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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Que sus corazones estén en paz.
Que sus corazones siempre estén en paz.
Que sus corazones estén en la verdad, en la transparencia y por encima de todo, hijos, en el Amor de Dios.
Que sus corazones estén en paz, a pesar de lo que acontezca en estos tiempos, a pesar del caos, de la indiferencia o de las incoherencias.
Que sus corazones aprendan a estar en paz.
Que sus pies aprendan a caminar en las bases sólidas de la Instrucción que les entregamos. Pero para eso, hijos, necesitan persistir y no desistir ante las adversidades.
Para que aprendan a consolidar la fortaleza de sus corazones, necesitan ir más allá de lo que les causa incomodidad e incluso sufrimiento, necesitan ir más allá.
Que, en cada instante de estos tiempos, sus corazones busquen siempre el Cristo del Calvario. Recuerden estar dentro de Su Corazón, no solo sintiendo Sus sufrimientos, sino también experimentando Su fortaleza.
¿El Señor desistió ante de la humillación?
¿El Señor desistió ante el cansancio?
¿El Señor desistió ante el sufrimiento?
¿El Señor desistió ante la soledad?
Entren en el Corazón del Cristo del Calvario porque allí encontrarán fortaleza, allí encontrarán amor para amar lo imposible, allí encontrarán alegría, alegría espiritual para seguir adelante cada día, para vivir la renovación del espíritu independientemente de lo que suceda en el mundo.
¿Cuántas veces ya les dije, hijos, que la humanidad deberá purificarse y pasar por pruebas desconocidas e impensables? ¿Cuántas veces les avisé que este tiempo se asemeja al Calvario de Cristo; que, así como el Señor vivió Sus pruebas, todos los seres de esta Tierra deberán vivirlas para que de esa forma emerja de su interior ese amor desconocido?
Por eso, mantengan la paz en sus corazones. Busquen siempre esa paz a través de la oración verdadera del corazón, a través de la transparencia, de la verdad, de la unión perfecta con Dios.
Solo estén ante el Padre Celestial y, permaneciendo allí, permitan que Él los renueve, permitan que Él los retire de la oscuridad de la condición humana y los ayude a ser consecuentes con lo que pulsa en su interior.
Esta es la esencia de la vida espiritual: ser consecuentes con lo que creen en sus palabras, acciones, pensamientos y sentimientos. La expresión de sus vidas debe ser consecuente con lo que creen en su corazón. En esto debe estar su atención, en esto debe estar su esfuerzo constante, no para buscar que el otro sea consecuente, no para buscar que el otro sea perfecto, no para buscar que los otros den el paso para que entonces ustedes sean inspirados a caminar.
Ya existió Alguien, hijos, que dio todos los pasos, que fue ejemplo y que expresó perfectamente lo que habitaba en Su interior, y ese es el Cristo del Calvario.
Por eso, cuando tengan sed de ejemplos, coloquen sus ojos sobre el Cristo del Calvario. Cuando necesiten una referencia de amor y de vida, coloquen sus ojos sobre el Cristo del Calvario. Cuando necesiten un impulso y un punto de partida para renovar sus corazones, coloquen sus ojos sobre el Cristo del Calvario, y allí estará la respuesta.
Mantengan sus corazones en paz y no desistan. Aún verán cosas increíbles, impensables, pero Yo les pido que recuerden Mis Palabras y mantengan sus corazones en paz.
Cuando los discípulos y apóstoles de Cristo finalmente creyeron que Él era el Hijo de Dios, el Mesías esperado por todas las naciones, fue entonces que comenzó el Calvario. Y todas sus creencias se desmoronaron y se rompieron, toda su condición humana, su esperanza y su fe se rasgaron en el corazón.
¿Cómo fue posible que el Hijo de Dios fuera humillado como un ladrón, fuera flagelado y muerto como un cordero con una maldad que, con la brutalidad humana de aquella época, ni siquiera con los animales era posible hacerlo?
Esta es su referencia para que sus sufrimientos se vuelvan pequeños, para que comprendan que las pruebas de estos tiempos son solamente una parte de lo que Cristo vivió en el Calvario. Él dio el primer paso, Él abrió la gran puerta y ahora los invita a ingresar, no para sufrir como Él sufrió, sino para amar como Él amó.
Que sus corazones estén en paz, en la paz que Yo les traigo del Reino de los Cielos, la paz que Yo les concedo a sus almas y también a sus ángeles de la guarda para que siempre les recuerden el camino para retornar al Corazón del Padre.
Jamás se olviden de sus ángeles de la guarda, porque ellos les serán de gran fortaleza cuando estén perdiendo sus fuerzas. Cuenten con esta poderosa intercesión que camina siempre a su lado, símbolo del Amor perfecto de Dios por la vida y por la consciencia humana que, al enviar a Sus hijos entre las dimensiones, envió también a un compañero, un guardián, un mensajero de la paz, para que siempre les recordara el camino de retorno.
En este día, vivan la síntesis de este último ciclo. Por eso, estoy aquí para recoger en Mi Casto Corazón sus intenciones, curar las heridas profundas y renovar sus espíritus en la Gracia de la intercesión. Por eso, estén en paz y sientan la paz que hoy les concedo.
Hoy, hago florecer nuevamente el lirio que una vez deposité en sus esencias para que los fortalezca. Aún hay mucho por caminar, aún hay mucho por hacer y sobre todo, hijos, aún hay mucho por amar para renovar el Amor de Dios, para vivir milagros, para interceder por lo imposible y dar testimonio de la transformación de la consciencia humana.
Hermana Lucía de Jesús:
Aquellos que se consagrarán como Hijos y Amigos de San José pueden colocarse de pie.
Podemos traer incienso y agua bendita.
Así como el Señor les entregó a Sus discípulos misiones que parecían imposibles de ser vividas, mas también les concedió el Espíritu de la Paz, de la Sabiduría y de la Consolación; hoy, hijos, Yo les pido que estén en paz en un tiempo de caos, de sufrimiento, de ignorancia, pero por la intercesión de Dios, por los méritos de Mi Casto Corazón, Yo les concedo el Espíritu de la Paz, el Espíritu Consolador, el Espíritu de la Sabiduría, para que no les falte, para que sean fuertes en Cristo y que sus ojos estén fijos en el Cristo del Calvario, porque Él los guiará en esa caminata de ascensión espiritual, en este camino desconocido de renovación del Amor de Dios.
Con esta agua, símbolo de la Pureza del Corazón del Padre, que sus espíritus sean lavados de todo lo que vivieron hasta aquí, que reciban el perdón de sus faltas, la cura de sus almas, de sus células, de sus mentes, de sus corazones. Que esta agua los purifique y los renueve en este momento de consagración.
Que este incienso, como una oferta agradable a Dios, eleve sus almas al Corazón del Padre, libere las amarras y todo lo que los prende a este mundo y les conceda la unión profunda con el Creador porque para eso nacieron, para eso vinieron a este mundo. Sean un puente hacia el Corazón del Padre para toda la vida.
Y hoy, un alma, con su fe, les concedió una Gracia. A través de las velas que colocó en Mi altar, confiando en la intercesión de Mi Casto Corazón, les abrió una nueva posibilidad a todos los Hijos y Amigos de San José: que en cada consagración reciban una vela para que cuando tengan la necesidad de interceder por algo, que parece imposible, enciendan esta pequeña vela y oren Conmigo con fe, para que Mi Corazón interceda y resuelva lo que parece imposible; porque cuando se unen a la Voluntad de Dios, nada es imposible, hijos Míos.
Sientan Mi Presencia, Mi Amor paternal, Mi abrazo en sus espíritus y el sustento que les concedo. Yo estoy siempre con ustedes, mucho más allá de que escuchen o no Mis Palabras.
Que los momentos de Aparición no se conviertan para ustedes en una dependencia, sino en un impulso que deben multiplicar y renovar cada día. Todo ya les fue dicho, todo ya les fue entregado.
Siempre que retomen las Palabras, que les dijimos en los últimos años, recogerán de las entrelíneas la Gracia, la Misericordia y la Fortaleza que contienen. Por eso, estudien, recuerden, revivan y todo estará allí.
La Luz que emergió de Mi Casto Corazón, por el don de las renuncias vividas y ofrecidas al Corazón del Padre, Yo se las concedo para que puedan iluminar los espacios oscuros de la consciencia y reencontrar la paz.
Hagan sus ofertas en el silencio de sus corazones, Yo los escucho.
Y, para finalizar este encuentro Conmigo, hijos Míos, reciban el Sacramento de la Unción mientras cantan el himno de su consagración. Yo les dejo Mi Paz, Mi Amor y Mi intercesión, y los consagro como Hijos y Amigos de Mi Casto Corazón.
Den testimonio de Mi Presencia a través de las acciones de sus vidas, del servicio y de la oración sincera, y Yo daré testimonio de que son Mis hijos, porque siempre los escucharé y operaré milagros en sus consciencias.
Reciban Mi bendición y Mi paz.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La consagración de las almas es como un bálsamo para el Corazón de Dios, es como un rayo de sol en medio de una gran tempestad, es como una brisa suave en un lugar cerrado.
La consagración de las almas le genera alivio al Corazón del Padre. Las almas consagradas son como pétalos de rosas sobre las heridas de Dios que, con su amor y su aroma, van reparando cada pequeño espacio y aliviando el dolor del Padre.
Dios cultiva almas consagradas como un Jardinero Celestial y cuida con cuidado, con amor, a cada una de ellas. Las almas que se consagran son para Dios una esperanza de que Su Proyecto Humano y Divino, poco a poco, se va concretando, de adentro hacia afuera, en sus pequeñas almas.
Cuando Dios contempla el mundo y observa cada ultraje vivido en la humanidad, cada transgresión que el corazón humano le causa, tanto al prójimo como a sí mismo; el Creador busca entonces a las almas consagradas para encontrar en ellas el equilibrio, la razón para interceder por el mundo y concederles una nueva oportunidad a Sus hijos. Por eso, hijos, nunca dejen de vivir con verdad y sinceridad la consagración de sus almas.
Hoy, Mi Casto Corazón viene a interceder con ustedes por el mundo, para rogar ante el Padre por las almas que sufren y necesitan de auxílio; por las almas que claman y no son escuchadas; por las que padecen, pero que no son encontradas, para que su sufrimiento sea aliviado.
Hoy, vengo por las almas de las guerras para que encuentren la paz aun en el profundo caos, para que no pierdan la esperanza de reencontrar a Dios, para que no dejen de creer en el corazón humano y para que no piensen, hijos, que los seres humanos son hechos de maldad y de rencor.
Hoy, vengo como su Padre, como Padre de las almas, para que, junto a cada uno de Mis hijos, podamos orar por el planeta. Escuchen el grito de la Tierra, un grito silencioso que, para ser escuchado, los corazones necesitan estar en oración, necesitan ir más allá de sí mismos, de sus necesidades y pruebas, de sus dificultades y desafíos, para clamar por algo superior a sí mismos, que es el Propósito Divino para este mundo.
Esta Cuaresma, hijos, marca para ustedes y para toda la humanidad el inicio de un nuevo ciclo, que no será como los ciclos anteriores; marca el inicio de una gran prueba, en la que sus pies tocarán por primera vez el calvario de estos tiempos.
Por eso, Nuestro Señor viene al encuentro de las almas todos los días, para acompañar paso a paso su trayectoria por esta Cuaresma. Escuchen Sus Palabras y no dejen que ellas pasen, porque entre cada una de ellas habita un impulso celestial, que emergerá de sus corazones en cada paso del calvario.
Así como vivieron 40 días en la Cuaresma, vivirán 40 ciclos de este calvario, 40 pruebas y, para cada una de ellas, el Señor les entregó una llave que los ayudará a trascenderlas sin dejar este camino, sin desistir ante las dificultades, las caídas, las miserias y la condición humana que emergerá con intensidad desde adentro de ustedes para ser transmutada.
Cada vez que se vean ante una dificultad que no puedan superar, tomen los impulsos cuaresmales y en ellos encontrarán una llave para ir más allá.
Cuando esta Cuaresma termine y el desierto llegue a su fin, los ciclos de la Tierra exigirán de ustedes corazones maduros. Por eso, la consagración los ayudará y los protegerá de ustedes mismos, siempre y cuando sean guardianes de los votos que hicieron, de los pilares que se dispusieron a vivir, de los principios que se abrieron a descubrir.
Es por eso, hijos, que los Mensajeros Divinos les conceden consagraciones a todas las almas para que, según su escuela, según su ciclo evolutivo, según el impulso de sus corazones, puedan encontrar aquella consagración que les sea verdadera y, a través de ella, estarán protegidos.
Hoy, vengo como su Padre y Amigo, en medio de este desierto, así como un día también estuve en espíritu con Jesús.
Cuando el Señor pasaba los 40 días en el desierto, el Creador Me permitió que lo visitara en espíritu para que, como Su padre y amigo, le ofreciera un hombro en donde Él pudiera reposar en medio de todas las tentaciones y le ofreciera agua de la Fuente Divina para que Él pudiera beber y renovar Su oferta.
Junto con los ángeles y arcángeles, Me aproximé al Señor con humildad y Su Corazón Humano y Divino se conmovió al encontrarme.
Así como un hijo encuentra a su padre para encontrar alivio en su abrazo, así fui al encuentro de Jesús, para que Yo pudiera aprender de la condición humana y divina, y para que Cristo también pudiera descubrir la potencia de la paternidad, del amor que existe entre las familias. Y fue así, hijos, que en ese día todas las familias fueron reparadas y el amor de los padres por sus hijos y de los hijos por sus padres fue renovado, a través del Corazón de Cristo, en toda la humanidad.
Hoy, vengo a su encuentro con esta misma esperanza de ofrecerles un hombro y un abrazo, de renovar su esfuerzo y su consagración para que reencuentren el propósito de servir y de donarse para que reencuentren el propósito de vivir sus votos, los pilares y los principios que se dispusieron a vivir; y que así, estén preparados y fortalecidos para comenzar a cruzar los portales que los llevan al calvario, los portales de la entrega, de la rendición y de la renuncia, los portales del vacío, de la trascendencia y del amor extremo que transforma todas las cosas.
Hoy, a pedido del Padre, traigo al mundo los principios que fundaron la Orden Gracia Misericordia, que es una Orden que aún no fue comprendida por sus consagrados ni por el mundo.
La Orden Gracia Misericordia, hijos, nació de lo profundo de la Voluntad Divina; una Orden pedida por el Creador que no forma parte de ninguna religión instituida, para que de esa forma pueda interceder por todas las creencias y todas las razas, para que pueda interceder por todas las almas, independientemente de sus diferencias.
La Orden Gracia Misericordia nació como una Aspiración profunda de Dios para reparar la vida consagrada en el planeta, y este propósito solo podrá cumplirse si la consagración de sus almas fuera renovada todos los días.
Caminen hacia ese Propósito, encuentren esa Voluntad Divina, acojan en sus corazones esta misión para que, como monjes y monjas, como sacerdotes, padres y madres, como adoradores y auxiliadoras, todos los corazones reencuentren el Corazón de Dios y, en Él, Su Propósito para esta Orden.
Que esta sea una Orden intercesora, por todas las religiones y por todos los pueblos, por toda la vida sacerdotal del planeta, por lo sagrado que debe habitar en la Tierra.
Que cada adoración de los adoradores sea reparadora.
Que cada altar de las auxiliadoras sea sagrado.
Que cada oración de las almas consagradas sea verdadera.
Que cada pequeño esfuerzo por vivir sus votos, todos los días, sea sincero.
Que, en cada amanecer, exista la aspiración de trascenderse. Que, en cada instante, exista la aspiración de ir más allá. Que no coloquen limitaciones en sus vidas y en sus pasos. Que crean en la trascendencia de la condición humana. Que aspiren a la santidad, porque ser santos es cumplir la Voluntad Divina, es vivenciar el Propósito de Dios, y esta es una oferta que el Padre realiza para todos Sus Hijos: que aspiren a ser Cristos, a vivir en Cristo y como Él, para que así, hijos, se cumpla el Propósito para esta humanidad.
Que los Hijos de María y los Hijos de San José sean los brazos de la Orden Gracia Misericordia en el mundo, sean la luz que llega a todas las almas en las diferentes ciudades y países, en los lugares más olvidados. Que ellos sean un ejército de oración y de acciones reparadoras. Que, como la Sagrada Familia, puedan obrar en silencio, pero verdaderamente, para transformar la condición humana.
Para que vivan todas estas cosas, hoy Yo les traigo esta Gracia, la Gracia de renovar la consagración, la Gracia de reencontrar el Propósito Divino, la Gracia de encontrar el Abrazo Celestial que los renueva y los fortalece, para que encaren de frente el calvario de estos tiempos, con sus cabezas erguidas y sus corazones abiertos, con sus pasos firmes, sin embargo humildes, con sus corazones orantes y sus consciencias despiertas.
Que se levanten aquellos que se consagrarán como Hijos y Amigos de San José. Traigan aquí agua bendita e incienso.
A los sacerdotes y padres de esta Orden les concedo la Gracia de ser padres, como Yo soy, para que acojan a los corazones, para que consagren a las almas. Que en sus espíritus reine la humildad que les permitirá ser siempre instrumentos de la Mano Divina para bendecir y sacramentar, para traer a las almas el Propósito de Dios.
Por eso hoy, les doy la potestad de consagrar y acompañar a los Hijos y Amigos de San José, así como Yo mismo aspiro a consagrar y a acompañar a las almas. Que sus corazones siempre se oferten, antes de cada consagración, para ser instrumentos de Dios, para ser intercesores ante las almas, que recuerden la Gracia que Yo les entregué y que la hagan revivir dentro de ustedes para que la multipliquen ante las almas.
Con esta agua, los lavo de los pecados y de las transgresiones.
Con este incienso, los libero de las amarras y de las maldiciones para que sus almas sean renovadas.
Que no haya oscuridad que les impida consagrarse. Que no haya miseria que les impida recibir Misericordia. Que el camino esté abierto a la Gracia que desciende de Dios, que los consagra y los renueva en Mi Nombre y por Mi intercesión, como Hijos y Amigos de San José, para que lleven el Amor de la Sagrada Familia a todos los corazones, para que sean ejemplos de transformación y de esfuerzo; porque no les pediré que sean perfectos, pero sí les pediré que venzan las inercias de cada día y que se esfuercen para ir más allá. Mi Gracia siempre los renovará.
Hoy, hijos, la vida consagrada fue renovada en todas las religiones, en todas las creencias, en todas las almas que se ofertaron a Dios con sinceridad. Hoy, el Corazón de Dios fue aliviado, y solo les pido que sean guardianes de este tesoro que recibieron, que sean dignos Hijos de Dios, dignos Hijos y Amigos de Mi Casto Corazón.
Yo los bendigo y los consagro, por la potestad que el Creador Me entregó de interceder por las almas y por las causas imposibles; porque nada es imposible a los Ojos de Dios, pero es necesario esforzarse para encontrar el Propósito Divino.
Yo los bendigo y los consagro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Vayan en paz y continúen reparando el Corazón de Dios.
Tienen Mi bendición para esto.
Hermana Lucía de Jesús:
A pedido de San José, vamos a cantar todos juntos “Gratitud, San José”
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cuando la Iglesia Celestial viene a su encuentro, tan solo adoren y agradezcan por la Presencia Divina.
Hoy los Cielos se abren y se unen a la Tierra, abrazando a todos los corazones que claman por Misericordia y por Piedad para todos los seres.
Hoy la Iglesia Celestial viene a su encuentro, una Iglesia que no tiene religión, que no comenzó en este mundo y que no termina en él; una Iglesia que es llamada así para que comprendan que es un lugar sagrado, divino, el Templo donde habita el Corazón de Dios para todos Sus hijos.
Esta Iglesia Celestial se manifiesta en la Tierra cada vez que adoran al Sagrado Corazón de Jesús, cada vez que lo contemplan en la Eucaristía, cada vez que lo contemplan en el silencio, cada vez que se permiten amar como Él ama, que dejan de lado sus mentes, sus juicios y su pequeñez humana para ingresar en la grandeza divina.
La Iglesia Celestial revela a todos los seres lo que verdaderamente son, revela sus esencias y el grandioso Amor de Dios que habita en cada uno de ustedes. Aspiro a que hoy estén dentro de esa Iglesia. Vengo, una vez más, a elevarlos más allá de todos los miedos, incomprensiones y separaciones humanas. Vengo a elevarlos, más allá de todas las pruebas, miserias y dificultades por las cuales pasan en estos tiempos. Porque eso, hijos, fue lo que aprendí a hacer en este mundo.
Vengo a colocar sus corazones dentro del Sagrado Corazón de Jesús, porque no vengo al mundo para traerlos hacia Mí. No es Mi ejemplo el que deben imitar, sino el ejemplo de Mi Hijo, de Su Amor y de Su entrega. Yo solo seguí Sus pasos, y lo que vengo a enseñarles es a hacer lo mismo.
Ha llegado el tiempo de la definición de cada uno de sus corazones y, para que vivan eso, deben elevar sus conciencias para que no se envuelvan con las dificultades del planeta, sino que estén en la Verdad y en el Corazón de Dios.
Cuando Cristo dio cada uno de Sus pasos con la Cruz, Su Consciencia permanecía en la Iglesia Celestial y, allí, Él adoraba al Creador, por más que lo insultaran, por más que recibiera Llagas en Su Cuerpo.
Por más que una tristeza humana inundara Su Consciencia, Su Corazón permanecía en la Iglesia Celestial. Sus Ojos contemplaban los corazones de los hombres, pero Su Espíritu iba más allá de las miserias, perdonaba su ignorancia y los amaba al extremo.
Esto es lo que son llamados a vivir hoy: permanecer en la Iglesia Celestial aunque el mundo se agite, aunque la naturaleza se agite y este planeta se desequilibre, aunque las mentes de los hombres vivan locuras nunca antes experimentadas y sus acciones no tengan explicación.
No permitan, hijos, que su consciencia esté en la indignación, en el odio o en el mal, sino que con el corazón en la Iglesia Celestial, sepan, sí, percibir la oscuridad que influye en los hombres y perdonen, amen al extremo como lo hizo su Señor, porque solo ese Amor Divino es capaz de equilibrar estas situaciones del planeta.
De la misma forma que las pruebas serán desconocidas, un Amor desconocido habita también dentro de ustedes, pero necesitan estar con el corazón en la verdad y no en las limitaciones humanas. No miren al prójimo con sus propios ojos, sino con los Ojos de Dios, del Dios que habita dentro de ustedes y que aún aguarda, pacientemente, desde el inicio de la Creación, para manifestarse en Sus hijos.
Para estar en la Iglesia Celestial, necesitan amarla, amar la verdad, amar a Dios, amar Su Plan para todas las criaturas, para todos Sus hijos, independientemente de sus caminos, independientemente de sus vidas, de cómo las viven, de cómo las comprenden. Es solo el amor en sus corazones lo que unirá a todas las religiones.
Hasta el Retorno de Mi Hijo al mundo, existirá el mal sobre la Tierra, pero necesitan preparar Su llegada a través del Amor.
Cuando hablamos de que todas las religiones se unirán, les decimos eso porque el amor en el corazón de los hijos de Dios hará que se unan, a pesar de sus diferencias. Y siempre habrá ignorantes, ciegos de corazón y los que dudan de la Presencia de Dios, porque esos necesitarán ver para creer. Y verán.
Pero, en todas las religiones, en todas las creencias y en los corazones de aquellos que se dicen ateos, pulsará el amor, amor que los hará ir más allá de las diferencias, ir más allá de la comprensión humana, un amor que inundará sus seres y que no les permitirá permanecer en la ignorancia, en las críticas y en los juicios.
Muchos ya comienzan a sentir ese amor en su interior, pero son oprimidos por el caos que los rodea, por el mal que le teme a ese Amor Divino e intenta silenciarlo. Pero hoy, Yo les digo, hijos, que aunque los Sagrados Corazones estén en silencio, el amor dentro de los hombres hablará más alto, a todo el planeta, sobre la Verdad divina, y las almas escucharán, los corazones se rendirán y aquellos que deben despertar, despertarán.
Por eso no teman, sino amen.
Estén en la Iglesia Celestial a través de ese amor, den testimonio al mundo de que Dios no solo habla a través de ustedes, Él vive en ustedes, vive en este lugar y en todos los lugares sagrados consagrados por Él para ser manifestaciones de Su Reino. Y aunque sus bocas se callen, sus ojos hablarán; y aunque sus ojos se cierren, su presencia hablará.
Así como un día Mi Hijo les dijo que, si las almas pararan de aclamarlo y adorarlo, las piedras lo harían; así también hoy les digo que Dios, dentro de ustedes, siempre hablará, y hablará aún en el silencio, porque Él vive en el aire que respiran.
Que se unan aquellos que claman por la paz; que se amen aquellos que expresan el Amor de Cristo, aquellos que aspiran a seguir Su ejemplo y que solo desean que el Reino Celestial se manifieste en el mundo.
Por un instante, sientan la Presencia de Dios, de Su Iglesia Celestial, de Su Templo de adoración. Siéntanse delante del Sagrado Corazón de Jesús, este que pulsa, vivo de Amor por cada uno de ustedes. Que estar ante Su Presencia los cure, los reconcilie y los perdone.
Sientan, hijos, cómo este Sagrado Corazón quiere pulsar dentro de ustedes. Él descendió de la Cruz, revivió por Amor y por ese mismo Amor aspira a ingresar en cada criatura de esta Tierra. Solo díganle sí.
Oren unos por los otros como Yo oro por ustedes. Oren por todas las religiones y por los que no tienen religión. Oren por el Pensamiento perfecto de Dios para cada criatura. Oren para que Sus Dones se expresen dentro de todos los seres y no quieran destruirse unos a otros, sino amarse.
Cuando perciban un error, oren para que la verdad se manifieste y, cuando estén equivocados agradezcan por los que oran por ustedes y permítanse abrir los ojos para reencontrar la verdad.
No tengan vergüenza de errar, tengan vergüenza de permanecer en el error por miedo a vivir el amor.
No es Dios quien los separa de la verdad, hijos. Cada uno de ustedes se separa de ella cuando temen a lo desconocido, cuando temen a la rendición, cuando no conocen el amor y temen que él ingrese en ustedes y los transforme por completo.
Por eso, hoy Mi oración por ustedes es para que se arrepientan, se rindan. No tengan vergüenza de corregir sus caminos, No tengan vergüenza de amar con locura, de conocer la verdad y de darle espacio para que ella se manifieste dentro de ustedes. Que así, rendidos dentro de la Iglesia Celestial, el Sagrado Corazón de Jesús finalmente pulse en cada uno de Sus compañeros.
Hoy me uno a la oración por todos los sacerdotes del mundo, de todas las religiones, por todas las almas convocadas por Dios para traer el Cielo a la Tierra, por todas aquellas cuya vocación es manifestar para las almas la comunión con Cristo, para que Él ingrese en todos los seres.
Por eso les pido que traigan hasta aquí el altar, para que sea consagrado y en él los elementos transformados en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, para que hoy la Iglesia Celestial no solo esté ante ustedes, sino también dentro de ustedes. Hagan esta oferta por todos los sacerdotes del mundo, los que están en el engaño y los que luchan para no caer en tentación. Que hoy renueven sus votos, sean perdonados y se reconcilien con Dios. Amén.
Que hoy, hijos, clamen por todos los sacerdotes del mundo y pidan al Padre Celestial la Gracia de que Su Iglesia Divina se manifieste en todos los Sagrarios del mundo y que, donde un sacerdote eleve el pan y el vino, allí su espíritu se reconcilie con Dios y reencuentre Su verdad. Amén.
Los acompaño.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Revivamos en este momento la dolorosa Pasión de Nuestro Señor y, como nos pidió San José, a través de nuestra alma, ingresemos en la Iglesia Celestial, en compañía de todos los ángeles del universo, para dar testimonio de ese legado de amor y para que nuestra oferta interior, en este día del Sagrado Corazón de Jesús, sea aceptada y recibida por nuestro Creador.
Cuando Jesús estaba reunido con Sus apóstoles, Él tomó el pan, lo elevó y dio gracias al Padre por ese sacrificio que Él viviría por cada uno de nosotros, para que este pan fuera transubstanciado en Su glorioso Cuerpo. Enseguida, Él lo partió y se lo dio a Sus apóstoles, diciéndoles: “Tomen y coman, porque este es Mi Cuerpo, que será entregado por los hombres para el perdón de los pecados".
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.
Enseguida, Nuestro Señor tomó el Cáliz. Elevándolo a Dios, ofreció Su Sangre por la humanidad, y ese Cáliz fue bendecido como testimonio del Amor del Hijo de Dios por cada alma de esta Tierra. Fue así que Él lo entregó a Sus compañeros, diciéndoles: “Tomen y beban, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por Su Redentor para la remisión de las faltas. Hagan esto en Mi memoria".
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y Te bendecimos.
Amén.
En unión a la Santísima Trinidad, contemplamos y adoramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y consumamos este Sacramento y esta oferta a través de la oración que Nuestro Señor nos enseñó:
Padre Nuestro.
Anunciamos la Paz de Cristo en toda la Tierra, en unión a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, para que todos los Rayos de Su Sagrado Corazón bañen a este planeta y a la humanidad. Amén.
Señor,
Yo no soy digno de que entres en mi casa,
pero una Palabra Tuya bastará para sanarme.
Que todas las almas sientan en esta hora la Comunión espiritual con Cristo. Que reciban de Sus Manos Su Cuerpo y Su Sangre, y dejen que Su Sagrado Corazón pulse dentro de ustedes.
Es así, hijos, que Yo los bendigo, los fortalezco y les agradezco por permanecer en Dios, a pesar de todas las dificultades de estos tiempos.
Recuerden que, a pesar de que estas pruebas sean desconocidas, un amor desconocido habita también en ustedes, y él puede llevarlos a superar todas las cosas y a renovar la Creación de Dios. Por eso los bendigo y les agradezco.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Si quieren ser probados, transformados en aquello que Dios espera de ustedes; Él los probará, pero les entregará todo para que cada prueba tenga Su Gracia, Sus méritos y Su razón de existir.
Yo no fui solo probado por Dios; recibí de Él el mayor tesoro de Su Creación, que fue Su Hijo y Su Sierva que Me enseñaron a ser incansable, así como hoy le enseño a cada uno de ustedes. Ella también Me enseñó el amor, así como les enseña a ustedes; abrió Mi Corazón a una verdad que Yo desconocía, a pesar de que sabía que Dios Me preparaba para alguna cosa desde el inicio de Mi vida en este mundo.
Dios los probará, purificará sus consciencias y hará emerger en ustedes ese tan esperado y nuevo hombre, por el cual claman todos los días en sus oraciones. Yo también clamé por un hombre nuevo, porque no Me sentía digno de ser parte de esa Familia tan Sagrada, Divina, en esta Tierra.
Pero Yo aprendí, hijos, que la dignidad humana no proviene de su condición, no proviene de lo que el hombre construyó en esta Tierra. Eso no es ser un ser humano.
El ser humano es aquel profetizado en las Escrituras, barro que parte de Dios, profundamente semejante a Su Corazón, a Su Fuente Divina. Y eso es lo que, poco a poco, Yo vengo a darles a conocer.
Hoy humildemente les revelo Mi Faz para que también Me puedan ver, así como Yo quiero expresarme al mundo en estos tiempos. Yo no vengo para ser adorado. Esta imagen existe para que unan sus corazones al Mío, para que reconozcan ese momento en el que Mi imperfección quedó a un lado para dar lugar a la perfección de Dios. Esta imagen existe para que comprendan la esencia de la existencia humana y el camino que deben seguir en este final de los tiempos.
Yo no soy el Camino, la Verdad y la Vida. Yo estoy en el Camino, en la Verdad y en la Vida. Me siento parte del Corazón de Mi Hijo porque Su Misericordia Me abrió las puertas para que Yo ingresara en Su Corazón. Esa misma Misericordia se presenta en sus vidas, ese mismo Camino, esa misma Verdad, esa misma Vida que trasciende la vida en este mundo está también aquí, disponible para sus corazones, para sus espíritus, para su condición humana.
Esta imagen representa lo que es imposible; el momento en el que este báculo, seco y muerto, floreció. Así también es la humanidad; parece estar muerta, seca, pero en verdad, hijos, semillas únicas de flores, que aún se desconocen en el universo, se guardan dentro de ustedes para que florezcan en una verdad que ya no les debe ser desconocida. Que esta imagen sea el agua derramada sobre las semillas de sus corazones, para que delante de ella florezca la verdad y cada uno de ustedes conozca su verdadero ser.
Que este Relicario, así, pequeño y simple delante de la grandeza de la Creación, sea el símbolo, hijos, del tesoro que se guarda dentro de cada uno de ustedes.
Hoy les traigo los patrones de una nueva vida que, en verdad, es aquella que Dios pensó desde el principio. Hoy el Creador los observa con regocijo, con profunda alegría, porque podrá despertar Sus Dones en el interior de aquellos que le dicen sí.
Su Corazón se extiende al mundo a través del Relicario humilde de Mi Casto Corazón. Esta madera que se dejó transformar, a pesar de sus imperfecciones, dio la vida para algo perfecto, para una vida nueva que resucitará a aquellos que murieron aunque caminen sobre la Tierra, porque sus espíritus están vacíos y sus vidas no tienen sentido.
Del mundo entero vendrán a contemplar este Relicario, porque sus Gracias hablarán a través del testimonio de la transformación de los seres y aquello que parecía imposible se manifestará.
El Creador Me concedió la Gracia de colocar parte de Mi Corazón en este pequeño Relicario, porque todo lo que Yo recibí le pertenece a Dios y hoy Él quiere entregarlo a los hombres, a Sus hijos, para crear un puente con Su Divino Corazón.
El Creador Me entregó parte del Corazón de María y parte del Corazón de Jesús para que Yo trascendiera Mi condición humana, creciera en espíritu, manifestara Su Voluntad, multiplicara Sus Gracias y hoy pudiera estar aquí, uniendo estas tres partes en un Corazón único que, en verdad, es Su Corazón que hoy se guarda como un tesoro en este pequeño Relicario.
Crean en esto. Crean que este Corazón es un puente hacia el Corazón de Dios y oren delante de Él por el mundo, por la paz, por el fin de las guerras, por la unión de las religiones, por la comprensión entre las culturas, por el respeto entre los seres, por el amor. Oren para que los niños de todo este planeta cumplan su misión en este tiempo y no pierdan su pureza. Recojan de este sagrado Relicario la pureza de Mi Corazón para que ella llegue hasta aquellos que la perdieron por algún motivo.
Dejen que el servicio se multiplique a través de la oración sincera, el Padre se los agradecerá.
Yo les pediré ahora que, por un instante, vuelvan a cantar esta pequeña canción que, con mucha alegría, Me prepararon para honrar el Relicario de Mi Corazón. Si cantan con amor, demostrarán al mundo y a Dios que comprendieron la grandeza de la Gracia que Él les concede a través de la intercesión de Mi Casto Corazón.
Así como las pruebas de este mundo serán desconocidas, las Gracias también lo serán. Así como no creerán en las atrocidades que verán en esta Tierra, también será ilimitada la grandeza de Dios que se expresa entre los hombres.
Por eso, no piensen que es mucho si el Padre desea colocar Su Corazón en un pequeño Relicario, en esta Tierra, a través de la intercesión de Mi Casto Corazón. Dejen que Dios exprese Su grandeza, porque Él puede todas las cosas, así como pudo entregar a Su Hijo en una Cruz, en el calvario de este mundo.
Canten y dejen que los portales se abran hacia el Corazón de Dios, de María y de Cristo, porque Yo soy una pequeña parte de cada uno de Ellos, y es con esos rayos que provienen de los Sagrados Corazones que completo esta Gracia, que hoy le entrego al mundo.
Escucho muchas mentes que a veces piensan en cómo es posible que la grandeza de Dios se coloque en cosas materiales como imágenes, como este Relicario. ¿Acaso dudan de que Dios están en todas las cosas?
Yo, a veces los ayudo en cosas tan simples, diarias, no por esas cosas en sí, sino porque aprendí con el Niño Jesús a transformar esta vida material y a despertar la fe con pequeños servicios, con pequeñas cosas. Él abría Mi Corazón cuando me ayudaba en la carpintería. Él, que era un niño, Me enseñaba a ser carpintero, mientras parecía que Yo era el que estaba enseñándole a Él.
De esa misma forma, Yo vengo al mundo a traerles esas Gracias y, enseñándoles cosas materiales, estando en su día a día, voy transformando sus vidas como Cristo y María Santísima transformaron la Mía.
Quien sabe si un día, hijos, en la Nueva Humanidad, ustedes estarán ayudando a otros, estarán aprendiendo sobre la vida, sobre la renovación de la Consciencia Divina y recordarán este momento, cuando eran pequeños niños en la evolución humana y Yo tenía que venir al mundo para enseñarles estas cosas.
En la simplicidad de Mi Corazón se guarda una grandeza que es la misma grandeza que se esconde dentro de ustedes.
Déjense guiar por Mis Palabras simples. Déjense guiar por Mi silencio, así como Yo lo hacía con María Santísima.
Hoy les traigo la memoria de Mi vida como San José Castísimo para colocarla tanto en este Relicario como en esta imagen y en la multiplicación de ella en todos los hogares de este mundo. La misma Gracia que les concedo, la multiplicaré cada vez que multipliquen esta imagen. Crean en esto.
Hoy les hice comprender, con el sol y con la lluvia, que necesito que amplíen Mi casa. Espero que hayan entendido Mi Mensaje. Quiero que en Ella entren muchos más de los que están hoy, porque ellos llegarán hasta aquí como peregrinos y necesitarán ser acogidos. Ellos transformarán sus vidas, tanto como que Yo las transformé. Algún día, entre ellos, Yo también llegaré. Espero que Me acojan como Yo los acogí.
Den gracias a Dios por enviar al mundo a Sus Mensajeros. No sean como la humanidad de Mi tiempo, cuya mayoría no comprendía la Gracia que estaba recibiendo. La indiferencia humana fue tan grande que hoy el mundo está como está, adormecido.
Déjense tornar nuevos apóstoles, renovados en su fe; en una fe que se construyó en el silencio, en lo invisible; una fe profundamente espiritual cuyo único milagro es la transformación de la consciencia.
Les agradezco por expresar la devoción a Mi Corazón. Que esa devoción se transforme en una fuente de redención y de salvación para las almas que hoy son retiradas de los abismos de este mundo, aunque nadie lo vea.
Guarden en sus corazones un pequeño Relicario de Mi Casto Corazón, una Gracia que nace de la gratitud que Yo siento por ustedes, por estar aquí y por escucharme en los cuatro puntos de este mundo. Reciban esta Gracia con fe, porque la gratitud de Mi Espíritu Me une a Dios, y esta Gracia que les entrego, Yo la recibí de Su Corazón.
Guarden en su interior Mis Palabras, como también todos los impulsos que hoy Yo les traje. Y como si no fuera suficiente, les concedo algo mayor: la Comunión y la unión con Cristo por la intercesión sacerdotal de mi Espíritu.
Vamos a orar juntos el Padre Nuestro en arameo, ofreciendo al Padre no solo estos elementos, sino también cada una de las Gracias que Él hoy les entregó por la intercesión sacerdotal de Mi Casto Corazón. Que los Ángeles de la Presencia vengan hasta aquí para convertir estos elementos, frutos de la Tierra y del trabajo del hombre, la verdadera perfección del corazón humano en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
Padre Nuestro en arameo
(transliterado al español)
Abbun debashmaia
Netkadesh eshmoj
Teite malkutaj
Nejuei sevianaj aikana
Debashmaia af ba-arja
Jav-lan lajma teesunkanan iagmana
Washpocklan jaubein wajtagein
Aikana daf jenan shoaken oljaiaben
Wela tajlan letnesiuna
Ela patsan men bisha
Metul delaje malkuta
Wajela wateshpurjta
Laj-lam almin
Aamein.
Que a través de sus espíritus, la paz llegue a este mundo. Con esto les agradezco por estar aquí, por escuchar Mi Voz, por volver viva Mi Presencia.
Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Multipliquen estas Gracias en el mundo y canten para que Yo Me eleve a los Cielos.
Que el Relicario de Mi Corazón se expanda tanto que no quepa en la Tierra y llegue a los cuatro puntos de este universo.
Les agradezco.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más