimientos, mas cuando sus memorias ingresen al corazón y vuelvan a vivir todos estos hechos, como lo fue en el año pasado, recordarán el legado que les entregué, al igual que a Mis apóstoles. Dichosos aquellos que creen en Mi presencia, pues en el fin de los tiempos resucitarán.
Nuestro Señor está dándonos un cántico de los coros celestiales para que sea repetido aquí, con la ayuda de la hermana Piedad.
Canción: Alabado sea Dios
Todos juntos, hijos Míos.
Y esta paz que Yo les doy sea ofrecida por los corazones pecadores, martirizados y mutilados; y por toda existencia de esta creación que sufre las consecuencias de la humanidad.
Madres, elevando su oferta a los Tronos de Dios, llegó el momento para que todos, , junto a sus ángeles de la Guarda, eleven este ofertorio a los templos del Creador en las esferas celestiales, a través de Mi Corazón Misericordioso.
Canten nuevamente.
Caminantes sin fronteras sirvan a Dios en plenitud y bebiendo de la Fuente de Mi confianza, den testimonio sobre Mi Retorno, pues el mundo precisa escuchar que Yo estuve aquí entre ustedes, anunciando Mi nueva Buena Nueva para todos los redimidos y para aquellos que se liberarán del cautiverio.
Lleven el Mensaje de Dios en sus corazones, y que este amor que fue derramado sobre todos, pueda llegar a todas las personas que se aproximen en estos días a sus hogares, a sus trabajos y en sus caminos. Por donde vayan o anden, allí siempre encontrarán un alma que necesita del aliento, del alivio y de la esperanza para poder encontrarme.
Madres, guarden los sacramentos así como los tomaron, pues ellos hoy fueron santificados especialmente para las almas pecadoras, muchas de las que hoy no están aquí.
Compañeros, no solo les dejo la adoración planetaria. Dejo aquí un espacio consagrado para todos, dentro del Inmaculado Corazón de Mi Madre. Dejo un cenáculo para todos en este espacio, para que todos puedan recordar que siempre podrán encontrarme aquí, en la omnipresencia de Mi Silencio.
Hoy los coros celestiales observan sus actos. Bienaventurados de aquellos que ofrecen actos de reparación y de amor, pues las espinas son retiradas de los inocentes y las almas llegan al Reino de Dios por su sagrado ofertorio.
Los nombres de Dios son llaves de trascendencia y puertas que los llevan al espíritu mayor. Son nombres sagrados y benditos, escalas de vibración, de sonido y de energía. Códigos sublimes que descienden a los universos a través de la emanación de los Padres Creadores, aquellos que son precursores del amor y de la unidad de Dios en todos los universos de los cuales muchos forman parte.
Cantemos a Dios y demos gracias por este encuentro.
Los nombres de Dios sean entonados con reverencia, pero también con mucho regocijo para que ese amor, que está en sus corazones, llegue al mundo.
Les agradezco.
Los Cielos hoy se abren para revelar sus misterios de redención y de paz.
Y así como lo he dicho hace tan poco tiempo, deseo nuevamente compartir esta mesa con ustedes, esta cena de reparación y de conversión que ayude en esta era a liberar los pecados del mundo.
Hoy vengo ante ustedes como el Sagrado Corazón, para que sus ojos se abran a Mi Gran Misterio, que estoy revelando en este tiempo.
Agradezco, en este día tan especial e importante, que se hayan abierto para recibirme en esta Cena, para guardar el lugar que Me corresponde en este mundo, para que Yo pueda difundir Mi Amor y Mi Luz hacia todos.
Esta sagrada mesa que hoy están compartiendo Conmigo, servirá de ayuda y de luz para otras consciencias, especialmente para aquellas que hoy no se encuentran aquí, Conmigo, acompañándome.
¿En verdad comprenden lo que significa que Yo esté entre ustedes en esta semana?
¿En verdad ustedes comprenden lo que significa que Yo esté en el mundo?
Vengo a traer un mensaje renovador para todos, una alegría infinita y una esperanza para las almas.
Hoy los Cielos hacen llover sus pétalos de luz para bendecir a aquellos que se han abierto a encontrarme y seguir Mi camino de redención y de rehabilitación.
Hoy los ángeles preparan este altar especial y derraman sus Rayos de Luz sobre estos elementos, de la misma forma que lo hacen con Adonai, alabando eternamente al Padre por los siglos de los siglos.
Agradezco también en este día por las canciones que me han donado; el gran misterio de la canción y de la voz no es conocido por todos. Es un instrumento que Dios utiliza para abrir las puertas del Cielo. Pero no se preocupen porque cada uno de ustedes tiene un don para desarrollar. A algunos de los Míos les ha tocado desarrollar el don de la voz y eso es una herramienta preciosa para el Creador.
Los invito a unirse al sonido y a la vibración de la voz, para que no se unan preferentemente a una persona.
Es hora que Mis apóstoles conozcan los dones en cada consciencia, así permitirán que los frutos que guardan en sus corazones se puedan expresar.
Sepan que Mi Amor tiene predilección por todas las almas que están sobre la Tierra y Yo vengo, a través de ustedes, para rescatar a las que han sucumbido en el infierno y se sumergieron en los abismos de esta vida material.
Por eso, Mi Presencia en estos días les trae la vida divina (y lo corrijo porque es importante que lo escuchen bien), la vida espiritual que muchos deben encarnar. Así, permitirán que el Espíritu Santo se aproxime al igual que a los apóstoles.
Pero no será necesario que conozcan los dones del Espíritu Santo en profundidad, mas que los practiquen a través de la simplicidad y de la caridad. Así el propio Espíritu de Dios fluirá entre sus células y encontrarán las respuestas a todas las dudas que tienen. Pero es hora de abrirse a esos misterios que desconocen en esta vida.
Yo vengo a revelar lo importante y lo bueno, vengo a corregir sus caminos nuevamente, para que sigan un único camino a través de Mi Corazón.
Pero sepan que Mi voz se expande en el mundo a través de otras consciencias a lo largo de los tiempos y de los siglos, porque es necesario que Mi voz se escuche en todas partes de esta Tierra.
Yo vengo especialmente por los que no están aquí, más que por ustedes. Ustedes ya han tenido grandes encuentros Conmigo en esta vida, por más que no los conozcan, o no los hayan sentido. Perciban cuando Yo pasé frente a ustedes, dejando Mis huellas marcadas para que las pudieran seguir.
Hoy, Mi Padre me ha enviado para recordarles ese compromiso. Que este calor de la tarde, tan intenso y fuerte, sirva como fuego de transformación para sus consciencias.
Sepan que los rayos de este sol que los alumbra, cósmicamente se están abriendo para enviar un impulso importante. Déjense quemar, que el fuego los transforme y los transfigure. Así todo se cumplirá como está previsto desde el principio, desde el momento en que nacieron de los vientres de sus madres.
Deben cumplir la misión que Dios les ha encomendado. Y nuevamente, no me refiero solo a ustedes, sino también a los que no están aquí hoy presentes, que deberían haber estado compartiendo Conmigo esta Cena.
Pero sepan que Mi Misericordia es profunda y desconocida.
Quiero decir, con todas estas cosas, que Yo estoy presente en todas partes del mundo, principalmente para aquellos que viven esta Semana de Mi Pasión.
Solo les pido que no se alejen de Mí después de esta semana, porque todos estos Dones que Yo he derramado, al cabo de los días querrán ser quitados de sus espíritus, de sus corazones, a través de la perturbación y de la inquietud. No se dejen amedrentar, éste será el momento en que deberán estar firmes para vivirlo y confirmar a Mi Consciencia pastoral que en verdad están Conmigo, a pesar de todo.
Yo vengo, al igual que Mi Santísima Madre, a pedirles cosas simples, que puedan caminar a Mi lado en el silencio y en devoción. Por eso, Mi Espíritu ha consagrado nuevas madres en esta Orden, madres que serán mediadoras de Mi Madre Universal, que serán los brazos de María sobre la Tierra; las manos que acogen y que dan calor a los que sufren, que alivian y que curan a los corazones solitarios. Esas madres deben ser la manifestación de Mi Madre Universal.
Mañana recordarán algo importante de Mi Pasión, cuando Yo entregué a Mi Madre María a ustedes, al mundo, a la humanidad, a todas las almas. Aún no han comprendido lo que esto significa: Que el Dios femenino del Amor los quiere abrazar y consolar profundamente, a través de esta Gran Consciencia que vivió entre ustedes aquí en la Tierra, que comprendió la condición de la humanidad, el sufrimiento y el dolor de las almas en aquel tiempo.
Pero Dios, a través de Mi Santísima Madre, obró y realizó Sus grandes planes sobre la Tierra.
Estos planes que han surgido desde el principio de Mi nacimiento no han terminado, deberán proseguir cumpliéndose y ustedes deben ser ese camino, ese puente, para que se puedan realizar.
Nuevamente les digo, queridos compañeros, Mi Voz se anuncia al mundo, pero ¿quién recogerá Mis palabras en el corazón, las hará vida y espíritu encarnado para que se puedan llevar adelante y manifestar la Voluntad de Mi Padre sobre la Tierra?
Por eso les dono, en este Jueves Santo, Mi Sagrado Corazón, para que lo puedan sentir como un corazón que palpita constantemente por amor a ustedes, para que todo se pueda cumplir como está previsto.
Recuerden que cada uno de ustedes tiene un tiempo para poder realizarlo.
Yo no les pediré nada más, solo que hagan lo que Yo les pido, como Yo lo hice cuando estuve entre ustedes y como Mi Madre lo cumplió, cuando estuvo entre ustedes. Por eso la envío en el fin de este tiempo, para que sea Mi Mensajera y Mediadora del Corazón, para que los pueda guiar como rebaños y congregarlos alrededor de Mi Corazón, porque así todo estará dicho.
Ahora, levantaré esta mesa hacia los Altares de Mi Padre; la elevaré en espíritu hacia el Trono del Creador, para que se cumpla lo que hoy quiero que se cumpla: que se construya el Templo en sus corazones, que las bases para esta vida sean firmes y que las columnas del amor, de la unidad y de la humildad puedan erguir la Gran Cúspide del Creador sobre ustedes. Así reconocerán la Voluntad de Mi Padre cuando Yo no esté aquí y vivirán la Voluntad de Mi Padre hasta que Yo retorne. Así serán verdaderos apóstoles.
Haremos la bendición de esta mesa y de todos los frutos, frutos que deberán rebrotar como semillas en sus esencias.
Repetimos estas intenciones porque hay algo que se debe vivir. Los frutos deberán rebrotar en ustedes, para que nazcan nuevos frutos al servicio del Creador y sean alimento vivo para aquellos que no lo tienen, así ayudarán en Mi proyecto redentor.
Recordando, queridos compañeros, este Jueves Santo, en que Dios hecho hombre y hecho consciencia se entregó por ustedes, quiero derramar en esta tarde Mis Misericordias para todos y sepan que estoy haciendo lectura de sus intenciones, por eso bendigo todos estos elementos sagrados.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Les agradezco por hoy estar Conmigo
A pedido de nuestro Señor Jesús, en este momento vamos a hacer la representación de la Última Cena y la Comunión entre todos.
Mientras comían, Jesús tomó el pan pronunció la bendición, lo partió y lo dio diciendo a sus discípulos: "Tomen y coman todos de él, éste es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes."
Después tomó una copa, dio gracias y se las pasó, diciendo a los apóstoles: “Beban todos de ella, ésta es Mi Sangre. Esta copa es la alianza nueva, sellada con Mi Sangre, que será derramada por ustedes, para el perdón de sus pecados. Hagan esto en memoria Mía.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más