El Sagrado Llamado
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO DURANTE EL SAGRADO LLAMADO, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

La pluma de Dios se detiene y Él deja de escribir. ¿Qué significará esto para ustedes, delante de lo que hoy vive el mundo?

Yo Soy el Señor del Silencio, el Señor de la introspección. Mi Voluntad llega hasta los confines del universo, pero Mis Palabras obran en los corazones abiertos a escuchar.

Ante esta revelación que hoy les he traído, parte de un secreto de su Maestro y Señor, les pido que sigan orando Conmigo, así como oran con Mi Madre Celeste, porque los hombres de la Tierra no tienen ningún conocimiento sobre la verdadera Justicia de Dios, una Justicia que no puede ser tentada, modificada o alterada. Solo la Gracia de la Madre de Dios puede cambiar los acontecimientos en el planeta y, sobre todo, en los corazones que están en peligro por sus propias acciones, por la inmensidad de su ignorancia, por la ingratitud.

Ustedes ya saben que Mi tiempo en este lugar, sagrado para Mí, ya está terminando. Y hoy les vuelvo a decir que cuando eso suceda deberán ser testigos ante el Padre Celestial y la humanidad, de lo que han sido testigos en estos últimos tiempos a través de Mi llegada a este lugar, que tiene una razón y un propósito desconocido para todos, aún no revelado al mundo.

Eso no significa que la suprema Voluntad de Dios les esconda a Sus hijos, las criaturas, todos Sus misterios y revelaciones. Pero Él escoge directamente a quién los necesita saber y conocer. Así lo ha sido a través de los tiempos en las diversas apariciones de Mi Madre Celestial.

Por más que hoy no sepan lo que he dicho o todo lo que he revelado, que no sea una curiosidad para nadie, sino un impulso para reforzar y redoblar la oración, porque así el Cielo siempre los escuchará. El Cielo estará atento a la voz de sus súplicas, él siempre escucha a los hijos de Dios.

Mientras estoy aquí, también estoy con la humanidad entera, en estos últimos momentos de su Maestro y Señor, tan semejantes a los últimos momentos compartidos con los apóstoles a través de la Última Cena. Estamos en un momento muy semejante y culminante.

Esto no es sensacionalismo, esto es una verdad que viene directamente del Corazón de Dios para ustedes, porque las escrituras se seguirán cumpliendo, así como fueron dictadas al corazón de los profetas y de los apóstoles, y nada las cambiará, solo su adhesión incondicional a la Madre de Dios, a la Reina del Cielo y de la Tierra, a todas Sus aspiraciones y voluntades, que son parte de la Voluntad del Espíritu Santo.

Hoy solo les puedo hablar a través de símbolos, porque tienen que meditar sobre Mis Palabras, porque Mis Palabras guardan muchas llaves que abrirán las puertas de sus consciencias, para que así estén más cerca de Dios y de Su Voluntad.

Así como lo he hecho siempre, hoy estoy cumpliendo la Voluntad de Mi Padre, para que los velos de la consciencia caigan de sus rostros y puedan ver la verdad y la realidad de estos tiempos, sabiendo que cada tesoro e impulso espiritual, que se les entrega, tendrá que ser justificado por ustedes hasta el último día de sus vidas.

Así, ante el Padre Celestial, darán testimonio de lo que recibieron y de todo lo que les fue entregado a través de los tiempos y de los años, no solo por Mi Corazón misericordioso, sino también por la Madre de Dios y por San José Castísimo.

Hoy más que nunca, la esencia de Nuestros Sagrados Corazones llega al mundo con los últimos mensajes que preparan el momento definitivo de cada ser humano, en estos tiempos finales.

Cielo y Tierra pasarán, pero Mis Palabras quedarán en aquellos que las hagan valer y reconocer en el mundo, en todos los pueblos, en todas las naciones, en cada rincón de este planeta. Su ejemplo y cristificación, su sacrificio y entrega a Mi Corazón serán previos al momento tan esperado de Mi Retorno, porque solo podré llegar primero a través de ustedes, de su transformación, rendición y redención. Es lo único que necesito para que Yo también pueda justificar ante Padre todo lo que hice por ustedes.

La Palabra de Dios no se desperdicia. La Palabra de la Jerarquía nunca será inválida. Ella es autónoma, eterna y trasciende todos los tiempos, generaciones y formas.

Pero solo ustedes han sido llamados por Mi Padre Eterno para ser testigos, en el fin de los tiempos, de todo los que les entregué y les revelé.

No estoy siendo dramático, estoy diciéndoles la verdad, porque la verdad los librará de ustedes mismos.

Así como les dije a Mis apóstoles, en la Última Cena, muchas de las revelaciones que Dios Me entregó para las generaciones futuras de la humanidad, también ustedes como seres y como razas, como pueblos y naciones, están en un gran momento de inflexión, están ante el mismo momento en el que estuvieron los apóstoles cuando cada uno, en el momento más crucial y culminante, tuvo que dar testimonio de Mí.

Hoy vuelvo a estar solo, como lo estuve en el juicio de los fariseos, esperando en el mayor silencio la adhesión y la unidad de Mis compañeros.

La Madre de Dios, Puerta de la sabiduría, del discernimiento y del amor, ahora está presente por pedido de Su amado Hijo, así como también está presente San José.

Pueden venir aquí, a pedido de Cristo, los videntes, para unirnos en este momento con los Tres Sagrados Corazones.

Invitamos a aquellos que nos escuchan a través de este medio de comunicación, que ante este misterio que nos traen los Tres Sagrados Corazones, nos arrodillemos o nos coloquemos de pie para reverenciarlos.

Agradecemos.

Dios nos está escuchando y contemplando, y así también lo hace con la humanidad entera.

Después del día mundial de ayuno y de oración pedido por el Santo Padre, el Papa Francisco, Nuestros Tres Sagrados Corazones han recibido la súplica de la humanidad.

Vengo a pedirle al mundo, en nombre de la divinidad de los Sagrados Corazones de Jesús, de María y de San José, que todos los que puedan, en los próximos seis meses, repitan el día de ayuno y de oración los días catorce de cada mes. Así tendré más hechos y testimonios para mostrarle al Padre Eterno el esfuerzo de Sus hijos por el alivio, la cura y la paz de la humanidad y del planeta.

Entren en el Océano de la Misericordia de Dios, las puertas de sus entrañas más profundas están abiertas para que, a través de los méritos alcanzados por su Maestro y Señor, las almas sean perdonadas y absueltas por la infinita e insondable Misericordia de Dios.

Este es el tiempo de los apóstoles Míos. Este es el tiempo de dar su testimonio a la humanidad.

Lleven en sus corazones Mis Palabras, que ellas no se borren de su memoria, que hagan eco en estos tiempos que vendrán, porque las necesitarán como fortaleza para seguir adelante. Mi Corazón nunca abandonará a los misericordiosos.

Es así que ahora, ante los Tres Sagrados Corazones, celebraremos la Eucaristía y la Comunión espiritual que las almas que escuchan en este momento podrán vivir con el Divino Maestro.

Podemos traer el altar.

Señor Jesús, haznos dignos de vivir Tu Palabra, pero también haznos dignos de vivir este Sacramento para que, como humanidad y planeta, alcancemos la redención y la eternidad. Amén.

La Divinidad de Cristo se hace presente en este momento de celebración. En honor a los méritos alcanzados por Nuestro Señor Jesucristo antes, durante y después de la Última Cena, ofrecemos este pan para que sea convertido en el Cuerpo de Cristo.

En la noche, antes de ser entregado, Jesús tomó el pan, lo elevó y dio gracias al Padre para que fuera bendecido y transubstanciado. Enseguida lo partió y lo entregó a Sus apóstoles, diciéndoles: “Tomen y coman, porque este es Mi Cuerpo, que será entregado por los hombres para el perdón de los pecados”.

Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.

Enseguida tomó el Cáliz, y realizando el mismo ofrecimiento y entrega, lo elevó dando gracias al Padre, porque Su Sangre inocente y pura redimiría a la humanidad. Fue así que entregó el Santo Cáliz a sus apóstoles, diciéndoles: “Tomen y beban, este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por su Redentor para la remisión de las faltas. Hagan esto en memoria Mía”.

Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.

El Cuerpo y la Sangre viva de Cristo.

En unión a los Sagrados Corazones de Jesús, de María y de San José, realizamos la oración que Nuestro Señor nos enseñó.

Padre Nuestro.

Padre Nuestro (repetimos en inglés).

Que la Paz de Cristo descienda a la Tierra.

Que la Paz de Nuestro Señor esté en este lugar y en todos los corazones. Amén.

Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente
y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la Tierra,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con los que Él es ofendido,

y por los méritos infinitos de Su Santísimo Corazón
y del Inmaculado Corazón de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

Amén.

No olviden todo lo que hoy les dije, porque el Cielo y la Tierra pasarán, pero Mis Palabras quedarán en los corazones que las hagan resonar dentro de sí.

Nos despedimos y enviamos al mundo todo Nuestro Amor y Nuestra Paz, para que la conscientización humana despierte en todos los corazones. Que así sea.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Y ahora, a pedido de Nuestro Señor Jesucristo, en esta Trinidad tan especial formada por los Tres Sagrados Corazones, postrados a los Pies de Nuestro Señor Jesucristo, de Nuestra Divina Señora, la Virgen María y del Castísimo Corazón de San José, ofreceremos una última canción, para que Cristo siga resonando dentro de nosotros y así forme a Sus apóstoles.

Escucharemos “Todo lo que yo viví”.

Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS DURANTE LA 74.º MARATÓN, EN EL CENTRO MARIANO DEL ESPÍRITU SANTO, CÓRDOBA, ARGENTINA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Llegará un tiempo en el que todo ya estará definido, no habrá más oportunidad para escoger.

Llegará el tiempo en el que la humanidad tomará su gran decisión y será en ese mismo momento en el que la Ley Universal actuará, conforme la indicación de Dios.

Ese tiempo no está muy lejos, por eso todos son llamados a vivir una profunda y verdadera reflexión, a dar un gran paso y a confirmar sus vidas al Plan de nuestro Padre Celestial.

Porque de esa forma, Él contará con pilares sobre la superficie de la Tierra para llevar adelante Su Obra de redención y de paz en el mundo, que es la Obra de los Tres Sagrados Corazones.

Sé que viven tiempos muy difíciles. Por esa razón Yo estoy aquí compañeros, no solo para acompañarlos en la alegría y el júbilo, sino también para acompañarlos en los momentos cruciales, en los que las naciones del mundo definen su destino, un destino que repercutirá sí o sí en la población mundial.

Pero nunca dejen de tener fe, no dejen que sus corazones vacilen, no dejen que la duda ingrese en sus mundos internos, porque Mi adversario no está descansando. Pero si sus oraciones llegan al Cielo, como en este día, muchísimas situaciones son evitadas, no sólo en las naciones sino también en los pueblos.

Llegará el momento compañeros, en que cada uno de ustedes deberá cruzar el portal del Armagedón, no sólo por su purificación interior, sino también para poder vivir con paciencia, amor y humildad el caos del fin de estos tiempos.

Yo les pido, compañeros, que sostengan con firmeza Mi antorcha de Luz, esa antorcha de Luz que Yo les entregué a través de la oración, que ha hecho elevar sus consciencias y vidas, muchas veces, al Reino de Dios y a veces sin que ustedes lo perciban.

Es esa antorcha de Luz que debe flamear en este tiempo final, iluminar a todos los rincones de la Tierra y a todos los corazones, disipar toda la oscuridad y las tinieblas que viven en las almas.

Por eso Yo los llamo como Mis apóstoles de los últimos tiempos, los apóstoles del tiempo final, los que son parte de la historia de la transición de la Tierra y los que podrán reescribir una nueva historia en la humanidad, libre del sufrimiento, del caos y de la maldad humana.

Es con la conversión y la redención de sus corazones que podrán cambiar el mundo y la Luz de Dios descenderá a la Tierra por medio del retorno de Cristo y todos participarán de eso, no importa desde qué plano o desde dónde sea, todos participarán de ese acontecimiento, todos serán parte de esa historia final que Yo vengo construyendo en sus mundos internos. 

Porque cuando el gran momento se aproxime, compañeros, les aseguro que sus vidas no retrocederán, darán pasos hacia adelante, enfrentarán el fin de los tiempos, aprenderán a sostener a sus familias y seres queridos, a sus vecinos y amigos, a sus propias naciones, las cuales forman parte de una gran deuda espiritual por haberse desviado de la Ley y del compromiso.

Pero permitan, compañeros, que sosteniendo la antorcha de la Luz, que es el reflejo vivo de la oración del corazón, Mi Gobierno Universal descienda a la Tierra.

Primero Mi Gobierno debe descender a sus corazones, a sus almas, espíritus y vidas. Deben forjar en ustedes, compañeros, ese espíritu de valentía y de coraje como los primeros cristianos lo tuvieron, dando sus propias vidas para dar testimonio de Mi presencia en el mundo.

Pero Yo ya no quiero ver correr más sangre. Yo quiero ver, compañeros, el testimonio de su conversión y redención diaria, la alianza perfecta con el Padre Celestial y con todos sus ángeles que están en el Cielo.

Porque en el momento más agudo de la Tierra es cuando Yo enviaré a las huestes del Padre, principalmente a las huestes de San Miguel Arcángel.

Ellas vendrán con sus espadas, cortarán las amarras, liberarán las cadenas de los hombres y mujeres de la Tierra, cerrarán los infiernos, el mal será vencido y el Corazón de Dios triunfará en cada corazón humano. Y la promesa del Retorno de Cristo se cumplirá. Ya no será solamente una promesa, será una realidad.

Pero sigan firmes, persistan en la luz de la oración, sigan reencendiendo la antorcha de Luz que Yo les he entregado y lleven sobre sus pechos la Cruz de la Redención, esa Cruz que se iluminó por ustedes en lo alto del Monte Calvario, esta Cruz que testimonió la muerte del Hijo de Dios y que grabó en su esencia la Sangre del Cordero, del Cordero que fue inmolado, que fue ultrajado y maltratado por la ignorancia y la inconsciencia de los hombres.

Pero el poder de Mi divina e insondable Misericordia que se derramó en lo alto de la Cruz, con la vertiente del Agua y de la Sangre, esa divina Misericordia es la que llega hasta estos tiempos. Es esa poderosa e invencible Misericordia que Dios, nuestro Padre Eterno, Me mostró en el Huerto Getsemaní.

Lo que Me dio fuerzas, compañeros, para llegar hasta estos tiempos fue: la fidelidad de Mis compañeros, el amor de Mis mártires, la solidaridad de los servidores, la honestidad de los colaboradores, la consagración de los corazones a la vida espiritual y religiosa y, principalmente, el sacerdocio que brota de Mi insondable Corazón, para que toda Mi Gracia y Misericordia pudieran seguir siendo derramadas en el mundo, a través de los tiempos y de todas las generaciones.

Es así, compañeros, que les pido que confirmen sus consciencias a Dios, así como hoy confirman sus consciencias a Mi Corazón porque Yo les pido, compañeros, que sosteniendo esa antorcha de luz y de fe, que iluminará los tiempos más cruciales y definitivos, ustedes podrán, compañeros, atravesar el fin de los tiempos sin temor, con una profunda valentía, una fortalecida fe que nace de la confianza de sus vidas en la presencia de su Redentor dentro de cada uno de ustedes.

La humanidad espera ver fenómenos que trasciendan todos los tiempos y los acontecimientos, pero el verdadero fenómeno en este tiempo es el milagro que pudo suceder en sus vidas con su adhesión a Mi Plan de Amor y con su confianza imborrable en Mi Proyecto Redentor.

Haber alcanzado eso en este tiempo es un milagro. Por eso los vuelvo a renovar en la persistencia y en la fe porque vendrán tiempos más duros, los tiempos que la humanidad escogió. Pero cuanto más oren y cuanto más se fortalezcan interiormente, muchas, muchas más almas serán aliviadas de esa elección que hizo la propia humanidad, principalmente las elecciones que hacen las naciones en este tiempo que no es responsabilidad del pueblo, sino del hipnotismo que imparten los que gobiernan.

Que en sus corazones nunca falte el Amor de Dios. Antes de decidir, de actuar o de hablar, piensen si en sus sentidos internos está el Amor de Dios, porque eso los protegerá de entrar en el caos de estos tiempos y de ser empujados violentamente por las fuerzas de la perdición.

Pero hay algo que es inviolable, que está construido en sus corazones y esencias. A pesar de los acontecimientos y de las pruebas, compañeros, eso no puede ser derrotado, no puede ser disipado, nadie lo puede disolver. Porque es una fortaleza espiritual que sus vidas construyen en Mi vida, en cada momento de oración, en cada momento de servicio como en cada oportunidad de amar cada día más.

Esos tesoros son inviolables, son inextinguibles y no se pueden borrar. Cuiden de esos tesoros y permitan que de esos tesoros puedan surgir más frutos que sean compartidos y distribuidos con sus hermanos, así como Yo comparto Mi Amor con ustedes.

Hoy vengo a decir que Argentina enfrentará un momento muy agudo, pero me tienen a Mí para poder atravesarlo. Por eso, les pido que no abunde la ira ni la indignación en sus corazones, que no levanten sus voces ni tampoco sus espadas, porque quien lastima con su espada y con su voz, será lastimado.

Utilicen, en este momento, el tercer rayo que rige a este universo material y que la Inteligencia Divina, que es propagada por el Espíritu Santo, los coloque en el lugar correcto y en el momento correcto, en la oportunidad de dar más amor donde no existe.

Pero esa prueba no durará mucho tiempo. Argentina será reencendida por todos sus recintos sagrados y las almas lo sentirán, y será el preámbulo de Mi llegada al mundo de una forma inesperada e inexplicable.

Por eso coloquen sus mentes y consciencias en todo lo bueno que llegará y no en la pruebas que sucederán.

Sé que no podrán estar indiferentes a la realidad de Argentina y de Sudamérica, pero ustedes deben alimentar sus espíritus en el fuego de la oración para que no sientan que algo les falta, sino que sientan una fuerza interior que los impulse a renovarse, de tiempo en tiempo.

Estoy aquí, en este día y en esta tarde, para prepararlos para ese momento, momento en el cual deberán demostrar, por ustedes mismos, que comprendieron Mis palabras y, especialmente, que viven Mi mensaje hasta en las cosas más simples y pequeñas. Eso los protegerá no solo a ustedes sino también a sus seres queridos.

Las crisis de estos tiempos forjan en los corazones la fraternidad humana, una fraternidad que nunca se vivió en otro tiempo, una fraternidad humana que los retirará de la ilusión, de la propiedad, del control de todo lo que creen tener por ustedes mismos.

Así despertarán al amor y lo podrán expandir en el mundo, así como Yo expandí Mi Amor por ustedes en cada momento y en cada pasaje por esta Tierra.

Ahora sí, Yo necesito que me imiten, que sean Mi ejemplo de amor y de luz, de paz y de reconciliación. El Cielo acoge con esplendor sus oraciones y hace de ellas muchos milagros, gracias y misericordias para ser derramados en otros lugares de la Tierra, en donde no se vive el amor y la paz, en donde no existe el bien.

Sean celadores de ese Amor vivo de Dios que como al pueblo de Israel, en este tiempo, vengo a alimentarlos y a nutrirlos espiritualmente. Es ese Amor que les permitirá trascender el fin de los tiempos, es ese Amor que nadie les quitará porque es el Amor de Dios que puede ingresar en ustedes y morar en ustedes para siempre.

Mientras las puertas del Cielo están abiertas y la Iglesia Celestial desciende para comulgar de las esencias de Dios, este es el momento en que cada una de sus almas puede realizar un nuevo ofertorio al Padre Celestial. En la más profunda y verdadera sinceridad que brota de sus corazones podrán emitir a través de Mi Corazón su oferta e intención por alguna situación o causa, sea posible o imposible.

En este momento, al igual que los ángeles del Cielo que rodean la gloria y la divinidad del Hijo de Dios, sus almas se postran al suelo y reciben del Universo, la sagrada bendición fruto de la Gracia y de la Misericordia del Padre.

Preparamos este momento, no solamente para la transustanciación de los elementos que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino también para que Dios escuche sus súplicas, reciba sus intenciones y colme con Su Amor a cada uno de los presentes.

Nos colocamos de pie y agradecemos, llevando nuestra mano al corazón, para sentir el pulsar de nuestro corazón que es el pulsar del Corazón de Cristo, que en este momento emite e irradia Su Amor al mundo, disolviendo las dificultades, transmutando los infiernos, liberando a las almas de la opresión.

El Corazón de Jesús, pulsa en cada corazón humano. Sientan el pulsar de sus corazones, sientan el latir de Su Corazón vivo, ese es el pulsar del Corazón de Dios que nunca se detiene, que nunca descansa y que todo renueva.

Y hoy, ante la Iglesia Celestial del Padre, reciban Su Amor y comulguen de este momento que los lleva a la renovación de la vida y de la consciencia.

En este ofertorio de Amor, humildemente, elevemos nuestras súplicas para que el Corazón del Padre nos responda por medio de Su Misericordia.

Oración: Padre Celestial (se repite tres veces).

Padre Eterno, Dios y Creación de la vida, bendice estos elementos que amorosamente Tus hijos ofrecen en Tu altar para la transustanciación de la vida, el perdón de los errores y la victoria de la Divina Misericordia en el mundo entero. Amén.

En este momento, elevamos nuestras intenciones a Dios.

Dios concede Su Gracia y Su Misericordia a través del Amor de Su Hijo y este Amor universal e infinito es el que concede la cura y la redención de las almas.

Hoy vuelvo a instituir y a establecer la revelación de este misterio de amor, por medio de la consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Y ante el mismo escenario de la Última Cena, los que consigan y puedan, nos arrodillamos.

En aquel tiempo, después de haber lavado las manos y los pies de los apóstoles, de los primeros sacerdotes que Me sucederían, los reuní en torno a la mesa del Amor para celebrar el legado de Cristo que quedaría para siempre en la humanidad.

Y así tomé el pan, lo partí dando gracias a Dios por ese sacrificio que viviría, lo entregué a los apóstoles diciéndoles en un profundo amor: "Tomen y coman todos de Él porque este es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes para el perdón de los pecados".

Y al sonar de tres campanadas, los ángeles transustanciaron el pan en el Cuerpo vivo de Cristo.

Oración: Te alabamos Señor y te bendecimos (se repite tres veces).

Enseguida, tomé el Cáliz, dando gracias a Dios por ese sacrificio de derramar hasta la última gota de Mi Sangre por Mis hermanos, lo pasé a los apóstoles diciéndoles en un profundo amor: "Tomen y beban, esta es Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por su Maestro y Señor para la remisión y el perdón de todas las faltas. Hagan esto en memoria Mía".

Y al sonar de tres campanadas, los ángeles transustanciaron el vino en la Sangre Preciosa de Cristo.

Oración: Te alabamos Señor y te bendecimos (se repite tres veces).

Nos ponemos de pie y nos tomamos de las manos.

Como un solo pueblo, como una sola humanidad y un único rebaño junto a Cristo nuestro Señor, el Rey de reyes y el Maestro entre los maestros, como fue en la Última Cena vamos a repetir la oración que Él nos enseñó expresando, en cada palabra, su dulce y más puro Amor.

Y vamos a hacer esta oración suavemente, pausadamente, sintiendo cada una de las palabras que Cristo dejó para nosotros.

Oración: Padre Nuestro.

Llevamos nuestras manos al corazón y al sonar de siete campanadas se establece y se instituye para el mundo entero en este día de Gloria y de Misericordia, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nuestro Salvador.

Me alegra saber, compañeros, que día a día en su camino de transformación y de fe pueden formar parte de Mi Cuerpo místico, ese Cuerpo espiritual y divino que congrega y une a todas las almas del mundo, más allá de las distancias, de las fronteras y de las naciones, estableciendo un solo pueblo, una sola raza y una Nueva Humanidad.

En nombre de esa sagrada promesa de la Nueva Humanidad, dentro de la Nueva Jerusalén, Yo les doy Mi Paz para que la vivan y la sientan, la compartan y la expresen con sus seres queridos y con todos los que encuentren en sus caminos.

Que esta Paz, que brota del Corazón eterno de Dios, los haga libres para siempre y encuentren en esa libertad la alianza perfecta con el Creador, hasta que se cumplan los mil años de paz.

Que la Paz de Mi Corazón esté con todos ustedes, en fraternidad y unidad se darán el saludo de la paz.

Les agradezco, por haber respondido a Mi convocatoria.

APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN, DURANTE EL PRIMER SAGRADO LLAMADO

Mi Corazón está llagado por esta humanidad.

¿Quién tendrá el coraje de curarme internamente en este día?

Ofrezcan a Dios vuestra reparación para que el Gran Consolador venga a vuestro auxilio.

 

Fray Elías toma el cuaderno y comienza a escribir el primer Mensaje mensual.

Al terminar, Cristo Jesús continúa transmitiendo sus palabras:

 

En esta noche, Yo traigo la oportunidad de vivir en Mi Misericordia.

En esta noche sagrada, invitaré a algunos hermanos a que eleven hacia Mi sagrado Altar la oferta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en honor de todos aquellos que mueren y de todos los inocentes para que Mi infinita Misericordia pueda seguir derramándose sobre el mundo.

Mi Corazón está en ustedes cuando tan solo lo permiten. Hoy Mi Corazón necesita estar más adentro de ustedes. ¿Me lo permitirán? Vivan en Mi Misericordia.

Estoy aquí con ustedes, pero también con el mundo. Observo lo que sucede en vuestro alrededor y también en toda la humanidad.

Mientras me elevan la oferta de consagración de estos Bienes Celestiales, canten a Mi flagelado Corazón para poder aliviarlo.

“Un hombre llamado Jesús” será el cántico.

Después de consagrar, queridos compañeros, Me despediré de ustedes.

 

Cántico: Un hombre llamado Jesús.

 

Suben al palco los hermanos convocados para hacer la oferta de los elementos para la consagración.

Cada corazón sostiene, entre sus manos, la oferta para Mi Sagrado Corazón.

Quiero que sepan que, en este momento, Dios los escucha en nombre de esta humanidad. Que cada uno de ustedes, en Mi Nombre, realice una oferta al Creador por una causa necesaria de este planeta, para que la Divina Misericordia permee todos los espacios y a todas las consciencias. Silenciosamente, los escucho.

Recojo en Mi Corazón vuestras súplicas y recibo de vuestros corazones todo el amor que Me pueden expresar. Con todo el amor de este mundo, aquel que proviene de las almas buenas, Yo reconstruyo esta humanidad, transfigurando ese amor en la esencia de Mi amor misericordioso, y lo vuelvo a derramar sobre la humanidad, así como es en este momento.

 

Recemos.

Padre Nuestro (en arameo).

 

Recordando, en vuestros internos, el pasaje de Mi Última Cena, traigan a vuestras memorias el momento de la importante consagración que Yo realicé por esta humanidad, en honor al Padre Supremo y a todos los Padres Creadores que se unieron a ese principio de transubstanciar el pan en Mi Cuerpo sagrado, el vino en Mi Sangre preciosa.

Reverencien en este momento los Rayos que brotan de Mi Corazón.

Oración (se repite tres veces):

Agua, Sangre, Vida y Redención
que brotaron del bendito Corazón herido de Jesús,
ten Piedad, Misericordia y Compasión por todos nosotros.
Amén.

 

Y así, en conmemoración de Mi Presencia eterna en el mundo, como fue en aquel tiempo, entre todos Mis apóstoles del pasado, del presente y del futuro, Yo bendigo estos Sacramentos bajo la imposición poderosa, luminosa, redentora y misericordiosa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Celebren con amor Mi Eucaristía.

Vayan en paz.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Cántico:

Un hombre llamado Jesús.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón:

En verdad, ¡gracias, Señor!

Y a pesar de que el Mensaje de Cristo hoy fue muy fuerte, Él nos reveló Su Corazón flagelado nuevamente. Él no dejó de decirnos que nos amaba profundamente, así como cada uno de nosotros es. Él necesita de cada uno de nosotros, porque Él nos decía que cada uno de nosotros escuchamos Su Llamado, y Él necesita ese amor que cada uno de nosotros puede expresar por Cristo, porque será la única forma que Él tiene de poder derramar ese Amor nuevamente sobre la humanidad.

Él nos llamó, también en este día, a renovar nuestra confianza en Jesús. A no bajar los brazos a pesar de las cosas que están aconteciendo en el planeta. A fomentar nuestra esperanza y nuestra fe. Por eso, al final Él derramó Sus Rayos sobre nosotros y llamó a cada uno de esos hermanos que sustentaron esas bandejas, dentro del público, porque Él también reconoce en todos a Sus discípulos, no solamente en los que estamos consagrados, porque Él ve nuestra consagración internamente.

Él intentó, a través de esta consagración del Cuerpo y de la Sangre, que entre todos nos pudiéramos unificar en Cristo.

Él necesita que cada Sacramento, que cada oración que realicemos sea ofrecida a Él en reparación de las cosas que suceden en el mundo.

Él dice que es lo único que puede hacer en este momento, así evitará la Justicia del Padre, porque hoy Él nos mostró que el Padre tiene Su Corazón de Luz muy dolorido.

Pero si entre todos nos unimos y multiplicamos esa oferta de amor a Cristo, realizando cada cosa que hacemos en nuestro día por Cristo, Él prometió elevar a los inocentes al Cielo.

 

Para finalizar, se compartió el primer Mensaje mensual.

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Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más

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