Maratón de la Divina Misericordia
Aparición de Cristo Jesús Glorificado, en el Centro Mariano de Aurora, Paysandú, Uruguay, al vidente Fray Elías del Sagrado Corazón, durante la 12ª Maratón de la Divina Misericordia

Y después de Mis plegarias, bendigo a aquellos que comerán y beberán de Mi Sangre, aquellos que lavarán sus pies renovando sus votos delante de Dios.

Y en esta magnífica bendición universal dejo para todos, nuevamente, un Llamado importante: perseveren, perseveren, no dejen que el mal los engañe. Mi Misericordia es el gran escudo en el final de los tiempos. A quien se cubra con Mi Misericordia le prometo que no perecerá, y triunfará ante los Ojos de Mi Padre, porque será un misionero consagrado al Plan Mayor.

En esta tarde de Misericordia y de Piedad los bendigo y los amo profundamente como esencias originarias de la Fuente Mayor. 

Reconozcan su pasado, el verdadero pasado que se encuentra en el Origen, en la Estrella Mayor, en el Universo del Padre, donde viven el Amor y la Paz.

No se olviden de eso. En los momentos difíciles, la unión con su origen será la llave para trascender los atavismos de esta humanidad, y darán permiso, de esa forma, para que las puertas se abran para aquellos que las tienen cerradas, y entonces todos vivirán en el Universo de Mi Divina Misericordia.

Agradezco sus oraciones y súplicas. Les dejo Mi Paz.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón:

¡Gracias, Señor, por cuánto nos das! 

En este encuentro Te honramos Jesús.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Hoy la aparición fue especial, porque Jesús apareció como un peregrino, de esos peregrinos que caminan por muchos caminos.

Tenía en Su Mano un báculo y hoy apareció arrodillado frente a nosotros y se apoyaba en ese báculo.

Él nos observó durante un largo tiempo, nos miraba con paz, en silencio. Sentíamos que algo iba a suceder por detrás de todo eso, algo bueno, positivo.

Después de un tiempo Él mostró Su Sagrado Corazón, todavía como peregrino, y después se transformó en el Cristo Glorificado; estaba frente a un libro que levitaba en el aire y en las tapas del libro había un símbolo, el símbolo del Alfa y del Omega. 

Cuando Cristo estaba frente a ese libro, el libro se abrió y Él comenzó a leer.

Primero era una lectura silenciosa, y Él no dijo qué había escrito en ese libro, solo dijo que era el Libro del Apocalipsis que era conocido por los grandes Maestros en el Universo.

Más tarde Él comenzó a dar Su Mensaje extraordinario (6 de julio de 2014) . Y comenzó diciendo:

“Plegaria de Cristo” y Yo le pregunté: ¿es eso mismo, Señor? “Sí, es una plegaria que Yo le hago al Padre”.