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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
He aquí el Vivo, Soberano y Eucarístico Corazón de Jesús, que como un Sol del Universo esparce Sus Rayos sobre el mundo y en toda la humanidad para poder transmutarla y redimirla.
Les expongo hoy Mi Eucarístico Corazón a aquellos que lo quieran contemplar, como un portal que supera todos los límites de la consciencia, como un portal que supera todas las barreras y obstáculos; porque Mi Eucarístico Corazón, el Corazón Sacerdotal de Cristo, es el fundamento del Amor de Dios por las almas, por todas las criaturas.
No hay nada que impida que las almas lleguen a Mi Corazón. No existen barreras ni límites, porque si las almas son en Mí, Yo Soy en ellas y así se establece la divina unidad.
He aquí el Eucarístico Corazón que ha derramado la Sangre por las almas del mundo en el madero de la Cruz, en lo alto del Monte Calvario.
Cada gota de Mi Sangre derramada fue un código de renovación, de cura y de perdón. Invoquen el poder de la Sangre de Jesús en estos tiempos en los que el mundo vive su propia oscuridad, en los que muchas almas son condenadas injustamente.
Yo Soy el Eucarístico Sol que nace en el horizonte; para que, después de los tres días de oscuridad, la humanidad vuelva a levantarse, a erguirse y a elevar su mirada a los cielos para ver venir al Hijo de Dios entre las nubes, como el Cristo entre los Cristos, como el soplo poderoso de la esperanza renovadora que traerá gozo en los corazones que, a pesar de todo, tengan fe en Mí.
Contemplen el Eucarístico Sol de Mi Corazón, hoy una vez más ofrecido al mundo como expiación por todos los errores y pecados cometidos hasta el presente; porque sé que desconocen el Amor de Dios, porque Su Amor es tan grande y tan infinito que sus vidas no lo soportarían.
He aquí el propio Dios Vivo que estuvo presente entre los hombres y mujeres de la Tierra para predicar, curar, sanar, exorcizar y liberar a las almas del mundo.
He aquí el Dios que encarnó en un humilde pesebre de Belén, oculto a la vista de todos, adorado por los más simples y humildes, reconocido por los ángeles del Cielo y de todo el universo.
Confíen en el poder de la liberación, porque el mundo necesita ser liberado de sus agonías y culpas.
Mi enemigo ha impuesto sus garras sobre muchos de los Míos, pero confíen porque Yo triunfaré, así como el Misericordioso Amor de Dios triunfó en la Cruz para enmendar los errores desde Adán y Eva hasta el fin de los tiempos.
Por eso, estoy aquí, compañeros, para dar continuidad al triunfo del Amor de Dios en todas Sus Criaturas.
¡Cómo quisiera que el tiempo no pasara, para no tener que despedirme de los Míos! Porque sé que la hora del Huerto Getsemaní le llegará a cada uno de ustedes, así como le llegó al Señor. Y en esa hora, el Cáliz del Sacrificio le será presentado a cada uno; ¿lo beberán, así como Cristo lo bebió en la noche de Jueves Santo?
En la mayor soledad está la mayor fortaleza, porque Dios los hace crecer en Su Amor Infinito y Cósmico, un Amor capaz de perdonar al enemigo para que también se pueda salvar.
Quiero que sean parte del Sol de Mi Corazón, quiero que sean parte de Mis Rayos, que penetren las capas más oscuras de la ilusión del mundo, del dolor y del sufrimiento, para que muchos más en Mi Nombre, en el Nombre de Jesús, se puedan salvar, así como ustedes fueron salvados por Mí en el principio.
Hoy, uno los tiempos y las dimensiones, uno los planos y las consciencias, uno a todos en el Creador, el Dios del universo y de la vida, así como el Hijo se unió al Padre en la Cruz.
Sean fuertes y persistan, la cruz podrá ser pesada, pero Mi Amor siempre los renovará, los sacramentará, les dará la vida eterna, porque es el Amor de la Fuente que los lleva a la verdad, que les trae sabiduría y entendimiento en estos momentos críticos.
Tengan fe y sigan adelante, den el paso y represéntenme en este mundo tan necesitado del Señor, así como Yo necesito de los Míos; porque por más que esté en los Cielos o en el corazón de este universo, Soy parte de la humanidad.
Me acerco a los que más Me necesitan, escucho a los que más Me suplican, les respondo a los que confían en Mí.
No le tengan miedo a la cruz. No le tengan miedo al fin de los tiempos. No hay cosa más grande que ustedes puedan vivir que la que Yo viví por ustedes en lo alto del Monte Calvario, en donde Dios Me dejó solo, por un momento, para que Yo muriera por Mis compañeros.
Y, así, de la aparente muerte o derrota de Cristo, naciera, creciera y diera frutos el Árbol de la Vida, renovando el principio de este Proyecto a través del Amor y del Perdón.
He aquí el Dios de la Misericordia que unge con Su Luz a los que creen en Él y no se desesperan. Porque si ustedes tienen parte en Mí, Yo siempre tendré parte en ustedes y, a pesar de lo que suceda o a pesar de lo que vivan dentro o fuera, nadie, nadie, los separará de Mi Amor; porque Mi Amor es fidelidad, Mi Amor es obediencia, Mi Amor es verdad que libera a las almas del mundo.
Lleven este Mensaje en lo más profundo, para que lo vivan y para que Me representen.
En este día, una vez más, les vuelvo a otorgar el Sacramento del Sol Eucarístico de Dios y de la Unción a sus cuerpos, para que tengan vida en abundancia.
No pierdan la fe, Yo Soy el que Soy, Soy el Alfa y el Omega.
Hoy, dejo expuesto el Eucarístico Corazón de Jesús en lo alto del Monte Calvario, para que Israel y el mundo se santifiquen a través de los que aspiran a estar a los pies de la Cruz de Cristo, así como estuvo Mi Madre, Juan y las santas mujeres, viviendo Conmigo la entrega mayor del Amor y de la Renuncia por la salvación de todo el género humano hasta el fin de los días.
Mi Manto los abraza a todos, Mi Manto los protege; Mi Mano los conduce y los guía hacia la Casa de Mi Padre. Porque, después de esta experiencia en la Tierra, volverán a sus orígenes, recordarán sus historias y pasajes Conmigo, en cada momento de su trayectoria interior. Y así, en ese día que ya está escrito, verán ante ustedes los tesoros que Yo les He confiado a través de la vivencia de los Sacramentos.
Benditos sean los que perpetúan el Legado de Cristo a través de la Eucaristía y de los Sacramentos, porque serán llamados, en el Cielo, Hijos de Dios y siervos de Cristo.
No dejen que Mi Amor muera en el mundo, especialmente en las almas. Es hora de salvar a los que ya no confían en Mi iglesia y que han colocado una barrera entre Mi Corazón y el corazón de Mis hijos.
Por eso, vengo a renovarlo todo, así como lo renové en Jerusalén en el Viernes Santo a las tres de la tarde, cuando, en la aparente derrota y la risa de los fariseos, la tierra tembló, los muertos resucitaron, el Templo se rasgó y Dios mostró Su Poder a través de Su Hijo. Y, en esa hora, el mal fue extirpado del mundo durante tres días, y así también lo haré cuando retorne.
Pondré fin a lo que separa a Mis hijos de Mi Padre; porque Él los ama tanto, que sé que no lo comprenden ni lo saben. Su Amor los ha traído aquí, a este momento, a Montserrat, para demostrar una vez más Su Misericordia por ustedes y por el mundo.
Celebremos, en renovación y en vida, por todos los que su Señor espera que puedan retornar a la Casa de Dios; para que Mi Corazón ya no sufra una agonía por los que se apartan, por los que se pierden, por los que sufren, por los que no ven la Luz ni sienten el Amor de Dios.
Es hora de que se viva Mi Amor Crístico.
Adonai, Shalom, Balakthi,
oh, Señor de la Misericordia,
escucha a Tu Hijo.
Eli, Eli, Balakhti,
escucha la Voz de Tu Siervo.
Elohim, Salohua, Iod,
acepta Mi sacrificio, Señor,
para que todos se salven en Tu Nombre.
Amén.
Mis días con ustedes ya están contados.
Que Mi Amor haga milagros y renueve la vida.
Les agradezco, por estar hoy aquí Conmigo, de verdad, así como son, sin esconderse; porque Yo no veo los errores, Yo contemplo los Tesoros de Mi Padre en sus esencias.
Vayan en paz y tengan fe.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy, Mi Corazón se abre para recibirlos a todos, porque en Mi Corazón de Madre está su refugio y su paz.
Hoy, vengo con toda la Luz del Cielo, con la Luz de todas las estrellas y soles, con el poder de toda la Creación para derramar Mis Gracias sobre ustedes y el mundo y, especialmente, para hacerle recordar a la humanidad su deuda espiritual con África, que aún deberá ser saldada por todos. Porque este continente y todas sus almas deberán resurgir en la esperanza y en la fe de esperar la Llegada de Cristo, algún día.
Por eso, hoy estoy aquí con ustedes, para confirmarles su salvación y su gran momento de redención.
Yo estoy aquí para poder abrazarlos y contenerlos, para que sientan el latir de Mi Corazón de Madre, un latir que siempre está con ustedes, que los comprende y que los acepta, que los recibe y que los ama, así como Dios los ama en esencia y en espíritu.
Por esa razón, estoy aquí, hijos Míos, no solo para bendecir su casa, sino también para bendecir a toda África; para retirar del sufrimiento y del cautiverio espiritual a cuantos están dentro de él, en muchos lugares de este continente. Por eso, Soy la Madre de todos, la Señora de África, la Coronada de Estrellas, la que tiene la Luna a Sus Pies y el rosario entre Sus Manos.
Hoy, he escuchado especialmente sus voces y he sentido profundamente su amor, su fe por Mi Corazón Inmaculado. Esto abre las puertas de los Cielos, a pesar de las condiciones de la superficie. Los corazones a través de las puertas del Cielo son curados y redimidos, y reciben la Gracia que tanto esperan y necesitan en esta hora.
Así como les dije el otro día, hoy les vuelvo a decir que confíen, Mi Hijo ya tiene pensado Su Retorno, el gran momento de Su encuentro con cada uno de ustedes. Por eso, sigan obedientemente las enseñanzas de la cristiandad, el ejercicio poderoso de la oración del corazón.
En estos tiempos difíciles y definitivos, Yo les vengo a pedir, Mis hijos amados, que nunca dejen de construir los puentes entre el Cielo y la Tierra; porque así permitirán que no solo Mi Corazón esté presente entre ustedes, sino que también el Poderoso y Eucarístico Corazón de Mi Hijo pueda estar presente, entre ustedes, para poder protegerlos del mal y de la adversidad, de la falta de paz y de sosiego.
Él Me envía aquí, en este día especial, para reconsagrar sus corazones y sus vidas, para que acepten este camino que hoy les muestro hacia el Reino de Dios. Porque ustedes, a través de su esfuerzo y dedicación en la Obra Redentora de Mi Hijo, han permitido que Yo llegue a África y, a través de aquí, a todo el continente africano.
Piensen por un momento qué es lo que significa que la Virgen de Kibeho, la Madre de África, retorne una vez más a su continente; porque quiero que el mundo entero recuerde lo que aún debe colaborar y reconstruir en África; porque es una obligación y un compromiso de todos Mis hijos de la Tierra.
Aquí existen tesoros espirituales desconocidos por todos, y hoy revelo esto al mundo entero, para que le den valor y apoyo a toda África. Porque aquí existen corazones muy valiosos, corazones muy esforzados y dedicados para estar al lado de Mi Hijo, en Su Camino de Redención y de Paz.
Su alimento espiritual, en este lugar, ha sido abundante: el alimento de la fe, de la confianza, del amor y de la perseverancia, que ha permitido crear las condiciones necesarias para que esta peregrinación se pudiera cumplir.
Aquellos que aparentemente no tienen nada, tienen la Gracia primera, directamente del Padre Eterno de recibir Su Amor Consolador, Su Amor Compasivo y Su Amor Salvífico, porque la fe de los corazones simples y pobres es verdadera; y es esto lo que transforma al mundo entero.
Hijos Míos, alégrense porque hoy estoy aquí y Soy su Madre.
Hoy, vengo por ustedes y por todos sus hermanos de África; vengo por aquellos que son descartados, esclavizados, oprimidos, rechazados y que están bajo la impunidad de estos tiempos.
Sobre este lugar donde hoy aparezco, en el corazón de esta sagrada casa de Mi prima, Santa Isabel, la Madre de Dios vuelve a pisar la cabeza de la astuta serpiente, para que los corazones se liberen del infierno y las almas sean rescatadas de los abismos de la Tierra, bajo la poderosa intervención de San Miguel Arcángel y de todas Sus Huestes de Luz.
Por eso, ¡alégrense, Mis queridos hijos! Mi Palabra viene a confortarlos y a sanarlos.
Mi Corazón se abre como un sagrado templo para que sus esencias puedan entrar y, una vez más, estar en adoración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; porque esto, una vez más, le permitirá a África y al mundo entero, construir el camino de la paz que está perdida, del amor y de la reconciliación que muchos necesitan.
Extendiendo Mis Brazos y Mis Manos sobre ustedes, Mis hijos, como la Inmaculada Madre de Dios y Señora de toda África, vengo a derramar sobre ustedes Mis Gracias, como un poderoso afluente de Luz y de Misericordia, para que sus secuelas y traumas, dolores y angustias, perturbaciones y caos sean disipados por Mi intercesión.
Acepten esta Luz que hoy les ofrezco.
Coloquen sus manos en señal de recepción y de profunda gratitud para recibir de la Madre Celeste lo que tanto necesitan y aspiran, porque Dios Me ha permitido concederle a cada uno de ustedes una Gracia espiritual, aquella Gracia que hoy no comprenderán pero que algún día sabrán.
Será esa Gracia que hoy les ofrezco que los salvará y los redimirá, que los elevará a Dios como dignos hijos del Padre. Por eso, lleven hacia su corazón esa Gracia y comulguen de Mi Presencia, para que así comulguen de Mi Hijo.
Yo estoy aquí feliz por estar con ustedes y por poder cumplir Mis promesas, así como las promesas de Mi Amado Hijo, que llegará en los próximos días al encuentro de ustedes, para poder abrazarlos con el fuego poderoso de Su Amor y Redención, para que sus almas se puedan elevar, para que sus miradas alcancen el esperanzador horizonte que les trae la Tierra Prometida, la Buena Nueva, el reencuentro con la Paz y el Amor de Dios.
Confíenle a Mi Corazón todas sus angustias y penas. Confíenle a Mi Corazón todo lo que hoy les sucede y dejen que Yo los pueda transformar, dejen que Yo los pueda consolar. Así como tuve a Mi Hijo Jesús en Brazos, deseo tener a cada uno de ustedes en Mis Brazos.
¿Aceptan esto que hoy les ofrezco?
Los presentes responden: Sí.
No escucho.
Los presentes responden con intensidad: ¡Sí!
Yo sé que lo aceptan, Mis hijos. Por esa razón también estoy aquí, para que esa Gracia los ilumine y los ampare, para que vuelvan a estar en Mi Paz, que es la Paz del Reino de Dios.
De África surgirán las vocaciones para formar parte de la legión de Mi Hijo, para unirse a la Obra de Su Misericordia y Redención. Y esos corazones, que vivirán la vocación hacia la consagración total de sus vidas, algún día, Mis hijos, serán espejos preciosos de Dios que ayudarán a reconstruir espiritualmente a toda África; porque a través de la consagración de la vida y del corazón, el mundo recibe la paz.
En estos últimos cinco años, los acompañé de cerca en cada momento de oración, como en cada momento de tristeza.
Mi Manto siempre estuvo con ustedes y siempre estará sobre ustedes; porque es Mi deber, el deber de una buena y poderosa Madre, unirlos a Dios a través de la Luz de Mi Corazón.
Que este Manto de la Señora de África se extienda a todo este continente, para que más almas y corazones, para que más vidas y consciencias estén protegidas de todo mal por la poderosa espada de San Miguel Arcángel, que siempre los liberará de toda adversidad; porque hoy Él decreta, en el Cielo y en la Tierra, el fin de su cautiverio, y todos Sus Ángeles trabajan para que esa liberación suceda.
Confíen en que esto sucederá y las puertas de la Misericordia se abrirán sobre ustedes y así, como muchos hijos Míos en el mundo entero, verán venir al Hijo del Padre entre las luminosas nubes del Cielo, junto a su Señora y al Arcángel Miguel, en eterno servicio a Dios para poner fin a la oscuridad del planeta y restablecer el Reino de Dios en los corazones.
¡Que así sea!
Desde hace cinco años esperaba este momento, este momento de su consagración a Mi Inmaculado y Materno Corazón.
Los invito a todos a colocarse de pie para que Yo los pueda consagrar como Hijos de María, y que este momento de consagración no solo sea una bendición para ustedes y para el mundo entero, sino una profunda transfiguración de toda África, para que todos Mis hijos de África alcancen los Rayos de la Misericordia de Cristo y despierten en sí mismos los tesoros que Dios les concedió.
Por eso, en este momento,
escucha la voz de Tu Sierva, Adonai,
que clama por estos, Tus hijos,
Tus hijos de África.
Bendícelos, Señor,
con la Luz de Tu Poderoso Espíritu,
así como bendijiste a Tu Esclava
y a los apóstoles de Cristo en Pentecostés.
Derrama los Dones sobre ellos
para que en sus vidas descubran las virtudes y las Gracias
de vivir el compromiso sagrado con Dios,
por el cumplimiento de Su Plan en la humanidad
y en todo el planeta.
Irradia, Señor,
la Luz de Tu Sacratísimo Corazón,
bajo la intercesión de sus Ángeles de la Guarda,
que hoy expanden sus alas
para proteger a los Hijos del Padre,
aquellos que han sido consecuentes con la oración del corazón,
que Te han adorado y Te han alabado,
que Te reconocieron y Te invocaron
como el Poderoso Señor del Universo y de la Tierra.
Oh, Amado Señor,
derrama Tus Gracias sobre ellos y el mundo.
Que las heridas más profundas y desconocidas sean curadas
para que los corazones, en este momento, se puedan liberar.
Escucha la voz de África,
escucha la voz de los que lloran y claman,
escucha la voz de aquellos que imploran
por el fin de este cautiverio.
Haz descender, a través de Mi Corazón, Señor,
Tu Poderoso Reino Celestial
para que estas almas inocentes y puras,
junto con los ángeles, los bienaventurados,
todos los santos y todos los seres de buena voluntad,
anuncien al mundo la Llegada del Salvador.
Por esa razón, Yo los consagró, en este día, con todo el Amor de Mi Corazón, con un Amor inextinguible e incomprensible que los lleva a la Verdad y a la Paz.
Vengan hacia Mí, Mis hijos, los Hijos de María, que el Espíritu Santo los bendiga en este momento, bajo la Gracia de Dios, por los Mil Años de Paz; en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ahora, quiero escuchar el himno de su consagración, porque a través de este himno llegaré a las almas más necesitadas de África.
¡Canten, Hijos de María!
Les agradezco por haber estado Conmigo hasta los tiempos de hoy.
Los amo, siempre.
Mi Luz y Mi Protección estén sobre Mi hija Domingas, para que siempre pueda ser el pilar de Cristo, el puente entre el Cielo y la Tierra que lleve a las almas inocentes hacia Dios.
Por eso, hija Mía, también hoy te bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Canción: “Himno de los Hijos de María”.
El mundo necesita encontrar el Amor para salir definitivamente del sufrimiento.
Esto es lo único que espero: ver corazones que aman, corazones que viven por amor lo que Yo vivo por ustedes, aunque esté en los Cielos.
Hoy vengo a su encuentro para recordarles esta regla primera; porque los corazones que están desesperados, rendidos y entregados al sufrimiento y al dolor del mundo pierden la esperanza día a día.
Pero no olviden que por encima de todo está Mi Amor, un Amor que los fortalece para las pruebas, un Amor que los lleva al vacío, al encuentro predilecto con el Creador.
Ustedes, seres de la superficie de la Tierra, vienen de una Fuente de Amor, pero también de una Fuente de Sabiduría. No permitan que el Amor se apague en sus corazones, no permitan que la llama del Amor deje de arder dentro de ustedes, porque aquí está Mi Corazón que fue traspasado para que ustedes, en este tiempo, encontraran la Fuente verdadera del Amor.
Es este Amor de Mi Corazón que los convoca a amar y a servir, el Amor que reconstruirá a las familias del mundo.
Es el Amor que Yo los llamo a vivir, el que permitirá, en este ciclo, dar alivio a los que sufren y a los que emigran de sus naciones.
Hoy, sobre las palmas de Mis Manos, les traigo el Sagrado Corazón del Amor como una llama ardiente y divina que viene a ofrecerse por el mundo para poder sanarlo y convertirlo.
Ustedes saben que nunca les pediré nada que no Me puedan dar. Yo les pediré lo más simple, pero lo más verdadero, les pediré aquello que algún día les hará comprender absolutamente el Plan de Dios.
Hoy, a Mis Pies, contemplo y observo las grandes necesidades del mundo, las súplicas de los corazones por sí mismos y por sus familias, por sus naciones y por sus pueblos, necesidades que intento suplir una a una.
Pero ustedes, compañeros Míos, ¿se decidirán a ser el puente hacia Mi Sagrado Corazón?, esos puentes que se pueden extender en el mundo por medio del amor y del servicio incansable que ustedes le pueden dar a Mi Sagrado Corazón.
En este bendito mes del Sagrado Corazón de Jesús, Yo vengo a recordarles esto, porque la mayoría lo está olvidando fácilmente.
Sabemos que el mundo no está preparado para enfrentar lo que hoy vive. Pero desde los tiempos más remotos, cuando Yo estuve en la Tierra, les enseñé la regla primera del Amor, porque es la esencia pero también es la base de toda su vida espiritual y humana.
¿Cómo entenderán al que sufre, si no aman?
¿Cómo soportarán al mal, si no aman?
¿Cómo ampliarán su consciencia, si no aman?
Yo vengo a enseñarles primero el Amor en lo más simple, en lo más profundo pero en lo más verdadero, en lo que nadie puede ver ni percibir.
Es en ese Amor en el que necesito que hoy trabajen; en el Amor que se entrega sin condiciones, en el Amor que se entrega sin aspiraciones, en el Amor silencioso que no es percibido, en el Amor que siempre dice sí.
Por medio de Mi Mensaje, les derramo los Rayos de Mi Misericordia e ilumino a toda la Tierra para que las fuerzas que la aprisionan, que la condenan y la perturban sean disueltas por Mi Luz.
Reciban esta Gracia de Mi Corazón, la Luz de los Rayos de Mi Misericordia, para que la humanidad se cure y se redima, para que se alcance la paz y el fin de las guerras como también de todos los conflictos humanitarios.
Lleven esa Luz hacia el corazón y comulguen de Mi Sagrado Corazón para que se cumpla Mi gran Promesa ante el Padre, de que esta Tierra sea repoblada de Nuevos Cristos, de los que irán hasta el final diciendo sí.
Que sus corazones y mentes se vacíen en este momento, para que el gran misterio del Amor de Dios se revele a los corazones simples y humildes, a los que han despojado de su vida las tentaciones del mundo y toda distracción.
Hoy, deseo que contemplen Mi Corazón resucitado, el Corazón Eucarístico del Hijo de Dios, que como un Sagrario abre sus puertas al mundo para que todos puedan contemplar la Verdad, la Verdad que está más allá de todo mal y de toda adversidad, la Verdad que los llevará a la paz y a la unión perpetua con Mi Corazón Eucarístico.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Nuestro Señor está mostrando, en este momento, de un forma clara y nítida, Su Sagrado Corazón con tres llamas de fuego que representan al Amor, a la Compasión y a la Luz; que, a través de un gesto de Amor paternal, Él ofrece Su Corazón al mundo, para que las almas más sedientas del Amor consolador de Jesús se reconsagren ante Su Presencia misericordiosa. En el silencio de Sus Palabras, Él ofrece este, Su Corazón.
Ahora, volvió a guardar Su Corazón en Su Pecho, pero Su Corazón aún está expuesto.
Para aquellos que tienen dudas, Yo retornaré.
Para aquellos que han perdido la fe, Yo retornaré.
Para aquellos que ya no creen en Mí, por ellos, Yo retornaré.
Para los que viven en el sufrimiento, Yo retornaré.
Para los que han muerto injustamente, Yo retornaré.
Y a todos resucitaré en espíritu, mente y cuerpo, para que estén Conmigo en Mi Reino, cumpliendo la promesa de una Nueva Humanidad, libre de las cadenas de la opresión, de la tristeza y de la angustia; una humanidad que será renovada por el Sagrado Espíritu de la Voluntad suprema de Dios.
Sobre el Altar de Mi Iglesia Celestial, tengo cientos de Cálices para ser entregados a las almas que se ofrezcan a beber de la Divina Sangre del sacrificio; a fin de que, por medio de la entrega y de la renuncia, reparen el Corazón del Hijo de Dios de los graves ultrajes que Él recibe diariamente, por todas las situaciones que hoy vive el mundo.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Nuestro Señor está mostrando Su Altar en la Iglesia Celestial, con ciento treinta y tres Cálices que guardan Su preciosa Sangre, la Sangre de la Transubstanciación. Él nos ofrece estos Cálices para que, espiritualmente, sean bebidos por nuestras almas, para los que se ofrezcan en consciencia y con discernimiento a asumir lo que hoy Él nos ofrece, como servicio espiritual y humano.
Para esto, los ángeles que rodean al Sagrado Corazón de Jesús, en este momento, toman los Cálices del Altar para llevarlos a las almas que los han aceptado, en los cuatro puntos de la Tierra.
Aquellos, que se ofrecieron a asumir un sacrificio especial, beban de ese Cáliz que los ángeles hoy nos ofrecen.
Mi noble Corazón quiere transformarlos en algo nuevo, en algo que desconocen, en algo en lo que no pueden tener control ni el más mínimo poder para poder cambiarlo.
Por eso, después de este Sacramento del Sagrado Cáliz, que algunos se ofrecieron a beber sin saber lo que eso significa ni lo que representa en sus vidas; Yo les pregunto, compañeros, ¿se decidieron a venir a vivir a Mi Corazón y a acompañarme en esta tarea planetaria, en este rescate silencioso e imperceptible de toda la humanidad, sea en las llanuras o en los valles, en los desiertos o en los océanos, en cualquier lugar del mundo?
¿Sus corazones están prontos?
¿Han meditado en lo que les dije en la última Sagrada Semana?
Mis Palabras no solo pueden quedar registradas; Mis Palabras deben ser vividas por cada uno de ustedes, porque cuando vivan Mi Mensaje, comprenderán la razón de estar aquí y la razón de vivir por Mí.
Eso es todo lo que hoy quiero decirles, porque necesito que, algún día, comprendan el misterio de Mi Amor y la razón de venir a su encuentro para instruirlos pero también para impulsarlos, porque quien está en Mí no perecerá, aunque pase su prueba más dura y difícil.
A las almas que aún no se animaron, las invito a vivir en Mi Corazón, a entrar en la escuela de Mi Amor eterno.
Antes de dejarlos con la solemnidad de la Sagrada Eucaristía, la cual volverá a palpitar a través del corazón de Aurora, en donde esa celebración estará siendo ofrecida para todos, quiero despedirme escuchando una canción que ayuda en su reconsagración a Mi Sagrado Corazón.
La oración al Sagrado Corazón de Jesús, hoy la ofrecerán con una solemne canción para que la alianza de las almas Conmigo sea más profunda y todo sea renovado.
Al final de la sagrada celebración eucarística, realizarán su síntesis de este trabajo de los impulsos de Mi Corazón misericordioso, por medio de una segunda canción que cerrará el ejercicio de todo este Mensaje que hoy, por Amor, les he traído.
Para eso, cantarán, al final de esta transmisión, “Corazón traspasado".
Escucho la canción al Sagrado Corazón de Jesús, y Yo los bendigo para que se levanten de donde han caído, para que siempre encuentren la paz.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El Reino de Dios está próximo a todas las almas del mundo.
Hoy no es Mi día, es el gran día de la llegada de la Iglesia Celestial de Mi Hijo.
Yo siempre seré Su Sierva y Su Mensajera. Por eso he venido aquí en este día tan importante y especial para el mundo, para que sepan que la Madre de Dios, Madre de la humanidad, está con cada uno de ustedes en este momento, en el lugar en donde cada uno se encuentra.
Para la Gracia de Dios no existen fronteras. La omnipresencia de Dios Le concede a la Madre Santísima la posibilidad de estar con cada uno de Sus hijos en este momento.
Detrás de Mí, en esta noche, vean vislumbrar la llegada de la Iglesia Celestial. Yo soy la Señora del Trono de Dios y vengo a anunciarle al mundo la gran oportunidad de su arrepentimiento, para que la Misericordia de Dios en este momento los pueda curar y redimir.
Mi Corazón sigue siendo incansable. Mi aspiración por ustedes sigue siendo eterna. La Madre de Dios no se detiene, aunque Su Palabra y Su Mensaje se recoja diariamente en este ciclo.
Ahora, hijos Míos, ustedes deben ser el mensaje vivo, deben testimoniar Mi Mensaje ante la Mirada paternal de Dios. Algunos de Mis hijos lo deben hacer, deben demostrar que han comprendido Mi Mensaje y han acogido cada una de Mis Palabras a lo largo de estos trece años, porque será la forma, hijos Míos, de que justifiquen ante el Padre Celestial todo lo que han recibido. Este momento de incertidumbre que vive el mundo terminará si la fe y la esperanza en los corazones se renuevan.
Hijos Míos, este es el gran tiempo de la adoración al Corazón Eucarístico de Mi Hijo. Este es el gran tiempo de la oración del corazón. Este es el tiempo, hijos Míos, de que cada una de sus vidas sea el mismo Sacramento, renovando su bautismo, su unción, su confesión y su comunión perpetua con Mi Hijo. Así sus vidas se confirmarán, y es lo que necesita el Padre Celestial para poder seguir derramando Su Misericordia en el mundo, en aquellos lugares que más lo necesitan y que es urgente.
En esta noche, hijos Míos, en vísperas de la llegada de la Iglesia Celestial, en amor y en devoción, a través de sus almas postrémonos ante el Reino de Dios, porque Él enviará Su Gracia al mundo, Él derramará Su Misericordia durante estos próximos ocho días y será el gran momento para cada uno de ustedes, en el que la Palabra de Mi Hijo deberá cumplirse.
Ustedes deben ser la Palabra de Mi Hijo, el testimonio de la conversión y de la redención. Es así que en esta noche les anuncio, en vísperas de la llegada de la Iglesia Celestial, una semana no solo sagrada, sino una semana de una importante expiación para el mundo.
A quien coloque sus rodillas en el suelo, reconozca sus faltas y las entregue a Dios, su Ángel de la Guarda intercederá y las súplicas serán llevadas a los Tronos del Padre para que Él las pueda convertir en Amor y en Misericordia.
Hoy la Madre de Dios está, al igual que cada uno de Sus hijos, esperando en oración y en vigilia por la llegada del Redentor. Él Me ha enviado como la Madre del Trono de Dios para anunciar Su llegada al mundo, el advenimiento de Su Palabra, la Gracia de Su Espíritu, la Misericordia eterna de Su Corazón.
Un gran momento llegará a el mundo, un profundo momento espiritual. Siendo el último, es el más importante de todos estos últimos años, en los que Mi Hijo ha estado con ustedes. Es el momento del gran paso de la consciencia, es el momento de reconocer a Dios, porque en penitencia y en arrepentimiento llegará la paz, y un milagro se dará en sus vidas y en la vida de sus hermanos de la Tierra.
Todas las Jerarquías del Cielo, todos los seres de buena voluntad de la Tierra, se preparan para este último momento, en el que el Sagrado Hijo de Dios traerá Su Sabiduría y Amor al mundo para que quede grabado en sus esencias, para que siempre lo puedan revivir en sus corazones.
Hoy a Mis pies, como Madre del Trono de Dios, tengo las flores de la donación de la oración y del amor de Mis hijos, todas las flores que Me fueron entregadas en esta noche como fruto de su oración y de su sinceridad Conmigo.
Ustedes saben, hijos Míos, que por más que Mi ciclo con ustedes haya terminado, Mi aspiración es siempre estar con ustedes.
Mi Hijo Me entregó la humanidad en el momento más culminante de Su entrega en la Cruz, y para que Su Cruz sea victoriosa deben redimirse para testimoniar y confirmar lo que Él hizo por ustedes aquí en la Tierra.
Es así que la vida y la enseñanza de Mi Hijo siempre será atemporal y siempre los invitará a la renovación y al perdón.
Esto es lo que hoy les traigo del Cielo, como Su Sierva y Su Esclava. Es lo que Yo le traigo al mundo abriendo las puertas de los Cielos para la llegada de Su Iglesia Celestial.
Mantengan sus corazones abiertos en estos próximos días, sin expectativas, sin grandes deseos, en absoluto vacío y en un incondicional amor hacia el Corazón Glorificado de Mi Hijo.
Es tanto lo que veo sufrir a la humanidad que Mi Ser ya Le ha ofrecido todo al Padre para el alivio de cada uno de Mis hijos.
Pero solo piensen en el sacrificio de Mi Hijo en la Cruz. En el mayor abandono, en la más profunda soledad, Mi Hijo se convirtió en el Cristo cuando aparentemente nada sucedía. Y a los pies estaba Su Sierva y Esclava la Madre de Dios, Juan el apóstol y las santas mujeres. Él solo nos tenía a nosotros, hoy Él los tiene a cada uno de ustedes.
Todo pasará, un nuevo tiempo llegará. Si la humanidad se arrepiente verdaderamente en estos días, los cambios podrían ser indescriptibles para el mundo.
Hijos Míos, como una madre que los ama y que los guía, no pierdan la oportunidad, no la tomen como un momento más porque no se repetirá.
Mi Hijo le ha pedido a Su Padre la autorización para el descenso de Su Iglesia Celestial en un tiempo de la humanidad en el que nada parece resolverse, en el que la gran incógnita está en la mente de Mis hijos.
En oración, en ofrecimiento, ofrezcan sus vidas a Dios y nada más. Busquen la Luz del Universo, reconozcan la Estrella de la Jerarquía. En el firmamento se aproxima el Redentor y todas Sus Huestes de Luz.
Los ángeles, con cantos de alabanza, anuncian la llegada de Su Iglesia Celestial. El tiempo de la conversión es ahora.
Dios los ama y Él ya no puede ser más ofendido. Él quiere el bien para cada uno de Sus hijos, porque si viven Su Amor y Su Verdad se salvarán y el mal será derrotado por la poderosa espada del Arcángel Miguel.
Las estrellas caídas se levantarán de los abismos y sus orígenes alcanzarán la reconciliación tan esperada.
Los mil años de paz llegarán y la Aurora brillará en el corazón de los que han creído en ella.
Eleven sus aspiraciones a lo Alto, Mi Corazón les trae la Luz de todo el universo. Y abriendo Mis manos les derramo la Luz del Cielo, así como la derramé muchas veces en Aurora.
El fin no está lejos. Arrepiéntanse, arrepiéntanse, arrepiéntanse y Mi Amor los llevará a Dios. Eso es todo lo que hoy les digo.
Recuerden en esta noche la llegada de la Iglesia Celestial de Mi Hijo. Vean reflejada Su Iglesia en sus mundos internos, cómo Su Luz y Su Gloria comienzan a descender al planeta.
En esta noche permaneceré en adoración al Corazón Eucarístico de Mi Hijo.
En vísperas de este momento especial, la Madre del Trono de Dios agradece este templo que han ofrecido a Su Hijo. Dios contempla con gratitud cada trabajo realizado, cada momento de unidad gestado por una sola razón: por el triunfo de Su Amor.
Glorifiquemos al Hijo del Universo con hermosas alabanzas.
Hoy deseo, en conmemoración de este día especial para Mí y para ustedes, en vísperas de la llegada de la Iglesia Celestial y en agradecimiento por la oportunidad de servir y de amar, que honremos al Santísimo Hijo de Dios por Su presencia, a lo largo de los tiempos, en los Sacramentos y en el corazón de Sus hijos, de todos sus compañeros.
Vamos a elevar una canción al Corazón de Cristo, porque a Él le debemos todas las cosas, nuestro agradecimiento y nuestro honor.
Escucharemos “Tu és o Rei”.
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
¡Gracias Madre de Dios por cuánto nos das!
A través de esta canción que ofreceremos a Nuestro Señor Jesucristo y en unión a la Madre Divina, nos prepararemos internamente para esta vigilia, en la que nuestros corazones y almas estarán atentos a la llegada de la Iglesia Celestial, en estas próximas horas de nuestro tiempo.
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
A las puertas de los Misterios de Amor que Yo traje para el mundo durante la dolorosa Pasión de su Maestro y Señor, hoy traigo para el mundo la Presencia de Dios, la Presencia de Emmanuel.
Es así que, en este momento, Dios está con ustedes, así como ustedes están con Dios.
Y este Misterio, que hoy se presenta al mundo, es una de las tantas revelaciones que el Apocalipsis traerá a la humanidad, aunque la humanidad viva su tiempo de Armagedón.
Para que Dios pueda estar más tiempo con ustedes, a través de la Presencia de Emmanuel, ustedes deberán seguir profundizando en su unión interna con el Padre, para que Él, directamente de Su Fuente de Amor, de Misericordia y de Piedad, envíe al mundo lo que los corazones necesitan en este momento para poder sobrellevar estos tiempos difíciles.
Cada uno de ustedes, como también los que despertarán en el futuro, aprenderán a contactarse con Dios de la forma que cada uno lo pueda reconocer y representar en su interior, en su corazón.
Por medio de estas palabras es que hoy les traigo la Presencia de Emmanuel, que se representa a través del símbolo del Omega, con el cual un fin está llegando para toda la humanidad y el Universo. Un fin que traerá muchas más revelaciones, traerá más consciencia y más discernimiento para la humanidad, hasta que la mayor parte de los seres de la Tierra reconozca, en este momento y en este tiempo, que se apartó del Padre Eterno para honrar, adorar y alabar a los dioses de la modernidad y de la vanguardia de estos tiempos.
Pero como sé, compañeros, que los corazones están despertando hacia esa realidad, están comenzando a percibir que ya llegó el último tiempo en el que se presenta el Gran Portal para poder ingresar, por el camino del retorno, hacia la Casa del Padre.
El Corazón de Emmanuel escucha las súplicas de Sus hijos. El Corazón de Emmanuel acompaña el momento que vive hoy la humanidad, y con Él todos Su ángeles y huestes de Luz que, a los pies de Su poderoso Trono, adoran eternamente al Padre a través del Corazón Eucarístico de Su Hijo, para poder traer al mundo la ayuda que el mundo necesita en este ciclo.
Cuanto más aún las almas se vuelvan a Dios, más temprano terminará lo que la humanidad está viviendo en este ciclo.
Pero si eso no sucediera, si los corazones no se arrepintieran e hicieran sacrificios para reparar el Corazón ofendido de Dios, mayores pruebas vendrán a la humanidad y estas pruebas serán desconocidas. Cuanto más suplique el pueblo de Dios, cuanto más los corazones se arrepientan verdaderamente y no demoren en poder hacerlo, menor será el tiempo de sufrimiento, aunque estén viviendo en este momento la primera parte de este Armagedón planetario.
Si Emmanuel está entre ustedes, ustedes estarán dentro del Plan de Dios y de la gran Consciencia de Su Voluntad. Así, sus almas y corazones serán inspirados para poder rehacer sus vidas, conforme los Mandamientos de Dios lo declaran y así, recapacitarán y volverán a ingresar al camino que perdieron por diferentes circunstancias.
Hoy, en el Nombre de Emmanuel, del Dios entre nosotros, vengo a entregar este mensaje al mundo, porque aún queda un poco de tiempo para que la mayor parte de la humanidad pueda hacer el cambio que necesita, y así recibirá del Universo todos los códigos que necesita, todas las inspiraciones que necesita, para poder volver a erguir a esta humanidad que se alejó del Amor, del Perdón y de la Redención.
En este día, Mi Corazón Eucarístico se ofrece al mundo nuevamente, no solo para que los ángeles y las huestes de Luz lo adoren y lo contemplen, sino también para que las almas de la Tierra den honra y glorificación al sacrificio que realizó el Hijo de Dios por cada uno de ustedes, durante Su dolorosa y agoniosa Pasión.
Es por medio de este Corazón Eucarístico que Yo les traigo esta oportunidad y esta Gracia para que, por medio de Mi Corazón Eucarístico, mediante la Adoración a la Sagrada Eucaristía del altar, las almas puedan ser perdonadas y, por medio de los méritos que alcanzó su Redentor, las almas justifiquen sus vidas y consciencias, más allá de los errores cometidos, para volver a ser colocadas en el camino de la Redención y del Amor.
Lo que hoy les digo, compañeros, no es nada nuevo, lo han escuchado de diferentes formas y a través de las enseñanzas que Yo he dejado en el Evangelio. Pero precisan ampliar aún más sus consciencias para que la sabiduría y el discernimiento puedan llegar a sus vidas, sabiendo que en este momento es importante tomar decisiones correctas para vivir resultados correctos.
Dependerá de cada uno de ustedes que eso pueda suceder o no pueda suceder.
Por medio de este Sacrificio que hoy ofrece el Hijo de Dios, en el comienzo de esta Semana Santa, los empiezo a preparar, de una manera más consciente y real, para todo lo que el mundo está enfrentando en este tiempo y de todo en lo que está participando el Universo con lo que la humanidad está atravesando.
Nada de lo que está sucediendo está fuera de lugar. La humanidad está teniendo la oportunidad de reconocer sus errores y por medio de la vida sacramental y orante, enmendar todos los ultrajes que fueron cometidos al Corazón del Padre Celestial, especialmente por aquellos que, siendo llamados por su nombre, no cumplieron con su misión y dieron la espalda al Maestro y Señor.
Así comprenderán, Mis amados compañeros, la amplitud de este pedido y el sentido oculto de esta situación que hoy les presento a cada uno de sus corazones.
Porque con esa consciencia y con esa preparación para estos tiempos definitivos, vivirán la verdadera religiosidad, más allá del dogma o de la creencia.
Necesito que vivan la religión del Amor, espiritual, divina y esencial que les trae su Maestro por medio de Su Presencia para todas las almas del mundo.
Hoy hablo para ustedes, como adultos en el camino espiritual, para que cada uno reconozca definitivamente lo que ya no debe hacer más y que todo el tiempo lo quita del camino, de Mi camino de Amor y de Luz.
Reconfigurando sus consciencias y vidas, transformando sus almas y corazones, sus espíritus se redimirán y podrán ser esas estrellas de Luz sobre la superficie de la Tierra, que ayudarán a iluminar al mundo y a los tiempos de oscuridad que vive la raza en este momento.
Y Yo les daré el poder de la Luz, por medio del poder del Amor y de la Unidad del Padre, y así Emmanuel, el Todopoderoso, estará entre ustedes y estará en ustedes, obrando y trabajando después de dos mil años por una nueva redención de la humanidad.
Sírvanse, entonces, de los Sacramentos espirituales y divinos que Yo impartiré en esta Semana Santa. Esa es la razón espiritual por la cual estoy aquí, es la razón principal y fundamental por la cual estoy aquí; para que Mis compañeros, creyentes, devotos y fieles, cada día tomen más consciencia y discernimiento, sobre lo que es necesario hacer en este tiempo y sobre lo que ya no es más necesario hacer en este tiempo.
Así, madurarán muy pronto y sus corazones, como muchas veces Yo lo he visto, estarán disponibles para que Yo me pueda servir de cada uno de ustedes y no solo compartir Mis Gracias y Mis Misericordias, sino también compartir Mi dolor para que juntos lo podamos transmutar y sublimar, con la misma fuerza y poder del Amor, así como Yo lo hice en la Cruz hasta el último segundo de Mi vida.
Es así que hoy brota de Mi Corazón los Rayos de la Divina e Insondable Misericordia, la Sangre y el Agua, que justifican los errores de los seres humanos y que traen la Gracia de la conversión de los corazones.
Si sus almas, consciencias y seres internos se abren de corazón en esta Semana Santa que estoy compartiendo internamente con cada uno de los Míos, muchos serán los prodigios, más rápido se disolverá el sufrimiento y las almas reencontrarán el sentido de haber venido aquí a la Tierra, para servir a Dios y cumplir con Su Plan de Amor.
Por eso, Mi Corazón se abre durante estos ocho días, para recibir las ofertas de cada uno de los corazones, las ofertas de las almas y de las consciencias que, aceptando y reconociendo la dolorosa Pasión del Señor, se entregan como víctimas de Mi Amor para que más y más almas sobre la superficie de la Tierra justifiquen, al igual que el Redentor, los grandes errores del género humano, en esta guerra biológica que ha sido construida y que altera, absolutamente, el Proyecto original del Creador.
Pero no se olviden,
y en este momento Jesús señala al Cielo y nos dice:
Si el Cielo está por encima de ustedes, es porque Dios está por encima de ustedes. Y si el Cielo desciende sobre ustedes, es porque Dios está entre ustedes y es Su Voluntad. Nadie ni nada lo impedirá, aunque nación esté contra nación, aunque la enfermedad abunde en la superficie de la Tierra y los sufrimientos se agraven en el mundo, el corazón que cree y vive en Cristo no perecerá, porque tendrá vida eterna, y glorificará hasta los últimos días de la Tierra, entre los que se lamentarán por no haber reconocido la llegada del Mesías en Su retorno espiritual y divino al mundo. Los corazones que hayan vivido en Cristo celebrarán en el nombre de Jesús y recibirán la llegada del Maestro, así como fue escrito. Que así sea.
Ahora, que sus almas se han dejado moldear por Mis Manos para construir un instrumento nuevo en las Manos del Señor, quiero que hoy se ofrezcan como cálices vacíos, para que Yo los pueda tomar entre Mis Manos, pueda verter Mi Sangre, pueda entregarles Mi Cuerpo, y en esta Comunión ofrezcamos al Padre cada una de sus vidas por la redención del planeta y el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús.
Este es el momento de su ofrecimiento y entrega a las puertas de la Nueva Jerusalén, que hoy desciende al mundo a través del Poder infinito de Emmanuel, para que todos ingresen en la Sagrada Ciudad espiritual que habitarán durante los mil años de paz; una Ciudad que será elevada y erguida, integrada y conformada por la redención de las almas, por la fe de los corazones, por la bendición que cada espíritu haya recibido de Mí.
Este es el momento de su entrega, de su ofrecimiento sincero ante el Creador para que el poder de Mi preciosa Sangre los lave y los purifique, y así sean modelos perfectos en los Altares de Dios.
Ofrézcanse. Ofrézcanse. Ofrézcanse como cálices vacíos en las Manos del Redentor, en esta nueva Cena que hoy celebro con cada uno de ustedes, por el descenso de la Misericordia en cada espacio de la Tierra.
Ofrézcanse y vacíense. Ofrézcanse y vacíense, para que se cumpla Mi Voluntad y no la vuestra, para que en Mi Voluntad vivan la Verdad.
Ofrézcanse y vacíense. Ofrézcanse y vacíense, por los méritos que alcanzó Jesús en la Cruz y para que la vida sacerdotal en la Tierra vuelva a erguir a todos los que han caído en el abismo de la ilusión y de la perdición.
Ofrézcanse y vacíense, como cálices, al igual que los ángeles se ofrecen en adoración y en gloria por el nombre de Jesús y el cumplimiento de Su Plan de Redención.
Ofrézcanse y vacíense, porque ya han entrado en Mi Iglesia espiritual, que habita dentro de ustedes por medio de la comunión con el Santísimo Sacramento.
Yo les dije una vez: “Cuando dos o más estén reunidos en Mi Nombre, Yo estaré en medio de ellos”. Y hoy son mucho más que dos, son cientos que escuchan Mi Palabra en el mundo entero. Por eso, he escogido para este ciclo enviar Mi mensaje a través de la lengua inglesa, para que llegue a todos los corazones que necesiten de Mi Palabra.
Aunque Yo haya escogido este humilde lugar, algún día Mi Iglesia, extendida por toda la Tierra, deberá reconocer lo que aquí ha sucedido, cuando Yo Me eleve al Cielo y no regrese más aquí.
Eso sucederá en el tiempo y vendrán aquí a buscar Mis Gracias, así como vendrán a buscar las Gracias de Mi Madre, la Virgen María, y de Mi Padre, el Casto Corazón de San José. Porque lo que descendió del Cielo en este lugar nunca se perderá, porque no es algo palpable, sino profundamente espiritual, interno e inmaterial. Es algo que viene del Padre por Su Voluntad.
Y aunque la Tierra tiemble, las montañas se separen, aunque los mares suban y las florestas se quemen, aunque muchos animales se pierdan y los gritos se escuchen, en el monte de este lugar estará el Todopoderoso, el Dios entre ustedes, para que, a pesar de todo, sean colmados por Su Paz, reconocidos por Su Amor y santificados por Su Espíritu, a fin de que cada una de sus vidas, las de los fieles a Mi Proyecto, también hagan méritos para los que lo necesitarán en el momento más culminante de la humanidad, cuando ya el Cielo y la Palabra de Dios se hayan recogido del mundo para siempre.
Es allí, en donde Yo los probaré uno a uno, cara a cara, y podré ver con Mis propios Ojos qué han hecho de Mis tesoros, y vendré a buscar los talentos y los dones que he dejado en sus corazones para que Yo pueda repoblar la Tierra de seres humanos de paz, de almas que comprendieron, más allá de todo, el mensaje que ha traído el Cielo en estos últimos doce años.
Cuando se cumpla el ciclo todo sucederá, así como está escrito. Pero las almas que se ofrezcan a Dios de verdad, aunque imperfectas, cambiarán los acontecimientos, así como muchos santos y buenos servidores de la paz cambiaron los acontecimientos, a lo largo de la historia de la humanidad.
Pero nunca se olviden que este es el último tiempo, el tiempo definitivo.
Ofrezcamos a Dios los cálices vacíos de sus corazones para que, en esta hora y a las puertas de la Nueva Jerusalén y dentro de esta Semana Santa, concelebrada con todos los que escuchan y están presentes de corazón, el mundo reciba la intervención del Universo para que sea curado y reencuentre el camino que una vez perdió.
“Oh, Amado Señor del Universo que a través de Tus ángeles, santos y bienaventurados, a través de todos los seres de buena voluntad presentes en este planeta, sea bendecido este altar que en estos ocho días representará una pequeña parte de Tu Obra, de Tu grandiosa Obra, en todo el Universo. Amén”.
“Bendice esta agua, Señor, que es el primer elemento que Tú has creado en este mundo para que las almas, en este momento, vuelvan al Vientre de la Madre de Dios, se sientan contenidas, amadas y amparadas por el gesto maternal del Purísimo Corazón de la Virgen Santísima. Que esta agua bendiga y purifique a todo el planeta, bajo Su poder espiritual”.
Mi Madre Me purificó en el Templo, a días de haber nacido en Belén. Hoy Yo los purifico, pero también los bendigo en el Templo de Dios, en la Casa de Nuestro Padre Celestial, para que reciban Su Gracia y la fuerza de la transformación para estos tiempos.
Israel hoy se levanta en espíritu. Las tribus que crecieron y se expandieron por la Tierra glorifican el nombre del Señor. Y a pesar de los tiempos de oscuridad, las almas reconocen la Venida del Señor, el Retorno del Hijo del Hombre en estos tiempos críticos.
Bienaventurados sean los que escuchan la Palabra del Señor y la viven plenamente en su día a día, para reconocer siempre el Retorno de Cristo en cada corazón. Amén.
Y habiendo purificado a los apóstoles de los últimos tiempos, los invito a estar en Mi mesa, en la mesa del Santísimo Sacramento, para decirles nuevamente que hoy vuelvo a tomar el pan y lo ofrezco a Dios por la redención del género humano, para que sea bendecido y transubstanciado en el glorificado Cuerpo de Cristo. Y así, se los entrego diciéndoles: "Tomen y coman, porque este es Mi Cuerpo, que es hoy entregado por el mundo para el perdón de los pecados".
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Amén.
Y hoy tengo entre Mis Manos cada uno de los cálices vacíos de sus corazones, y llenados por este vino de la renovación los ofrezco al Padre, para que sean bendecidos y transubstanciados. Y enseguida, se los entrego nuevamente a cada uno de ustedes, diciéndoles: "Tomen y beban, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza entre las almas y Dios, Sangre que hoy es derramada espiritualmente sobre el mundo para la remisión de todas las faltas. Hagan esto siempre en Mi memoria".
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Amén.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo. Que sean felices los que son llamados a servirse de este Sacramento, para que descienda la Misericordia de Dios y las almas se exalten en gozo y alegría, hasta el retorno de su Maestro y Señor.
En unión al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, unidos a todos los que escuchan en los cuatro puntos de la Tierra, unidos a Mi Corazón Misericordioso y Eucarístico, a través de la fuerza y el poder de la oración, decretemos la oración que Yo les enseñé en el Monte de las Bienaventuranzas.
Padre Nuestro.
Vamos a hacer la oración en inglés.
Padre Nuestro (en inglés).
Que la Paz descienda a la Tierra.
Renovados por la fuerza de este Sacramento que los renueva en la vida espiritual, interior y física, reciban este impulso espiritual como preparación para caminar Conmigo durante esta Semana Santa a fin de revivir los méritos de la dolorosa Pasión de su Señor.
Agradezco la apertura y la disposición de los que escuchan, porque una Voluntad muy grande se está viviendo en este momento, y aunque sea desconocida, les prometo que la conocerán en poco tiempo.
En oferta por todos los que se ofrecieron en esta tarde como cálices vacíos, como corazones abnegados, y antes de que Me eleve al Cielo, lugar del cual provengo para visitarlos, escucharemos una oferta que también toca el Corazón de su Redentor, llamada “Tú eres el Rey”.
Les agradezco, y que la paz esté en ustedes para que la paz esté en el mundo, en las almas que más sufren.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Los postulantes a adoradores, por favor, aproxímense a los pies del escenario, a pedido de nuestro Señor.
El Señor pide que traigan aquí los pañuelos y los prendedores de la Orden para dejarlos a Sus Pies, y todos aquellos que puedan, se arrodillarán el tiempo que consigan, con quietud.
Las personas más adultas no se arrodillarán, dijo el Señor.
Los que se arrodillen lo harán por los que no pueden y por los que no están aquí, ante Mi Presencia.
Síganme. Saquen las sillas del palco, por favor.
Estamos preparando, dice nuestro Señor, una Ceremonia Eucarística y antes de recibir el Sagrado Sacramento, adoraremos y contemplaremos ese Misterio de Amor presente en la Eucaristía.
Mi Cuerpo vivo y presente en la Eucaristía, se ha hecho presente a lo largo de los tiempos y de las generaciones, y aún más presente y más vivo a través de todos los que lo adoran.
He hecho milagros eucarísticos a pedido de Mi Padre Celestial, para que la humanidad pudiera creer que Yo soy el Redentor, el que viene al mundo de tiempo en tiempo para traer a los hombres y a las almas, la redención.
Es este milagro vivo en la Eucaristía que se repite de tiempo en tiempo y que intenta penetrar y reflejarse en el corazón de los seres humanos, para que los hombres en la Tierra representen a Cristo, vivo y resplandeciente en la Eucaristía, en los altares de la Adoración.
Hoy, ese misterio de Amor se vuelve a repetir y a presentar ante ustedes, porque el tiempo lo necesita, y la humanidad también lo necesita, sabiendo que sin la revelación de estos misterios, que están escondidos en la Santa Eucaristía, la humanidad no podrá prevalecer en el fin de los tiempos ni tampoco atravesar el fin de los tiempos por todo lo que hoy sucede en el mundo de forma injusta y desequilibrada.
Por eso, Yo Me hago presente en los altares de todas las iglesias, para que Mi Iglesia Celestial descienda a la Tierra, colme a los corazones, vivifique el espíritu de cada ser y entre en comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Por eso, Me vengo a entregar a ustedes, nuevamente en la Eucaristía. Y al entregarme a ustedes, compañeros, Me entrego de nuevo a la humanidad, al planeta, a las naciones y a los pueblos, aunque no conozcan quién es el Cristo.
Pero, es en la esencia de la vida en donde se realiza el Plan de Dios. Son sus esencias más profundas, sus espíritus que reciben al Espíritu de Dios por medio de los impulsos de luz que trae para las almas la Santa Eucaristía.
Eleven sus corazones en esta hora. Coloquen ante los Tronos de Dios cada una de sus súplicas para que, algún día, por medio de la fe y de la confianza de Dios, representen al Hijo del Padre en la Tierra mediante el ejercicio tan importante de la Adoración que estabiliza las energías, que evita las catástrofes del mundo, que los aparta y los protege de todo mal, que los eleva en consciencia y en espíritu, que les trae sabiduría y discernimiento, que les concede la Paz y el Amor de Dios y la comunión interna con su Ángel de la Guarda.
El Don más importante que Dios les entrega a través de la Adoración es el Sacramento de la Reconciliación. Porque Dios sabe, compañeros, que los hombres y mujeres de la Tierra son frágiles ante las pruebas y ante la tentación.
Pero, la fortaleza que ustedes pueden alcanzar mediante la Adoración a Mi Cuerpo Eucarístico, es lo que siempre les permitirá elevar los ojos hacia el horizonte y encontrar en ese horizonte de amor Mi Presencia pura e inmaculada.
Yo los vengo a entregar a Mi Padre por medio de esta ceremonia eucarística, porque es el tiempo de la renovación, de la confianza en Dios y del establecimiento de la fe, que harán despertar en ustedes los talentos que Yo coloqué en sus corazones, a través de Mi Palabra y de Mi Evangelio para toda la humanidad.
Hoy estamos a las puertas de la Última Cena. Estamos fuera de la Casa de Dios, pero bien próximos a Su Consciencia, para prepararnos de una manera consciente y verdadera para el gran Milagro de Amor presente en la Eucaristía y en la Sangre de Cristo.
Hoy, sus almas están ante las puertas del Templo de la Adoración de Dios, lugar en donde los ángeles y los santos viven en comunión eterna con el Padre Celestial.
Hoy, una llama de Luz se enciende en sus corazones para permitir la elevación de la consciencia, para aproximarse a nuestras dimensiones superiores, para dejar la superficialidad de estos tiempos y encontrar dentro de sí, dentro de cada uno de ustedes, lo verdadero.
Es por eso que hoy vengo aquí, compañeros, como el Señor de la Eucaristía y como la misma Eucaristía, presente en la forma espiritual de la Divinidad luminosa de Cristo, desde donde los Dones de Dios se expanden al mundo y las almas reciben la Gracia de la recuperación, de la rehabilitación y de la redención como dignos hijos de Dios.
Comenzaremos esta ceremonia en la que nuevos postulantes afirmarán en sus vidas la Adoración a Mi Corazón Eucarístico y recibirán sobre su pecho el pin del Espíritu de Dios, representado en el símbolo de esta Orden, para que la llama del Espíritu Santo siempre se encienda en ustedes en los momentos más difíciles y culminantes de sus vidas, para que en los momentos de mayores pruebas y de tribulación tengan la total confianza y la absoluta fe de que siempre Me encontrarán presente en la Eucaristía, ante la Faz sagrada de Dios que se entrega a Su pueblo en Amor incondicional y en Espíritu.
Por eso, compañeros, alegren sus corazones en este día de renovación para que, consagrados por el Espíritu y la Divinidad Eucarística de Cristo, mañana jueves, entren al Templo de la Adoración de Dios para celebrar por el mundo y por la humanidad la Sagrada Eucaristía, la institución del Legado divino de Dios para la humanidad y para el planeta, preciosamente presente en el Arca de la Santa Alianza.
El Maestro pide dos Menorah.
Y ante las puertas del Reino de Dios nos elevaremos en espíritu para esta sagrada ceremonia, en la que el Espíritu Santo los impulsará a vivir, de forma incansable e inmediata, la Adoración al Cuerpo eucarístico de Su Maestro y Señor.
Nos ponemos de pie.
Las Madres que están encargadas de los postulantes pueden venir aquí.
"Señor del Universo y de la Tierra, Fuente y Principio de todo el origen, ante las puertas de Tu Templo, por medio de la Gracia del Corazón de Tu Hijo, enciende en las almas el propósito de Tu Amor presente, vivo y eterno en la Eucaristía. Amén".
"Bautiza a las almas con Tu Espíritu y renueva con Tu Luz todo lo que Tú tocas. Amén".
"Unge con Tu Divinidad, Señor, a los que precisan cura, amor y perdón. Que así sea".
Llegó el momento de que la humanidad reverencie conscientemente a Dios y de que en estos segundos que pasarán, la Gracia Divina, la Fuente insondable de Misericordia, en la Presencia eucarística y viva del Hijo de Dios, se irradie al mundo y a los que más lo necesitan.
Nos arrodillamos.
A pedido de Nuestro Señor realizaremos una Adoración mundial para que los Códigos de Vida de Cristo, el Universo eterno de Su Amor llegue al mundo entero, a los cinco continentes y a todas las naciones.
En ofrenda, nos postramos ante el Padre Celestial y agradecemos por su Presencia en este lugar.
Escucharemos el instrumental de “Pater Noster” para que los ángeles del Universo, por medio de esta Adoración, eleven al Cielo las súplicas de los hijos del Padre.
Cada uno de nosotros, en este momento, hace su oferta ante el eucarístico Corazón de Jesús, el Cuerpo glorioso y divino de nuestro Señor Jesucristo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mientras los Cielos se abren, pidamos a Dios por la redención de la humanidad y por el perdón de todas las faltas cometidas, a través de los méritos alcanzados por el eucarístico Corazón de Jesús, desde Su nacimiento hasta Su ascensión a los Cielos.
Oración del Ángel de la Paz.
Reverenciamos y agradecemos.
Y comenzaremos a escuchar como ofrenda el “Pater Noster” cantado.
Y aún ante la Presencia de nuestro Señor, vamos a proceder, respondiendo a Su pedido, a la consagración de los que se postularon como adoradores e hicieron la experiencia en los últimos seis meses.
Después de esta consagración, vamos a proceder, junto a nuestro Señor, a celebrar la consagración de la Eucaristía.
Las Madres que están responsables, por favor.
Aquellos hermanos que finalizaron los seis meses de experiencia como adoradores.
Juntos vamos a agradecer a Jesús.
Oración: Padre Celestial (en portugués).
Queridos compañeros, ahora adoradores de Mi eucarístico Corazón, que el Padre Celestial los bendiga en el compromiso de esta sagrada tarea.
Que a través de la Adoración al Corazón eucarístico del Hijo de Dios, y por medio de sus ejercicios, pueda descender a la Tierra el Reino de Dios.
Los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Pueden ir en paz.
Y ahora llegamos al momento más importante.
Aquellos que puedan, se ponen de rodillas.
Hoy se vuelve a revivir el Sacrificio del Cordero y Él expresa el Amor que tiene por Sus hijos: "Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que se entrega a los hombres para el perdón de los pecados".
Te adoramos Señor y te bendecimos.
"Tomen y beban todos de Él, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, que es derramado por Su Señor para la remisión de las faltas. Hagan esto en Mi Memoria".
Oración: Padre Nuestro (en portugués).
Este es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bienaventurados los que son llamados a servirse de este Sacramento, para poder entrar así, a Su Iglesia Celestial. Amén.
Hoy Me entrego en la forma luminosa de la Eucaristía para que las almas Me puedan reconocer en este tiempo crucial, en el que en verdad estoy presente y vivo en la Eucaristía, y cada vez que ingreso a ustedes, ustedes comulgan de Dios y comulgan de Mi Amor para vivir su tiempo de redención y de conversión en unidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Por los méritos de la Pasión y de la Muerte de Su Señor, en esta tarde de Gloria ya están preparados para ingresar al Templo de la Adoración de Dios, el día de mañana jueves, para celebrar junto a su Maestro y Señor el mayor testimonio de Amor de todos los tiempos, el legado de Su Redentor.
Yo les doy la Paz para que sean la Paz, para que vivan la Paz, para que compartan la Paz con sus semejantes y para que esta Paz llegue al mundo entero, especialmente, donde hay muchos más conflictos.
Bendiciendo al mundo desde el horizonte de Dios, elevando Mi Mano sobre toda la humanidad, Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre de la verdad y la justicia, de la compasión y de la Divina Gracia, en el nombre de Jesús se darán el saludo de la paz.
Les agradezco.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más