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He aquí a la esclava del Señor. Hágase en Mí y en ustedes según Su Palabra.
He aquí el Espejo de Luz de Dios, que trae la calma para un mundo que se agita; que trae la serenidad para un mundo que se precipita; que trae de la Fuente el Amor del Creador.
He aquí la Llena de Gracia, la humilde en Su Palabra, la Sierva del Creador.
He aquí la Mediadora, la que está junto a Sus hijos para socorrerlos y ayudarlos, para que encuentren el camino hacia la Divina Eternidad.
He aquí la siempre pobre Mujer, la Madre Dolorosa, la Madre de la Gracia, Madre de la Divina Misericordia.
He aquí la que contempla a la humanidad, a todas las naciones, a todas las religiones, a todas las culturas; hasta aquel que está solo y olvidado por el mundo.
He aquí la siempre Madre del sacrificio, la que se ofrece a los corazones para que vivan la paz y el regocijo del Amor, la vida eterna.
He aquí la simple Mujer de Nazaret, que gestó en Su Vientre al Unigénito y que dio Luz para el mundo, para que todos la pudieran ver, venerar y contemplar, como el Amor de Dios, en Su humilde y pobre Hijo. Este es el Dios de la Vida, que se hizo carne a través del Verbo y del Espíritu Santo, para toda la humanidad.
He aquí la Fuente de Dios manifestada a través de Mi Vientre purísimo, de Mis Palabras de esclavitud al Señor Todopoderoso.
He aquí la Esclava del Señor que siempre persiste, que nunca se detiene, que sigue adelante para ver en Sus hijos y en los más pequeños, el Plan Divino del Creador.
He aquí la que siempre se dona, la Madre silenciosa, la que desata todos los nudos, la que trabaja invisiblemente en todas las causas imposibles.
He aquí la Abogada del Señor, la Corredentora después de Cristo, la Intercesora, el Espejo de Justicia, el Espejo de la Pureza, el Espejo de la Ascensión.
He aquí la que siempre hace brillar Su Inmaculado Corazón, para que todos lo puedan sentir, interiormente.
He aquí la que los libera de las amarras, de las injusticias, de la perdición y de toda ilusión.
He aquí la Madre siempre Virgen, la Gobernanta del Universo, la dulcísima y simple Señora, la que ama a las almas para cumplir el pedido de Dios.
Vengo a refractar en esta hora el Gran Espejo de la Fuente, de la Fuente de la Creación, donde todo nació y surgió desde el principio de la Mente Divina.
He aquí la Madre de Dios, la que no tiene religión, la que solo vive en Dios, para que Sus hijos puedan vivir en Él.
He aquí la esencia del Amor manifestado, en Su aspecto femenino y sagrado.
He aquí la Madre que siempre los comprende, la Madre que los acepta bajo el Espíritu incondicional del Santo Espíritu de Dios.
He aquí la que equilibra la justicia, la que toma con Su mano la balanza de la injusticia de la humanidad, para poder equilibrarla antes del gran tiempo, el gran tiempo de la purificación, de la definición y de la redención de las almas.
He aquí la Madre que siempre se entrega a Sus hijos, la Madre incansable, persistente, humilde y poderosa.
He aquí la que trae entre Sus manos la Luz y la Gracia de Dios, para ser derramada en los corazones del mundo, para que todos reencuentren el sentido del Amor y de la Unidad.
He aquí la Madre de la Divina Naturaleza, la Madre de la Creación, la que cuida y protege a cada esencia creada en todos los Reinos de esta Creación.
He aquí la Madre que llora por Sus hijos silenciosamente. La Madre que clama, que invoca y que llama a Sus hijos al sagrado despertar.
He aquí el Corazón que se entrega, sin tiempo y sin condición, porque es urgente que todos ingresen a Él, para poder salvarse y tener consciencia de sus decisiones y acciones.
He aquí la Madre que se postra ante el Señor y ante Su amadísimo Hijo, para implorar por el mundo y la humanidad; para traer hacia la Tierra una gracia y una expiación inexplicable.
He aquí la que siempre se entrega para todos Sus hijos por igual.
He aquí el Espejo que refleja la Paz; que trae lo posible para todo lo imposible en el mundo.
He aquí la que interviene por el Universo, la que enciende los espejos para traer los códigos de la Divinidad y para que estos se siembren en la mayor cantidad de consciencias posibles.
He aquí la Madre que nunca se detiene; que siempre trabaja por un Plan Mayor; que trae para todos, a través de Su Corazón, la infinita Misericordia de Dios.
Estoy aquí por Mis hijos, por los que no Me escuchan, por los que no Me aceptan, por los que no Me aman.
Soy la Madre Universal, la que proviene de la Fuente purísima de Dios, gestada como Esencia, tan semejante a una flor; a la flor más bella de este Universo. De ahí provengo Yo y deseo que Mis hijos, en estos tiempos difíciles, también puedan unirse a esa Fuente Mayor.
He aquí la Madre que todo lo contempla, que conoce todas las necesidades y que escucha todas las súplicas. Es aquella Madre que contempla a Dios con Amor y que le pide todos los días por Sus hijos, por una nueva oportunidad, trayendo así la esperanza, la renovación, el propósito, para aquellos que más lo necesitan.
He aquí la Madre de la Luz, la que trae algo desconocido para todos; la que abre las puertas hacia la Divina Redención.
He aquí la Madre de los ángeles; la Sierva de los arcángeles y del Padre Eterno.
He aquí la que trae el Cielo a la Tierra y muestra para todos, los tesoros del Universo, para que los puedan contemplar y amar.
He aquí la que siempre los escuchará y nunca detendrá Sus pasos, hasta conseguir lo que Dios necesita de ustedes: almas puras, almas simples, almas servidoras, almas que aman más allá de sí mismas, de sus miserias, de sus imperfecciones, de sus dudas y de sus errores.
He aquí la Madre que trae la Fuente del Amor, para que sus más pequeños puedan beber de ella, hasta saciar su sed completamente.
He aquí la Madre del Santo Rosario, la Madre de la eterna oración; la que trae para el mundo la urgente Paz para estos tiempos. Amén.
Y con Mis palabras tan simples, les traigo el Universo de Dios. Contemplen la Presencia del Creador y nunca se olviden, hijos Míos, que es de esta forma que se unirán a Mi Corazón y al Corazón del Padre Celestial.
Que la Presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como una Unidad perfecta, hoy los consagre. Recuerden, con Mis Palabras, que Yo estoy en todas las cosas, pero humilde y silenciosamente; así los acompaño y los acompañaré siempre, porque Mi Corazón es incansable y siempre estará al lado de Mis hijos.
Con la oración que hoy les presenté, les traje todo los que Soy, todos los Misterios Divinos que se encuentran en Mi Presencia. Déjenme vivir en sus corazones. De esta forma, hijos Míos, Yo les enseñaré a ser dignos hijos de Dios, dignos hijos de Mi Inmaculado Corazón, no importa en donde estén, si pertenecen a alguna religión, a cultura diferentes, a naciones distantes. Yo estoy en todo y en el silencio les enseño a amar, para que de esta forma, aunque muchos no me conozcan, que por medio de sus corazones Yo pueda llegar a cada uno de Mis hijos y a todos los Reinos de la Naturaleza.
Hoy los bendigo con la Luz de los Espejos sublimes, porque los traigo del Universo para encender sus corazones y, silenciosamente, revelarles Mi Paz; esta que el mundo no conoce, y que por primera vez, puede sentirla plenamente en su interior.
Mis amados hijos, hoy viviremos una bendición especial; una consagración infinita, que permeará en lo profundo a las almas que hoy se consagrarán.
Mi Hijo Me ha pedido consagrarlos con el Sacramento de la Unción, porque será importante para esas almas, sobre todo para lo que deberán vivir en el próximo mundo.
Tráiganme aquí el aceite para consagrar. Sepan que las santas mujeres de Jerusalén ungieron el Cuerpo herido del Hijo amado de Dios, para restaurar todas las faltas cometidas durante Su Flagelación y Pasión.
Las santas mujeres, las auxiliadoras de Cristo, sabían en aquel tiempo lo que hacían. A través de la Unción, no solo curaban el Cuerpo del Señor que estaba dentro del Santo Sepulcro, sino que ellas también traían, como almas espejo, la regeneración de la humanidad, a través de las Células vivas de Cristo; porque las Células de Cristo nunca murieron. El Cuerpo reposó, expiró, para poder seguir sirviendo a las almas en los planos internos de esta Creación.
El aceite consagrado representa la cura para las almas y hoy las bendeciré, en esta consagración especial, trayendo la esencia de la regeneración, para sus espíritus y consciencias.
Les pido que podamos escuchar una melodía sacra, para este momento de consagración.
El Señor bendiga este elemento, surgido de la Fuente de Su Creación, a través de la donación de los Reinos de la Naturaleza. Sea el símbolo de la redención, de la regeneración y de la cura, para aquellos que siempre buscan la reconciliación con Dios. Amén.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más