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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Les estoy haciendo contemplar la Luz de Emmanuel, porque la necesitarán en los próximos tiempos. Sin esta Luz poderosa de Emmanuel, no tendrían fuerza de superación ni tampoco fortaleza durante las batallas.
A pesar de la cruz o de lo que ella represente para ustedes, el camino del sacrificio que el universo les ofrece en estos tiempos, a pesar de todas esas circunstancias, siempre tengan presente en su memoria y sobre todo en su corazón que la Luz de Emmanuel no perecerá; y que ustedes, Sus criaturas, Sus hijos, son parte de esa Gran Consciencia de la Fuente Suprema y Cósmica.
Porque hacia esa Fuente, algún día, deberán retornar con su experiencia vivida, con todo el amor aprendido, con toda la redención experimentada, a fin de que sus consciencias se conviertan en un signo visible en el firmamento, en una victoria alcanzada a través del Amor y de la Luz de su Redentor, el Cristo de todos los tiempos.
Por eso, que su estandarte de la paz no caiga de sus manos. Aférrense firmemente a Mi Paz y todo lo alcanzarán.
Nunca se olviden de tener un corazón pacífico y humilde, un corazón que esté abierto a escuchar y a dialogar, un corazón que no se defienda, un corazón que pierda su autonomía y todo el control que cree tener. Porque teniendo un corazón limpio, aunque imperfecto, todo, absolutamente todo, a través de la Luz de Emmanuel y de Mi Presencia, se puede cristificar.
Llegó el tiempo, después de esta Sagrada Semana y en este último encuentro Conmigo, de trazar los últimos acontecimientos de los cuales formarán parte en los próximos tiempos, experiencias grandiosas y enriquecedoras que podrán vivir si están atentamente abiertos y adheridos a los acontecimientos que se presentarán.
El eje central, en el fin de los tiempos, será este último Don que invocaremos al Espíritu Santo, que será la tónica de este momento: el Don de la Fraternidad, que hoy rige a los demás Dones presentes en la Menorah, porque el corazón de la Fraternidad es el amor al prójimo, la donación al semejante, todo el alivio que puedan generar a través de sus vidas por un fin mayor, por la Paz.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Nos ponemos de pie, para que juntos, a pedido de Cristo, encendamos esta última vela de la Menorah, teniendo presente cada uno de los Dones que en esta Sagrada Semana fueron atraídos por el Corazón de nuestro Redentor.
Y que hoy, esta séptima vela que encenderemos, sintetice una experiencia para cada uno de nosotros y un nuevo tiempo que se aproxima hacia la aspiración de cumplir un servicio mayor.
“Adonai, que el mundo no se olvide
de que todos son hermanos
en el Amor Eterno de Tu Corazón
y de que el eje que unirá a todos estos Dones,
en este tiempo, será la Fraternidad,
que impulsará el despertar de los demás Dones
en las consciencias y corazones
que, a través del símbolo de la Menorah en esta jornada Conmigo,
en el fin de esta tarea y de esta Sagrada Semana,
se ofrecerán a vivir conscientemente
con todo el esfuerzo del corazón humano,
con todo el ímpetu del alma y del espíritu,
con la aspiración de aliviar Tu Corazón y de repararlo
de todo lo que ha sucedido en este mundo hasta los tiempos de hoy.
Por eso, te pido, Emmanuel,
en nombre de Tu Amadísimo Hijo,
que a partir de este día las almas tengan la Gracia
de sustituir las energías capitales por las Energías Divinas,
a fin de que las consciencias reconozcan Tu Presencia en sí mismas
y se alegren por este reencuentro,
bajo el descenso de Tu Reino Celestial.
Amén”.
Aquí, en esta Menorah, también deposito Mis siete últimas aspiraciones, que están unidas a las aspiraciones de Dios Padre por todas Sus criaturas, no solo de este planeta, sino también de todo el universo. Aspiraciones que conocerán y se revelarán cuando tan solo vivan estos Dones que Yo les he ofrecido durante estos siete últimos días.
De la misma forma, hoy sus vidas son iniciadas en un camino definitivo de consagración, en el que sus almas tendrán la oportunidad de tomar el gobierno de sí mismos, para que el espíritu mayor de cada ser, aquel espíritu, aquella consciencia que tiene escrito su nombre en el universo, pueda finalizar esta trayectoria en la escuela del amor y del perdón, del servicio y de la fraternidad para con los semejantes.
Por eso, hoy no son solo siete Dones los que se encienden ante sus ojos. Hoy se encienden en sus corazones las siete aspiraciones de Dios y de Su Divino Hijo, regidas por la Ley Mayor del Amor, de la Unidad y del Bien; permitiendo así, que en este tiempo planetario y a través de esta Menorah, se mantenga abierta la puerta hacia el universo por donde todas las almas tendrán la última chance de retornar a Dios y de reencontrar el camino hacia el Amor y la Luz que perdieron.
Ahora, encenderán sus velas.
Así, como lo prometí a Mis apóstoles y a las santas mujeres, hoy les vuelvo a prometer a ustedes. Reciban la Luz de Mi Espíritu, para que la Luz de Mi Espíritu esté presente en el mundo y en todas las almas que la necesitan.
Sean fuertes a través de Mi Luz, sean humildes a través de Mi Corazón, sean buenos siervos a través de Mis Enseñanzas; porque Mi aspiración es poder reencontrarlos algún día, cara a cara, para que juntos celebremos con la humanidad la gran Cena de la Reconciliación, la nueva Pascua de la Paz.
Ahora, en el silencio de sus corazones, elevarán un pedido al Padre. Los escucho en el silencio.
Ahora, lleven la mano al corazón, orando por esa intención y por todas las intenciones de las almas buenas, diciéndole a Mi Corazón:
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Los sacerdotes pueden venir aquí, por favor, para la bendición de los aceites, que hoy Nuestro Señor utilizará a través de los sacerdotes, en este último día de la Sagrada Semana, para la Unción de los enfermos y la Unción especial de los que están más enfermos.
“Señor, así como viste a Tu Hijo en el sepulcro
siendo ungido por las manos y los corazones
que lo amaban y que lo aman eternamente,
de la misma forma hoy te pido que bendigas estos aceites,
para que no solo la señal de Tu Poderosa Cruz
se infunda en las consciencias,
sino también para que abras la puerta definitiva
hacia la cura de los corazones,
a fin de que también ellos te glorifiquen eternamente,
hasta que se cumplan los Mil Años de Paz.
Amén”.
Ahora, voy a infundir Mi bendición sobre ustedes y el mundo, preparándolos nuevamente para vivir Conmigo la alianza perfecta, a través de Mi Cuerpo y de Mi Sangre, a través de la Sagrada Celebración Eucarística.
Una vez más, les pido que estén atentos al descenso de las Gracias que se dará a través de la Eucaristía y de la Unción de los enfermos, porque en este día deben celebrar la oportunidad de renacer.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Ahora, Nuestro Señor está llamando aquí a algunos hermanos del Coral, para que juntos cantemos con Él el cántico “Aleluya”.
Hermana Faustina de Jesús, hermana María Jerusalén, Patricia y hermana María Verónica.
Primero, Nuestro Señor bendecirá a las hermanas y luego bendecirá a todos nosotros. Enseguida, cantaremos “Aleluya”, agradeciendo a Dios por este encuentro, por esta Sagrada Semana, por todos los impulsos espirituales recibidos y por aquellos impulsos espirituales desconocidos que nuestros seres recibieron en esta jornada.
Vamos a colocarnos de pie.
La voz que canta es una oración que se eleva dos veces, porque en el primer impulso de la voz existe el contacto con Dios y en el segundo impulso de la voz existe el descenso de Su Gracia, que colma al alma que canta, y especialmente, bendice y glorifica a las voces que sirven de instrumentos para glorificar al Redentor y al Padre de las Alturas.
Por eso, que esta tarea se perpetúe, que las voces nunca dejen de cantar hasta que la paz se establezca y canten junto al Rey cuando Él retorne.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y ahora, bendigo a todos los presentes y no presentes, a todos los que bebieron de la Fuente de Mis Palabras durante estos ocho días. Bendigo a todos los que hicieron posible esta Sagrada Semana, un tesoro más que se guarda en la memoria de los corazones valientes y disponibles que, a través de los grados de amor y de servicio, se ofrecen como apóstoles de Cristo para preparar Su Retorno.
Yo los bendigo y les agradezco por este Encuentro.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Las hermanas pueden cantar, y después cantaremos todos juntos.
Canción: “Aleluya”.
Y ahora, con esta alabanza al Corazón del Rey, vamos a prepararnos para la Celebración Eucarística, y enseguida para la Unción de los enfermos.
Que la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo estén en este lugar y en los lugares del mundo que más la necesitan. Amén.
Después que han acogido Mi llamado, ahora sí podré volver a Egipto, luego de haber pasado por allí como niño; pero ahora volverá el Rey, a liberar al pueblo de su esclavitud, a traer a ese lugar y a Medio Oriente, la Paz.
Y aunque aún los acontecimientos se desencadenen en el mundo y en esta humanidad, llevaré Conmigo a las almas que más necesitan y retornaré a los corazones que más Me buscan, no importando su creencia o religión, porque lo que permite la vida en este mundo es el amor; es el amor que los mantiene vivos, es el amor que les permite respirar y soñar con un tiempo mejor, con esperanza.
El cautiverio terminará algún día, no solo en Egipto, sino también en el mundo. Por eso debo retornar a los lugares en donde una vez ya estuve, siendo niño, joven o adulto, en Oriente, o en el lejano Oriente.
Los valores de la espiritualidad se deben recuperar para que el mundo no pierda la paz. Por eso estoy volviendo a esos lugares, como sacrificio y también como Gracia, para llevar a los corazones el reencuentro con Dios desde los planos internos y para que estos se espejen en la superficie, en la sociedad. Eso hará todo más justo y equilibrado, eso aplacará el sufrimiento y las agonías, porque es a través de los méritos que su Maestro y Señor alcanzó en la Pasión, que estas Gracias son posibles en este mundo y en su humanidad.
No puedo dejar de decir que a veces Mi Corazón está triste por los que no entienden, pero el gozo de los que Me viven y de los que creen en Mi y Me dan su confianza Me alegra, como lo han hecho ustedes ayer y hoy, de forma simple.
El Reino de Dios es el mayor tesoro de la simplicidad para este mundo y para las almas. Si son simples siempre vivirán el Reino de Dios y Él siempre estará próximo de sus vidas y sobre todo, estará en sus corazones.
Quiero que este gozo y júbilo que viven Conmigo de tiempo en tiempo llegue al mundo entero y no solo a Sudamérica. Ahora llegó el momento de vivir el apostolado y de hacerlo parte de ustedes en cada etapa de la vida.
Así Mi Misericordia llegará a los que más sufren, como también a los Reinos de la Naturaleza, que en esas partes del mundo también viven su sufrimiento silencioso, porque no pueden hablar como los hombres de la Tierra.
Sé que a su alrededor también existe el sufrimiento, a veces en sus familias, en sus ciudades, en sus trabajos, en sus seres más queridos. Pero Yo les pido, por misericordia, que den un paso más hacia Mí y llevemos este tesoro del amor a los lugares que más necesitan y que durante miles de años no han recibido nada, ni del Universo, ni de los Cielos.
Vengo a recuperar a través de Egipto los valores de las últimas humanidades, porque la evolución continúa y el despertar también.
Llegó el momento, compañeros, de que recuperen lo que una vez vivieron Conmigo en Tierra Santa y más allá de ella. Esto no es una teoría ni tampoco es una ilusión. Es hora de vivir el Plan de forma verídica. Es hora de hacer el Plan vivo en más corazones del mundo, que Me están buscando y no Me encuentran porque no saben la salida.
Ustedes sí encontraron la salida, pero el mundo aún no la ha encontrado. Por eso debo volver y retornar al centro, desde donde todo se crea, como conflicto, guerra y persecución.
Porque esta vez no solo la Señora de la Luz pisará con Sus pies a la serpiente, sino también su Maestro y Señor pisará con Sus Pies a sus aliados y los derrotará, para que se arrepientan algún día. Y ya no existirá arma contra arma, religión contra religión, porque a pesar de que el momento más grave no ha pasado todavía, aún el ímpetu y la fuerza de Mi Corazón poderoso podrán transformar todas las cosas cuando tan solo Me digan “sí, Señor, aquí estoy”.
Así Yo tendré el permiso de seguir obrando, tendré el permiso de seguir transformando y unificando a las almas con Dios, para que Su Reino celestial descienda a la Tierra y se cumpla Su Voluntad. Porque al fin de todo, Su Sagrado y Eterno Corazón triunfará.
Los caídos serán perdonados, los asesinos serán redimidos, los perseguidores serán amados y se disolverá el mal, porque el mal no conoce el Amor que viene de la Fuente. El mal es la incomprensión de la consciencia humana por no aceptar la Voluntad de Dios, como fue la Voluntad de Dios traer a Su Hijo a la Tierra para enseñarles la Escuela del Amor y de la Redención.
Vuelvo a reunir en este tiempo a los que estuvieron Conmigo en algún momento, sea en la vida consagrada, o en la vida del espíritu; en la vida del servicio, o en la vida abnegada; en la vida misionera, o en la vida orante.
Que ese compromiso sea revivido por los que despiertan.
Que ese compromiso sea reconfirmado por los que ya despertaron, para que se siga cumpliendo la Voluntad del Creador en estos tiempos críticos.
Mi Corazón abrazará al Medio Oriente y a todos los que se encuentren en ese lugar, no importando su condición o su condenación. Porque en verdad, compañeros, Mi Misericordia es muy grande y aún desconocida. Mi Misericordia es tan grande, que Mi Sangre se dejó verter en la Cruz gota por gota, dolor por dolor y angustia por angustia, para disolver el mal de la humanidad y su condenación eterna.
Es el tiempo de dar a conocer Mi Amor al mundo. Y que los demás pueblos y razas sepan que los amo, como los amo a ustedes.
Que anuncien que estoy volviendo al mundo por segunda vez y que el Reino celestial se reaproximará a la Tierra junto a los ángeles y arcángeles, para poner fin a la perdición de la humanidad y para disolver las tinieblas por la intervención del poderoso Padre San Miguel Arcángel, de San Rafael Arcángel y de San Gabriel Arcángel.
Los anunciadores de la Palabra de Dios retornarán a la Tierra, como fue en el principio del pueblo antiguo del Medio Oriente.
Y a partir de allí se escribirá una nueva historia y se borrará el sufrimiento, trayendo del Cielo los Libros de Dios abiertos, para mostrarle al mundo Su nuevo Propósito en la Nueva Humanidad.
Bienaventurados serán los que vivan las profecías y se regocijen en ellas, porque el Señor, el Todo Poderoso, le mostrará Su Poder a los humildes.
Con esta Luz que traigo extiendo la Paz hacia la Tierra, renovando este ciclo y este momento para todos; dando la chance a los que están confundidos, de poder retornar a Mi camino antes de que el Portal se cierre.
Que se eleven los corazones hacia Mi Iglesia celestial y que en comunión con la vida de cada ser, todo sea renovado.
El Universo de Dios desciende a la Tierra y en este simple lugar, las almas siempre encontrarán a Dios. Aunque Mi Presencia no sea aceptada, Yo siempre aquí estaré para abrazarlos con la Luz de Emmanuel.
Vengo a bendecirlos con la Palabra de Vida. Vengo a ungirlos con el soplo del Espíritu. Vengo a bautizarlos con el Agua que brotó de Mi Costado en la Cruz, como parte de la Fuente de la Divina Misericordia, para que sean santificados por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Hoy no existen fronteras ni separaciones entre las naciones y los pueblos. El amor que Yo pude ver aquí es el que necesito para renovar los tiempos y sobre todo, a la humanidad. Es el amor de los que se congregan dentro de Mi Iglesia celestial para comulgar de la Llama de la Santísima Trinidad, junto a los Ángeles de nuestro Padre-Madre Creador, Emmanuel.
Hoy, los Elohim, llamados seres resplandecientes del Universo mental, los Ángeles de Dios, testimonian con Su puño y letra que Mi misión en Egipto será realizada por la receptividad y la oración de las almas que colaborarán para que eso sea posible y así, Mi gran Espejo de la Misericordia se encienda en Medio Oriente.
Alegren sus corazones porque están siguiendo el camino correcto. No habrá otro lugar que Me represente en la Tierra, sino este. Porque vuelvo a decirles, compañeros, vengo fuera de Mi Iglesia para llamar a los rebaños que más Me necesitan y que Mis representantes no han sido dignos de acogerlos con castidad.
Que el amor de los simples promueva la Paz en la Tierra.
Que el servicio de los humildes restaure a los Reinos de la Naturaleza.
Que la oración de los que se congregan en comunidad y en luz, transforme los tiempos, a fin de que el Cetro del Hijo de Dios descienda a la Tierra para poner fin a la maldad humana.
Y ahora elevaré al Cielo esta ofrenda que han colocado a Mis Pies, porque en verdad todo pertenece a Dios, nuestro Padre, que está en los cielos y hoy escucha con atención la Voz de Su Hijo y de Sus compañeros, a fin de que un grano de Su Reino celestial se siembre en esta humanidad, para que la humanidad sea recreada por medio del amor y del bien entre los hombres.
Que todo sea santificado y que todo sea elevado bajo el Rayo de la Transubstanciación. Y que a los pies del Altar de Dios sea colocada la ofrenda de cada corazón humano, en esta tarde.
En el silencio, compañeros, pueden hacer su ofrenda ante Mi Iglesia celestial. Los escucho en el silencio de la oración.
Padre Celestial, que a todos conduces,
acepta nuestra oferta de entrega a Ti.
Guíanos por el camino del amor,
para que Tu Voluntad sea hecha.
Amén. (x3)
La oferta ha sido aceptada.
Los que hoy serán bautizados serán iluminados, y al ser iluminados, se convertirán.
Los que hoy serán ungidos recibirán la Gracia que tanto esperan, pero por ella deberán orar.
Padre, que Te has hecho pequeño para que el mundo Te comprendiera y así pudieras ingresar en la esencia de Tus hijos a fin de que te vivificaran y exaltaran Tu Nombre, para siempre, a la mesa de estos nuevos apóstoles Míos, hoy Te vuelvo a declarar, mediante esta fórmula sagrada que Tú has dictado al humilde Corazón de Tu Amado Hijo.
Que escuchen los mundos internos lo que hoy declara su Rey y Señor del Universo: Les pido que tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo, que fue entregado por los hombres para el perdón y la remisión de los pecados.
Señor Mío y Jesús Mío, que escuchen las almas de la Tierra la Voz de su Maestro y Señor, el Cristo Vivo, que les dice: Tomen y beban todos de Él, porque esta es Mi Sangre, que fue derramada por los hombres para el perdón de los pecados.
Les pido, que por los tiempos que vendrán y los acontecimientos que llegarán, hagan esto en Mi memoria a fin de que la Paz y la Misericordia de Dios estén presentes en el planeta.
Señor Mío y Dios Mío, este es El que ha dado la vida por todos y que ha resucitado para volver al mundo en espíritu y divinidad, a fin de transfigurar la Tierra en una humanidad redimida.
Padre Nuestro...
Y como les dije a Mis apóstoles, Mi Paz les dejo y les doy Mi Paz, porque siempre su Maestro y Señor mirará la fe de los miembros de Su Iglesia celestial a fin de que todo sea reparado y la humanidad sea curada de su enfermedad espiritual.
Que esta Paz sea llevada a Egipto y a los lugares que fueron encomendados por su Maestro y Señor y por Su dulcísima Madre, la Santísima Virgen María, para que Sus Corazones de Servicio y de Humildad, de Amor y de Esperanza, lleguen a todo el mundo. Amén.
Dense ahora la paz.
Que la paz repueble a la Tierra de esperanza y que la esperanza renueve a los corazones que aspiran a alcanzar la Misericordia de Dios.
Con las voces de sus corazones hoy deseo expandir, por medio de una canción, la lluvia de amor en todo el planeta, dando la bendición al mundo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Les agradezco por estar Conmigo en la simplicidad del corazón y de la vida.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más